Me encanta hablar con los autores jóvenes. Tienen una luz potente, una fuerza arrolladora, una ilusión enorme y una sonrisa infinita. Con Claudia Catalán solo he podido conversar por teléfono pero, a través de la línea invisible que nos unía, pude percibir su entusiasmo. La joven Catalán acaba de publicar su primera novela. La puerta roja es una historia que se sustenta sobre la experiencia vital de su abuela, hoy una señora de más de noventa años pero que, en su infancia, le tocó sufrir los estragos de la guerra. Es fácil imaginarse cómo nace esta novela. Es sencillo evocar a Claudia, sentada junto a su abuela, escuchando historias de otro tiempo. Es factible presentir a esa joven, rememorando en su cabeza todo lo que ha escuchado de boca de su abuela, mientras da rienda suelta a esa imaginación que se percibe con tan solo oírla hablar.
La puerta roja es una historia hermosa, honesta, sencilla y con una magia poderosa. Hay mucho amor escondido entre estas páginas. Es el mismo amor que se intuye cuando Catalán habla de su criatura.
Claudia C.- (Ríe) ¡Sí! ¿Pero cómo sabes eso?
M.G.- Porque se nota. En tu novela se percibe un trabajo previo, un bagaje. Al menos, es la sensación que he tenido.
C.C.- Sí, sí. He escrito desde chiquitina. Cuando era muy pequeña escribía cuentos, muy monos, con dibujitos incluidos (ríe). En la adolescencia fui escribiendo algún relato corto. He asistido a talleres de escritura creativa para formarme. También he cursado estudios literarios. Tuve una época de sequía creativa pero aquello pasó y volví a escribir. Fui acumulando unos textos que, como tú dices, están guardados en un cajón. Y esta novela se fue configurando poco a poco. Así que, tu intuición ha sido muy acertada. Ha sido un camino creativo y formativo. También he leído muchísimo porque creo que es algo fundamental, no solo si quieres escribir, sino para todo el mundo. Mi inquietud por escribir siempre ha estado ahí.
M.G.- La puerta roja es una novela con mucha implicación personal porque tu abuela es el motor de esta historia.
C.C.- Sí, la novela nace gracias a ella. Mi abuela y su infancia fueron la fuente de inspiración. Me he basado en las historias y anécdotas que ella me iba contando de cuando era pequeña, en ese contexto de guerra. Todo lo que me contaba me fue cautivando y encendiendo mi imaginación. Además ella te lo cuenta como si lo estuvieras viviendo en ese momento, de una forma tan vívida, que lo sientes en tus carnes. Me di cuenta que en sus relatos había una historia potencial.
M.G.- Pero no todo es real, sino que también hay una parte de ficción, ¿no?
C.C.- Sí, efectivamente. La novela se construye sobre historias reales, pero, a partir de ahí, hay una parte importante de ficción. De todos modos, muchos de los personajes, e incluso las relaciones familiares, son reales. He usado situaciones que vivió mi abuela de verdad, contando lo que ella recuerda de su infancia. Además, con el encanto de que ella era muy niña. Tenemos el recuerdo de una infancia que ahora está narrada por la voz de una señora de noventa años. Me parecía bonito ese toque porque todos sabemos que la memoria juega un poquito con nosotros.
M.G.- Es un homenaje a la abuela pero también lo es a todos esos niños y niñas que, como ella, vivieron en unos pueblos y en unos años en los que la vida era muy dura. Tú dices que esta novela es un canto a la vida.
C.C.- Sí, para mí lo es. Espero que así lo sienta también el lector. Pese a que está narrada en un contexto de guerra, la novela te permite reflexionar sobre otro tipo de cuestiones, sobre la guerra externa pero también sobre las guerras internas que cada uno de nosotros libramos en nuestro interior. Narrar esta historia desde los ojos de una niña nos lleva a esa inocencia truncada para tantos niños durante aquellos años. Fueron muchas las vidas destrozadas por la guerra. Muchos niños tuvieron que hacer frente a situaciones duras que no les correspondía por edad pero lo vivieron y salieron adelante. Ahí radica el canto a la vida, en atravesar esa batalla externa e interna, e ir más allá de ella, ayudados por la luz de la inocencia. Los adultos se apoyaron en el amor, la solidaridad y el compañerismo para seguir adelante, mientras que los niños se aferraron a sus juegos y a su imaginación. Todo eso es lo que da sentido a la vida.
