Autor
Javier Menéndez Flores (Madrid, 1969) es autor de una quincena de libros. Ha publicado las novelas Los desolados, El adiós de los nuestros y, junto con el periodista Melchor Miralles, El hombre que no fui —basada en el crimen de los marqueses de Urquijo—, la cual fue finalista del Premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón 2018.
También ha firmado libros de entrevistas —Miénteme mientras me besas, Arte en vena—, un ensayo cinematográfico —Guapos de leyenda— y exitosas biografías de grandes figuras de la música española, entre las que cabe destacar la trilogía dedicada a Joaquín Sabina —Perdonen la tristeza, En carne viva y No amanece jamás— y el único volumen autorizado sobre el grupo Extremoduro, De profundis.
Periodista cultural de larga trayectoria, ha colaborado en diversos medios. Sus artículos y entrevistas han aparecido en cabeceras como Interviú, Rolling Stone y El Mundo.
Sinopsis
Madrid, 1981. Una pareja de inspectores de policía investiga el atropello mortal de una joven completamente desnuda cuya autopsia revela unas terribles lesiones previas al accidente. Poco después, dos chicas de edades similares desaparecen. Las tres fueron vistas por última vez en locales de copas. Comenzará así una absorbente intriga criminal, que abarca dos décadas, en la que la acción y la psicología de los personajes se entrelazan con maestría. El Madrid del final de la Transición, en donde los feroces métodos franquistas seguían vivos, contrasta con el de una democracia ya asentada aunque expuesta a los peligros del mundo globalizado.
Una novela que no da tregua al lector gracias al ritmo, el suspense y la violencia, con un final épico, tan sorprendente como demoledor, que reflexiona sobre la complejidad del ser humano y sus zonas más oscuras, pero también sobre la fuerza todopoderosa del amor.
Os lo decía en la entrevista a Javier Menéndez Flores (puedes leerla aquí) y os lo repito. Si te gusta la novela negra, el thriller, la novela policíaca, no puedes perderte Todos nosotros. Y no solo te lo digo yo. Basta con hacer una rápida búsqueda en Google para tropezarte con diversas reseñas de lectores que van a corroborar lo que vengo a deciros hoy.
Todos nosotros es una novela compleja. Lo es desde diversos ángulos. Por un lado, cuenta con una estructura a dos aguas. Dos grandes bloques, que se corresponden a dos hilos temporales vertebran toda la trama. Pero su complejidad radica además, en la estructura narrativa, y en un empaque que nos dejará atónitos.
A finales de 1981, una joven es atropellada accidentalmente por un vehículo. La joven, totalmente desnuda y desorientada, se echa sobre el vehículo en marcha. La muerte es inminente. Se identifica a la víctima como Elena Vicuña, una joven de 20 años, cuya desaparición fue denunciada por la familia hacía dos semanas. Su cuerpo presenta desgarros en la vagina y ano, pérdida de diversas piezas dentales y contusiones por todos lados. Este primer episodio luctuoso será el arranque de la investigación que tendrán que llevar a cabo Diego Álamo y Roberto Guzmán, dos miembros de la Brigada Regional de la Policía Judicial.
Todos nosotros cuenta una historia criminal que se narra en dos épocas distintas. En el primer gran bloque, los hechos transcurren entre noviembre y diciembre de 1981. A la desaparición de Elena Vicuña se une la de otras jóvenes, como Patricia Feijoo y Ana Casado, también veinteañeras. Todas ellas vistas por última vez en locales de ocio nocturno. En esta sección, un narrador omnisciente nos irá detallando los avances de la investigación. Es decir, el rastreo policial, los interrogatorios, el cerco policial cada vez más estrecho, y cómo un personaje nos va llegando al otro, hasta aproximarnos tanto al asesino que casi nos quemamos. Y de manera paralela, mediante la alternancia de capítulos, el autor nos adentra en un lugar lúgubre, un espacio siniestro y oscuro donde encontraremos a diversas jóvenes. Nos adentraremos en sus pensamientos, en sus miedos, y sabremos de las vejaciones, humillaciones y violaciones a las que son sometidas. Concluye este bloque el último día del año, aconteciendo una serie de hechos inquietantes y llenos de suspense, que dejaran al lector literalmente colgando del precipicio.
