Muchos son los lectores que conocen a Luis García Jambrina por sus manuscritos. El autor, nacido en Zamora, se dio a conocer como novelista con El manuscrito de piedra (2008), novela en la que ingeniosamente hizo protagonista a Fernando de Rojas. El que fuera autor de La Celestina se convirtió en pesquisidor, una especie de investigador oficial, en las novelas de este autor, viviendo diferentes aventuras que no siempre ocurren en el mismo lugar ni tampoco se desarrollan de forma lineal en el tiempo. A aquel manuscrito de piedra, le siguieron un total de seis más -El manuscrito de nieve, El manuscrito de fuero, El manuscrito de aire, El manuscrito de barro y El manuscrito de niebla-, todas ellas protagonizadas por de Rojas. Sin embargo, Jambrina opta en esta ocasión por dejar descansar al autor de La Celestina y construye una novela que recrea la retirada del ejército británico en tierras españolas durante la Guerra de la Independencia. Y como acostumbra este autor, no solo nos muestra los hechos históricos, sino que se adentra en la intimidad de los personajes para relatar cómo se pudieron vivir aquellos acontecimientos.
A su paso por Sevilla, pudimos conversar con Luis García Jambrina sobre Así en la guerra como en la paz.
Marisa G.- Luis, un placer volverte a tener otra vez por Sevilla con una nueva novela. Después de seis novelas protagonizadas por Fernando de Rojas, dejas descansar al personaje. En las páginas finales de este libro cuentas el por qué de esta novela, que no es algo que tú tuvieras en mente.
Luis G.J.- No, me tropecé literalmente con ella. Me tropecé con esta historia preparando El manuscrito de barro, intentando conocer una vía alternativa al camino francés. Contacté con un historiador al que conocí a través de Google. Él me enseñó ese camino alternativo pero también me explicó que, en el siglo XIX, huyeron las tropas británicas que eran seguidas por los franceses. Yo no conocía la historia de esta retirada. Sí había oído hablar de John Moore en Coruña, porque está enterrado allí y lo tienen por un héroe romántico, pero no sabía nada de la retirada de las tropas británicas. Aquello me interesó mucho. Visto allí, además en ese paisaje tan hermoso, pero que puede ser tan cruel y estremecedor con esas montañas. Me interesó la historia. Y a mi regreso, él empezó a enviarme relatos, testimonios de oficiales o de algún soldado que hablaba de la marcha de la muerte, como la llamaron algunos. Quise saber más. Y es cuando me tropiezo con los testimonios que hablan de mujeres que van con el ejército. ¿Mujeres?, me preguntaba yo. Pensé, como a veces sucede, que serían cantineras o prostitutas, que acababan acompañando a las tropas, pero no. En este caso hablamos de esposas de soldados que, en una determinada proporción, eran admitidas para que acompañaran a las tropas en campaña. Ahí empecé a documentarme por ahí. Quise saber algo más, quiénes eran estas mujeres, por qué lo hacían, cómo era el día a día en el campamento y en las campañas militares, y así la novela empezó a tomar forma. No se trataba solo de contar la retirada de John Moore, que ya se ha contado, aunque no en España y no en ficción, sino más bien en libros de carácter histórico o divulgativo en el mundo británico. En España, solo hay un cómic en gallego. Además, yo quería que la historia la contaran las mujeres.
M.G.- Te quería preguntar precisamente por eso, la elección de una voz femenina en un entorno bélico. Te interesaba mostrar la guerra a través de los ojos de una mujer.
L.G.J.- Sí, era exactamente eso. Lo estamos viendo ahora con la guerra de Ucrania, una guerra son muchas cosas y no solamente los bombardeos de los objetivos militares, sino que la guerra es también el bombardeo sobre ciudades u hospitales, es la llegada del invierno, que intensifica más las cosas, la pérdida de electricidad. La guerra son tiempos de espera donde parece que no sucede nada, pero todo se va degradando, deteriorando. Yo quería una mirada distinta y estaba justificado porque es que aquí no tenía que trasladar mujeres, como se hacen en muchas novelas, series de televisión y películas, que parece que cuentan las mismas historias que antes contaban con hombres, pero ahora con mujeres. No, es que aquí había mujeres, que fueron olvidadas. Ni siquiera se hizo un recuento. Se sabe más o menos cuántas fueron pero no cuántas volvieron. Sin embargo, de los soldados sabemos que murieron exactamente 7000 y pocos.
