lunes, 2 de diciembre de 2024

LAS QUE NO DUERMEN. NASH de Dolores Redondo

Editorial: Destino
Fecha publicación: noviembre, 2024
Precio:  23,90 €
Género: novela negra
Nº Páginas: 608
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubiertas
ISBN: 978-84-233-6648-4
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Dolores Redondo (Donostia-San Sebastián, 1969) es la autora de la «Trilogía del Baztán», el fenómeno literario en castellano más importante de los últimos años, que inauguró un género propio, el mystic noir: El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta; adaptadas al cine con gran éxito entre 2017 y 2020, y actualmente disponibles en Netflix. A la trilogía le siguió Todo esto te daré (2016), uno de los premios Planeta más vendidos, y adaptado como serie de la televisión pública francesa con gran acogida. En 2019 regresó al universo del Baztán con La cara norte del corazón, que está en desarrollo como serie televisiva en Hollywood: un hito de la ficción española contemporánea. En 2021 se reeditó Los privilegios del ángel, su primera novela. Con Esperando al diluvio (2022) entusiasmó de nuevo a lectores y crítica, además de motivar una nueva adaptación audiovisual. Hoy son ya 38 los idiomas a los que se han traducido sus obras, que cuentan con millones de lectores en todo el mundo.

Sinopsis

En los Valles Tranquilos no gusta desenterrar secretos ni revelar verdades. Prepárate para la noche más larga. 

La psicóloga forense Nash Elizondo documenta el origen de una leyenda sobre brujería en la sima de Legarrea, en uno de los Valles Tranquilos de Navarra, pero cuando desciende a la sima lo que haya es el cadáver de una joven desaparecida tres años atrás, Andrea Dancur; un caso que conmocionó al país entero, y por cuyo crimen una mujer cumple prisión. Estamos en marzo de 2020, y el hallazgo y las nuevas pistas obligan a reabrir una investigación que esta vez se desarrollará en dos planos distintos: por una parte, a través del método científico, y por otra, mediante la profundización en la psicología de los implicados y el conocimiento de los misterios ancestrales.

Nash Elizondo, que se adentra en un territorio mítico y por momentos hostil, contará con ayudas inesperadas, y se pondrá al frente de una estirpe de mujeres que no se doblegan ni siquiera cuando son las víctimas.

Los acontecimientos se suceden vertiginosamente en un relato que leemos con el corazón en un puño, sin tregua, de la mano maestra de Dolores Redondo. Con unos secundarios inolvidables, asomándonos al abismo de la crueldad y en una atmósfera de presagios e intuiciones, parte esencial de su envolvente mundo literario.

[Información tomada directamente del ejemplar]

He leído poco a Dolores Redondo, a pesar de que en casa descansan casi todas sus novelas. Y no porque no me atraigan sus historias sino más bien porque todos sabemos que es muy complicado leer todo aquello que nos atrae y nos apetece. Sin embargo, en esta ocasión, he querido hacerle hueco, aunque decir que he leído su última novela, Las que no duermen. NASH (Destino), no es hablar con propiedad. Lo correcto sería decir he audio-leído su último libro. Sí, audio-leído. Y es que, yo que renegaba tantísimo de los audiolibros, que echaba espuma por la boca cada vez que alguien me comentaba que escuchaba libros en vez de leerlo, he caído en la tentación. Se me ocurrió probar la experiencia a través de la prueba gratuita que te ofrece Audible y tengo que reconocer, y aquí hago acto de contrición, que el resultado ha sido más que satisfactorio. En realidad, no sólo he escuchado sino que, al mismo tiempo que lo escuchaba, lo iba leyendo, pero sin forzar la vista, y me ha parecido una experiencia totalmente envolvente. Además, está impecablemente narrado -salvando algún salto en la audición-, y lo he disfrutado mucho. Tanto, que me estoy planteando suscribirme. Pero bueno, a lo que voy, os cuento mis sensaciones tras la lectura de Las que no duermen. NASH, segunda parte de la tetralogía que se inició con Esperando al diluvio.

¿De qué trata esta novela?

