Mañana comienza la Feria del Libro de Sevilla. Lo hará estrenando ubicación nueva pues, si hasta ahora se venía celebrando en la Plaza Nueva, lindando con la entrada principal del ayuntamiento, este año se traslada a los Jardines Murillo, un espacio ajardinado que discurre en paralelo a la muralla que circunvala los Reales Alcázares de Sevilla.
El motivo del cambio de escenario se debe a unas obras que tendrán lugar en la antigua ubicación y que supondrán alterar el tránsito por la Plaza Nueva. ¿Le sentará bien este cambio a la feria? Eso lo sabremos durante su desarrollo. De lo que sí tengo certeza es de que el nuevo emplazamiento es más bonito. Palmeras, ficus, naranjos, magnolios y diversos parterres componen estos jardines que siempre han supuesto un lugar bonito para pasear. ¿Qué puede haber más agradable que pasear entre libros?
En cuanto a la programación, y como motor de arranque, Andrés Trapiello será el encargado de darle al botón de encendido. La conferencia inaugural correrá a cargo del autor leonés que tendrá lugar a las 20.00 horas de mañana. Trapiello llega la ciudad hispalense con su nueva novela, Me piden que regrese (Editorial Destino), de la que hablará durante el acto de inauguración.
En cuanto a las firmas, estos son algunos de los autores y autoras con los que podrás conversar durante la feria: Toni Hill, Sixto Sánchez Lorenzo, Angélica Yuste, Blue Jeans, José Antonio Lucero, Daniel Ruiz, Juan Ramón Biedma, José Luís Gil Soto, Inés Doménech del Río, Nieves Muñoz, Víctor Fdez Correa, Edmundo Díaz Conde, Nerea Riesco, María Zaragoza,...
La Feria de Sevilla nunca descuida a los lectores más jóvenes y para ellos también ha preparado una programación especial.
®Enrique Quevedo
51 casetas y 73 expositores, nueve más que en la pasada edición. Entre ellos, se encuentran 24 librerías o cadenas de librerías, 46 editoriales o grupos editoriales, además de 5 entidades patrocinadoras.
Así que, ya sabes, a partir de mañana te espera la Feria del Libro y Sevilla, la ciudad entre los libros.
El pasado día 15 dio comienzo la 13ª edición del Certamen Internacional de Novela Histórica ❝Ciudad de Úbeda❞. El año pasado acudí por primera vez y no pude vivir mejor experiencia literaria. En este certamen se respira por y para la literatura, concretamente para la novela histórica, y acudir a los actos recogidos en su programación resulta una inmersión indescriptible.
El origen de este certamen os lo expliqué en la entrada que publiqué el año pasado. Si tienes curiosidad puedes leer sobre su nacimiento aquí. Y si la programación del año anterior me permitió reencontrarme con autores conocidos por todos y conocer a otros, cuyos nombres ya han pasado a formar parte de la nómina literaria, intuyo que este año volverá a ser una estupenda oportunidad para encuentros y reencuentros.
Esta nueva edición contará con una programación llena de una frenética actividad que os paso a detallar en el siguiente tríptico:
El punto internacional lo pondrá la presencia de Tracy Chevalier que recibirá el Premio Ivanhoe 2024 por su aportación a la novela histórica. También se contará con la asistencia del escritor francés Yan Lespoux y de la escritora checa Mónica Zgustova, que presentarán sus novelas Para morir, el mundo (Contraluz) y Soy Milena de Praga (Galaxia Guttenberg), respectivamente.
Pero no solo tendremos presentaciones y firmas de libros. Este certamen, que mantiene una extensa actividad a lo largo de todo el año, y no solo en los días grandes, ha preparado también un programa de escenificaciones históricas, pudiendo asistir, por ejemplo, al discurso que Abraham Lincoln dio en Gettysburg.
En cuanto a los premios, el XIII Premio de Novela Histórica «Ciudad de Úbeda» recae este año en Ana Salamanca por Los últimos guanches (Pámies)
En cuanto al Premio «Los Cerros de Úbeda»la organización comunicó el pasado 19 de septiembre que ha recaído en Javier Alandes, por su novelaLa última mirada de Goya(Contraluz).
Si todo marcha bien, mañana pongo rumbo a Úbeda, así que los próximos días os iré contando por redes sociales lo que ocurra a lo largo de este certamen. A mi regreso iré publicando las oportunas crónicas.
Si queréis saber más sobre este certamen, os animo a seguir su blog, o a visitar sus perfiles en redes sociales:
Twitter - @CINHDe
Instagram - @certamen_novela_historicaubeda
Facebook - Certamen Internacional de Novela Histórica "Ciudad de Úbeda")
Daniel Ruiz (Sevilla, 1976), escritor y periodista, trabaja en comunicación. Inició su carrera con Chatarra (Premio de Novela Corta de la Universidad Politécnica de Madrid), que inspiró un corto cinematográfico preseleccionado para los Oscar en 2006, y con otras narraciones que le valieron el V Premio de Novela Corta Villa de Oria o el Premio Onuba de Novela. El resto de sus novelas han sido publicadas por Tusquets Editores: Todo está bien (2015), sobre los asesores de los políticos, y La gran ola (2016), XII Premio Tusquets Editores de Novela, «una sátira tan hilarante como amarga sobre el “coaching”» (Francisco Estévez, El Imparcial). Les siguieron el tríptico de historias de barrio formado por Maleza, por las que Daniel Ruiz ya ha sido saludado como «el especial poeta del extrarradio de las ciudades españolas» (Juan Ángel Juristo, Abc Cultural), El calentamiento global (2019) y Amigos para siempre, «Una orgía dolorosamente humana» (Sara Mesa). Con Mosturito vuelve al suburbio y nos presenta a un niño vivaracho que conquistará sin remedio al lector.
Sinopsis
Mosturito crece en un barrio periférico de una ciudad andaluza. Hijo de un padre maltratador que cumple condena, vive con la Tata, su tía, una mujer entrada en carnes y adicta al alcohol, que arrastra su propio historial de desengaños. Hasta ahora, Mosturito ha vivido anclado en ese barrio problemático, esquivando junto a su peculiar pandilla a los matones de la zona, que no dejan pasar ocasión de meterse con el muchacho. Sin embargo, una excursión fuera de los dominios habituales le llevará a conocer a un grupo de chicos que le van a descubrir un mundo nuevo, en el que las familias no pasan apuros para llegar a fin de mes. Eso sí, juntos deberán sortear algunos de los peligros que asolan las ciudades de los años ochenta, como la devastadora epidemia de heroína. También aprenderá a sobrellevar los primeros desengaños amorosos, y a vencer su complejo físico para hacerse con un lugar en su nueva cuadrilla. Un salvaje y peculiar relato de iniciación con punkis, mansiones encantadas y vírgenes que se aparecen en la pared.
