La semana pasada conocí a Juan Gómez Bárcena. El autor santanderino, al que consideran «uno de los escritores más sólidos de la literatura en castellano», lleva publicadas unas cuantas novelas pero, hasta la fecha, nunca lo había leído. Recientemente acaba de firmar Lo demás es aire (Seix Barral), una novela que se articula como «una biografía sentimental de su pueblo, Toñanes, una pequeña localidad de Cantabria tocada de muerte por la despoblación, como tantas otras de la llamada España vaciada». Siguiendo el curso de los siglos y el rastro de sus vecinos, Gómez Bárcena dibuja la historia de este país, a través de uno de sus hijos, a través de esta pequeña localidad cántabra, donde el autor vivió momentos de su infancia inolvidables, y en los que también ocurrieron hechos insólitos.
Por las páginas de Lo demás es aire pasean personajes reales (el propio autor, sus padres, sus vecinos,...) y otros inventados. Estamos ante una novela en la que Juan Gómez Bárcena ha invertido numerosos años, primero movido por la curiosidad de descubrir quién fue quién en Toñanes. Con un jugoso material, un día se propuso convertir en novela todo lo recopilado.
Os dejo con la entrevista.
Foto: © Ivan Giménez – Seix Barral |
Juan G.B.- Sí. Son ciertos ambos enunciados. Llevo mucho tiempo escribiendo y uno siempre va dejando muchas cosas de sí, pero es verdad que este es el libro con el que tengo una relación más íntima con mi propia biografía, y además es el único que está ambientado en un espacio que es familiar para mí, como es mi pueblo. Quizás por eso haya sido el libro más difícil de escribir y el único de los que he escrito que tuve que abandonar durante mucho tiempo porque no terminaba de encontrar ese modo de resolver muchos de los problemas técnicos, y también de los problemas humanos. Al escribir algo tan íntimo, lo que está tan cerca precisamente es más difícil porque no tienes la suficiente perspectiva ni la suficiente distancia para mirar.
M.G.- Hablar de Toñanes es, en cierto modo, hablar de todo el país.
J.G.B.- Efectivamente. La mejor manera de captar lo universal es a través de lo local. Los pequeños lugares en los que nunca nos detenemos, que pueden parecer insignificantes, si los miramos con atención, y los analizamos durante un tiempo muy largo, uno descubre que en ellos ya se da cita, de alguna manera, un resumen de todo el país. Y si queremos ser un poco más ambiciosos, podríamos decir que de todo el género humano. Por supuesto, en cada época hay muchas especificidades y en cada lugar hay cuestiones que son únicas y específicas pero, fundamentalmente, lo que tenemos es un desarrollo de lo humano compatible con cualquier otro espacio.
M.G.- Lo primero que encontramos al abrir el libro es una breve descripción de Toñanes, de este pueblo cántabro. Hablas de un pueblo con treinta y dos casas, cuatro hoteles rurales, una iglesia y ningún bar. Para ser un lugar de paso en el que habitan pocas personas, es paradójico que existen cuatro hoteles y ningún bar. Lo del bar habría que arreglarlo, Juan.
J.G.B.- (Ríe) Sin duda hay que arreglarlo. Bueno, ahora hay algo semejante a un bar porque uno de los hoteles rurales tiene un espacio en el que sirven comidas y bebidas. Por lo que sé, desde hace poco, han empezado a ir no solo los clientes del hotel sino también algunas personas del pueblo. Toñanes es un pueblo con ciertos rasgos fantasmales. Está más vivo para el turismo que para sus propios habitantes.
M.G.- ¿Y qué piensa Toñanes de este libro? No sé si has tenido oportunidad de hablar con sus vecinos.
J.G.B.- He podido hablar con algunos. Me ha parecido que están particularmente satisfechos por la novela y por la atención de los medios. Me daba miedo porque varios capítulos de la novela están tomados de testimonios reales y empleo los nombres reales de las personas. Me preocupaba que pensaran que no estuviera bien captada su voz. Pero, por lo que me ha parecido entender, se han sentido identificados y reconocidos, y eso me pone particularmente contento.
M.G.- Sabes que las novelas funcionan muchas veces como reclamo turístico.