La respuesta correcta sería de muchas cosas porque el lector se va a topar con varios frentes abiertos. Dolores Redondo nos lleva nuevamente al valle del Baztán, uno de los valles que, junto con el valle de Bortziriak y el valle de Malerreka, conforman los Valles Tranquilos. Un dibujo en las páginas iniciales de la novela nos muestra la zona por la que transcurrirá la acción, centrándose los hechos en dos localidades, Elbete y Elizondo. 




La novela se inicia con un capítulo introductorio, que tendrá sentido posteriormente. Nuestro primer contacto como lector será con la muerte, la de una que se precipita al vacío, cayendo por el interior de una gruta, y lanzando una maldición a los cielos. A partir de ahí, los hechos arrancan en febrero de 2020 (ojo a esta fecha), momento en el que conoceremos a Nash Elizondo -más tarde hablaremos brevemente de este curioso nombre-, profesora de Psicología Forense en la Universidad del País Vasco y espeleóloga. Nash y su equipo formado por Gabriel, Mikel, Julio y Xavier, forman el grupo Kondairak, una agrupación de espeleólogos y antropólogos que se adentran en cuevas y grietas «buscando huellas de asentamientos humanos», aunque lo que realmente hacen es desentrañar «la raíz antropológica y social» que se esconde tras los mitos y leyendas de la zona. Así, en una de estas salidas, el grupo de espeleólogos deciden investigar la sima de Legarrea, cerca de Gaztelu, «una de tantas sorginkobak», cueva de brujas que se dispersan a lo largo de todo el País Vasco, Navarra y parte de los Pirineos catalanes. Nash y su compañero Gabriel bajan al fondo de la gruta y, al margen de encontrar basura de todo tipo, hallan el cadáver de una joven.


«Las deportivas eran blancas, y los vaqueros le habían quedado ajustados antes de que los músculos de las piernas se resecasen en su interior. Una sudadera blanca adornada en cada manga con una gruesa liana verde con hojas del mismo color. El cabello oscuro y largo, extendido como una corona flamígena alrededor del cráneo, estaba en parte sobre el rostro, cubriéndolo como un velo ligero. Un atisbo en la mandíbula dibujaba una línea suave. Los brazos aparecían cruzados sobre el cuerpo, casi como si tuviera frío y hubiera muerto intentando procurarse algo de calor. Los únicos huesos visibles eran los de las manos: secos, esqueléticos y amarronados. Entre los dedos de la mano derecha sujetaba un trozo alargado de papel sucio». [pág. 29-30]


¿Quién es esta chica? Nash inmediatamente reconoce los dibujos de la sudadera que arropa los huesos del cadáver. Se trata de Andrea Dancur, una adolescente desaparecida hace tres años. A la joven se la dio por muerta y tras la investigación que se llevó a cabo en su momento, se arrestó a Salomé Aduriz, la novia de la madre de la joven, y por cuyo crimen fue condenada a quince años de prisión.

El hallazgo de los restos de la joven reabre el caso porque, más allá de descartar que pudo ser una muerte accidental, lo que se ha encontrado junto al cadáver y sujeto entre los huesos de los dedos de Andrea pone de manifiesto que Salomé Aduriz no pudo ser la asesina. Por lo tanto, la dejarán en libertad y se iniciará una nueva investigación, que dará pie a todo un entramado de secretos familiares, relaciones tormentosas, que pondrán el foco de atención sobre un buen número de personajes. Todos pueden ser los asesinado de Andrea, pues todos, de un modo u otro, parecen tener motivos para haber matado a la niña. 

Pero, de forma paralela a la investigación por la muerte de Andrea, se abrirán nuevas líneas narrativas que conectan directamente con esas leyendas sobre brujas que circulan por estos pueblos. Y es que, Nash y los componentes de Kondairak encontrarán algo más en el fondo de esa gruta. 