En una guerra convencional, tenemos la vanguardia y la retaguardia. En el momento de la batalla, ellas se quedan en la retaguardia o en el campamento, pero en una retirada da igual, porque enseguida las que van a la vanguardia empiezan a rezagarse y los enemigos pueden aparecer por delante, por detrás, por los laterales. Me interesaba todo eso, cómo ellas padecieron y sufrieron esas penalidades que fueron igual o mayores que las de los soldados. Además, algunas iban con niños recién nacidos o que nacían durante los meses de campaña.
M.G.- Porque la vida seguía. Ellas iban con sus maridos y mantenían relaciones.
L.G.J.- Claro. Algunos eran matrimonios jóvenes que acababan de casarse. Para la protagonista y su pareja, la guerra fue como su luna de miel, su viaje de novios. La vida sigue, y el amor sigue, porque hacen más soportable la muerte, la destrucción y la barbarie. Y siguen naciendo hijos. De hecho, hay un momento en la novela en la que se describe con cierto detenimiento un parto en esas circunstancias tan dramáticas.
M.G.- Sobre la mujer hablaremos ahora extensamente. Luis, cada vez que leemos una novela tuya, que son novelas históricas, vemos que tú prefieres centrarte en las vivencias personales más que en los hechos históricos.
L.G.J.- Me gusta que lo digas porque es así. Para mí lo más importante son los personajes y sus vivencias. Su punto de vista, sus emociones, sus experiencias. Y luego eso sucede en un marco histórico. Ojo, no es que la Historia sea un telón de fondo. La Historia está muy presente, pero lo importante son los personajes. Y en este caso yo diría incluso que todavía más. Lo que importa aquí no son tanto esos hechos como la mirada desde la que se narran esos hechos. Eso era lo que había que construir aquí, una voz narrativa que fuera creíble, convincente como mujer y que fuera capaz de dar cuenta de hechos que son muy complejos. Ninguna guerra es simple, ni siquiera la de Ucrania en la que sí parece que los malos son los rusos y los buenos los ucranianos. Toda guerra tiene sus cosas y dentro de los rusos también hay seres humanos. Y en aquella época, todo era todavía más confuso, más incierto y menos claro. ¿Dónde están los buenos y dónde los malos? Los que eran aliados ayer, ahora son enemigos. Y los que eran enemigos tradicionales, ahora son los que vienen a salvar a los españoles. Quería mostrar todo eso, toda esa confusión, todo ese caos que supone también un movimiento de tropas a lo largo de un país en pleno invierno. Y mostrarlo no desde la perspectiva de un soldado, de un militar, de un político, de un cronista o de un periodista, sino desde la óptica de una mujer que ha ido a parar ahí. Ella tiene una especial sensibilidad, una cierta conciencia crítica. Es una persona extraordinaria en el sentido de que, a pesar de su origen, sabe leer y escribir. En principio, eso la hace diferente, para bien o para mal. Durante un tiempo oculta que sabe leer y escribir para que su marido no se sienta inferior. Bueno, pues para mostrar toda esa complejidad era importante contarlo de esta manera.
M.G.- Y por eso de leer y escribir, ella ejercerá en la novela como una especie de secretaria del General John Moore, al frente del ejército británico.
