jueves, 22 de junio de 2023

YOLANDA GUERRERO: ❝Lo que más deseaba Audrey Hepburn era amar y ser amada❞

Lo comenté por redes en su momento. Todavía recuerdo el día en que conocí a Yolanda Guerrero. Fue en 2017, cuando vino a Sevilla a promocionar su primera novela. El huracán y la mariposa me pareció una historia preciosa, aunque también dura. Me emocionó aquel relato por la trama en sí, pero también porque Yolanda tiene algo a la hora de contar las cosas que convierte cualquier historia en belleza. Así que, cuando supe que volvía a mi ciudad, y con nueva novela bajo el brazo, me alegré muchísimo. Nada más verla, le di un enorme abrazo. 

El día que mi madre conoció a Audrey me ha resultado una novela originalísima, tierna, entrañable, romántica, y maravillosa. Es una historia llena de sueños, a veces rotos, y de muchas ganas. Un relato lleno de amor en el que la autora combina diversos elementos que, a priori, parecerían no casar. La Audrey del título es efectivamente la actriz Audrey Hepburn, que tendrá un papel protagonista importante, y cuya aparición en la trama encaja perfectamente. A eso se une las vidas de Manuel y Lisa, dos jóvenes que, al amparo de las melodías de los Beatles, comienzan una historia de amor. Y, como otro pilar más, Gibraltar y su historia.  Antes incluso de reseñar la novela, te invito a leerla. Pero también te animo a leer mi conversación con Yolanda Guerrero, o a escuchar nuestra conversación entrando en YouTube. 

Marisa G.- Yolanda, un placer tenerte en Sevilla otra vez, y además con una novela tan bonita como esta. Te tengo en el recuerdo, aquí en mi mente. Recuerdo la otra vez que nos vimos, con El huracán y la mariposa, en aquella cafetería que se llama Un gato en bicicleta. Me gustó aquella mucho. Esta me está encantando, así que, felicidades.

Yolanda G.- Muchísimas gracias, muchísimas gracias, porque yo también me acuerdo de aquella entrevista. Fue tan bonita, tan bonita. Además, era mi primera novela y fue una satisfacción tan grande hacer una entrevista tan maravillosa como aquella. La recuerdo perfectamente.

M.G.- Hubo mucha complicidad.

Y.G.- La hubo, sí. 

M.G.- Bueno, pues después de aquella, vino Mariela, una historia protagonizada por una enfermera española. Curiosamente, esta última novela está dedicada a las Marielas del mundo. ¿Por qué?

Y.G.- Mira, porque la otra novela, Mariela, fue acogida con una ilusión y con un entusiasmo que a mí me dejó realmente muy impresionada y muy emocionada. Las enfermeras se llaman ahora a sí mismas así, Marielas. Hay un hashtag en Instagram, en redes sociales, que es #marielas, además sin mencionarme a mí. De vez en cuando, y sobre todo con el coronavirus, descubro que alguien dice: «Venga, Marielas, vamos adelante». Y lo mismo están empleando el término de Marielas sin saber por qué. Una se lo cuenta a una, la otra se lo cuenta a la otra y se llaman a sí mismas Marielas. 

Yo sigo manteniendo una relación maravillosa con todas las enfermeras, porque la verdad es que han hecho muchísimo por la novela. Ellas se sienten muy reconocidas con una novela que habla de ellas, que no es fácil, porque antes del coronavirus es verdad que la profesión de enfermería estaba prácticamente ninguneada y no era visible. Y después del coronavirus, pues tampoco es que la cosa haya cambiado mucho. Cambió durante un tiempo, pero nada más.

Hace dos o tres semanas me invitaron, como me invitan todos los años, al Día Internacional de la Enfermería, el 12 de mayo. Me fui hasta Madrid para hablar en la Universidad Autónoma. Allí les confesé y les dije que, a partir de ahora, en todas las novelas que escriba, que no sé cuántas me dará la vida, habría siempre una enfermera. Creo que es un homenaje que les debemos hacer todos como sociedad. Si yo, en la medida que pueda, puedo poner mi granito de arena, pues así lo hago. 