La novela juega con dos polos opuestos. Por un lado, el dolor, la destrucción y el sinsentido de una guerra, y más para una niña, que no entiende que dos hermanos tengan que enfrentarse y apuntarse con un arma. Por otro lado, salimos del sinsentido gracias a la mirada tan especial de los niños.
M.G.- Esa niña de la que hablas es Sacra, una niña con mucha imaginación y una gran fantasía, que te ayuda a adentrarte en el realismo mágico.
C.C.- Sí. En la novela hay mucho malabarismo entre la realidad y la fantasía. La puerta roja bebe del realismo mágico y cuenta con un personaje poco característico, como es la naturaleza. Sacra tiene un vínculo muy especial con la naturaleza y cuando se sumerge en ella, la realidad cobra otro brillo. La niña tiene una extraordinaria capacidad de ver más allá de lo que es lo meramente tangible y aparente.
M.G.- Es verdad que la naturaleza es muy importante en la novela, y haces unas descripciones muy vívidas. Sabemos que tú te has criado en plena naturaleza, con lo que yo entiendo que toda esa parte del relato procede de tu propia experiencia vital.
C.C.- Sí, sí, sí... Ahí he volcado una parte muy íntima. Mi conexión con la naturaleza aparece en la novela. Creo que es algo que está presente en todo lo que hago.
M.G.- Sacra es entrañable. La percibo como una niña muy curiosa, soñadora, romántica,... ¿Cómo la describirías tú?
C.C.- Sí, es una niña con una gran imaginación, algo solitaria, capaz de valerse por sí misma, y muy poco dependiente. Al mismo tiempo, con ciertas inseguridades y miedos por el contexto, que se preocupa de mantener ocultos y no mostrar. A lo largo de la novela, vemos una evolución en el personaje. Se comporta como lo que es, una niña pero, en otras ocasiones también nos sorprenderá su madurez.
M.G.- Es una novela donde las mujeres tienen mucha potencia y fuerza. Por ejemplo, Candelaria, que sería tu tatarabuela, ¿no?
C.C.- Exacto.
M.G.- Pues Candelaria es una mujer de carácter, que impone mucho respeto.
C.C.- Tiene mucha presencia. Candelaria es el ancla de la familia. Aunque es muy pequeñita, impone muchísimo. Ella carga con mucho peso y mucha responsabilidad. En momentos en los que otras mujeres de la familia se muestran débiles, ella se mantiene regia e impasible. Ha sido muy interesante caracterizarla y darle toda esa personalidad. Quería transmitir esa fortaleza y esa capacidad de sacar a la familia adelante pero, al mismo tiempo, también he querido hacerla muy humana, que de puertas para adentro se pudiera ver a la Candelaria que sufre y se preocupa, incluso de forma desgarradora. Ella quiere seguir siendo la fuerte pero, por dentro, se la llevan los demonios. Para mí ha sido un reto construir este personaje.
M.G.- Es muy interesante ver cómo Sacra se relaciona con las demás mujeres de la familia. Por ejemplo, con la madre tiene muchas fricciones y, sin embargo, con su tía, todo fluye. Ambas son muy parecidas.
C.C.- Con la madre tiene una relación compleja. En algunos momentos, vamos a percibir cierta ausencia de la madre hacia Sacra. Las figuras más maternales no siempre son las madres. En este caso vamos a ver cómo esa figura será adoptada por las tías, por Juliana o por Isidora. Con esta última hay un vínculo muy bonito porque ambas se identifican, se parecen, y también porque Isidora tiene una historia por resolver y acoge a Sacra como si fuera una hija. Pero no digo nada más porque hay ciertos misterios de Isidora que los tiene que solucionar ella.
M.G.- Estamos hablando de las mujeres pero hay que decir que en la novela también hay personajes masculinos. Algunos están en la guerra, otros siguen en el pueblo, y otros, como Alain, parecerán de repente. Este personaje es muy misterioso.
