Javier Cid es periodista, hijo, amigo, vecino, compañero y seguro que muchas cosas más que a mí se me escapan. Sé también que un día fue bloguero, cuando administraba la bitácora Blogback Mountain, como sección del periódico El Mundo. Era allí donde comenzó a contar sus andanzas a través de un personaje de ficción al que llamó Martín Lobo y fue a través de aquel espacio donde se desnudó. Entiéndase, figuradamente. Las entradas de aquel blog, que llevaba por subtítulo Diario de un gay, acumuló tantísimos comentarios -hubo de todo- y visitas que supuso la apertura de un nuevo proyecto. En 2010 nació su primer libro El diario de Martín Lobo, así que se convirtió también en escritor. Y aunque han pasado nueve años desde entonces, Javier Cid sigue siendo periodista, hijo, amigo, vecino, compañero y seguro que muchas cosas más, alguna incluso vinculada con su ámbito privado, esfera en la que no pienso meter un pie. ¡Ay! Dejé atrás lo de escritor. Pues sí, sigue siendo escritor. Su última publicación, Llamarás un domingo por la tarde así lo corrobora. De este nuevo trabajo y de todo lo que contiene la trama, hablamos unos minutos con el periodista, hijo, amigo, vecino y compañero. Ahí lo lleváis.
Javier C.- Sí, un poco. En aquella época había pocos blogs y menos de esta temática y menos aún, en un medio como era 'El Mundo'. Fue una aventura porque sorprendió a todo el mundo, a mis jefes, a mis compañeros de trabajo,... Nadie sabía muy bien qué decirme, cómo valorar aquello por temor a parecer que me estaban censurando. Pero el blog me dio muchas alegrías y a fue a partir de entonces, cuando pude publicar 'El diario de Martín Lobo'.
Escribir un libro es una actividad muy solitaria. He estado un año encerrado en casa, sin hablar con nadie, sin saber si lo que estaba haciendo iba a funcionar o no. Con el blog fue distinto, estás constantemente interactuando con los lectores. Fue un blog bastante literario porque aunque tratara de mi vida, le metía mucha literatura. Es mi manera de escribir. Dos días a la semana volcaba un texto que tenía muchos comentarios, donde la gente me decía lo que le parecía y otros me insultaban pero bueno, a mí siempre me ha ido la marcha.
M.G.- La novela arranca con un desamor, con una ruptura sentimental. ¿Cómo es esa bajada a los infiernos?
J.C.- Después de cinco años de vida en pareja, con el que has montado un hogar, lo amueblas, te compras una cama 'king size' y un sofá enorme, resulta que llega un día en el que todo se acaba. Y vuelves del trabajo y te encuentras solo. Entro en esa casa y siento que las paredes se me caen encima. Me acuesto en esa cama y sigo durmiendo en mi lado durante muchos años aunque el otro estaba vacío, algo muy freudiano, y me siento en un sofá que me queda grande. Tras romper una relación de pareja, uno tiene que aprender a andar de nuevo. Es que si montas tu vida con una persona y todo lo que haces es con ella, las vacaciones, la lista de la compra, la película que vas a ver el domingo, el restaurante al que vas a ir a cenar el sábado,... y luego rompes, hay que aprender a vivir desde cero. Y no es tan malo. Es un momento para buscar el equilibrio, para aprovechar estos tiempos en los que estas solo, para conocerte, para estar contigo mismo, para viajar solo, para conocer a gente nueva. Pero en mi caso, es algo duro porque soy muy intenso. Cuando he tenido pareja lo he vivido al mil por cien y cuando lo he dejado he sufrido como el que más, aunque cuando he estado soltero, también me he divertido como el que más. Todo lo hago como muy a lo loco.
