TONI HILL: ❝A LOS MALOS DE MIS NOVELAS INTENTO TRATARLOS CON EL MISMO RESPECTO QUE A SUS VÍCTIMAS❞
Soy fiel a pocos autores pero, sin duda, Toni Hill es uno de ellos. Si rememoro todo lo que lleva publicado hasta ahora, no recuerdo una novela suya que me haya decepcionado, que me haya gustado menos que otras. Para mí es un autor que mantiene una línea fija, que construye tramas sólidas, interesantes, intrigantes, con personajes contundentes, consiguiendo que me pegue a las páginas del libro en cuestión sin importarme nada más. Aunque no me lance inmediatamente a la lectura en cuanto una nueva publicación sale a la luz, siempre termino leyéndole, guardándome en la recámara esa nueva historia, anticipando la agradable sensación de disfrutar con lo que me tiene preparado, y esperando ese momento -tan reconfortante en esta época de sofá y manta- para entregarme a la lectura. Si nada lo impide, es lo que vaticino hacer en las próximas vacaciones navideñas, apagarlo todo, silenciar el móvil, sentarme en el sofá con una taza de café caliente y algún dulce, y lanzarme a la lectura de La hora del lobo.
Como aperitivo, tuve el placer de volver a reencontrarme con el autor catalán que vino a Sevilla hace unas semanas, para promocionar esta nueva novela, segunda parte de la trilogía que inició con El último verdugo. Vuelven a aparecer Lena. Esta vez tendrá que investigar la muerte de Marta y la desaparición de su hijo Daniel, que huye del hogar en pleno Pirineos, tras presenciar el asesinato de su madre. Por supuesto, también el verdugo, ese personaje misterioso. Y, como siempre, supuso un placer conversar con el autor.
Os dejo con nuestra conversación.
Marisa G.- Toni, un placer tenerte en Sevilla, con La hora del lobo, segunda parte de la trilogía. Quería preguntarte, después de tres novelas independientes, ¿qué hace que te decantes por escribir una trilogía? ¿Es un plan preconcebido o quizá es que crees que el personaje tiene potencial?
T.H.- La segunda opción. Hice una trilogía y si buscas en Internet, vas a encontrar unas declaraciones mías en la que decía que jamás, nunca más en mi vida, me iba a meter en otra trilogía. Luego escribí tres novelas independientes que al acabarlas pasé un duelo, porque cuesta despedirse de los personajes, pero, pasado ese duelo, no tenía ningún interés en rescatar a ninguno de ellos. Había contado lo que tenía que contar y punto. En cambio, con esta, me di cuenta al terminar el primer borrador que quedaban cosas que quería contar pero no cabían en una sola novela, porque al lector le puedes dar información hasta cierto punto. Necesitaba prolongar la historia y además con los dos personajes, con Lena y con el verdugo, que me daban pie. Los dos me pedían salir más.
M.G.- Y aquí los tenemos de nuevo. Sé que esta segunda parte se puede leer de manera independiente pero ¿es conveniente, aunque no necesario, leer la primera?
T.H.- Exacto.
M.G.- Porque son casos diferentes.
T.H.- Son casos diferentes, sí, lo que pasa es que la historia de ellos dos, del psicópata y de la criminóloga, parten de la novela anterior. Ellos tienen una historia en común y aunque no leas la novela previa, vas a entenderla igual pero si lees la anterior, la vas a disfrutar más. Esa es la verdad.
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M.G.- Pues en esta novela la investigación se centra en el niño Daniel Folguera, que desaparece tras presenciar la muerte de su madre. Sus abuelos siempre han creído que el niño sigue vivo porque el cuerpo no se encontró y contratarán a Lena para que lleve a cabo la investigación. Esto no será lo único que ocurra porque esta novela es multitrama.
T.H.- Sí, pero ese es el origen, el asesinato de Marta Folguera y la desaparición de su hijo, un niño de ocho años. En este momento, han pasado siete años.
En realidad, no es que los abuelos no crean que el niño haya muerto, lo que ocurre es que los abuelos no saben siquiera que ese niño existía. ¿Por qué? Porque Marta y sus padres estaban distanciados. Ellos quieren saber quién mató a Marta porque no se ha descubierto y siempre te queda la esperanza de que ese niño haya sobrevivido a la noche. Hablamos del Pirineo, de un niño de ocho años, perdido, del cual no se ha sabido más nada. Hay muchas posibilidades de que se cayera en algún lado pero lo que el lector tendrá claro es que el niño escapó de la casa donde mataron a su madre. Eso lo sabe el lector porque lo lee en la novela, pero sus abuelos no lo saben.