M.G.- Qué gesto más bonito.

Bueno, sobre esta novela, dice la narradora en las primeras páginas que nos va a contar sencillamente la historia de un amor, o tal vez debería decir, de muchos amores. ¿Esta novela es una epopeya, es un canto al amor?

Y.G.- Sí, es un canto al amor y a muchos amores. No solamente está el amor principal, el amor nuclear de la novela, que es el de Lisa y Manuel, sino que ellos están rodeados de amores de la gente que les rodea en su vida. Para ellos, eso es una forma de verse reflejados. Hay algunos amores en los que no quieren verse reflejados. Saben que eso es lo que ellos no quieren llegar a ser. Y hay otros que, a lo mejor, les sorprende.

Hay una escena en la que Manuel se entera de que su mejor amigo es homosexual. La homosexualidad, en los años 60, era prácticamente un escándalo inimaginable. Sin embargo, Manuel entiende a su amigo porque es una persona inteligente y además con buen corazón. Él llega a entender que eso existe, que es legítimo, y que el amor es amor en cualquier circunstancia. Da lo mismo un hombre con un hombre, una mujer con una mujer, un hombre y una mujer, o como dice alguien, o un ángel con un ángel. ¿Qué más da? Lo importante es amar. Y eso es la espina dorsal de toda la novela.  

M.G.- Sin duda. Y además, con un amor como el que ellos viven. Un amor que atrapa.

Y.G.- Es lo que yo quería, que fuera algo que atrapase, que no fuera una historia de amor convencional, una historia de amor en la que se enamoran, se acuestan, después tenían desavenencias, después vuelven otra vez, y así. Yo quería un amor que fuera fuerte, que fuera invencible, pero que no pudiera consumarse como a ellos les gustaría. Y no por culpa de ellos mismos, de circunstancias internas, sino por culpa de lo que les rodeaba, de sus Montescos y sus Capuletos, que cada uno tira de un brazo de cada uno y no les dejan estar juntos. Porque eso ocurre todos los días. La gran política es la que está en contra del amor, es la que realmente hace que el amor no se lleve a cabo. La forma más patética y más extrema de esto son las guerras. Las guerras es la expresión máxima del amor fallido, de la ausencia total y absoluta en un agujero negro del amor. Donde hay guerras no puede existir nadie pensando en la gente. Si alguien es capaz de lanzar una guerra contra otro país o dentro del mismo país, lo único que está haciendo es destrozarle la vida a la gente. Es la forma más oscura y negra de caer en un pozo sin remisión, en la que el amor no puede existir ni existirá jamás.

Y yo quería eso, algo no tan extremo como una guerra, pero sí unas circunstancias tan difíciles como para que los enamorados no pudieran llevar a cabo su amor, y tuvieran que resignarse a lo que la vida les daba, hasta que llegara otro momento mejor para ellos. Y eso puede ser largo, puede ser corto, pero el amor puede ser invencible.

M.G.- En esta novela cuentas la historia de Manuel y de Lisa. Ellos se conocen en un concierto, el concierto que los Beatles dieron en Madrid, en 1965. Siempre me gusta preguntar a los autores el porqué de las historias, por qué nacen de la manera en la que nacen, cómo nacen. Esta historia, ¿cómo surgió?

Y.G.- Surge precisamente porque quería escribir una historia de amor. Una historia de amor en la que, como te digo, los amantes no pudieran llevar a cabo su amor, no por desavenencias entre ellos, sino porque el mundo que les rodeaba no les permitiera hacerlo. Pero también tenía muchas ganas de escribir una historia ambientada en la España del sur, en la España de Andalucía, porque es la España de mi familia. Tengo a mi madre, que nació en Melilla, y al año o los dos años, se fue a vivir a Ronda. Mi padre nació en Montejaque, en Málaga. Y yo, ahora mismo, vivo en la provincia de Málaga.

