Nacionalidad: España
Director: Silvia Munt
Reparto: Alicia Falcó, Elena Tarrats, Itziar Ituño, Ainhoa Santamaría, María Cerezuela, Nagore Cenizo ...
Género: Drama
Sinopsis: Verano de 1976. Bea (Alicia Falcó) tiene 16 años y se suma a los aires de cambio que recorren el país; colabora con un grupo de mujeres para visibilizar la causa feminista y lograr la aprobación del derecho al aborto. La rebeldía que siente en la sangre se mezclará con un sentimiento inesperado que trastocará su mundo interior. A lo largo de estos meses, Bea entablará una amistad muy especial con Miren (Elena Tarrats), una chica algo mayor que ella y de buena familia. Su compromiso político y su relación con Miren convertirán ese verano en una etapa que marcará un antes y un después en su vida.
Hasta 1985, el aborto era delito. Abortar se equipara a cometer un crimen, un asesinato, una práctica condenada por buena parte de la sociedad, incluso por las propias mujeres que señalaban con el dedo a aquellas que decidían interrumpir su embarazo. Las mujeres que se sometían a un aborto voluntario eran condenadas a 8 años de cárcel. Las penas para los profesionales sanitarios involucrados en estas actividades ascendían a 14 años de prisión. Pero las mujeres no estuvieron siempre solas. Otras mujeres ayudaban a aquellas jóvenes que, por un desliz, por inexperiencia, por inocencia, se quedaban embarazadas. También lo hacían con las mujeres casadas que, tras tener dos o tres hijos, no podían añadir una boca más que alimentar. Obviamente, lo hacían sin el conocimiento de sus parejas y marido. Mucho menos, con su consentimiento. La ayuda consistía en llevarlas a Francia. A veces con documentación falsa. En el país galo, se permitía el aborto voluntario desde 1975. Allí, las ingresaban en una clínica, donde eran atendidas por personal especializado. Si la «asesina» era de buena familia, el problema se reducía, porque el dinero abre muchas puertas. Pero si la chica era demasiado joven, o de familia sin recursos, aquella red de mujeres, dispuestas a todo, hacía lo posible para costear el aborto. Es lo que nos cuentan las verdaderas protagonistas en este corto, titulado Las buenas compañías.
Corto. Demasiado corto para una historia tan interesante. Por suerte, la actriz, guionista y directora Silvia Munt ahonda en la historia de aquellas mujeres que lucharon por el aborto libre y gratuito, allanando el camino para todas nosotras. Y de esta historia de heroínas vengo a hablaros hoy, del largometraje de título homónimo, Las buenas compañías, que podéis ver en Filmin o en HBO+.
Las buenas compañías nos traslada al verano de 1977, a la localidad de Errentería (Rentería). Allí vive Bea, una joven algo rebelde, cuyo padre está en la cárcel. Su madre trabaja para una familia bien, limpiando y fregando suelos, de rodillas, a la vieja usanza. Bea va a su aire. Pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa y, ocasionalmente, ayuda a su madre en su trabajo. Beatriz se relaciona con otras chicas de su edad. Se reúnen en una especie de sede, donde fuman y beben, preparan acciones de protesta, y pintan pancartas. Son los tiempos de amnistía y, como telón de fondo, del juicio contra las once mujeres de Basauri, condenadas por abortar.
En ese ambiente convulso, Bea y sus amigas quieren poner su grano de arena. Atentan contra violadores, boicotean bodas, gritan por las calles, y exigen libertad. En la casa en la que trabaja su madre reside una joven. Es Miren, la nieta de Sagrario, la mujer propietaria de la casa. Miren se pasa el día encerrada, practicando en el piano. Beatriz, movida por la curiosidad que le produce esta chica, que apenas sale de casa, se irá acercando a ella. Poco a poco, Miren empezará a formar parte de la vida de Bea, la integrará en su grupo de amigas, y descubrirá la verdad de la joven, a la que tratará de ayudar, mientras afloran ciertos sentimientos.
Al mismo tiempo, en el seno familiar de Bea irán ocurriendo hechos desgraciados. La joven vivirá en primera línea el sufrimiento de la mujer, el de las esposas y madres, algunas resignadas a interpretar el papel que les ha tocado. Otras tratando de mantenerse a flote como pueden. Y así, hasta un desenlace que abre puertas al espectador.