De ahí, daremos un salto enorme en el tiempo. La historia nos traslada al verano de 2002. Ha pasado mucho tiempo desde que aquel joven policía tuvo que enfrentarse a la desaparición de unas chicas en Madrid. Diego Álamo ya no es un poli de calle. Ahora ocupa el cargo de inspector jefe. Su situación personal también ha cambiado considerablemente. La desaparición de una nueva chica activa todas las alarmas de Álamo. El caso de 1981 no se resolvió. ¿Y si estamos ante el mismo criminal? No sin dificultad, Diego trata de enfilar la investigación por esa vía. Sus manos y sus pies, Sara Segura y Mateo Ramírez, serán los encargos de seguir las directrices de su jefe y de desarrollar todas las pesquisas. De nuevo, en esta sección, alternancia de capítulos y dos hilos narrativos que avanzan en paralelo pero con evidentes diferencias. Por un lado, el mismo narrador omnisciente seguirá contándonos los avances en la investigación. Sin embargo, deja espacio a Sara y a Mateo, para que el lector los conozca mejor. Por otro, el narrador traslada su atención de las víctimas al asesino, mostrando el perfil de una persona ordenada, perfeccionista, metódica, que roza lo paranoico.
En resumidas cuentas, en Todos nosotros tendremos chicas secuestradas, asesinadas, violadas; un criminal o criminales; un modus operandi que aparece en 1981 y reaparece 2002; y una serie de policías -Diego Álamo, Roberto Guzmán, Sara Segura y Mateo Suárez-. Dicho así, no parece algo muy distinto a lo que podemos ver en otras novelas de género pero Todos nosotros es un cóctel molotov que te estallará en la cara, justo en el desenlace, cuando descubras la identidad del asesino o asesinos. Dudo mucho que lo veas venir.
Y os hablaba del empaque porque esta novela hace un retrato brutal de la sociedad española en la década de los 80. Javier Menéndez Flores se ha empapado bien de una época en la que el autor soplaba poco más de una decena de velas. Y además, se adentra en todos los ámbitos, desde explicar la entrada en vigor de diversas leyes, pasando por la situación política con el auge del socialismo, la llegada de nuevas drogas, los eventos deportivos, las crónicas de los partidos de fútbol disputados, o los diversos casos de corrupción o asesinato que se produjeron en aquellos años. Podría continuar enumerando muchas cuestiones más que tienen cabida en esta novela. Quizá podáis pensar que toda esa información actúa como relleno, pero os garantizo que el autor despliega asuntos tan interesantes que, más allá de la trama negra, te entran ganas de seguir indagando por tu cuenta. Solo en una ocasión he sentido que profundizaba un poquito más de lo que para mí era necesario, al detallar con relativa minuciosidad la aprobación de una de las leyes que se promulgó y sancionó en aquellos años. Pero claro, esto es una apreciación muy concreta y subjetiva. En realidad, admito e insisto en que da gusto zambullirse en ese retrato de una época. Se nota y se agradece la ardua tarea de documentación.
Porque otra prueba palpable de esa labor de buceo histórico es la fotografía que hace Menéndez Flores sobre la policía. En la conversación que mantuvimos hace unas semanas dijo: Todo ese análisis de la policía y de su evolución no fue algo premeditado. Surgió a medida que empecé a construir la historia. Me pareció interesante ofrecer al lector esta información, para que aprendiera, para que viera cómo había evolucionado la policía desde los años 70, recién muerto Franco, hasta nuestro días. Del año 2002 para acá, tampoco ha habido tantos cambios.
Efectivamente, Todos nosotros nos va a enseñar cómo funcionaba la policía a principios de los 80, una época en la que coexistían dos tipos de uniformados: aquellos que aún se sentían respaldados por los rescoldos de la época franquista (Roberto Guzmán), empleando métodos poco ortodoxos que pasaban por el maltrato a los detenidos, y la nueva savia, esos policías como Diego Álamo, demócratas, que se habían formado bajo el amparo de los derechos civiles y la democracia. Es decir, los viejos tiempos frente a los nuevos.