Mi madre me contaba historias de una cabrera deslenguada y mal hablada que se llamaba Mariquilla. Me las contaba como quien le cuenta a un niño la historia de Blancanieves. Yo me embelesaba y conocí Ronda antes de poner un pie allí. Cuando la visité por primera vez, sabía dónde estaba el tajo y la alameda porque mi madre lo describía muy vívidamente. Mi madre echó de menos Ronda toda su vida y tenía muchas ganas de escribir una novela ambientada allí.

Sobre los Beatles, los admiro muchísimo. Los adoro. Me parece que han marcado un antes y un después en la música, en la música contemporánea. Creo que a ellos se les debe muchísimo, y eso que fue un grupo que duró nada más que nueve años. Pero es un grupo que ha resultado ciertamente vital para la música contemporánea. Su llegada en los años 60 fue como un soplo de aire fresco, especialmente en países como España, que estaban acostumbrados a José Luis y su guitarra, cantando Gibraltar español. Luego, al calor de los Beatles, empezaron a salir otros grupos maravillosos como los Pekeniques, los Bravos,... Había un caldo de cultivo para que la música floreciera pero fue gracias a los Beatles. 

En fin, que tenía muchas ganas de escribir sobre esa época. Metí todos estos ingredientes en la sartén y salió esta historia. Gibraltar formó parte muy importante de aquellos años, aunque realmente en España no se la conoce como tal. Es una parte de nuestra historia que todavía tenemos pendiente, un muro de Berlín que hubo en la península ibérica, al que todavía no le hemos dado el estudio que merece, el estudio que necesita, y sobre todo el reconocimiento de lo que ha supuesto para nuestra historia. Y así me salió. 

M.G.- De Gibraltar hablaremos más dentro de un momentito pero, retomando el concierto de los Beatles. Claro, a mí aquel concierto me pilló fuera de este mundo pero sí he visto muchas imágenes. La música de los Beatles no es un telón de fondo sino que va a tener presencia a lo largo de toda la novela.

Y.G.- Sí. Manuel y Lisa se conocen en el concierto. A ellos ya les gustaban los Beatles antes de conocerse, soñaban con ellos. El día que a cada uno de ellos, por su lado, le llega una entrada para ese concierto fue el día más feliz de sus vidas antes de conocerse. Estaban emocionados con los Beatles. Para ellos era el súmmum de la libertad poder irse hasta Madrid a ver los Beatles. Era el grupo de sus sueños y para ellos, los Beatles eran como una forma de salir del mundo en el que vivían, de transportarse al futuro. Y aquella España también lo vivió así. Eran los melenudos. Claro, en aquella época, llamar melenudos a aquellas cabecitas con flequillito tan bien cortado, con una chaquetita negra, una camisa blanca, corbatita estrecha,... Hoy en día, a un joven le dices que a aquellos los llamaban melenudos y se echa a reír, evidentemente. Pero eran otra cosa, eran distintos. Y para ellos, para Lisa y Manuel, los Beatles eran una metáfora. Lo dicen en algún momento, que eran la metáfora de la libertad.

M.G.- Y, aparte de los Beatles, también tenemos a Audrey Hepburn, que ya aparece en el título. ¿Qué importancia tiene la actriz en la historia? ¿Cómo encaja en la vida de Manuel y Lisa?

Y.G.- A veces digo que el título es un spoiler de la novela. El día que mi madre conoció a Audrey pasó algo importante. El lector ya lo descubrirá pero es evidente que ese día pasó algo que les cambió la vida.

