viernes, 30 de diciembre de 2022

Presentación "LAS DUQUELAS" de Manuel Aparicio Villalba

Editorial: Ediciones Alfar
Fecha publicación: septiembre, 2022
Precio: 20,62 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 546
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-84-7898-956-0
[Disponible en ePub]


Autor

Sabemos de Manuel Aparicio Villalba que se asomó prematuramente al mundo una madrugada de 1964. También conocemos que las monjas lo bautizaron antes de

la amanecida, porque un apresurado médico aventuró que el crío no sobreviviría. Su madre narraría de por vida que justo después de echarle el agua, su hijo renació. Quizás aquella experiencia fuera su primer contacto con el realismo mágico.

Se enorgullece de haber cursado la EGB en uno de esos pequeños colegios de barriada obrera, con solo cuatro maestros y aulas compartidas para los primeros cursos. Después vendría un bachillerato por la rama de letras -su pasión- en un instituto público y un COU con clases nocturnas en otro distinto para poder trabajar. Para entonces, había memorizado tanta poesía que jamás necesitó volver a releerla.

Entre turno y turno de trabajo, comprendió que las letras aprendidas no le solucionarían el porvenir. En la universidad cambió la creatividad de la métrica por la mecánica de las integrales dobles y la omnipresencia del arte por la fugacidad

de los balances de situación. La mediocridad tiene su precio. Aun así, fue por aquellos años cuando descubrió la precisión de la prosa.

Hemos oído hablar de su inmensa biblioteca de legajos antiguos y confiesa que desde que comenzó a escribir su primera novela, únicamente lee el diccionario de la RAE con la finalidad de no contaminarse con otras lecturas. Cuando adquieras este libro, estará a punto de llegar a la letra V.

Casualidades de la vida; en ese hospital donde su madre dio a luz, trabaja desde que estudiaba COU. Primero como subalterno, después como directivo, hoy como gestor. Vaticina que seguramente muera allí. «Le debo un éxitus letalis a la estadística del centro», ha referido en el tardeo de las copas.

Sinopsis

Sevilla, verano de 1898. En nuestro puerto sin mar, vagan los perros sedientos a cincuenta grados a la sombra, y los pájaros de tierra se estrellan contra los escaparates de los comercios buscando el refugio del interior.

El 6 julio, el capitán Antoine Morandé arriba en el muelle Camaronero. Trae el encargo de llevar a Francia un piano de gran cola de la firma Piazza que perteneció a la reina María de las Mercedes. Aquello que debía de ser un mero trámite se complica al comprobar que sus ochenta y cuatro teclas suenan a duelo.

A partir de ese momento, nace la leyenda del piano melancólico de los Montpensier y con ella, un relato épico en el que Antoine Morandé, hombre incierto con tres verdades ciertas; una afinadora de piel tibia y manos prodigiosas llamada Artemisa; una contrabandista de ajuares para novias apodada la Tres Ombligos y un oficial de carabineros que cree que Dios dormita bajo el horizonte del Atlántico, tratarán de salvar a María de las Misiones, huérfana bantú de siete años a quien el arzobispo castrense se trajo de ultramar vestida de novicia.

Mezclando la rigurosidad de la crónica histórica con la seducción del realismo mágico, Las duquelas —en caló: los pesares— continúa la saga de los Tiempos del Porvenir iniciada por el autor con El retratista de los niños muertos, transportándonos a una fecha anterior en la que una jovencísima Davinia acaba de finalizar sus estudios y únicamente sale de su mansión de la avenida de las Bombillas para limpiar la tumba de su madre.

[Información tomada directamente del ejemplar]

La Feria del Libro de Sevilla tuvo lugar este año entre los días 27 de octubre y 6 de noviembre. He comentado ya por aquí que su celebración me cogió con el Covid a cuestas, así que estuve confinada todos los días que estuve dando positivo. Qué remedio. Sin embargo, había una cita que corría peligro. Con meses de antelación me había comprometido a colaborar en la presentación de un libro. Las duquelas de Manuel Aparicio Villalba, editada por Ediciones Alfar, se presentaba el último día de feria, y para entonces yo tenía que estar libre de todo virus. Por suerte, así fue.



El 6 de noviembre amaneció con un sol espléndido y una temperatura muy agradable, lo que animó a los lectores a pasear por la feria. Como digo, era el último día y había que aprovechar. A las doce de la mañana, hora en la que se iniciaba la presentación, la carpa estaba literalmente a rebosar. No era la primera vez que acompañaba a Manuel Villalba Aparicio en la presentación de una novela suya. Ya lo hice en 2019, cuando se presentó su primer trabajo literario, El retratista de los niños muertos, editada por la misma editorial. Por entonces, yo no conocía a Manuel absolutamente de nada. No sabía a qué se dedicaba, desde cuándo escribía, si había publicado con anterioridad, pero cuando leí aquella novela me llevé una enorme sorpresa. Los que leemos asiduamente sabemos que en muy pocas ocasiones se tiene la sensación de estar ante una novela espectacular, y eso era y es precisamente El retratista de los niños muertos. Puedes leer mi entrevista con el autor aquí.

Hoy, Manuel lo ha vuelto a hacer. Las duquelas es una novela tan brutal que no deja indiferente a nadie. Así lo señaló Luis Oliva, el editor, que inició el acto comentando la gran impresión que le había producido conocer la literatura de Manuel Aparicio. «Tiene algo especial que embruja a los lectores», apuntó. Las duquelas no es una segunda parte de la novela anterior, aunque sí tiene algunos puntos en común. En realidad, esta novela sería anterior a El retratista de los niños muertos, y ambas comparten su magia. Oliva calificó al autor como un auténtico crack de la literatura y cree que merece ser reconocido a nivel nacional.

Si os soy sincera, hablar de este libro me resulta complicadísimo porque es una novela de narración tan compleja, que corro el riesgo de quedarme corta o de contar demasiado. Manuel no considera que Las duquelas sea una precuela de la novela previa, aunque es una historia cuya narración tiene lugar en los años previos a aquellos en los que se sitúa la anterior, y en la que aparecen personajes comunes como Davinia, Che, doña Paquita, Antoine Morandé, o Gonzalo Salazar Expósito.

«No me gustaría hablar de precuela. Las duquelas se engloba en una saga que he llamado Los tiempos del porvenir. Dos semanas antes de que se enviara a imprenta El retratista de los niños muertos, le dije a mi editor que añadiera ese subtítulo porque mi intención era hacer una saga. Con esta me he quedado corto. 

Esta saga es como un gran corral de vecinos, por el que se mueven los personajes de los que yo hablo. Uno de ellos es Antoine Morandé, un personaje que fallece en El retratista pero del que me apetecía contar más»

Si El retratista de los niños muertos abarca desde 1905 a 1929, con una pequeña incursión en 1898, Las duquelas se centra precisamente en ese año, en 1898, concretamente entre los días 15 de febrero y 20 de agosto, aunque hay un capítulo introductorio que tiene lugar en 1961 y luego uno intermedio que transcurre en 1910. ¿Qué ocurre en esos meses? No sé ni por dónde empezar. Permitidme que me apoye en la sinopsis para contaros algunos detalles de la novela.

«El año 1898 fue un año donde ocurrieron muchas cosas. De entrada, fue el año en el que más calor hizo. Fue el año en el que Sevilla se quedó sin flores porque todos los puteros las llevaban a la casa de prostitutas, para entregárselas a Che. Fue año de la explosión del acorazado Maine».

El piano y Artemisa.

Por un lado, tenemos un piano que perteneció a la reina María de las Mercedes, reclamado por María Isabel de Orleans y Borbón. Del traslado del piano, ubicado en el Palacio de los Montpensier (Sevilla), hasta el lugar en el que reside María Isabel se encargará un francés, Antoine Morandé, un gabacho aficionado a la fotografía y al flamenco. Él llegará a Sevilla con el propósito de hacerse cargo del piano y llevarlo a destino, pero el instrumento presenta alguna deficiencia.

El piano no funciona bien. Dicen que llora desde que las manos de carita de cielo, como se conoce a María de las Mercedes en la novela, dejó de tocarlo. Y para arreglarlo, le encargan su afinación a Artemisa, empleada de la firma de pianos Piazza, situada en aquellos años en la Plaza de San Fernando, número 5. Artemisa se pasará buena parte de la novela en el Costurero de la Reina, un edificio singular de Sevilla, ubicado cerca del Parque de María Luisa, donde tratará de arreglarlo.

A todo esto, Artemisa no es su verdadero nombre. El pasado de esta mujer también será un punto fuerte de la novela, pero no os desvelo más.

La Tres Ombligos

Ella será otro personaje importantísimo en la narración. Se trata de una contrabandista a la que conoceremos en dos enclaves distintos dentro de la línea temporal. Por un lado, en Cuba. Por otro, en Sevilla. Vive en un corral, en lo que se conoce en esta ciudad como la cava de los gitanos, y digamos que se encarga de los bajos fondos.

María de las Misiones

Se trata de una niña huérfana, de origen bantú, y de siete años de edad. Alrededor de este personaje girará buena parte de la trama de la novela. La pobre criatura no ha tenido una vida fácil y la desgracia no deja de perseguirla. Digamos que un arzobispo con muy malas intenciones anda detrás de ella y buena parte de los personajes se afanarán por salvarla y ponerla a buen recaudo.

