viernes, 28 de junio de 2024

LA DAMA DE LA CARTUJA de Inma Aguilera

Editorial: Ediciones B
Fecha publicación: mayo, 2024
Precio: 21,75 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 512
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN:9788466678674
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Inma Aguilera (Málaga, 1991) es doctora en Educación y Comunicación social. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Málaga y cursó el máster de Radio de RTVE en la Universidad Complutense de Madrid. De regreso a su ciudad natal se especializó en locución y doblaje, poniendo voz a documentales y audiolibros. Actualmente compagina la docencia y la investigación con la escritura y la ilustración.

En 2016 recibió el XXI Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla por la obra El aleteo de la mariposa y, cuatro años más tarde, recibió una mención especial en el VIII Premio Internacional HQÑ por El excéntrico señor Dennet. También ha sido galardonada en varios certámenes de cómic y ha publicado diversos trabajos académicos.

Con La dama de La Cartuja inaugura una nueva etapa en su carrera literaria, postulándose como uno de los nombres más prometedores del panorama editorial en nuestro país.

Sinopsis

Sevilla, 1902. Una joven británica llega sola a la ciudad. Lleva consigo un antiguo plato exquisitamente pintado a mano. Podría ser la clave para resolver un misterio familiar ligado a La Cartuja, la prestigiosa fábrica donde se producen, desde hace décadas, las delicadas vajillas que adornan las mesas más elegantes del continente.

UNA ESTIRPE DE MUJERES ARTESANAS EN LA SEVILLA DEL SIGLO XIX

Siguiendo los pasos de la protagonista, esta apasionante novela nos hará viajar a mediados del siglo XIX para descubrir la historia de una estirpe de alfareras del barrio de Triana. El talento de estas artesanas llamará la atención de los marqueses de Pickman, los propietarios de la fábrica, y marcará sus destinos para siempre.

UN LEGADO INOLVIDABLE QUE LLEGARÁ HASTA NUESTROS DÍAS

Desde los talleres de cerámica de la época hasta los ambientes de la aristocracia sevillana, Inma Aguilera nos traslada a un mundo marcado por las diferencias de clase y los amores imposibles. Un relato envolvente y evocador en el que tres mujeres muy distintas se enfrentarán a los prejuicios de su tiempo para crear un legado inolvidable.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Hay novelas que, inexorablemente, permanecen en la memoria. No importa el tiempo que pase, lo mucho que leas o las vueltas que dé tu vida, porque sabes que no olvidarás jamás esa historia. Son esas novelas con las que tenemos alguna vinculación especial, esas que tienen un personaje que te recuerda a alguien, con el que compartes alguna afinidad, o esas otras, cuya acción transcurre en tu ciudad, que hablan de algún edificio singular que conoces bien. Es lo que me ha ocurrido con La dama de La Cartuja, la nueva novela de Inma Aguilera, que publica con Ediciones B, y que tuve el gusto de presentar, acompañando a su autora, a finales de mayo .




Lo dije en aquel acto y lo digo ahora. Leer La dama de La Cartuja ha sido una experiencia entrañable y es que, lo mire por donde lo mire, mi conexión con esta novela es brutal.

Para empezar, os diré que conocí a Inma Aguilera en 2016, cuando el día 23 de junio ganó el XXI Premio de Novela Joven Ateneo de Sevilla con El aleteo de la mariposa y que, posteriormente, publicó Algaida Editores. Tuve la suerte de estar presente en el Patio de la Montería de los Reales Alcázares de Sevilla aquella noche, donde tenía lugar el acto, y os aseguro que fue muy emocionante ver a un joven autora de veinticuatro años, oriunda de Málaga, recoger aquel premio. Desde entonces, la he seguido por redes sociales.

Pero si digo que la lectura de La dama de La Cartuja ha sido muy especial se debe a que los escenarios están muy vinculados con mi vida. No me refiero únicamente a la ciudad de Sevilla, donde transcurrirá prácticamente toda la novela, sino que hago alusión a unos espacios muy concretos de esta ciudad, como un antiguo monasterio que conozco perfectamente, pues no en balde trabajé en él durante los seis meses que duró la Expo'92. Aquel complejo formado por varias edificaciones acogió entonces la exposición Arte y Cultura en torno a 1492. Más de trescientas piezas fueron allí expuestas, destacando, entre muchas, algún Leonardo da Vinci, algún Miguel Ángel, un Botticeli o un Berruguete, así como la tienda de campaña del Emperador Carlos V, decorada con motivos otomanos que impresionada por su tamaño. Muchos de los lugares que se nombran en la novela, dentro o fuera del recinto, como los templetes de Santa Justa y Rufina o el de Santa Ana que encontramos en los jardines, son los espacios por los que yo paseaba aquellos seis meses.


«Tanto el templete arabesco en honor a las santas Justa y Rufina como el neogótico de santa Ana habían sido reformados por el maestro don Juan Lizasoain y los habían convertido en pabellones de recreo». [pág. 386]


Y el segundo lugar es una estrecha calle adoquinada, a lo largo de la cual se erigían humildes viviendas, patios de vecinos o antiguos corrales, que hoy se están rehabilitando, alcanzando unos desorbitados precios de venta. Esa calle es mi calle, la vía a la que me mudé mucho antes de que el plan inmobiliario pasara por encarecer tantísimo la vivienda, y convirtiera la mayoría de los inmuebles en pisos turísticos. Pero volviendo a lo que nos atañe, os contaré un poco qué podéis encontrar en esta novela.

La dama de La Cartuja se articula sobre tres hilos narrativos y la acción gira alrededor de tres mujeres. Ahí va un pequeño esquema:

* Año 1851. Felisa es una joven que quedó huérfana siendo un bebé, pues su madre murió en el parto y su padre se desentendió de ella. Así que fue acogida por don Saturnino, un alfarero que le enseñó el oficio y la trató como a una hija. Tan agradecida está la muchacha que su máxima preocupación es resultar útil y generar ingresos para el taller. Y es que Felisa parece haber nacido para moldear el barro y darle forma.


«Felisa siempre había sido hábil con las manos, esculpir y pintar la relajaban, aunque nunca creyó que el suyo fuera un talento verdadero, porque lo que se le daba realmente bien era la réplica. De hecho, muchos oficiales la consideraban una virtuosa de la copia». [pág. 50-51]


* Año 1870. Macarena es una joven doncella en la casa de los marqueses de Corbones, una familia de rancio abolengo. A la joven le puede su temperamento. Es impulsiva y siempre dice lo que piensa. Así que actúa en consonancia. A raíz de un altercado, su trabajo en casa de los marqueses le durará poco, y opta por regresar a su hogar, al taller de cerámica Montalván de Triana, regentado por sus tías, Justa y Sagrario.


«Soy Macarena, del taller de cerámica Montalván de Triana, crecí entre alfareros y mi madre trabajó en la fábrica de La Cartuja, por lo que sé de buena mano el esfuerzo que hay tras cada pieza de loza». [pág. 27]



* Año 1902. Trinidad Laredo es una joven de 18 años que llega a Sevilla desde Liverpool con un propósito, buscar sus orígenes. Su objetivo principal es mantener una entrevista con doña María de las Cuevas, máxima accionista de la fábrica de loza y cerámica de La Cartuja, para que le resuelva ciertas dudas. ¿Por qué necesita hablar con ella? ¿Quizá para enseñarle lo que lleva en la maleta? Y es que Trinidad no ha venido sola. En su valija porta un objeto que protege casi con su vida, un legado que la conecta directamente con su familia y con los secretos que siempre le han sido ocultados.


