Nadie conoce a nadie. Con este título, Juan Bonilla publicó novela en 1996. Narraba aquel libro una historia ubicada en Sevilla, en la que conoceríamos a Simón Cárdenas, el crucigramista de un rotativo hispalense, y a Sapo, su singular compañero de piso. Ambos quedarían envueltos en una suerte de trama conspiranoica que se desarrollaba durante la Semana Santa sevillana. Posteriormente, en 1999, el cineasta Mateo Gil quiso adaptar esa novela a la gran pantalla, valiéndose de las interpretaciones de Eduardo Noriega y Jordi Mollá. Pero, ¿qué ocurre con una novela una vez que el escritor pone punto y final, y la editorial la publica? Se acostumbra a decir que la novela deja de ser del autor para pasar a pertenecer a los lectores. Aun así, ¿el autor no vuelve a pensar en ella? ¿No retorna a lo que un día escribió? Pasado el tiempo, ¿no mira con recelo aquello a lo que le puso firma tiempo atrás? Cada novelista tendrá un proceder distinto. Por su parte, Juan Bonilla ha vuelto a reencontrarse con Cárdenas y Sapo. No ha querido el autor jerezano retomar las vidas de estos personajes en el punto en el que quedaron suspendidas cuando cerró Nadie conoce a nadie. Tampoco se ha valido de los saltos en el tiempo para contar cómo son sus vidas en la actualidad. Lo que Juan Bonilla ha hecho es reescribir aquella novela pero desde el autor que es hoy, para corregir lo que ya no le parece literario. De ahí que, aquella Nadie conoce a nadie, se haya convertido en Nadie contra nadie y de este experimento narrativo estuvimos hablando hace unos días. Os dejo con nuestra conversación.
[Fuente: Web editorial ©Yolanda Morató] |
Juan B.- Esta novela es un experimento que me propuse para jugar y divertirme. Cuando escribí Nadie conoce a nadie en 1996 tenía 28 años. Con aquella novela cometí una serie de errores narrativos que ahora no me convencen. Me pregunté qué pasaría si volvía a escribir la misma historia pero desde el que soy ahora. Así que, en 2016, como no estaba ocupado con otras cosas, y conociendo la historia, los personajes y la trama, escribí la novela desde la primera a la última página, dejándome llevar únicamente por los pequeños matices que yo recordaba de la versión original. A lo mejor, en alguna descripción de algún crucigrama coincide lo que puse entonces pero porque me acordaba perfectamente de las ocurrencias que había tenido. Podríamos decir que, en términos cinematográficos, esta novela es un remake y, por tanto, como suele ocurrir, el resultado es totalmente distinto.
M.G.- Aunque esta novela haya tomado otros derroteros distintos a los de 1996, es evidente que los personajes son los mismos. Tenemos a Simón Cárdenas, el crucigramista, y a Sapo, su compañero de piso. Tú, como persona, habrás evolucionado pero te has tenido que reencontrar con unos personajes que ya tenían un perfil. ¿Cómo ha sido ese reencuentro?
J.B.- Me dejé llevar por la memoria, por lo que recordaba de ellos. Dado que la novela se convirtió en película, la memoria se mediatiza de alguna manera. A lo que recordaba de mis propios personajes se le agrega la versión cinematográfica. Cuando a veces pensaba en Simón Cárdenas, veía a Eduardo Noriega y eso no podía ser. Por eso, lo que decidí fue atenerme a las ideas que más o menos recordaba del personaje original, es decir, Simón Cárdenas como alguien curioso pero apocado, sin saber muy bien lo que se le viene encima, y Sapo como alguien muy estrafalario. Luego, quise dar más presencia a otros personajes como al inspector y a María, la periodista.
M.G.- La acción transcurre en Sevilla, con una trama un tanto desquiciante, que entroncas con lo que ocurrió en aquella famosa Madrugá del año 2000. En esta novela te atreves a dar una teoría sobre el origen de aquel tumulto que vivimos.
J.B.- Sí, sí,... Ya que aquellos sucesos se vincularon más con la película que con mi novela, porque el libro no tiene suficiente fuerza como para provocar hechos como aquellos, me pareció interesante incluir aquel acontecimiento dentro de la nueva escritura. Y además, incorporar una versión de lo que realmente sucedió porque la versión que se nos dio, basándose en hechos azarosos y fruto de la casualidad, no hay quien se la crea. Por eso, en este nuevo libro he añadido una versión más o menos cerrada de lo que pudo provocar aquel tumulto de la Madrugá, unos hechos que ya se recogían en la novela anterior pero que salían reflejados de otra manera en la película. El largometraje no tiene mucho que ver con lo que se contaba en la novela original porque ni nadie saca una pistola, ni se suben a un paso de palio, ni tampoco explota un edificio de la Expo'92.