Las duquelas es una novela muy coral, en la que entran y salen muchos personajes, algunos reales y otros ficticios. De todos ellos, brillan con luz propia tres mujeres muy potentes: Artemisa, la Tres Ombligos y Davinia, a la que ya conocimos en El retratista de los niños muertos.

«El personaje más potente del libro es María de las Misiones. Lo que pasa es que es tan pequeña que nos olvidamos de ella. Es el pivote central de la novela. 

No sé retratar mujeres que no sean fuertes, poderosas y empoderadas. Siempre he estado rodeado de mujeres así. Siempre. Desde chico, mi hermana me ha enseñado cómo se debe empoderar uno y, junto a ella, he jugado con muchas niñas de pequeño. Y quienes más me han enseñado en mi trabajo han sido las mujeres con las que he trabajado. Y hoy estoy aprendiendo de Susi, la que maneja todo el centro Duque del Infantado. Es decir, las grandes mujeres me han rodeado siempre, con lo cual solo he tenido que coger partes de ellas para mis personajes. Y siempre me he enamorado de grandes mujeres, de las que yo tenía que estar detrás de ellas, y no al contrario»

Pero todo esto es solo la punta del iceberg porque realmente Las duquelas llega mucho más lejos. La ficción se mezcla con la realidad y así, Manuel nos habla de:

- la explosión del acorazado USS Maine en La Habana, en febrero de 1898, y que dio lugar a la guerra de Cuba.

- la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes, cómo se conocieron, cómo se comprometieron o qué inconvenientes familiares se encontraron para contraer matrimonio

- la Feria de Abril de Sevilla, cuando se celebraba en el Prado de San Sebastián, y que se inició primeramente como mercado agrícola y ganadero, convirtiéndose posteriormente en lo que conocemos hoy, gracias a un quiebro en el que tuvo mucho que ver la mano de los Montpensier

- el motín que hubo en la fábrica de tabacos, a manos de las cigarreras

Escenarios

Y aunque la acción se desarrolla principalmente en Sevilla, Manuel Aparicio también hace viajar al lector. De su mano, y es así como se inicia el relato, pasearemos por las calles de La Habana, donde la Tres Ombligos regenta un garito de pelea de perros. Por otro lado, en un momento dado, también seremos testigo de alguna reunión que se celebra en el despacho oval. Y como colofón, viajaremos a Holanda, donde uno de los personajes pasará una temporada con sus abuelos.

Por mucho que uno sepa de Sevilla, por muchos años que uno haya vivido en esta ciudad, las novelas de Manuel siempre nos descubren parte de una ciudad que, hasta el momento de la lectura, desconocíamos por completo. Con El retratista de los niños muertos descubrí un asentamiento chabolista -Villalatas-, del que jamás había oído, y eso que su ubicación estuvo situada en el barrio en el que, avanzando el tiempo, yo viví hasta los ocho años. Y lo mismo ocurre con Las duquelas, novela en la que he visto una Sevilla llena de curiosidades, donde he paseado por unas calles con establecimientos tan peculiares como el café cantante El burrero. Un descubrimiento tras otro, me obligaba a detener la lectura para buscar en Internet qué era verdad y qué ficción de toda esa ciudad que se desplegaba ante mis ojos, página a página.

«Todo lo que cuento sobre Sevilla es verdad. La única duda que tengo es la burguesía montaba en globo en el Prado de San Sebastián, como digo en la novela. El resto, todo es verdad. Retrato la Sevilla con los nombres que se usaban a finales del siglo XIX. Por ejemplo, la Plaza del Duque se llamaba entonces la Plaza del Pacífico. He estudiado la ciudad del momento de manera minuciosa, sin dejar nada al azar. Eso ha sido una labor complicada, leyendo muchas tesis doctorales y buscando información. Todo lo relativo a la navegación sobre el río me costó la misma vida porque los cauces fueron cambiando con el tiempo. En esta labor es en la que he perdido la mayor parte del tiempo. Más que en escribir la novela»

Todo lo que ocurre en Las duquelas está perfectamente hilvanado. Se trata de una narración donde no se da puntada sin hilo, donde cada hecho y cada personaje tiene un porqué. Nada se deja al azar.

Las duquelas es una novela para leer con los cinco sentidos, o con seis si los tuviéramos, porque la narración es muy visual, muy sensitiva. Vamos a poder ver las calles de La Habana sin necesidad de viajar a Cuba. Tampoco será necesario haber nacido a finales del siglo XIX para ver con nuestros propios ojos cómo eran las calles de Sevilla, cómo se vestían nuestros antepasados, cómo se relacionaban las personas, o qué establecimientos podíamos encontrar en tal o cual plaza. 

También vamos a poder tocar los tejidos de las vestimentas de los personajes, los miriñaques, las mangas de pernil, los trajes de cheviot. O vamos a poder oler las flores que los puteros llevaron a Che, en vez de ver a las gitanas luciéndolas en su pelo para acudir a la feria. Podremos paladear el sabor del coco, del boniato, del melón o del membrillo. Y, por supuesto, también podremos oír música. La que sonaba en las calles de la ciudad o las que tocaba Artemisa al teclado, en su afán por recomponer el piano de los Montpensier, y que compone en la soledad del Costurero de la Reina.

Cuando presentamos El retratista de los niños muertos, Manuel nos explicó que él no tiene trazado de antemano un esquema en el que se recoja la narración con detalla, sino que, partiendo de una idea, se deja llevar.

«Es lo que me está pasando con la tercera. No sé de qué a va a tratar. Con El retratista tenía un pivote inicial y final. En esta, el punto de partida era Antoine Morandé llegando a Sevilla y quería desarrollar una historia personal en relación a María de las Misiones. Pero no tenía nada para el final. 

Escribo los capítulos y voy desarrollando los hechos conforme puedo. La escritura, al primero que debe sorprender es al propio escritor. Como yo no me vaya sorprendiendo día a día tiro el libro y no sigo escribiendo. Y para sorprenderse uno no puede tener un guion. Es más, tuve que cambiar todo el final porque Juana, la correctora, me dijo que ese final no era el correcto. Cambiar el final implica modificar toda la novela. Pero fue necesario para conseguir un desenlace que nadie se pudiera esperar»

El título

Y no fue lo único que tuvo que cambiar. En realidad, la novela se iba a llamar de otro modo.

«La palabra "duquelas" se refiere a las angustias, a los pesares y se escribe como minúscula, aunque en la novela hay una familia a la que se la conoce como las Duquelas. Es la palabra más bonita que tiene el castellano, y procede del vocabulario gitano».

Pero este fue un título de última hora porque durante la mayor parte del proceso de escritura, esta novela se llamaba el Costurero de la reina. Sin embargo, este título podía inducir a error, y se podría pensar que era una guía de Sevilla. Barajó también titularla como El adagio Montpensier, pero al final se decantó por Las duquelas.

¿Y quién es realmente Manuel Aparicio Villalba, capaz de escribir una obra de este calibre? 

Mi compañero en la presentación, Francisco Javier Torrubia, amigo del autor, fue el encargado de dar algunas pinceladas sobre la trayectoria profesional de Manuel Aparicio Villalba, en el sector sanitario. Del autor destacó que es un hombre resolutivo, hecho a sí mismo, que sabe contar las cosas. Voluntarioso y trabajador incansable, compaginó los estudios universitarios con el trabajo. «Comenzó en el Hospital Virgen del Rocío, desde el puesto base, y cuando lo conocí ya era subdirector del centro hospitalario», señaló Francisco Javier.

De nobleza extraordinaria, Torrubia considera que Manuel es un amigo leal y generoso, que se implica en su trabajo por encima del cien por cien. Después de muchos años, la carga de trabajo se aligeró, y Aparicio Villalba se centró en la escritura. «Un día se me presentó en la consulta y me soltó un tocho de papeles», recordó Francisco Javier y le pidió que lo leyera. Confesó que no  sabe muy bien cómo describir la forma de escribir de Manuel. Apuntó que usa un lenguaje exquisito, cuidadoso con una llamativa forma de exponer y describir situaciones y escenas. «Las duquelas te transporta a otra época de Sevilla como igual ocurrió con El retratista, que yo desconocía. Él lo sabe todo de la Sevilla de aquellos años».

Torrubia contó varias anécdotas y mencionó que la forma de escribir de Manuel le recuerda mucho a Gabriel García Márquez. Al preguntarte por su interés literario, Manuel respondió:

«Le debo mucho a la pequeña biblioteca que tenía mi hermana en casa. Cuando yo era muy chico me pasaba horas y horas leyendo. Antologías literarias, cómics e incluso poesía. Era un poquito repelente. Después descubrí a Herman Hesse, libros que le regalaban a mi hermana como Demian, El lobo estepario, Siddhartha,  y luego los leía yo. Llegó un momento en el que empecé a leer a Gabriel García Márquez. Cien años de soledad la leí en la mili, haciendo guardias. Me resultó apabullante. De García Márquez lo leí todo y él me fue llevando a otros autores como Juan Rulfo, o William Faulkner,... A todos los escritores del realismo mágico».

Las duquelas es una labor de ingeniería, un arduo trabajo narrativo que atrapará al lector en el interior de una historia llena de conexiones, con unos personajes potentes, psicológicamente muy bien perfilados, donde la realidad se mezcla con la ficción, gracias a esas ensoñaciones que nos permite el realismo mágico. No os la perdáis.