Estos tres hilos argumentales no van a confluir en ningún momento del relato, como sí ocurre en otras novelas, y no lo harán porque, como veis, ocurren en tres momentos distintos de la historia. No obstante, sí veremos cómo la vida de estas tres mujeres se desarrolla de forma paralela y, de un modo u otro, estas tres mujeres acabarán pisando los terrenos sobre los que se erigió la fábrica de cerámica más famosa de Sevilla, La Cartuja. Por lo tanto, y casi como otro personaje más, esa industria será el nexo de unión de todas ellas. 

La vida de Felisa, Macarena y, en cierto modo, la de Trinidad estarán caracterizadas por la desdicha. No se trata de que su paso por este mundo sea únicamente un calvario, pues también tendrán sus momentos de felicidad, cuando el amor se les cruce en el camino. Sin embargo, todos sabemos que el amor va y viene, que la entrega no siempre significa correspondencia, que, en ocasiones, hay que luchar contra el destino para vencer, y que el amor duele.

Estamos ante una novela trenzada por los tres cabos que conforman estas tres mujeres, y que nos permitirá viajar en el tiempo, para pasear por las calles de Sevilla, en ese siglo XIX y principios del XX.  Tal y como nos contó Inma Aguilera en la presentación, se podría decir que el germen de esta novela nació precisamente la noche en la que ella recogió el Premio Ateneo Joven en esta ciudad, y con esta novela inicia una nueva andadura literaria, alejándose de la fantasía y la ciencia ficción, géneros que han caracterizado lo que la autora malagueña había escrito hasta ahora.

Qué me ha gustado de la novela

Ya os lo decía antes, mantengo una conexión muy directa con los escenarios principales de esta novela y eso ha conseguido que me integre con mucha más facilidad en la trama. 

La fábrica de cerámica y loza, denominada La Cartuja, se ubicó en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, sito hoy dentro del recinto que albergó la Exposición Universal de Sevilla en el año 92. Como dije antes, aquel edificio acogió una exposición importantísima, epicentro de la muestra internacional, y allí pasé aquellos seis meses. Y, aunque lo que vemos hoy ha variado mucho de lo que era antaño, he podido reconocer muchos de los rincones de este edificio, que Inma Aguilera describe en la novela.

Y no queda ahí la cosa, sino que, la calle adoquinada que menciono más arriba es la calle Alfarería, en el barrio de Triana, mi calle, una vía que no parece propia de una ciudad, sino de un pueblo, con edificios de baja altura, fachadas encaladas y aceras estrechas. Aunque, con tanta explotación inmobiliaria, su idiosincrasia está cambiando mucho. En esta calle, se congregaban en el siglo pasado todos los alfareros de Sevilla. De ahí, su nombre. A lo largo de la vía se iban distribuyendo los distintos talleres de alfarería, en los que se hacía un trabajo artesanal. De la vida alfarera de la calle quedan aún muchos vestigios, como las fachadas de algunos inmuebles que, imagino que por ser declarados bien de interés cultural, permanecen inalterables, aunque su interior sí haya sufrido sustanciales modificaciones. Uno de esos edificios es el taller Montalván, el que regenten las tías de Macarena, y que tendrá un papel primordial en esta novela.





Yo paso cada día, en varias ocasiones, por delante de la puerta de ese edificio y, aunque alguna vez me he parado a contemplarlo, lo cierto es que nunca le he prestado especial atención. Ya sabéis que las prisas del mundo en el que vivimos, no nos deja contemplar lo que nos rodea y ha sido ahora, con la lectura de La dama de La Cartuja, cuando he querido fijarme en los detalles, en esas paredes llenas de vistosos azulejos de diversos colores. En esta calle, si no me equivoco, ya no quedan nada más que un par de talleres. En su lugar, sí que hay bastantes tiendas de cerámica que son un reclamo fantástico para los turistas.

Pero, más allá de los escenarios, la novela me ha resultado especialmente interesante por abordar la industria de la cerámica y la loza que es tan conocida en el barrio de Triana. Y, más concretamente, por poner el foco de atención en la labor de La Cartuja. Recuerdo perfectamente cómo mi madre hablaba con admiración de las vajillas de La Cartuja. Para las mujeres de su generación, tener alguna pieza de cerámica de esa fábrica era un signo de distinción, una pequeña joya que exponer a la vista de todo el vecindario. Sin abrumar, Inma Aguilera nos da suficientes detalles sobre cómo se fabricaban la piezas en aquella fábrica y las técnicas que se empleaban para que el resultado fuera perfecto.

He disfrutado muchísimo de la trama de esta novela, que tiene un cierto carácter costumbrista, a la que no le faltan giros y sorpresas. A lo largo de sus páginas acompañaremos a esas tres mujeres en su transitar por la vida. Son mujeres humildes, de familias sencillas, que terminarán por recalar en la fábrica de loza, donde tratarán no solo con el resto de operarios sino con otras personas de clase social más alta, y que ocupan cargos más importantes. 

Los personajes

La autora construye una galería de personajes sólidos, con una personalidad fuerte y bien definida. Durante la presentación, le pregunté por las tres mujeres protagonistas y nos contó que el número tres tiene mucha importancia en la novela. Pero, ¿cómo son estas mujeres?

* Felisa. Una mujer que se guarda sus sentimientos. Como mencionó Aguilera en la presentación, es un personaje más complejo. «Todo el mundo cree que es tímida pero, en el fondo, es prudente». Felisa me ha resultado ese personaje al que la vida vapulea, como si no tuviera derecho a ser feliz.

Macarena. Alegre y vivaracha, para mí es de los personajes que más me han gustado. Es un alma libre, coqueta, descarada, que no calla ni debajo de agua. Tiene muchísimo desparpajo, es natural y espontánea, pero también muy inteligente. No mide sus palabras ni tampoco sus actos, así que aportara mucha jarana y algarabía a la trama. Es un personaje divertidísimo, cuyos diálogos y ocurrencias te van a hacer reír, «pero, por dentro, también es un personaje muy dulce, muy tierna y muy profunda», apuntó la autora. A pesar de ese carácter alegre, también momentos en los que lo pasará mal.

* Trinidad. Británica de nacimiento, es un personaje que conecta con el pasado más reciente del barrio de Triana, con ese gremio de alfareros,  y con los últimos años de La Cartuja. 


«Vio el periódico del día anterior, abierto por la noticia de la que habían estado hablando toda la tarde. "La Cartuja de Sevilla apaga sus hornos. Mil doscientos obreros pierden su empleo tras más de sesenta años dedicados a la industria de la loza" rezaba el titular, y un grabado de una fábrica acompañaba la noticia». [pág. 286]


Como dije antes, ella va en busca de la verdad. Es un personaje que, si bien llegó con cautela a Sevilla, poco a poco se va abriendo, y se va adaptando a su entorno, espoleada por el carácter tan natural y espontáneo de la gente del barrio con la que se topa, como, por ejemplo, Lola, una posadera que la acoge como si fuera una hija.

Y si bien he mencionado a estas tres mujeres, debo decir que la novela es muy coral y por sus páginas vamos a ver personajes de distintas clases sociales, cada uno de ellos enclavado en su contexto histórico. Al igual que le ocurre a Felisa, Macarena y a Trinidad, son personajes perseguidos por las tragedias, pero  también tendrán sus pequeños momentos de felicidad.

