Tanto por descubrir. La literatura pone al alcance de los lectores nombres que siembran el planeta, hombres y mujeres de cualquier punto de este mundo, capaces de construir historias valientes, evocadoras, intimistas, veraces, cotidianas, amenas,... Siempre digo que ahí radica lo maravilloso del universo editorial, en la posibilidad que buscar y hallar, de topar y encontrar. No conocía Pedro Plaza Salvati, venezolano de nacimiento pero afincado en Barcelona no hace tanto tiempo. Escritor de cuentos, novelas y relatos, llega a España, de la mano del sello Kalathos para contarnos la historia de Andrés y Cristina, un matrimonio venezolano que ha estado residiendo durante un tiempo en Nueva York. Sin embargo, todo toca a su fin y la pareja tendrá que regresar a Caracas.
Hace unas semanas Pedro Plaza Salvati visitó Sevilla para presentar esta última novela, Broadway-Lafayette: El último andén, y tuvimos la oportunidad de conversar con él.
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[Fuente: Twitter Pedro Plaza] |
Marisa G.- Pedro, la primera pregunta corresponde a una curiosidad. En el año 2017, ganas el Premio Transgenérico. ¿En qué consiste este premio, porque puedo entender el término pero nunca había conocido un premio de este tipo?
Pedro P.- Es un premio de la Fundación para la Cultura Urbana en Venezuela. A pesar de todo lo ocurrido en mi país durante los últimos años, este premio ha sabido mantenerse en el tiempo. Hoy en día es el más sólido en Venezuela. Y lo de transgenérico tiene que ver con la posibilidad de poder concursar con cualquier tipo de género. No es un premio de novela, o de poesía, o de relato. Es un premio de todo. Así que se puede competir con una obra de cualquier género o incluso, con un libro que sea un híbrido, una novela que parezca ensayo, o un libro de narrativa escrita en prosa poética. De hecho, se fomenta que sean textos experimentales.
A los ganadores de un año le piden que sea jurado de la edición siguiente. Cuando me tocó a mí, descubrí lo difícil que es evaluar todas las obras porque tuve que leer poesía, ensayo, cuentos, novelas, todos los géneros o una mezcla de todos ellos. Doscientos veinte manuscritos. Un premio difícil de otorgar.
M.G.- Es muy curioso porque creo que en España no hay un premio de estas características. En cualquier caso, sé que has tocado varios géneros pero declaras que cada vez te sientes más incapacitado para escribir cuentos. ¿Por qué?
P.P.- Mi primer libro, 'Decepción de altura', fue un libro de cuentos. No siempre ocurre así, pero es habitual que uno empiece por los cuentos cuando se inclina hacia la narrativa. Sin embargo, en aquel libro de cuentos ya se percibía mi propensión hacia el entramado novelesco, porque estaban conectados por algunos temas y personajes. Un personaje secundario y plano de un cuento saltaba al siguiente como personaje principal. De todos modos, son cuentos que se pueden leer de forma autónoma.
Si declaro mi incapacidad es porque no siento que ahorita haya una propensión en mí para desarrollar cuentos. Me siento ahora mucho más cómodo con la novela, o con la crónica, o incluso con los textos híbridos. Ahora mismo no me nace el cuento, además de que es un género muy difícil. Es un entramado de relojería y se emparenta mucho con la poesía, por la depuración del lenguaje.
M.G.- ¿Esta es la primera vez que publicas en España?
P.P.- Sí, sí, aunque ya he aparecido en un par de antologías.
M.G.- Y lo haces a través de la editorial Kalathos, un sello venezolano pero que también se ha afincado en España. ¿Crees que la literatura venezolana actual ocupa el lugar que le corresponde en España?
P.P.- Kalathos es una editorial de capital venezolano pero funciona como editorial española, solo que, como punto de arranque, tomó muchos autores venezolanos. Algo similar hizo la editorial Candaya, tiene sede en Barcelona. Creo que hay mucha y buena literatura venezolana. Quizá lo que se conoce más en España es la poesía venezolana, porque se ha publicado mucho y ha tenido mucha presencia en los medios españoles. En cuanto a narrativa, se está empezando a dar a conocer. Por ejemplo, a Rodrigo Blanco lo publicó Alfaguara en España, ha ganado el premio al libro extranjero más importante en Francia y acaba de ganar la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en México. Es un autor que sí se está proyectando actualmente en España. Luego también está Karina Sainz Borgo con 'La hija de la española', y Juan Carlos Méndez Guédez, que lleva mucho tiempo batallando para entrar en las altas esferas de la literatura española, ha publicado buenos libros y ha ganado varios premios. Todavía queda mucho por descubrir de la literatura venezolana.
M.G.- Bueno Pedro, háblame un poco de esta novela. Según dice la nota de prensa, el lector va a encontrar extorsiones, intentos de secuestros, desapariciones, pero todo mezclado con una historia de amor. ¿Qué nos puedes decir?
