martes, 28 de enero de 2020

FERNANDO GARCÍA CALDERÓN: 'Para el cazanazi, la muerte en la cama de los criminales de guerra es un completo fracaso'

Hasta la fecha, todo lo que he leído de Fernando García Calderón ha llegado a conquistarme. Comencé con una novela mágica, Yo también fui Jack el Destripador (Ediciones del Viento), que me hizo entender el universo literario que anida en la mente de este autor. A aquella novela, que fabulaba sobre la identidad del asesino de Whitechapel, le siguieron otras tantas -Nadie muere en Zanzíbar, De lo visible y lo invisible (ambas editadas por Algaida) o  o El vuelo de los halcones en la noche (Alfar) - y algún que otro volumen de relatos, como Diario de ausencias y acomodos, editada igualmente por Alfar. No puedo más que alabar la pluma de García Calderón, poseedor de una sensibilidad brutal, capaz de transmitir las emociones más profundas.

Recientemente, el autor de origen sevillano, vuelve a colocar delante del lector una novela llena de grandes historias. Para olvidar quién fuiste (Algaida) hace un barrido por la historia universal desde 1945 hasta un pasado reciente, siguiendo la pista a aquellos criminales de guerra que consiguieron escapar de las garras de la justicia tras la Segunda Guerra Mundial y los horrores del Holocausto. Para contar esta historia, García Calderón ha elegido la figura del cazanazi. De todo ello hablamos hace unos días en su visita a Sevilla. 

Marisa G.- Fernando, siempre haces viajar al lector con tus novelas. Londres, Zanzíbar, Salamanca,... y consigues embarcarnos en historias apasionantes. En esta ocasión, nos a conocer la vida de unos cazanazis. ¿De dónde surge esta idea?

Fernando G.- Ya, con veinte años, me interesé por la idea del cazanazi. Desde entonces, he ido escribiendo fragmentos que luego he incorporado a esta novela. Si no la he escrito hasta ahora es, probablemente, porque me faltaba madurez. 

El concepto de cazanazi siempre me interesó. Después de la Segunda Guerra Mundial, se pretendió pasar página, dejar atrás el dolor y olvidarnos de lo que había ocurrido. Sin embargo, la figura del cazanazi nace para que eso no ocurra. Es una figura persistente, que quiere hacer justicia y no permite el olvido. Esa idea de la memoria, del recuerdo de las víctimas y del desagravio que supone el actuar dentro de los cánones de la justicia, me parecía muy interesante.

M.G.- Al margen del respaldo de alguna institución, ¿sigue existiendo la figura del cazanazi en solitario, a día de hoy?

F.G.- Sí, creo que sí. Aunque es una profesión, por decirlo de algún modo, que tiene fecha de caducidad. Esta cuestión era algo que también me interesaba mostrar. Indefectiblemente, llegará un momento en el que todos los nazis, por muy escondidos que estén, acaben muriendo. Para el cazanazi, la muerte en la cama de los criminales de guerra es un absoluto fracaso. Si el nazi muere en paz, el cazanazi falla en su misión. Con lo cual, también se produce una lucha contra el reloj. Así que sí, creo que todavía existen figuras así, pero las posibilidades de ir encontrando a los criminales son cada vez menores.

M.G.- Buscando en Internet me encontré esta mañana una noticia del año 2018, en la que se hablaba de la búsqueda de ciertos miembros de la SS. Quizá no son altos dignatarios pero sí se siguen buscando a aquellos que, en un escalafón inferior, también fueron responsables. 

F.G.- Los nazis contaminaron prácticamente todo. Consiguieron que algunos sacaran lo peor de su naturaleza humana, desde los mandamases hasta el último mono. Todos se comportaron de una manera totalmente infame. De tal modo que, hay más criminales de guerra de lo que podamos pensar. Así que, si eran jóvenes en aquellos años, es posible que aún se pueda encontrar alguno.

M.G.- Dos cuestiones que me han llamado mucho la atención de tu novela. Por un lado, el papel de la Iglesia en la huída de los nazis y, por otro, el hecho de que utilizaran camiones del ejército americano para poder huir. Me parece todo increíble. 

F.G.- Lo de los americanos es paradójico. Es que no se daban cuenta. Ese momento, después de la Segunda Guerra Mundial, había tal caos en Europa, que ocurrían cosas tan pintorescas como esta. 

En cuanto a la Iglesia, determinados obispos y determinadas personas dentro de la organización de la Iglesia Católica, ayudaron deliberadamente. Sin embargo, otros ni siquiera llegaron a enterarse de que estaban prestando esa ayuda. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con la Cruz Roja. De todos modos, la ruta de los monasterios, como se solía llamar, que iba desde Austria a Roma, era conocida por una serie de personas y sabían lo que estaban haciendo. Pero, probablemente muchos no llegaron a tomar conciencia de lo que hacían. Estos nazis se aprovecharon del desconocimiento y del afán de unos cuantos de prestar una mano por ayudar al prójimo. En cualquier caso, tenían el apoyo del gobierno de Franco. Es decir, había una infraestructura bastante más poderosa, que iba más allá de la organización Odessa. 

