La huella del mal, publicada en 2019 por Planeta, fue una novela que gustó mucho a los lectores. Vinculada con el yacimiento arqueológico de Atapuerca, Manuel Ríos San Martín nos adentró en una historia de asesinatos que imitaban los enterramientos de los homínidos de hace miles de años. Asesinatos no faltan tampoco en la nueva novela del escritor y guionista madrileño. Su última publicación, Donde haya tinieblas, tiene una fuerte conexión con la religión, la moda, la prostitución de lujo y las redes sociales.
Hablamos con el autor.
Marisa G.- Manuel, La huella del mal te está dando muchas alegrías. Ahora se está preparando la adaptación para televisión, ¿no?
Manuel R.- Bueno, estamos trabajando en ese proyecto. Una productora compró los derechos y ahora estamos negociando con un par de cadenas de televisión, pero todavía no es cien por cien seguro.
M.G.- ¿Pero tú estás colaborando de algún modo?
M.R.- Sí, sí, lo estoy desarrollando yo.
M.G.- Esperemos poder verla. Bueno, la nueva novela, Donde haya tinieblas. La trama, a priori, se centra en la desaparición de una modelo, pero eso será la punta del iceberg.
M.R.- Efectivamente. La modelo que desaparece no tiene ombligo. En ese pequeño detalle se concentra todo lo que ocurre en la novela. Al ser modelo, eso me permite adentrarme en el mundo de la moda, en los desfiles, pero también en la parte más oscura de ese entorno. Además, el hecho de que no tenga ombligo conecta con dos personajes de la Biblia que tampoco tienen, que son Adán y Eva. Estos personajes bíblicos, junto con otros, serán muy importantes para la trama.
M.G.- Pero eso no será lo único que ocurra en esta historia. De ahí, iremos pasando a otros hechos. Digamos que te mueves por muchos ámbitos.
M.R.- Es algo que te va pidiendo la historia. Me apetecía escribir una novela con trasfondo religioso. Y luego, con respecto al mundo de la moda, me parecía interesante mostrar un contraste. Antes la gente «seguía» a tal o cual santo. Hoy, a quien se sigue es a los instagrammers. Me gustaba esa dicotomía entre ambos mundos, y también el que se establece entre el arte religioso antiguo y el arte actual, que son todas esas fotos de Instagram. Son mundos que contrastaban muy bien.
M.G.- Con respecto a la religión, aportas datos que recuerdan a las enseñanzas de los colegios religiosos. Sin embargo, también nos hablas de teorías e hipótesis más sesudas. Habrás tenido que estudiar.
M.R.- Sí, sí, tengo cultura religiosa y es un tema que siempre me ha interesado estudiar desde un punto de vista antropológico. Para esta novela he hablado con expertos en la Biblia, para que todo lo que digo esté basado en una opinión posible, que tenga un sustento teórico creíble. Y por otra parte, lo relacionado con el arte religioso lo he documentado mucho para que todo esté contrastado.
M.G.- Cada uno de los bloques en los que se divide la novela se abre con una cita del Génesis que, obviamente, te habrás tenido que leer.
M.R.- Sí, claro. El Génesis lo traía leído de casa, pero lo he vuelto a leer, efectivamente. Es un pasaje muy bonito con el que se puede montar una película perfectamente, porque está lleno de acontecimientos, con asesinatos, traiciones, y efectos especiales,... Es un relato muy interesante en sí mismo y muy simbólico.
M.G.- Hablas del arte religioso pero también de la arquitectura. Hay varios escenarios importantes en la novela. Uno de ellos, la ermita de la Virgen del Ara, que es absolutamente fascinante.
M.R.-Pues esa la tenéis cerca. La ermita de la Virgen del Ara está justo en la frontera con Extremadura. De hecho, el pueblo del que se habla en la novela es Guadalcanal, que pertenece a Sevilla. Si vas a visitarla, te vas a encontrar una iglesia que por fuera es mudéjar, de paredes blancas, en mitad del campo, pero cuando entras, es como una Capilla Sixtina pequeñita. En ningún momento te puedes imaginar esos techos pintados. Es un sitio maravilloso y sorprendente. Este escenario me funcionaba muy bien para la trama porque estéticamente es impactante, y también porque las pinturas de los techos encajan muy bien con lo que quería contar.
M.G.- ¿Pero tú ya conocías este sitio de antes?