* Conrado es un joven de 25 años, muy atractivo, testarudo y persuasivo. Trabaja como contable de La Cartuja. Es habilidoso con los números pero le resta mérito el que sea un auténtico crápula. Sus tres pasiones son las mujeres, el vino y el juego, y cuando entra en escena ese trío de ases acostumbra a perder los papeles. Conrado es otro de esos personajes al que veremos evolucionar. Si bien, al principio lo percibiremos como un sinvergüenza, con el paso de las páginas, la vida lo pondrá en su sitio, y tratará de enmendar todo el daño que ha hecho, aunque sea a base de un enorme sacrificio.

* Brígida es la esposa de Max Roberts, uno de los socios de la fábrica. Es una mujer muy manipuladora. En la presentación lo dije medio en broma pero Brígida es como una mezcla entre la señorita Rottenmeyer de Heide y Maléfica. En cualquier caso, a mí me parece que Brígida es víctima de sus propias circunstancias. Quién sabe si, de haberse criado en otro entorno, la mujer adulta en la que se convirtió hubiera sido de otro modo. Según Inma Aguilera fue el personaje que más le costó crear porque no quería convertirla en un estereotipo, pero sí ha buscado que el lector se sorprenda con los actos y los giros que su comportamiento dará a la novela. 

* Esteban es el sobrino de doña Brígida. En principio, iba para cura y por eso, algunos jóvenes se mofan de él, apodándolo «El Clérigo». Pero, a raíz de ciertos sucesos, su destino giró en redondo. Su tía Brígida lo acogió bajo sus faldas y se lo llevó como aprendiz a La Cartuja. Tenía intención hacer de él un artista, así que lo convierte en su protegido. A mí me resulta un hombre atormentado, alguien que se infravalora, que no se quiere y que, dependiendo de las circunstancias, actúa de un modo u otro. Es un personaje tan ambiguo que va a provocar emociones contradictorias en otros personajes. Parece que está siempre contenido, midiendo sus palabras y sus actos, sin dejarse llevar. Vive encerrado en sí mismo y atado a sus circunstancias. Pero también lograremos ver un cambio radical en él.

* Juan Luis Castro es el supervisor artístico de La Cartuja. Admira profundamente el trabajo que hacen los alfareros y quizá sea esa su vocación frustrada. Los diálogos entre él y Brígida no tienen desperdicio y es que Juan Luis  le tiene cogida la medida a esta mujer.

* José Antonio Padilla. Es un joven carpintero de diecisiete años, amigo de Macarena, muy zalamero y por el que beben los vientos muchas jóvenes de Sevilla. Toño, como así se le conoce, trabaja en La Cartuja. Es un joven voluble, cuyo carácter pasa de encantador a agresivo si un buen vaso de vino está presente.

* Justa y Sagrario son las mujeres viudas que han criado a Macarena. Se consideran hermanas pero, en realidad, son socias en el taller de Montalván. Justa y Sagrario, las Moiras, pues así se las define en la novela, son la noche y el día. Si la una tiene un carácter gruñón, la otra es mucho más afable y posee un carácter vivaracho. Pero, lo que es indudable, es que las dos mujeres adoran a Macarena y la han cuidado con el mayor de los esmeros. Las tías, como la joven las considera, darán mucho juego en los momentos en los que las tres coincidan. Mantienen una relación muy bonita, cada una de ellas en su papel para evitar que Macarena se desmadre.

«Era el juego particular de las tías. Una era la estricta, y la otra, la sosegada, aunque sus papeles tampoco eran rígidos». [pág. 40]


La fábrica de La Cartuja

Hasta el momento he hablado de personajes por cuyas venas corre la sangre, pero hay un par de ellos más que, sin ser de carne y huesos, van a tener un gran protagonismo en la novela. Por un lado, tendremos La Cartuja, esa fábrica de loza, cerámica y vidrio que, entre 1841 y 1982, ocupó los terrenos que anteriormente formaban parte del Monasterio de Santa María de las Cuevas, ese edificio imponente, del que sobresalen como vigías que protegen Sevilla, sus chimeneas, sus altos hornos de cocción, que llegaron a tener nombre propio. Esa fábrica, fundada por un británico de nombre Charles Pickman, y que hoy alberga el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, fue el lugar en el que, siendo monasterio, Cristóbal Colón preparó su viaje a las Indias.

«Carlos Pickman había comprado La Cartuja aprovechando las expropiaciones de las tierras y los bienes pertenecientes a las órdenes religiosas españolas, y que el complejo de edificios del monasterio estaba muy deteriorado a causa de la invasión napoleónica. Requería una gran inversión que no cualquier comprador podía permitirse. Pickman y sus socios dedicaron años a las reformas para convertirlo en una fábrica». [pág. 62-63]

En la presentación, Inma Aguilera nos comentó que Charles Pickman tuvo una vida muy interesante en su juventud, aunque en la novela lo vamos a conocer en su momento de madurez, y cuando ya está instalado en Sevilla. «Desde muy joven se mete de lleno en la industria familiar, en el mundo de los ceramistas de Stratfordshire». Tenía negocios en Cádiz pero allí no le fueron bien las cosas y decidió venirse a Sevilla, donde triunfó. «Quiso integrarse tanto en la ciudad que pidió que se le llamara don Carlos». La autora nos comentó que Pickman estaba obsesionado con crear una industria aquí, que fuera realmente sevillana, aunque la maquinaria y las técnicas se las trajera de Stratfordshire. La idea era que los ceramistas británicos enseñaran esas técnicas a los sevillanos. Ahora bien, y esto también lo veremos en la novela, a los alfareros de Triana no le hacía mucha gracia que llegara un británico a decirles a ellos cómo hacer cerámica y loza. 

«Ese hombre vino a cuestionar seiscientos años de historia y tradición sevillanas» [pág. 50-51]

Lo era lo mismo una pieza de cerámica hecha en la fábrica que en un taller. Por ejemplo, el taller Montalván «se caracterizaba por diseños florales alegres y recargados», en cuyas piezas empezaron a aparecer también figuras humanas y escenas mitológicas, de ahí que a Justa y a Sagrario les pusieran el apodo de las Moiras. Inma nos contó que el trabajo de los talleres era muy artesanal, con piezas hechas a mano, y únicas, frente al trabajo en serie de la fábrica. Sin embargo, en favor de Pickman, hay que decir que él sabía lo que valía el trabajo de los alfareros, a los que consideraba más artistas que operarios de su fábrica. De hecho, para él, la calle Alfarería era lo más parecido al cielo. 

Tanta fama adquirió La Cartuja que se convirtió en proveedor oficial de la Casa Real. Hicieron una vajilla en honor de Isabel II y como parte de la trama de la novela, veremos que Pickman organizada un concurso entre los artistas de su fábrica para hacer otra vajilla en honor del rey Amadeo I de Saboya, y que dará sentido al título de la novela. 

Estructura y estilo

La estructura de La dama de La Cartuja permite una lectura muy dinámica, de tal modo que el lector se mantiene entretenido página tras página. Inma Aguilera entrelaza las tres historias con mucha habilidad, de tal modo que existe un respetuoso equilibrio entre los tres hilos narrativos y temporales. Ninguno de ellos sobresale más que el otro aunque, en mi caso, ha sido inevitable que siga con más interés lo que le ocurre a Macarena que al resto de las mujeres. Tengo predilección por ella. 

