M.G.- De eso hablaremos en un ratito porque ahora quiero preguntarte lo siguiente. En este libro, ¿encontramos a Jesús Terrés en estado puro o Jesús Terrés es simplemente el mensajero?
J.T.- En estas cartas está el Jesús Terrés más puro que hay. Usando un lenguaje muy taurino, creo que todavía podría acercarme más.
M.G.- Por acercarte se entiende abrirte más.
J.T.- Sí. Cruzarme más pero me falta valentía como escritor. Creo que todavía podría acercarme más, desnudarme más, que haya más sangre.
M.G.- Pero compartes con los lectores una parte muy personal y no sólo tuya, también de tu entorno, de Laura, tu pareja, o de algún amigo, al que mencionas en varias ocasiones. Es decir, no sólo hablas de ti sino también de tus circunstancias, por decirlo de alguna manera.
J.T.- Sí, cuando hablo de un aspecto íntimo de una persona de mi vida, le pregunto: oye, ¿te importa?
Hace poco hemos vivido en casa un aborto muy complicado. Le pregunté a mi mujer si le importaba que hablara de eso, si se sentía cómoda. Porque si ella no está cómoda, no lo comparto. Pero cuando se trata de mí, de mis sentimientos, de mis emociones, mi dolor o mi herida trato de acercarme todo lo posible al acantilado.
[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale a clic]
M.G.- ¿Y eso no te deja en una posición muy vulnerable?
J.T.- Sí, muchísimo. Mi vida como escritor es más solitaria de lo que parece. Por las presentaciones puede parecer que hay más gente pero mi vida es muy monacal. Escribo solo, cuando no hay nadie. Y cuando voy a tener un encuentro con lectores, como el que voy a tener hoy, aviso y pido que se me cuide porque no es justo. Lo sabéis todo de mí pero yo de vosotros no sé nada.
M.G.- Jugamos con ventaja.
J.T.- Sí, porque me he desnudado. Me asusta mucho. De hecho, es que ni voy a cenas de prensa. Es raro verme en una. No estoy cómodo.
M.G.- No...
J.T.- No. Prefiero volverme a mi habitación, con mi libro.
M.G.- Y, a la hora de escribir estas piezas, ¿qué te inspira? ¿Qué ocurre en tu vida para decir: Me voy a sentar a escribir sobre esto?
J.T.- La vida. La vida es maravillosa. La gente en la calle, me encanta. Soy un viajero cercano. Me encanta pasear Sevilla, pasear por sus calles, y siempre hago oreja.
M.G.- Pues eso mismo te iba a preguntar, si eres de los que escuchan una conversación ajena. Muchas veces, tomando un café a solas en una cafetería me he encontrado a un grupo de amigas, de señoras mayores, teniendo conversaciones interesantísimas. Siempre digo que de esas conversaciones se puede escribir algo.
J.T.- Es que yo me meto en las conversaciones. Siempre con educación. A veces pregunto: ¿en serio? Señora, cuénteme. No sé, me gusta. O hablo con un camarero y le pregunto si pasa algo ese día. Saco mucho de la vida.
M.G.- Sociabilizas.
J.T.- Sí. Me gusta. Como turista. Soy muy escuchado, más que hablado.
M.G.- Jesús, el libro se estructura en tres grandes bloques: Cada día nace el mundo, Un corazón sin amargura, Pese al miedo, eligió vivir. ¿A qué motivo corresponde hacer esta distribución?
J.T.- A que, cuando se hace un libro de artículos o de relatos, tienes dos opciones: ser cronológico o no. Mi anterior libro de textos, Nada importa, no fue cronológico. Los eligió la editora de Círculo de Tiza, Eva. Ella hizo su selección como editora y yo estaba encantado. Pero aquí, estando la Covid en los primeros artículos, era muy difícil no tenerlo presente. En este proyecto sí ha sido muy importante el tiempo, ser fiel a lo que fue pasando en el tiempo, a nivel íntimo, a nivel social. Y son como tres partes: miedo, observación y esperanza.
M.G.- En cualquier caso, no se obliga al lector a leer de forma lineal, ¿no?
J.T.- No, no, no...
M.G.- Porque yo lo he leído a salto de mata.