M.G.- Esa será una de las tramas pero luego aparecerán otros adolescentes muertos.
T.H.- Claro, en el mismo lugar. Y casualidad, esos adolescentes tienen la misma edad que tendría Daniel si siguiera vivo ahora. Obviamente ambos casos están relacionados.
M.G.- Y esos jóvenes aparecen en una iglesia, con lo que hay como un componente de crimen ritual. Y luego, por otro lado, introduces un elemento paranormal que, si mal no recuerdo, ya percibimos en Los ángeles de hielo. Tenía ese toque, ¿no?
T.H.- Sí, sí, tenía un toquecito gótico. Es verdad que al final, tanto en una como en otra, pero especialmente en esta, no hay nada paranormal. Es decir, todo tiene una explicación racional. Lo que ocurre es que creo que hay lugares que se prestan a ello. En esta novela, por ejemplo, es un pueblecito, bueno, varios pueblecitos que conforman un municipio del Pirineo. Han pasado siete años desde que mataron a Marta y desapareció el niño, cosas que no suelen ocurrir en estos lugares, de tal modo que lo ocurrido se convierte casi en leyenda, en una incógnita que persigue a todo el mundo, especialmente a los niños de aquel momento. Es fácil que ahora, esos niños, que ya son adolescentes pero siguen siendo impresionables, se dejen llevar por esa mitología que gira alrededor de la casa donde mataron a Marta. Es un espacio siniestro al que no quieres acercarte porque allí se ha producido una muerte cruel.
M.G.- Lena Mayoral, la criminóloga a la que le encargan averiguar qué ocurrió con Daniel y quién mató a la madre, se va a alojar en esa casa. De ella se dice en la sinopsis que tenía un pasado turbulento. El lector que ya conocía a Lena de la novela anterior, ¿qué tipo de Lena se va a encontrar en esta, tanto en el plano personal como en el profesional?
T.H.- Lena vive en un momento muy contradictorio en su vida porque es su época de mayor éxito profesional. En la novela anterior consiguió mucha popularidad. Escribe libros de true crime que leían un número de personas, pero ahora es conocida por sí misma, por ser la persona que atrapó al verdugo y eso le da un plus. La editorial prepara un gran lanzamiento, la invitan a programas de televisión, etcétera, etcétera. Ese gran momento profesional es el que ella intenta aprovechar porque Lena, entre comillas, ha sido siempre una persona muy ambiciosa en el buen sentido. Le gusta el éxito y ha trabajado mucho para conseguirlo. Pero ese momento profesional contrasta con un momento personal terrible. Bueno, terrible, a medias porque ahora tiene pareja. Hay alguien a su lado que la apoya y le da calor, un calor del que ella había pasado durante muchos años. Sin embargo, al mismo tiempo, no está bien porque vivió una experiencia horrible a manos del verdugo. Es imposible que esté bien después de lo que vivió. Tendrías que ser de hierro. Y Lena no es de hierro, aunque vaya por el mundo como si lo fuera.
M.G.- ¿Quizá, esa actitud de mujer que se tiene que poner un escudo es la que hace que el lector, al principio, no empatice mucho con ella?
T.H.- Claro. Es que no es alguien con la que empatizar fácilmente, pero la creé así.
Lena es una niña que se crió sola con una abuela mayor. Se quedó sin padres muy pronto y no tiene hermanos. Ella vivió con esa abuela, una señora que ya estaba cansada y, de repente, le cae una nieta. Y la cuida, sí, pero le supone una carga y Lena aprende que es mejor no hacer nada para no molestar, que es mejor quedarse en un rinconcito. Su abuela era una mujer de otra época, muy exigente, y Lena hereda todo eso. Es muy exigente consigo misma, se acostumbró a estar sola, no era una niña popular en el colegio y no posee grandes habilidades sociales. No es una tía espectacular que se camele a la gente. Lena se ha dedicado a estudiar, a trabajar, a crearse una reputación, una carrera. Y ese ha sido su foco durante todo el tiempo.
En cuanto sus relaciones, ha tenido algunas y en la tercera novela conoceremos más sobre esas relaciones. Pero no ha fructificado ninguna porque ella no se implica. En realidad, ella está mejor sola que acompañada. Es un personaje al que hay que darle una oportunidad.