L.G.J.- Sí, eso me facilitaba ese acercamiento. Hay un momento en que el General Moore no se puede fiar de nadie porque le llegan informaciones muy contradictorias. Los oficiales están un poco recelosos y críticos con él. Necesita alguien que redacte algunas de esas numerosísimas cartas que tenía que mandar todos los días. Y ese acercamiento es importante para que ella nos muestre de primera mano cómo era ese personaje en la intimidad, o todas esas contradicciones que tenía y por las que está pasando en ese momento. Por un lado, lo obligan a combatir a los franceses. Por otro, él sabe que lo mejor sería hacer una retirada a tiempo, no ya cuando es demasiado tarde.
Y luego también me interesaba que acabará conociendo al otro, al otro comandante en jefe, que es el mariscal Soult.
M.G.- Al que tenemos mucho cariño aquí en Sevilla. Le gustaban mucho nuestros Murillos.
L.G.J.- Sí, era bastante culto. Tenía muy buen gusto. Es un personaje también muy, muy controvertido. Puede ser un buenísimo militar, pero también era capaz de excederse en muchos momentos.
[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]
M.G.- Bueno, no hemos mencionado que la protagonista se llama Catherine Gallagher, una irlandesa, esposa de un soldado. Está inspirada en un personaje real, en Catherine Exley, si no me equivoco. Esta señora, que escribió unos diarios, no participó en esta retirada propiamente, aunque a ti te habrá ayudado a construir el personaje.
L.G.J.- Sí. Catherine Gallagher está construida un poco a partir de todas esas mujeres de las que tenemos testimonios a través de diarios, cartas, memorias de oficiales y soldados británicos. Pero claro, yo necesitaba algún precedente y busqué hasta que apareció este diario, que está felizmente está publicado. ¿Y qué me brindó el diario de Catherine Exley? Pues, por un lado, detalles de cómo era el día a día de estas mujeres. Y no solo de cómo era, sino cómo ellas lo vivían. Hay un detalle que me llamó mucho la atención y que yo lo incorporo a Gallagher y a la novela, y es cómo contaba Catherine Exley lo duro y tortuoso que era caminar días y días con el mismo vestido, siempre mojado, porque no paraba de llover o de nevar. Nunca tenían tiempo para ponerlo al fuego. De hecho, a veces no podían encender el fuego y no dormían bajo techo. Entonces, empiezas a pensar y entiendes que un vestido mojado pesa como cuatro veces más que un vestido seco, según creo. Eso es lo que decían las lavanderas. Segundo, aumenta la sensación de frío. Y tercero, llevar ropa durante muchos días, no solo está mojada sino que está llena de lodo y barro que se va infiltrando, va produciendo rozaduras en la piel y casi todo el cuerpo es una llaga. Son rozaduras, no es una herida profunda. Pero si tienes que caminar horas y horas y horas con esas rozaduras continuadas, puede ser una cosa tremendamente dura y difícil. Bueno, pues ese detalle que nos brinda una mujer que no estuvo en esa retirada, pero estuvo en otra, en la de Badajoz y en otras campañas de la misma guerra en la península, me fueron útiles y además un poco avalaban esa idea mía de querer contarlo desde los ojos de una mujer, como si fuera un relato, un diario, unas memorias de esta mujer. O sea, hay un precedente. Una mujer lo hizo, ¿por qué no pudo haberlo hecho otra? Y eso es lo que ya me decide a escribir la novela.
M.G.- Lo que cuentas sobre las mujeres, la verdad es que sobrecoge. Había muchos prejuicios alrededor de estas mujeres porque las consideraban prostitutas. De hecho, ellas llegan a España y, en primer lugar, las acogen las monjas y son las propias monjas las que piensan que son mujeres de mala vida, por decirlo de alguna manera.
