El pasado 15 de diciembre, el periodista José María Arenzana presentó su libro Ficcionario (Editorial Última Línea) en la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras. Los que seguimos a Arenzana por redes sociales, a través de su cuenta Pepe Masai en Facebook, sabemos que, de un tiempo a esta parte, ha estado publicando definiciones de palabras -algunas reales y otras inventadas-, llenas de ironía y humor fino. Todas estas definiciones, y otras tantas, han sido recogidas en el volumen titulado Ficcionario, un libro de formato pequeño que pretende establecer un juego con el lector, dando pie a nuevos términos, a través de la ortografía y la pronunciación.
El encargado de iniciar el acto fue el presidente de la academia, Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi, quien dio la bienvenida a los asistentes y desveló algunas anécdotas que, a lo largo de los años, ha compartido con el autor. También estaba presente el periodista Paco Correal, prologuista del ejemplar, que leyó un texto sobre el autor y el libro, al que no le faltó el humor. «Estamos ante un libro de letra-ficción para resolver la disyuntiva de letras o ciencias, estudias o trabajas, o la mejor de todas, petisú o magdalena».
Ficcionario es un libro que, en palabras de Correal, también incluye lecciones de trigonometría y como ejemplo, leyó la definición del término «tropezón»: caerse de morros de manera inesperada sobre unos senos. «Arenzana tiene la A y la Z en su apellido, es un diccionario andante que ha resuelto con garbo ese doloroso trance de la lucha con las palabras del que hablaba Nabokov en otra de sus novelas, el paso del abismo que media entre la expresión y el pensamiento».
Acto seguido tomó la palabra el propio autor y lo primero que hizo fue advertir a los asistentes que en aquella presentación no se hablaría del libro en sí. «Prefiero hablar de lo que no está en el libro», aclaró. Centró su intervención en tratar de determinar el nacimiento de la palabra, «el instrumento más importante y más peligroso que ha creado el ser humano». Porque, ¿quién inventó la palabra? ¿Quién hizo el primer idioma y cómo surgió? José María Arenzana reflexiona sobre esta cuestión, llegando a la conclusión de que se trata de preguntas irresolubles que el ser humano ha atribuido siempre a la intervención divina. Y así rememoró lo que se recoge en el Génesis, cuando Dios encarga a Adán que le ponga nombre a los animales y a las cosas de la tierra, y también se refirió al momento en el que el espíritu santo concede el don de lenguas a los apóstoles.
Pasando por los distintos libros fundacionales y diversas culturas, puso la mirada en los hijos de Noé y explicó cómo algunas lenguas surgieron de los distintos descendientes de aquel personaje bíblico. «Sem representaría la madre de todas las lenguas del medio Oriente. Cam es el padre de las lenguas africanas. En cuanto Jafet, es el padre de las lenguas jaféticas, origen de los lenguajes europeos o indoeuropeos». De ahí llegaremos a la Torre de Babel, donde la multitud de lengua era tal que nadie se entendía. «Y ahí nos dispersaron por completo en la búsqueda del origen del idioma sin podre llegar a fondo de la cuestión», señaló.
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En esa búsqueda del origen de las palabras y del nacimiento de las lenguas, Arenzana aludió a la relación que existe entre algunos términos y los sonidos de la naturaleza. En este punto, nos habló del Crátilo de Platón, donde se establece un diálogo entre Crátilo y Hermógenes. Ambos discuten sobre cuál fue el origen del idioma, afirmando Hermógenes que las palabras son convenciones entre los seres humanos, es decir que el hombre se pone de acuerdo sobre el nombre de las cosas. Sin embargo, Crátilo le hace la siguiente pregunta: ¿cómo se llamaban las cosas antes de que el hombre acordara cómo nombrar tales cosas? Y le expone a Hermógenes que quizá la palabra contiene el significado de la cosa nombrada, dando lugar a las palabras onomatopéyicas. Como ejemplo hizo referencia al sonido que hacen los pájaros. «Un pájaro hace pio-pio y de ahí viene el verbo piar». Pero Crátilo y Hermógenes no se ponen de acuerdo y acudirán a Sócrates, «que tampoco aportará ninguna luz».
A lo largo de toda su intervención aportó ideas interesantes. Habló sobre el mal uso que se hace de la palabra con el objeto de manipular el pensamiento del otro. O también se refirió a la forma de pronunciar en determinados lugares, como ocurre en muchos pueblos de Andalucía, circunstancia que no destruye un idioma sino que lo enriquece. E igualmente, debatió sobre la facilidad que tienen los niños para aprender idiomas, terminando así su disertación.
La presentación de Ficcionario finalizó con el correspondiente turno de preguntas y la firma de ejemplares.
Sinopsis: Una letra –o una sílaba– que se cae, como la fruta de un árbol; otra que se incrusta, como el percebe en una roca…, y entonces el universo se contrae (o se expande). El lenguaje es una herramienta mágica, capaz de producir cumbres del pensamiento y la belleza. Útil como ningún otro utensilio concebido por el ser humano. Hay palabras anárquicas y palabras que tienen siete vidas, como los gatos. O que debajo de su piel sensible acumulan fantasías y ficciones inimaginables que provocan hilaridad en los espejos deformantes de su propia lexicografía.
Todas las vocales son femeninas (la a, la e, la i, la o y la u), así que el neutro es otra cosa, por mucho que se empeñen ágrafas ilustres y sectarios iletrados. El lenguaje es un juego de palabras muy serio y necesitado de respeto, aunque no logra modificar la realidad a la que menciona. La realidad no se inmuta por cambiar los nombres a las cosas y la mejor prueba es este Ficcionario.
Interesante este ficcionario. Lo de las palabras inventadas me recuerda al diccionario de Coll, aunque imagino que tiene poco que ver. Y qué interesante ese discurso sobre el origen de las palabras y, sobre todo, ese diálogo entre Crátilo y Hermógenes. ¿Seguro que los pájaros hacen pío pío?
ResponderEliminarUn beso.