M.G.- En tu novela he descubierto datos nuevos y me ha gustado reencontrarme con otros asuntos que no suele asomar mucho en libros con este trasfondo. Me refiero a la Werwolf. Háblanos un poco de esta organización. 

F.G.- Al final de la Segunda Guerra Mundial, a algún alemán se le ocurre la posibilidad de establecer un sistema de guerra de guerrillas. Pero el carácter alemán entraba en contradicción con todo eso. Con la Welworlf, se reclutaban hombres a los que, muy al final, y en determinados momentos, se les encargaba alguna misión. Se les llamaba hombres lobo. En la novela, intento darle un toque muy pintoresco y esperpéntico a todo esto para hacer el contrapunto sobre la tragedia que supone el momento. Se habla de varios miles de personas participando en este tipo de misiones. Quise introducir la figura del hombre lobo porque era una buena manera de que uno de los protagonistas, el soldado Wilhem Lohaus, acabara de tomar conciencia de cómo era realmente la Alemania que él conocía parcialmente por su participación en la guerra.

M.G.- Efectivamente el grupo de hombros lobos que tú configuras en la novela no puede ser más pintoresco: un cartero, una jovencita seductora, un crío,... 

F.G.- Quería desdramatizar la situación, y me parecía que era una combinación oportuna porque, efectivamente, el objetivo de esta gente era camuflarse, buscar una fórmula de trabajo que les permitiera pasar desapercibidos. Probablemente haya puesto más de mi imaginación que de realidad, pero me parecía oportuno dentro del contexto en el que se desarrolla la historia.

M.G.- No estamos únicamente ante una novela de cazanazis, sino también de supervivencia física y emocional. Hay muchos personajes que están muy torturados, hasta el punto de cometer suicidio.

F.G.- Sí, lo has dicho muy bien. En realidad, no quería hacer una historia de argumento sino más bien de personajes y por eso creo que he tardado más en culminar esta obra. Me interesaba más que la propia historia, ver cómo evolucionaba cada uno de esos personajes. Probablemente, el personaje de Anna (más tarde se llamará Hannah), que nace justo en el final de la Segunda Guerra Mundial, y se enfrenta a todo el periplo de búsqueda del nazi famoso, sea el que mejor muestre cómo es pasar de la absoluta inocencia al descreimiento o la desilusión.

M.G.- En cuanto al protagonismo, se podría decir que va pasando casi de padres a hijos. El foco de atención va cambiando de un personaje a otro, como si se fueran pasando el relevo unos a otros.

F.G.- Efectivamente. Es una carrera de relevos y es totalmente intencionado. Quizás no es una fórmula excesivamente comercial, pero me parecía interesante porque no quería centrar el foco en un gran protagonista sino en la evolución de varios, cuando se van pasando el testigo.

M.G.- La última parte de esa cadena, la protagoniza Anna, o Hannah cuando cambie su nombre, que es hija de una mujer judía y de un alemán. Esos contrastes me han gustado mucho, como también me ha parecido inverosímil el hecho de que, un personaje, como el profesor... , fuera un judío pronazi. Auténticamente paradójico.

F.G.- Ese personaje es muy curioso y en Madrid tuvo una gran vida. Pero volviendo a lo que tú comentabas, me interesaba el mestizaje, que no solo se produce en las familias sino en los sentimientos. Juego con la combinación de la memoria y el olvido, la justicia y la venganza, la ilusión y la decepción. Todo eso me parece que fundamenta la relación entre personas y he buscado personajes que fueran muy humanos. Eso era lo que realmente me interesaba en la novela, el concepto de humanidad, con todos sus virtudes y defectos. 

M.G.- Y entre todos los personajes, algunos reales. 

F.G.- Sí, cuando escribes una historia de esta naturaleza tratas de darle un contexto. Era inevitable que apareciera Mauthausen, que uso más como un símbolo que como el propio concepto del campo, o personajes reales. El problema está en que, en ocasiones la realidad parece del todo inverosímil. Hay que tener mucho cuidado con estas cosas porque, aunque quería contar una historia de corte realista, la verdad puede llegar a ser tan esperpéntica que nadie se crea lo que estás narrando. 

M.G.- Entre los personajes reales aparece Simon Wiesenthal, el famoso cazanazis. Y luego hay otro personaje, Fernando Dieste, un español que, por diversas circunstancias que no voy a desvelar, adquiere una identidad falsa, la de Peter Behrens. He encontrado a un Peter Behrens real, que fue arquitecto, aunque este murió en 1940. 