P.P.- Es una historia de amor pero también de horror. En la novela, hay dos polos. Por un lado, está Nueva York, y por otro, Venezuela. Es la historia de una pareja (Andrés y Cristina) que vive en Nueva York, donde ella hace un doctorado en literatura. Pero llega un momento en el que tienen que regresar a su país. En ese punto es cuando empiezan los problemas de la pareja, porque tienen que volver a Venezuela, un país con condiciones muy poco adecuadas. Quiero aclarar que no es una novela política pero sí hay descripciones de la realidad venezolana que se vive. Traté de no juzgar sino de mostrar.
El marido regresa a Venezuela antes que la mujer, para preparar el apartamento que le ha prestado un hermano. Él lo está remodelando, con la ilusión de reencontrarse con la esposa pero, por un motivo y otro, eso no ocurre. Así que hay un ir y venir entre Caracas y Nueva York. En ese ir y venir, por un lado se retrata el horror neoyorkino, a través de la novela que la mujer está escribiendo, dentro de su doctorado en literatura. Ese libro trata sobre las minorías y ella está obsesionada con la mendicidad de Nueva York. La verdad, es que este es un tema que a mí me llegó a obsesionar también. Es un mundo subterráneo increíble. Los mendigos viven incluso dentro del metro, como en cuevas y casas pequeñas que construyen. Por otro lado, también está retratado la vida venezolana. Así que son dos mundos paralelos que van cayendo en ruina y van aprisionando al personaje, que lo va perdiendo todo.
M.G.- ¿Pero se podría decir que hay una reflexión sobre la inmigración-emigración? ¿O un análisis del porqué una persona se ve obligada a abandonar su país? ¿O lo que encuentra cuando regresa?
P.P.- No es una reflexión propiamente pero sí es cierto que el protagonista, cuando llega a Venezuela y asciende hacia Caracas, queda totalmente horrorizado por el declive de la ciudad. Venezuela ha sufrido un deterioro descomunal que ha propiciado que, a su vez, mucha gente se vaya. Como te digo, no es una novela política pero sí hay un retrato sin opinar sobre ese padecimiento en el cual se han visto muchos venezolanos, que han tenido la necesidad de irse sin querer irse. Los venezolanos que se han ido lo han hecho porque no tenían más remedio. Esto afectaba antes a los estratos medios-altos y ahorita alcanza a todos los niveles. Así que, el dilema de la emigración sí se ve. Cuando llega a Caracas, casi todos sus amigos se han ido. Incluso su propio hermano vive en Madrid.
M.G.- ¿Y ese retrato de Venezuela que se ofrece en la novela, es actual? ¿La historia se ubica en nuestros tiempos?
P.P.- La historia tiene un tiempo bien específico. Comienza en junio de 2012, momento en el que la pareja tiene que regresar, aunque ella se queda un mes más en Nueva York. De ahí en adelante, hay un salto cronológico de nueve meses, por lo que los hechos llegan a principios de marzo de 2013. Así que, se retrata la parte de Caracas en ese momento. De todos modos, en un par de veces el propio narrador adelanta lo que ocurrirá en el país más adelante.
M.G.- Entonces las dos ciudades tendrán mucho protagonismo en la novela, ¿cierto?
P.P.- Correcto. Hay capítulos dedicados a Nueva York, otros a Caracas y otros en los que se intercalan.
M.G.- Pero esta es una novela en la que no solo bailan los escenarios, sino también los narradores.
P.P.- Sí, sí... El narrador en primera persona se ancla en Andrés. El narrador en tercera persona narra lo que ocurre con Cristina.
M.G.- He percibido que ese narrador en tercera persona está muy vinculado con la novela que Cristina está escribiendo.
P.P.- Si, está muy relacionado con todo lo que a ella le ocurre y claro, también lo está con la novela que está escribiendo.
M.G.- Cuando has mencionado que esta novela no es política, he recordado tus post en Twitter, que muchos sí tienen que ver con la política de Venezuela o la política de España. Vives en Barcelona actualmente y todos sabemos lo que está ocurriendo allí. ¿Cómo ves tú la situación?
P.P.- Bueno, para empezar, los venezolanos estamos enfermos de política y a veces no tenemos consciencia de que sobresaturamos a los que nos escuchan. Es curioso porque, hay autores venezolanos, de los que lees sus obras, y luego te asomas a su Twitter y te das cuenta que son súper radicales, de un lado y de otro. Intento no ser sectario y hay que decir que los autores que sobresalen en la literatura venezolana de las últimas décadas, ninguno está con el proceso revolucionario. No sé por qué, de este proceso, no han surgido grandes autores. La visión que existe de muchos autores venezolanos es la visión del opositor, si es que se puede llamar así.
