La política, ese gran asunto que, a veces, nos trae por la calle de la amargura. No voy a negar que el encuentro con Esteban González Pons, eurodiputado por el PP, resultaba tentador. No todos los días tiene una la oportunidad de sentarse cara a cara con quién ha ostentado un rosario de cargos políticos, muchos de ellos vinculados con su Valencia natal. Actualmente, ocupa escaño en el Parlamento Europeo, donde deben andar de cabeza con la crisis del coronavirus. Pero, si a eso se le suma que ha realizado una primera inmersión en la narrativa, la cosa mejora por momentos. Cincuenta páginas de un total de quinientas que compone su primera novela, y que ha titulado Ellas, me bastaron para construir una amplísima batería de preguntas, entre política y literatura, con la que acribillarlo, siempre movida por una curiosidad innata en mí, pero la falta de tiempo me obligó a guardarme una decena de interrogantes para la próxima ocasión, que seguro que la habrá. Ahí va lo que hablamos en nuestro encuentro.
Marisa G.- Esteban, cuando uno piensa en el Parlamento Europeo, un organismo tan importante, donde se debaten temas importantísimos, y en un eurodiputado, cuesta trabajo pensar que se tenga tiempo para escribir una novela, ¿cómo se hace?
Esteban G.- Es muy complicado. Hay que querer. Desde siempre quise ser escritor y, a partir de los 50 años, me di cuenta de que, o lo intentaba, o se me iba a pasar la vida sin conseguirlo. He tenido que poner mucha voluntad, robar mucho tiempo libre a la vida y a la familia. Por suerte, vuelo mucho. Todas las semanas paso un mínimo de ocho horas volando, y ese es un tiempo en el que no suena el teléfono, nadie me molesta, me pongo música y ahí tengo tiempo para escribir.
M.G.- Muchas horas de vuelo y mucha capacidad de concentración también porque, en los medios de transporte, no siempre encuentra uno silencio.
E.G.- Me aíslo bastante con los auriculares. En ese sentido, no tengo problema.
M.G.- Como dices, los 50 años son esa barrera que te impulsa a lanzarte al vacío.
E.G.- Sí. A los 18 años quise irme a Madrid, a estudiar periodismo, pero mi padre no me dejó. Él me exigió estudiar Derecho o Medicina. Una vez que sacara una carrera u otra, podía hacer lo que quisiera. Creo ahí maté mi vocación literaria y la he mal llevado hasta ahora. A los 50 años decidí que quería salir del armario literario, y confesar a todo el mundo que, lo que verdaderamente había querido ser siempre, era escritor.
Los políticos, durante el tiempo que ejercemos los cargos, preparamos de alguna manera nuestro futuro. Muchos se preparan un futuro a través de una puerta giratoria en la empresa privada. Yo estoy intentando prepararme un futuro vinculado, de alguna manera, al mundo literario.
M.G.- Es complicado hacerse un hueco hoy en día en la literatura. Hay muchísimos autores y muchas obras, buenas incluso, que pasan muy desapercibidas. ¿No te preocupa esta realidad?
E.G.- Cierto, es difícil hacerse un hueco en la literatura, pero también es difícil llegar al Parlamento Europeo. No es algo que me asuste.
M.G.- De todos modos, creo que hay un cuento infantil previo a esta novela. Un intento anterior que no llegó a ver la luz.
E.G.- Publiqué un libro de poesías, escritas en el teléfono móvil, que se publicó en el año 2006, una autobiografía publicada en el año 2011, y un diario de mis últimos años en el Congreso de los Diputados, publicado en el año 2014.
En cuanto al cuento infantil, en el año 2012 quise escribir una historia para niños, explicándoles la crisis económica, y me inventé un personaje de nombre Pelarañas, con un pelo muy rizado, donde vivía un amigo imaginario, un petirrojo, llamado Sr. Moscas. Esa niña, en el cuento, igual que Momo en la novela de Ende, salvaba a los niños del mundo de la crisis económica. Un día, comiendo con el editor principal de Planeta, le conté el proyecto y él me dijo que la idea era muy bonita, que lo quería leer. Se lo envié y un par de semanas más tarde me contestó diciéndome que el cuento le había gustado, pero que ningún padre iba a comprar un cuento escrito por un político, porque iba a pensar que pretendía adoctrinar. Así que me quitó la idea.
Pasados los años, cuando comencé a escribir Ellas, me acordé de aquel intento fallido, y decidí convertir a aquella Pelarañas, un poco más mayor, en un nuevo personaje de la novela. Era una especie de homenaje a aquel cuento no nato.
M.G.- ¿Y cómo es ese personaje al que le tienes tanto cariño?