[Información tomada directamente del ejemplar]
La pasada primavera tuve el placer de conversar con Daniel Ruiz sobre su última novela, Mosturito, publicada por Tusquets (puedes leer la entrevista aquí). No es la primera novela que leo del autor sevillano. Convencida estoy de que no será la última. Pero, a raíz de aquella conversación, me quedé con las ganas de compartir con vosotros mis impresiones sobre esta historia, que todavía hoy perdura en mi memoria. Con ayuda de los recuerdos de esa lectura y las notas que siempre voy tomando, no quiero desaprovechar la oportunidad de hablaros de una novela construida a base jirones de piel, la que el protagonista se deja en este camino de iniciación.
Mosturito (desviación de la palabra monstruito), o Mostu como lo llaman algunos, es, en realidad, Pedro Godor Fernández (la zeta es posible que se vuelva muda en algún momento), hijo de Antonio Godor y de Candela Fernández. Nadie lo llama Pedro. Los que lo quieren de verdad no utilizan ese mote cruel, sino que lo llaman Perico, como lo hacía su mama, o Periquillo, como lo hace su tía. Él será el narrador de esta historia, su historia, un niñode doce o trece años,fruto de una familia desestructurada, donde la violencia machista acabó con la vida de su madre.
«El papa era un cabrón, era un borracho, pero no en plan tranqui como la Tata, a la mama no la quería, la pegaba y le decía cosas que mejor no pensar, que borro de mi cabeza hasta que sin pensarlo los recuerdos vuelven, o el agobio grande, cuando la Tata] por ejemplo pone el disco de Pimpinela y el barbas y la chavala se pelean».[pág. 85]
La violencia, esa que ejercía el padre sobre la madre, y la que encuentra en el colegio o en la calle, está muy presente en la vida de Mostu. Se añade, además, que las botas ortopédicas que calza suponen un enorme impedimento a la hora de huir de aquellos que lo acosan. Mostu es un niño «contrahecho y carastrujá», como él mismo se define. Su nariz torcida y su labio leporino le han valido el apodo que le han colocado, un mote del que no puede despegarse.
Mostu, tras perder a su madre, vive con su tía paterna, la Tata, que «es gorda y tiene los dientes grises, de tanto fumete o de tanto calimocho, yo no sé». Ella es toda su familia, la que lo defiende ajierro, nunca mejor dicho, porque si hace falta emplear un bate de beisbol de aluminio para atacar a los abusones, lo hará, sin pensar en las consecuencias. El mundo de Mostu es pequeño. La Tata, sus amigos -Carmi y Michi-, y el barrio.
Nunca lo tuvo fácil. Sus orígenes lo han marcado y el entorno lo sentencia. Mostu es una víctima del tiempo y del lugar, esos años 80 en un barrio periférico de la ciudad, donde se junta el borracho que le pega a su mujer y luego parece un ciudadano ejemplar, con la loca que sale desnuda al balcón. Aferrado a lo poco que tiene, Mostu es un superviviente nato, un luchador contra el sistema, contra todo ese entramado de Asuntos Sociales que terminará por colarse en su vida. ¿Por qué tienen qué inmiscuirse? ¿Qué saben ellos lo que le conviene a Mostu? Los perseguidos terminan por huir y traspasar límites, para adentrarse en otros territorios de los que no sabían nada. Lo nuevo atrae y seduce. Otras caras, otros barrios, otras realidades. ¿Acaso encontró el paraíso? Ese lugar en el que él se siente un igual, donde nadie lo cuestiona ni tampoco abusan de él. Amor con amor se paga. Si tú me das la mano, yo te tiendo la mía. Y Mostu -es que es un niño- deja aflorar la inocencia que tenía arrinconada en lo más profundo, se deja guiar por los que cree sus maestros, se aleja de un pasado horrible, buscando un futuro, para hacer cosas de adultos entre adultos. Por fin encuentra ejemplos a seguir. Pero qué terrible es comprobar que los hechizos se evaporan.
«Porquerioso mundo de mentiras. Te dan la mano pero siempre es falso. No te quieren, les importas una mierda, nadie te quiere en realidad». [pág. 129]
Mostu, venga, vuelve a la casilla de salida. Y llegarán otros lugares horribles, y más mierda, y más gente ruin, mezquina y traicionera. Y entre tanta oscuridad, quizá algún rayo de esperanza. Porque eso es lo que nos queda a todos, lo que le queda a Mostu, la esperanza de una vida mejor. Ya no te diré si lo consigue o no porque ese es tu trabajo, lector, descubrir qué le ocurrirá a Mostu, y a todos los Mostu del mundo.
Personajes
Destaco a este trío:
* Periquillo
Dejadme que lo llame así, como lo llama la Tata. No quiero llamarlo Pedro, ni Perico, ni mucho menos Mosturito o Mostu. Periquillo es de esos personajes que se quedan contigo para siempre. ¿Se le puede reprochar algo? ¿Afearle alguna conducta? Por supuesto, pero es que tiene que defenderse. Salir a la calle es salir a la jungla, sortear peligros, esquivar las balas. Y en ese sálvese quien pueda es donde nos gana, donde resulta entrañable. Mostu se siente feo, y está tan acomplejado que ni siquiera quiere mirarse en un espejo. Y esa supuesta fealdad se transforma en hermosura, especialmente cuando, llegando al final de la historia, el lector descubra una verdad fea y dolorosa. Esa sí que es fea de verdad.
«En días así es cuando me gustaría morirme. Solo es un rato, pero una cosa dura me se mete en la garganta y solo tengo ganas de llorar, como la Tata cuando se aguanta las lágrimas en el taxi. Me miro al espejo, y me veo la nariz torcida, y el labio metío padentro, y también la frente abombada, mosturito, contrahecho y carastrujá. Y pienso lo de siempre, que igual no tendría que haber nacido, que pa qué vine al mundo, que igual esto tan feo que se ve en el espejo es lo que hizo que al final el papa pegara tanto a la mama hasta matarla». [pág. 27]
* La Tata
«La voz de la Tata en el portero es como un abrigo calentito».[pág. 265]
No hay mejor definición que esa para describir lo que la Tata significa para Mostu. La Tata, a pesar de no ser la mejor de las opciones, es refugio, es hogar, es calor. La Tata es otra víctima, una mujer vapuleada por la vida que ha rodado de desengaño en desengaño. A ella le gustaría salir del agujero del alcohol en el que está metida, y de verdad que lo intenta, pero es otra perdedora más. Ya está. Esas son las cartas que le han tocado en esta partida. Ama profundamente a su sobrino y trata de hacer lo posible por él. Dicen que al que hace lo que puede no se le puede exigir más.