M.R.- No, no. Lo encontré por Internet, mientras me documentaba. Estábamos en pleno confinamiento cuando empecé a buscar cierta simbología religiosa y la búsqueda me llevó a esta ermita. Lo primero que hice cuando nos desconfinaron fue ir a visitarla. Si por Internet ya me impresionó, lo que vi en directo me dejó impactado.
M.G.- Las fotos son impresionantes, sí. Bueno, hablemos de los personajes. Tengo que decirte que me ha encantado el inspector Martínez, que siempre anda en divagaciones.
M.R.- Si, con su pensamiento lateral, como él lo llama (ríe). Es un concepto que ha tenido mucho éxito en redes. Hay muchos lectores que me han dicho que lo del pensamiento lateral es una excusa buenísima para los que son despistados.
M.G.- Cierto. Es un personaje buenísimo. Para ser policía tiene una chispa que te pone la sonrisa en los labios.
M.R.- He apostado por un detective que tiene cierto humor, animoso y con un punto tierno. Lo he querido hacer así porque, después de todo lo que hemos vivido con esta pandemia, pensé que una novela negra con sus momentos duros y con un inspector protagonista que fuese alcohólico, depresivo o enfadado con la vida iba a ser muy duro para el lector.
M.G.- Me gusta también porque es un hombre casero, muy familiar. Su familia tiene tanto peso en su pensamiento como la propia investigación que tiene entre manos.
M.R.- A las mujeres se les pregunta siempre cómo hacen para compaginar la vida laboral con la familia. Bueno, pues yo he querido que, en esta ocasión, sea un hombre el que tenga que buscar el equilibrio entre ambas esferas. Creo que es un punto de vista que está menos explotado, pero en el que hay que pensar porque también los hombres tenemos problemas a la hora de conciliar la vida laboral y familiar. Martínez es un personaje con un punto tierno, que siempre tiene la sensación de que no lo está haciendo bien. Se siente un poco culpable y, en este sentido, muchos lectores se van a sentir identificados.
M.G.- En esa parte personal del personaje has puesto cosas tuyas, ¿verdad?
M.R.- Efectivamente. Martínez tiene gemelos y yo también (ríe). La novela tiene algunos guiños de bromas que nos hacemos en casa. He metido algunos chistes y algunas situaciones de mi familia, como esos gemelos que juegan a la Playstation o Alicia, la hija de Martínez, que le pasa como a mi hija, que no sabe si estudiar enfermería o veterinaria. Hay pequeños guiños familiares que dan mucha credibilidad a la novela.
M.G.- Martínez le pone mote a todo el mundo, está constantemente reafirmándose en su heterosexualidad y tiene un gran problema con los diminutivos.
M.R.- Es que es un tipo que tiene muchas contradicciones. Ha recibido una educación muy clásica, más religiosa y seguramente más machista. Su compañera de equipo es una chica joven, muy feminista, con la que muestra una actitud muy paternalista. Intenta evitarlo pero no puede. El ser consciente de sus fallos, que intenta corregir pero que no consigue, es algo que lo convierte en un personaje muy humano.
M.G.- Has mencionado a su compañera de investigación, a Nuria Pieldelobo, que ya con ese apellido nos podemos hacer una idea de cómo es el personaje.
M.R.- Es la única a la que Martínez no le pone mote porque, con ese apellido, no puedes ponerle ninguno. Pieldelobo la define perfectamente.
M.G.- Es una mujer que siempre está a la defensiva, muy obsesionada con el papel que juega la mujer en la sociedad. Su actitud tiene un justificación.
M.R.- Sí, más tarde iremos viendo por qué se comporta así. Hay una parte de ella muy agresiva contra el hombre y realmente hay un motivo lógico para ello. Pero yo siempre me pregunto si no sería posible no ser tan agresivos unos con otros, si no pudiéramos llevarnos mejor. Soy bastante partidario de dialogar. Aunque entiendo que hay reivindicaciones que hay que hacer, creo que se podrían hacer de una manera más colaboradora. Tanto mal rollo lo único que provoca es que las posturas se enquisten y sea mucho más difícil llegar a acuerdos. Martínez es de mi mismo parecer y por eso él siempre intenta negociar. A veces lo consigue y otras, pues no.
