El pasado día 17 de marzo, y con motivo del inminente lanzamiento de su novela LA PINTORA DE LA LUZ (Ediciones B), la autora malagueña Inma Aguilera organizó, junto a su editorial, un encuentro con los medios de comunicación en Sevilla. Como ya sucedió con su anterior publicación, La dama de la Cartuja, tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido por diversos escenarios de esta ciudad, que tendrán cierta relevancia en la trama.
A las 12 de la mañana fuimos convocados en la Plaza de España, donde, en primer lugar, Ana María Caballero, editora de Penguin Random House, nos dio la bienvenida y nos comentó el éxito que había tenido La dama de la Cartuja, una novela que afianzó la presencia de la autora en el panorama literario español, ganándose muchísimos lectores. Ahora, con La pintora de la luz, nos espera la continuación de aquella novela, que tendrá como protagonista a Trinidad, una de las tres mujeres que ya conocimos en la novela previa.
Aguilera nos explicó que La pintora... no sólo es una continuación de La dama..., en la que quiso rendir homenaje a las mujeres alfareras que trabajaron en la Fábrica de Pickman y en los talleres del barrio de Triana, sino que, con esta novela, también responde al deseo de homenajear a Sevilla en su conjunto. Para ello, y a través de las casi seiscientas páginas que contiene este libro, el lector va a poder asomarse a esa Sevilla de principios del siglo XX. Por entonces, la ciudad se veía sumida en circunstancias difíciles. No obstante, esa Sevilla sería la que daría pie a la Sevilla actual. «Quería hacer un homenaje a todos esos genios artísticos que estaban detrás» de ese desarrollo de la ciudad, señaló Inma Aguilera.
Acceder a la Plaza de España por sus distintas puertas y accesos es maravillarse de su belleza y magnitud. Llama poderosamente la atención la cantidad de azulejería que recubren las paredes de este edificio, un proyecto que surgió de una de las mentes más privilegiadas en materia de arquitectura que ha dado este país, el sevillano Aníbal González. En cada paño, en cada rincón, en cada esquina, los azulejos muestran diseños a cual más bonito, entre mosaicos o estampados geométricos. Para entender algo más sobre este mundo de la ilustración de la cerámica, temática que tendrá mucho que ver en la novela, la autora nos explicó que algunos de esos diseños proceden de la fábrica de Mensaque, donde artesanos y artistas han trabajado para dejarnos un legado impresionante.
Y como artesana y artista, el lector de La dama... volverá a reencontrarse con Trinidad que, tras abandonar Sevilla en la novela anterior, regresará de nuevo a la ciudad para formar parte de la construcción de la Plaza de España, un monumento que se encuadra dentro del estilo regionalista. No obstante, el estilo arquitectónico que reinaba por entonces era el modernismo, cuyo máximo precursor era Antoni Gaudí. Ambos arquitectos eran coetáneos.
La autora malagueña puntualizó que la Plaza de España es fruto de esa segunda oportunidad que se merecía Sevilla, una ciudad masificada, con mucha precariedad laboral, y que tenía un elevado índice de mortalidad. Pero este edificio no solo suponía un empuje para Sevilla, sino también para toda España, ya que el país andaba a vueltas de la guerra de Cuba y mantenía un sentimiento nacional débil y empobrecido. En este sentido, Aníbal González se comprometió con la ciudad para levantarla y por eso, Inma Aguilera desea que el ciudadano piense en el arquitecto como alguien que hizo algo muy importante por Sevilla y por España, en su conjunto.
Sobre la figura de Aníbal González, no sólo un genio en la arquitectura sino también en lo humano, la autora añadió que se siente muy orgullosa de haber podido acercarse a la vida del arquitecto, y a la de todos esos hombres y mujeres, -como la propia Trinidad, en la ficción-, que contribuyeron a crear un edificio que, a día de hoy, visitan más de cuatro millones de turistas al año.
Si alguna vez has visitado la Plaza de España, habrás observado que su disposición es semicircular, y a lo largo de ese semicírculo se distribuyen un total de cuarenta y ocho bancos recubiertos de azulejos. Hay un banco para cada provincia, a excepción de Sevilla, aunque sí podemos encontrar paños de azulejería que muestran escenas cotidianas de la ciudad en la época. De estos paños, la autora destacó el que muestra a las cigarreras de la antigua Fábrica de Tabacos (hoy sede principal de la Universidad de Sevilla). «Una de las escenas que me inspiraron la novela es esta, en la que vemos a un conjunto de mujeres en unas circunstancias muy típicas de la época», señaló.
