El pasado está lleno de episodios duros y crueles y la literatura es un buen vehículo para denunciarlos. Emilio Calderón, ganador del XIII Premio Fernando Lara en 2008 con El judío de Shanghai y finalista en el LVIII Premio Planeta con La bailarina y el inglés (2099) escarba ahora en la dictadura argentina para conducirnos a la familia Bocanegra, en la que sus miembros ocultan secretos inconfesables.
El autor malagueño visitó Sevilla en la pasada feria del libro y nos concedió unos minutos durante la firma de ejemplares para responder a algunas preguntas sobre su última novela, Los ojos con mucha noche (Algaida Editores)
El autor malagueño visitó Sevilla en la pasada feria del libro y nos concedió unos minutos durante la firma de ejemplares para responder a algunas preguntas sobre su última novela, Los ojos con mucha noche (Algaida Editores)
M.G.- Emilio, publicas novelas para adulto pero tú empezaste con literatura infantil y juvenil, ¿has abandonado el género?
Emilio C.- No, lo alterno. De hecho en octubre sale una novela juvenil que se va a titular 'Esperando a los hombres peces'. La he escrito al mismo tiempo que he escrito esta y me ha servido un poco de desahogo porque 'Los ojos con mucha noche' es una historia muy dura. Aunque está ambientada en Madrid recupera la dictadura cívico-militar argentina y hay pasajes de la novela que son especialmente cruentos.
M.G.- La cita inicial es de Primo Levi. Esas líneas nos dan un pista de lo que vamos a encontrar en la novela, personas perversas que aparentan ser corderos, ¿no?
E.C.- Sí, exacto. La dictadura militar argentina no se hubiera podido mantener sin el elemento cívico, sin ese funcionario que, tras su trabajo, llega a su casa con la conciencia tranquila y abraza a sus hijos. Otra cosa es lo que hace durante el trabajo, ejercer la función pública dando respaldo a la dictadura y a esos crímenes tan atroces que se cometieron.
M.G.- Porque Emilio, a través de un hilo argumental en el presente, retomas y cuentas una historia que ocurre durante la dictadura argentina, ¿verdad?
E.C.- Exactamente. La historia se remonta al año 77. En ese sentido, el pasado se convierte en un personaje más de la novela, es un personaje principal. A unos el pasado los sorprende y a otros les da alcance. El pasado va mostrando esos acontecimientos, a esos civiles que dieron cobertura y cobijo a todo lo que sucedió.
M.G.- Para retratar lo que ocurrió en la dictadura argentina, ¿qué lecturas obligatorias has tenido que hacer?
E.C.- Una fundamental, 'El alma de los verdugos', un documental que luego se convirtió en dos tomos editados en RBA y publicados por el periodista Vicente Romero, que trabajó durante mucho tiempo en TVE, y el juez Baltasar Garzón. Ellos dos estuvieron en Argentina, hicieron este documental en el que se recogen quinientos o seiscientos testimonios, tanto de verdugos como de víctimas.
Un día, tuve la fortuna de cenar con Vicente Romero. Durante la cena me contó un caso que me motivó y pensé que la dictadura argentina era el espacio idóneo para ambientar la parte del pasado de la novela. Me contó la historia de una detenida, encerrada durante semanas y sistemáticamente torturada, a la que ponían la consabida capucha para que no viera a su verdugo. Pues bien, llegó un momento en el que ella le pidió a su verdugo que, antes de torturarla o mientras lo hacía, le diera la mano. Es decir, el verdugo le daba la mano y al mismo tiempo la torturaba. Ella buscaba afecto, empatía de otro ser humano, ante una situación en la que la habían despojado de su condición de ser humano. Es algo que me llamó la atención por la complejidad psicológica que encierra y que demuestra cómo puede el ser humano reaccionar ante ciertas situaciones. No todo es blanco y negro, sino que hay un enorme universo de grises. En esos grises es por dónde realmente transitamos.
M.G.- ¿Pero ese fue el motor que te impulsó a escribir esta novela?
Un día, tuve la fortuna de cenar con Vicente Romero. Durante la cena me contó un caso que me motivó y pensé que la dictadura argentina era el espacio idóneo para ambientar la parte del pasado de la novela. Me contó la historia de una detenida, encerrada durante semanas y sistemáticamente torturada, a la que ponían la consabida capucha para que no viera a su verdugo. Pues bien, llegó un momento en el que ella le pidió a su verdugo que, antes de torturarla o mientras lo hacía, le diera la mano. Es decir, el verdugo le daba la mano y al mismo tiempo la torturaba. Ella buscaba afecto, empatía de otro ser humano, ante una situación en la que la habían despojado de su condición de ser humano. Es algo que me llamó la atención por la complejidad psicológica que encierra y que demuestra cómo puede el ser humano reaccionar ante ciertas situaciones. No todo es blanco y negro, sino que hay un enorme universo de grises. En esos grises es por dónde realmente transitamos.
M.G.- ¿Pero ese fue el motor que te impulsó a escribir esta novela?
E.C.- Bueno, hace tiempo disfruté de una beca de creación literaria en Roma. Estando allí, buscaba un argumento para escribir una novela. Acabé en Sicilia, en la pequeña ciudad de Siracusa. Allí hay un teatro griego enorme, perfectamente conservado, donde Esquilo había estrenado obras y donde Platón había fundado su academia. El sitio era verdaderamente impresionante. Recuerdo que por entonces empecé a pensar que tenía que escribir una tragedia griega contemporánea pero ese germen quedó ahí hasta que empecé a oír noticias sobre la dictadura militar argentina. Cuando además me reúno con Vicente Romero y me cuenta tantas cosas, enseguida sentí que ahí estaba la tragedia griega contemporánea que quería escribir y la época en la que la podía ubicar.