La presentación finalizó con una actuación musical, a cargo de Bethany  Neumann.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:


jueves, 29 de diciembre de 2022

ILU ROS: ❝En Federico García Lorca, su vida y las obras van cogidas de la mano❞

Ilu Ros es una ilustradora que me encanta. No son pocos los libros que tengo en casa firmados por esta joven de Murcia. Mi relación con su trabajo empezó con Cosas nuestras, un libro homenaje a su abuela y a las mujeres de su época (puedes leer mi reseña aquí). Y de un homenaje saltó a otro. La ilustradora puso el ojo en la figura de Federico García Lorca. Primeramente, ilustró la biografía del poeta granadino en un volumen al que llamó, simplemente, Federico (puedes leer la entrevista a la autora aquí y la reseña de la obra aquí). Y ahora Ros regresa con un proyecto más ambicioso. En el mismo ejemplar, la autora ha reunido las tres grandes obras de Federico García Lorca, las más insignes, aquellas que muestran el mundo rural. Y precisamente, bajo el título de La trilogía rural, Ros pone color a Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Gracias a la editorial Lumen y al trabajo de esta murciana, el lector tiene a su alcance toda la fuerza de Lorca y la singularidad de los dibujos de esta ilustradora en un único volumen que me parece una joya.

Ilu Ros visitó Sevilla hace unas semanas. Hablamos de Federico, de su vida, de sus obras, de la ilustración y lo que ha supuesto la figura del poeta en la vida de la ilustradora. Os dejo con la entrevista.

Marisa G.- Ilu, un placer volverte a ver. Ya lo hicimos con Federico, cuando viniste a presentarla a Sevilla. El poeta de Granada te está dando muchas alegrías.

Ilu R.- Sí, la verdad es que sí. No lo me lo esperaba. Federico es un libro que ha tenido muy buena acogida entre los lectores. La trilogía rural es un regalo para mí. He disfrutado mucho al hacerlo y parece que a la gente le está gustando también.

M.G.- Para mí, este tipo de libros son como una joya, uno de esos libros que colocas en la estantería, lo miras, lo coges, lo vas leyendo poco a poco. No sé, me gustan mucho. Será porque el género ilustrado me encanta.

I.R.- Sí, como un libro-objeto. Cuando salió el libro electrónico, se empezó a decir que el libro físico acabaría desapareciendo pero creo que a muchos nos gusta el libro en papel.

M.G.- Sí, el que se puede tocar.

Bueno Ros, ¿y por qué te metes ahora en esta trilogía, después de haber ilustrado la biografía de Federico?

I.R.- Porque cuando acabé Federico, estaba muy contenta con el resultado, pero no había disfrutado tanto del proceso como a mí me hubiera gustado. Creo que fue porque el momento en el que lo hice estábamos en plena pandemia y todo era muy agrio, con mucha tensión. Por otra parte, yo sentía mucha presión por quién era Federico García Lorca y lo que significa. Era un libro que requería ser muy riguroso, midiendo mucho las palabras, lo que sucedía, porque era un libro que no solo hablaba de su obra sino también de su vida. Me gustó hacerlo pero no lo disfruté por el peso que sentía.

M.G.- Mucha responsabilidad.

I.R.- Sí, por la responsabilidad, por la gran figura que era Federico. Y al acabarlo me quedé con ganas de más. Así que se lo propuse a mi editora. Le planteé ilustrar la trilogía rural, las tres obras con las que yo lo había conocido. Ella me respondió que sí y aquí está el libro. Ya no soy yo la que escribe sino que me dedico a ilustrar las palabras de Federico García Lorca.

M.G.- ¿Qué tienen en común las tres obras?

I.R.-  Aunque Federico García Lorca tenga más obras de teatro, estas tres las vemos como juntas. Comparten algunos puntos, como el mundo rural, la mujer en el mundo rural, la Andalucía de los años 20 y 30, la pasión, el deseo desenfrenado que, al final, termina en tragedia cuando no se lleva a buen puerto, la muerte,... Pero, aun así, son tres obras que, aunque tengan muchas cosas en común, son muy distintas. La atmósfera de las tres es completamente diferente. Creo que cuando las lees te das cuenta. Bodas de sangre es un obra muy lírica y muy poética, mientras que Yerma es totalmente introspectiva, con esa mujer que está sufriendo, que se siente aislada, que la tratan mal por algo que no es su culpa, aunque ella se sienta culpable. Y La casa de Bernarda Alba supone el encierro total, el autoritarismo.

M.G.- El libro se inicia con un texto, con un discurso que Federico dio en 1935. ¿Qué se recoge en esas palabras?

I.R.- Quería comenzar el libro con las propias palabras de Federico y con lo que significaba el teatro para él. Cuando estaba de director en La Barraca, él quería llevar el teatro a los pueblos más pequeños, al pueblo llano, a los más analfabetos. Él consideraba que el teatro y la cultura no era algo de la intelectualidad y de la gente que estaba más arriba, sino también del pueblo llano. Me parecía importante empezar así.

En este discurso, que pronuncia ante los actores del Teatro Español en el año 35, defiende la importancia que tiene la cultura y el teatro para un país. Él decía que al teatro había que ir con alpargatas y no con collares de perlas.

M.G.- El primer párrafo de ese discurso me resultó curioso porque él manifiesta su disconformidad con los homenajes. Me quedé pensando que, donde quiera que esté, estará escandalizado con todo lo que se ha escrito y se ha dicho de su persona y sus obras.

I.R.- Bueno era muy coqueto. Aunque a él le gustaba mezclarse con el pueblo, también le gustaba ser el centro de atención. Quizá, a lo que se refería era a los homenajes en cuanto a ensalzar al autor y alejarse del pueblo llano. Precisamente, lo que él hace en estas obras es poner voz a la gente del medio rural, y especialmente, a la mujer del medio rural. 

M.G.- Ros, tú te encargas de ilustrar estas tres obras de Federico pero, ¿cómo haces para elegir la escena concreta que quieres mostrar?

I.R.- Conforme iba leyendo las obras, iba tomando ideas. Al principio, mi idea era ilustrarlo todo pero claro, me di cuenta de que eso no podía ser. Pedí que me enviaran una maqueta del texto para ir repartiendo las ilustraciones. Yo quería que las ilustraciones aparecieran en el lugar en el que yo quería. En ese proceso fui ilustrando los momentos de las obras más interesantes pero también tenía que funcionar rítmicamente. No podían aparecer diez páginas seguidas sin una sola ilustración y luego encontrar tres ilustraciones seguidas. Sobre todo en este caso, que es un libro muy ilustrado. Tenía que mantener el equilibrio aunque, realmente, lo hubiera ilustrado entero, como si fuera una película de animación.

M.G.- Recuerdo que, con Federico, usaste una paleta cromática llena de ocres, rojos, y tonos tierra. En este caso, ¿cuál ha sido el criterio para elegir los colores?

I.R.- Al principio de cada proyecto, intento siempre pensar en la paleta de color en relación con el proyecto y en relación con lo que yo siento. Con este libro fui al Cabo de Gata, al Cortijo del Fraile, a Valderrubio, a Fuente Vaqueros,... Me fijé en los colores de la tierra, tan característicos en esa zona, sobre todo en el desierto de Níjar. De ahí saqué parte de los colores. También me sirvió ver las casas de Federico, los suelos de esas casas,... Hay una paleta común para las tres obras pero luego, cada una de ella, tiene su paleta propia. En La casa de Bernarda Alba, la paleta es muy sobria y severa. Sin embargo, la de Yerma tiende más a los rojos, es más pasional y más dolorosa. La de Bodas de sangre tiene muchos violetas, azules, ocres, los colores del campo de Níjar, es como más colorista.


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]

M.G.- En este volumen encontramos las tres obras que mencionamos pero no hay una división clara entre una otra. Cuando acaba una, y antes de empezar la siguiente, hay como unos textos de tu autoría en las que nos das pinceladas sobre cómo y cuándo escribió Federico, en qué se inspiró.

I.R.- Sí, entre obra y obra, hay alguna página de contextualización. En Federico García Lorca, su vida y las obras van cogidas de la mano. En el libro, están dispuestas de manera cronológica porque tenía sentido. La casa de Bernarda Alba fue la última obra que él escribió y leyó a sus amigos y familiares, en su último mes de vida, antes de que lo fusilaran. Es una obra que habla del autoritarismo en una época en la que se intuía que había ciertos grupos que podían dar un golpe de estado, desembocando en una guerra civil. Por eso, creía que era importante contextualizar cada obra, mencionando el momento en que lo escribió y en quién se inspiró.

M.G.- Después de la obra anterior y esta, ¿te quedan todavía cosas que aprender de Federico? Imagino que la labor de documentación habrá ido importante.

I.R.- Siempre quedan cosas por aprender. Federico García Lorca es un sitio en el que entras y ya no puedes salir. En cada lectura de su obra, siempre se van abriendo ventanas nuevas. Aunque pienses que ya te has leído muchas veces Bodas de sangre, la vuelves a leer y, de repente, descubres algo que te lleva a una interpretación nueva. 