* El Zurdo
Será el amigo punk de Mostu, otro anti-sistema que no conoce otro modo de rebelarse, más que formar parte de la tribu de las crestas y dejarse encandilar por las drogas. Lo que diferencia al Zurdo de Mostu son sus orígenes pero no sus ganas de romper con todo. Zurdo es de buena familia, y dentro de ese núcleo agraciado, él se convierte en la oveja negra, es el que saca los pies del plato. Zurdo será alguien admirado por Mostu, un hermano mayo, el mejor amigo, pero el joven tiene también su propia mochila que porta a cuestas.
Temas
De Daniel Ruiz se dice que es el autor de extrarradio, el que se fija en los perdedores, en los que viven al margen, aquellos que no importan a los de estratos superiores. Y en ese extrarradio se cuecen los temas que precisamente deberían de importar más.
En Mosturito asoma la violencia, esos hombres que golpean a mujeres como si se tratara de un hábito cualquiera. En los años en los que vive Mostu, la violencia de género era algo prácticamente normalizado. No existía el 016, ni tampoco había tanta conciencia social ni tanta asociación de ayuda. La mujer que tenía un marido o una pareja maltratadora aguantaba palos y se los guardaba para sí, aunque todo el vecindario supiera lo que ocurría en el 5ºB. Pero en esta novela, no sólo hay violencia doméstica, también la hay en la calle y en los colegios, con esos niños malahora, los abusones que ejercían su autoridad sobre los más frágiles, machacados y estigmatizados para el resto de sus días. Era una violencia, -y es-, que generaba bienestar, una manera de canalizar lo más oscuro, esa bilis que sube por la garganta, la sangre envenenada, el rencor, el odio y hasta el miedo.
Y el acoso. Y también los abusos sexuales, incluso en el interior de centros religiosos, asunto sobre el que el autor prefiere no ahondar. Mostu no es tonto. Sabe que, si es blanco y en botella, probablemente sea leche. Así que también tendrá que apañarse para esquivar a los agarraniños que suelen venir disfrazados de bonhomía.
Pero en Mosturito no todo es oscuridad. Ruiz sabe que estos perdedores también tienen sus momentos de felicidad y explora el lado más amable de sus vidas exponiendo ante nuestros ojos el amor familiar, la relación entre la Tata y el niño, lo que siente uno por el otro, el dolor que también experimenta un amor supuestamente traicionado. O el amor romántico que no deja de ser, como todo, una moneda con sus dos caras pues, a veces, no es más que un espejismo. Pero ese amor preadolescente es saeta luminosa que te atraviesa como un rayo cuando, por primera vez, tu corazón comienza a latir de otro modo. Sientes que ese amor te salvará de todo lo malo que hay en tu vida, y te hará vivir emociones que jamás regresarán con la misma intensidad.
Y junto al amor, la amistad y la lealtad. Al amigo de verdad hay que respetarlo y jamás se le levanta a la novia. Al amigo de verdad hay que cuidarlo en momentos de apuro. Al amigo de verdad hay que visitarlo cuando lo llevan a un lugar terrible. En la calle, donde no hay ley, la lealtad es lo único que queda.
Amor, abusos, familia, cultura del descampado componen un drama sobre el que Daniel Ruiz también arroja momentos de humor. El autor destensa la cuerda con alguna situación que provocará la sonrisa en el lector.
El universo Mosturito
Mosturito es una fotografía en blanco y negro, una instantánea de la infancia, tomada en un lugar y en un tiempo concreto. En ese contexto espacio-temporal caben todo tipo de referencias que muchos de nosotros, los que jugamos en las calles y en los descampados cuando éramos pequeños, vamos a reconocer. Mosturito es encontrar aquel álbum de cromos que todos coleccionamos alguna vez; es saborear de nuevo aquellas golosinas de la época (escalofríos, orozú negro, el chupachups Kojak); es escuchar nuestro apellido en boca de los profesores que no nos llamaban por nuestro nombre de pila; es volver a ver algún episodio de la serie V, con aquella Diana-come-ratones, o regresar a la telenovela Doña Bella; es beberse un vaso de Tang de naranja; es quedarte embobado viendo los trucos de Uri Geller; o acompañar a tu madre a hacer la compra al Pryca.
Y junto a todo eso tan inocente, Mosturito es regresar a las peleas en la puerta del colegio; es escuchar cómo un vecino pega a su mujer, a través de los tabiques o del ojo patio, sin que nadie diga nada; es volver al boom de la heroína, que tantos despojos y muerte dejó en el camino.
Este es el mundo de Mostu, un mundo en el que yo misma me he encontrado aunque...
Mosturito y yo
...mentiría si dijera que yo fui también Mostu. No es que sea muy agraciada, pero tampoco soy contrahecha (creo). No tuve una infancia tan dura como él. Nunca vi cómo mi padre golpeaba a mi madre, no me tuve que ir a vivir con mi tía, ni tampoco recibí la visita de Asuntos Sociales. Mi infancia en comparación con la de Mostu fue un vergel, un paraíso, aunque mi familia siempre fue humilde, con cuatro hijos que comían, vestían y estudiaban gracias al trabajo de un camionero, que se ausentaba de casa a las 5 de la mañana y no regresaba hasta las 9 de la noche. Sin embargo, sí me crucé con muchos Mosturitos en aquellos años y como él recorrí muchos espacios que se describen en la novela. Y no hablo de lugares afines sino idénticos, los mismos que recorre Mostu. Ya lo comenté en la entrevista a Daniel Ruiz, que leer Mosturito fue como volver a mi barrio de toda la vida. Y es que Mostu y yo sabemos lo que se cuece en Las Vegas, ese barrio de las Tres Mil Viviendas que sale tanto en la tele (ayer mismo, para no irnos muy lejos). También conocemos la mala fama que tenían las líneas de autobuses 30 y 31, donde podías ver a los yonkis pincharse en las últimas filas del bus, mientras tú ibas con tu mochila del colegio a tus espaldas. Ambos nos hemos movido por los bloques de los Zeus o Las Gardenias. A los dos nos ha llamado la atención las casas del Patronato, sobre las que corrían tantos rumores. Y sabemos perfectamente donde está el colegio Aníbal González.
