Me encanta la fotografía pero no soy nada habilidosa en la materia. Mi técnica consiste en hacer una decena de fotos de la misma persona o del mismo objeto para que, con suerte, me salga una medianamente en condiciones. Menos mal que ya no hay necesidad de revelado. Así que, cuando tuve conocimiento de este libro, me sentí muy atraída. Primero, por lo que os acabo de decir, porque me encanta la fotografía. Segundo, porque las fotografías de este libro están muy relacionadas con ese episodio tan espantoso que vivimos no hace tanto.
Pilar García Elegido es cineasta. Ha dirigido varios documentales e incluso ha ganado un Goya por su trabajo titulado Confluencias. Pero también le apasiona la fotografía. Así que, cuando nos asaltó la pandemia y se impusieron tantas restricciones, ella aprovechó para fotografiar lo que estábamos viviendo. Así nació Distancia social, un fotolibro autoeditado, en el que su autora recoge más de cuatrocientas instantáneas. Hay que mirar con detalle todas estas fotografías y leer en ellas la historia que cada una nos quiere contar. Os dejo con nuestra conversación.
M.G.- Te saludo desde Sevilla, Pilar. Un placer hablar contigo.P.G.- Un placer. Ay, Sevilla. Tenéis ahora el Festival de Cine.
M.G.- Sí, y los Latin Grammy hace unos días. Siempre tenemos alguna historia pero se agradece porque eso le da vida a la ciudad.
Bueno, Pilar, hablamos de tu libro, de Distancia social. Es un fotolibro. Me apasionada la fotografía, aunque soy mala fotógrafa. Antes de centrarnos en el libro, he visto que eres cineasta de profesión, y que la fotografía es para ti un hobby, ¿no?
P.G.- He hecho fotografías habitualmente. Durante la pandemia, cuando empezamos a poder salir en los horarios restringidos, empecé a llevarme la cámara. Por entonces, estaba haciendo un documental que tuve que cortar por toda la situación. Como no podía hacer cine, empecé a hacer fotografías, pero nunca pensé en hacer un libro. Era simple afición, porque veía que las calles estaban completamente cambiadas con estas medidas. Eran otras calles. Los coches no circulaban; las personas íbamos respetando la distancia social; muchos comercios, al principio, estaban cerrados. Fue algo que pasó en todo el mundo pero que yo viví en Madrid. Así que me puse a hacer fotos y, poco a poco, fui aumentando la distancia de mi casa para hacerlas. Un día, descargando las que había hecho, vi la primera que aparece en el libro. Se ven cuatro personas en la Plaza de Santo Domingo, que siempre ha estado abarrotada de gente, de coches, de todo,.. Y están ahí esas cuatro personas distantes, cada uno en una esquina de un banco. Al descargar esa foto me dije que lo que estaba retratando sin darme cuenta era la distancia social.
Por entonces, hice una reflexión que creo que hicimos todos, y es que esa distancia social que teníamos por razones sanitarias, iba a traer consecuencias futuras. No es fácil volver al día a día, tal cual. Creo que lo que vivimos nos ha pasado factura a muchos niveles. Pero bueno, como te digo, esa fotografía fue el punto de partida para que empezara a retratar la distancia social de manera consciente. Intentaba ir a muchos barrios, ver lo que pasaba en cada uno y cómo se estaba viviendo. Y hago un paréntesis para decir que la creación nos salva. Para mí fue muy importante hacer esas fotos. Cada uno hizo lo que pudo para salvar aquel tiempo tan raro. Aunque «raro» es un adjetivo que se queda corto.
M.G.- Esa fotografía con la que se abre el libro es impactante. Ves a esas cuatro personas, como tú mencionas, separados, cada uno en un banco. No hacen nada. No esperan a nadie. No hablan por teléfono. Están simplemente ahí, al sol. Las ves y te preguntas, ¿qué buscan?, ¿qué hacen? Era tan solo estar en la calle.
P.G.- En las plazas se veían mucho este tipo de escenas. Conscientemente las viví y las reflejé.
M.G.- ¿Has llegado a calcular cuántas fotos has hecho en pandemia?
P.G.- Más de 30.000. Una barbaridad de fotos pero quería dejar constancia. A parte de fotografiar la distancia social, también iba por las calles haciendo fotos a la propia calle o a elementos de la calle que me llamaban la atención. Cuando las haya podido organizar un poco, todas estas fotos las voy a entregar a la Biblioteca Nacional. Creo que tenemos que dejar constancia de lo que hemos vivido. Habrá muchas fotos de la pandemia pero en ciudades como Madrid, van a estar centradas en el centro de la ciudad. Yo hice fotos de los barrios. Y creo que es mi deber entregarlas para que alguien en el futuro, si le interesa, puede ver cómo se vivió la pandemia en los barrios.
M.G.- ¿Y qué criterios ha seguido a la hora de elegir las fotos? Porque, de esas treinta mil, ¿cuántas se incluyen en el volumen?
P.G.- El volumen incluye 403.
