jueves, 6 de febrero de 2025

MARÍA REIG: ❝La historia del vestido es de las cosas que más disfruto cuando me documento❞

El otro día, alguien me comentaba en redes que le gustaban mucho las novelas de María Reig. Con estudios en Periodismo, la gran pasión de esta joven autora, nacida en Barcelona, es la Historia. De hecho, está cursando estudios en la materia. Leer las novelas de María Reig supone hacer un viaje en el tiempo, en el que el lector se sentirá parte de una época. El contexto político-social, los usos y costumbres, la idiosincrasia del momento quedan siempre perfectamente retratadas en sus novelas, fruto de una concienzuda labor de documentación. Reig se empapa tanto del mundo que quiere retratar en sus libros que vuelca en su página web información muy interesante, que supone un estupendo complemento a la lectura de sus libros.

Con la reciente publicación de Sonó un violín en París, la autora visitó Sevilla y con ella tuve el placer de sentarme a conversar. Os dejo con nuestra conversación.

Marisa G.- María, un placer volver a verte, tenerte aquí de nuevo. Vienes con la cuarta novela, que se dice pronto. Por hacer memoria, a este nuevo título le anteceden Papel y tinta, Una promesa de juventud y Los mil nombres de la libertad. Todas esas novelas, si nos fijamos, incluida esta, son grandes historias y a mí me gustaría saber qué elementos se tienen que dar para que te lances a escribir una novela. ¿Qué te atrae especialmente? ¿La época? ¿Algún contexto histórico? ¿Algún personaje que se te ocurra?

María R.- Con Papel y tinta, el motor fue ahondar en la situación de una mujer que quiere ser periodista, sin tener muy claro la época en la que me iba a centrar. Eso lo decidí a partir de la documentación. Pero con el resto, la motivación siempre ha sido la inquietud que tengo por una época, que tenga muchas preguntas y muchas ganas de aprender sobre un periodo. Luego, con la documentación es cómo voy configurando a todos esos personajes y lo que cada uno tiene que contar.

Y otra de las grandes motivaciones de cara a empezar un nuevo proyecto es intentar que para mí sea un desafío, que no sea lo mismo que lo que acabo de escribir, sino que cambie en cierta medida y me rete como autora.

M.G.- En esta novela se recrea el viaje de un grupo de personas, de las que hablaremos después. Son personas de dinero, adineradas, que emprenden ese viaje por Europa, encabezados por un escritor, por Guillermo Bogarín. ¿Cómo se te ocurre la idea de construir este viaje, este tour europeo? ¿Y qué pretendes contar con esta historia?

M.R.- Todo se debe a mi amor por los viajes y por la música. Recuerdo mi primer Interraíl, al pasar por Florencia y pasear por la ciudad, sentí muchos deseos de recorrer Florencia pero sin tanta gente. Hoy día, hay ciertas ciudades en Europa que pueden llegar a ser agobiantes y, como turista, te da cierta lástima no poder disfrutarlas como si el turismo estuviera un poquito más regulado y más controlado. Recuerdo tener esas ganas y creo que eso ha sido el germen principal de la novela.

Por otro lado, también me ha motivado hacer catarsis de una serie de aprendizajes personales y profesionales en los últimos años.

M.G.- Si abrimos el libro, lo primero que encontramos en las gualdas es un mapa de Europa, donde vemos que este grupo de viajeros parte de Lyon y recorrerán diversas ciudades. ¿Por qué esas ciudades concretas?

M.R- Digamos que la ruta tenía dos cometidos. Por un lado, recorrer esos lugares emblemáticos de Europa, que todos, aunque no los hayamos visitado, sabemos groso modo poner en el mapa. Quizá también tenemos referencias de ellos, porque los hemos visitado personalmente o porque conocemos gente que lo han hecho, o porque hemos visto fotos. Los tenemos ubicados, es una Europa familiar porque los lugares que interesan son los mismos ayer y hoy. Pero, por otro lado, es una Europa que ha cambiado y que ha ardido dos veces en estos 130 años. Por lo tanto, vamos a ver que, mientras paseamos por lugares familiares, nos damos cuenta de que hay elementos diferentes, que han desaparecido o que han quedado destruidos a lo largo de este tiempo. 