L.G.J.- Sí, había muchos prejuicios sobre esas mujeres porque no sabían que eran esposas de soldados, no se lo imaginaban. Si había mujeres con hombres, con soldados, llevando una vida libre, forzosamente tenían que ser prostitutas. Y ese prejuicio se unía al prejuicio de la religión, porque algunas eran anglicanas o protestantes. Gallagher, al ser irlandesa, era católica. Pero bueno, se produce ese choque cultural que se da en ese convento de Salamanca, donde fueron alojadas. Bueno, esto es también lo interesante de esta novela. Es una novela, digamos, de ámbito internacional. esto es también lo interesante de esta novela, que es una novela de ámbito, vamos a decir, internacional. Aquí coinciden ingleses, irlandeses, escoceses, cada uno con sus características. Y luego los franceses que, aunque no estén absolutamente presentes, están siempre flotando en el ambiente. Hay un choque cultural tremendo. Ingleses que además habían sido enemigos hasta hace dos días de los españoles, de forma tradicional. Bueno, todo eso hace que afloren todos estos conflictos, todos estos prejuicios, incluso en un convento de clausura. Pero bueno, afortunadamente estaba Sor María, eses otro personaje que servirá de intermediaria entre los dos mundos.
M.G.- Y estas mujeres no lo tenían nada fácil. Cuando una piensa en mujeres acompañando a sus maridos, a oficiales, por ejemplo. Te puedes imaginar que tenían una vida un poco cómoda, entre comillas, pero no fue así. Además todos los recursos de los que se disponían en el ejército estaban destinados a los soldados. Las mujeres, si se ponían enfermas o si tenían algún problema, quedaban desamparadas.
L.G.J.- Sí, sí. Se favorecían que acompañaran a sus maridos porque, lo que sostenía a los oficiales era la presencia de estas esposas. Se pensaba que con ello los soldados eran más dóciles y menos disciplinados. Pero, por otro lado, eran como si no existieran. No podían ir en los carruajes porque eran para la comida, el armamento y para los soldados heridos, así que ellas tenían que ir andando como los soldados de infantería. Solo se les daba media ración de lo que se le daba a un soldado. Y encima ellas, en algunos casos, tenían que atender a sus niños pequeños o recién nacidos. Las llamaban las seguidoras del campamento y las consideraban como una parte del equipaje. Peor que el equipaje, porque el equipaje iba en carruaje y ellas no. Pero así era y testimonios hay muchos en este sentido.
M.G.- Y si se quedaban viudas, se volvían a casar inmediatamente.
L.G.J.- También, también. Lo cual era natural, porque si ellas estaban allí es porque sus maridos estaban en las tropas. Una vez que el marido muere ya no tiene sentido que estén ahí, claro. O se casaban en uno o dos días, o se veían fuera del campamento, fuera de las tropas. Y en este caso en territorio extraño y perseguidos por los franceses. Así que, lo habitual era que se casaran de manera inmediata. Incluso el propio marido, de alguna manera tenía dispuesto con quién debía casarse su mujer al quedar viuda, con quien fuera persona de más confianza. Y esto está documentado en muchas partes, hasta el punto de que en una misma campaña una mujer podía casarse tres y cuatro veces. Hay algún personaje literario como Madre Coraje, que cuenta que se había casado siete veces. Es un poco una exageración, pero documenta que efectivamente esto era así.
M.G.- Y había un sorteo. No todas las mujeres podían ir acompañando a sus maridos sino que se elegía a seis mujeres por cada cien soldados. ¿Cómo era la dinámica de este sorteo?
L.G.J.- Bueno, según el reglamento, el porcentaje de mujeres era de seis por cada cien soldados. Pero claro, había más solicitantes. La mayoría de las mujeres querían acompañar a sus maridos. Primero, porque eran jóvenes y estaban recién casadas. Segundo, porque en su país, ya fuera Irlanda o Escocia, no les esperaba más que la miseria y el hambre. Para seleccionarlas hacían un sorteo. De esto no hablan los testimonios militares de la retirada pero lo encontré a base de buscar documentación sobre la presencia de estas mujeres en el ejército británico. Las agraciadas en el sorteo, vamos a decirlo así, podían acompañar a sus maridos y las no agraciadas pues se quedaban. Además se habla de reacciones a veces muy violentas o dramáticas por no haber sido seleccionadas y quedarse en tierra, mientras que su marido tenía que ir a la península ibérica.