Aguilera se decanta por descripciones precisas que ayudan al lector a componer las escenas en su mente. Perfila los personajes reseñando sus cualidades más singulares y que los hacen únicos, mientras que con respecto al proceso de la fabricación de la loza y la cerámica, tal y como señalé antes, añade detalles que nos ayudan a comprender cómo se desarrollaba, sin llegar a abrumar. 

La novela se estructura en dos partes más un epílogo, a lo largo de los cuales se distribuyen veintiún capítulos de media extensión, más un epílogo, con el que se cierra las diversas incógnitas que han ido surgiendo en la novela. 


Por ir terminando, cerraría diciendo que La dama de La Cartuja es una novela histórica y costumbrista, en la que el amor está muy presente en todos los sentidos. No solo veremos el amor romántico, sino también el amor al arte y la creación. Por otra parte, la trama está llena de secretos, de asuntos inconfesables y de terribles desgracias, que mantendrán a sus personajes (y al lector) en vilo. Para mí, una lectura muy recomendable.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (tapa dura), aquí (Kindle) y aquí (Audiolibro):



jueves, 27 de junio de 2024

Presentación LA BRUJA DE DAGAZ de Margarita Hans

El pasado 7 de junio tuvo lugar la presentación de la nueva novela de Margarita Hans Palmero, La bruja de Dagaz (El Búho Ediciones). Alrededor de la autora afincada en Carmona (Sevilla) se congregaron una buena muestra de lectores que, junto a familiares y amigos, quisieron arropar a Margarita en la puesta de largo de esta nueva obra. 




Conocía a Margarita principalmente de las redes sociales y de algún encuentro esporádico en la feria del libro, pero nunca había asistido a la presentación de una novela suya. Admito que tampoco he leído ninguna de sus obras anteriores -Mundo de cristal (2013), Estatuas de sal (2017), Brumas del pasado (2018) o Como espuma de mar y otros relatos (2020)-, enclavadas en el género de la fantasía. 

El acto tuvo lugar en la librería Botica de Lectores y estuvo conducido por el también escritor y amigo de la autora, Ricardo Reina, quién abrió la presentación leyendo unas palabras, una fábula preciosa sobre el nacimiento de una niña de pelo rizado y negro, sobre cuya frente se dibuja una «luna con crecientes bordes de plata», la que posteriormente se convertiría en la mujer adulta y autora de La bruja de Dagaz.

El género de la fantasía

Uno de los primeros temas que se tocaron en la presentación fue el género literario en el que podemos encuadrar La bruja de Dagaz. Ricardo hizo un alegato en favor de la fantasía, género en el que, tanto él como Margarita, se mueven. En palabras del presentador se trata de un «género que ha sido mal visto siempre entre los grandes analistas de la Literatura Española, esos creídos sabelotodo y esos aburridos catedráticos que no ven más allá de la suela de sus zapatos». Afirmó que con Cervantes se inició este género en nuestro país, pero hizo también alusión a otros escritores posteriores como Álvaro de Cunqueiro con su Merlín y familia, Emilia Pardo Bazán o Bécquer con sus leyendas, mientras que otros autores intentaron aproximarse al género, como Unamuno con El contertulio; Benito Pérez Galdós con ¿Dónde está mi cabeza?; Lorca que dio unas charlas sobre las hadas; O Machado. «Hasta llegar a Carlos Ruíz Zafón cuyas novelas suponen un antes y un después en la literatura fantástica de España». Y más nombres, Laura Gallego, Victoria Álvarez, Elia Barceló,... «hasta llegar a nuestro presente con Pedro Caldas, que acaba de ganar el Premio Barco de Vapor con una auténtica obra de arte, "La leyenda del samurái y la mariposa azul"».

La obras de Margarita Hans

Ricardo mencionó las obras publicadas por la autora, como Estatuas de sal y Brumas del pasado «dos libros muy románticos, publicados con ExLibris, y posteriormente publicó Como espuma de mar, un volumen de relatos, con Mega Ediciones».

Y ahora llega con La bruja de Dagaz, que se desarrolla en Navarra, en la selva de Irati, un libro escrito con mucho dolor, aunque «ya sabemos que la literatura sana», apuntó Ricardo. Mencionó que este es un libro que ha sido complicado de terminar porque «la vida no se lo ha puesto fácil a Margarita». Para Ricardo estamos ante un cuento gótico«heredero de las obras de Edgar Alan Poe, Shirley Jackson, Anne Rice o Neil Gaiman». A su juicio, la novela de Margarita no se parece en nada a la J.K. Rowling pues ella, «a base de escribir todos los días, va creando su propio estilo».


[Si prefieres ver algunos momentos de la presentación, dale al clic]


La semilla de La bruja de Dagaz

Tras la intervención de Ricardo Reina, fue la propia autora la que tomó la palabra, asegurándonos que la semilla de esta novela nace de Hans Christian Andersen o los Hermanos Grimm. En principio, Margarita se había propuesta escribir una novela histórica «y empecé a estudiar todo lo relativo a la magia, la brujería, el norte, Zugarramurdi, porque las brujas me daban vidilla y alegría para el cuerpo». Eran mujeres sabias que, a veces, se caracterizaban por tener alguna marca en la piel, o por curar a alguien a través de remedios naturales, y por eso eran sometidas a un proceso inquisitorial. «Pero aquella historia que hablaba sobre autos de fe y de acusaciones me dio miedo, así que le di una vuelta de tuerca y se convirtió en una historia totalmente diferente», señaló Hans. En lo que se convirtió La bruja de Dagaz es en un cuento gótico, donde hay oscuridad, «con un personaje que tiene los cables retorcidos, que para mí ha sido una liberación».

Nos contó también que el personaje protagonista de esta novela es una mujer que ha sufrido una maldición, que siente mucho dolor y mucho rencor en su interior. Y con respecto a los demás personajes, de León dijo que era un hombre muy especial porque tiene el don de entender el alma de los animales, o la anciana, que es una mujer polifacética. Margarita se extendió algo más al hablarnos de Isamar, una niña que colecciona palabras. «Dentro de este mundo oscuro y de magia, Isamar nace en unas condiciones muy particulares y vive aislada en un bosque,  muy cerca de una aldea, donde los niños no la quieren porque es diferente». Isamar escucha el bosque y el agua del río. 




Nos adelantó que nos esperan sorpresas pero que, para leer la novela, es mejor dejarse llevar por la fantasía y por la magia. «Quiero que, cuando os metáis en el libro, dejéis de ser adultos, y que volváis a sentir lo que es que te acosen los niños de la aldea, o que descubras que en tu interior hay algo distinto que no comprendes», pidió la autora.

La técnica narrativa

Sobre su forma de escribir, aseguró que construye a sus personajes para dejarlos que cobren vida. En este sentido, se encontró con que no sabía cómo iba a terminar la historia. Confesó que tuvo que acortar el número de páginas porque había alcanzado la cifra de setecientas. «No puedes dejar que la imaginación vuele tan libre». 

Y llegamos al final del acto, en el que Ricardo y Margarita leyeron un precioso texto lleno de fantasía y magia. Si te interesa el género, no te pierdas La bruja de Dagaz.