El viaje de la novela se nutre mucho de mis propios viajes por Europa. He hecho dos Interraíles, he recorrido Europa en tren, la he visitado en otros viajes. Creo que me he querido volcar en aquellas ciudades que han dejado un mayor impacto en mí. Y además, coinciden con esos lugares icónicos que forma parte de los viajes que muchos se plantean hacer por Europa.


[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]


M.G.- En ese recorrido, ¿no cabía en ningún momento ciudades españolas como Barcelona o Madrid?

M.R.- Las rutas turísticas que se hacían todavía no tenían ciudades españolas como lugares principales. Hay que pensar que España tenía ese ancho de vía distinto que la aleja del resto de Europa. Siempre hemos estado un poquito desconectados con esos Pirineos. Pero sí hemos tenido viajeros y turistas españoles, sobre todo, de la intelectualidad. Tenemos el caso de Mesonera Romanos, de Galdós o de Emilia Pardo Bazán, que era muy viajera. Ellos visitan Europa pero España, en esos momentos, no era de los lugares más visitados y en las guías de viaje, España tenía un papel más residual. El foco estaba puesto en Italia, en el Imperio Austrohúngaro, en Francia, incluso en Bélgica y en los Países Bajos. Es decir, había otros focos y se dejaba de lado España. De otro modo, sí que la hubiera incluido. Pero España está muy presente a través de los personajes protagonistas.

M.G.- Teniendo en cuenta que eres una escritora que te documentas muchísimo, describirás muy bien esas ciudades. Estoy segura que habrás echado mano de Google Maps o de las guías de viaje para hablar de lugares y establecimientos de la época.

M.R.- Exactamente. Las guías de viaje de finales del siglo XIX han sido mis grandes aliadas. Concretamente, he usado las Baedeker, que son muy detallistas en todos los aspectos de una ciudad, desde el punto de vista turístico, pero también son muy interesantes desde el punto de vista histórico. Te hacían una radiografía de cómo era esa ciudad en ese momento y qué podía encontrar un visitante ajeno a ella, cuando llegaba a la estación central de Florencia, a la de Lyon, o a cualquiera de los espacios que se recorren en la novela. Esas guías son las que me han ayudado, además de los planos de las ciudades que se pueden consultar, de las fotografías que  hay del momento. Todos esos elementos me han ayudado a poder construir esta historia y a hacerlo con rigor.

M.G.- De todas estas ciudades, París es la que más va a resaltar. ¿Qué nos puedes contar de cómo era la ciudad en el momento en el que se desarrolla la novela?

M.R.- En el París de 1893 todo cabía, todo era posible. Es una ciudad que está en plena efervescencia en todos los sentidos: económico, político, cultural, industrial. Es ese París de las dos grandes exposiciones universales, de 1889 y de 1900. Durante casi una década, todos los ojos están mirando sistemáticamente a París. A las ciudades europeas les ha gustado esa replanificación que ha hecho el barón Hausmann a mitad del siglo XIX, que da lugar a ese París de los grandes bulevars que conocemos hoy en día. En esa París vamos a ver esos barrios burgueses de grandes avenidas y escaparates, y de viviendas amplias. Las clases más humildes van desplazándose a la periferia. Así que tenemos a una París de tensión y conflicto entre dos mundos que conviven en los mismos kilómetros cuadrados, pero que, de alguna forma, entran en contacto solamente en determinados momentos y determinados espacios de la ciudad. Es el París de la bohemia de Montmartre, el París del Moulin de la Galette, del Moulin-Rouge, el que conocemos a través de la pintura impresionista, en gran medida. París es capital cultural de Europa en ese momento. Le está tomando el testigo a Viena. Además es capital de la prensa porque tenemos un periódico, el Le Petit Journal, que también aparece en la novela, y que tira un millón de ejemplares diarios. Entonces, es una ciudad que está en plena ebullición. 