M.G.- Y no te olvidas tampoco de las mujeres españolas, porque es verdad que esta historia habla de personajes femeninos irlandeses, pero están en España y también haces referencias a ciertas mujeres en España.
L.G.J.- Sí. La Guerra de la Independencia, a comienzos del siglo XIX, es importante porque, de una manera u otra, vemos una cierta incorporación de mujeres a la guerra. Además, en algunos casos, están anticipando cosas que luego serán cada vez más habituales.
En el caso de España, tenemos a esas heroínas, de esas primeras revueltas contra los franceses. Se habla de mujeres que tuvieron un papel destacado y que acabaron simbolizando esa incorporación de las mujeres a los conflictos. Unas, como heroínas militares, espías o seductoras de oficiales a los que luego mataban. Otras, pues en su papel de preparar vendajes, asistir a enfermos o portando armas en una batalla. El caso es que, en ese momento, vas viendo diferentes formas de incorporación de las mujeres a la guerra. Y de esto también se habla en la novela.
Distinto es el caso del ejército francés. En ese momento, sí admitía la presencia de algunas mujeres, pero que iban con una función muy determinada y que formaban un poco parte del ejército. Por eso tenían que someterse también a su mismo reglamento y a sus mismas leyes. Y en este caso se habla de cantineras, lavanderas y obviamente prostitutas. Pero lo que más había eran cantineras. Hay mucha iconografía de estas mujeres que iban con el barril, que se habla también en la novela, el barril con los colores de la bandera francesa, y que iban a veces a los campos de batalla para dar agua o alguna otra bebida a los soldados. Me llamó mucho la atención todo esto, estas diferentes formas de incorporación de mujeres a un contexto en el que no eran presencia habitual.
M.G.- No hemos mencionado el título, Así en la guerra como en la paz. Un título con el que planteas un juego.
L.G.J.- A ver, el título intenta significar muchas cosas. A lo largo de la novela, la propia narradora irá dándole sentido a ese título. En primer lugar, me gustaba jugar con esa fórmula del matrimonio, del casamiento, en la riqueza, en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en la guerra y en la paz. Y así es literalmente. O sea, en la guerra y en la paz acompañaban a sus maridos. Y luego, por otro lado, para mucha gente, en este caso para muchas mujeres, la guerra no era algo completamente nuevo, sino que era parte de su vida diaria, habitual, una manera de vivir en guerra. Para las mujeres campesinas o de clase obrera, que además muchas se quedaron sin trabajo en ese momento porque empieza un poco lo que sería la primera revolución industrial, la vida es una guerra, una guerra por la supervivencia. Es una guerra por sobrevivir un día y otro día, encontrar alimento, encontrar techo, etcétera. De modo que, cuando llega una guerra, lo único que hace, como dice la protagonista, es agravar las circunstancias. Y eso no era algo absolutamente nuevo. La protagonista ha vivido en guerra constante, ha tenido que buscarse la vida, ha tenido que salir adelante, ha tenido que protegerse de muchas cosas, ha sufrido vejaciones, etcétera. Esa es la idea también.
Y luego, la idea de que en la paz siempre hay guerra y en la guerra también hay momentos de paz cuando, como decíamos, la vida se abre paso y se encuentran momentos para el amor, para la solidaridad, etcétera. Como se dice, los grandes conflictos sacan de nosotros lo mejor y lo peor y eso es lo que pasa con el ejército británico y con Catherine.
M.G.- El amor está muy presente en la novelas. Estamos hablando mucho de guerra pero esta es también una historia de amor.