J.G.B.- En realidad, turismo hay pero, con un poco de suerte, visitarán el pueblo más personas. De hecho, ya hay algún lector que me ha preguntado por espacios para visitar en la zona. De todos modos, dudo que se vayan a restaurar los modos de vida tradicionales o que, de alguna manera, se fortalezca la propia vida en el pueblo más allá del espacio turístico.
[Fuente: Web Ayuntamiento Alfoz de Lloredo] |
M.G.- En su día vi la entrevista que te hicieron en Página 2 [puedes verla aquí]. La he vuelto a ver otra vez. En aquel reportaje aparecían vecinos del pueblo y recuerdo que me quedé pensando que no aparecía ningún joven. No sé si era porque no viven en el pueblo o porque no querían salir. ¿Hay juventud en Toñanes?
J.G.B.- Hay alguna persona joven. Por ejemplo, el alcalde tiene más o menos mi edad. Pero no son una muestra significativa. La mayoría de la población está muy envejecida. Cuando se planteó la posibilidad de hacer el programa, se invitó libremente a los vecinos del pueblo y algunos acudieron. Los que aparecen es la muestra representativa de la media de edad del pueblo.
M.G.- Para ser un pueblo pequeñito te ha dado para escribir una novela de quinientas páginas, y cuentas anécdotas y cosas curiosas. En cualquier lugar puede ocurrir de todo, ¿verdad?
J.G.B.- Efectivamente. Pueden parecer hechos muy singulares. Muchos de ellos están documentados y otros están inventados a partir de la documentación. Lo interesante para mí era que nos diéramos cuenta de que cualquier lugar, aunque sea de mínimo tamaño, si lo miramos con atención, podemos descubrir hechos singulares. Lo que pasa es que rara vez tenemos tiempo o la ocasión de mirarlo. La única diferencia entre Toñanes y otros municipios es que una persona vinculada al pueblo ha tenido el interés de hacer todo ese rescate de la memoria y también, por qué no decirlo, de hacer un proceso de invención. Más allá de un anecdotario del pueblo, esta novela es un trabajo de invención literaria a partir de unas premisas reales.
M.G.- Juan, creo que eres una persona muy curiosa, que observa lo que le rodea con una mirada analítica. Seguramente si no fueras así, el libro no existiría, ¿no?
J.G.B.- Inevitablemente un libro es el resultado de las obsesiones de su autor. Yo soy una persona con mucha curiosidad y mucha capacidad de percepción hacia ciertos temas. No soy tan observador de los aspectos que generalmente preocupan al resto de las personas. Tengo una mirada particular y esa particularidad es la que hace posible esta novela pero, al mismo tiempo, la que hace imposible muchas otras novelas y otros muchos acercamientos a la literatura.
M.G.- En esta novela hay una amplia galería de personajes. Hay muchos nombres que figuran a lo largo del texto. Algunos son reales, pero le has tenido que inventar una vida, algo que debe ser especialmente complicado.
J.G.B.- A mí, en cierto modo, me ha resultado más sencillo. Lo que he hecho es tomar elementos que sí conocía de la vida de esas personas, por ejemplo, cuándo habían nacido, quiénes eran sus padres, cuándo se habían casado, y cómo y cuándo habían fallecido. Digamos que esas piedras biliares me ayudaron al trabajo de inventiva. Pasa como cuando a mis alumnos de escritura creativa les propongo un ejercicio demasiado libre. A menudo vienen con las manos vacías porque no se les ocurre nada. Pero si les doy instrucciones más precisas, les indico cómo tiene que empezar o terminar el relato, eso les ayuda mucho más.
M.G.- Pero también hablas de tus padres. Eso te coloca en una situación comprometida, sin saber si a tus padres les va a gustar lo que cuentas de ellos.
J.G.B.- Sí. Ellos sabían que estaba escribiendo un libro sobre el pueblo, pero no sabían que iban a tener presencia. Al terminarlo, lo primero que dice, antes de que lo leyera el editor, fue mostrárselo a mis padres para ver si había algo en el libro que hubieran preferido omitir. Al principio les sorprendió mucho y les costó elaborar una respuesta, pero luego creo que lo han acogido con entusiasmo.