Así pues, se podría decir que la trama de Las que no duermen. NASH se sustenta sobre varios hilos narrativos. Por un lado vamos a tener todo el misterio que se cierne en torno al cadáver de Andrea Dancur. En la investigación, jugará un papel muy importante Nash, encargada de «interrogar», y lo pongo entre comillas, a todos los que, de un modo u otro tuvieron relación con la joven. Su misión será integrarse en el pequeño ecosistema del lugar, conocer a los vecinos, hablar con ellos, y dilucidar quién de todos ellos puede haber sido el ejecutor del crimen. En esta investigación, Nash no estará sola, sino que una vieja conocida de los lectores de las novelas de Dolores Redondo, la inspectora Amaia Salazar, acompañará a la psicóloga forense en la investigación, aunque ocupando más bien, un discreto segundo plano.

Por otro lado, la esfera personal de Nash tendrá bastante relevancia pues, con el avance de la lectura, iremos descubriendo que, sobre su pasado, también queda en el aire alguna incógnita.

A todo ello se añade que estamos en la primera mitad del año 2020 y rumores de un virus chino que está haciendo estragos en Italia se irá colando en la trama, hasta el momento en el que llega a España y se declara el estado de alarma y el confinamiento. Al respecto, hay algunos pasajes, y concretamente un capitulo que me dejó al borde de la lágrima pero no porque la autora recurra a la emoción fácil, sino porque, lo que se cuenta en esas páginas tiene cierta relación con mi experiencia vital.

Qué me ha gustado de la novela

Las que no duermen. Nash ha sido una de esas lecturas apetecibles, en las que piensas cuando estás en el trabajo, deseando encontrar ese momento en el que sólo existe tú y el libro. La trama es interesante porque, al margen de la investigación propia de un crimen -nada nuevo en las novelas negras, thrillers, policíacas-, cuenta también con un componente mitológico que tanto me gusta. ¿A quién no le llama la atención las leyendas sobre brujas? A mí, particularmente, es algo que me fascina. Siempre me ha interesado aprender más sobre mitos y leyendas. Y, aunque realmente esta parte de la historia es más secundaria, los momentos en los que se habla de las sorgiñas me han encandilado.

Por otra parte, me gusta leer novelas en las que la pandemia es una realidad. Creo que la tensión, la angustia, el dolor y el sufrimiento que se vivió y se vio durante la etapa más complicada de los últimos años, suponen un plus en una novela cuya trama está llena de misterio, de pesadumbre, de incógnitas y de tormentos. Inicialmente, se tiene la sensación de que la pandemia y el confinamiento será algo puramente anecdótico. Sin embargo, y sin que tampoco adquiriera un importante significado, irá ganando fuerza con el avance de los hechos, especialmente porque el lector sabe lo que va a ocurrir, que se va a decretar un encierro para la población, con todo lo que eso implica. Y, como dije antes, hubo algún pasaje y capítulo especialmente emotivo para mí. 

También me ha parecido digno de admirar el dominio que Dolores Redondo posee de ciertas cuestiones relacionadas con la anatomía y patología forense. Entiendo que, después de escribir un puñado de novelas en las que los  muertos, asesinatos y crímenes se suceden uno tras otro, Dolores Redondo habrá investigado lo suyo y habrá adquirido un conocimiento científico interesante. No obstante, y a pesar de ello, a mí me ha sorprendido mucho, y gratamente, la cantidad de información que nos ofrece sobre los procesos por los que pasa un cadáver, los elementos que intervienen en la descomposición de los tejidos, las técnicas analíticas en los laboratorios forenses,... Son conocimientos y datos que encajan perfectamente en el desarrollo de la trama, colocados en el lugar y momento justo, y sin que me hayan resultado aburridos o metidos con calzador. 

A su vez, y casi como un personaje más en sus novelas, la ambientación juega un papel predominante. La autora coloca al lector en esos reductos pequeños, compuestos por un puñado de casas y un par de puentes que permiten cruzar el río Baztán. La niebla, la lluvia y el silencio frente al furor del agua a su paso por Elbete y Elizondo, espacios retratados como lugares por los que el paso del tiempo ha dejado su huella, escenarios llenos de leyendas, donde la gente prefiere no evitar mencionar ciertos sucesos o, si acaso, nombrarlos en un susurro suave. 