J.T.- Para nada. El otro día hablé con Toni Segarra, un publicitario al que admiro mucho. En plan broma, y puteándome con cariño, me dijo que mi libro le recordaba a El libro de arena de Borges. Me comentó que ni lo había empezado por el principio ni lo iba a acabar porque se cae. Está ahí. No se iba a leer el comienzo ni se iba a leer nunca el final. Esa idea me gustó. Lo cojo, lo abro, leo un texto. Lo dejo.
M.G.- Dentro de dos semanas, lo vuelvo a coger y leo otro texto.
J.T.- Sí. Y me parece maravilloso.
M.G.- A mí me parece una manera muy bonita e interesante de leer un libro como este, como el tuyo. Creo que, de ese modo, se afianza la relación con el texto.
J.T.- Sí. Además, es mi manera de entender las cartas porque es como un libro de correspondencias. En cada una de ellas hay un mensaje. No dos. No ninguno. Un solo mensaje. Soy muy cuadriculadito, muy monacal y en cada salmo, digamos, hay una cosa que quiero decir. Si lees un texto, vas a aprender una cosa.
M.G.- Aprendes hoy una cosa y dentro de quince días aprendes otra.
J.T.- Exacto. Me pasa que si encuentro dos mensajes en un texto tengo que quitar uno. Me lo autoimpongo. No puedo mandar dos mensajes.
M.G.- Ya. Alguien me dijo hace ya bastante tiempo que el miedo es libre. La teoría la conocemos todos. Sabemos que el miedo está ahí y hay que hacerle frente pero, a la hora de la práctica, ¿cómo se hace para vivir sin miedo o para vivir con miedo?
J.T.- Creo que has dado en la clave. No se puede vivir sin miedo. Se trata de vivir con miedo y de entender que el miedo es un acompañante en la vida. Vamos caminando y tenemos la alegría, tenemos el miedo, tenemos la precaución. El miedo tiene su función. El miedo es el que te avisa por la noche para que no vayas por una calle. Es una alerta que te ayuda. Lo que no puede ser es que el miedo te gobierne, igual que no puede ser que otras cosas te gobiernen. Yo creo que se trata de tener una relación sana con el miedo, más que tratar de eliminarlo, porque no se puede ni se debe eliminar el miedo. Yo creo que se trata de convivir con él, de entender que está ahí y ya está. No tengo la respuesta cuando alguien me pregunta qué pasa cuando el miedo es una montaña. Yo he estado ahí también, cuando el miedo es una montaña. El único consejo que se puede dar es ir pasito a pasito.
Durante un tiempo hice alpinismo, me gustaba escalar. Y me acuerdo que una vez fuimos a escalar una montaña y a mi profesor le dije que no podía escalar esa montaña. Me daba ansiedad. Me respondió que no mirara a la montaña. Tenía que mirar a otro punto, a un árbol. Ese era el objetivo, el árbol. Y después del árbol, una piedra. Y después de la piedra a un risco. Si miraba a la montaña me acojonaba. Me pareció muy inteligente lo que me dijo mi profesor.
M.G.- Hay que aprender, pero cuesta trabajo.
J.T.- Cuesta mucho. Cuesta mucho.
M.G.- ¿Y cuál es tu miedo más terrible?
J.T.- Pues, ahora mismo... Me voy a sincerar mucho. Mi padre murió cuando yo tenía dieciocho años y llegué tarde. Cuando uno tiene dieciocho años es muy complicado. Ahora mismo mi mamá está enfrentándose a ... Se hace mayor, tiene casi ochenta años. No sé cuándo será nuestro último viaje juntos. Me da mucho miedo no pasar tiempo con ella, perderla, no estar a la altura. Ella no me pide nada. No es una madre que me haga chantaje emocional. Pero cada vez que estoy cuatro fines de semana sin verla y pasa el tiempo...
M.G.- Esos cuatro fines de semana ya no vuelven.
J.T.- No vuelven, no. Y el tiempo pasa y sé que me arrepentiré de no estar con mi mamá.
M.G.- Nos ha pasado a todos, Jesús.
J.T.- Ya, pero eso me aterra. Es mi mayor miedo.
M.G.- Bueno. A ver, los textos nacen con la llegada de nuestro amigo coronavirus pero, hasta donde yo he llegado leyendo, el virus no es protagonista en todos los textos. Hay uno en el que se habla del trabajo de los sanitarios y otro en el que se habla de un positivo pero no te centras en contar todo lo que el virus provocaba. La pandemia es un contexto.