M.G.- Al hilo de lo comentas, es habitual que, cuando releemos obras, cambie nuestra percepción. No es lo mismo leer Bodas de sangre a los dieciocho años, que leerlo a los cuarenta.

I.R.- Sí, sí. Hoy tengo una lectura muy diferente de La casa de Bernarda Alba, de aquella que tenía en el instituto. Tiene que ver con la forma de entender el mundo, y con la contextualización, porque vas aprendiendo más sobre el momento histórico en el que se escribe la obra.

Algo que me parece muy curioso es que antes me llamaban la atención personajes como Adela y la novia, que son mujeres que ansían la libertad y, sin embargo, ahora veo a Martirio y me conmueve más, por estar encerrada también en sí misma, por ser una mujer atormentada. Vas viendo las cosas de forma diferente, a medida que pasan los años.

M.G.- Imagino que has tenido que leer estas obras, pero no sé si también has visto las películas que se han hecho.

I.R.- Sí, las he visto pero no durante el proceso creativo del libro. Son obras que forman parte de nuestro imaginario y las tenemos dentro. No quería ver más cosas para que no me influyeran más todavía. Pero, hasta antes del libro, sí que he visto muchas representaciones y películas, como La novia, que me parece preciosa.

M.G.- ¿Has tenido más dificultad a la hora de ilustrar una obra u otra?

I.R.- He disfrutado mucho haciendo las tres pero la que más dificultad me podía crear era La casa de Bernarda Alba, porque no tiene el apoyo de las metáforas visuales que tiene Bodas de sangre, no tiene paisajes ni salidas al exterior. La casa de Bernarda Alba transcurre todo el tiempo dentro de una casa. Federico especificó que en esta obra solo quería blanco y negro, no quería sombra. Aunque yo eso me lo salto. Es una obra muy severa, salvaje en cuanto a la palabra. No tiene la poesía que tiene Bodas de sangre

M.G.- Soy firme defensora del género ilustrado pero, cuando hablo con otros lectores, encuentro que a muchos les cuesta entrar en el género. Aparte del color y de la imagen, ¿qué crees que aporta el género ilustrado a la literatura o, en este caso, a las obras de Lorca?

I.R.- Creo que se establece un diálogo entre diferentes artes y diferentes formas expresivas o formas de creatividad. Es como cuando hay una colaboración entre un músico y un cineasta, entre un actor y un pintor. Al final, creo que la ilustración y la literatura casan muy bien. En este caso, por ejemplo, hay un texto de Federico García Lorca que funciona solo, evidentemente, pero que dialoga con la ilustración. Al igual que ocurre con las representaciones teatrales, en las que se establece un diálogo entre el texto y el director de escena o los actores. El ilustrador pasa el texto por sí mismo y da su propia interpretación. La ilustración es una suma creativa.

M.G.- Ilu, ¿cómo defines tu forma de ilustrar? Para mí, tus ilustraciones son muy libres. Por ejemplo, no hay profundidad de campo, no hay perspectiva. ¿Cómo defines tu trazo?

I.R.- Intento mantener esa libertad, que mis dibujos y mis pinturas estén vivas. No sé explicarlo muy bien. A veces, hago dibujos a los que les falta algo. No es cuestión de perspectiva, ni de estar mejor o peor dibujado. Es cuestión de un algo que no sé explicar. Siempre busco la libertad y la expresividad en el trazo. Es algo que consigo mientras más me alejo de la realidad. Hago pintura figurativa pero intento no ser hiperrealista. 

M.G.- Te conocí con Cosas nuestras. ¿Tú crees que tus dibujos han evolucionado con el paso de los años?

I.R.- Sí. No digo si para bien o para mal, pero sí he notado una evolución. Si veo dibujos de hace tres o cinco años, sí lo noto. Me aburriría si supiera que me estoy repitiendo y mataría la creatividad.

M.G.- Por medio de una entrevista que concediste, supe que, tras la publicación de Federico, facilitasteis un ejemplar a los descendientes. ¿Vas a hacer lo mismo con este?

I.R.- Creo que sí se ha enviado. No te lo sé decir ahora mismo porque los envíos los hace la editorial pero imagino que sí se habrá enviado. Bueno, no lo sé con seguridad.

M.G.- ¿Qué te dijeron con el anterior?

I.R.- Por lo que sé, las sobrinas de Federico están muy contentas.

M.G.- Imagino que vas a descansar un poco, o definitivamente, del poeta.

I.R.- En principio, descanso definitivamente.

M.G.- ¿Y te gustaría ilustrar algún libro de otro autor importante?

I.R.- No lo sé. Mi idea no es hacer otra biografía ilustrada. 

M.G.- En principio, cambiar de rumbo.

I.R.- Sí, lo que me apetezca y lo que vea que me funciona en cada momento. En eso hay que ser un poco intuitivo, creo.

M.G.- Bueno Ilu, lo dejamos aquí. Estoy encantada con esta publicación porque me parece una edición preciosa, muy bonita y muy cuidada.

I.R.- Súper bonita, sí. Muchas gracias.

M.G.- Me parece precioso para regalar estas navidades. Muchas gracias por venir. Un placer volver a verte y espero que volvamos a coincidir con cualquier otro proyecto que se te ocurra.

I.R.- Muchas gracias a ti.

Sinopsis: La tragedia de la pasión amorosa, las rivalidades familiares, la esterilidad, la represión sexual y la muerte son el hilo vertebrador de Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, las tres obras que conforman el ciclo por el que Federico García Lorca ha sido más celebrado como dramaturgo. Una trilogía rural en la que la mujer, el campo andaluz abrasado por el sol y los instintos son los grandes protagonistas que cobran nueva vida en esta interpretación personal y originalísima de Ilu Ros, la autora de la aclamada biografía Federico y «una de nuestras mejores dibujantes» (Manuel Rodríguez Rivero, El País).

miércoles, 28 de diciembre de 2022

LA NAVIDAD DE ÁNGELA (ANIMACIÓN - 2017)

Año: 2017

Nacionalidad: Irlanda

Director: Damien O'Connor

Reparto: --

Género: Animación 

Sinopsis: En Nochebuena, Angela tiene una idea extraordinaria cuando va a la iglesia con la familia. Una historia conmovedora basada en el cuento de Frank McCourt.

[Fuente: Filmaffinity]


Miércoles. Navidad. Toca sacar a relucir alguna película infantil navideña. Estos días he estado revisando los estrenos de Netflix, Amazon Prime y Disney +, en busca de una película infantil que me pareciera interesante traer a este espacio. Encontré títulos que ya han pasado por el blog, u otros que no me terminaban de convencer. Dando vueltas y vueltas, di con La navidad de Ángela. Al mirar la información de esta película -bueno, en realidad es un corto que dura unos treinta minutos-, me topé con algo interesante y es que La navidad de Ángela está basada en un cuento del autor Frank McCourt (Las cenizas de Ángela). ¿La Ángela de esta película es la misma Ángela de aquella novela? Ahora lo vemos.

La acción se inicia en Limerick, en el año 1914. Una familia humilde se prepara para celebrar la Nochebuena. Viven en un barrio pobre, donde el frío hace mella y resulta complicado mantener encendido el hogar. La madre azuza a los hijos, -a Tom, a Pat, a Ángela y a la pequeña Aggie- para acudir a la Iglesia a escuchar la Misa del Gallo. Apenas tienen ropa de abrigo y se apañan como pueden. Ni el frío ni las condiciones de vida precarias parecen molestar a Ángela y a sus hermanos, que se pasan el día jugando y bromeando. 

Cuando llegan a la iglesia, la misa ya ha comenzado. En el interior, el frío es mucho más intenso que el que se siente en la calle. El cura está dando su homilía, y lo único que interrumpe el silencio de los feligreses son algunas toses que se escuchan en el templo. Ángela contempla lo que tiene ante sus ojos sin apenas prestar atención a las palabras del párroco. A un lado del altar, advierte que se ha dispuesto un portal de Belén de buen tamaño. En él se puede ver a la Virgen María y a San José, custodiando al recién nacido. Lo que más llama la atención de Ángela es la imagen del Niño Jesús, recostado en su cuna y desprovisto de toda ropa. Se sorprende al verlo casi desnudo y algo en su interior se remueve. ¿Cómo puede estar así? Terminará enfermando,- piensa la niña. Es entonces cuando a la pequeña se le ocurre una idea que pondrá en marcha en cuanto acabe la misa. Su acción acarreará algunas consecuencias que pueden traer la desgracia a la familia, pero por fortuna, todo se resuelve sin graves contratiempos.

Como dije antes La navidad de Ángela está basado en un cuento del autor irlandés Frank McCourt, cuyo título real es Ángela y el Niño Jesús. Entre esas páginas, el autor recoge una historia real, protagonizada por la misma Ángela de la famosa novela, es decir, por la madre del autor.

La navidad de Ángela es un cuento emotivo y entrañable que pretende mostrar la vida tan dura de algunas familias irlandesas, y cómo todo se puede superar si la familia está unida y se actúa de corazón.  No es un relato triste sino alegre, lleno de luz y esperanza, en el que los niños, a pesar de las dificultades, juegan y se ríen. Algunas de las escenas son divertidas y despertarán la risa de los más pequeños.

En cuanto a la animación, no es especialmente espectacular pero sí lo suficientemente atractiva como para mantener entretenido a los niños. 