«Dicen que en los valles navarros no se chismorrea, como si obedeciesen a un antiguo decreto: están prohibidos los corrillos de comadreo, los cotilleos y las habladurías. Todo lo que debe saberse, se sabe; todo lo que debe contarse, se cuenta; pero las noticias no se transmiten de un modo sereno, cómplice y susurrado, con aire de confidencia obligada, como si no quedase más remedio. Ellos lo llaman ttuku-ttuku, una suerte de murmuración que se hace casi de modo quirúrgico, en voz baja, sin dejar traslucir el juicio ni la opinión y, por supuesto, sin dar muestras de que hacerlo agrade lo más mínimo, como si asumiesen de modo tácito que es hace porque debe hacerse, aunque no sea agradable, como arrancar una tirita». [pág. 113]

 

En cuanto a los personajes, de los que paso a contaros con más detalle un poco más abajo, me atrevería a decir que el más sobresaliente es el que menos me ha impactado. 

En definitiva, una novela con investigación criminal, engaños, mentiras, traiciones, amores imposibles, relaciones clandestinas, cruces de acusaciones y otras cuestiones espinosas de las que prefiero no mencionar nada.  Todo ello junto a leyendas, mitos, cuentos sobre brujas e inquisidores del País Vasco, conforman una trama, sencilla en apariencia -la investigación de la muerte de Andrea Dancur-, pero que nos depara más de una sorpresa.

Qué no me ha convencido 

Dicho los pros, ahora toca hablar de los contra. 

Sinceramente, creo que esta novela merece un recorte de páginas. Seiscientas son demasiadas para la historia. A lo largo de la lectura no ha dejado de rondarme por la cabeza la idea de que había escenas innecesarias. La sensación se incrementaba al encontrarme con ciertos diálogos, bastante largos, que no me aportaban gran cosa. A eso se añade que Dolores Redondo tiene un gesto consigo misma, se hace un guiño y, a través de las conversaciones de algunos personajes, se hablará de las novelas que ha escrito, de su personaje Amaia Salazar, a la que se le atribuye una existencia real pero que vuelve a ser personaje de esta novela. Tendremos referencias al caso Basajaun, a las sectas que poblaban estas tierras, llevando a cabo rituales y matando niños pequeños, ideas que planearán ocasionalmente por la muerte de Andrea Dancur. Pero ese pequeño homenaje se reitera y lo que, al principio parece un guiño simpático, más adelante resulta excesivo. Ojo que esta es mi opinión. Dolores Redondo, como autora de esta novela, se puede hacer todos los homenajes que quiera pero a mí, como lectora, las referencias a su trabajo como escritora y a sus novelas previas sobran, más allá de la primera mención

Por otra parte, y vuelvo a decir que, en algún momento, encuentro reiteración, en ideas, en escenas y en recuerdos. Por ejemplo, el lector va a conocer de dónde viene el apelativo de Nash en el primer cuarto de la novela pero, muchas páginas más adelante, la propia Nash lo contará de nuevo a otros personajes. Bajo mi punto de vista, es algo totalmente innecesario. Si el lector ya conoce de dónde procede su nombre, ¿qué sentido tiene que lo vuelva a contar de nuevo con tanto detalle? Y otro ejemplo, hay un diálogo entre Nash y las Mitxelena, -las dueñas de la funeraria de Elizondo que luego os presentaré-, en el que la psicóloga forense detalle con pelos y señales a estas mujeres algunos datos del caso que el lector ya conoce con precisión, con lo que, volver a leer toda esa parte resulta aburrido. Una elipsis narrativa hubiera estado bien o un resumen algo más escueto de toda la información. Me parece a mí. 

También encuentro algo forzado que los vecinos de Elbete y Elizondo le cuenten a Nash todo tipo de intimidades, sin apenas conocerla. Y no es que ella esté oficialmente al frente de la investigación. En realidad es como un ardid, una táctica para dar confianza a los vecinos y que se explayen, única vía posible para que el puzle, al que le faltan muchísimas piezas, se vaya recomponiendo.