M.G.- Son personajes muy diferentes pero que se complementan. Él es más analógico. Ella es más digital. Incluso tienen una argumentación muy interesante con respecto a la música. La conexión entre los dos personajes está muy trabajada.
M.R.- Sí, trabajé mucho para que fueran muy distintos pero que cada uno de ellos tuviera sus propias razones. El diálogo entre los boomers y los milenials deja patente que ambas generaciones tienen valores y ambas también tienen carencias. Tenemos una tendencia a criticar a la otra generación sin ver nada positivo. He querido romper un poco con eso.
M.G.- Hay otros muchos personajes: un experto en informática, un cura, una madre rusa, un guardia civil,... Vas manejando diversos secundarios que van complementando la trama.
M.R.- Y algunos están bastante trabajados porque, aunque son secundarios, he intentado que tengan una personalidad muy definida. Por ejemplo, la madre de la modelo desaparecida es una mujer rusa que habla cinco idiomas y los mezcla todos, es una mujer dura pero, a la vez, tiene sentimientos. Por otro lado, el guardia civil comete algún error. El tema de la culpa está muy claro en este personaje, porque tiene un pasado muy turbio y del que no es capaz de perdonarse.
M.G.- Aparte de la religión, tema de peso en esta historia, las redes sociales también tiene su protagonismo. Componen casi una religión hoy día.
M.R.- Totalmente, pero tiene un punto positivo. La novela negra ha tendido a repetirse en sus esquemas, pero las nuevas tecnologías nos abren nuevas puertas. Las redes sociales son una realidad absoluta, no solo para la gente joven, sino también para la gente de mi generación. Estamos todo el día mirando Twitter e Instagram porque necesitamos estar conectados. Las redes sociales tienen futuro y mucho presente en cualquier novela que transcurra en estos tiempos.
M.G.- Aparte de buscar buenos escenarios, ¿quién te ha echado un cable para construir la trama de la novela?
M.R.- Por mi trabajo de guionista, la estructura de las tramas las suelo trabajar mucho. En esta ocasión, he contado con una editora externa, con otra guionista y actriz, Victoria Dal Vera, con la que he podido confrontar todo el tema de la estructura. Ella ha sido la encargada de criticar aquello que no le gustaba. Me ha dado su opinión y luego, como autor, he tomado la decisión que creía más acertada.
M.G.- En las primeras páginas he encontrado un gesto precioso. Dedicas la novela a todas esas personas que trabajaron mientras los demás estábamos encerrados en casa.
M.R.- Me salió solo. Empecé a escribir la novela el fin de semana que nos encerraron. Mientras otras personas tuvieron que salir a trabajar, yo me puse el objetivo de escribir esta novela. Las cajeras, los transportistas, el personal sanitario, la policía,... todos ellos arriesgaron su vida porque no se sabía nada del virus. Creo que lo mínimo que podía hacer es devolverles un poquito de lo que ellos hicieron por mí, así que les dediqué la novela.
M.G.- Un gesto precioso. Manuel, lo vamos a dejar aquí. Me encantaría ver La huella del mal en la tele. Me gustaría mucho ver esta también.
M.R.- Esta es más difícil porque la narración en primera persona lo complica un poco todo pero bueno, de momento es novela y ahora solo deseo que vaya bien como novela.
M.G.- Un placer volver a ver.
M.R.- Lo mismo digo.
Sinopsis: Solo un asesino en serie en tiempos de Instagram hará que dos policías se pongan de acuerdo: él, un boomer chapado a la antigua; ella, una milenial con ganas de cambiar el mundo.Una modelo de diecisiete años a la que le falta el ombligo desaparece en Madrid. Los inspectores Martínez y Pieldelobo se hacen cargo de la investigación, pero chocan desde el primer momento. Él es un padre cincuentón y caótico, tierno pero mordaz y un tanto anticuado; ella, una milenial combativa, inteligente y feminista.
Mientras recorren por España lugares misteriosos y templos en apariencia tranquilos, surgen dos hipótesis para desenmascarar a un asesino en serie: o la mafia rusa está detrás de una red de prostitución de lujo o hay un psicópata religioso que pretende enmendarle la plana al mismo Dios.
Este thriller plantea una reflexión irónica sobre la intolerancia, la dicotomía entre pecado y belleza, entre misericordia y castigo, y las relaciones entre el hombre y la mujer como dos seres destinados a entenderse desde el principio de los tiempos.