M.G.- Digo que eres muy rigurosa en tus novelas y prueba de ello es tu página web, que podemos visitar incluso antes de leer la novela, y que me parece fantástica. Te felicito por la cantidad de información que vuelcas. En esa página web, y en relación con esta novela, hablas del turismo. Al fin y al cabo, los protagonistas están haciendo un viaje de turismo. Pero me parece muy interesante lo que cuentas, y es que la concepción de turismo de antes es muy distinta a la que tenemos hoy. Antes era un viaje de formación, de educación. De ahí hemos pasado a la tumbona en la playa.

M.R.- Bueno, también había espacio para eso. Es cierto que esa idea de turismo, de ir, ver y marcharse no siempre está asociada a ver monumentos, visitar determinadas iglesias o museos. Esto último sí estaba muy vinculado con la experiencia del Grand Tour inicial que llevaban a cabo los jóvenes aristócratas ingleses para formarse intelectualmente. Además eso era un símbolo de status, cuando estas experiencias se suman a la burguesía, que entra a redefinir, ampliar o convertir el ocio en negocio. No solamente existía la posibilidad de hacer un periplo por determinados países sino que, a finales del siglo XIX, también eran común las estancias en los balnearios. Las ciudades balnearios son una explosión a finales del XIX, lo de ir a tomar las aguas, bien como tratamiento de salud o bien simplemente como relajación, también es otra de las actividades que hace la burguesía de esa época, esa élite de la burguesía. O tener una segunda residencia en parajes montañosos o en la costa también es otra de esas actividades que se va a desarrollar. 

M.G.- Guillermo Boguerín tarda meses en organizar ese tour que van a hacer por Europa. Leyendo tu página web descubro que ya por entonces había agencias de viajes, o las guías de viaje que antes has comentado o incluso se podían uno alojar en casas amuebladas. ¿Cómo se organizaban a la hora de hacer un viaje en esta época, en tren? ¿Cómo lo hacían?

M.R.- Pues el primer paso, ineludible, salvo que contrataras los servicios de una agencia de viajes y entonces ya te desentendías de más cosas, era comprarte en una librería una guía de turismo del lugar que tú quisieras recorrer. En ese momento están ya en funcionamiento las Baedeker, las Roswald, que son un desarrollo de las guías de ferrocarril, que nacen como fruto de la expansión del ferrocarril en toda Europa. En las guías tenías toda la información pertinente sobre alojamientos y demás. Lo que pasa es que, a la hora de la reserva, o lo hacías por telegrama, o por carta porque el teléfono estaba todavía muy limitado. Entonces, para comprar los billetes de tren teníamos las taquillas en las estaciones o los puntos de venta que existían en algunos hoteles. Y luego, los cambios de divisas se hacían en las principales oficinas bancarias de las ciudades. Y como decimos, si uno no quería liarse con todo lo que era el tema de intendencia del viaje, lo mejor era contratar los servicios de una agencia de viaje o tour operador que, por entonces, ya teníamos a Thomas Cook funcionando desde 1851, inicialmente organizando viajes por Inglaterra. Luego daría el salto al continente, motivado por toda esta corriente de exposiciones universales, que fomentaba muchos viajes organizados en grupo. O sea que el tema del turismo ya estaba muy asentado y las agencias turísticas a pleno rendimiento. 

M.G.- Vamos a centrarnos ahora en el grupo de viajeros. Por lo que se nos cuenta en la sinopsis, cada uno de ellos emprende el viaje a Europa casi como una vía de escape. El lector, a través del periódico que has comentado antes, irá descubriendo que secretos guarda cada uno de ellos.