M.G.- ¿Y cómo has hecho para elegir esas en concreto?
P.G.- Pues ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Lo he comentado muchas veces con amigos del cine. Hacer un documental o una película es tremendamente difícil pero hay unos esquemas, unas formas que ya tienes aprendidas. Pero seleccionar fotos, crear un criterio y unos epígrafes me costó muchísimo porque la información que tenía era muy amplia. Al principio, quieres meterlo todo pero luego, debes decir no. Primero, intenté hacerlo cronológicamente pero vi que no funcionaba. Tenía que ser algo más personal. Como también escribo, porque eso forma parte del cine, pensé en usar epígrafes. Algunos son muy generales y otros más concretos porque me fijaba en cosas puntuales que llamaban mi atención. Por ejemplo, había un señor que se ponía en la calle Fuencarral a vender rosas, con su mascarilla. Era un señor mayor y cada vez que pasaba por allí, le hacía una foto. Me llamaba la atención su relación con la gente. Nadie se paraba. Nunca vi a nadie comprar una rosa a aquel señor. También hay epígrafes dedicados al dulce porque, cuando empezaron a abrir los quioscos para vender cafés y churros, la gente se paraba, con las mascarillas, y la distancia social entre todos. Había cosas que me resultaban curiosas y he intentado mostrarlo, desde lo personal a lo universal.
M.G.- La mayoría de las fotos están en color pero, ¿por qué, a veces, introduces alguna en blanco y negro?
P.G.- Me gusta mucho el blanco y negro. Algunas están ligeramente retocadas porque uso muy poco la postproducción de fotos. Me gustan que sean fotos naturales. Pero sí hice algunos retoques y trabajé algunas en blanco y negro. Era una cuestión de estética. No hay ningún planteamiento de otro tipo porque, como verás, se mezclan las de blanco y negro y las de color.
M.G.- Y cuando salías a hacer fotos, ¿te marcabas un itinerario previo o te dejabas llevar?
P.G.- Me dejaba llevar. Cuando llego a una ciudad del extranjero, me sitúo en un punto y, a partir de ahí, empiezo a caminar por intuición y no siguiendo un mapa. Con los barrios he hecho lo mismo. Me situaba en un punto y desde ahí, empezaba a caminar por las calles que más me llamaban la atención. Iba variando. Luego miraba Google Maps para ver dónde había ido a parar. A veces, volvía a la calle principal. Las calles principales siempre me han ayudado mucho porque en las calles principales de los barrios siempre pasan muchas cosas.
M.G.- Pilar, este libro está autoeditado, ¿no? Te lo pregunto porque hacer un libro de fotografías tiene un coste elevado.
P.G.- Sí, está conscientemente autoeditado. Ni siquiera he intentado que alguien lo edite. Quería editarlo yo. Eso ha formado parte de esa creatividad de la pandemia. Quería probar a editar un libro y la verdad ha sido fascinante trabajar con el diseñador, localizar la imprenta,... He cubierto una etapa en la que no podía hacer otras cosas. Así que, ha sido como una inversión en aprendizaje para mí. Se queda como una etapa muy especial para mí y para todos. Además, ha supuesto un cambio en el que la foto demanda su lugar porque, a partir de ahí, me han pedido una de las fotos de Distancia social para la portada de un libro, me han pedido también que haga las fotografías de otro libro,... Es decir, han ido surgiendo cosas que no hubiesen surgido de otra manera. Creo que le tengo que dedicar más tiempo a la fotografía.
M.G.- La verdad que hay fotografías que impresionan mucho. Me pregunto si alguna vez alguien te preguntó por qué hacías fotografías. Hay una, en la página 89, en la que se ve a un señor mayor, en medio de la calle, y te está mirando fijamente. ¿Alguna vez alguien te preguntó por qué los fotografiabas?
P.G.- No. Nadie decía nada. Para esto, soy muy clara. Me coloco en medio de la calle con la cámara y estoy un rato. No hay duda de que estoy fotografiando. Quienquiera se puede retirar, puede decir lo que quiera, porque soy muy respetuosa. De hecho, hay poquísimas fotos de primerísimos planos. Además, con la mascarilla no se reconoce a nadie. He sido especialmente cuidadosa en ese tema.
M.G.- Como comentas, las fotos están agrupadas por epígrafes. Hablas de deporte, de puentes, de bicicletas,... Me resultan llamativas las que muestran a la gente haciendo cola delante de las tiendas y de los establecimientos. Salías a comprar, no veías a nadie por la calle pero, de repente, te encontrabas a ocho, diez, quince, veinte personas haciendo cola en una farmacia, en una tienda,... Me resultan muy conmovedoras esas escenas.
P.G.- Sí, son fotos que quedarán como clásicas, de la pandemia. Todos hemos hecho cola para el supermercado, la farmacia, para todo,... Y en la cola, siempre respetando la distancia social.