Sinopsis: Aldea de Dagaz, 1865. Una maldición pesa sobre la aldea y el bosque que la rodea. Un bosque repleto de espíritus que deambulan ausentes y en cuyo corazón late la oscuridad más profunda a través de un ser temido por todos, la bruja de Dagaz. La superstición reina en cada hogar de la aldea. Jamás nadie debe cruzar las lindes del bosque oscuro o su alma puede quedar prendida de los árboles más altos. Y por supuesto, cuídate de la niebla que muerde los cristales, pues la bruja se oculta en ella, dispuesta a robar corazones que la mantengan con vida. Pero en este mundo de terror también habitan espíritus hermosos que quedaron atrapados en el bosque, así como criaturas que lo pueblan en silencio. De una de esas criaturas, nace una niña muy especial, por cuya sangre corre la magia antigua y a la que la bruja ansía por encima de todo, pues, conforme a una profecía tan antigua como ella misma, es la única capaz de destruirla.

miércoles, 19 de junio de 2024

EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR (DRAMA - 2023)

Año: 2023

Nacionalidad: España

Director: Patricia Font

Reparto: Enric Auquer, Laia Costa, Luisa Gavasa, Ramón Agirre

Género: Drama

Sinopsis: Ariadna (Laia Costa) descubre que su abuelo busca desde hace tiempo los restos de su padre, desaparecido en la Guerra Civil. Decidida a ayudarlo, viaja a Burgos, donde están exhumando una fosa común en la que podría estar enterrado. Durante su estancia allí, conocerá la historia de Antoni Benaiges (Enric Auquer), un joven maestro de Tarragona que antes de la guerra fue profesor de su abuelo. Mediante un innovador método pedagógico Antoni inspiró a sus alumnos y les hizo una promesa: llevarlos a ver el mar.

[Fuente: Filmaffinity]

La cosa va de maestros esta semana y es que, además de la novela de la que os hablé el lunes, La maestra de José Antonio Lucero, no me puedo resistir a traer a este espacio una película preciosa que, como ya dije en la reseña de la novela, sirve de complemento. 

El maestro que prometió el mar me ha parecido una maravilla. Estamos ante la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Francesc Escribano que viene a narrarnos la historia de Antoni Benaiges, un maestro de Tarragona que, en el año 1934, fue destinado a Bañuelos de Bureba, una pequeñita localidad burgalesa. Allí se hizo cargo de la escuela, sustituyendo al que, hasta ese momento, había ejercido como maestro, el cura del pueblo.

La película, dirigida por Patricia Font, arranca en el año 2010. En La Pedraja, otra localidad de la zona, tiene lugar una escena descorazonadora. Un grupo de arqueólogos forenses trabajan en una fosa común, desenterrando cuerpos con delicadeza suma. Poco a poco van apareciendo huesos y, junto a ellos, algunos objetos personales que pertenecieron a los allí sepultados, -unas gafas, un peine, un colgante-,  pertenencias a través de las cuales se puede llegar a una identificación.

Mientras, en Barcelona, Ariadna recibe una llamada de teléfono. Al otro lado de la línea alguien que pertenece a una asociación, pregunta por su abuelo. Al parecer, el hombre firmó unos papeles para solicitar la exhumación de una fosa común, y así tratar de localizar a su padre. La nieta no sabe nada del asunto. Le parece muy extraño que no sepan nada de esta historia,  así que trata de averiguar algo preguntando a su abuelo. Sin embargo, el hombre, que parece aquejado de alzhéimer y vive en una residencia, no aporta ninguna luz. La joven siente que tiene una misión que cumplir, averiguar qué le ocurrió al padre de su abuelo. Siente que se lo debe, así que pondrá rumbo a La Pedraja. Allí contactará con Laura, la directora de la excavación. 

En los alrededores de la fosa común se agolpan los vecinos de los municipios cercanos. Buscan a sus familiares entre aquellos huesos. Entre el vecindario, Ari entabla conversación con Emilio, un hombre de Bañuelos de Bureba que le dice que, en esta fosa común, podría estar enterrado otro catalán como ella. Se refiere a Antoni Benaiges, el que fue su maestro de escuela, y el auténtico protagonista de la película. En este punto, la acción retrocede en el tiempo. Nos trasladamos al año 1935, cuando Beinages llega a Bañuelos de Bureba, como maestro del pueblo. Sobre la puerta de la escuela, en la planta baja del edificio, luce la bandera republicana.

A partir de este punto, el largometraje se centra en la labor de Antoni, en sus métodos de enseñanza, siguiendo los principios pedagógicos de Célestin Freinet. Si bien al principio tendrá pocos alumnos, Benaiges conseguirá ganarse la confianza de los pequeños del pueblo, aunque tendrá que lidiar con los poderes fácticos del municipio, -el alcalde y el cura-. Y es que, Antoni no sólo se limita a ejerce como docente dentro el aula, sino que también está muy comprometido políticamente con la República. Sus artículos que se publican en los periódicos levantan ampollas y lo ponen en el punto de mira, pero el maestro tiene una máxima, la libertad. 

Arropado por Charo, la mujer que se encarga de limpiar la casa del maestro, Beinages aceptará hacer un favor a un amigo, un acto que cambiará la vida de un niño.

Y mientras la historia del maestro avanza, también veremos a Ari tratando de averiguar qué ocurrió con su bisabuelo, en una carrera contra el reloj, pues la salud de su abuelo se deteriora a pasos agigantados. 

Todo ello para llegar a un desenlace triste y hermoso a la vez, que a mí, debo decirlo, me conmovió profundamente, sin caer en sensiblerías baratas.

Qué me ha gustado de la película

Yo sé que se habla constantemente de la guerra civil, de los fusilamientos en las tapias de los cementerios, de gente que no sabe dónde están sus familiares. Lo sé pero, a pesar de que hay mucho material literario y cinematográfico que abordan estas cuestiones, me sigue pareciendo necesario hablar hasta la saciedad y sacar a la luz tantas y tantas historias personales.

El maestro que prometió el mar se sustenta sobre dos hilos temporales que se complementan. Por un lado, el homenaje que se le hace a los maestros y maestras de la República, con aquellos métodos de enseñanza tan innovadores y que sorprendió a todos. Maestros y maestras que vinieron a cambiar España desde sus raíces, tratando de inculcar a los niños un ideario en el que la palabra libertad se escribía con mayúsculas. Así que la película nos mostrará que en las aulas republicanas, los niños y niñas asistían a clase juntos, que existía la coeducación, la igualdad de sexos, la democracia, y la educación laica, erradicando de las aulas cualquier objeto religioso. En el aula, la máxima autoridad es el maestro. Nadie más. 

En este largometraje veremos a un maestro cargado de ilusión, emocionado por poder transmitir conocimiento a sus alumnos, a los que anima a experimentar, a dejarse llevar por su curiosidad, y a los que enseña cosas prácticas para la vida. Maestros que pedían que sus alumnos los tutearan, acortando distancia, porque ellos eran uno más en el aula. 

Por otra parte, la película también se centra en esa búsqueda desesperada que emprenden algunos familiares, tratando de localizar los restos de un ser querido, restos que estarán en una fosa común, una pila de huesos, junto a otra pila, y a otra más. Encomiable es la labor de los arqueólogos forenses, a los que todavía les queda por abrir la inmensa mayoría de las fosas que cruzan este país, a lo largo y a lo ancho.

Me ha llamado muchísimo la atención el dato que deja caer esta película, que todavía hay gente que no ve con buenos ojos este tipo de exhumación, que los muertos mejor dejarlos donde están, y que las familias se deberían olvidar de ellos.