F.G.- En este caso, el personaje adopta el apellido de Behrens porque consigue un pasaporte falso. Fernando Dieste que está en el campo de concentración, es un personaje imaginario, pero sí es verdad que, según mi investigación, hubo algún Dieste en los campos de concentración. No hay más que eso. La investigación no pasa de ahí. Fernando Dieste es un personaje inventado dentro del contexto, pero para mí era importante que fuera español por lo que te comentaba antes, el mestizaje. Quería a un personaje que reprodujese todas las situaciones posibles dentro de Europa. Es un español que huye a Francia, que se mezcla con la resistencia francesa, que acaba en un campo de concentración y que, en esa situación extrema, se hace amigo de un soldado alemán. Y luego, convivirá con Simon Wiesethal y se convertirá en cazanazis. Con un personaje así quería mostrar que toda esta locura no era algo local, sino que nos afectaba a todos.

M.G.- Y entre todos los personajes hay uno muy interesante y no solo por quién es sino por cómo es. Me refiero a Bruno, un hombre con síndrome de Asperger y que está muy bien perfilado. Se muestra, muy a las claras, cómo son este tipo de personas.

F.G.- Tenía claro que quería meter un personaje con estas características. Ya tenía esta idea cuando empecé a pensar en esta historia, allá con mis veinte años. Obviamente, por entonces, no tenía muy claro cómo eran este tipo de personas. Pero es curioso porque, con el tiempo, me han llegado a decir que parezco una persona con síndrome de Asperger, que tengo ciertos tics que así lo hacen pensar, porque soy muy metódico, reproduzco mucho las cosas. Bueno, salvando las distancias me puedo sentir identificado con alguien de estas características y todos ellos tienen mi respeto y admiración. Sin duda, el personaje de Bruno me gusta especialmente. 

M.G.- La horquilla temporal abarca desde 1945 hasta una pincelada de 2008. Son muchos años en los que suceden diversos y conocidos hitos históricos.

F.G.- Es algo que no me ha costado especialmente. Son sucesos que, de un modo u otro, afectan al desarrollo de la trama. Me interesaba mostrar la revolución de los claveles en Lisboa, porque era un momento de crisis significativa. En las situaciones de crisis, los nazis que huyen se sienten desprotegidos. Lo mismo ocurre cuando alguno de ellos recala en Cádiz. Llega un momento en el que perciben que se van a producir importantes cambios en España, por lo que van a dejar de sentirse arropados por el gobierno español y las autoridades. Es entonces cuando tienen que salir de su "refugio" de manera precipitada y eso convierte la labor del cazanazi en una lucha contra el reloj.

Mi intención ha sido manejar escenarios y mostrar la evolución de Europa y de los propios personajes con la idea de provocar situaciones especiales, donde la actuación del cazanazi cobrara especial importancia. 

M.G.- Suena todo como un puzle que está milimétricamente encajado.

F.G.- Yo no me pongo a escribir hasta que no tengo la estructura perfectamente hilada en mi cabeza. Al principio, todas mis ideas cuadraban razonablemente y luego, la documentación no me decepcionó, no me desbarató esas ideas. Me empecé a documentar y todo encajó.

M.G.- Lisboa, Buenos Aires, Cádiz,... Son los escenarios de la novela, en algunos casos concretos como en Lisboa y en Buenos Aires, te sumerges mucho en la ciudad, de tal modo que llevas al lector por sus calles.

F.G.- Lisboa es mi ciudad literaria. Sus calles y barrios son literatura en sí mismos y disfruto mucho la ciudad cada vez que la visito. Lisboa me parecía un escenario perfecto para desarrollar parte de esta novela. Entre otras cosas, porque en Lisboa se da la circunstancia de que el nazi siente un cierto desequilibrio. No hay un apoyo decidido por parte de las autoridades. Y tampoco hay un apoyo al cazador del nazi. 

M.G.- Y Sevilla también aparece fugazmente. De hecho aparece este hotel, el Hotel Inglaterra, en el que nos encontramos ahora mismo conversando.

F.G.- Efectivamente. A este hotel le tengo mucho cariño. Forma parte de mi propia historia y de la historia de la ciudad. 

En cuanto a Sevilla, siempre aparece en mis historias de un modo u otro. De todos modos, en este caso concreto, tenemos que tener en cuenta que León Degrelle se refugió en Constantina porque los nazis encontraron también ayuda en Andalucía. Pero como dices, es verdad, tengo tanta afinidad por mi tierra que, tarde o temprano, tienen que salir si veo la ocasión. 

M.G.- Con respecto a Cádiz, ¿quién no conoce la playa de los Alemanes? Parece mentira que un enclave tan bonito encierre una historia tan truculenta.