Mientras veía esta película, protagoniza por Ángela, su madre y sus hermanos, me preguntaba dónde estaba el padre. En la historia se hace una pequeña alusión a esa figura paterna, de la que solo se cuenta el contratiempo que tuvo el día que nació Ángela, pero nada más. Me pareció extraño que se pasara tan de puntillas por la figura del padre, cuando esta historia se centra en la unidad familiar. No obstante, al terminar el visionado, Netflix me hizo una recomendación, visionar El deseo de navidad de Ángela, es decir, la secuela de la pequeña historia que acababa de ver. Ya no se trataba de un corto, sino de una pieza más larga (no llega a la hora de proyección) que se centra, y ahora sí, en la figura del padre de la niña. Ángela y sus hermanos, junto a una amiga, se adentrarán en otra aventura navideña muy relacionada con el padre de la protagonista. 

Bueno, pues estas son mis dos recomendaciones para hoy si tienen niños en casa. Si unes el corto a la pieza más larga, tendrás a tus hijos entretenidos aproximadamente una hora y media, con las aventuras de Ángela, esta niña inocente, bondadosa y entusiasta que solo quiere el bien de los demás. Un cuento amable e idóneo para estas fechas.

Ambas las puedes ver en Netflix.


Tráiler:


martes, 27 de diciembre de 2022

BLANCA CABAÑAS: ❝Los seres humanos estamos lejos de alcanzar esa nobleza que caracteriza a los animales❞

A Blanca Cabañas la conocí a través de un comunicado editorial. Por medio de un correo electrónico supe de la publicación de su primera novela, Perro que no ladra, editado por Suma de Letras. Me gustó la sinopsis, con una trama que se ubicaba en Chiclana (Cádiz). Posteriormente, también conocí que la autora visitaba Sevilla para promocionar la novela y, aunque no pude acudir a ningún encuentro, aquella novela estaba destinada a seguir cruzándose en mi camino. Semanas después, la propia Blanca contactaba conmigo para hablarme de Perro que no ladra, novela ya leía y de la que os hablaré bien pronto. Y aquí nos tenéis, a Blanca y a mí, en esta conversación que hemos mantenido vía correo electrónico. Espero que os guste.

[Foto cedida por la autora]
Marisa G.- Blanca, esta es tu primera novela pero antes has publicado relatos. ¿En qué medida la escritura corta te ha servido a la hora de enfrentarte a una historia larga?

Blanca C.- Los relatos breves me han servido para reconectar con la escritura. Los últimos años los he pasado estudiando para conseguir mi plaza de funcionaria como maestra de educación especial. No disponía de mucho tiempo para escribir, así que me conformaba con escribir relatos breves que presentaba a certámenes literarios, con la fortuna de que me fueron premiando. Siempre digo que esos premios supusieron la inyección de autoestima que necesitaba para escribir una novela.

En el plano de la escritura son completamente distintos. En el relato breve no hay tiempo para rodeos, la historia va como una flecha y siempre hay algo que se nombra al principio que luego enlaza con el final. La novela da más juego. Permite profundizar en los personajes, construirlos, detenerse en la ambientación, crear subtramas y, en definitiva, contar una historia mucho más rica.

M.G.- Perro que no ladra se publicó primeramente en Amazon. De ahí pasó a una editorial. Parece que la autopublicación se está convirtiendo en el paso previo antes de ser acogido por una editorial.

B.C.- No es siempre así, pero es una opción muy válida. Y tiene sus ventajas. En la autopublicación, el escritor es el artesano de todo el proceso, tiene todos los derechos de su obra y las regalías son más golosas. Es más, no tiene por qué ser el paso previo; puede alternarse con la editorial tradicional o puede que el escritor, una vez probada esta opción, decida volver a Amazon. En gran medida, creo que depende de lo que cada escritor quiera conseguir con sus historias. Probablemente si quieres vivir de tus libros, autopublicar sea muy buena opción. En mi caso, la autopublicación fue la primera opción. No me había planteado la posibilidad de publicar de la mano de una editorial y me daba miedo que mi proyecto cayera en manos poco profesionales. Así que, opté por Amazon. Un mes después de haberla autopublicado, mi visión cambió.

La acogida había sido tan abrumadora por parte de los lectores que, de nuevo, y animada por el feedback tan positivo que recibí, la envíe a algunas editoriales y Suma de Letras se mostró interesada.

M.G.- Ahora que he mencionado el título, al margen de lo que se explica en la novela, ¿tiene algún significado metafórico?

B.C.- El significado del título se explica casi al final del libro, rozando los agradecimientos. Hace alusión a una práctica legal en algunos estados de Estados Unidos y, con ella, se demuestra que los seres humanos estamos lejos de alcanzar esa nobleza que caracteriza a los animales. 

M.G.- Imagina que tienes un grupo de futuros lectores ante ti. ¿Qué le dirías sobre esta novela para animarlos a su lectura? ¿Qué elementos van a encontrar entre estas páginas que les resulte de interés?

B.C.- Les diría que Perro que no ladra habla de las relaciones pasadas y de cómo estas tejen nuestro presente y perfilan nuestra personalidad, de cómo un solo hecho puede arrasar con la vida de unos pocos. Les diría que muchos lo consideran un thriller psicológico porque los verdaderos enigmas se encierran en la mente de los personajes. Les diría que habla de creencias supersticiosas llevadas al extremo, de tradición, del amor como algo nocivo, de miedos irracionales que confieren a lugares sensación de abismo. Así lo siente Lara, la protagonista, que regresa a su Chiclana natal tras catorce años sin tener apenas noticias de su familia. Allí se da de bruces con los motivos que precipitaron su marcha, entre ellos, la desaparición de una de sus mejores amigas.

M.G.- ¿Cómo se te ocurre esta historia? ¿Cuál es su origen?

B.C.- El origen tiene lugar en el 2020 cuando estudiaba un máster de Atención Temprana y Necesidades Educativas Especiales. Así fue que me adentré en el campo de la neuroeducación, una neurociencia pionera en el estudio del cerebro a tiempo real a través de técnicas de neuroimagen. Gracias a ellas, podemos hoy en día conocer diversos síndromes que siempre han estado ahí, pero para los que no teníamos explicación plausible. Uno de estos, es el síndrome de Capgras, que tiene su peso en la novela. Consiste en una lesión en el hipotálamo que hace al paciente no reconocer, al menos emocionalmente, a un ser querido. El paciente lo identificaría físicamente, pero estaría convencido de que no es quien dice ser, que ha sido usurpado por un invasor, un doble idéntico. Cuando leí sobre esto, me llamó muchísimo la atención y quise saber más. Me documenté sobre él y lo tuve claro; quería plasmarlo en mi novela.

M.G.- Lara, la protagonista de esta historia tiene que regresar a Chiclana, su pueblo de nacimiento porque la madre ha sufrido un accidente. Lleva muchos años sin ver a su familia, a su madre, a su hermana. Prácticamente ella huyó de Chiclana hace catorce años. ¿Cómo le va a afectar emocionalmente ese regreso?

B.C.- Lara, como bien se cuenta entre las páginas, vuelve a la cicatriz, al centro de la tormenta, al origen de sus pesadillas. Así lo percibe ella y así lo vivirá el lector, porque el aura que se desprende es opresivo, angustioso e incómodo. Sin embargo, han pasado catorce años y la protagonista ya no es la misma que se fue. Vuelve más adulta, más segura y con la responsabilidad atribuida de buscar la verdad, de enfrentarse a los fantasmas del pasado. A fin de cuentas, es la única manera de cerrar una herida.

M.G.- Volver implica enfrentarse de nuevo a su familia, a su pasado, a sus amigas de adolescencia. La relación de Lara con su madre y su hermana Olga es muy complicada. Sin embargo, con sus amigas, todo fluye. Esto es algo habitual. Parece que nos cuesta más relacionarnos con los de nuestra sangre más que con aquellos con los que no nos une ningún vínculo consanguíneo.

B.C.- Quizá es porque se espera algo de ellos que no siempre llega. O no como nos gustaría. Herminia, la madre, es una mujer hosca, autoritaria y muy controladora con sus hijas. En la balanza, las hermanas caen en lados opuestos. Mientras que Lara representa la rebeldía por salirse del patrón, Olga es más sumisa, insegura y desea la atención de su madre a toda costa. Las miradas son frías, los silencios incómodos. Sin embargo, Lara encuentra en sus amigas la amistad que no mata los años, el hogar que no tiene en casa.

M.G.- Las familias y los secretos. Este es otro punto importante en la novela porque hay varios personajes que no son lo que parecen.

B.C.- Estamos acostumbrados a ver familias ideales en las pantallas y asesinos en las calles, pero ¿qué pasaría si el antagonista, el monstruo, estuviera en casa y conviviera con nosotros? Es la premisa de la que se nutre la historia. 

M.G.- Herminia, la madre de Lara, es un personaje muy potente. Ella rompe con todos los esquemas de lo que debería ser una madre. Y sufre algo muy curioso que se llama el síndrome de Capgras. 

B.C.- Para volcar todo ese conocimiento que estaba absorbiendo de la neuroeducación necesitaba dos personajes: uno que lo sufriera y otro que lo contara. Al poco de Lara volver a casa, se descubre que Herminia padece síndrome de Capgras. El desconcierto es tremendo. Entonces, hace su aparición estelar Ángel, el psiquiatra de Lara. Rimbombante y sabelotodo, es la voz del saber.