Explicó también que su intención a la hora de escribir esta novela era arrancar desde el momento en el que acaba La dama de la Cartuja, «con Sevilla muy sepia», tal y como se muestra en el paño de azulejos anterior, para dar pie a que Trinidad, la protagonista de La pintora, artista ayude a los grandes genios de la época, como «Aníbal González, el maestro Montalván, Soto o Pedro Navia a convertir a Sevilla en una ciudad llena de color», aunque también será una ciudad con sombras.
Pero La pintora de la luz no es sólo una novela en la que se aúna historia y arquitectura sino que también dejará espacio al romance, porque el amor no falta en las novelas de Inma Aguilera. «Quiero pensar que soy una autora de romántica», comentó con una sonrisa. Y aprovechando que en la novela anterior Trinidad acaba sin su propia historia, la autora ha querido, en esta ocasión, tenderle un puente hacia el amor.
El recorrido continuó por Triana. Allí nos esperaba el Centro de la cerámica, un espacio en el que se recoge de manera permanente la historia de la tradición alfarera del barrio. Rodeados de cientos de piezas de cerámica, Inma Aguilera nos explicó las distintas fases por las que pasa la industria azulejera. Por un lado, hay que distinguir a los alfareros, los que trabajan la arcilla desde el principio, de los ceramistas, los que pintan las piezas de arcilla y son auténticos artistas, como luego veremos. Esta labor artesana la veremos en uno de los personajes de la novela, en Enrique Giner, alfarero y pintor. Inma nos confesó que, para la construcción de este personaje, se había inspirado en otros reales, como el propio Goya, «artistas rebeldes por naturaleza».
En su día os hablé de La dama de la Cartuja (puedes leer mi reseña aquí). Aquella novela la recomendé por activa y por pasiva, y me consta que a muchos otros lectores les fascinó. Mucho me tengo que equivocar si La pintora de la luz no causa el mismo efecto. Inma Aguilera tiene una sensibilidad especial a la hora de narrar y sabe cómo trasladar, sin atosigar al lector, toda esa parte histórica que suponen la base de sus novelas, en las que no falta la tradición y, por supuesto, el amor. Asomarse a la Sevilla que nos muestra esta autora es asomarse a la historia de una ciudad que ha enamorado a todo el que la visita. Así que, desde aquí os animo a conocer a Trinidad, a esta pintora de la luz, que ya tenéis en librerías.
Sinopsis: Sevilla, 1911. Han pasado nueve años desde que Trinidad viajó a la ciudad para descubrir la historia de su familia, ligada a las míticas vajillas de La Cartuja. Instalada de nuevo en Inglaterra y volcada en su labor como ceramista, recibe una carta de la marquesa de Pickman, la propietaria de la fábrica de loza, que la hará regresar al lugar que marcó su vida.
UN DESAFÍO ARTÍSTICO IRRESISTIBLE
La propuesta es participar en el gran proyecto que hará brillar la ciudad como nunca: la construcción de la plaza de España, donde deberá trabajar mano a mano con el ambicioso arquitecto Aníbal González. Este enorme desafío artístico llevará a Trinidad desde las aristocráticas fiestas en el palacio del Real Alcázar hasta los humildes talleres de Triana, haciendo que su destino se vea zarandeado por la lucha de clases y el amor de dos hombres.
UNA EMOCIONANTE SAGA HISTÓRICA QUE PERDURARÁ EN EL TIEMPO
Tras el éxito de La dama de La Cartuja, Inma Aguilera continúa la envolvente y adictiva saga histórica que ha enamorado a miles de lectores, en esta ocasión con el origen de la majestuosa plaza de España de Sevilla como telón de fondo.
Pasión, misterio y amor en los albores del siglo XX.
Tengo apuntada La dama de la Cartuja desde que hiciste la reseña, pero es que tengo tanto apuntado... me alegro de que me la hayas recordado. Añado ahora La pintora de luz. A ver cuándo les llega su turno.
ResponderEliminarYo conocí Sevilla a los quince años, en una excursión del colegio. Quedé enamorada de la ciudad (también de Granada y Córdoba que conocí en el mismo viaje). Dos cosas me impresionaron mucho de Sevilla: el barrio de Santa Cruz y la Plaza de España. La Giralda y la Torre del Oro las conocía de verlas en fotos y estudiarlas en clase de arte como llamábamos en sexto de Bachillerato a una asignatura que había que era Historia del Arte. Pero ese barrio y esa plaza no los conocía de nada ni sabía de su existencia por lo que me sorprendieron aún más. Siempre que voy a Sevilla me encanta recorrerlos, aunque la última vez encontré demasiados turistas. Es lo que me pasa últimamente en todas las ciudades que amo. En fin, si yo tengo derecho a visitarlas el resto también.
Un beso.