E.G.- Es una joven de veinticinco o veintiséis años, pero que sigue teniendo el pelo rizado y un amigo imaginario, el petirrojo, que vive en su cabeza.
Cuando terminé la novela, la envié a todas las editoriales como me aconsejaron algunas amigas escritoras, y buen día, recibí un correo electrónico de alguien cuyo nombre yo no recordaba, pero que firmaba como editor principal del Grupo Planeta, que decía: "He visto que Pelarañas ha crecido. Tú has hecho que se haga mayor. Nosotros nos ocuparemos de que se haga famosa". Y así supe que la novela iba a ser publicada por Espasa.
M.G.- Qué bonita historia. Pero, si tenemos que poner en una balanza, literatura y política, ¿qué pesa más?
E.G.- Hoy pesa más la política porque es el compromiso adquirido con las personas que me han votado, al cual no puedo renunciar. Pero me gustaría que algún día pesara más la literatura que la política.
M.G.- Ellas es una novela romántica. Créeme que la temática me ha roto un poco los esquemas. Nunca me imaginé a un político hablándome de amor.
E.G.- Cuando decidí dar el paso de ponerme a escribir, era consciente de que mi condición de político iba a influir en todo. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que los políticos cuando escriben, escriben memorias, ensayos o novelas de crímenes. ¿Qué podía escribir yo para llamar la atención y distinguirme del resto de los políticos que escriben? Mi idea era dar el campanazo, como escritor, así que decidí hacer lo más difícil. Por eso me lancé a escribir una novela de amor.
M.G.- ¿Y has tenido que recordar tus primeros amores para inspirarte en esta novela?
E.G.- Sí, he tenido que recordar todos mis amores. He tenido que repasar mentalmente toda mi vida amorosa, y tengo la seguridad de que mis experiencias personales en el campo del amor, están reflejadas en un momento u otro de la novela.
También es cierto que pertenezco a una generación que no olvida su primer amor. Los chicos y las chicas de hoy, los del mundo Tinder, no pierden nunca el contacto con su primer amor. Se siguen a través de Instagram. Pero nosotros, conocimos a nuestro primer amor en verano. Luego, llegaba septiembre y nos teníamos que separar. Nos escribíamos cartas durante algún tiempo y más tarde desaparecían de nuestras vidas. Mi generación perdió a sus primeros amores y no volvió a conocer nunca más nada de ellos. Es muy normal, entre la gente que tiene más de cuarenta años, sentir curiosidad sobre qué fue del primer chico o de la primera chica al que besó. De hecho, muchos amigos y amigas no hacen otra cosa más que buscar en Facebook, a los chicos y a las chicas con las que un día salieron, saber qué ha sido de sus vidas, si se han casado, si tienen hijos. Esta es la idea inicial de Ellas, la de un hombre mi edad, o algo más joven, que quiere recuperar a su primer amor y no sabe cómo. Para ello decide enviar una carta de suicidio.
M.G.- Hay amor, pero también sexo. He visto por redes sociales algún que otro comentario escandalizado.
E.G.- Sí, y me ha sorprendido. En la novela hay sexo porque hay amor. No soy capaz de entender el amor sin sexo o entender el sexo sin amor. Para mí, una cosa implica la otra. No podía escribir una novela de amor sin escenas de sexo pero estas son equivalentes a las de cualquier novela romántica. Al menos, a mí me lo parecen. Dios me libre compararme con él, porque a su lado soy un enano, pero en las dos últimas novelas de Vargas Llosa hay, infinitamente, sexo más explícito que el que hay en Ellas. ¿Qué es lo que ha llamado la atención? Pues que yo sea un político. Eso, no solo me parece mojigatería, sino también hipocresía. Aceptamos que los políticos mientan, pero no aceptamos que los políticos hablen de sexo. Aceptamos tener políticos mentirosos, pero no aceptamos tener políticos que no sean asexuados. En Ellas hay sexo, y lo hay abiertamente porque hay amor. Si en la novela no hubiera sexo, hoy estaríamos hablando de si soy o no un cursi. Gracias al sexo, la novela no es la obra de un cursi, sino la obra de un sátiro.
M.G.- En cualquier caso, no cabe duda de que comienza de un modo peculiar, despistando muchísimo al lector.
E.G.- Sí, de hecho hay una advertencia al inicio, en el que se menciona que la obra está basada en hechos reales, pero esto es completamente falso.
M.G.- Te confieso que yo me quedé totalmente pillada en esa advertencia.
E.G.- Siendo un político, si digo que la historia está basada en hechos reales, todo el mundo va a picar. La novela tiene trampas, pero también una sorpresa al final, que cambia el sentido de todo lo que se ha leído hasta la página quinientos.