L.G.J.- Es una historia de amor en tiempos de guerra. Así defino yo la novela. Lo que se opone a la guerra no es la paz, sino el amor. El amor es el motor que lleva a la protagonista a acompañar a su marido y también el que la salva de esas circunstancias, el que la lleva a sobrevivir. Y no solo a sobrevivir ella sino que a ayudar a otras mujeres con las que se va a encontrar por el camino. Hay solidaridad, lo que hoy llamaríamos hoy sororidad, entre ellas. Se dan cuenta de que o se unen o se van quedando todas por el camino. Esto se ve muy claro en la relación que Catherine tendrá con Bridget. Que, por cierto, es el único nombre y apellido que aparece en esos testimonios de los que hablaba antes. Se dice que era la mujer de un soldado muy popular en su compañía. Bueno, estas dos mujeres son muy diferentes pero ambas tienen mucha fortaleza y son muy animosas. Es lo que las ayuda a salir adelante.
M.G.- Los escenarios son diversos. En la novela incluyes un mapa en el que podemos ver el recorrido de la retirada de las tropas británicas. Pero también nos cuentas cómo llegan a España. Y luego hay otra cosa por la que siento curiosidad. ¿Qué es la piedra de la elocuencia?
L.G.J.- Bueno, ya has visto que en mis novelas el espacio es algo muy importante. Los lugares tienen que ser protagonistas y no meros escenarios. Además, esta novela nació del contacto físico con el espacio.
La novela arranca con la llegada de las tropas a Salamanca. Allí tienen que esperar un mes para que se reagrupe todo el ejército. John Moore tendrá que evaluar si merece la pena o no combatir a los franceses. En esa espera, aprovecho para que Catherine reconstruya todo su viaje, lo que ha sido su vida hasta llegar allí. Así que hablo de su procedencia, de Irlanda, de esa localidad tan peculiar con ese castillo y esa piedra de la elocuencia. Catherine tiene esa capacidad para explicarse bien, y para hablar en nombre de los demás. Me gustaba asociarlo a un lugar real y físico que existe.
Si no muestras bien el paisaje no tiene sentido contar la retirada. Lo difícil de este caso era el clima, las dificultades del camino o las montañas. Unos lugares que pueden ser extraordinariamente bellos se convierten en algo extraordinariamente trágicos. La naturaleza desatada es un tema muy romántico.
M.G.- Para terminar, Luis, imagino que Fernando de Rojas volverá a aparecer en algún momento.
L.G.J.- Si, sí. No lo he matado (ríe). Solo lo he aparcado un tiempo. Creo que le va a venir bien a él, que le va a venir bien a mí, y también a los lectores.
M.G.- De acuerdo, esperaremos que vuelva a Fernando de Rojas y, mientras tanto, disfruta de Sevilla.
L.G.J.- Muchas gracias por tu complicidad.
Sinopsis: Un alegato en favor de la vida y el amor en un tiempo de ira y de destrucción.
Invierno de 1808-1809. El ejército británico al mando de sir John Moore es enviado a ayudar a la causa española durante la Guerra de la Independencia, pero al poco tiempo se verá obligado a replegarse a la ciudad de A Coruña perseguido por las fuerzas de Napoleón.
La irlandesa Catherine Gallagher, esposa de un soldado de infantería, nos cuenta desde dentro cómo fue el día a día de esa trágica retirada por tierras de Zamora, León y Galicia en un invierno especialmente duro e inclemente.
Basada en unos hechos históricos que conmovieron a la opinión pública de la época, esta novela da voz a las grandes olvidadas de entonces, aquellas mujeres que acompañaban, a veces con sus hijos, a las tropas británicas en campaña.
Una historia conmovedora llena de emoción, tenacidad y heroísmo, protagonizada por una mujer singular envuelta en unas circunstancias extraordinarias.
Gracias por tan magnifica entrevista.
ResponderEliminarHe sabido de los manuscritos por verlos en blogs y en redes sociales, pero no han llegado a tentarme lo suficiente. Que estén protagonizados por Fernando de Rojas los sitúa en una época que no es mi favorita. Este de la Guerra de la Independencia me apetece más. La época me gusta y el tema es muy interesante. este sí lo apunto.
ResponderEliminarUn beso.
Muy tentador esta última novela del autor. De su serie leí las dos primeras novelas y me gustaron mucho. Una entrevista muy buena.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias , pinta bien. Besos
ResponderEliminar