En cambio, el verdugo es un señor que, para ser un psicópata, tiene mucho más magnetismo, es mucho más atractivo y, en realidad, es posible que te caiga mejor. Es un tipo muy astuto y con una gran habilidad social, todo lo que Lena no tiene.
M.G.- Este verdugo, que en esta novela estará en la cárcel, parece que se comporta como un corderito aunque imagino que tiene que tener mucha sed de venganza.
T.H.- Pero es parte de su juego. Se comporta lo mejor posible y se muestra como un tipo encantador.
M.G.- Es un encantador de serpiente.
T.H.- Totalmente.
M.G.- Y en la cárcel hay más personajes. Hay por ahí un tal Gusano, ¿qué conexión va a tener con los personajes de la trama?
T.H.- Son compañeros de centro penitenciario. En ese ecosistema de la cárcel hay guardias y presos. Quería contar cómo es ese día a día en la cárcel, y cómo el verdugo va ganando espacio y cómo se va conociendo más a sí mismo. A la espera de juicio, le quedan muchos años por delante en la cárcel pero ese tiempo le sirve como proceso de introspección y de contraste con el resto de presos. ¿Quién soy yo en relación a toda esta fauna que hay aquí metida? ¿Soy mejor, soy peor, soy más triste? Él entra en la cárcel pensando que es especial, que es distinto a todo el mundo pero creo que, poco a poco, se va dando cuenta de quién es realmente y de cuál es su verdadera naturaleza.
M.G.- Toni, ¿cómo haces para construir a los malos de tus novelas?
T.H.- A veces, es más difícil construir a los buenos porque los malos son atractivos en sí mismos y los buenos son como sosos. Igual no me los tomo como malos porque ellos no creen que lo sean.
M.G.- Creo que esta pregunta te la hice la primera vez que hablamos, no lo recuerdo. El hecho de que hayas estudiado psicología, ¿te ayuda a configurarlos?
T.H.- Creo que me sirve para abordarlos desde otra perspectiva que, a lo mejor, otros autores no abordan. Por decirlo de alguna manera, intento tratarlos con el mismo respecto que a las víctimas o a los investigadores. Es decir, voy a intentar explicar lo mejor que pueda cómo es esa persona y luego tú, evidentemente, la vas a seguir odiando. No quiero justificarla de modo alguno pero sí quiero darle la oportunidad de que, como lector, la entiendas y luego la condenes, o la condenes a medias porque crees que la vida lo ha llevado por ese camino.
M.G.- Como si fuese una víctima.
T.H.- A veces vemos que las víctimas y los verdugos se entremezclan.
M.G.- Pues me estoy acordando ahora de ese programa de true crime que hizo Carles Porta, en el que veíamos a algunos asesinos de los que dirías que nunca han hecho el mal. Son personas que, en ocasiones, no han tenido otra manera más que salir por ahí. Algunos episodios retrataban situaciones terribles.
T.H.- Y esos son de verdad porque los míos, me los invento. Es que hay vidas muy desafiadas pero eso tampoco sirve de justificación. Hay personas que son malas y que tienden al mal de manera natural. Lo que pasa es que si encima se dan una serie de circunstancias y se lo ponen en bandeja, pues ya no tienen ninguna duda. Pero yo pienso, al contrario que mucha gente, que el ser humano no es bueno o malo por naturaleza, sino que el ser humano es imperfecto por naturaleza, con lo cual, tendrá normalmente partes buenas y partes malas.
M.G.- Y puede ser malo con una persona y bueno con otra.
T.H.- Claro. Señores que maltratan a su mujer y a sus hijos pero cuidan muy bien de un gatito o cuidan muy bien a su madre anciana, o son súper amables en el trato con los vecinos y te ayudan en todo lo que pueden, pero luego, en casa, se convierten en unos monstruos.
M.G.- Bueno, la traición es el tema alrededor del cual gira la trama. Y hay una cita muy buena al inicio del libro que dice: "Todos somos Judas". Todos los somos. En algún momento de nuestra vida, lo somos.
T.H.- Sí.
M.G.- ¿Quién no ha traicionado a alguien alguna vez?
T.H.- Si Judas es el antagonista, sería difícil decir que todos somos Jesús de Nazaret. No, no podemos decir eso. En cambio, sí podemos decir que todos somos, hemos sido o seremos Judas.