Audrey Hepburn fue una de las personas a las que Alfonso de Hohenlohe llamó para que se compraran una casa cerca del Marbella Club. Él quería crear allí una especie de oasis de libertad, en una España todavía cerrada, en la que no se podía usar bikini, en la que había mucha mojigatería y un recato absurdo. Él quería crear un oasis de libertad, pero no en el sentido desinhibido de libertinaje. En aquella época se hablaba mucho de libertad y libertinaje. Él lo que quería era crear un lugar en el que la gente no tuviera que preocuparse de nada, que los famosos no tuvieran que presumir de nada porque iban a estar allí en un lugar tranquilo y de relajación.  Y Audrey fue allí y se compró una casa con Mel Ferrer, su primer marido. En los primeros años 60 fue feliz allí. En los últimos, no. Se llevaba muy mal con Mel Ferrer.  Los últimos años fueron muy duros para ella en su matrimonio.

Ella llevó a Deborah Kerr a Marbella porque le habló de ese sitio paradisíaco, en el que nunca hacía frío. Era la Costa del Sol que, como su propio nombre dice, es un lugar donde nunca llueve y donde se vivía muy bien y tranquila. Pero además, Audrey Hepburn vivió en Madrid, en Puerta de Hierro. Fue muy amiga de una espía de la CIA que se llamaba Aline Griffith, la condesa de Romanones. Se hicieron íntimas amigas, se quisieron mucho, y se veían en Madrid y en Marbella. Audrey Hepburn tenía unos lazos especiales con España y en aquella sartén en la que yo estaba metiendo a los Beatles, a los años 60, a Ronda, y a todo esto, pues Audrey Hepburn encajaba muy bien en la receta porque era una persona que huía de las candilejas y de los oropeles. Ella tenía ese aura de glamur hollywoodiense pero, en el fondo, lo detestaba con toda su alma. Ella quería una vida tranquila. Quería cuidar de su hijo. En aquel momento, solo tenía a Sean. Lo único a lo que aspiraba, siempre lo dijo, fue a amar y a ser amada. Ese era el objetivo principal en su vida. Para ella, el amor lo era todo. Alguien como ella, tan excepcional, que lo tenía todo y era una gran diva, renunció a todo eso, renunció al cine, por cuidar a su hijo, por vivir con el hombre que entonces amaba, aunque al final dejó de amar porque la convivencia se hizo muy insoportable. ¿Quién mejor que una mujer así, una mujer excepcional en todos los sentidos? Porque no solamente era una actriz buena, un prodigio de glamour, belleza y elegancia, musa de Givenchy, que lucía cualquier vestido que se pusiera, es que además era una mujer maravillosa y una bellísima persona. Y siempre tuve ganas de escribir sobre ella pero no en plan biografía sino introducirla de algún modo en una novela mía. Siento mucha admiración por ella y quería reflejarla así.

M.G.- Pero todo ese conocimiento que demuestras que tienes de la vida de la actriz, ¿todo esto tú ya lo conoces de antes o ha habido un proceso de inmersión y de documentación? 

Y.G.- Sí, sí, yo ya conocía a Audrey. Siempre la admiré como actriz pero me causó muchísima impresión cuando a principios de los años 90 es nombrada embajadora de Buena Voluntad de la UNICEF, con un sueldo de un dólar al año. Siempre dijo que era el mejor sueldo de su vida. Y ella se dedicó en cuerpo y alma a aquella tarea. No era simplemente un adorno, no era una mujer famosa que se va a África a cuidar de los niños pobres. No. Ella convocaba actos y daba charlas en la ONU, en los que se recaudaban miles de dólares, a veces millones de dólares, para África. Todo iba a África. De hecho, creen que el cáncer de colon raro que contrajo, el que la mató, lo contrajo en uno de estos países por la mala alimentación y por la comida insalubre. Pero ella se volcó en cuerpo y alma, porque era lo que más deseaba en el mundo, amar y ser amada. Y decía que aquella tarea fue como el culmen de ese anhelo que ella siempre tuvo. Además, sus dos hijos ya eran mayores y no iba a tener más, porque estaba a punto de cumplir sesenta años, y dijo que la forma más extraordinaria de dar y de sentir amor era con aquellos niños pobres. Fue en esos años, cuando ella salía en la tele, cuando empecé a admirarla mucho más de lo que ya la admiraba como actriz. En aquel momento, yo no pensaba en escribir novelas pero, de haberlo pensado, seguro que hubiera dicho que ella tenía que aparecer en una novela mía.