Qué me ha gustado de esta película
Me atrae muchísimo todo aquello que me hable de lo desconocido para mí. Cuando las mujeres de esta película lucharon por mi (nuestro) derecho al aborto, yo era muy pequeña. Luego llegaría la legalización del aborto. Por entonces, yo tenía quince años que no son los quince años de ahora. Vivía en Babia y seguro que la noticia tampoco me generó ningún júbilo. ¡Cómo me gustaría retroceder en el tiempo para comprobar si mi madre y sus vecinas comentaron aquella noticia de actualidad! Por eso me gusta leer libros o ver películas que me descubran jirones de la historia de este país, porque necesito echar la vista atrás para entender mi hoy. Y por eso, mis orejas se ponen en estado de alerta cuando escucho que once mujeres fueron procesadas por abortar, en 1976. Por eso, mis dedos corren raudos al teclado del ordenador para buscar más información. Por eso, doy con documentales y libros que retratan la época, y en donde las auténticas protagonistas hablan por su propia boca. Todo esto, todas esas sensaciones y esa curiosidad que se me ha despertado, son motivos más que suficientes para recomendar esta película. No voy a decir que se trata del largometraje de mi vida porque me he quedado con ganas de más. Las buenas compañías (reflexiona sobre el título, a ver hacia dónde te conduce) se centra principalmente en Beatriz, en Miren, en Toto, en Asun,... pero si digo que me he quedado con ganas de más es porque me hubiera gustado más profundidad. Llegamos a estas jóvenes sin saber apenas nada de su bagaje, de cómo se articula esa red de mujeres, de los hilos que movieron, de los contactos que hicieron para ayudar a aquellas otras en apuros, de la gestión de documentación falsa para poder cruzar a Francia. Y aunque empatizas con estas chicas, tienes la sensación de no conocerlas lo suficiente. En cualquier caso, ha sido bonito saber de su existencia, compartir sus sueños e ideales, verlas tan implicadas y con tantas ganas de cambiar el mundo. Y también ha sido bonito e interesante llegar, a través de esta película, al corto que figura más arriba, para poner nombre a las auténticas protagonistas. Si no hubiera visto Las buenas compañías no hubiera sabido nada de estas mujeres.
Por otra parte, la ambientación es fabulosa. Para empezar, Rentería se muestra como esa ciudad gris e industrial, con calles siempre húmedas y frías. Pegados en las paredes de las vías, infinitud de carteles de protesta. Viviendas con papel pintado en las paredes, la Singer y su vaivén o la caja de Optalidón en la mesita de noche. La ropa tan triste como la ciudad. Los porros, las botellas de alcohol. Y la publicidad, que nos decía que todo era coser y bordar (¿o era coser y cantar?). Toda esta atmósfera te sumerge en una sensación de desasosiego infinita, que ayuda a recrear el ambiente en el que se vivía entonces. Como si esa grisura se te pegara a la piel y te sintieras tan encerrado como los personajes de este largometraje.
La fotografía arroja imágenes preciosas y te topas con primeros planos que son de una belleza infinita.
Qué no me ha convencido
Como digo, yo quería saber más de esas chicas que se jugaban la vida por las demás pero, al menos, me conformo con lo que esta película me ha mostrado de ellas. Eso sí, hay ciertos aspectos del guion que creo que eran necesario mostrar. Por ejemplo, Bea tiene un padre que está en la cárcel, a la espera de la amnistía. Es un personaje que sale bien poco pero que quizá, debería haber tenido algo más de presencia. Ese padre representa a los que fueron privados de libertad y que vieron con la muerte de Franco, una luz al final del túnel. Pero no vamos a saber por qué está en la cárcel. Tampoco vamos a saber con exactitud lo que se cuece en su vida personal y familiar. Cierta información velada se nos proporciona durante una visita a la cárcel, instante en el que él hablará con su hija y conversarán de algo que, según seas hombre o mujer, es igual pero no es lo mismo. Se pasa muy por encima sobre el asunto. No obstante, ese pellizquito que se muestra en tan solo unos minutos de conversación es tan real como la vida misma.
Por otra parte, sobre Miren también hay incógnitas por resolver. Lo de dejar al lector que ate cabos está muy bien porque se sobreentiende que somos inteligentes. Obviamente, será fácil vislumbrar qué le ocurre realmente a la joven pero ¡ay!, nuevamente me hubiera gustado algo más de ahonde en esta cuestión. Por eso digo arriba que me he quedado con ganas de más.
Y lo mismo ocurre con un personaje que regenta un despacho de billetes y contra el que las jóvenes atentan por ser un violador. No sabremos por qué piensan eso. No sabremos si realmente ocurrió algo o si, en tal caso, la justicia actuó contra él.
Personajes e interpretaciones
Centrarme en este apartado implica posar los ojos, principalmente, en Bea y en la relación que mantiene con su madre o con Miren.
Bea es una joven que vive en un mundo que no comprende. No consigue entender por qué la mujer acata y obedece. Lo ve en su madre, que no solo está al servicio de un marido al que espera, desconociendo las verdaderas intenciones del mismo, sino que también es una mujer plegada a las diferencias sociales. Mientras Sagrario lee el periódico y va a misa, Feli limpia, pule y da esplendor. Tampoco entenderá el miedo y la sumisión de su tía Belén. Pero a la una la separa de las otras unas cuantas generaciones y distintas formas de pensar. Por eso, a Bea la veremos sufrir de impotencia, como un animal enjaulado que desea llevarse todo por delante. Pero también la veremos como una mujer contenida, con miedo, resignada, aturdida y perdida. Lucha contra sus demonios interiores, sin saber muy bien qué camino coger.