M.R.- Exactamente. A priori, el planteamiento de don Guillermo como Bogarín, este escritor franco-español, promotor y organizador del viaje, es hacer un viaje enriquecedor junto a una serie de personas a las que ha conocido en los últimos años de su vida o a lo largo de su vida, en los círculos parisinos, bien sea por inquietudes culturales, intelectuales, o bien por su propio trabajo. Lo que él tiene en mente es hacer un periplo basado en el disfrute, en el ocio, enriquecerse culturalmente. El tema es que cada uno de estos personajes se va a unir al viaje por un motivo especifico, algunos más egoístas que otros. La sorpresa será cuando empiecen a saltar los secretos de todos ellos, a través de las publicaciones en Le Petit Journal, el periódico de más tirada en Paris. A Bogarin, a cargo de gestionar el viaje y el grupo, no le hace nada de gracia lo que está ocurriendo y será una de sus grandes preocupaciones durante todo el viaje.

M.G.- Estos personajes son muy variopintos. ¿Cómo ha sido esa construcción de esos personajes? ¿Y por qué la elección de un determinado personaje como, por ejemplo, una violinista?

M.R.- Los personajes sirven de vehículos también para conocer una época. Para mí era muy importante, en este caso, hablar de ese final del siglo XIX y me apetecía mirarlo desde un punto de vista del mundo de la cultura. Por eso tenemos a un pintor, una violinista, un arquitecto, un escritor, a una empresaria teatral o a una mujer casada con un importante editor. Es decir, tenemos diferentes piezas dentro de lo que es el mundo de la cultura. Luego, aparte de esto, hay otros personajes que sirven para salirnos de ese mundo de la cultura y mostrar otros aspectos de la sociedad o de la realidad, de esa sociedad de la Belle Époque. 

La construcción de los personajes tiene mucha documentación. Por ejemplo, si el personaje es un pintor, por ejemplo, el caso de Ferdinand Mercier, pues he hecho hincapié en entender cuál era la situación de la pintura en ese momento, cuál puede ser su recorrido también como pintor, sus influencias, etcétera. 

Y luego, otra pata de documentación, no histórica, sino más psicológica, ha sido informarme para poder definir sus personalidades de forma muy pormenorizada, porque en este caso, más que en cualquier otra novela, tenemos a unos cuantos seres humanos condenados a convivir durante un periodo determinado de tiempo. Para mí era muy importante que las dinámicas que se crearan tuvieran todo el sentido, que se comprendiera por qué dos personajes no se soportan, por qué dos, de repente, conectan y por qué dos se resultan totalmente indiferentes.

M.G.- La música es otro de los pilares importantes de la novela, para empezar desde el propio título. ¿Hasta qué punto va a tener protagonismo la música? Porque tenemos virtuosa violinista y también sé que los capítulos empiezan con una pieza musical. Parece que la música tiene mucha presencia.

M.R.- Sí, sin duda yo diría que los dos grandes protagonistas de esta novela son los viajes y la música. La música aparece a través de Clara Balaguer, que nos lleva a ese universo musical de finales del XIX, no solamente desde el punto de vista cultural, sino también empresarial. A través de este personaje, la esposa de un editor musical, vamos a conocer los entresijos de cómo la música se está empezando a convertir en un negocio. Es algo que pasa con todas las artes a lo largo del siglo XIX, porque pasamos a un sistema de libre mercado y el dinero empieza a regularlo también el mundo del arte. Con Clara también vamos a explorar esa parte de la música como pasión y tormento. 

Luego vamos a ver a la mujer como intérprete musical. La mujer accedió de manera más fácil a tocar el piano y tenemos a grandes pianistas como Clara Schumann, pero le costó más acceder al violín por la forma y la postura al tocarlo. Fue mucho más complicado que las mujeres pudieran destacar como violinistas. La biografía de Clara bebe mucho de biografías de otras violinistas de la época, como podían ser Wilhelmina Neruda, Teresina Tua, Amanda Roger-Meier,... He intentado componerla a través de experiencias reales para que este personaje fuera lo más realista posible. 

Además la música nos aparece también en momentos de recitales, en momentos de ensayos, en momentos de asistencia a la ópera o de asistencia a conciertos. Y por otro lado, también está esa propuesta musical al principio de cada capítulo, que forma esa la lista oficial de la novela, que está en Spotify. Esa lista cumple dos requisitos, que son obras no compuestas posteriormente al año de la novela, que es 1893, y por otro lado, que los compositores tengan algún tipo de conexión con el espacio que están recorriendo en las páginas, para que el viaje también sea sonoro.