M.G.- Bueno, ya lo has cumplido.

Y.G.- Sí, lo he cumplido.


[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Yolanda, esta novela es muy coral. Tanto es así que los capítulos van precedido por el nombre de un personaje. Con tantos personajes, cuéntame si a la hora de lo construirlos, uno u otro te ha resultado más fácil o más difícil. Hay muchos y muchos muy peculiares.

Y.G.- Muchos muy peculiares, sí. Fíjate Mariquilla es un personaje semi real. Mi madre siempre me hablaba de una tal Mariquilla, una cabrera deslenguada y mal hablada, que le traía leche recién ordenada cuando yo vivía en Ronda. Me ha costado crear ese personaje, darle voz propia, con ese lenguaje que tiene de tan mal hablado, saber cómo se emplea. Una cosa es saber que «asín» no se dice pero hay que saber cuándo emplearlo. Y eso solamente ha sido a base de observación. 

Ahora yo vivo en Andalucía. Cuando voy a una tienda, voy tomando nota de cómo habla la gente del pueblo llano, la de menos cultura. Y eso es lo que más me ha costado, crear su lenguaje, porque quería que tuvieran voz propia y reconocible.  Quería que el lector supiera de qué estrato social venían solamente con leer uno de sus diálogos. 

M.G.- Está muy bien recreado. Yo he pasado largos veranos en un pueblo y se habla así. Está muy bien construido.

Y.G.- Muchas gracias. Eso me gusta mucho porque es lo que pretendía, que no sonara a chino.

M.G.- Y Mariquilla era la señora que le traía leche a tu madre en la vida real. En esta novela es matutera. Yo conocía el término estraperlista pero matute, no. Y creo que no es lo mismo.

Y.G.- Bueno, se aplicaba más o menos en lo mismo. Era conseguir productos que no había en la España de posguerra y que estaban prohibidos. Era un contrabando ilegal. Sobre todo con productos como la penicilina, la sacarina, las medias de seda,... En fin, cosas que en España no había y que hacían falta.

Mariquilla era estraperlista. Ese término se aplicaba principalmente a los hombres y matutera o recovera, en la serranía de Málaga, se aplicaba a las mujeres. El matute era el cargamento que traían. Hay pequeñas diferencias, porque claro, lo que traía una matutera no es lo mismo que lo que traía un estraperlista. Un estraperlista traía más productos de consumo, mientras que las matuteras traían cosas como las que te he dicho, más pequeñas y que escondían en los refajos o que se metían por todas partes. Por entonces, se inventaron cien mil maneras de poder burlar a los guardias civiles de la sierra. Eran de una imaginación desbordante, personas muy ingeniosas que no sabían leer y escribir y, sin embargo, supieron eludir la cárcel y la persecución en tiempos muy difíciles para llevar un trozo de pan a su casa.

M.G.- ¿Y podríamos hablar un poco de la narradora de esta historia? La narradora está muy vinculada con la trama. No sé si podemos adelantar algo.

Y.G.- Bueno, en la primera parte del libro, la narradora habla de Manuel y Lisa. Se sobreentiende que ella es la hija de ellos dos y que está hablando de lo que le sucedió a sus padres. Aunque a veces habla en primera persona, ella no quiere ser la protagonista de la novela porque los verdaderos protagonistas son sus padres. Ella contará la historia tal y como se la contaron a ella. 

La narradora dice que, durante mucho tiempo, escuchó aquella historia con los ojos cerrados por el aburrimiento, como le ocurre a todo hijo al que sus padres le cuentan sus batallitas. Hasta que, de repente, un día se da cuenta de que es una historia muy importante, una historia que tiene que contar porque ya no tiene los ojos cerrados. De repente, lo ha entendido todo y sabe que tiene que contar la historia de sus padres. 