Y aunque no todos los espacios son exactos y precisos, en cuanto a ubicación o distancia, a mí me ha encantado leer esta novela porque Daniel ha despertado unos recuerdos que me han hecho sentir feliz, rescatando de mi memoria lugares tan olvidados como las hamburgueserías Dulio.
Estructura y estilo
Escrito en primera persona, con una voz muy personal y peculiar, Mosturito se estructura en cinco partes, con capítulos muy breves. A veces, un párrafo o dos son suficientes, lo que permite rapidez en la lectura, dinamismo, acción.
Pero, además de la historia en sí, resulta llamativo el estilo de esta novela. Daniel Ruiz no se limita a contar por boca del personaje. No es el autor el que nos habla a través de Mostu, sino que es el mismo personaje el que lo hace. Y es que Ruiz permite que su protagonista se exprese libremente. Mosturito es una novela eminentemente oral, donde encontramos contracciones imposibles, jerga, coloquialismos que nos colocan a pie de calle. En esta novela, no hay lecciones de gramática. No hay corrección ortográfica ni sintáctica, en favor de un lenguaje libre y sin ataduras.
«Nos hemos gastado todo el moni, y estos san fundido todos los porros que tenían y el Fidel dice que mañana curra, que tiene que ayudar al padre en la tienda». [pág. 117]
¿Te he convencido, lector? Mi entusiasmo por esta novela no se debe a que la acción transcurra en mi ciudad. Ni siquiera la he nombrado en esta reseña porque, en realidad, todo lo que ocurre en esta novela podría ocurrir en cualquier ciudad española. Mi entusiasmo por esta historia se debe a sus personajes, -niños, jóvenes, mujeres-, que han tenido peor suerte y les ha tocado bailar con la más fea. Mosturito me ha gustado tanto porque está pegada al asfalto, a la realidad de un momento, a un contexto que resulta tan reconocible.Mosturito me ha enternecido y me ha divertido. Es una novela que te cala hondo, te deja huella, te agarra y no te suelta, apelando a las emociones más diversas, -tristeza, esperanza, dolor, amor-, las que genera un protagonista que tiene que madurar deprisa y que lanza reflexiones como esta:
«Ques estar muerto y ques estar vivo. Muchas veces se vive pero en verdad es como si estuviéramos fiambres, no se nota, salvo que te pellizques o te caigas o tagas daño, que el corazón te late. Otras veces hay muertos que viven más que los vivos. Por ejemplo, la mama se murió pero pa la Tata y pa mí sigue muy viva, sin embargo el papa vive y por lo que a mí respecta está bien muerto».[pág. 278]
Primera entrevista de la temporada y le toca el turno a una paisana. No conocía a Irene Reyes-Noguerol, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Profesora de lengua y literatura en secundaria, el nombre de esta sevillana apareció en la lista que la revista Granta publicó en la que figuraban los veinticinco mejores narradores jóvenes en español. Recientemente, y de la mano de Páginas de Espuma salió a la luz Alcaravea, un volumen de cuentos en el que la escritora mezcla historias familiares con otras protagonizadas por nombres tan conocidos como Lope de Vega o Van Gogh.
Hace un par de semanas tuve el placer de conversar con Irene. Ahí va nuestro encuentro.
Marisa G.- Irene, un placer conocerte. No te conocía y eso que somos de la misma ciudad.
Irene R.- Es verdad. No habíamos coincidido antes.
M.G.- Y tampoco te había leído nunca. Pero, por iniciar esta entrevista, y corrígeme si me equivoco, ¿Alcaravea sería tu tercer volumen de cuentos?
I.R.- Exacto, es el tercero.
M.G.- Caleidoscopio salió en 2016, De Homero y otros dioses, en 2018. Fíjate que, hablando un día con Eloy Tizón, sobre los muchos años que habían transcurrido entre su último libro de cuentos y el anterior, él me contó sus motivaciones. En tu caso, han transcurrido seis años hasta que hemos podido ver Alcaravea. ¿Por qué tanto tiempo?
I.R.- Pues primero, por motivos prácticos. Estaba estudiando una oposición, y ya sabemos lo que es una oposición, así que estuve totalmente centrada ese año, hasta que conseguí la plaza. Y luego, porque también me lo he querido tomar con bastante calma. Siempre he querido ver la literatura como una pasión, como algo que me gusta realmente hacer. Si se convierte en una obligación, o si siento que le debo rendir cuentas a alguien, escribir ya no me resulta tan cómodo, ni me resulta tan placentero.
Necesito ciertos momentos o ciertos estados de ánimo para poder sentarme y para poder echarle horas a un texto tranquilamente, dedicarme a investigar todo lo que es la psicología de los personajes, y luego hacer la corrección. Claro, todo eso es complicado de hacer porque estamos hablando de una oposición. Luego, también empecé a trabajar. Todo era difícil. Pero bueno, cuando llegó el reconocimiento de Granta y empecé a tener un poco más de exposición pública, se me juntó todo. Con esa mezcla de circunstancias, todas positivas, gracias a Dios, me resultó bastante difícil escribir. Y en los años posteriores me lo he querido tomar con calma porque quería un libro con el que me sintiera lo más satisfecha posible. Quería publicar solamente aquello con lo que estuviera contenta. Por eso, tampoco he querido apresurarme demasiado, porque quería escribir cuentos necesarios para este libro, que estuvieran bien estructurados, construir un libro sólido, y no escribir por escribir. Tampoco quería publicar relatos que tuviera escritos de antes, como una especie de conjunto sin motivación.
M.G.- Alcaravea es una palabra que no había oído jamás. Leyendo la sinopsis entiendo que es una planta. Me gusta mucho ese juego que se establece con las propiedades de esta planta para explicar qué vamos a encontrar en estos cuentos. Me parece una sinopsis muy original y muy ilustrativa.
I.R.- Muchas gracias. La alcaravea, efectivamente, es una palabra bastante rara. Yo la conozco simplemente, no porque la haya escuchado muchas veces en mi vida, sino por una nana que me cantaba mi madre y que, a su vez, cantaba mi abuela y mi bisabuela. En esa nana aparece la palabra alcarevea. Mi intención con este libro es reivindicar la importancia de la tradición oral, que no solemos valorar como se merece. Siempre nos centramos en la relevancia que tiene la palabra escrita, por su capacidad de perdurar en el tiempo, por la permanencia, y dejamos muy de lado todo aquello que está más relacionado con la tradición oral, con aquello que nos ha contado nuestra familia, desde que somos pequeños, con aquello que viene de nuestros antepasados, y así hasta el inicio de los tiempos. Creo que es necesario darle importancia a toda esa tradición que siempre se ha quedado en segundo plano y destacar la figura de esos antepasados, de esos ancestros, que fueron los encargados de transmitirnos esta tradición oral y, bueno, resaltarlos no solamente en este sentido, sino también como personajes, como los que aparecen en el libro.