M.G.- Lara es una joven sin futuro, que va dando tumbos, muy inestable. Está en tratamiento psiquiátrico. ¿Cómo ha sido construir este personaje?

B.C.- Tuve claro que la protagonista, para esta primera novela, debía ser mujer y acercarse a mi edad. Quería arrojar verdad a aquello que contaba y me era más fácil ponerme en el lugar de alguien en quien pudiese dejarme ver. Todos tenemos nuestras inseguridades, nuestras sombras y todos, en algún momento, somos nuestros propios enemigos. Esto le ocurre a Lara al asomarse continuamente al abismo que solo ella ve, a los miedos que le impiden ser quien en realidad es.

M.G.- De todos modos, esta novela no solo trata sobre el regreso de una hija a su familia sino que además Lara pone en marcha una investigación con la que trata de averiguar qué pasó realmente con su amiga Isabel, desaparecida hace catorce años. ¿Qué nos puedes decir sobre esta investigación?

B.C.- Una tragedia de esta magnitud destroza vidas. Tenemos una familia rota, un grupo de amigas incompleto y un pinar que una vez fue zona de juegos y que ahora solo reabre viejas heridas. Cuando Lara vuelve a donde vivió su infancia y a donde tuvo lugar todo ese daño, inconscientemente, siente la necesidad inexorable de buscar la verdad, de buscar a su amiga desaparecida hace catorce años.

M.G.- Sobre la desaparición de Isabel, ¿te has basado en algún hecho real?

B.C.- Desgraciadamente, todas hemos crecido con alguno de estos casos resonando en los informativos de la sobremesa. Me he basado en el dolor de todas esas familias, de todas esas madres, en ese castigo de por vida que portan sobre sus hombros.

M.G.- Son varios los personajes que aparecen en esta historia. La propia familia de Lara, sus amigas, unos vecinos, y hay un personaje un tanto misterioso, Susana_28. ¿Qué nos puedes contar?

B.C.- A lo largo del viaje que Lara vive, va a tener la necesidad de compartirlo con alguien que no la juzgue, que simplemente la escuche y la vea tal cual es. Susana_28 es esa persona. No tiene identidad y, quizá por ese mismo motivo, Lara se siente segura compartiendo sus miedos con ella.

M.G.- La historia se construye sobre dos hilos narrativos porque desde el presente, iremos volviendo al pasado para conocer cómo se produjo la desaparición de Isabel. ¿Te ha costado trabajo manejar los dos tiempos?

B.C.- No, la historia me lo iba pidiendo. Uno de los puntos fuertes de la novela es la construcción de los personajes. Esto es gracias a esa segunda línea temporal que permite al lector conocer a través de vivencias significativas del pasado a los distintos personajes. A veces, escribía estos flashbacks en orden y, otras tantas, los dejaba escritos y, luego, los iba ensartando donde creyera conveniente. No sigo escaletas y, aunque sé a dónde me dirijo, me dejo fluir. Esto me permite tener mucha libertad a la hora de escribir, aunque también me veo obligada a reescribir muchas partes.

M.G.- Hay mucha información sobre neurociencia y neuroeducación, materias que manejas por tu formación académica. También nos hablas de las personas con síndrome de Down y, tengo que admitir que ahí me has ganado. Mi hermana pequeña es síndrome de Down y me ha encantado encontrarme con un personaje como ella.

B.C.- Me hace mucha ilusión que me digas esto. He encontrado diversidad funcional en novelas, pero representadas de una manera poco real, usando términos peyorativos o desfasados y sin conocimiento. Si de algo sé, es de esto, por eso he querido contarlo. Es la línea que quiero seguir en mis novelas y es lo que creo que arroja originalidad. Quiero, no solo entretener con un buen thriller, sino partir de una fuente de conocimiento, contar algo interesante que lo haga diferente. En este caso, Perro que no ladra bebe de la neuroeducación, de mi vinculación con la docencia.

M.G.- No podemos dejar atrás a Chiclana, el lugar donde transcurre la trama. ¿Qué protagonismo tendrá este municipio? ¿Cómo se han tomado esta novela los vecinos?

B.C.- Vivo en Chiclana y he vivido en Chiclana casi toda mi vida. Es un municipio muy turístico, alegre y lleno de luz, cuyo principal atractivo es la Playa de la Barrosa que, sin embargo, tiene un papel secundario y casi inexistente en mi novela. Esto es porque me interesaba mostrar la cara b, aquella que nadie se para a ver. Quería envolver a Chiclana de una atmosfera misteriosa, lúgubre y darle protagonista a escenarios poco conocidos y olvidados, como el pinar del Hierro y la Espartosa. Los chiclaneros están encantados. Soy consciente de que aquella primera versión autopublicada de Perro que no ladra fue casi enteramente adquirida por chiclaneros. Me dan la enhorabuena, me piden más. Para mí es un orgullo que Chiclana se conozca no solo por su turismo, sino también por sus libros y autores.

M.G.- Dentro de la novela, algunos vecinos chiclaneros practican la magia blanca. ¿Estas cosas se siguen haciendo hoy día?

B.C.- Las creencias supersticiosas están extendidas por todo el país y todos, en mayor o menor medida, hemos acercado posturas con ellas: al llevar un amuleto a un examen, al leer el horóscopo o al tocar madera. Toda la documentación con respecto a este tema la he recibido escuchando a personas que siguen rituales para atraer la buena suerte, la salud y proteger sus hogares. Por temor, por si acaso, lo hacen. Me fascina este mundo y me parecía un ingrediente sumamente atractivo. Tenía que incluirlo.

M.G.- ¿Algún proyecto literario nuevo a la vista?

B.C.- Tengo el borrador de la segunda novela en el cajón. Está escrita, pero no terminada. La he dejado reposar más de lo que me gustaría porque he estado muy centrada en la promoción de Perro que no ladra. Me queda sentarme frente a ella, releerla, mejorarla. Estoy muy ilusionada con este nuevo proyecto. Me he documentado muchísimo. Su germen es una nueva fuente de conocimiento de la que no se ha hablado en el género del thriller.

M.G.- Gracias y suerte, Blanca.

B.C.- Gracias.

Sinopsis: Lara Ortiz vive en Sevilla desde hace catorce años sin tener noticias de su familia. La llamada repentina de su hermana trastoca su mundo y la obliga a volver al lugar del que ha huido toda su vida: Chiclana de la Frontera. Su regreso hará que retome el contacto con aquellos que marcaron su infancia y desentierre los recuerdos sobre el suceso que precipitó su marcha: la desaparición de una niña en extrañas circunstancias.

Alertada por los sospechosos comportamientos de quienes la rodean, investigará por su cuenta el caso. Lo que no imagina es que la verdad es siempre más afilada y esconde razones más oscuras que la dejarán sin habla.

sábado, 24 de diciembre de 2022

¡FELIZ NAVIDAD!

Queridos amigos, ya estamos de nuevo en Navidad. Lo propio sería comentar todo eso de lo rápido que pasa el tiempo y demás, pero no voy a hacerlo. Prefiero aprovechar estas palabras para desearos que paséis una estupenda Nochebuena, en compañía de vuestros seres queridos, que disfrutéis de una noche entrañable, donde reine el amor, la paz y la alegría, que seáis muy felices, y que amanezcáis mañana en una día de Navidad hermoso y pletórico. 

¡Feliz Navidad a todos!







viernes, 23 de diciembre de 2022

DOLORES REDONDO: ❝Estoy buscando una manera distinta de contar historias al lector❞

¿No os llaman la atención esos crímenes sin resolver que, aquí y allá, han ido salpicando la historia de la humanidad? ¿No os resulta inquietante saber que conocidísimos asesinos, famosos por el modus operandi o por la crueldad de sus crímenes, han escapado de las manos de la policía? Por ejemplo, a mí me sigue fascinando la historia de Jack, el destripador, sobre el que ha corrido ríos de tinta. Su figura ha cautivado a novelistas, a artistas gráficos, a directores de cine,... Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el asesino de Whitechapel, pero no es el único. Si haces una búsqueda en Internet, descubres que Jack no fue el único criminal que supo burlar a la policía. En el mismo saco podemos encontrar a John Biblia, un individuo que en los años 60, más concretamente en 1969, asesinó a tres mujeres en Glasgow. A las tres mujeres las conoció en el mismo lugar, las tres compartían cualidades -todas tenían la menstruación-, las tres perdieron la vida del mismo modo. Sin embargo, la policía jamás consiguió capturarlo. De un día para otro, parece que dejó de perpetrar crímenes. Al menos, del mismo modo que había empleado con Patricia Docker, Jamima McDonald y Helen Puttock. Se piensa que abandonó Glasgow. ¿Seguiría asesinando en otro país, en otra ciudad? ¿Es posible que todavía esté vivo? Quien sabe.

John Biblia es un enorme misterio en el que se basa Dolores Redondo para escribir su nueva novela. Esperando al diluvio nos regala una nueva trama de suspense, en la que el lector se encontrará cara a cara con el asesino de Glasgow, un personaje real que se moverá, esta vez, por la ciudad de Bilbao, en un momento especialmente complicado. La acción se sitúa en 1983, más concretamente en agosto de ese año, fecha en la que la ciudad sufrió terribles inundaciones que lo arrasaron todo, en la que fallecieron más de cincuenta personas. Así que, si a un asesino real le unimos un escenario dantesco, más un investigador escocés en un momento delicado de salud, el resultado será una lectura adictiva, como viene siendo habitual con las novelas de Dolores Redondo, que ya ha enganchando a los miles de lectores de la autora donostierra.