M.G.- Jaime Monzón es uno de los protagonistas principales. ¿Qué hay de Esteban González en este personaje?
E.G.- Al principio, todo. Al final, espero que nada. Como autor de una primera novela, uno de los principales escollos a los que me he enfrentado es el de evitar que todos los personajes fueran yo. Cuando empiezas a construir personajes, es normal que, sin darte cuenta, ellos adquieran tu personalidad. Para poder desvincularte de ellos tienes que hacer un esfuerzo consciente.
Al principio, Jaime Monzón era yo mismo pero, al final, he conseguido que no se me parezca en absoluto. Si hay un personaje en la obra al que me parezco, y al que no he evitado parecerme es a Pelarañas, hija de Jaime Monzón.
M.G.- Pero leyendo lo que figura en la Nota del Autor, sabemos que sí has utilizado detalles de tu vida privada.
E.G.- Sí, pero los he utilizado para el personaje de Jaime Monzón, de sus primos, o de muchos otros. Digamos que he utilizado material de mi vida pero no para construir específicamente a un personaje sino a todos.
M.G.- ¿Pero podría darse el caso de que alguna persona real se vea identificada al leer la novela?
E.G.- He intentado que no sucediera pero podría ocurrir. De hecho, me han pasado dos cosas. En la novela tiene mucha importancia una fotografía, en la que se ve a una niña de trece años, con trenzas, delante de una puesta de sol. Tres años después de empezar a escribir sobre aquella fotografía, entré en casa de uno mis tíos y la vi en una repisa. Esa fotografía existía y estaba en mi memoria pero yo no me acordaba de ella.
Y luego hay un personaje cuyo nombre puede hacer pensar que es una persona real pero no es así. Es todo casual.
M.G.- Háblame de las mujeres de la novela que son el pilar fuerte de esta historia.
E.G.- Aunque está protagonizada por un hombre, Ellas es una historia de mujeres, fuertes, contemporáneas y dueñas de su destino. El contraste mayor se produce entre M y Ella. M es una niña de los años 70, con la fuerza de una mujer de hoy, pero con sus posibilidades limitadas por haber nacido en los 70. En cambio, Ella, que fue una niña de los años 70, hoy es una mujer liberada. El juego de la novela es que M sea la niña que pudo haber sido Ella, y Ella es la mujer que debió haber sido M. Hay una niña y una mujer, separadas por el tiempo, que podrían casar la una con la otra, como dos piezas de un puzle.
He querido contar la historia de las mujeres de mi generación, a través del juego entre M y Ella.
M.G.- Es verdad, que hay un retrato muy profundo de Valencia, en diferentes épocas. Es casi un personaje más.
E.G.- Valencia es mi debilidad. La novela la tenía que enmarcar en algún lugar que conociera bien. Como primera novela, tenía que recurrir a paisajes que me fueran muy familiares. Por otro lado, le debía a Valencia mi primera novela, ya que yo me fui de allí.
De todos modos, Ellas no es tanto un retrato de Valencia como de mi generación, de los que nacimos en los años 60 o 70, y que hemos visto cómo la vida nos ha ido relegando, y nos iba impidiendo hacernos mayores de verdad.
M.G.- Te he oído decir en alguna entrevista que somos -yo también nací en el 70-, que somos una generación perdida. Algo habremos aportado, ¿no te parece?
E.G.- Somos una generación de la que han prescindido. Es decir, somos una generación "Príncipe de Inglaterra".
M.G.- ¿Y eso qué significa?
E.G.- Que nos hemos pasado toda la vida esperando que la reina se muera y cuando parece que la reina va a retirarse, nos sustituyen nuestros hijos. Esos hijos son más simpáticos, están más preparados y son más brillantes que nosotros. A nosotros nos educaron en el franquismo y el software que llevamos instalado es el software de la EGB. En la Transición, éramos demasiado pequeños para protagonizar ningún cambio político y, cuando llegó el 15M, éramos demasiado mayores para cambiar las cosas. Heredamos de nuestros padres las normas y las justificamos ante nuestros hijos. Hemos sido muy dóciles, muy tranquilos y muy bien mandados. Hemos hecho siempre lo que se esperaba de nosotros. Al final, como nunca hemos roto los huevos para hacer una tortilla, somos una generación a la que nunca se le ha dado la oportunidad de mandar.
Nuestros padres se hicieron mayores porque tuvieron que afrontar la muerte de Franco y el cambio político, en primera persona. Nuestros hijos se han hecho mayores porque han tenido que darse cuenta de que el mundo se le volvía en contra y que, o se movían, o se los iban a llevar la corriente. Nosotros, ni necesitamos enfrentarnos a Franco, ni necesitamos intentar cambiar las reglas. Lo más revolucionario que hemos hecho fue la movida de los años 80.