C.C.- Sí. Entre los personajes masculinos tenemos a Pedro, uno de los pastores del pueblo, que tiene una relación muy tierna con Sacra. Él la cuida y la protege. Pedro es como un maestro de vida y emociones para ella. Por otro lado, como figura masculina, hay un anciano muy especial en la novela que, poco a poco, irá cobrando peso. Veremos que tiene un papel muy importante para la obra y para el futuro de Sacra. Y luego también hay otro personaje muy enigmático que ha salido de la nada. Es un hombre que parece que no llega de nuevas al pueblo sino que ya tenía relación con algunos de los personajes. El encanto estará en ir descubriendo qué hay detrás de este personaje y qué papel jugará. Es de los interrogantes que voy a dejar abierto para que el lector lo descubra por sí mismo.
M.G.- El pueblo en el que transcurren los hechos, creo que está por Ciudad Real pero no le das nombre.
C.C.- Está por esa zona pero no he querido dar nombre por no verme obligada a ceñirse a un escenario rígido.
M.G.- De todos modos, en ese pueblo sin nombre hay costumbres que tú retratas muy bien. Por ejemplo, hablas de un episodio muy divertido en el que los guarros, los cerdos, regresan de no sé donde, entran corriendo en el pueblo y cada uno vuelve a su casa, a la familia a la que pertenece. Esto es algo que yo no había oído en mi vida.
C.C.- (Ríe) Es maravilloso. Ver eso tenía que ser un auténtico espectáculo. Como niña tenía que ser divertidísimo ver llegar de repente a todo el pelotón de cerdos, corriendo calle abajo. Ellos sabían cuál era la casa de cada uno y por dónde tenían que entrar. Esta anécdota se la he escuchado a mi abuela muchas veces. La he decorado un poquito pero la escena en sí es tal y como ella la recuerda. Quise meter este episodio en la novela para dejar constancia de cómo algo tan sencillo y curioso tenía tanto valor para la gente de antes, cómo las alegrías podían ser tan simples y tan plenas.
M.G.- Por cierto, ¿existe esa puerta roja?
C.C.- Eres la primera persona que me lo pregunta. Me han preguntado si la puerta es una metáfora o si tiene un doble sentido, pero es que todo es más simple. Es una puerta roja, sin más. Pero es que esa puerta, que en principio era roja, resulta que no lo es. Era azul. Mi abuela, que tiene noventa y dos años, la primera vez que me habló de la entrada a la casona del pueblo me dijo que la puerta era roja. Claro, a mí me fascinó el color. Me imaginaba las casitas blancas, típicas de los pueblos, y resaltando mucho, una puerta roja. Vi en mi imaginación esa puerta roja. Me pareció mágico. Pero al cabo de las semanas, retoma el tema y me habla entonces de una puerta azul. Me quedé perpleja. ¿Pero cómo azul? ¡Si me había dicho que era roja! (Ríe). No me lo podía creer. Al final, la dejé roja pero ella cada vez que lee lo de puerta roja, me guiña un ojo y se ríe.
M.G.- ¿Entonces tu abuela ha leído la novela?
C.C.- Sí, está mayor pero está muy lúcida. Puede leer todavía, muy despacio, pero lee. De hecho leyó el primer borrador de la novela. Se lo quise regalar. Y ahora está con la novela ya terminada y se la está leyendo poco a poco. Me va llamando y me va comentando lo que le parece tal personaje o tal escena. También me riñe cuando ve que me he inventado algo. Pero la está disfrutando mucho y está muy emocionada.
M.G.- ¡Qué bonito! Para ti también tiene que ser emocionante.
C.C.- Sí que lo es. Creo que se siente honrada. Mi abuela no se podía creer que se convertiría en personaje de novela. Me decía que qué tenía ella de especial para eso. Por otro lado, el día que se publicó y tuvo la novela en las manos, sus lágrimas de alegría fueron como un regalo. Lo más bonito ha sido verla llorar de alegría. El regalo que ella me ha hecho a mí es inmenso.
M.G.- Para terminar, Claudia, me gustaría saber qué acostumbras a leer y qué escritores te estimulan.