M.G.- Y en esa versión que manejas tiene mucho que ver esos juegos de rol que se llevan a la calle. En la novela este tipo de entretenimiento va a tener mucha importancia y permíteme que te diga que he alucinado con toda la información que nos ofreces sobre los juegos de rol. Has hecho una profunda inmersión en esta temática.
J.B.- Sí. El colectivo de jugadores de rol atacó mucho la novela porque sufrimos una especie de mal endémico a la hora de leer. Solemos pensar que si un novelista saca a un periodista corrupto, lo que está queriendo decir es que todo el periodismo es corrupción. No es así. Las novelas muestran individuos y si yo saco unos jugadores de rol que son peligrosos y tarados no significa que piense eso de todos los jugadores de rol. Simplemente se trata de que mis (enfatiza) jugadores de rol son así. No tiene por qué haber una identificación con los demás. Sin embargo, parece que se lee de ese modo, como si generalizáramos, y es un verdadero error.
En cualquier caso, sí que hice una interesante y profunda indagación de los juegos de rol porque, al ser Simón un tesinando de filosofía, quise analizar la propia filosofía del juego. El juego es algo esencial. Necesitamos jugar, convirtiéndose en una necesidad tan vital como comer. Me pareció interesante hacer una indagación en un tipo de juego tan particular como los juegos de rol que tienen la peculiaridad de que, a veces, pueden saltar a la vida real.
M.G.- Podemos pensar que la trama es muy negra y oscura pero lo cierto es que es una novela cargada de humor. Uno se divierte mucho con las ocurrencias de los personajes. Por ejemplo, hay una rebelión contra el estilo indirecto y tenemos a un narrador que se queja de su papel.
J.B.- Sí, me lo propuse así porque la idea fundamental es la del juego y quería darle ese tono a la novela. Y dentro del juego, era sustancial que la propia novela no dejara de recordar constantemente que es una novela, un texto. Por eso, efectivamente, los personajes se rebelan contra el estilo indirecto. Se hace referencia al propio artefacto del libro, y los personajes se sienten orgullosos de ser personajes literarios.
M.G.- Bueno, también hay crítica. Como digo, la acción transcurre en Sevilla y estoy muy de acuerdo con esas opiniones que lanzan los personajes. Por ejemplo, se habla de ese populismo elitista de Sevilla, que creo que es la mejor forma de definirla. Pero hay tanta crítica como amor por la ciudad. A Sevilla hay que echarle en cara ciertas cosas pero también hay que alabarle otras.
J.B.- Totalmente de acuerdo. Dada la profesión a la que me dedico, podría vivir en cualquier otra ciudad. Sin embargo, la ciudad a la que siempre he vuelto es Sevilla porque me encanta. Pero que me encante no evita que tenga cosas que me parecen de risa, a las que se les puede sacar mucha punta. Sin embargo, la ciudad tiene otras muchas cosas que enamoran y casi te convencen de que no hay un sitio mejor para estar. Todo eso quería que quedara reflejado en la novela. En un momento dado, y es un pensamiento también del autor, Simón Cárdenas dice que no viviría en otra ciudad.
M.G.- Incluso se llega a decir que Jerez, y tú naciste allí, es un barrio de Sevilla.
J.B.- (Risas) Eso es lo que se suele decir. Como Jerez tiene esa guerra tan particular con Cádiz, es algo que siempre he escuchado desde niño.
M.G.- Siempre he creído que conozco perfectamente la ciudad en la que nací y en la que he vivido desde siempre. Sin embargo, hay novelas, como la tuya, que me hacen entender lo contrario. Con tu libro he descubierto una Sevilla desconocida, la de aquel Teatro Real en la Alameda de Hércules que no conocía en absoluto.
J.B.- El Teatro Real fue mítico en Sevilla. En los años 70 hacían unas performances muy peculiares. Cuando llegaba la Semana Santa, ponían una virgen que, en realidad, era un travesti con barba. Era todo muy underground. Sevilla, teniendo ese punto populista y elitista, es también un gran campo de heterodoxia. Sevilla es la del color especial pero también es la de Pata Negra o Kiko Veneno. Ambas facetas conviven y eso es lo que hace fascinante a esta ciudad.
M.G.- Hablamos de Sevilla, hablamos de Semana Santa. Habría que hablar igualmente del pregón, porque también aparece en la novela. Me he reído mucho con el personaje-pregonero, con Perramón. He intentado dilucidar a quién tenías en mente cuando creaste al personaje. Es maravilloso. Es un personaje digno de un acto tan protocolario y pomposo como es el pregón de la Semana Santa sevillana.
J.B.- Espero que no hayas descubierto en quién pensaba... (Risas)
M.G.- No, no, pero me puedo hacer una idea. (Risas)
J.B.- Bueno, bueno,... A Perramón lo construí pensando en alguien muy concreto, sí, pero no pienso decir su nombre. (Risas)
M.G.- Vale, vale,... Lo dejamos en suspense. En cualquier caso, sí aparecen personas reales en el texto. Hay referencias a Juan Goytisolo, aparece Gonzalo García-Pelayo o Juanmi Vega, e incluso tenemos a un Ignacio Garmendía (pero con acento en la í). En esa dinámica del juego de la que venimos hablando, la aparición de estas personas reales es parte de ese mismo juego.