Sobre España, no tengo autoridad para opinar pero si veo algo de la cotidianidad en Barcelona, lo suelo comentar. Lo que pasa en Barcelona, tiene ciertas similitudes con Venezuela. No me refiero a los motivos de fondo, porque Venezuela es un país que ha caído en los peores niveles de condiciones económicas, de precariedad de vida,... La lucha venezolana es para tratar de salir de este estado de colapso y de ruina en el que se encuentra, donde el salario mínimo hoy en día es de 10 dólares, y la inflación ya ni se puede medir. Esta situación económica es horrorosa, pero en Barcelona, o en España en general, hay bienestar económico, hay estabilidad, libertad,... Yo vengo de un país donde las personas no se pueden expresar libremente, donde hay censura en la televisión y auto-censura, donde los medios no pueden imprimir en papel. Pero, ¿en qué me recuerda todo esto a Barcelona? Pues cuando se interrumpe la vida normal, cuando quieres tomar un autobús y no puedes porque hay manifestantes aquí, o están quemando basura allá. He ningún momento he sentido que mi vida estuviera en peligro y pasé por zonas bien convulsionadas pero, si te sientas en la sala de tu casa y escuchabas los disparos, parecen exactamente que estás en Caracas. Así como las diferencias de motivaciones son muy distintas -Caracas quiere salir de la miseria mientras que en Barcelona, una parte de la población quiere la independencia-, las ráfagas de disparos, las consignas, el helicóptero sobrevolando la zona, los gritos y el vandalismo,... eso sí recuerda a Caracas. Por otra parte creo que los bloqueos que hacen los independentistas, perjudican mucho a los que están a favor de la independencia pero son pacíficos. Es una situación bien complicada.
M.G.- En cualquier caso, en este país estamos llegando a unos niveles irracionales. Tantas elecciones, una tras otra, los resultados que no nos sacan del atolladero, los intentos de gobierno que no salen, las declaraciones en un sentido que, con el tiempo, se vuelven hacia el lado contrario... ¿Cómo lo veis los que venís de fuera?
P.P.- Por ir a lo positivo, esta hostigamiento de tener que ir a votar una vez y otra, no es más que un reflejo de que las instituciones funcionan. Hay un respeto institucional. Como venezolano siento que España tiene una democracia muy sana, que funciona muy bien, tanto que llega a este grado de hilaridad, de tener que estar repitiendo elecciones tan seguidas, quizá producto de egos y de atrincheramiento y de ciertas posturas políticas, en vez de tener una actitud más a favor de la negociación.
M.G.- Y hablando de hilaridad, y regresando a la novela, ¿podemos encontrar humor en la historia de Andrés y Cristina?
P.P.- Hay situaciones que per se, son algo hilarantes. No me propuse hacerlo así pero, a veces, sí hay escenas que dan risa. En algún momento, un crítico me ha llegado a decir que no sabe si mi prosa es para reír o para ponerse serio. Y otra persona me dijo que el diálogo entre Jesús Cacique y Bigotes, dos personajes de la fauna caribeña, son muy divertidos. Ellos representan un retrato de la idiosincrasia de ese Caribe venezolano.
M.G.- Me han llamado la atención de los diálogos del matrimonio. Me han parecido muy creíbles. Usted suele decir que le gusta escribir historias muy pegadas a la realidad.
P.P.- Bueno, uno escribe cosas que luego son descubiertas por los lectores. A mí lo que me emociona es escribir sobre hechos que retraten la realidad. Hay distintos grados de manejo de la ficción. Te puedes sentar en tu escritorio e inventar, e inventar, llegando casi al límite de lo fantástico. No es algo que me anime como creador, me gusta más centrarme en la realidad porque es muy rica. De todos modos, cuando escribes tienes que echar mano de la invención para que todo cuadre y todos los mecanismos se engranen. Debe existir un grado de verosimilitud y coherencia.
M.G.- Para finalizar, hábleme del título de la novela. Intuyo que está muy relacionado con la parte de la historia que ocurre en Nueva York.
P.P.- Sí. Broadway-Lafayette es una estación de Nueva York. La pareja vive junto a esa estación, es la que más frecuenta y es en esa estación donde vive Scott, un mendigo canadiense con el que Cristina interactúa. El título refleja el simbolismo subterráneo, esa vida de destinos rotos que hay en el metro de Nueva York, unido a la vida de destinos rotos en Venezuela. Hay como un paralelismo. Broadway-Lafayette es como el último andén de la vida perdida de los neoyorkinos, pero a la vez es la última oportunidad para esa vida perdida de los venezolanos.
M.G.- De acuerdo Pedro, pues te agradezco mucho este momento de conversación que hemos compartido. Te deseo mucha suerte con la novela.
P.P.- Gracias a ti por atenderme.
Sinopsis: Nueva York y Caracas son los polos magnéticos de esta novela en las que Pedro Plaza Salvati ha unido sus dos vocaciones, la del fabulador y la del cronista. Caraqueños en Nueva York, escindidos íntimamente entre la necesidad de huir del desastre y la no menos perentoria de mantenerse fieles a su ciudad y a su pasado, los personajes de Pedro Plaza Salvati se asoman a los túneles de trastorno y miseria de la capital del primer mundo y al desmoronamiento, la confusión, la crueldad, de su propia ciudad siempre añorada a pesar del desastre. Una gran novela de personajes, hablas populares, destinos rotos, literatura y memoria. En las entrañas de ciudades tan modernas como Nueva York, entre la sordidez y la melancolía de los vagabundos, hay regiones imaginarias donde Orfeo todavía sigue las huellas de su amada. [Web editorial]