C.C.- Tengo que decirte que soy un poco chapadita a la antigua (ríe). He crecido y me he formado leyendo a los grandes clásicos. Me encanta la literatura clásica. Evidentemente me ha marcado mucho el realismo mágico de Isabel Allende, de Ana María Matute, de Borges,... En mi adolescencia fue una gran lectora de fantasía pura y dura, y sigue siendo un género que me gusta mucho. Cuando veo ese desbordar de la imaginación me siento totalmente cautivada. Y luego, la otra vertiente que me gusta mucho es la poesía. He leído a los grandes poetas españoles, como Lorca, Machado, Juan Ramón Jiménez,... Me encantan todos ellos. Con Benedetti también pasé una etapa. Pero lo que ocurre es que, durante los dos años que estuve escribiendo la novela no leí nada de ficción. Así que ahora mismo tengo una lista enorme de lecturas pendientes. Actualmente, en mi mesita de noche, tengo Noches insomnes de Elisabeth Hardwick y un librito minúsculo, de segunda mano, con poesía de Cheever.
M.G.- Claudia me ha encantado hablar contigo. Me pareces una chica con las ideas muy claras, y muy centrada. Felicidades por la novela. Muchos besos para ti y, especialmente, para tu abuela.
C.C.- Se lo diré. Muchas gracias a ti por la entrevista, por tu tiempo. Estoy muy agradecida a todos los que me abrís vuestra puerta. Gracias por acompañarme.
Sinopsis: Cuando la puerta Roja bate sus alas, dos mundos se conectan: un mundo en el que los hombres asedian la tierra y se libran guerras fratricidas, y ese otro mundo en el que la mirada de una niña nos descubre qué hay al otro lado de las nubes de tormenta y el estallido de las bombas.
Esta niña, que se ha mudado a la casa de la abuela Candelaria ahora que su padre se ha marchado al frente, se mueve entre las cacerolas al fuego y los campos de olivos. Fascinada por la naturaleza, la pequeña Sacra cuenta con unos amigos singulares: Pedro, el pastor de cerdos que es un soplo de aire para la vida monótona del pueblo; Carmen, con quien Sacra aprender a labrar y amar la tierra; la tía Isidora, la del cabello rojo y de la que todos saben pero nadie dice que esconde un secreto innombrable; el viejo Don, cuya sabiduría fluye como el agua del río, y por último, un misterioso forastero que aparece en el pueblo una noche de tormenta. Todos ellos acompañarán a Sacra a recorrer un camino de aprendizaje que podría salvarla cuando el cielo se vuelva de fuego y la puerta Roja ya no pueda protegerla.
Con este brillante debut, Claudia Catalán presenta una espléndida voz narrativa que despunta en el panorama literario actual.
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado la reseña, sobre todo porque vi el libro cuando se publicó y tuve curiosidad por la historia, así que puede que me anime a darle una oportunidad.
Un abrazo
Me ha encantado leer la entrevista y las anécdotas de la puerta roja (azul). Enhorabuena a ambas :D
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarQuizá esté equivocada pero, por la entrevista, creo que La puerta roja tiene que ser un libro emotivo pero con partes duras.
Un saludo.
Un buen descubrimiento. Tienes razón, la gente joven es encantadoramente arrolladora. Felicidades Marisa. Besos
ResponderEliminarCreo que Claudia Catalán tiene mucha suerte de haber podido escribir acerca de su abuela y de que esta haya podido leer la novela. Imagino lo emocionante que tiene que ser para ambas poder compartir algo así. Me da mucha envidia. Conmigo compartió mi bisabuela muchas vivencias, pero yo era muy niña, como ya te he contado, para recordarlas y luego ya fue tarde. Hermosa entrevista y novela muy tentadora con esas relaciones familiares complejas entre la madre y la hija.
ResponderEliminarUn beso.
Pues no conocía a la autora. Una estupenda entrevista. Y una novela que me ha llamado mucho la atención. Ya sabes que me gusta mucho leer sobre este período.
ResponderEliminarBesotes!!!
No conocía esta novela. Gracias por la entrevista.
ResponderEliminarBesos.
Admirar tanto a una persona para hacerla eterna como personaje de una novela, maravilloso.
ResponderEliminarUna entrevista preciosa.
Besos 💋💋💋