M.G.- A mí es una palabra que me hace pensar en ambientes rurales, en remedios naturales, en antepasados. Y hay mucho de relaciones familiares en estos cuentos. Hablas de tu esfera personal en algunos de ellos.
I.R.- Sí, sí, exactamente. Este libro se podría estructurar en dos partes. Una de ellas está dedicada a los personajes de relevancia histórica, y otra está centrada en aquellos personajes que son parte de mi tradición familiar, que forman parte de toda esta memoria íntima que todos nosotros tenemos, cada uno con nuestra familia. Son historias que yo había escuchado desde que era niña, como también hubiera podido escuchar las historias de los otros personajes, más reconocidos. Aparecen, por ejemplo, Lope de Vega, Van Gogh,...
Cuando me paré a reflexionar sobre cómo podía estructurar este libro, pensé que, en realidad, todas estas historias, tanto las de los personajes familiares como la de los históricos, me han llegado de la misma manera. Yo no he conocido a estos personajes familiares, pero sus historias me han llegado a través de lo que se ha ido contando en mi familia, al igual que en el caso de los personajes con relevancia histórica, cuyas historias me han llegado cuando los he estudiado. Así que me pareció curioso plantear un libro donde existieran estos personajes que están a caballo entre la realidad y la ficción. Porque claro, las historias que cuento de mi bisabuela o de mis tíos-abuelos son relatos que yo he escuchado, pero que de ninguna manera he podido presenciar, porque no hemos coincidido en el tiempo. Pensé que podría ser interesante equiparar las vidas de esos personajes más relegados al ámbito íntimo, al ámbito familiar, con las vidas de esos otros personajes que todos hemos conocido y que todos hemos estudiado.
M.G.- Alcaravea es un volumen de doce cuentos. Hablemos de algunos de ellos. Por ejemplo, el primero, Carta a Theo. En este primer cuento es Van Gogh quien nos va a hablar. Creo que, enfrentarse a ese primer cuento, es como un puñetazo para el lector. Lo digo por la forma en la que está escrito. Como se dice en el propio texto, las líneas se atropellan y el lenguaje rebosa,... Esa forma de escribir dice mucho de la temática que se aborda. Es como un delirio.
I.R.- Sí, exactamente. En ese texto se trata el miedo absoluto que siente Van Gogh, al pensar que, en algún momento indeterminado, va a dejar de ser él mismo, que va a perder la identidad, que, de repente, ya no va a sentir su cuerpo como suyo, sino que va a ser desterrado completamente de su propia mente. Un pánico absoluto.
Este texto es el único que tiene esa especie de escritura, sin ningún tipo de punto. Pensé que era bastante acorde a lo que se estaba contando. Es decir, es como dices tú, un delirio porque el personaje está totalmente sobrepasado y abrumado por esta situación que no puede controlar de ninguna manera. Sentía que la expresión tenía que ser así, atropellada, acumulativa, donde no hubiera ningún tipo de pausa importante, de manera que las oraciones fueran sucediéndose una tras otra, sin que hubiera ningún tipo de descanso. Sentía que, en este delirio en el que se encuentra inmerso el personaje, el único tipo de expresión debía ser una más directa, sin el filtro de la conciencia, y donde sólo hay un único punto final, que es cuando ya termina la carta para su hermano.
M.G.- De todas maneras, te he escuchado decir en una entrevista que esta es tu forma habitual de escribir, ¿no? Sin ningún tipo de puntos.
I.R.- Sí, esta es mi forma natural de escribir. Por eso, también me hacía especial ilusión que este cuento fuera el que abriera el libro, porque es mi forma natural de escribir desde hace ya varios años. Escribo todavía con bolígrafo y papel, con una letra horrorosa, horrible, sin dejar márgenes, y escribo sin usar puntos. Claro, todo se va acumulando. Además tengo un estilo bastante retórico, barroco, en algunas ocasiones. Pero es que, si incluyo alguna pausa importante en el texto, se me pierde el ritmo. Para mí, el ritmo y la musicalidad es algo fundamental a la hora de escribir. De manera que, también por este motivo, necesito escribir de esta forma tan particular, sin ningún tipo de puntos. Luego los pongo, cuando los paso a ordenador.
M.G.- Leyendo ese cuento, y todos los demás, Irene, entiendo que el lector tiene que poner de su parte. Es decir, tiene que entrar en ese juego casi de adivinanzas porque no recurres a lo explícito, a lo simple, sino que dejas en el aire ciertas cosas y somos los lectores los que tenemos que ir uniendo puntos.
I.R.- Sí, nunca he sido muy partidaria de lo explícito. Siempre me ha resultado mucho más atractiva la sugerencia. Aquello que queda implícito, que queda sin decir, se mantiene en el aire, como en suspensión. Por ejemplo, es lo que ocurre en el segundo cuento, en el de esta pequeña bailarina de la Ópera de París. No sabemos qué es lo que le pasa a la niña, en que tremenda situación está, a qué está sometida. Sólo lo sabremos al final, cuando se dice directamente. Pero a lo largo de todo el texto vemos la presencia de las ratas, e intuimos algún elemento más que nos hace pensar que algo no va bien, que hay algo con lo que la niña no está cómoda, algo que impide que ella sea plenamente feliz como, por ejemplo, otra niña cualquiera. Es algo que ella envidia. La niña siente el deseo de ser otra, de tener otras cosas con las que no puede contar porque el mundo adulto se le ha echado encima demasiado rápido.
M.G.- Ese cuento incomoda mucho, incluso al lector. Vas leyendo y sabes que hay algo oscuro.
I.R.- Sí. Quería mantener la incertidumbre a lo largo de todo el texto hasta el final, donde ya aparece el motivo real.
M.G.- En otro de los cuentos vamos a escuchar la voz de una mujer, de Ana Ruiz. ¿Cómo ha sido meterse en la piel de la madre de Antonio Machado?
I.R.-Bueno, estamos acostumbrados a escuchar historias sobre los dos hermanos Machado, Antonio y Manuel, pero yo había investigado también sobre su madre, sobre Ana Ruiz Hernández, y me pareció un personaje muy particular porque había sido la única mujer práctica que tenía la cabeza donde la tenía que tener, dentro de una casa de gente que se había dedicado al arte, a la abstracción, al mundo intelectual, del que, por supuesto, ella también formaba parte. Me gusta mucho que sea un personaje especialmente sensato. Cuenta con una sabiduría que muchas veces no tenían los que estaban a su alrededor.