J.T.- Exacto, es un contexto. Igual que en los últimos textos está la dana. Son cosas que pasan, pero para mí lo importante siempre son las emociones. Yo no soy un periódico, no soy un diario. No es tan importante qué ha pasado fuera, sino en qué se traduce aquí de ahí. Para mí, la historia está ahí.
M.G.- Y hay un montón de referencias a películas, a series, a música, a libros. La literatura, el cine, la música siempre ha sido una magnífica tabla de salvación. En aquellos momentos nos ayudó mucho ver cine, leer libros,... Nos salvó de acabar medio locos.
J.T.- Especialmente, la literatura. El libro siempre va a sobrevivir. Es el objeto más bello, más bonito, más perfecto que hay. En aquel encierro, se convirtió en un refugio. Pero en un refugio de verdad, emocional, físico, mental.
M.G.- Incluso aunque estuvieras leyendo un drama terrible eso te permitía alejarte de la realidad. Te lanzabas a otro drama diferente. Y también así era una manera de despejar la mente y de vivir otra vida.
J.T.- Completamente. Soy muy optimista y creo que se lee más que nunca. Pese a que se cambien los formatos, ahora se lee más. Una de las cosas buenas que tuvo la pandemia es que nos obligó a todos a volver a los libros. No podías salir, no podías pasear, pues te ponías a leer.
M.G.- Algo bueno tuvo.
Jesús, Vivir sin miedo me suena a título de canción. Creo que hay una canción que se titula así y el miedo vertebra todos los textos pero también hablas de otras cosas. Por ejemplo, soy fiel defensora de vivir el momento, este instante que estamos hablando, que es bellísimo.
J.T.- Sí. He descubierto la cotidianidad a mis cuarenta y ocho palos. Lo feliz que me hace el café de debajo de mi casa, la tortillita de camarones de aquí. Lo sencillo, lo cotidiano. No la promesa de un viaje futuro, sino lo cotidiano.
M.G.- El momento. El ahora.
J.T.- Sí, este ratito, esta conversación, el hoy. En el hoy es donde está la gracia. La gracia no de divertido, sino la gracia casi religiosa, la plenitud. La plenitud está aquí, no está en mañana.
M.G.- Y, al hilo de lo que estamos comentando, una de las mejores citas que he leído y que comparto es la que aparece al inicio del libro, que la vida es disfrutar, buscar las alegrías porque las penas ya vendrán solas y que nunca pienses en ganar, sino en vivir. Creo que es el mejor resumen de lo que estamos hablando.
J.T.- Sí. Esto es de una entrevista de Jesús Quintero, que a mí me gusta muchísimo. Lo amaba muchísimo, aprendo mucho de él. Revisito sus entrevistas, que me gustan mucho. Y esto era una entrevista suya. En mis cartas hablo de lo que quiero y me gusta mucho poner en duda algunas cosas que se dan por hecho, sobre todo, en el mundo masculino, como el éxito. A nosotros nos obligan siempre a estar compitiendo, a ganar. ¿Pero qué es ganar? A mí me enseñaron que ganar era correr más, ser más fuerte. Y no. Jesús Quintero tenía razón ahí. No se trata de ganar.
M.G.- Se trata de vivir.
J.T.- Se trata de vivir.
M.G.- Qué triste final el de Jesús Quintero.
J.T.- Muy triste. Las personas tan sensibles...
M.G.- En fin... Y me has comentado que haces terapia. Entiendo que hacer terapia te habrá ayudado a abrirte en este libro, a exponerte, a contar lo más íntimo. Quizá, si no hubieras hecho terapia, este libro no existiría.
J.T.- Sí. La terapia es importante para mí, para mi camino. Para otra persona, a lo mejor es el cante. La vida es muy compleja y no creo que haya un camino bueno para todos. En el mío, la terapia fue como si me estuviera cayendo por un barranco y encontrara un arbolito al que me agarrara. Me agarré a ese. Otro se agarra a otro arbolito distinto, a una guitarra, a la pintura. A mí me salvó hacer terapia. Me ayudó a recolocarme.