De esa bajada a los infiernos arranca una historia de búsqueda personal, de encontrarse a uno mismo, de superar la crisis de los 40, de ver como todos tus amigos empiezan a tener hijos y tú te quedas de lado, como si ellos pasaran a la siguiente pantalla de la partida y tú te quedaras atascado. Y en el caso de vosotras, las mujeres, casi que peor porque a todo ese drama se le suma la presión del reloj biológico... Por suerte, ahora estoy en pareja. Así que estoy encantado.
M.G.- Una pareja a la que le dedicas el libro, por cierto.
J.C.- Sí, además lo conocí justo cuando estaba terminando la historia. Fíjate cómo son las cosas. Estoy escribiendo una novela sobre el desamor y sobre la búsqueda incansable de la felicidad, de compañía y de cariño, y aparece él. Ahora estoy en el otro lado.
M.G.- Ahora tienes que escribir la historia desde el otro ángulo.
J.C.- Sí, pero las tragedias venden mucho más. Mi vida en pareja es mucho más plácida, mucho más cómoda, más tranquila y pasan muchas menos cosas. Cuando estoy en pareja, no me meto en líos ni viajo a lugares raros a hacer el burro. Así que, menos carne de cara a la ficción. Cuando he estado soltero es cuando me ha pasado de todo.
M.G.- El libro tiene su dosis de humor aunque cuentas temas bastante serios como el bullying al que estuviste sometido de pequeño.
J.C.- Claro, es que si no le meto humor, qué voy a hacer. ¿Quedarme veinticinco años metido en el bucle obsesivo, lleno de rencor, pensando una y otra vez lo que me hicieron? Tengo 40 años y no voy a estar veinticinco años después con esa sed de venganza.
En su momento escribí un post en Facebook que se hizo viral. Resulta que me agregaron a un chat del colegio porque se cumplían veinticinco años y querían organizar una cena. Lo que me pasó era algo que ya tenía superado y tenía pensado ir a la cena si la organizaban pero fueron pasando los días y de repente, empecé a pensar en todo lo que me habían hecho y escribí aquel post. Me desahogué. Con todo lo que me habían hecho pasar, ¿cómo tenían ahora la poca vergüenza de escribirme para vernos? En esos momentos pensaba mucho en mi madre, porque los niños olvidan las cosas, superan los dramas mejor que los adultos. Mi madre lo pasó muy mal. Se lo conté y respondió que qué hijos de puta. Esa frase se me quedó grabada y por eso escribí ese post. Luego se convirtió en viral, se me fue un poco de las manos. Hubo un momento en el que me llamaron de varios medios de comunicación, tuve miles de solicitudes de amistad, mensajes de madres que estaban pasando por lo mismo que había pasado la mía, con hijos que eran víctimas de bullying. Aquello me superó porque me sentí culpable al haber soltado aquel globo sonda. Los niños te llaman maricón, como te llaman gordo o como le llaman jirafa a una chica alta. ¿Hasta qué punto hay maldad? No sé. Por suerte, ni dije nombres de nadie, ni de la ciudad, ni del colegio. Hablé de una situación general que sufrí durante muchos años. Esos chicos de entonces tienen hoy mi edad, y lo mismo tienen hijos que pueden ser víctimas de bullying. Si ese mensaje les has llegado y hay uno de ellos que se arrepiente y reconoce que se pasó conmigo, con eso me doy por satisfecho.
En realidad, introduje el tema en el libro porque me daba juego pero no he querido recrearme ni profundizar demasiado. Lo que pasa es que, últimamente voy a la tele, y me presentan como el homosexual maltratado y yo no soy eso. Soy muchas más cosas. Que tuve una infancia complicada, pues sí, como la de muchos niños más pero soy más que un homosexual maltratado.
M.G.- Pues, al hilo de lo que cuentas, quería preguntarte en qué mundo seguimos viviendo, si seguimos siendo tan ignorantes y tan intolerantes. Porque yo pienso que hay mucha teoría y muy poca práctica. Creo que seguimos definiendo a las personas por su orientación sexual en vez de por otras cualidades. Es más común y también más mezquino referirnos a alguien como el homosexual en vez de como el periodista que ha escrito un libro, ¿no te parece?