M.G.- Toni, siempre te he visto como un autor muy sólido. Desde la primera novela. A lo largo de todas las novelas que has ido publicando, siempre te he visto muy constante. Es mi percepción como lectora tuya. Y te lo digo como piropo. Pero esa es mi percepción, tú, como autor, ¿has visto que has evolucionado mucho?
T.H.- Sí. Y si ahora leyeras El verano de los juguetes muertos te darías cuenta. Lo que pasa es que yo empecé a publicar a los cuarenta o cuarenta y cinco años. No hay obras mías escritas en mi juventud. A los cuarenta y cinco, o sabes o no sabes. Te aseguro que si ahora leyeras El verano... no te parecería mala, pero sí notarías la diferencia.
M.G.- ¿Sí? ¿En cuanto a la técnica y a la construcción de los personajes?
T.H.- Queda mal decirlo, pero creo que la construcción de los personajes siempre se me ha dado bien. Pero sí, lo que es el entramado narrativo, la complejidad de la historia,... en eso notarías diferencia. Lo que pasa es que intento que parezcan historias sencillas, aunque hay mucho trabajo detrás. Hay mucho más trabajo detrás de La hora del lobo o de El último verdugo que detrás de la de El verano... En aquella novela había lo que yo era capaz de hacer en aquel momento.
M.G.- A mí es que todas me han gustado.
T.H.- La gente tiene sus preferidas. Te digo la verdad, yo intento que cada novela, no que sea mejor que la anterior porque lo de mejor o peor es un criterio extraño, pero sí aportar ese algo de mí que no estuviera antes. Es decir, nunca había trabajado con un psicópata de protagonista y ahora estoy escribiendo una trilogía sobre él. Es mucho más fácil trabajar con un inspector como Héctor Salgado, con el que la gente empatiza de manera natural que hacerlo con un psicópata como es el verdugo.
Por otro lado, y como ejemplo, Tigres de cristal es la novela más compleja en todo. Cuando escribo una novela, la única responsabilidad es conmigo mismo y con el lector pero, en esa novela, tenía la responsabilidad de reflejar la vida en un barrio determinado, con unos personajes muy concretos, con gente que dejó sus casas de por aquí para irse a otro lado. Tenía algo que a mí me imponía y quería hacerlo bien. Tampoco quería dulcificar el asunto ni ponerlos a todos como seres maravillosos. Había que mantener muy bien el equilibrio para no hacer una oda.
M.G.- En cuanto a los escenarios, tus novelas siempre se ubican en algún punto de la geografía catalana. ¿Para qué salir de casa si en casa tengo todo lo que busco? ¿No te planteas salir de esa zona?
T.H.- Sí que me lo planteo. No con la tercera novela porque esa seguirá en ese universo pero de cara a nuevos futuros, sí me lo planteo. De todos modos, no me centro en Barcelona sino que amplío mucho el radio. Claro, para mí es más sencillo porque lo conozco todo mejor pero tampoco es imprescindible. Puedo escribir una novela ambientada en otro lugar. En ese caso, tardaré más en escribirla o me costará más viajes.
M.G.- Los que han leído la novela cuentan que la ambientación es fabulosa porque el valle en el que transcurre la acción resulta ser un lugar como con mucho misterio, entre montañas, con pequeños pueblos, donde la gente, más o menos, se conoce.
T.H.- Sí, sí, se conocen todos porque la densidad de población es mínima.
M.G.- Como dice el refrán: ¿pueblo pequeño, infierno grande?
T.H.- Pobres. Me sabe mal porque, en realidad, no es un infierno para nada (ríe). La gente es muy simpática y todo es mucho más idílico de lo que yo cuento en la novela. Por una vez, la realidad es mucho más bonita que el cuento. Es un sitio precioso, y no pasan estas cosas terribles que yo narro. Está llena de iglesias románicas, con sus campanas y ese silencio sobre el que se hace mucho énfasis en la novela... Son pueblos turísticos. La gente va allí en verano porque se está fresquito y también en la temporada de esquí. Pero llega un momento, en el que no hay nadie, en invierno, cuando todavía no ha nevado. Lo mismo, hay turismo los fines de semana, cuando la gente va a ver las iglesias románicas, pero tampoco es una masa de gente. A las siete de la tarde, es silencio es importante.
M.G.- Y no habrá nadie por la calle.
T.H.- Nadie, nadie. Cuando acaban el trabajo, y recogen a los niños del colegio, todos metidos en casa. Hace mucho frío, pero frío de verdad.