La ambientación, la caracterización, el vestuario, así como todo tipo de detalles, como el menaje en los hogares, está muy conseguido y ayuda a que el espectador se adentre en la historia. 

Qué es lo que no me ha convencido de la película

No es que no me haya convencido pero sí he echado en falta algo más de profundidad con respecto a los procesos de depuración a los que fueron sometidos los maestros y maestras de la República. La película pasa muy por encima sobre esta cuestión y creo que hubiera sido interesante ver alguna escena que nos mostrara cómo ejercía la Comisión Depuradora. Porque Antoni Benaiges, antes de que le pasara lo que le sucedió (algo que ya os podéis imaginar) pasó por el proceso de depuración, a partir de denuncias de ciertos vecinos del pueblo.

Por otra parte, el relato del presente no está a la altura de la historia del pasado. El hilo narrativo que protagoniza Ari está muy desdibujado. Al personaje lo vamos a ver constantemente taciturno y enfadado, incluso antes de atender la llamada de la asociación pero, ¿qué le ocurre a Ari? La madre le llega a decir: «Ahora que estás mejor, podrías volver a trabajar». Y por ella misma sabremos que está de baja pero, ¿por qué? ¿Qué le ocurre? Creo que el guion peca ahí de falta de información, lo que provoca que no entendamos muy bien a Ari, con su constante frialdad y enojo. 

Personajes e interpretación

Ni que decir tiene que Enric Auquer, en el papel del maestro, está absolutamente fabuloso y muy convincente. Su personaje es sencillo, humilde, lleno de ilusión y entrega. Él quiere ser esa mano que convierte esos niños y niñas en hombres y mujeres con un horizonte próspero por delante, pero también quiere que disfruten de su infancia, al tiempo que los anima a conseguir sus sueños. Antoni Beinages es ese maestro que a todos nos hubiera gustado tener; o ese maestro que representa a todos los que vinieron después y que, de un modo u otro, nos marcaron para siempre.

La interpretación de Enric no tiene mácula alguna. Sus gestos, sus miradas - a veces, se queda embobado mirando a sus alumnos con una cara de satisfacción y amor increíble-, lo dicen todo. Incluso hasta su acento catalán no desentona. A mí me ha encantado el trabajo que ha hecho este actor, nominado a Mejor Protagonista en los pasados Goya, pero se lo arrebató David Verdager interpretando al humorista Eugenio en Saben aquell y, la verdad, también era el suyo un trabajo de interpretación fantástico.

A Laia Costa como Ari la dejo al margen. Creo que ella no tiene la culpa de que sea difícil empatizar con ella. Es que, como dije antes, nos falta información. Sí es cierto que la actriz parece encasillada últimamente en papeles con mucha introspección y lastre.

Destaco también a Luisa Gavasa en el papel de Charo. Es un papel breve pero la actriz le saca su jugo. Y, por supuesto, los niños. Fantástico el actor que interpreta a Emilio y la niña que da vida a Josefina, la hija del alcalde. La interactuación de Charo y los niños con Antoni es muy natural y creíble. 

El maestro que prometió el mar es una película cadenciosa, con una banda sonora fantástica, que se toma su tiempo, pero convierte la historia en un bonito paseo con zonas de luz y sombra. Me parece una historia necesaria, que debería llegar muy lejos, un bonito homenaje a los maestros, concretamente a Antoni Benaiges, cuyos restos no se saben dónde están.

A mí me ha parecido una preciosidad.

La tenéis en Movistar+

Tráiler:



lunes, 17 de junio de 2024

LA MAESTRA de José Antonio Lucero.


Editorial: Ediciones B
Fecha publicación: mayo de 2024
Precio: 21,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 432
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-84-66678513
[Disponible en eBook]



Autor

José Antonio Lucero (Rota, 1988) es profesor de Ciencias Sociales y Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, colabora con varios medios digitales como blogger y youtuber desde su canal La cuna de Halicarnaso, donde combina historia, cultura y docencia, sin perder de vista las referencias a la cultura pop y a los fenómenos de masas. 

En 2018 fue finalista del XXIII Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.

Además es autor de las novelas La vida en un minuto y La madrina de guerra (Ediciones B), así como de Por qué los primeros emojis se escribían en arcilla (B de Block, 2021), y ¿De dónde ha salido todo esto? (B de Block, 2022)


Sinopsis

Una historia de vocación, pasión y guerra que nos traslada a 1936 para que vivamos la magia de una de las profesiones más importantes del mundo: la de quienes nos abren las puertas del conocimiento y nos ayudan a cruzarlas por nosotros mismos.

Mayo, 1936. Una joven viaja a un pequeño pueblo de la sierra gaditana donde desempeñará, por primera vez, su vocación y profesión: la de maestra. Eulalia —o Lali, como la llaman sus alumnos— se prepara para dar clase a un grupo de niños y niñas. Nerviosa, repasa los modernos principios pedagógicos que le han inculcado durante la República y que, poco después cuando estalle la Guerra Civil, la condenarán. Acusada de adoctrinamiento, es arrestada y no podrá volver al aula durante la dictadura, convirtiéndose en una de las víctimas de un proceso que afectó a un tercio del cuerpo docente de España. Hasta que treinta años después, una visita inesperada lo cambiará todo para Lali.

Este es el relato de una profesora sin alumnos que luchó durante toda una vida por volver a enseñar. Con esta novela, José Antonio Lucero, renombrado autor de La vida en un minuto y La madrina de guerra, rinde homenaje a su profesión y vocación, y nos demuestra que un buen maestro siempre lo será.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Hay profesiones especialmente sensibles, cuya ejecución repercute de forma más incisiva en la vida de una persona. Son oficios que tienen una vinculación más intensa con el ciudadano, con el que interactúa en algún momento delicado, como puede ser el caso de los médicos, o con quien comparten un buen puñado de horas al día, en un reducido espacio. Hablamos de los maestros y de las maestras, de los profesores y de las profesoras. ¿Cuántos has tenido a lo largo de tu vida estudiantil? ¿Acaso no recuerdas con especial cariño a uno o una en concreto que te marcó para siempre? Tener un buen maestro es lo mejor que le puede pasar a un niño, a un joven, e incluso a un adulto. Pero no todo el mundo está capacitado para la enseñanza. Un futuro maestro o maestra podrá adquirir la formación académica necesaria para la posterior obtención de un título que le permita dar clases, pero necesitará además tener vocación, entusiasmo e ilusión. Creo no equivocarme si digo que a José Antonio Lucero no le falta nada de eso para ejercer como enseñante. El joven novelista de Rota (Cádiz) es profesor dentro y fuera de las aulas. Actualmente ejerce como profesor de secundaria, y sigue desarrollando la labor de transmisor de conocimiento a través de su canal de Youtube, La cuna del Halicarnaso

José Antonio Lucero acaba de publicar su tercera novela. Inició andadura literaria cuando en 2021 publicó La vida en un minuto (puedes leer la reseña aquí) y un año más tarde vio la luz La madrina de guerra, novela que presentó en Sevilla, donde tuve el placer de acompañarlo. La maestra, que salió a la venta el pasado 23 de mayo, también se presentó en Sevilla y, nuevamente, tuve la ocasión de acompañar al autor. 




Estamos ante una novela que rinde homenaje a la profesión de su autor, al mundo de la enseñanza, a los maestros y maestras, a los profesores y profesoras, un gesto que a mí me parece más que necesario. Pero, ¿qué nos cuenta José Antonio Lucero en La maestra? Os cuento un poco.