Personajes

Las que no duermen es una novela muy coral. El peso de la trama los sustentará Nash sobre sus hombros pero a su alrededor orbitarán otros tantos personajes masculinos y femeninos que la complementan y que, en cierto momento, adquirirán bastante relevancia. Hablemos de algunos.

* Nash

A Nash la vamos a conocer tanto en el terreno personal como en el profesional. En la esfera más íntima, dos serán las cuestiones que se aborden. Por un lado, la relación que mantiene con su madre, la doctora Elizondo, psiquiatra de profesión. La madre sufrió un ictus hace varios meses y actualmente vive en la residencia Ametz, donde recibe los cuidados que necesita. El ictus le ha provocado afasia, es decir, no habla, pero Nash sí la escucha. La voz de la psiquiatra se colará entre los pensamientos de su hija para darle algún consejo, o para convertirse en la voz de su conciencia, algo que me ha parecido especialmente enternecedor. 

La parte personal de Nash irá ganando terreno, a través de otro asunto más supondrá una vuelta de tuerca en su vida, una cuestión en la que Enriqueta, la vecina del inmueble de la doctora Elizondo, fiel guardiana de los secretos de la madre, contribuirá a un hallazgo por parte de la psicóloga que la dejará muy tocada. 

Nash me ha parecido un personaje bastante solitario y necesitado de cariño. Tengo la impresión de que la infancia de nuestra protagonista no resultó fácil, no fue la de una niña normal, sino la de alguien que tuvo una madre volcada en su trabajo, muy reconocida en su profesión, y en cuya vida la figura paterna brillaba por su ausencia. Probablemente esa falta de amor redunde en sus relaciones amorosas. En el momento de la novela, la protagonista vive el deterioro de una relación sentimental que interferirá levemente en su labor de investigadora. La veremos tambalearse sobre el alambre, tratando de no caer en la tentación, y buscando fuerzas.

En cuanto a lo profesional, llegará a entablar algo más que una relación de trabajo con algunos personajes, como Amaia Salazar o las Mitxelena - Susana, y sus hijas Eva y Beth-. Diría que estas cuatro mujeres suplirán esa carencia de amistades que tiene Nash porque, más allá de los miembros del equipo Kondairak, con los que tampoco tiene una relación muy cercana, no vamos a conocer a ni una sola amiga de la protagonista, con la que ella pueda hacer confidencias o desahogarse puntualmente.

Elizondo y Elbete son dos localidades pequeñas por las que Nash se tendrá que mover, hablando con unos y con otros. Tendrá trato directo con la familia y los amigos de Andrea. A este elenco de personajes se unirán otros tantos, incluido la dueña del hostal en el que se aloja Nash, que no deja de ser una mujer bastante inquietante. Os cuento en el siguiente apartado.

* Otros personajes

La novela nos va a permitir conocer a otros actores y actrices que, en mayor o menor medida, tendrán un papel relevante. Por un lado, conoceremos a Laurent Herzog, «prestigioso forense» y «reputado antropólogo», un tipo con el que he tenido una sensación de amor-odio. Dolores Redondo perfila a un individuo magnético y atractivo, que ejercerá ese poder de seducción sobre Nash, pero, a la vez, resulta repulsivo. Manipulador y sin escrúpulos, Laurent Herzog y su presencia en la vida de Nash tiene un efecto desestabilizador.

Lisardo Murrieta, abuelo de Andrea Dancur. Es un empresario de éxito, conservador, y con muchos contactos. Es de esos hombres influyentes que saben lo que ocurre más allá de las paredes de su casa, aunque no ponga un pie en la calle. Y luego está Helena Murrieta, la madre de Andrea, que tiene graves problemas mentales. La familia Murrieta parece haber sido tocada por el dedo de la adversidad. Arrastran tras de sí una serie de infortunios, que ha ido lastrando, poco a poco, a las mujeres de la familia.

Más personajes:

    - Pascal Dancur, padre de Andrea. Un pelele que ahoga su pusilanimidad y su destino en litros de alcohol.

    - Jaime Arjona, el nuevo marido de Helena, que tampoco desarrollará un papel imprescindible.