M.G.- ¡Y no lo de aquí!
Y Toni, ¿ya tienes fecha para la tercera?
T.H.- Pues, más o menos. A mediados del año que viene, para el verano. Por seguir con la tónica de estas dos.
M.G.- ¿Y no hay nada audiovisual a la vista?
T.H.- Pues mira, siempre parece que sí, y luego, nada. Ahora estamos donde parece que sí, pero no te puedo decir nada porque puede ser que no en cualquier momento. Ya sabes cómo funciona esto, ¿no?
M.G.- Sí, proyectos que salen o no salen.
T.H.- Exacto. Hay un interés muy concreto pero no sabemos qué pasará.
M.G.- A ver qué opinas tú. Imagino que a los autores os hace mucha ilusión que vuestras novelas se lleven al cine o a la televisión pero hay que hacer un guión y es muy difícil condensar lo que leemos en una novela en hora y media o en unos cuantos capítulos. No sé hasta qué punto los autores llegáis a pensar que han manipulado la historia, que lo que muestran no es lo que se ha escrito, que la historia no funciona igual...
T.H.- Sobre eso tengo una visión. A ver, nunca han hecho una serie o una película de mis novelas, cuando la hagan, lo mismo cambia esa visión. Mi visión es que yo he hecho lo que quería que hacer y está ahí. Si cedo una novela para otro formato, la estoy cediendo a otro creador al que doy mi beneplácito. A ver, si resulta que a mi verdugo lo transforman en una señora de setenta años, pues no... En el fondo, es un intercambio. Les estás cediendo un material y ellos se comprometen a adaptarlo de la mejor manera posible. No soy cineasta y en una novela hago lo que me da la gana, como si en la tercera novela los hechos ocurren muy lejos de aquí. Pero en el cine, a lo mejor no se pueden ir tan lejos. En el caso de un libro, el coste de producción es bajísimo, sólo las horas que dedica el autor a la escritura. Pero en el cine o en la televisión, los costes de producción son altísimos. Si encima les complicas las cosas.... Creo que hay que ser respetuoso y, si te gusta mucho el resultado, decirlo. Y si no te gusta, pues mejor callarte.
M.G.- Y vender ese producto como lo que es, ¿no? A veces, un lector quiere ver una serie sobre una novela que ha leído y se encuentra algo distinto.
T.H.- Yo me hago responsable de la novela y admito críticas y elogios. Sobre lo otro, eso ya no es responsabilidad mía. A no ser que ellos quieran implicarme en el guion y estaría dispuesto. Pero, normalmente, no es así. Sí te piden asesoramiento en algún momento. De todos modos, me gustaría por la experiencia y no porque sea mi novela. Me gustaría ver cómo funciona este mundo que conocemos desde fuera y no desde dentro. Pero claro, me lo tendrían que pedir. Creo que es lo más sano que puedes hacer porque si te lo tomas como es que es mi obra y quiero ver todos los matices de mi obra transformados en audiovisual, te vas a llevar un disgusto.
M.G.- Pues sí. Bueno, Toni lo dejamos aquí. Espero poder verte con la tercera.
T.H.- Claro que sí.
Sinopsis: La noche en que Daniel desapareció fue como si la oscuridad se lo hubiera tragado. No se halló el menor rastro del niño; solo encontraron el cuerpo de su madre estrangulada en la casa donde vivían, en un pequeño pueblo de los Pirineos. Siete años después, la criminóloga Lena Mayoral es contratada por la familia de la víctima para recabar nuevas pistas de ese caso que sigue envuelto en una densa bruma de misterio.
Huyendo de sus propias pesadillas —aún está recuperándose del ataque del asesino en serie conocido como «el Verdugo»—, Lena acepta instalarse en la misma casa donde desapareció el niño. Sin embargo, sus investigaciones darán un giro cuando en una de las iglesias del valle aparezca el cadáver de un adolescente de quince años, la misma edad que ahora tendría Daniel.
Mientras tanto, encerrado en la cárcel a la espera de juicio, el Verdugo no olvida a la mujer que lo desenmascaró y cuenta los días para volver a enfrentarse con ella. Rodeada de amenazas que parecen multiplicarse y aislada en un lugar donde los fantasmas a veces parecen reales, Lena se verá arrastrada en una cuenta atrás vertiginosa para evitar que las muertes sigan asolando el valle.
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