«Esta situación había generado un enconado debate en el propio seno de la policía, en donde los funcionarios provenientes de la etapa franquista, que lejos de constituir un porcentaje residual eran numerosos, convivían con los formados en democracia -dos polos representados a la perfección por Guzmán y Álamo-, y estos últimos entendían que era necesaria una exhaustiva reforma de su infraestructura y en la política de nombramientos. Una democratización, en suma, de la policía». [pág. 209]
Y no solo eso, sino que también nos mostrará cómo fue evolucionando el Cuerpo, qué innovaciones se incorporaron, qué unidades se anexionaron a otras, cómo cambiaron la forma de proceder, los protocolos, el desarrollo de las investigaciones. Hay que reconocer que el autor no ha dejado sin inspeccionar un solo recoveco de este Cuerpo de Seguridad del Estado.
En cuanto a los personajes, los ojos del lector se centran principalmente en la figura de Diego Álamo. Apodado el Pincel, por su aspecto impecable, Diego es un hombre joven que siempre deseó ser policía. Extremadamente riguroso y pulcro en su trabajo, se siente orgulloso de ser lo que es. Pero su vida no gira únicamente alrededor de su trabajo. Si en la primera parte lo veremos sumamente enamorado de Mónica, una joven atractiva e inteligente, con la que mantiene una relación desde hace dos años, en el segundo bloque su vida personal dará un giro radical. Ahí lo dejo.
Pero del bloque que acontece en 1981, es inevitable que el lector también sienta interés por Roberto Guzmán. Como dije antes, este policía representa lo más turbio del sistema policial, ese inspector que se toma la ley por su mano y ejerce abuso de poder, amparado tras una credencial. Guzmán es un personaje verdaderamente atractivo, uno de esos que el lector sabe que puede traspasar la línea en cualquier momento. Y si me gusta este personaje es porque el autor ha conseguido configurarlo con luces y sombras. Si en su profesión saca su lado más oscuro, lo veremos también aportando toques de luz cuando haga partícipe al lector de sus desavenencias conyugales. Guzmán está casado con Socorro, una mujer a la que le encanta mantener una agenda social muy apretada. De la mano de este matrimonio, el lector se dará un garbeo por todos teatros y los locales nocturnos de Madrid, donde tienen lugar representaciones encabezadas por Lina Morgan, o actuaciones a cargo de Raúl Sender.
Con un inicio introductorio, que adelanta un episodio clave en la trama, sumergiendo al lector en un mar de interrogantes, Todos nosotros despliega ante el lector una trama tan negra como el carbón. Los dos hilos temporales se sustentan sobre una urdimbre sólida, en ambos bloques aparecen personajes bien perfilados y atractivos. A ello hay que sumar el retrato social, lleno de referencias, datos e hitos, que suponen una magnífica inmersión en la España de entonces. Así pues, y bajo mi punto de vista, Todos nosotros es una novela a tener en cuenta, recomendada y recomendable, de la que no me extrañaría que en unos años viéramos su adaptación cinematográfica. Yo lo tengo claro.
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Hola! No conocía este libro pero lo cierto es que el argumento pinta muy interesante así que me lo llevo apuntado. Muchas gracias por tu reseña.
ResponderEliminarUn saludo!
¡Hola, Marisa!
ResponderEliminarLos thrillers me encantan y por lo que nos cuentas es imposible resistirse a "Todos nosotros", con una trama tan negra y unos personajes tan bien perfilados, sin duda es un libro que debe atrapar al lector de principio a fin. Tendré en cuenta tu recomendación ;)
Un abrazo.
Difícil verlo venir, tienes razón
ResponderEliminarA mí me encantó este libro, va a estar entre mis mejores lecturas del año
Besos
Me temo que no es un libro para mí, prefiero otro tipo de libro, lo he intentado en varias ocasiones pero me deja fría el género o quizá sean las tramas que leí que no me convencieron =)
ResponderEliminarCoincidimos en impresiones, me ha encantado esta novela.
ResponderEliminarBesos.
A mí en general me gustó mucho, aunque sí que me pareció que, en ocasiones, había un exceso de prolijidad en los detalles. La labor de documentación ha debido ser tremenda, pero tantas páginas dedicadas a describir una simple calle me cansaron un poquito. Por suerte, la novela camina en una trama muy adictiva y sí, la disfruté. Besos
ResponderEliminarUna novela muy buena y que además es todo un baño de nostalgia.
ResponderEliminarEste espero que caiga sí o sí.
ResponderEliminarBesotes