Siempre he escrito. Desde que tengo veinte años, escribo y trabajo, cobro y facturo. No me salvó la escritura. Me salvó la terapia. Me salvé yo porque es algo que aprendes. La terapia es sólo una puerta, un instrumento para que tú hagas el trabajo. A mí me sirvió y a cualquier otra persona le puede servir viajar sola, rezar, no sé... Me sirvió a hacerme las preguntas adecuadas. Ojalá hubiera podido hacérmelas ahorrándome tanto dinero y tantas horas. Me hubiera encantando.
M.G.- Bueno, bien está lo que bien acaba.
J.T.- Es mi camino. Lo abrazo con sus sombras y sus luces.
M.G.- He estado bicheando tu Instagram. Está repleto de fotografías bellísimas y de textos. Me pregunto si la idea de recopilar estos textos, ¿se te ocurrió a ti o te viste impulsado por la gente que te lee?
J.T.- Pues impulsado. No soy padre, pese a que he escrito mucho sobre ser padre, ni he plantado un árbol.
M.G.- Pero has escrito un libro.
J.T.- Creo que me hubiera muerto tan feliz sin escribir un libro. Pero, con mi primer libro, me escribió Eva Serrano de Círculo de tiza, me lo propuso y dije que sí. El segundo, pues lo mismo, pero con Destino. Y este ha sido más por las lectoras. Tengo muchas lecturas, afortunadamente, que lectores. Me gusta más hablar con mujeres. Son más emocionales y más sensibles. Fue una petición y me voy dejando llevar. Ninguno de los tres libros ha sido un capricho mío. Tampoco voy a hacer algo que no quiera hacer pero me pareció una buena idea. Pero no fue mía, no quiero tener ese mérito. Ha sido de las lectoras, en este caso.
M.G.- ¿Y da pie a que haya un Vivir sin miedo 2?
J.T.- ¿Por qué no? ¿Por qué no? Yo no pienso en el lector cuando escribo. Me levanto muy temprano, me pongo con mi café, con mi gato, y no hay nadie detrás. Le doy a enviar y me da igual si hay dos personas que diez, que cuarenta mil. Pero hay personas que me transmiten que algunas cartas le tocan, le llenan y eso es muy importante. Me da mucha vergüenza y me da mucha alegría. Pero tengo muy claro que las cosas se acaban y que llegará un día en el que yo me levante y ya está. A mí me gusta cerrar.
M.G.- A veces, alargar es contraproducente.
J.T.- Me pasó con Nada importa, que era un blog. Lo cerré cuando estaba en su mejor momento. No quiero ser como los Rolling Stones. Un día me levantaré y ya está. A otra cosa.
M.G.- Si tienes más proyectos en mente siempre es bueno dejar algo en buena situación que en declive.
J.T.- Que languidezca y tú ahí repitiéndote o traer siempre lo mismo. Nada, eso sí. Voy a dejarme llevar. A ver, a lo mejor hay una segunda parte. Ojalá.
M.G.- Bueno, pues si hay una segunda parte, espero poder verte por aquí. Con menos lluvia y un poco más de sol.
J.T.- Me encantaría.
M.G.- Seguiré leyendo. Algunos textos me han dejado muy, muy tocada. Te agradezco muchísimo que hayas querido plasmar en papel tus emociones para que las podamos tener en casa.
J.T.- Qué bien.
M.G.- Muchas gracias Jesús, por estar en Sevilla. Un placer conocerte y espero verte pronto.
J.T.- Gracias.

Sinopsis: Un canto a la vida, al amor y a la belleza de las cosas sencillas. Los relatos íntimos que han enamorado a más de 35.000 personas. Por el autor de Nada importa y Buscaba la belleza.
Cada sábado por la mañana desde la última semana de marzo de 2020 Jesús Terrés manda un relato íntimo a más de treinta y cinco mil lectores. ¿De dónde nace la necesidad de esta correspondencia sostenida en el tiempo? Del apremio de escribir, de romperse, de no dejar un cajón por abrir, de transcribir la belleza del mundo, de iluminar el camino. Quizá por eso, poco a poco, semana a semana, lectoras y lectores le hicieron un hueco en sus rutinas. Una intimidad compartida que hoy en día supone la newsletter literaria en español más leída. El presente libro muestra una selección de los mejores textos, que giran en torno a la búsqueda, la felicidad en las pequeñas cosas, la valentía para ser uno mismo y la capacidad de encontrar la luz en cada grieta: los grandes temas que han llevado a Terrés a ser uno de los máximos exponentes de la literatura del hedonismo y las emociones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario