La última entrevista antes de que Lecturápolis se tome un respiro estival me trae aires de Cádiz. Vuelvo a sentarme de nuevo con Daniel Fopiani, el escritor gaditano al que conocí en 2017, cuando ganó el Premio Valencia Nova de Narrativa en Castellano que otorga la Institució Alfons el Magnànim por La carcoma. En esta entrevista, Fopiani confiesa que hoy día siente un poco de vergüenza al releer aquella historia, unos tímidos inicios que le abrieron las puertas a un sendero mucho más largo y luminoso. Está claro que este autor, sargento de Infantería de Marina, ha ido madurando literariamente con cada nueva novela. La última, El linaje de las estrellas que publica bajo el sello de Espasa, es una apuesta contundente, con una trama que pone sobre la mesa cuestiones de hondo calado.
Esta es la última entrevista de la temporada. Pero no será la última vez que lea a Daniel Fopiani. Con un poco de suerte, tampoco será la última vez que converse con él. Os dejo con nuestra charla de hace unas semanas.
Marisa G.- Daniel, un placer volverte a tener por aquí, por Sevilla. Qué gusto verte de nuevo y qué gusto verte con una nueva novela, con este linaje de las estrellas. Con la novela anterior ya tocaste el mundo militar, un mundo que vuelves a abordar de nuevo. Parece que ahí has encontrado una fuente de inspiración.
Daniel F.- Bueno, me siento muy cómodo hablando de lo que sé, de mi trabajo. De alguna manera es también una forma de compartir con mis lectores las experiencias que he ido adquiriendo a lo largo de más de quince años de servicio. La novela anterior, El corazón de los ahogados, era más militar que esta. En esa se trataba el tema de la inmigración ilegal, algo en lo que he trabajado durante más de nueve años. Sin embargo, en esta novela, lo militar no cobra tanto protagonismo. Pero lo que sí tenía claro es que quería utilizar la figura del capellán castrense como protagonista.
Cuando ingresé en las Fuerzas Armadas, con dieciocho años, yo pensaba que un capellán castrense era un cura, un sacerdote, un hombre que estaba siempre en soledad, orando. Pero los capellanes castrenses no son así. Son sacerdotes que, si nos destinan a Afganistán o a Irak, ellos vienen con nosotros. Además tienen adiestramiento militar y formación física. Es algo que a mí me llamó mucho la atención y era algo que tenía pendiente de utilizar en una de mis novelas. Es una manera de que la sociedad conozca un poco mejor nuestro trabajo, porque el mundo militar es muy hermético. Muy poca gente ha pisado un cuartel, por eso, hay un par de capítulos en el que describo cómo es el cuartel por dentro, cómo nos adiestramos. Disfruto haciendo esto y me consta que los lectores también lo disfrutan.
M.G.- Y vuelves a Cádiz. Fíjate que, entre tú y algunos otros autores, estáis convirtiéndola en una ciudad literaria. Me parece fantástico porque ya le tocaba. Además, la ciudad de Cádiz tiene mucha historia.
D.F.- Es una ciudad milenaria. Tiene un casco antiguo histórico precioso. Siempre digo que, los de Cádiz conocemos la fama que tiene la ciudad, con su sol, sus cervecitas en las terrazas, sus gambitas y su carnaval pero también conocemos la otra realidad, esa parte más oscura de la ciudad, con el paro, los barrios humildes, la pobreza,... Son claroscuros con los que podemos jugar. Son herramientas que nos permiten crear un thriller o una novela policíaca.
Al ubicar la acción en Cádiz también hablo de lo que sé. Cádiz es la ciudad que me ha visto crecer, conozco a su gente, conozco su idiosincrasia, sus calles,... Creo que el lector, sea de Cádiz o no, nota perfectamente que estoy escribiendo de lo que conozco. También me enorgullece saber que hay gente de otra parte de España que puede conocer Cádiz a través de mis novelas. Mucha gente me está diciendo que desconocía que existiera el Panteón de Marinos Ilustres, o el Real Observatorio de la Armada, que es el centro astronómico más importante de España, desde donde se difunde la hora que tenemos en nuestros teléfonos, nuestros relojes,... Me alegra difundir un poco esa cultura, esa riqueza de patrimonio que tenemos.
M.G.- Yo, desde luego, no sabía nada de eso. Tocaremos más adelante esos escenarios. Y hablaremos también de Ezequiel Expósito, ese páter castrense del que nos has hablado. Pero hay que decir que la novela arranca con el hallazgo de un cadáver que presenta unas peculiaridades muy concretas. ¿Cuáles son, Daniel?
D.F.- Pues aparece con una esvástica realizada con cortes en la zona abdominal, con la cuenca de un ojo vacía porque le han extirpado un ojo y, además, con una constelación grabada a fuego en la frente.
Durante el proceso de documentación descubrí que los nazis estaban obsesionados tanto con la astrología como con el ocultismo, llegando a crear sociedades que dependían directamente de la SS. Estas sociedades hacían expediciones por todo el planeta, con el objeto de encontrar el origen real de la raza aria. En la novela se habla de una de esas sociedades, Las mujeres de Vril, que estaban obsesionadas con la estrella Aldebarán, en la constelación de Tauro. El día que fui a documentarme al Observatorio Real de la Armada, que cuenta con una de las bibliotecas científicas más importantes del país, descubrí que tenían un ejemplar del Atlas Coelestis, un volumen único, y estaba abierto justamente por la constelación de Tauro, con la estrella Aldebarán, que es la que más brilla de todas, la misma estrella con la que estaban obsesionadas Las mujeres de Vril. En ese momento me di cuenta de que tenía ante mí la trama perfecta para el thriller que tenía en mente. Fue justo ahí donde me vino la inspiración.
M.G.- Es decir, que llegas de casualidad.
D.F.- Bueno, pero para llegar de casualidad hay que trabajar y tienes que tener la intención de escribir algo. Yo quería a un capellán castrense como protagonista. Los capellanes castrenses ofician misa en el Panteón de Marinos Ilustres, así que, lo primero que hago es ir allí a documentarme.
Soy muy fanático de la física teórica, de la física de partículas y me apetecía crear esa dualidad en un sacerdote, que fuera físico, que los hay, como el sacerdote Lemaitre, padre de la teoría del Big Bang. Quería a un sacerdote con dudas, con la mente abierta, como para poder explicar algunas cosas desde el punto de vista religioso, de la fe, de la espiritualidad, y otras, desde la ciencia y la razón.
El segundo lugar que visito para documentarme es el Observatorio Real de la Armada. Allí descubro el atlas que te comento. Y siempre digo, a día de hoy, tenemos muchas facilidades para documentarnos. Contamos con internet, donde podemos buscar y encontrar todo, pero a mí, lo que siempre me ha servido mucho es acercarme a la gente, a personas especializadas en la temática sobre la que quiero escribir, o ir a ver con mis propios ojos los edificios o los lugares donde quiero ambientar la trama. Así siempre surgen ideas nuevas. Si no hubiera buscado el Real Observatorio por internet nunca hubiese visto el atlas abierto por esa página en concreto.
M.G.- Pero esos lugares no se pueden visitar, ¿o sí?
D.F.- Sí, se pueden visitar. El Panteón de Marinos Ilustres cuenta con un guía, que aparece en la novela, con nombre y apellido. Y con respecto al Real Observatorio de la Armada, su bibliotecario, que también aparece con nombre y apellido, hace rutas y nos enseña los libros que hay allí.
M.G.- Hablaremos de esos lugares en un momento. Pero, hay que decir que, ese asesinato que ocurre en el Panteón de Marinos ilustres conecta con una trama del pasado, con Alemania, con el Tercer Reich, y el hallazgo de una reliquia que se encuentra en el Tíbet. En la novela nos hablas de la Ahnenerbe, esa sociedad de investigación y enseñanza sobre la herencia ancestral, que tenía un propósito muy concreto, encontrar el origen de la raza aria.
D.F.- Exacto. Y hacían expediciones por todo el planeta. Estuvieron aquí, en España, concretamente en Montserrat, buscando el Santo Grial. También estuvieron en las islas de Gran Canaria, porque pensaban que eran parte de los restos de la Atlántida, de ese continente perdido. Creían que los canarios, con sus ojos claros y el cabello rubio, podían aproximarse al origen de la raza aria. Y luego, también estuvieron en el Tíbet. Es ahí donde se inicia la novela y es ahí donde hallaron una estatuilla, el Hombre de Hierro. Me llamó enormemente la atención saber que esa estatuilla está esculpida en un meteorito que aterrizó hace 15000 años en el este de Siberia. Aquella figura pasó automáticamente a la colección de reliquias sagradas o de objetos de poder del imperio alemán. Ellos pensaban que ese tipo de objetos les daría ventaja para ganar la Segunda Guerra Mundial.
M.G.- Una reliquia que, además, cuenta con un detalle muy curioso. Una esvástica.
D.F.- Sí. Tiene una esvástica rotada a 45 grados en el abdomen. Es la misma esvástica que vamos a encontrar en el abdomen del cadáver que aparecerá en el Panteón de Marinos Ilustres.
M.G.- Antes has dicho que los nazis estaban muy obsesionados con el ocultismo y desconocía la existencia de Las mujeres de Vril. ¿Qué papel jugaban esas mujeres en el Tercer Reich?
D.F.- Eran un grupo de mujeres que se dejaban crecer la melena porque pensaban que así tenían mejor conexión con las estrellas. Probablemente fuera un grupo muy aislado, que dependía directamente de la Ahnenerbe. No fueron su mano derecha, pero sí llegaron a estar muy cerca de Himmler, el fundador de la SS. Se supone que estas mujeres, al tener contacto con seres de otros planetas, tenían información privilegiada y acceso a tecnología avanzada que por entonces se desconocía por completo. De hecho, no es difícil encontrar algunos bocetos de la Alemania nazi, que muestran ovnis u objetos voladores. Todo esto viene de la mano de la Sociedad Vril que, al recibir información, se la pasaban directamente al ejército alemán.
M.G.- Qué curioso.
D.F.- Es curioso y, a veces, resulta poco creíble porque parece sacado de una novela de ciencia ficción, de fantasía,... Pero de esto hace menos de ochenta años. El año que viene es el ochenta aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que planteo en esta novela es qué ocurriría si los grupos de extrema derecha de hoy día siguieran con el pensamiento de la Alemania nazi. Además, juego con la baza de que en Cádiz hubo una gran presencia nazi. Allí hay una playa que se llama Playa de los Alemanes,...
M.G.- Magnífica, por cierto.
D.F.- Preciosa. Hace unos años tuve la suerte de conocer a Wayne Jamison, un periodista especializado en la presencia nazi en la provincia de Cádiz. Él publicó un libro titulado Esvásticas en el sur. Después de leer ese libro me senté con él para resolver todas las dudas que tenía. Yo no quería plantear que hubiese presencia nazi en la provincia de Cádiz sin que eso fuera correcto históricamente. Pero parece ser que es algo que está documentado, que, durante la Segunda Guerra Mundial, tanto el Estrecho como Algeciras eran puntos muy calientes, y por esas aguas recalaban submarinos alemanes. Atracaban allí para abastecerse o para repostar. Después de la guerra, en su huida, Algeciras y toda la provincia de Cádiz se convirtieron en un refugio. Así que tenía las herramientas perfectas con las que me cuadraba todo. Pero, insisto, para que cuadre, uno tiene que indagar, tiene que buscar,...
M.G.- Sí, porque las cosas no vienen regaladas.
D.F.- Exacto.
M.G.- Bueno Daniel, en esta novela tocas varios temas. Ya has mencionado que te gusta mucho la ciencia, y tocas el universo, la astrología, el nazismo, el rechazo a los inmigrantes... Concretamente, ciencia y religión, son temas que te interesan.
D.F.- Sí. Son temas que siempre me han gustado. Como digo, me apetecía reflexionar sobre la ciencia y la religión, como cuestiones que no siempre han estado tan separados o no siempre tan enfrentados. He querido jugar con todos esos conceptos, con la realidad, el universo, las estrellas,... Todos venimos de ese polvo de estrellas, independientemente de la nacionalidad que tengas, independientemente de la religión que profeses o a la que sacrifiques tu vida. Es una idea que ya adelanté un poco en El corazón de los ahogados. Todos somos hijos de la Tierra y todos pertenecemos o venimos del mismo sitio. Es un mensaje que sigue estando en este libro.
En El linaje de las estrellas vamos a ver cómo el sacerdote, además de dedicar toda su vida a la religión, al magisterio de la Iglesia, es licenciado en física de partículas, en física teórica. Sus estudios los inducen a generar más dualidad o fomentar la lucha interior a la hora de explicar el porqué de las cosas. Ese monólogo interior se irá incrementando al descubrir que se ha cometido un asesinato en el lugar donde es párroco oficial, al verse empujado a descubrir lo que ha ocurrido. Ahí empezará a estrechar lazos con la madre de la víctima. Se producirá un cierto acercamiento a medida que vaya avanzando la trama. Al final, el páter se sumirá en un dilema moral que también me apetecía desarrollar en la novela.
M.G.- Hablemos de los personajes. Ezequiel es ese páter que comentas. Es un hombre que se acerca a los débiles porque él también tiene un pasado que, en cierto modo, lo lastra un poco.
D.F.- Ezequiel se apellida Expósito. Ese es el apellido que les ponían a los niños que aparecían en las casas de cuna, o de los que se desconocía quiénes eran sus padres o de qué familia venían. Ezequiel fue un niño huérfano, que se crio en una casa cuna de Sevilla, por cierto, muy vinculada con la Iglesia. Quizá, con ese impulso, él inició ya su trabajo, su carrera dentro de la Iglesia. El dolor y la sensación de abandono lo va a perseguir a lo largo de toda su vida. Es algo que vamos a ver en varias escenas de la novela. Ezequiel va a tener una compasión especial por Natalia, la madre del soldado brutalmente asesinado, al ver que la mujer pasa por tanto dolor, por tanto sufrimiento, y estar tan sola.
Has comentado que también trato la injusticia o las desigualdades que suele haber con los extranjeros, con los migrantes o inmigrantes. Es algo que trabajé con mucha más profundidad en mi novela anterior, aunque en esta también sigue estando presente.
M.G.- ¿Y Natalia?
D.F.- Natalia es una venezolana que abandonó su país para encontrar mayores oportunidades en España, pero aquí se ve sin familia. Está prácticamente sola. Terminó enamorándose de un hombre con el que no le fueron muy bien las cosas, del que, si te apetece, también podemos hablar. Tras la muerte de su hijo, se ve sola. Ezequiel se compadece de ella y siente la necesidad de ayudarla. Quiere hacer todo lo que esté en su mano para aliviar su dolor, ese sufrimiento tan atroz que la está atormentando.
En esta novela no me valgo tanto del sensacionalismo de los crímenes aunque sí creo que es una de mis novelas más duras. Sobre todo, por ese dolor de la madre, que se transmite constantemente. Es uno de los puntos que más me ha costado a la hora de escribir, el ponerme en la papel de una madre que acaba de perder a su hijo. Cuando hablamos de un soldado que ha fallecido, automáticamente mucha gente piensa en un hombre adulto, aguerrido, apuesto pero cuando yo entré en la Armada tenía dieciocho años recién cumplidos. Era un niño. Ahora, con unas cuantas canas más, cuando veo entrar a los que ingresan en las Fuerzas Armadas, lo que veo son niños a los que todavía les queda mucho por madurar. Madurarán haciendo la mili y así es la víctima de esta novela, un niño de dieciocho años.
M.G.- Roberto es el padre del soldado fallecido, la expareja de Natalia. Ese es el personaje que has mencionado. Es un personaje al que veremos evolucionar. Al principio, lo vamos a ver de un modo pero luego...
D.F.- De primeras, Roberto no va a caer bien. Es una persona que no ha sabido tomar buenas decisiones en su vida. No es muy inteligente. Desde el principio, vamos a ver que se dedica al trapicheo con drogas. Fue denunciado por malos trato por parte de Natalia. Sin embargo, muchos lectores me han dicho que, después de leer la novela, es uno de los personajes que más ha gustado. Me dicen que les parece el más real. De alguna manera, Roberto es un personaje que está inspirado en esas familias humildes o esos barrios más bajos de Jerez, de San Fernando, de Cádiz,..., o de cualquier otra ciudad que conozcamos. Podremos intuir que está siendo utilizado por la abogada que lo defendió en su primer juicio, pero, a medida que se va desenvolviendo la trama, vamos a ver que hay cierta evolución en él y que hay cierto descubrimiento interior en Roberto. Es un personaje que he disfrutado mucho a la hora de escribirlo porque, como digo, es muy real, muy actual.
M.G.- Hay muchos más personajes. Tenemos a Lorenzo, el juez instructor el caso, totalmente volcado en su trabajo, algo que le traerá problemas. Y luego está Jesús.
D.F.- Sí, Jesusito, que me sirve precisamente para hacer que el lector se relaje y para meter ese toque de comedia o humor que yo introduzco en cada una de mis novelas. Vamos a ver sufrimiento y dolor continuo, por parte de la madre de la víctima, pero Jesusito, de alguna manera, rompe con ese sufrimiento extremo. Jesús es un personaje con el que me lo he pasado muy bien. Es una persona que ha dedicado la mayor parte de su vida a los videojuegos. Apenas sale de su habitación. Es también un personaje muy real, como todos esos niños, esas nuevas generaciones que se encierran en sus casas. De hecho, en Japón, hay una auténtica epidemia de niños que sólo viven en su habitación, jugando a videojuegos. Incluso lo pasan mal cuando se ven en zonas exteriores. Me apetecía un poco reflexionar sobre lo que estamos viviendo, con la tecnología, los videojuegos, los podcast, y las redes sociales muy presente.
Y Lorenzo es la parte más judicial o más policial que vamos a ver en El linaje de las estrellas. Lorenzo es el juez que instruye el caso de la muerte de David Lucero, el soldado fallecido en el Panteón de Marinos Ilustres. Me sirve para mostrar al lector esa parte de la instrucción de un caso. En los primeros capítulos coloco un informe forense o actas judiciales, o explico cómo es el proceso del levantamiento de un cadáver. En este sentido, tengo la suerte de estar asesorado por dos de mis mejores amigos, dos guardias civiles. Uno de ellos, en concreto, es sargento de la Guardia Civil y está encuadrado en la policía judicial, en una unidad de investigación. A golpe de teléfono o con un café de por medio, puedo resolver las dudas que se me plantean sobre los procedimientos, tanto policiales como judiciales. Lorenzo será quién mantenga el eje central de la investigación porque, por otro lado, Ezequiel hará sus propias pesquisas.
M.G.- Efectivamente, Ezequiel se va a interesar por la muerte de este chico que aparece muerto en el panteón, pero no hemos dicho exactamente dónde aparece. Será dentro de un estanque que hay en el interior del edificio. Me he quedado alucinada.
D.F.- ¿Lo has buscado por internet?
M.G.- Sí, sí.
D.F.- El cenotafio es la sala más impactante y más emotiva de todo el panteón. Es una especie de estanque, como bien comentas, que contiene agua de todos los océanos del mundo y que, de alguna manera, pues sirve para rendir homenaje a todos aquellos que han perdido la vida por España. Y me parecía un lugar fantástico para que, en ese estanque, apareciese flotando el cadáver que va a dar inicio a esta novela.
M.G.- La fotografía que vi me pareció impactante. Y Daniel, has comentado que introduces informes judiciales, actas, pero también hay dibujos, tablas, mensajes de WhatsApp, códigos de QR,... Todo es muy dinámico.
D.F.- Mira, en esta novela me ha pasado una cosa. A medida que iba escribiendo capítulos fui dándome cuenta de que todos mis personajes eran dependientes del teléfono móvil. El sacerdote tiene teléfono móvil. Natalia tiene teléfono móvil. La policía o la unidad investigadora se comunica a través de correos electrónicos y de whatsapp. Entendí que estaba haciendo un retrato de la sociedad sin darme cuenta porque todos y cada uno de nosotros somos prácticamente dependientes del teléfono móvil. Así que, una vez que descubro esto, aprovecho para hacer una crítica sobre la capacidad de atención que estamos perdiendo por culpa de los teléfonos móviles. Y no es sólo un problema de las nuevas generaciones. Me considero una persona adulta y me he dado cuenta que, si por ejemplo, estoy leyendo un libro, cada vez que acabo un capítulo tengo el vicio de mirar el móvil. Eso nos pasa a todos hoy pero es algo que no nos pasaba hace tres o cinco años. Miramos el móvil, y si vemos que no tenemos nada, caben dos opciones: o nos olvidamos del móvil o caemos en el error de entrar en ese bucle infinito de la información. Son temas que he querido tratar en El linaje de las estrellas. Y siempre hablamos de lo mismo. Está bien que haya una trama que atrape y mantenga al lector enganchado pero, por otro lado, hay que hablar de muchas otras cosas que nos está pasando como sociedad. Hay que hacer crítica y, de alguna manera, hacer reflexionar a los lectores para ver si así podemos cambiar algo, aunque sea durante unos días. Por ejemplo, con esto que te comento del móvil.
M.G.- ¿Podríamos decir que esta es tu novela más compleja?
D.F.- Yo diría que sí, claro. Y quiero que la siguiente aún lo sea más.
M.G.- Pues sí que te vas a complicar.
D.F.- A ver, por complejo se puede entender una trama enrevesada y, quizá, no voy tanto por ahí. Lo que quiero es superarme con cada novela, en el sentido de que la narrativa sea mejor o haya una mejor literatura. Eso es lo que siempre me ha obsesionado. Cuanto tengo que estructurar la novela me lo paso muy bien. Me pongo mi pizarrita, voy creando personajes, y voy haciendo conexiones. La fase de la documentación también es una parte que disfruto mucho pero lo que realmente me frena es el proceso de escritura. Quiero hacer de Daniel Fopiani una voz que se identifique, tener una voz propia, que es lo más difícil para un escritor. Pero es cierto que cada vez me voy viendo un poco más cómodo, voy entendiendo dónde meter una metáfora o dónde yo entiendo que debe estar, dónde hacer una comparación, un juego narrativo, dónde romper la estructura. Eso es lo que realmente disfruto de la escritura de un libro pero, ¿qué ocurre? Pues que es lo que más me frena.