J.C.- Sí, es verdad. Y quiero entender que se hace así porque se entiende como algo exótico. No me lo quiero tomar como algo negativo, como una etiqueta que te encasilla. Hace diez años de aquel blog en el periódico, que fue una salida del armario a lo bestia, con millones de lecturas. Si ahora me llaman homosexual, me da igual. Es algo que tengo muy superado. También es cierto que vivo en Madrid, donde hay una apertura que no la hay en otros lugares. No es lo mismo una ciudad grande como un pueblo. No es lo mismo este país que esos ocho países donde la homosexualidad está penada con la muerte, o esos otros treinta, donde está penada con la cárcel. Por eso me hace mucha gracia la gente que se queja por la celebración del Orgullo Gay. Mira, es que a ti no tratan de insultarte llamándote heterosexual, ni te van a matar o a meter en la cárcel por ser homosexual en algunos países. En cualquier caso, si me llaman gay, pues bueno pero si me dicen maricón... Todo depende de con qué tono uses la palabra.
M.G.- En plan despectivo.
J.C.- Claro. Y en función de cómo se utilice, por supuesto que ofende. Todavía hay muchas cosas que hay que trabajar. Y encima estamos viviendo una situación política con partidos de extrema-derecha que están haciendo declaraciones bastante peligrosas. Sé que lo dicen porque se deben a su público y necesitan titulares. No se van a llegar el Orgullo a la Casa de Campo pero... Es que están a favor de la terapias reparativas, cuando eso es un delito penado. Y además hay partidos demócratas que les están dando la llave para estar en instituciones, en ayuntamientos, en comunidades autónomas, me parece totalmente peligroso. Ya hace mucho tiempo de la ley de vagos y maleantes para que ahora vengan políticos, que cobran sueldos públicos, a decirte estas cosas.
M.G.- Javier, tenemos muy poco tiempo pero no quiero dejar te preguntarte por el premio que te han dado.
J.C.- Sí, el Alan Turing, un premio que se le da a ciertas personas por su labor al favorecer los derechos LGTBI y a mí me lo han dado en la categoría de comunicación por cosas como estas, por el blog, por mis post en Facebook, por mi carta sobre el bullying. Es la tercera edición que se celebra, en Arona (Tenerife) y estoy muy contento. Es un premio que se lo han dado a Zapatero, a Nacho Duato, a la Fundación Harvey Milk. Este año vino Caitlyn Jenner, la madrastra transexual de las Kardashian, que se ha convertido en un referente. Estoy muy contento.
M.G.- Lo imagino. Bueno Javier, espero que tengas mucha suerte con el libro. A mí me apetece mucho leerlo y prometo ponerme con él este verano. Un placer conocerte y gracias por tu sinceridad.
J.C.- Muchas gracias a ti. Espero que tu guste.
Llamarás un domingo por la tarde promete ser una lectura en la que todos nos podemos ver reflejados. Las rupturas sentimentales provocan emociones comunes y me apetece comprobar por qué fases atraviesa el protagonista de este libro, en el que Javier ha puesto toda su piel.
M.G.- Lo imagino. Bueno Javier, espero que tengas mucha suerte con el libro. A mí me apetece mucho leerlo y prometo ponerme con él este verano. Un placer conocerte y gracias por tu sinceridad.
J.C.- Muchas gracias a ti. Espero que tu guste.
Llamarás un domingo por la tarde promete ser una lectura en la que todos nos podemos ver reflejados. Las rupturas sentimentales provocan emociones comunes y me apetece comprobar por qué fases atraviesa el protagonista de este libro, en el que Javier ha puesto toda su piel.
Gracias por esta fantástica entrevista, Marisa
ResponderEliminarBesos
Gracias por presentarnos autores, eso hace que empaticemos más con sus novelas.
ResponderEliminarTe sigo con la anterior cuenta.
B7s