    - Santy, el novio de Andrea. La persona en la que más confiaba la joven.

    - Zuriñe, la mejor amiga de la joven. Según parece, 

   - Ederne Hidalgo, la enfermera (y algo más) de Lisardo Murrieta, cuya aparición pone los vellos de punta.

Todos ellos, de un modo u otro, resultan sospechosos de la muerte de Andrea.

* Andrea

A la que vamos a conocer de manera indirecta, a través de lo que los demás piensan de ella, a través de algún mensaje de audio, o de la propia investigación. Andrea tenía una vida normal. Residiendo en un pueblo pequeño, es cierto que sus padres estaban separados y que su madre tenía nueva pareja, pero nada raro en la vida de una joven de hoy día. Su madre se mostraba controladora y sobre protectora pero, ¿qué madre no lo es? y luego estaba su abuelo, y su novio Santy, y su amiga Zuriñe, tres refugios a los que acudir cuando las cosas se complicaban. Pero cualquier vida apacible, de repente, se torna en una tortura, y Andrea descubrirá los secretos mejor guardados de aquellos en los que ella siempre confió, y eso desatará una tormenta de dimensiones colosales.

Hechos reales que inspiran la ficción.

En las páginas finales de la novela, Dolores Redondo dice: «...habrás hallado en estas páginas ecos de algunos crímenes de la historia reciente, pero no se trata de ninguno en concreto, de ninguna historia en particular,...». Siguiendo la lectura de esa Nota, la autora desvela algún dato más que ha inspirado la escritura de esta novela. No voy a desvelaros nada porque esas páginas suponen un buen epílogo para la historia. Pero, lo que sí te contaré es que yo, al empezar a leer Las que no duermen. NASH -por cierto, el título cobrará sentido con la lectura-, no pude dejar de pensar en el caso Rocío Wanninkhof, aquel suceso que tuvo, hasta no hace mucho, tantísima repercusión. Por el asesinato de la joven malagueña acabó entre rejas Dolores Vázquez, la pareja de la madre de Rocío, a raíz de una investigación errónea y de una sentencia judicial totalmente equivocada. Lo que pone de manifiesto la imperfección del proceso policial y judicial. Y cuando, a raíz de otro crimen y otra investigación se demostró que Vázquez no era la asesina, se la liberó, pero los 519 días que pasó en la cárcel se los tragó ella solita y, como anunció en rueda de prensa, ni siquiera le habían pedido perdón. De hecho, pidió una indemnización que ha sido desestimada. En fin, que la novela de Dolores Redondo, entiendo, que bebe también de este caso.

Estructura y estilo

En cuanto a la estructura, la acción se desarrolla entre el 29 de febrero y el 17 de marzo de 2020, contando con un capítulo introductorio y un epílogo. Cada capítulo, que a mí me han parecido bastante extensos, narra los hechos que se suceden a lo largo del día. Es decir, hay un capítulo por día. A su vez, la narración va a predominar sobre el diálogo, y esos últimos me han parecido igualmente largos, larguísimos, tanto es así que, incluso en los pasajes dialogados, la lectura me ha resultado densa. 

Dado que los hechos tienen lugar en Elbete y Elizondo, se intercalan términos en vasco. La mayoría de ellos se entienden perfectamente pues deduces su significado por el contexto. No obstante, otros se me han resistido. No busqué la traducción. Tampoco hubiera hecho falta si, al iniciar la lectura de la novela, hubiera sabido que había un glosario final. No me di cuenta de esta circunstancia hasta que leí el punto y final de la novela. [Nota a editores: ¿no sería conveniente advertir de esta cuestión al lector en las páginas iniciales?]


En definitiva, ¿he disfrutado de esta lectura? Sí, la he disfrutado. Para ser sincera, creo que la he disfrutado más por el hecho de haberla audio-leída. Y es que, insisto, la experiencia ha sido envolvente. Me ha gustado la trama, la ambientación, y todo lo relativo a las leyendas. ¿Es una novela que perdurará en mi memoria por considerarla memorable? Pues no. Pero me ha gustado leerla y recomendaré a los que les guste el género.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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