J.B.- Sí, sí,... un juego de nostalgia. La novela la escribí en León, donde pasé muchísimo frío. Me acordaba mucho de Sevilla, la de los 90, la que viví cuando yo era joven. Y he tirado de muchos amigos reales como los que nombras u otros como Antonio Molina Flores, que hace de director de la tesis de Simón; Jesús Quintero con su cafetería de la calle Placentines; Pepe, el librero de La Roldana; o el poeta Rafa Téllez, al que conocí cuando era camarero de La Carbonería. Son nombres que fui incluyendo por pura nostalgia.
M.G.- Juan, mientras leía tu libro no me podía quitar de la mente a Ramón J. Sender y su magnífico libro La tesis de Nancy. Me llevé una sorpresa grandísima cuando tú mismo lo mencionas en las páginas finales. Me ha gustado mucho coincidir en sensaciones.
J.B.- Sender me parece un escritor injustamente olvidado, a pesar de tener libros maravillosos. No sé si llega a ser influencia o no pero, sin duda, sí hay homenaje en este libro.
M.G.- Ya para terminar, quiero preguntarte por un texto que se incorpora en la novela, el comunicado que emitió la Hermandad del Gran Poder sobre los sucesos vividos aquella madrugá. Ese texto, ¿se hizo público o has tenido acceso a él por otras vías?
J.B.- Ese texto es buenísimo, pero lo encontré cuando empecé a escribir la novela e investigué un poco sobre las versiones oficiales de aquella noche. Juraría que lo encontré sin mucha dificultad. O lo mismo fue a través de los reportajes que hizo Juanmi Vega para El Mundo, o supe de ese texto por el libro que escribió Garrido Bustamante sobre los sucesos de aquella noche. Quizá uno u otro citaron ese texto. No lo sé, la verdad. No lo recuerdo bien.
M.G.- En cualquier caso, es digno de estudio. Bueno, Juan, no te quiero robar más tiempo. Te agradezco muchísimo que me hayas atendido.
J.B.- Muchísimas gracias a ti. Un saludo.
Sinopsis: El remake de la novela que marcó a toda una generación y que inspiró la película de Mateo Gil. Premio Nacional de Narrativa 2020.
Simón Cárdenas, eterno doctorando en Filosofía, sobrevive mal que bien en Sevilla diseñando la página de crucigramas para un diario local mientras trata de sacar adelante su tesis sobre el llamado “Síndrome de Alonso Quijano”. Un día, en vísperas de la fiesta grande de la ciudad –la Semana Santa–, recibe una extraña llamada conminándole a introducir, en su próximo crucigrama dominical, una palabra que parece responder a un mensaje en clave. Y todo apunta a que, lo que en principio parece una broma, está conectado con una serie de actos organizados por toda la ciudad con el objetivo de sabotear las fiestas y sembrar la histeria en las calles en plena madrugá. Con ayuda de María se embarcará en una serie de pesquisas para averiguar quién está detrás.
Veinticinco años después de la publicación de Nadie conoce a nadie, Juan Bonilla ha escrito Nadie contra nadie desde cero con el objetivo de dar a los lectores la versión definitiva de aquella historia que marcó a toda una generación y que lo catapultó como una de las grandes promesas de la ficción contemporánea. El resultado es una novela completamente nueva de un escritor en el mejor momento de su carrera, tras ganar el Premio Nacional de Narrativa, repleta de humor y que sabe parodiar desde los códigos más populares (las novelas de detectives, el thriller de blockbuster…) a la alta cultura (metaficción).
No he leído Nadie conoce a nadie, pero nunca olvidaré la película. Jordi Mollá es uno de mis actores favoritos, aunque hace mucho tiempo que no aparece en las pantallas, pero por aquellos años no me perdía una película suya. Y esta me gustó mucho. Hasta hice un juego con el título para alguna contraseña en que la pregunta para recordarla era ¿Quién conoce a nadie? La respuesta era nadie, por supuesto, y era la contraseña. Era cuando las contraseñas aún podían ser razonables.
ResponderEliminarYa imagino el frío que pudo pasar Juan Bonilla en León. Yo tengo unos amigos de Sanlúcar que cada vez que iban a visitarnos en invierno lo pasaban fatal con el frío.
Un beso.
Igual que Rosa no la he leído, pero sí visto la película, pero en mi caso confieso que no guardo un recuerdo muy nítido de ella, lo cierto es que ni siquiera sé si me gustó o no.
ResponderEliminarBesos.
Como siempre, una entrevista fantástica
ResponderEliminarBesos