En este texto se cuentan las vivencias que ella tiene en su ciudad, en Sevilla, cómo conoció a su marido, las pérdidas que vive a lo largo de los años, el exilio al que se ve forzada junto con su hijo Antonio. Escribir este cuento ha sido una experiencia bellísima porque era un personaje que siempre me ha resultado bastante interesante y llamativo, al que no se ha tratado lo suficiente. Tiene esa fuerza de ser una mujer práctica, que tenía la cabeza, como digo, donde tenía que tenerla, que vivió una situación durísima como es el exilio.
Además, en este texto, imaginé que ella tendría un arraigo bastante importante con la ciudad, ya que vivió aquí muchísimos años. Y claro, es el dolor de aquella persona que está abocada al destierro, al exilio por demanda externa, no voluntariamente. Me imaginé cómo serían las sensaciones de esta mujer después de haber vivido toda su vida por las calles de Sevilla, después de tener absolutamente todos sus recuerdos aquí, desde joven hasta adulta, e incluso anciana. Me pareció atractivo y llamativo intentar meterme en la piel de ese personaje, relatar un poco los eventos principales de su vida y, al mismo tiempo, mientras va al exilio, va perdiendo la cabeza, y su memoria vuelve a los recuerdos de Sevilla y piensa que regresan a la ciudad que la vio nacer.
M.G.- Me gustaría destacar que la atmósfera que se respira en estos cuentos tiene mucho de sensorial. Hay referencias a los colores, como en esa Carta a Theo. También encontramos sonidos como Petit Rat, como esas pisadas de las ratitas que la niña protagonista escucha, o ese tac tac en Esos días azules, que evoca ciertos sonidos. Es decir, recurres a los sentidos.
I.R.- Sí, efectivamente. Me gustaría que cuando el lector se enfrentara a estos relatos, le quedara una impresión, no solamente de texto escrito y plasmado sobre un papel, sino también que le quedaran en la memoria las imágenes. Normalmente juego bastante con los símbolos, con todo lo relacionado con los sentidos, como estás comentando. Creo que es una prosa que está muy relacionada con nuestra ciudad, muy barroca, donde lo sensorial, todo lo relacionado con la vista, el olfato o el oído es fundamental. Estamos acostumbrados a una cantidad de estímulos sensoriales que, en general, conforman un panorama de belleza absoluta en la mayoría de ocasiones. Y eso es algo que intento trasladar normalmente a los textos, es decir, que no se queden en la pura narratividad, sino que, gracias a esa sensorialidad, intenten acercarse, al menos un poco, a la parte más lírica, a la poesía.
M.G.- Y hablas mucho de duelo, pérdida, abusos, locura, dolor,... Escarbas en lo más oscuro del ser humano y, a veces, desde la mirada de la infancia, con lo cual el contraste es brutal.
I.R.- Sí. A mí, la figura de los niños siempre me ha parecido una figura bastante llamativa y muy productiva a nivel literario, porque la mirada del niño, por supuesto, nunca puede ser la de un adulto. Estamos acostumbrados a leer desde perspectivas semejantes a las nuestras. Creemos que poseemos la verdad absoluta, aunque eso sea algo que no puede existir de ninguna manera. Pensamos que podemos tener todo bajo control, que manejamos, tanto nuestro propio temperamento como nuestras relaciones con los demás, y nuestra manera de ver el mundo. Sin embargo, la visión de un niño me parece muy interesante porque es una visión, no diría distorsionada, pero sí es cierto que en ella se mezclan elementos que pertenecen a la realidad con otros elementos que pertenecen al ámbito de la ficción o de la imaginación. El niño siempre está jugando, descubre las cosas mediante el asombro, todo lo relacionado con lo lúdico. Y claro, cuando un niño se enfrenta a una situación de extrema dureza, como sucede en algunos de los textos de este libro, su perspectiva se ve todavía aún más radicalizada en este sentido.
Creo que el choque entre la infancia y el mundo adulto, que arrasa con toda la ingenuidad y la inocencia infantil, y que les llega demasiado pronto a estos niños, hace que la perspectiva del niño se vea todavía más enriquecida. El niño intenta digerir una realidad difícil que no puede entender por completo porque hay información que siempre le es ocultada, pero que, al mismo tiempo, sí es capaz de percibir determinadas cosas que hacen que él vaya completando su propia visión del mundo a partir de retazos o de retales de aquello que, de alguna manera, le están comunicando y al mismo tiempo, se le está dejando un poco velada.
M.G.- Hablabas antes de la tradición oral, por eso, en estos cuentos en los que hablas mucho de tu familia, me gusta verte casi como una juglaresa. Hay mucho de homenaje a tu familia en este libro, especialmente a tu bisabuela, como punto de partida de una generación vinculada al hecho de contar historias. ¿De qué manera influyen todas esas raíces a la hora de elegir una profesión, una trayectoria profesional?
I.R.- Para mí, las raíces siempre han sido algo fundamental. Soy una persona que está, valga la redundancia, muy arraigada, tanto a la tierra como a mi familia, y creo que eso ha sido algo esencial en mi formación, tanto personal como profesional. En el ámbito personal, por supuesto, siempre ha hecho que me interese mucho por las historias de mis antepasados, que valore mucho a las generaciones que han venido antes que la mía, que sienta que merecen un reconocimiento, como puede ser, por ejemplo, plasmar todas sus vivencias en un texto. No me gustaría que las experiencias de mis antepasados, simplemente porque ya no estén o porque ya sean ancianos, fueran consideradas como algo menor. Yo siento que tienen una importancia vital y es necesario reivindicarla, tanto en mi familia como en todas las otras familias. Al mismo tiempo, también ha sido muy determinante toda esta influencia familiar en lo que es la trayectoria profesional, porque mis padres y mis tíos son también profesores. Todos, de humanidades. Eso ha hecho que yo sea hoy también profesora de lengua y literatura, porque es algo que he visto desde niña, y que tenía muy claro prácticamente desde el principio.
Siempre me gustaron los cuentos, siempre me gustó la docencia, y es algo de lo que tengo la suerte de disfrutar cada día con los alumnos. Y bueno, también creo que ha influido en que yo haya decidido escribir, no sólo porque ellos sean filólogos, sino también porque la parte anterior de la familia, aunque no pudo estudiar, como mis abuelos, siempre sintieron pasión por todo lo relacionado con la música, con la poesía, los cuentos, las nanas,... Por eso me parece fundamental destacar el papel de la oralidad, porque todas esas personas, cada una con su aportación a lo largo del tiempo, ha hecho que yo hoy, después de conocer todas sus historias, me sienta muy agradecida por todo lo que ellos han contribuido en favor de las generaciones actuales. He querido seguir ese ejemplo y continuar con ese gusto por la literatura en todas sus vertientes.