M.G.- En esta historia no todo es ficción. Tú misma lo estás contando, que has empleado recuerdos de tu familia pero también hay personajes reales y muy conocidos. La propia Audrey Hepburn, pero también aparece, por ejemplo, Gerald Brennan, y hay referencias a poetas, cantantes y periodistas, como Jesús Hermida. Incluso hay un guardia civil que también existió

Y.G.- Sí, un guardia civil, Bernabé López Calle, leal a la República.  Él peleó en el primer golpe, en el de Casado contra Negrín, y después se echó al monte. Bernabé se hizo maquis y era precisamente de Montejaque, del pueblo de mi padre. Al final, murió asesinado por un delator de sus filas. En aquella época era fácil delatar, porque la Guardia Civil había sembrado toda la serranía de carteles pegados a los árboles, diciendo que todos aquellos maquis que quisieran delatar a sus compañeros iban a recibir dinero y su familia iba a estar protegida. Eran tiempos de escasez y miseria, y los ideales servían para un rato. Era fácil sucumbir, ¿no? Y sucumbían simplemente para conseguir una vida un poco mejor. Por eso había mucho delator entre las filas de los maquis. Y a Bernabé López Calle lo mató la Guardia Civil porque le había delatado un traidor de sus filas.

Y yo me invento un primo de él, que es el padre de mi Manuel, que sigue la misma historia. La historia de Bernabé se repite en Raimundo, porque era algo muy habitual. Aunque hubo una parte importante de la Guardia Civil que se reveló. Ellos querían que siguiera el gobierno legítimo de la República y se echaron a aquellos montes abruptos, de la zona que va entre la serranía de Málaga y la de Cádiz. Eran mitad guerrilleros, mitad bandoleros, mitad luchadores por causa política. Aquello, al final, se convirtió en una lucha de pura subsistencia.

M.G.- Yolanda, ¿se podría decir que, de las tres novelas publicadas, esta es la más ambiciosa?

Y.G.- Bueno, Mariela era muy ambiciosa porque con aquella novela me propuse redescubrir mujeres olvidadas, intelectuales, escritoras, periodistas. Y fue una tarea muy importante. Bueno, fue muy importante para mí porque me llevó muchísimo tiempo redescubrir estas mujeres y ponerlas ahí. Y me siento muy contenta de haber reivindicado mujeres que realmente merecían estar en las páginas de la Historia, incluidas las pioneras de la revolución bolchevique. Si a esas mujeres las hubieran dejado, la revolución bolchevique hubiera sido otra cosa, pero a todas esas mujeres se les cortaron las alas. Así que me siento muy contenta porque he reivindicado el papelón de la mujer en una historia desconocida. 

Esta también es muy ambiciosa porque me he metido en camisa de once varas. No es lo mismo hablar de la revolución bolchevique que hablar de algo que sucedió antes de ayer. En términos históricos, los años 60 es antes de ayer y, además, pulsando cuerdas muy sensibles.

Si Franco consiguió que todo el mundo se unificara a su alrededor, izquierdas y derechas, diciendo, Gibraltar es español, hoy en día sigue siendo una piedra de toque política muy importante. Y me he metido en un lío, lo sé, pero no he querido hacer una novela política. Como te he dicho, yo he querido escribir una novela sobre la gente y cómo la política afecta a la gente. Y sí es ambiciosa en ese sentido, es posiblemente la más ambiciosa, porque me voy a granjear posiblemente algunas críticas. Ya lo digo al final, y se lo digo al lector, que recuerden que Campoamor ya lo decía, todo es según el color del cristal con que se mira. Y por favor, interprétenlo así.

M.G.- Bueno, de todas maneras, a mí me ha resultado muy interesante ese peso del contexto político-social que tiene la historia, del cierre de la verja de Gibraltar, del tira y afloja entre los gobiernos y del sentimiento de los gibraltareños. A veces, se sentían en tierra de nadie. No eran ni de aquí ni de allá.