Para la parte musical de la novela he contado con el asesoramiento de un pianista, Diego Ena, y de una violinista, Alicia Tortuero, que me han pulido la parte un poco de las escenas musicales para que fueran lo más rigurosas posibles.

M.G.- Mientras vamos descubriendo los secretos que encierran cada uno de esos viajeros, tú vas tocando diversos temas, por ejemplo, la salud mental.

M.R.- Sí, exactamente. Es uno de los temas que no solamente aparece con Clara Balaguer. Ella tendrá que realizar un proceso de descubrimiento personal porque va a notar que está desconectada con su pasión y la música se está convirtiendo más en un tormento que en otra cosa. Ella intenta analizar qué es lo que le ocurre, cuáles son los elementos que le generan esa desazón. Y en ese proceso va a tener a una compañera de viaje que es la ansiedad. Me pareció interesante plantear que, al final, los seres humanos somos seres humanos en todas las épocas, que tenemos problemáticas muy similares y que las herramientas que tenemos a nuestra disposición es algo muy supeditado al contexto en el que vivimos. Por tanto, me imaginaba una persona con ansiedad hace 130 años y me la imaginaba tremendamente solitaria, con pocos lugares donde asirse para poner nombre a lo que te ocurre o tener alguna idea para poder lidiar con ello. A través de Clara se explora toda esa vía, porque la psicología había empezado a andar ya a finales del XIX como ciencia aparte, pero todavía le quedaba mucho por recorrer, y es uno de los temas que sí he querido abordar en la novela.

M.G.- Volvemos a visitar tu página web y encuentro un apartado sobre la moda, con fotografías e información muy completa. Has hecho ahí una incursión muy interesante sobre cómo se vestían, cómo eran las modas, lo que se iba perdiendo, lo que iba llegando nuevo. ¿Hasta qué punto es importante cómo se visten los personajes en la novela para que hayas tenido que hacer una incursión tan profunda?

M.R.- Sí. A veces en las páginas de la novela no se llega a volcar realmente todos los detalles que descubres porque tampoco pretendes hacer demasiado tediosa las escenas en las que los personajes se visten o se desvisten. Pero es algo que, como autora, me gusta saber para ubicarme en la época y para dar pinceladas en la novela. Creo que el entender cómo se vestían humaniza mucho los periodos del pasado. Al final, es algo que hacemos todos los seres humanos desde hace ya muchísimo tiempo. Me interesa mucho entender qué prendas utilizaban, cómo entendían el vestido, la ropa interior, la exterior,... Además, en la ropa también hay unos códigos sociales que te ayudan a entender el encorsetamiento de la sociedad y las diferencias sociales. La historia del vestido es de las cosas que más disfruto cuando me documento porque, de repente, los personajes empiezan a tomar forma definitiva. 

M.G.- Como te digo, en esa página hay muchísima información. Los autores os documentáis mucho para luego, a lo mejor, usar un 1% de la información. Creo que, con tu página web, lo que pretendes es compartir con el lector todo lo que has aprendido porque, de este modo, podemos llegar a entender mejor la novela.

M.R.- Exactamente. Es una labor que he hecho, aunque no lo comparto todo porque no quieres resultar abrumador. Digamos que hay una selección de información y muestras los datos que creo que complementan la novela y pueden ayudar al lector a rematar la experiencia. Lo hago con esa intención porque eso puede servir para generar interés en una determinada época. 

Al final, creo que todo funciona con el mismo objetivo, que es la divulgación histórica. Ese es uno de los grandes motores, por qué escribo lo que escribo, por qué me dedico a esto. Sé que la manera de aprender historia es con fuentes académicas pero escribo porque me gusta generar interés en la gente.

M.G.- ¿Y de qué otra época te gustaría escribir?