M.G.- En la novela hay una combinación de elementos. Hay canciones, poemas, cartas,... Me llama la atención que, en la era de Internet, no asomen correos electrónicos. ¿El amor está reñido con la modernidad?
E.G.- Vuelvo al discurso generacional. Nosotros escribíamos cartas de amor y la generación actual se comunica por Tinder. Yo escribía cartas de amor, de cinco y seis folios, cuando estaba en la mili, y todas con buena letra. También las recibía. Cuando uno de mi generación le escribe a una de mi generación, para recuperarla, lo normal es que le escriba una carta en papel, y no un email o un mensaje de Whatsapp.
M.G.- ¿Has volcado tus referencias literarias en la novela?
E.G.- Ojalá. Mis referencias literarias son inalcanzables para mí. Ha habido dos libros que sí he tenido presentes a la hora de escribir Ellas. Una ha sido La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, en quien he querido mirarme para ser capaz de escribir sobre Valencia, como él lo hace sobre Barcelona. Y el otro es La Tregua de Benedetti, en quien he querido mirarme para establecer la relación entre un viejo oficinista y un amor sorpresa. Y también me ha pasado que, repasando un día el texto, al final de la única carta que escribe una mujer me encontré con una frase de una novela de Herman Hesse. Se me había colado sin darme cuenta. Es probable que me hayan pasado más cosas de este tipo porque llevo muchas novelas dentro de mí.
M.G.- Además del amor, la novela es una historia de segundas oportunidades.
E.G.- Así es. Ese es el argumento.
M.G.- ¿Y a quién le daría una segunda oportunidad?
E.G.- En la vida, a todo el mundo. Los seres humanos somos tan mínimos y nuestra vida es tan mínima, que merecemos todas las segundas oportunidades que solicitemos.
M.G.- ¿Sigues pensando seguir con la literatura?
E.G.- La novela se está vendiendo bien. Ya estamos en la segunda edición y, la verdad, estoy muy contento. Estoy trabajando ya en la segunda novela.
M.G.- ¿Y será también de amor?
E.G.- De amor y terror.
M.G.- ¡Vaya combinación! Pues esperaremos a ver el resultado. Muchas gracias, Esteban, y mucha suerte en esta nueva andadura.
E.G.- Gracias a ti.
Sinopsis: Ellas cuenta una historia de amor sobre las segundas oportunidades en la que se sentirán representados quienes nacieron en la España de los 60 o los 70: los adolescentes de la Transición.
Sinopsis: Ellas cuenta una historia de amor sobre las segundas oportunidades en la que se sentirán representados quienes nacieron en la España de los 60 o los 70: los adolescentes de la Transición.
Jaime Monzón, tras una vida previsible y gris, marcada por
la nostalgia de su primer amor, toma la decisión irrevocable de suicidarse y de
hacer partícipe del suicidio a Eme, aquella niña de la que se enamoró un verano
del siglo pasado. Las consecuencias derivadas de la muerte de Jaime llevarán al
lector a recordar el esplendor de los lejanos y luminosos días de su propia
infancia, a la vez que le provocarán una sonrisa.
El carácter, la sensibilidad y la lucidez vienen de “ellas¨:
Marina, Ella, Pelarañas, Manoli...., las mujeres de la vida de Jaime. Ellas es
un álbum de fotos de mujeres cuyas páginas se pasan con manos de niño.
Y como fondo, la ciudad de Valencia y su provincia, en tres
instantes bien fijados en el tiempo: el mítico verano de 1973, el fastuoso
2006, y el triste 2016, cuando los personajes de González Pons, contra todo
pronóstico, resucitan.
Gracias por la entrevista.
ResponderEliminarBesos.
Estupenda entrevista. Aunque esta vez no creo que me anime con el libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues una estupenda entrevista. Yo, a diferencia del autor, no suelo concentrarme en los aviones nada de nada. Supongo que será cuestión de práctica.
ResponderEliminarHa pasado de no llamarme nada a despertar mi curiosidad tras tu entrevista.
Besos
Los 50 son la mejor edad para, al fin, coger al toro por los cuernos 👏👏👏
ResponderEliminarGrandísima entrevista.
Besukis 💋💋💋
Gracias por la info. Un beso.
ResponderEliminarMuy buena entrevista.
ResponderEliminarBesitos
Me encanta leer las palabras de un autor sobre su obra, siempre me la hace mucho más atractiva.
ResponderEliminarBesos