Y.G.- Antes del cerrojazo, los gibraltareños eran el mismo pueblo que La Línea de la Concepción. Lo compartían todo, y salían y entraban con mucha naturalidad, porque era cruzar una verja y ya está. Pero la visita de Isabel II en 1954 lo enrareció todo. Hacía dos años que la habían coronado y quiso visitar sus dominios. Uno de ellos fue Gibraltar, a pesar de que Franco ya estaba peleando en la ONU para que se reconociera a Gibraltar como territorio español. En esa visita hubo algo de provocación por parte de Isabel II, eso hay que reconocerlo, y Franco supo capitalizar muy bien todo aquello. La ONU empezó a ponerse al lado de Franco, que era un dictador que no estaba acostumbrado a que los organismos internacionales le dieran la razón en nada, y de repente encontró ahí una piedra de toque que le venía estupendamente y que empezó a explotar. El cerco alrededor de Gibraltar se fue cerrando. Al principio se les quitaron los pases de trabajo a las mujeres y después también se le quitó a algunos hombres. Había que pertenecer a un sindicato creado por Franco para poder cruzar la verja. Gibraltar y Gran Bretaña terminaron por enfadarse y los gibraltareños pidieron al gobierno que endureciera las medidas de entrada a España por parte de los turistas británicos. Por cierto, estos iban a la Costa del Sol a través de Gibraltar porque era mucho más cómodo que hacerlo desde Madrid. En fin, que todo se fue enrareciendo.

En ese tiempo había muchísimas familias mixtas, como las que hay en mi novela. Familias que tenían padres de un lado y madres de otro. Hacían hijos mixtos, que hablaban llanito de la misma manera que hablaban español o que hablaban inglés. Eran dos sociedades que se llevaban bien hasta que el clima político lo enrareció todo. Y al enrarecerlo, los gibraltareños empezaron a sentirse rechazados por España, -no por los españoles-. Todavía hoy, en la Línea de la Concepción me dice la gente que allí jamás se ha oído nunca decir Gibraltar español. Ellos siempre han creído que esa piedra era de todos y que lo de Gibraltar español solo fue un lema que creó Franco. Para ellos, Gibraltar y España eran el mismo pueblo con diferentes orígenes. En Gibraltar hubo pocos españoles. La mayoría eran de origen magrebí, judío, hebreo, maltés o genovés. Había una mezcla étnica muy interesante en Gibraltar. Y nunca tuvieron la sensación de ser españoles. Cuando Franco decreta el cerrojazo y les cierra toda vía de comunicación, lo hizo declaradamente para que Gibraltar cayera del árbol como fruta madura del lado español. Y ellos lo interpretaron como lo que fue, como un intento de estrangularles. Aquello les dolió muchísimo. Desde ese momento renunciaron a todas sus raíces españolas y ahí es donde yo creo que se abrió realmente la brecha. Por eso, yo creo que Gibraltar nunca será español porque aquello hizo muchísimo daño. En el año 69, ellos se sintieron excluidos. Somos Gibraltar español pero nos estáis arrancando de vuestras entrañas. Esto no tiene lógica. 

M.G.- La novela empieza en el año 1945 y llega hasta nuestros días, aunque realmente la historia comienza en el año 1965, con ese concierto de los Beatles. De todos modos, tú haces como una introducción previa, para que el lector conozca el background y los orígenes de los personajes principales.

Y.G.- Claro, yo quiero que conozcan el extracto social del que viene cada uno y la mochila que cada uno trae a sus espaldas. Porque Manuel trae la mochila de un hermano que se llamaba igual que él y que murió con tres años en la guerra. Llamarte exactamente igual que un niño que murió con tres años. Tener a una madre obsesionada con no perder al segundo Manuel como perdió al primero, luchando por él con todos sus medios. Eso es una mochila muy dura de llevar.  