Recuerdo cuando abrieron La Mallorquina, en Madrid, en plena Puerta del Sol. Es una de las pastelerías emblemáticas de Madrid. La cola era como cuando abrieron El Corte Inglés. Hay dos fotos de cuando abrieron ese centro comercial, que yo no nombro en el libro. Ni siquiera se llega a ver del todo el almacén pero sí la cola del primer día. Procuraba estar en esos momentos en los que se abría una nueva etapa. Intentaba estar atenta. Veía que todo el mundo quería volver a hacer cosas que en otros momentos eran normales.
M.G.- ¿Hiciste alguna foto de los famosos aplausos de las ocho de la tarde? No he visto ninguna fotografía de ese momento.
P.G.- De ese momento hice vídeos. Eran momentos en los que había que escuchar el sonido de los aplausos y por eso hice vídeos que, claro, no están en el libro.
[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]
M.G.- Lógico.
Uno de los pies de las fotografías dice: «Lo que nos sostiene. Lo que conforma nuestro modo de vida. La lectura, el cine y la ficción, la música, las artes, han sido refugio y bálsamo durante el confinamiento. Ojalá no olvidemos». Esa comunidad que se formó nos unió mucho y se decía aquello de que íbamos a salir mejores de esta situación. Pero nos hemos olvidado de todo, de todo aquello positivo que conseguimos como seres humanos. Lo hemos olvidado.
P.G.- Se tiende al olvido porque la rutina nos lleva a otros puestos. Quiero ser optimista y creo que un porcentaje de la población ha entendido que la cultura, la lectura, las películas,... todo lo que desarrollamos en ese tiempo, ha sido un salvavidas. Hay que estar incentivándolo siempre. Cuando abrieron los teatros o los cines, era como ir a... Tuve que ir a varios festivales. Fui jurado de cortometrajes en la Seminci, en Valladolid. Recuerdo que las salas estaban al 30%. Entrabas en la sala, lo mirabas todo de medio lado, viendo a ver dónde te tenías que sentar. Tenías como dos o tres butacas, entre tú y la siguiente persona. Todo era muy raro. Pero claro, si era lo que se podía hacer, había que hacerlo. Luego, poco a poco, fue subiendo el aforo al 50%, hasta que las salas se normalizaron. Era todo muy conmovedor. Parecía que todo volvía, que volvíamos a apreciar la cultura desde el patio de butacas de un cine, de un teatro, poder ir al museo... Los museos también me emocionaron mucho. Estuve en el día de apertura de los museos. La cola que se montó en Madrid para entrar en el Reina Sofía fue increíble. O en el Prado. Era emocionante ver esas colas.
M.G.- El libro se editó en enero de 2023. ¿Qué recorrido ha tenido? ¿Has hecho alguna presentación? O no sé si has expuesto estas fotografías en alguna sala.
P.G.- El libro se presentó en la Librería Ocho y Medio. También estuvimos en la feria del libro. Ha tenido un recorrido comedido, como suelen ser los libros autoeditados. Ahora estoy haciendo dos documentales y tampoco he tenido tiempo para el libro. Pero bueno, ha tenido muy buen eco entre la gente que lo ha adquirido. Creo que todos vamos buscando el reflejo de lo que sentimos durante esa época.
M.G.- Este es un volumen que está dedicado a los familiares de las personas que fallecieron por covid en las residencias, y especialmente está dedicado a tu padre. Me ha conmovido esa dedicatoria porque mi padre falleció en una residencia de mayores, durante esa época.
P.G.- A mí me conmovió mucho todo lo que pasó. Me conmovió, me preocupó y, a ratos, me indignó. En ese tiempo, mis padres ya habían fallecido. Mi madre había estado conmigo hasta hacía relativamente poco. Y yo pensaba en los hijos y las hijas a las que les tocó vivir aquello porque era durísimo. Esta historia de no desviar a hospitales, en algunas comunidades autónomas, de no poder entrar en la residencia, no poder ver a tu madre o a tu padre,... Durísimo, ¿no? Sentía mucha afinidad con esas personas.
Y también está dedicado a mi padre porque a él le gustaba la fotografía y porque escribía. Estaba cantado que tenía que dedicárselo a él. Ojalá que con el tiempo podamos mirar todo lo que ocurrió desde la distancia porque a mí todavía me indigna el tema de las residencias.
M.G.- Yo te agradezco esa dedicatoria porque yo no me pude despedir de mi padre. Me llamaron por teléfono para decirme que había fallecido. Y él falleció sin sus hijos al lado. Así que te lo agradezco mucho porque fue algo durísimo.
Pilar, no tengo más preguntas que hacerte. Te agradezco que me hayas atendido. He disfrutado mucho, mucho de este libro que además es original. Siempre andamos con novela, poesía, pero un libro de fotografías se agradece mucho y más si es para retratar ese tiempo duro que nos tocó vivir. Lo dejamos atrás pero tampoco hay que olvidarlo porque se vivieron muchas cosas y de ahí salió un aprendizaje. Muchas gracias, Pilar.
P.G.- Muchas gracias a vosotros. Que vaya todo muy bien por Sevilla, que tenéis una ciudad maravillosa. Disfrutadla.