M.G.- Volvamos a los cuentos. Tengo que confesarte que mi favorito es Oír el mar, en el que vamos a ver a un Lope de Vega totalmente desmadejado, al que casi ya no le importa el éxito de sus obras porque su interés está centrado en una persona que yo no conocía. Esta historia y este cuento a mí me ha fascinado, me ha encantado.
I.R.- Muchas gracias. Pues sí, efectivamente, este cuento trata de la relación de Lope de Vega con Marta de Nevares, que fue considerada, no sé si su último amor exactamente, pero, por lo menos, uno de sus últimos grandes amores. Sabemos que él tuvo muchísimos amoríos a lo largo de su vida, que tuvo una historia amorosa muy extensa. Desde la primera vez que oí esta historia, me gustó el personaje de Marta de Nevares, y me interesó cómo él consiguió, de alguna manera, una especie de redención de todo lo que había pecado, de toda esa ambición que había tenido, de todo el daño que había hecho. A través de este amor, mucho más puro y ya vivido en la madurez, él consiguió redimirse. Marta de Nevares era mucho más joven que él pero murió antes. Ella termina sus días sumida en la locura y en la ceguera. En este texto quería resaltar una faceta de Lope de Vega, a la que no estamos acostumbrados. Siempre se nos habla del amante, del poeta, del espectacular dramaturgo, pero quería mostrar esa otra faceta íntima, donde él encuentra, por primera vez, un amor sincero y desinteresado, por el que merece la pena darlo todo. Creo que esto es algo que no se ha tratado lo suficiente.
Al principio de este cuento, aparecen unos versos de José Hierro que hablan de esta historia de amor. Es un poema preciosísimo. Se llama Lope, la noche Marta. Recuerdo que, cuando lo escuché en la facultad, me conmovió absolutamente. Me sentí totalmente conmovida por la historia de este hombre que tanto mal había hecho en su vida, sobre todo, a las mujeres y a muchas familias. Y ahora, de repente, en la vejez, deja todo eso de lado, deja también de interesarse por el éxito literario y por el prestigio. Su vida da un vuelco y pasa a centrarse en lo que realmente importa, en ese último gran amor que supuso la figura de Marta de Nevares.
M.G.- Dos de los cuentos del volumen son más largos, rozando, casi, casi, la nouvelle. ¿Eso implica que estás haciendo pruebas para una narrativa más extensa?
I.R.- No lo sé todavía. Esos dos cuentos fueron pensados, desde el principio, con una estructura mucho más marcada y más concreta, que la mayoría de los que aparecen en Alcareva. Además, están divididos por partes. Es algo bastante significativo que refleja cómo un autor construye un texto, incluso cuando todavía es simplemente un esquema mental. A mí me gustan muchísimo las formas breves. Siempre las voy a reivindicar porque creo que es necesario y, en España, no se hace lo suficiente. Esa forma breve, con esa intensidad sobre la extensión, me parece algo hermoso en la mayoría de ocasiones. El cuento es un género muy bonito, muy interesante, porque, dentro de la condensación, permite también la profundización en el instante, en los detalles. En este sentido, se asemeja más a la poesía. Por eso, de momento, no me he enfrentado todavía a una novela. Creo que, por el estilo que tengo, más retórico, una novela extensa no iría acorde con mi forma de escribir. Sería demasiado cargante tanto para la escritora como para los lectores.
De todos modos, sí me interesa mucho la nouvelle, la novela breve, ese tipo de novelas que se basan en la interconexión entre distintos relatos, con algún motivo común. Eso es algo que sí me planteo en un futuro próximo. Una novela más extensa, más tradicional, no, -aunque nunca se sabe-, pero una nouvelle sí que me gustaría escribir algún día.
M.G.- Y como profesora de literatura en secundaria, tienes entre tus alumnos a los jóvenes. Algo que me preocupa bastante y sobre lo que me gustaría conocer tu punto de vista, dada tu profesión. ¿Cómo es la relación de los jóvenes con los libros, la literatura, la lectura?
I.R.- Es una relación bastante complicada, la verdad. No puedo mentir. Entiendo que, para ellos, que son una generación que ha nacido inmersa en el estímulo audiovisual y tecnológico constante, es muy difícil que se sientan atraídos por un texto escrito hace trescientos años o, en general, por un poema, que es lo que normalmente les suele costar más trabajo descifrar. Es algo totalmente comprensible porque es la marca que tiene esta generación. Un texto literario, que necesita una pausa, una reflexión, un estudio, un comentario, nunca les va a ofrecer el mismo placer instantáneo que le puede ofrecer un estímulo, como puede ser lo que proporciona Instagram, TikTok, o cualquiera de estas redes sociales. Cuando nos enfrentamos a un grupo de adolescentes, uno tiene que ser consciente de que existen unas limitaciones determinadas por las coordenadas temporales en las que han nacido. De todos modos, creo que se puede intentar enseñar literatura a partir de una identificación, normalmente emocional, entre los textos literarios y los alumnos porque, además, la adolescencia es una etapa en la que todos los sentimientos están a flor de piel. Ellos experimentan todo con una fuerza, con una crudeza con la que uno nunca vuelve a vivir la vida. Yo intento que ellos, cuando lean un texto literario, sean conscientes de que esas vivencias, esas experiencias que está presentando el autor, independientemente del siglo en el que está escrita la obra, tiene que ver con ellos. Pueden entender perfectamente todo lo que está relacionado con el amor, con la pérdida, con la ausencia, con la venganza,... A mí me importa mucho, cuando estoy dando clase, que ellos no vean el texto como si fuera algo muerto, algo que no tiene actualidad ninguna, sino que entiendan que, gracias a ellos, la literatura es capaz de acceder a una especie de vía de resurrección, por decirlo de alguna manera, y es capaz de obtener una nueva vida precisamente a través de esos nuevos ojos de generaciones jóvenes. Mediante esta identificación emocional con los textos de autores previos puede existir ese camino de ida y vuelta que es la literatura. Es decir, que no sólo se agote en la expresión del autor, sino que también la mirada del lector permita devolver ese texto al origen.
M.G.- Última pregunta, Irene. Antes lo mencionamos, que apareciste en la lista de la revista Granta, como una de los mejores narradores jóvenes en español. Entiendo que esto te ha dado ese impulso para ser más visible e imagino que te sentirás muy orgullosa por esa distinción, pero ¿tú sueles dar mucha importancia a este tipo de listas o, por el contrario, prefieres no pensar demasiado?