Dolores Redondo estuvo en Sevilla hace unas semanas. Con la Giralda de testigo, conversamos de crímenes, de asesinos, de Bilbao y de novelas que tardan en escribirse treinta y nueve años. Os dejo con la entrevista.

Marisa G.- Dolores, un placer conocerte y hablar contigo. Es la primera vez que lo hacemos. Para abrir la entrevista, me gustaría comentarte que tu trayectoria ha sido el sueño de cualquier autor. ¿Lo que estás viviendo ha sido un sueño hecho realidad o tú te propusiste desde primer momento llegar a este punto?

Dolores R.- Evidentemente, si no te sostiene un sueño cuando arrancas en aquello en lo que te vayas a dedicar, vas mal. No creo que nadie abra una tienda o ponga un restaurante, o empiece a pergeñar lo que será un puente sin soñar con cumplir su objetivo. Tiene que haber un sueño detrás. Ahora, también era difícil prever que se pudiera llegar hasta aquí, que pudieran pasar las cosas que me han ido pasando. Pero la literatura tiene esa magia. Tú propones y el lector dispone.

M.G.- Es así. El lector es soberano. 

Alrededor de tu trabajo hay muchas novedades. No solo están las novelas que vas publicando, algunas han pasado incluso a formato gráfico, algo que desconocía por completo. 

D.R.- Sí, sí, casi todas. Se ha publicado el cómic de El guardián, El legado, Ofrenda a la tormenta y Todo esto te daré.

M.G.- No lo sabía. Lo he descubierto al mirar la web de la editorial. Me he llevado una grata sorpresa porque me encanta el género.

D.R.- A mí también. Yo, que no sé dibujar nada, flipo con las adaptaciones. Me parece muy bien. Si están en cine, ¿por qué no en gráfico?

M.G.- Claro. Y al cine viene otra adaptación en camino si no me equivoco, y además tenemos la reedición de tu primera novela, Los privilegios del ángel

Dices que esta novela te ha costado escribirla treinta y nueve años. ¿Cómo es eso?

D.R.- Es un juego, por supuesto. Mira, muchas veces me preguntan de dónde surge la idea de una novela pero no siempre lo tengo claro porque, a veces, es una mezcla de cosas. Sin embargo, con esta novela, sé que la idea del escenario viene de aquel día de agosto que iba en tren y al llegar a Bilbao me encontré el fin del mundo. Tenía catorce años, iba sola, a cargo de otras personas que iban también en el tren. No había teléfono móvil para llamar a mi casa y saber cómo estaba mi familia. El tren se detuvo, y estuvo horas y horas parado. Solo nos llegaban rumores de la gente que trabajaba en las vías, de los obreros que estaban moviendo la tierra, que solo decían que Bilbao estaba destruido, que habían muerto muchísimas personas, que era la ruina total, que había llovido en todas partes, en toda Euskadi, en Burgos, en Cantabria. Allí parados no hacía más que preguntarme por mi casa. Yo conocía Bilbao, aquello era como la Naval de Cádiz, y si me decían que el agua se lo había llevado todo, ¿qué no podía haberle ocurrido a una casita pequeña? Fue terrible. Aquello me impactó tanto que siempre supe que lo escribiría un día. Pero claro, se tienen que ir juntando elementos.

John Biblia, el asesino

La elección de Bilbao como escenario también tiene que ver con el hallazgo de John Biblia, un asesino real que cometió sus crímenes en Glasgow, en 1969, y desapareció. Mató a tres mujeres. A las tres las había conocido en la misma discoteca. Las violó, las estranguló. Las tres tenían la menstruación en el momento de su muerte. Cuando la policía se dio cuenta de que tenían a un gran depredador, desapareció.

Lo que establezco en esta novela es que pudo haber venido a Bilbao porque siempre ha habido una grandísima conexión naviera entre las dos ciudades. Bilbao se parecía mucho a Glasgow en aquel momento, incluso en el modo en el que la ría entra en la ciudad, como ocurre con el río Clyde en Glasgow. La zona industrial que se movía alrededor del río era muy similar. Bilbao contaba además con una vida nocturna extraordinaria, como Glasgow, y ese era el territorio de caza de John. Me parecía que Bilbao era un escenario perfecto. Además, se da la casualidad de que en ese momento, Bilbao tenía un montón de elementos que la hacen muy interesante. Se estaba viviendo la guerra de las banderas, estaba la kale borroca, existía mucha tensión política, y se hablaba de que iba a haber un encuentro del gobierno español con ETA. Leyendo los periódicos de la época, no te explicas cómo no explotara todo por todas partes. Era un hervidero social y económico. Y también empezaron a llegar los primeros efectos, que luego serían terribles, de la reconversión naval, y que afectó a todos los grandes puertos. 

M.G.- A John Biblia llegas a través de un libro. Para mí, una de las mejores maneras de llegar a los sitios.

D.R.- Sí, a través de un libro. Leo a muchísimos autores ingleses y escoceses, porque me gusta mucho cómo escriben. Muchas veces basan sus novelas en hechos reales. De John Biblia supe a través de una novela de Ian Ranking, en la que encontramos un imitador de John Biblia. Cuando llegué al final del libro, yo que siempre me leo los agradecimientos y las explicaciones, él contaba cómo en ese momento se iba a desenterrar el cadáver de un agresor sexual que se creía que era John Biblia. Finalmente, parece que no era él. Sin embargo, aquello me puso tras su pista y me propuse saber más sobre aquel hombre.

John Biblia pasó a la historia como pasó Jack, el destripador, como un asesino convertido en leyenda, precisamente porque nunca lo capturaron. La diferencia es que John Biblia podría estar vivo todavía. Era un hombre muy joven cuando cometió esos delitos y mucha gente le vio. De hecho, la hermana de la tercera víctima estuvo con él durante buena parte de la noche, y lo acompañó durante un tramo del regreso en taxi. Ella dio una descripción para hacer un retrato robot, participó durante años en cientos de ruedas de reconocimiento. Se llevó a cabo un gran trabajo policial porque se llegó a descartar a cinco mil sospechosos. 

Hace unos meses se estrenó en la BBC unos podcasts de una periodista, que lleva un montón de años investigando el caso John Biblia, y un documental. Creó mucha paranoia social. Había tantos pasquines por todos lados con su cara que la gente creía verlo en cualquier sitio. Hubo un momento en que la policía tuvo que extender unos carnets que justificaban que el portador ya había sido descartado como sospechoso, para evitar linchamientos. Hubo gente que estuvo a punto de acabar mal parada. 


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Creo que fue por el testimonio de un testigo, por lo que se le puso el apodo de John Biblia.

D.R.- Sí. Él siempre se presentaba como John. Muchos oyeron decir que se llamaba así. Pero lo de Biblia viene porque algunos dijeron que hacía mención a los salmos, y a pasajes de la Biblia. De ahí, el apodo. 

M.G.- Si uno teclea John Biblia en Google aparece muchísima documentación, muchos artículos sobre aquel asesino. Imagino que toda esa información te habrá ayudado a perfilar al personaje. Sin embargo, tú dices que la labor de documentación para esta novela ha sido mucho más ardua que para las restantes.

D.R.- Sí, por muchas razones. Es una novela histórica, un género al que le tengo mucho respeto. Soy muy amiga de Santiago Posteguillo y lo que hacen los historiadores como él me parece excepcional. Escribir histórica obliga a un cuidado que ahora he visto en primera persona. El momento político y social que se recoge en la novela me ha obligado a entrevistar a la parte policial, a la Ertzaintza que aquel momento sacaba su primer reemplazo policial a la calle; a la policía armada de aquel tiempo, para saber cómo era la tensión que vivían en la calle; a políticos de la época; a los que participaron en los rescates de la riada. Me he tenido que empapar de los periódicos para conocer la atmósfera política, social y económica del momento. Todo no tiene por qué aparecer en la novela pero el escritor lo tiene que conocer. 

Pero además creo que el lector va a disfrutar mucho al ver cómo ha cambiado el tratamiento policial desde 1969 hasta ahora; cómo eran esas primeras teorías que establecían los policías de la época para justificar las agresiones de John Biblia; cómo el asesino podía detectar a las mujeres que tenían la menstruación, qué pulsión lo movía a matar de una manera tan violenta. Las primeras teorías parecen de andar por casa. Parecía que no tenían ningún conocimiento del mundo criminal, ni del mundo de la mujer,... Claro, hay que tener en cuenta que no había ni una sola agente femenina en la policía.  

Por otra parte, el asesino me ha obligado a replantearme algo que la policía de la época no hizo. Es decir, mirar desde el punto de vista de las víctimas. ¿Por qué las eligió a ellas? Había que haber partido de ahí pero claro, la victimología era algo que entonces no conocían. Para ello pedí ayuda a un psicólogo y psiquiatra experto en abusos, al que le pregunté por qué el agresor podría elegir a mujeres con la menstruación. Lo que me sugirió me obligó a tener que cambiar el planteamiento de cómo iba a tratar al agresor en la novela. La posibilidad de que su pulsión pudiera provenir de que él también hubiera sido una víctima me pareció aterradora. No es la primera vez que me ocurre esto. Amaia Salazar también era una víctima, pero en su caso era al revés. Por ser víctima se convierte en paladín defensor de todas las víctimas y no en asesina.