M.R.- De momento, estoy muy centrada en lo que se llama, grosso modo, la época contemporánea, pero estoy abierta a cualquier época. Para mí sería un reto irme excesivamente atrás en el tiempo pero es algo que, de momento, no me planteo. Estoy estudiando ahora mismo la carrera de Historia, de forma parcial, y acabo de tener una asignatura de Historia Medieval de Europa que me ha hecho pensar la cantidad de historias que se podrían contar en esa época. Cualquier época es una maravilla pero, de momento, me quedo con la época contemporánea.

M.G.- Estudios que pueden servir de fuente de inspiración para otras novelas.

M.R.- Exactamente. Y además te permite tener más herramientas a la hora de documentarte.

M.G.- Bueno, he hecho mucho hincapié en tu rigurosidad a la hora de escribir, a la hora de documentarte. ¿También eres tan meticulosa a la hora de organizar tus viajes?

M.R.- Siempre he tenido un punto de meticulosa, eso no lo puedo negar. No voy por ahí de súper espontánea, pero es verdad que, con el tiempo, estoy aprendiendo a dejarme llevar más en los viajes y a entender que viajar también es dejarse sorprender, que desde casa no puedes tener todo controlado. Al final, lo bonito de los sitios es que te sorprendan y que te salten los esquemas por los aires. Y esto es algo que como viajera desde hace unos años estoy intentando incorporar en la forma en la que yo descubro el mundo.

M.G.- Y dejar también de llegar al sitio, ver y marcharte. Lo que hacían ellos era disfrutar más del viaje. Nosotros hacemos la foto y nos vamos.

M.R.- Totalmente. Parece que el objetivo del viaje es hacer la foto. En mis primeros viajes, tenía la sensación de que había viajado si hacía la foto. Ahora hago menos fotos pero estoy más presente. A veces piensas que te vas a dejar cinco monumentos sin ver pero con ver uno, y llegar un buen rato mirándolo, disfrutas más. Creo que eso es lo que cuenta.

M.G.- María, lo dejamos aquí. Un placer volver a hablar contigo y volverme a enfrentar a una novela tuya, que son grandes historias y llenas tanta de emoción. 

M.R.- Muchas gracias, de verdad. Un placer.


Sinopsis: Una magnífica novela histórica que nos llevará de viaje por las grandes ciudades europeas de finales del siglo XIX.

El escritor don Guillermo Bogarín sonríe satisfecho al pensar en el selecto grupo que ha logrado reunir: ha merecido la pena el trabajo dedicado durante meses a preparar ese tour por Europa. Apenas quedan dos días para el 25 de septiembre de ese año 1893 para que esos nueve viajeros partan de la estación de Lyon en París para recorrer, durante casi dos meses, parte de la Italia recién unificada, algunos territorios de Austria-Hungría y ciertos lugares de las nuevas fronteras del Imperio alemán. Son el arquitecto Jacobo Figueroa y su amigo, el ambicioso empresario Juan Álvarez-Caballero; el intransigente pintor impresionista Ferdinand Mercier, su buena amiga Jeanne Leroy, empresaria teatral de éxito tras la muerte de su marido, a quien acompaña su sobrino, el inconstante Henri Collet; la condesa rusa Karimova; la señora Dupont, propietaria junto a su marido de una editorial de música y promotora de jóvenes talentos de este arte, y Clara Balaguer, virtuosa violinista y una de sus representadas. 

Don Guillermo conoce bien los motivos que lo llevan a abandonar París durante un tiempo, pero no ha pensado en que los demás también tienen los suyos, que se apartan, y mucho, del simple placer de evadirse. No tardará en enterarse de la peor de las maneras, pues una columna de ecos de sociedad de Le Petit Journal empezará a desvelar los secretos más íntimos del grupo.

Con la convulsa Europa de fin de siècle, donde se hallan las claves que ocasionaron las dos guerras mundiales como telón de fondo, María Reig construye con maestría una novela histórica que, con la excusa del viaje recreativo tan habitual en las clases pudientes de finales del siglo XIX, habla de la necesidad de enfrentarnos a nuestros miedos y tomar las riendas de la vida.

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