F.G.- Era un enclave perfecto que conocían muy bien. Toda esa parte de Cádiz era muy propicia porque podían constituirse en núcleos. Si lo pensamos, una de las cosas que tienen los nazis es que son muy gregarios y forman clanes. Por eso los grandes fracasos se han producido cuando actuaban de forma individual. Ellos pensaban que algún día podrían volver a rescatar el concepto de Reich, y para ello necesitaban un cierto poderío económico, que también se aborda en la novela con el tráfico de obras de arte.

M.G.- Ahí quería llegar yo. Si en los primeros bloques de la novela, la trama está más centrada en la persecución de nazis, en la última parte, se aborda el expolio y el robo de grandes obras de arte. Vuelve a aparecer la pintura, elemento muy común en tus novelas.

F.G.- (Risas) Te agradezco el comentario. Como bien sabes, la pintura es una de mis grandes pasiones y creo que hay un magnífico enlace entre pintura y literatura. Y has apuntado algo que a mí me resulta interesante, y me alegra que lo hayas percibido. Si nos fijamos el cazador de nazis que representa Peter Behrens es el anónimo, el que se mueve en la sombra, el que trata de obtener resultados a partir de sus pesquisas. Hannah, en el final de la trayectoria que representa la novela, se parece más al cazanazi oficial, a Simon Wiesenthal, personas que representan el concepto de justicia universal. Hannah tiene que representar un papel y dentro de ese papel, acomoda la situación para la búsqueda de resultados. No es lo mismo que Peter, que si tiene que matar a alguien en una esquina y cree que es la única forma de aplicar justicia, lo va a hacer. Hannah tiene otro tipo de condicionantes.

Y el argumento de las obras de arte, sí fue novedoso para mí. Todos hemos oído hablar del expolio de los nazis y de cómo robaron en tantos sitios, pero no sabía que había adquirido tal dimensión. Estamos hablando de más de medio millón de obras de arte robadas y algunos son robos flagrantes. No les importó convertirse en meros delincuentes.

M.G.- Por último, Fernando. La novela tiene cierto carácter periodístico. Hay fragmentos que se narran en presente como si fuera una noticia.

F.G.- Sí, es verdad. En realidad lo que pretendía era conseguir un narrador que no viviera con absoluta pasión todo lo que está contando. En algún momento de la trama, se dice que hay una serie de cuadernos que valen como documentación. Los personajes también cuentan con el testimonio de la familia, pero yo pretendía que no vivieran los hechos en primera persona, sino que hubiera un distanciamiento, que existiera una o dos generaciones entre los hechos y el narrador. Intentaba evitar que la historia se convirtiera en un melodrama y el distanciamiento también permitía criticar a los personajes porque estos personajes, son personas, no son grandes héroes que están haciendo un trabajo y se convierten en alguien superior. Es uno más de nosotros que se ve envuelto en una situación de crisis. Este narrador, que al final se descubre quien es, reúne todas las posibilidades y cualidades para poder actuar de esa manera. 

M.G.- De acuerdo Fernando, pues tengo que decirte que me ha gustado mucho leer esta novela. Me ha parecido muy interesante. Te agradezco este momento que hemos compartido y espero verte pronto de nuevo.

F.G.- Muchas gracias por tus palabras. Un placer.



Sinopsis: 'Para olvidar quién fuiste' se inicia en 1945, en plena caída de Berlín, construyendo un relato de la Europa de posguerra que nos traslada desde el campo de concentración de Mauthausen hasta la Alemania de los encubridores de criminales del nazismo, el Vaticano, la España preconstitucional y una Lisboa que recibe con júbilo la revolución de los claveles. Un marco irrepetible para la persecución sin cuartel de uno de los muchos médicos tristemente famosos por el trato que concedieron a los prisioneros de la contienda mundial.

Para olvidar quién fuiste es una historia de cazadores de nazis, personajes atípicos que dedican su vida a una causa justa que, desgastada por el paso del tiempo, acaba adquiriendo resonancias de venganza. Y es en los personajes, perseguidores y perseguidos, donde se cimienta esta novela. Porque los primeros, personas tan corrientes como extraordinarias, dan vida a una anómala saga familiar, mientras los segundos constituyen el retrato fijo del clan en fuga.

Será el encuentro casual de sus dos vástagos el percutor que active el desenlace en el mejor escenario posible: la Patagonia, el refugio de los huidos, el remedo de la Europa que éstos añoran.




3 comentarios:

  1. El de Jack el destripador me encantó, es un autor que escribe genial.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. ¡Hola!

    No lo conocía, pero creo que pueden gustarme sus libros.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. No conocía al autor. Gracias por la entrevista.
    Besos.

    ResponderEliminar