Noah, el personaje

La parte bonita de la novela es Noah, el investigador escocés, que no se llama así por casualidad. Es como el Noé del diluvio, que llega a Bilbao en un barco. Su obsesión no es construir un arca sino capturar a este tipo. Y lo hace en el momento más difícil de su vida porque se está muriendo. Tiene los días contados y ha decidido que va a dar sentido a su vida y a su muerte, culminando la investigación, cazando a este tipo o muriendo en el intento. Pero se le irán complicando mucho las cosas porque el tipo de enfermedad que tiene le va a sumir en un estado físico de lo más miserable. De pronto entenderá que el tiempo se acaba.

Creo que la belleza de la novela, a nivel literario, tiene que ver con el camino personal de alguien que ve que la vida se le termina, dejando muchas cosas en el camino. Tendrá que sobreponerse al dolor, en unas circunstancias miserables, porque su enfermedad lo deja postradísimo, para seguir persiguiendo a un asesino del que no tiene nada seguro. Amo a este personaje. Me ha encantado acompañarle y me tiene fascinada.

M.G.- Has comentando la documentación que has manejado pero, a raíz de la enfermedad de Noah, también has tenido que hablar con gente que te han orientado.

D.R.- Mi documentador es uno de los mejores del mundo, de lo mejorcito de España y de Andalucía. Es el doctor Manuel Anguita, presidente de la Asociación Española de Cardiología, y que ejerce en el Reina Sofía de Córdoba. Es colaborador por segunda vez, y ya se ha convertido en un amigo entrañable y muy querido. Él me ha hecho amar la cardiología. Se ha convertido en mi segunda gran pasión. La evolución que nuestra sociedad ha vivido desde aquellos años ha sido tremenda en muchas cosas. Una de ellas ha sido en el tratamiento de algunas enfermedades pero también en el tratamiento a las personas. Hemos hecho válidas a personas que antes quedaban relegadas como si no valieran para nada.

En la novela hay un personaje que tiene parálisis cerebral y que he querido retratar porque en mi infancia, traté con dos niños que tenían parálisis cerebral. Tuve la suerte de conocerles, y ver cómo se sobreponían a todas las dificultades y aprendían en un tiempo en el que ni siquiera se les escolarizaba. Para ellos, no había nada en este mundo. Pero eran personas que tenían mucho que dar, que dieron y que siguen dando mucho a todos los que los han conocido. Así que, ahí hay un homenaje a estas personas.

Homenaje a la radio

Y luego también hay un gran homenaje a la radio porque tuvo un papel importantísimo en la catástrofe. Hay un momento en la novela en el que, cuando no queda nada, queda la radio. La música de los 80 tiene un papel importantísimo, así como la vida nocturna de Bilbao. Había bares de todas las clases. Se podía escuchar heavy, punky, música disco, rock alternativo,... De todo. La gente se movía de un local a otro y surgían grupos por todas partes. Muchos lectores se van a sentir cercanos. La radio me sirve para tejer una red de comunicación entre los personajes, que se dedican canciones. Yo misma hacía esto. Recuerdo tener catorce años y llamar a la radio para dedicar alguna canción. Siempre le digo a mis hijos que aquellas emisoras locales, a las que llamabas para dedicar canciones, eran como las redes sociales de ahora.  Con esos programas te enterabas de quién era el cumpleaños, dónde trabajaban los que llamaban, a quién le había nacido un hijo, quién se iba a casar,... Lo sabías todo por la radio. De vez en cuando, alguien te dedicaba una canción y volabas.

M.G.- Eso era una maravilla.

Y Dolores, ¿cómo enfocas la narración de esta novela? Son capítulos cortos, imagino que tienen mucho ritmo, y te centras en escenas o personajes concretos. No solo vamos a ver al asesino y al investigador, sino que también hay otros personajes que protagonizan enteramente algún capítulo.

D.R.- Tenía que retratar toda esa sociedad desde la discriminación que sufría Rafa por su parálisis cerebral hasta esos primeros días de la policía autonómica en una situación política y social muy agitada.

En la historia aparece un policía recién salido de la academia, lleno de idealismo y súper orgulloso, que piensa que va a cambiar el mundo y que lo va a hacer todo bien. Y luego también hay una mujer tras la barra de un bar de Bilbao, que encarna un espíritu que yo conocí y que me he encontrado muchas veces. Son esas personas que te encuentras con toda la simpatía del mundo, detrás de la barra de un bar, que te hacen sonreír, que te hacen sentir que formas parte de un lugar al que acabas de llegar. Vas a ese bar, no por el café, sino que vas por la persona que está detrás de la barra. Son personas que te ayudan a sentirte integrado, que según te ven entrar por la puerta, saben ponerte el café como tú lo quieres. Es algo que vale muchísimo. Me encanta ese tipo de personas, así que, ahí está.

M.G.- La climatología está muy presente en tus novelas. Es la primera vez que te escucho decir que te defines como una autora de tormentas, una definición que me ha encantado y que es muy acertada. Esa climatología, en tus historias, es casi un personaje más.

D.R.- Lo es. Además, en esta novela, no me la he tenido que inventar. Sé que en Elizondo no llueve tanto como cuento en la saga pero en Bilbao sí que llovió. Esa parte está tomada de la prensa. En los días previos a la gran gota fría, llovió muchísimo y eso contribuyó a que la tierra estuviera tan anegada que, cuando cayó la gota fría, las colinas que rodeaban Bilbao se vinieron abajo. Hubo un corrimiento de tierras enorme que sepultó parte del centro de la ciudad.

El tipo de tormentas que me gusta, como verás en la novela, no está solo por fuera. No es que solamente llueva mucho, y que se produzca un cataclismo. Es que también está por dentro de los personajes. Ellos están en su noche más oscura, tienen frío, están mojados, están solos, y tienen miedo. Pero también tienen amor. Hay un momento en el que un personaje dice que solo hay dos cosas en la vida: el amor y el miedo. Y las dos las aprendemos en casa. 

M.G.- Ya para terminar, con esta novela se dice que se inicia un nuevo ciclo narrativo. ¿Eso quiere decir que se inicia una saga?

D.R.- Significa justamente lo contrario. Ya he escrito una trilogía, que se convirtió en la saga de Amaia Salazar, y ahora estoy buscando una manera distinta de contar historias al lector. Lo que sí te puedo decir es que es el inicio de algo, es la punta de un iceberg, pero no es una trilogía ni una saga al uso. Es mi trabajo como novelista, intentar contar la historia del mejor modo, intentar contarla de una manera diferente, y llegar al lector de una manera distinta. Espero conseguirlo. Es como una fiesta sorpresa a la que os tengo que llevar con los ojos cerrados. Espero que os guste mucho cuando la veáis.

M.G.- Me dejas con mucha curiosidad.

D.R.- En las siguientes novelas empezaréis a percibir hacia dónde voy, pero lo que quiero es que, al llegar al final, el viaje os haya gustado. 

M.G.- A mí, particularmente, me encanta que me hagas viajar al norte porque soy del sur y soy una enamorada de toda la cornisa cantábrica.

D.R.- Que sepas que cuando voy a Alemania siempre me dicen que les encantan mis novelas en el sur. 

M.G.- Claro, en el sur de Europa (Risas)

D.R.- Soy el norte aquí. Pero en Europa soy el sur.

M.G.- Es otra forma de verlo. Lo dejamos aquí, Dolores. Te agradezco muchísimo que me hayas atendido. Muchas gracias por venir a Sevilla y por esta novela.

D.R.- Gracias a ti y a Sevilla, por este sol. 


Sinopsis: Un salvaje asesino en serie. Una búsqueda hasta el último latido. Una ciudad amenazada por un diluvio.

Entre los años 1968 y 1969, el asesino al que la prensa bautizaría como John Biblia mató a tres mujeres en Glasgow. Nunca fue identificado y el caso todavía sigue abierto hoy en día. En esta novela, a principios de los años ochenta, el investigador de policía escocés Noah Scott Sherrington logra llegar hasta John Biblia, pero un fallo en su corazón en el último momento le impide arrestarlo. A pesar de su frágil estado de salud, y contra los consejos médicos y la negativa de sus superiores para que continúe con la persecución del asesino en serie, Noah sigue una corazonada que lo llevará hasta el Bilbao de 1983. Justo unos días antes de que un verdadero diluvio arrase la ciudad.

Dolores Redondo se autodefine como «una escritora de tormentas» y con esta nueva novela, basada en hechos reales, nos conduce hasta el epicentro de una de las mayores tormentas del siglo pasado a la vez que retrata una época en plena ebullición política y social. Es un homenaje a la cultura del trabajo lleno de nostalgia por un tiempo en el que la radio era una de las pocas ventanas abiertas al mundo y, sobre todo, a la música. Y es también un canto a la camaradería de las cuadrillas y a las historias de amor que nacen de un pálpito.

Una obra deslumbrante con unos personajes que nos llevan de la crueldad más espantosa a la esperanza en el ser humano.