Y Lisa nace en medio de una situación muy sangrante, porque los evacuados gibraltareños en el Reino Unido lo pasaron muy mal. Eran despreciados por los británicos y se les consideraba como de segunda categoría. Los evacuaron a Gran Bretaña para que no estuvieran durante la Segunda Guerra Mundial. Evacuaron a las mujeres, a los niños y a los enfermos, pero allí los trataban mal, y los abandonaron en los lugares donde ellos no querían estar, por si bombardeaba Hitler. En Gran Bretaña, se sentían allí minimizados. Pues Lisa viene de ese odio, de ese rencor que sentía sobre todo su padre, aunque también su madre. La madre de Lisa era linense, de La Línea de la Concepción, y sufría un trastorno bipolar. Esto era algo que, en aquel momento, no estaba reconocido. Por entonces, las mujeres que sufrían este trastorno eran simplemente mujeres histéricas y se les daba pastillas, que era como se solucionaba todo antes. La madre intervino de una forma muy decisiva en la vida de Lisa. Digamos que la hija se convirtió en la madre de la madre.

Pero de la vida triste que cada uno llevaba, Manuel en Ronda, y Lisa en Gibraltar, nace, de repente, la luz, cuando van a ese concierto en Madrid. Me ha emocionado mucho imaginar a dos personas que viven en la oscuridad, en la tristeza, y en la negrura pero que, de repente, se les abre la luz completamente.

M.G.- Esa tarde noche que ellos viven después del concierto es una preciosidad. Hace soñar a cualquiera.

Y.G.- Sí, a cualquiera con una historia de amor así, ¿verdad? Eso es lo que yo quería y me alegro que me lo digas.  

M.G.- Yolanda, lo dejamos aquí. Felicitarte por esta novela que la estoy disfrutando muchísimo. 

Y.G.-  Me alegro mucho. 

M.G.- Gracias.

Y.G.- Gracias a ti. 


Sinopsis: Lisa, gibraltareña, y Manuel, malagueño, se enamoran en el concierto que celebraron los Beatles en Madrid. Desde ese día, viven encontrándose y separándose, incomprendidos por sus familias e inmersos en una época turbulenta: por un lado, una dictadura que ha encontrado en el lema «Gibraltar español» un denominador común que comparten tanto quienes se oponen al régimen como quienes lo defienden; por otro, una España que poco a poco se incorpora a la modernidad. Pero cuando el cierre de la Verja en 1969 separa a los amantes, en suelo español se queda también la hija que han tenido ambos, un bebé de pocos meses. Audrey Hepburn, a quien Lisa ha conocido en Marbella, se convierte en una cómplice inesperada de la pareja y quizá la única que pueda ayudarlos.

Después del éxito de Mariela, Yolanda Guerrero vuelve a desplegar su excepcional talento como narradora para contarnos con un relato conmovedorcómo el amor es la última arma contra el dolor y la injusticia. Un inolvidable Romeo y Julieta moderno ambientado en un momento histórico que transformó el país para siempre.

 

3 comentarios:

  1. Buenas tardes, Marisa.

    Esta novela la he visto mucho por las redes, pero nunca me había parado a echar un vistazo al argumento. Tus entrevistas con los autores siempre me pican la curiosidad, y pocas veces no me llevo apuntada la novela en cuestión.
    Por otro lado, soy de esa generación cuyas madres imitaban a Audrey Hepburn. Y por lo tanto, crecí viendo sus películas e idolatrando al mito. Apunto el libro, ¡cómo no!

    Un abrazo.

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  2. Una entrevista fantástica, que me deja con ganas de estrenarme con esta autora. Tomo buena nota tanto de esta que tiene ahora como de la anterior, que se nota que la disfrutaste.
    Besotes!!!

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  3. Pues las he apuntado las tres. Tiene todas una pinta estupenda. Sobre todo ésta, aunque Mariela y El huracán y la mariposa también me han atraído por lo poco que habéis contado de ellas. Pero en ésta, todo lo relativo a Gibraltar, me resulta muy interesante. Siempre me ha sorprendido esa pequeña porción de la península que pertenece a reino unido y cómo se establece la vida en esa frontera. Un gran descubrimiento esta autora que no conocía.
    Un beso.

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