La acción se inicia en Sevilla, en el año 1972. En el barrio de la Macarena reside Eulalia Morales Román. Lali, como así la conoceremos, es  una mujer de sesenta años, esposa y madre. Lali da clases particulares a la pequeña Reyes, una niña de nueve años, al precio de 200 pesetas por hora. No es que sea mucho pero a Lali le basta con eso, con pasar unas horas a la semana con Reyita, ayudándola con los deberes que le ponen en su colegio privado. 

La vida transcurre a su paso cadencioso, cada uno centrado en sus obligaciones diarias. Lali, con sus clases. Y su marido Clemente, con su tarea como celador en el Hospital de las Cinco Llagas, donde hoy tiene su sede el Parlamento Andaluz. Y cuando parece que la vida no le tiene deparada ninguna sorpresa al matrimonio, aparecerá una joven a la puerta de su casa. 

«Es una mujer joven, pelo largo y moreno, pantalón vaquero. Debe de tener la edad de Ana, la mayor de los tres hijos que el matrimonio tuvo tan de seguido, como si la paternidad fuese la carrera de los cien metros lisos». [pág. 32]

La joven que llama a la puerta de Lali se llama Alba y busca a otra mujer, a Juana Ochoa, una maestra que ejerció a finales de los años 30. Porque esta novela no sólo nos va a narrar cómo es la vida de Lali en los años 70, sino que va a invitar al lector a hacer un viaje en el tiempo, hasta el año 1936. En ese año, el mismo en el que tendrá lugar el alzamiento un 18 de julio, Lucero nos hará viajar hasta Alcalá del Valle, un pequeño pueblo de la provincia de Cádiz donde Lali ejerció, siendo casi una niña, como maestra rural. Y así,  alternándose los dos hilos temporales, el lector asistirá como testigo a una búsqueda que emprenderán Alba y Lali, a la vez que podremos pasear por Alcalá del Valle, el pequeño municipio donde ocurrirán tantas cosas con la llegada de las tropas nacionales. Serán tiempos de denuncias, de venganzas, de vejaciones, y Lali contemplará de cerca el lado más amargo de la vida.

¿Quién es Alba? ¿Por qué la joven busca a Juana Ochoa? ¿Qué vinculación existe entre Lali y Juana? Todas estas preguntas tendrán su respuesta en la novela.

¿Qué me ha gustado de este libro?

La lista es larga. De entrada, y por ser lo primero que se percibe nada más iniciar la lectura, me ha conquistado el amor tan intenso con el que La maestra está escrito. Ya lo comentaba durante la presentación. Supuestamente todo escritor se vuelca en la construcción de su historia pero, y no sé qué pensaréis vosotros, hay historias e historias. Uno pondrá lo mejor de sí mismo a la hora de sentarse frente a una página en blanco pero escribir con un inmenso amor es otra cosa y eso se nota. A mí me parece que José Antonio Lucero se ha dejado el corazón en esta novela, que ha puesto todo el cariño que siente por su profesión en estas páginas, al hablar del ejercicio de su oficio, a través de unos personajes que te enamorarán. Ese sentimiento puro traspasa las páginas del libro y llega al lector, de tal modo que me enganché al relato de Lali, Juana y Alba, riendo con ellas, pero también llorando. 

He aprendido muchísimo leyendo esta novela y eso me gusta. Para mí la Literatura no es únicamente un mero entretenimiento, un sumergirte momentáneamente en la vida de unos personajes durante unos días para luego pasar a otra cosa y olvidarte de ellos. Para mí leer es aprender, es viajar en el tiempo, es entender la vida en otros momentos de la Historia de la Humanidad, distinto al mío. Y, en este sentido, La maestra ha cumplido sobradamente mis expectativas. 

José Antonio Lucero me ha enseñado cómo se ejercía la profesión durante el final de la Segunda República y cómo todo se trastocó con la llegada de un nuevo régimen. Tras el alzamiento, muchos ciudadanos de este país pasaron a estar en el punto de mira, entre ellos, los maestros y las maestras que impartieron clase durante los tiempos republicanos. ¿Es que todo lo que aquellos educadores enseñaron a los niños estaba mal? Al parecer, sí. Y por eso se formó lo que se llamó la Comisión Depuradora del Magisterio, una especie de tribunal que juzgaba la labor de los docentes y les retiraba el título de Magisterio. Aquellos profesores y profesoras tuvieron que renunciar a su oficio, abandonaron las aulas, dejando atrás a aquellos alumnos que eran como hijos propios, les hicieron sentir culpables, y los condenaron casi al ostracismo. Muchos acabaron encarcelados. Y ejecutados.

La maestra nos mostrará cómo actuaba aquella comisión depurativa y qué efectos tenía sobre los docentes, pero también nos descubrirá los principios pedagógicos que servían de base durante la República. La Institución Libre de Enseñanza o lo que se llamaba la Escuela Normal serán el telón de fondo del ejercicio de la profesión. Los maestros y las maestras abogaban por una participación activa del alumnado, animaban a los niños y niñas a involucrarse en su propio proceso de aprendizaje, experimentando dentro del aula, y poniendo a su alcance los medios para descubrir el mundo. ¿Os acordáis de esa escena de La lengua de las mariposas en la que el maestro (interpretado por Fernando Fernán Gómez) lleva a los niños al bosque para aprender sobre los insectos y la naturaleza? Era enseñar sin que los niños se dieran cuenta, espoleando la curiosidad, incitándolos a descubrir. Lo de la letra con sangre entra vendría después.

Ahora bien, algo que también me ha resultado muy llamativo es que aquellos profesores y profesoras no se centraban únicamente en enseñar a los niños. También había que enseñar a los padres, a los adultos, -ya fueran hombres o mujeres-. Por ejemplo, la novela nos muestra una escena en la que las maestras explican a las mujeres del pueblo cómo deben tratar su cuerpo durante el embarazo, erradicando mitos y falsas creencias. Al respecto, José Antonio Lucero nos contó durante la presentación que las únicas personas letradas que existía en los pueblos eran los maestros y las maestras. «Me pareció muy interesante introducir en la novela un pasaje donde vemos a las maestras enseñando a las mujeres adultas. Entendían que, para que España saliera del atraso, no sólo había que educar a las generaciones futuras sino también a la actual».

Durante la República, las aulas eran mixtas y se les inculcaba a los alumnos el respecto por la igualdad de sexos. Nadie era mejor que nadie. Se abogaba por la coeducación laica, sin influencias religiosas que interfirieran de algún modo en el desarrollo de la personalidad del alumno. El aula era el terreno del maestro y de la maestra, y nadie más que ellos podían tomar decisiones entre esas cuatro paredes. Ellos eran la autoridad máxima, Ni el alcalde, ni el cura del pueblo tenían nada que opinar. 

«Debéis respetar al sexo opuesto; las chicas aprenderéis que los chicos no son todos unos brutos e insensibles, y los chicos aprenderéis que podéis compartir mucho con ellas. Incluso partidos de fútbol». [pág. 150]

Bueno, esto es una parte de lo mucho que podréis aprender en este libro. Dejo que vosotros mismos descubráis aquellos famosos experimentos, llevados a cabo por un más famoso médico, para extirpar el desconocidísimo gen rojo.

Y, como broche final, un desenlace que, si bien es ligeramente algo predecible, te deja con el corazón lleno de ternura, a lo que se une un giro precioso que demuestra, una vez más, lo mucho que puede marcarnos un docente.