M.G.- Te entiendo. Pues últimas dos preguntas, Daniel. Por un lado, ¿qué evolución has notado desde La carcoma?
D.F.- Noto un salto, como digo, en la narrativa y en la manera de contar. Lo que no ha cambiado son las ganas de seguir aprendiendo y las ganas de seguir depurando. Muchos, cuando comenzamos, pensamos que, si alcanzamos éxito editorial, ya no queda nada más que hacer, sino simplemente seguir publicando novelas y vivir del cuento, por decirlo de una manera rápida. La carcoma es una novela de la que yo, a veces, siento un poco de vergüenza, aunque hay muchos lectores que me dicen que es la que más les gusta. Pero esa novela la escribí con veintidós años. Ahora siento que escribo mucho mejor. Es una novela de la que me siento muy orgulloso pero considero que las que vinieron después están mucho mejor escritas. La melodía de la oscuridad fue la primera que publiqué con el grupo Planeta, sin desmerecer ninguna de las otras editoriales. Pero yo nunca sentí que ya estaba el camino hecho, sino todo lo contrario. Pensé que, si había escrito esa novela y la había comprado una gran editorial, tenía que hacer cosas mejores para que mis lectores vieran que seguía trabajando, que me lo tomo en serio. Quiero ser un escritor de verdad y no un escritor superventas. Vender está muy bien. La primera edición de esta novela se agotó en veinticuatro horas. Eso se lo debo a la generosidad y a la amabilidad de mis lectores, a los que han leído mis anteriores novelas. Y luego, el boca a boca ha conseguido que otros nuevos lectores se hayan sumado. Todo eso está muy bien y me hace muy feliz pero yo no empecé a dormir tranquilo hasta que, dos o tres días después de publicar El linaje de las estrellas empecé a recibir las primeras opiniones. Es algo que me pasa con todas las novelas. Cuando algunos lectores me empezaron a decir que la novela estaba de maravilla, que estaba muy bien escrita, que la trama gustaba... ahí fue cuando me tranquilicé. Entonces me dije que el trabajo ya estaba hecho y que ahora tocaba disfrutar de la promoción, de hablar con la prensa,... Las ventas no es que no me importen, pero lo que realmente me quita el sueño es saber que estoy haciendo bien mi trabajo.
M.G.- ¿Y cómo otros autores y amigos te ves dejando el trabajo, dejando el ejército, para dedicarte únicamente a escribir?
D.F.- No voy a negar que eso sea un sueño. Es un futuro que me gustaría alcanzar. No obstante, considero que, en la actualidad, tengo un trabajo bastante bueno. Ahora mismo me encuentro destinado en Madrid y puedo compaginar perfectamente el mundo de la escritura con el ámbito militar. Soy militar desde los dieciocho años. Empecé a escribir con quince o dieciséis. Ambos oficios han estado presentes siempre a lo largo de mi vida y no me importaría imaginar un futuro en el que ambos oficios siguieran presentes. Hay veces que me imagino dedicándome únicamente a la literatura, despertándome por la mañana, haciéndome un café en casa, y poniéndome a escribir. Y otra veces me imagino estando de misión, desplegado en zona de operaciones, escribiendo en una libreta. No sabría decirte. Ambas opciones son buenas. No sé qué ocurrirá en el futuro. Lo que sí es cierto es que mis condiciones laborales ahora mismo son muy buenas y estoy muy contento con los dos trabajos.
M.G.- Pues Daniel, un placer volverte a ver con otra novela. Y espero verte con la siguiente.
D.F.- En un par de añitos, que es lo que tardo.
M.G.- En un par de años, sí. Gracias.
D.F.- A ti.
Ya sabes que me encantó la novela. Todas las novelas de Daniel Fopiani me han gustado mucho. La carcoma me pareció una fantástica opera prima y supe que era un escritor que tenía mucho que decir como ha demostrado sobradamente con sus tres novelas posteriores y estoy segura de que demostrará con las que han de venir.
ResponderEliminarMagnífica entrevista para cerrar la temporada.
Un beso.