La película nos muestra una hermosísima relación materno-filial. El papel de la madre es el papel de cualquier madre. Feli sabe sin saber. Entre madre e hija impera el silencio. Bea no le cuenta nada, no ya de lo que hace, sino de lo que siente. Pero una madre siempre sabe y siempre está. No hay mejor persona que una madre para darte un consejo y parece como si la única misión de Feli en la vida de Bea fuera justo ese instante en el que ella, con dolor de madre, le da el mejor consejo que una madre puede dar a una hija. Aunque eso implique aumentar el dolor pero, ¿cómo permitir que Bea tengo el mismo futuro que ella?
En cuanto a la relación de Bea y Miren, cada una juega en distinta banda. Lo que une a Bea con Miren no es lo mismo que lo que une a Miren con Bea. Y eso provoca que el espectador se decante por una de las dos. Además, juega en contra las diferencias sociales porque, aunque ambas luchan por la libertad, tus raíces son tus raíces. La aparición de Miren en la vida de Bea trae consigo otras de las cuestiones que aborda la película, un descubrimiento íntimo y personal. La relación entre ellas vendrá precedida de mucha ternura.
Sobre las interpretaciones, creo que las tres están bastante correctas, a lo que habría que añadir el trabajo de Nagore Cenizo como Asun. Alicia Falcó, en el papel de Bea, con esa mirada intensa y misteriosa, con esa belleza serena, termina por atraparnos en sus propios dilemas. He leído que Silvia Munt la vio por la calle y enseguida supo que ella podría dar vida a su Bea.
Las once de Basauri
El 8 de octubre de 1976, durante las fiestas de Basauri, una mujer, denunciada por un familiar, fue detenida, junto a su hija, acusadas ambas de practicar abortos a otras mujeres. Se le exigió que diera nombres y, al día siguiente, otras nueves mujeres fueron detenidas. Todas tenían entre diecinueve y treinta y ocho años. Después de un tiempo retenidas en dependencias policiales, fueron puestas en libertad a la espera de juicio. La fecha para el proceso se dató el 31 de mayo de 1979. No se llevó a celebrarse. Se fueron sucediendo diferentes fechas, todas ellas aplazadas por diferentes causas. La última intentona de condenar a estas mujeres llegó en 1982. La mayoría de ellas quedaron absolutas. Las que fueron condenadas ya habían pagado su pena.
Estas once mujeres fueron las que impulsaron la legalización del aborto. Estas once, y todas las que gritaron, patalearon, se manifestaron y se enfrentaron al sistema. En el País Vasco y en toda España.
Me quedo con una de las proclamas que las chicas lanzan en la película, un lema que me ha arrancado una carcajada, pero que todavía hoy hay mujeres que no se atreven a decir.
¡Manolo, la cena te la haces solo!
La tenéis de Filmin y en HBO+
Tráiler:
La TENGO que ver, se me hace necesaria como bien explicas tú.
ResponderEliminarBesitos.
No me sonaba. Una temática muy interesante, sin duda. Tendré que verla, que me dejas con ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
No sabía de esta película de Silvia Munt, pero me has puesto los dientes largos. Yo ya era mayor cuando se legalizó el aborto y sí que fue una alegría porque todos conocíamos a alguien que había tenido que abortar de mala manera. Esa percepción de la chica joven de sus mayores temerosas y asustadas recuerdo haberla sentido en algunas ocasiones yo también. Apuntada queda.
ResponderEliminarUn beso.
Qué bonito es cuando el cine entretiene, emociona y nos cuenta parte de nuestra historia. El aborto siempre ha generado controversia y las películas lo afrontado desde múltiples enfoques. Desde luego se puede hablar de una ambientación excelente y de un desarrollo narrativo óptimo.
ResponderEliminarMe encantó tu reseña, Marisa.
Besos.
Aún no la he visto. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarTe invito a pasar por mi blog. Feliz semana!
No sé, es que me gusta todo lo que cuentas excepto lo de atar cabos yo solita. Me pasa como con los libros, pienso que los cabos los ata el director de la peli y luego yo ya tendré mi opinión y sacaré mis conclusiones. Es que es como lo dejo ahí para que se imaginen lo que quieran porque no se me ocurre nada lo suficientemente bueno. Y lo del tema es que me da pereza, creo que por culpa de la situación actual, todo lo que tenga que ver con el feminismo y las luchas sociales me satura porque además creo que lo están estropeando todo.
ResponderEliminarMe la guardo porque la época sí me gusta mucho verla retratada en cine.
Lo de fregar de rodillas me parece lo peor del mundo. Y hubo un tiempo donde no había otra aunque conocí mujeres que lo seguían haciendo porque decían que con el cepillo o la fregona no quedaba igual.
En fin, que algo sí habíamos mejorado aunque ahora parece que vamos para atrás.
Besos