Los personajes

Aunque la novela cuenta con un buen puñado de personajes, con mayor o menor trascendencia, tres mujeres serán las protagonistas principales. En primer lugar, tenemos a Lali, a la que vamos a conocer en dos momentos puntuales de su vida. Por un lado, cuando es casi una chiquilla y deja atrás a su familia, para marcharse a Alcalá del Valle como maestra rural. Por otro lado, cuando es una mujer madura, con sesenta años. En cada uno de esos dos momento percibo a Lali de forma distinta. Aunque en los años 70 es una mujer felizmente casada, con una vida tranquila y serena, yo la intuyo algo triste y apagada. Pareciera que arrastra un peso, que le impide sentirse plena, como si le faltara algo y, efectivamente, lo que le pasa es que le arrebataron algo muy importante para ella, algo  que ya descubrirá el lector. 

En cuando a su juventud, vamos a ver a una joven decidida, que sabe lo que quiere y lucha por ello. A pesar de tener que dejar la ciudad de Sevilla atrás, y separarse de sus padres y de su hermana, para marcharse ella sola a Alcalá del Valle, Lali no se amilana. Le gusta ser maestra y sueña con tener un aula llena de alumnos y alumnas, a los que guiar por la senda del conocimiento. A mí me ha gustado muchísimo verla compartir espacio y tiempo con los niños y niñas del pueblo, preocuparse por ellos, mediar entre sus padres, ganárselos. También me parece preciosa la estampa que Lucero dibuja, cuando vemos a Lali adecentando y limpiando «su reino» tras las horas de clase. 

La Lali del pasado es una joven con criterio, que se hace preguntas y cuestiona todo aquello con lo que no está de acuerdo. Es un personaje algo paradójico porque, si bien es maestra en tiempos republicanos, lo cierto es que ella estudió en un colegio de monjas, y algo le pasó en su colegio que no quiero desvelaros. 

Lali, como también lo es Juana, otra maestra pero mucho más curtida en las aulas y en la vida, de lo que lo es la joven sevillana, representan a todos aquellos maestros y maestras que pasaron por una comisión depurativa y, de un día para otro, se vieron privadas de su vocación. Juana va a tener un papel muy importante en la novela, pero prefiero no contaros mucho más.

Y sobre Alba, os diré que es una joven abogada madrileña, de buena familia que, en un momento delicado de su vida, se entera de una verdad que le habían mantenido oculta desde que era niña. La reacción inicial de Alba es el desconcierto, para pasar inmediatamente a la acción, en busca de todas las respuestas a las preguntas que le surgen. Alba es un personaje que me ha gustado muchísimo porque rompe moldes y, al final de la novela, entenderemos por qué resulta tan distinta a los demás. 

La enseñanza. ¿Una profesión denostada?

Conozco a muchos profesores, de primera y de secundaria, que tienen auténtica vocación por la enseñanza. Ellos me hablan de sus horas de clase, de su alumnado, de los padres de sus alumnos, y también de las directrices impuestas por la dirección de su centro. Yo comparo estos tiempos con los que me tocó vivir a mí, cuando el aula era una extensión de mi casa, y en ambos lugares debía imperar el respeto -a mis padres y a mis maestros-. A riesgo de parecer una abuelita contando batallitas, os diré que en aquellos años -hablo de los 70 y 80-, lo que decía el maestro o la maestra iba a misa. Ni a los alumnos ni a sus padres se les ocurría cuestionar las decisiones del profesorado. Que te castigaban, pues era que te lo merecías y punto. También es verdad que, por entonces, algunos tenían la mano muy floja y hoy, por supuesto, no se consienten ciertos comportamientos dentro del aula. No obstante, sí creo que un cachete a tiempo, o un coscorrón, -no hace falta dar una paliza-, evita muchos problemas posteriores. Y por supuesto, el niño y la niña tienen que venir ya educado de casa, que muchos padres creen que la labor del docente llega a unos límites que ni por asomo son ciertos. Pero bueno, a lo que voy, que yo siento que las cosas han cambiado y no siempre para mejor. Me interesaba saber la opinión de José Antonio Lucero al respecto y por eso se lo pregunté durante la presentación. Él me contestó que es verdad que la vida ha cambiado mucho. «Las figuras de referencia que existían antes, como el maestro, el médico, el abogado y el cura se han ido diluyendo en la sociedad pero creo que los profesores de hoy en día seguimos teniendo influencia y seguimos teniendo capacidad de motivación y capacidad para llegar a los alumnos». Lucero asegura que eso es lo que intenta cada día porque si no fuera optimista con su profesión y con la generación actual se dedicaría a otra cosa. Aunque es consciente de que el discurso actual asegura que la juventud está fatal, afirma que «la juventud ha estado fatal siempre», que se trata de un mensaje que todos hemos oído alguna vez, incluso refiriéndose a nosotros mismos. En cualquier caso, piensa que el profesor sí debería recuperar esa figura de autoridad que tenía antes pero, igualmente, «hoy también hay profesores muy buenos, que transforman a los chicos, y familias muy respetuosas».

Sea como fuera, el homenaje que el autor rinde a esta profesión en esta novela me parece más que necesaria. Yo no sería yo si no fuera, en parte, por los profesores que tuve. De hecho, si me apasiona tanto leer es por Carmen Calderón, aquella profesora de Literatura que tuve durante el Bachillerato. Ella me enseñó a leer y no a pasar simplemente la vista por lo escrito. Así que, donde quieras que estés, Carmen, espero que te llegue este pequeño homenaje que te rindo. 

Estructura y estilo

Con abundante diálogo, La maestra se estructura en cuatro partes, a lo largo de las cuales se distribuyen un total de cuarenta y dos capítulos. El volumen cuenta también con un Nota de Autor donde se nos hacen algunas aclaraciones y se nombra a algunas maestras que fueron víctimas -sí, víctimas-, de la Comisión Depurativa de Magisterio.

José Antonio Lucero es meticuloso en su labor de documentación. Quizá tú no lo sepas pero yo, que vivo en Sevilla, advierto que Lucero ha cuidado mucho los detalles en esta novela. Que la niña a la que Lali le da clases se llame Reyes me arrancó una sonrisa. La patrona de esta ciudad es la Virgen de los Reyes y no es raro que muchas niñas -aunque también sea nombre masculino-, se llamen así en Sevilla, como mi propia hermana mayor. No será el único detalle que el autor tenga en cuenta porque, en ese viaje en el tiempo que hacemos a esta ciudad hispalense, vamos a ver a los típicos autobuses de línea de color azul que prestaban servicio en la ciudad en los años 70, o podremos ver, junto a Lali y su marido Clemente, esos programas que por entonces se emitían en televisión, al frente de los cuales estaban presentadores cuyo nombres recordamos todavía hoy. Son pequeños detalles que denotan el mimo con el que el autor ha tratado la historia.



En definitiva, La maestra es una novela preciosa, cuya lectura he disfrutado muchísimo. Lo último de José Antonio Lucero no sólo te entretiene, sino que te instruye, para dejarte un regusto final tremendamente dulce. Más que recomendable. Y para completar esta lectura, os dejo dos recomendaciones más: el documental Las maestras de la República y la película El maestro que prometió el mar, largometraje del que os hablaré muy pronto. 

«Enseñar es, en esencia, como encender un fuego». [pág. 19]


[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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