I.R.- Yo me siento muy agradecida porque Granta quisiera reconocerme, sobre todo porque era algo que no me esperaba en absoluto. Me llegó de repente. Fue mi familia la que me animó a presentar el libro, pero yo no lo habría imaginado nunca. Es algo por lo que voy a sentir siempre mucha gratitud. Pero es cierto que no soy de las personas que se fijan únicamente en los libros seleccionados por determinadas listas. Por supuesto, me fijo en ellos, pero también me fijo en los demás. Es decir, entiendo que dentro de esta lista podrían estar muchísimos otros escritores de una calidad literaria espectacular que, por un motivo u otro, no han entrado dentro de esta selección. De manera que yo entiendo que las listas, en general, son algo subjetivo en la mayoría de las ocasiones. Al final, un jurado también es humano, tiene sus preferencias, y ellos mismos resaltan siempre que hay muchos otros escritores que podrían estar perfectamente en la lista, aunque, por determinados motivos, pues no pudo ser. De Granta, simplemente puedo decir que, aparecer en la lista, me ha servido para tener un poco más de proyección en la esfera más pública porque siempre he sido una persona más independiente. Además, soy muy tímida, pero es verdad que me ha abierto muchas puertas en este sentido. Gracias a aparecer en esta lista, el libro anterior se ha podido reeditar varias veces y ahora he podido publicar con esta editorial maravillosa, como es Páginas de Espuma. Lo más probable es que, sin ese apoyo y ese impulso que me concedió Granta, habría sido muchísimo más complicado llegar a donde he llegado hoy.
M.G.- Pues felicidades por aparecer en esa lista. Irene, muchísimas gracias por este ratito de conversación y espero poder verte en otro momento.
I.R.- Muchas gracias.
Sinopsis: La alcaravea es una planta silvestre de flores pequeñas. Sus semillas tienen distintos usos que podrían replicar los cuentos de este libro:
Medicinal: en infusión, esta especia calma los cólicos infantiles (muchos son los niños que lloran aquí, a pesar de las nanas), pero, además, su uso tópico sirve para limpiar y cicatrizar heridas, sean las de madres derrotadas por la vida, las de un visir enamorado o las de un hermanastro tímido.
Culinario: un sabor, amargo y dulce a la vez, condimenta la mayoría de los relatos. En ellos, hay desolación y hasta horror en ocasiones, pero siempre se asoma la luz de la ternura que salva.
Relajante: su aroma, usado en aceites y lociones, tiene una cualidad tranquilizante que los protagonistas habrían agradecido.
Si aún les interesa conocer otras propiedades de Alcaravea, entren en sus páginas y descubran sus beneficios.
No solo de thrillers y novelas históricas vive el hombre. Cuando entras en una librería, se abre ante ti todo un mundo de posibilidades que se adaptan al tipo de lector que eres, al momento que vives, a tus circunstancias personales. Hay lectores que buscan lecturas llenas de experiencias y escritores que desean compartir las suyas a través de un libro. Es lo que le ocurre a Miguel Marín, a Migueli, como le llaman sus amigos. Creador del circuito español de cantautores, Miguel ha publicado Enamorao de la vida… aunque a veces duela, título del primer libro de este músico que publica con Ediciones Khaf. Pero, ¿quién es Miguel Marín?
Foto proporcionada por el autor
Migueli, además de cantante y compositor, ha sido profesor, educador, cuidador y voluntario incansable de mil causas sociales. También musicoterapeuta y counsellor. Su vida es un mosaico de experiencias, una auténtica canción contra el catastrofismo. Su música se ha hecho visible en infinidad de escenarios de Europa y América, tanto en grandes festivales como en pequeños locales, siempre llena de cercanía, compromiso y humor.
Enamorao de la vida… aunque a veces duela ofrece, en clave biográfica, un amplio conjunto de experiencias de una vida siempre al servicio de los demás. Se trata de un libro escrito con generosidad y alegría, la que proporciona el descubrimiento del otro como una parte de nosotros mismos. Por eso, este es un libro especialmente dedicado a aquellos que consideran que siempre hay un motivo especial para enamorarse de la vida, más allá del “rozamiento» que a veces nos produce.
Si le pidiéramos a Migueli que nos resumiera su libro brevemente, nos respondería que Enamorao de la vida recoge sus experiencias acompañando a gente que ha vivido situaciones complicadas. Este libro refleja «mi paso por comunidades, formas de vida realmente diferentes, eficientes y fantásticas. Mi amor por tanta gente diferente en valores, lugares, cultura,… etc». Pero Enamorao de la vida no es propiamente una biografía, aunque se basa en las situaciones interesantes, fuertes o divertidas que el autor ha vivido. El objetivo de este libro es compartir, sugerir y multiplicar experiencias y encuentros, con objeto de implementar cambios que mejoren nuestra vida. Y en ese proceso de cambio, la música juega un papel importante.«La música es un don para todas y todos. Y transforma porque llega mucho más hondo que las ideas, que la conversación. Llega a lo más profundo y nos lleva a lugares soñados, como el Amor, lugares donde nunca llegarán las palabras, las ideas, el pensamiento. Lugares que nos hacen crecer y renovarnos».
Aunque este es el primer libro que escribe, Miguel afirma que en su casa se leía mucho y siempre ha estado rodeado de libros. «Mantengo la curiosidad por lo que sale y siempre ando buscando poesía y teatro para leer con gente». Embarcado en diferentes proyectos, ha visitado los centros penitenciarios para hacer lecturas de obras como La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Feliz por haberse adentrado en el mundo de la escritura después de dieciséis discos, confiesa sentirse muy satisfecho con este libro, del que paso a dejaros su sinopsis.
Enamorao de la vida
Este es un libro escrito en primera persona, es decir, un libro que derrama vida a cada página. En él, el cantautor Migueli comparte una vida dedicada a los demás, al servicio de los que sufren, de aquellos que habitan las fronteras no siempre visibles de nuestra experiencia cotidiana.
Es también un libro lleno de música, con acordes alegres y otros menos divertidos, pero todo ellos, sin excepción, sembrados de energía, humor y buen rollo. Migueli dedica su vida a cuidar, y esa experiencia se transforma ante nuestros ojos en una partitura vital, emocionante e íntima a partes iguales.
Toda canción propone un viaje, y un viaje es también este libro. Un viaje a través de la vida de su autor, sí, pero también de las vidas de muchos que se cruzaron en su camino, y que desnudan ahora sus almas ante el lector.
Este libro es, en suma, una colección de radiografías de corazones atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, y que tantas veces no somos capaces de ver.