M.G.- Sé que te has tenido que documentar mucho y has leído verdaderas barbaridades. Aun así, estando advertido, imagino que también te habrá provocado mucha repulsa ciertas cosas.
E.C.- Sí, mucho hasta el punto de tener que sacrificar el lenguaje. No quería que salpicara la sangre. Los hechos los he contado de tal modo que, uno pueda tener una clara evidencia de lo que pasó pero sin que llegue a provocarle un total repulsión. Todo lo que cuento lo he leído de una manera mucho más descarnada pero sabía que estaba escribiendo una novela y no un docu-drama o una crónica.
M.G.- Con lo cual, los lectores que son especialmente sensibles se pueden acercar a esta novela sin problemas.
E.C.- Pueden leerla perfectamente. De hecho, el 'feedback' que estoy recibiendo va precisamente en este sentido, en que, a pesar de la dureza, se lee bien. Es uno de los temores que tenía y creo que justificado porque la historia es realmente dura.
[Fuente: Web editorial] |
E.C.- Es una novela negra coral con tintes políticos y de thriller psicológico. Es el lector el que va descubriendo cuáles son las piezas del puzle y será él mismo el que irá encajándolas. Realmente, no hay un policía ni un inspector o investigador, sino que se trata del propio lector el que tiene que hacer esa función y el que se tiene que implicar frente a una historia que también tiene sus giros argumentales para mantener viva la atención de lector, sobre todo, teniendo en cuenta que en algún momento se enfrenta a pasajes terribles.
M.G.- Porque encima retratas episodios reales.
E.C.- Gran parte de lo que cuento son episodios reales, sí. Hay otra parte en la que he hecho más ficción.
M.G.- ¿Y qué son los vuelos sin puertas?
E.C.- Era una manera de hacer desaparecer a las víctimas. Una vez que la persona era interrogada, se la hacía desaparecer. ¿Cómo? Si se la enterraba, podría darse el caso de que fuera descubierta algún día así que, a las víctimas se las anestesiaba, la introducían en un avión militar para llevarlos en un vuelo sin rumbo sobre el océano Atlántico. En un punto determinado, se abría las compuertas del avión y se arrojaba el cuerpo. Supuestamente, cuando se lanza un cuerpo desde cierta altura sobre el mar es como si uno diera contra una pared de cemento. Ellos pensaban que con eso era suficiente para hacer desaparecer un cuerpo pero el mar tiene la mala costumbre de devolver lo que traga. Así que, para desgracia de los militares, empezaron a llegar cuerpos a la costa y algunos fueron reconocidos. En particular, se produjo un caso con unas monjas, no sé si belgas o francesas, que fueron encontradas. Aquello provocó un conflicto de origen internacional y destapó lo que estaba ocurriendo con los famosos vuelos sin puertas.
M.G.- En cuanto a los personajes, ¿quiénes son los Bocanegra?
E.C.- Es una familia desestructurada. Ernesto Bocanegra es una mala persona, que solo ha pensado en sí mismo, en sus intereses y que ha tenido un pasado turbio, pero no tiene la conciencia ni limpia ni tranquila. Todo esto afecta negativamente en su relación con su familia. En ese ecosistema familiar, tan frágil de por sí, van a aparecer unos personajes que lo van a dinamitar del todo.
M.G.- Uno de los personajes que tiene mucho peso es la mujer de Ernesto Bocanegra, una prostituta de lujo.
E.C.- Es el personaje que articula toda la novela. En torno a ella, el resto de personajes van creciendo o decreciendo, según el caso. Desde mi punto de vista, ella representa el mito femenino, es la mujer que hace la función de prostituta pero también de madre, de amiga, de amante,... Cumple todas esas funciones dentro de la novela.
M.G.- Me llama mucho la atención que, al ojearla, incluyes emails, algo que le da mucho dinamismo a la trama.
E.C.- Sí, efectivamente. Si esta novela la hubiera escrito hace quince o veinte años, hubiera incluido cartas en vez de emails. Es una forma de involucrar otras historias dentro de la historia principal o troncal. En este caso he usado las nuevas tecnologías con esta finalidad, para hacer más fácil y más dinámica la lectura.
M.G.- El título hace referencia a un poema de Góngora. No sé exactamente cómo encaja Góngora en esta historia.
E.C.- Uno de los personajes es un editor de novelas que tiene vínculos con la Generación del 27. Góngora era un elemento fundamental de esa generación pero para mí fue siempre un poeta muy difícil. Sin embargo, a través de su generación y de una biografía que escribí sobre Vicente Aleixandre, descubrí que hay mucha luminosidad en sus metáforas y ese verso, tan inquietante, casi hipnótico, me servía perfectamente como título. Viene a representar lo que hay dentro de los personajes, mucha ira, mucho odio, mucha decepción. Estoy muy satisfecho con ese título. Sé que no es muy convencional pero tampoco lo es la novela.
M.G.- Emilio, lo dejamos aquí. Me pondré con la lectura este verano porque, a pesar de la dureza de la que hablas, debemos mirar de frente a ciertos acontecimientos de la historia.
E.C.- Sólo espero que te guste.
M.G.- Seguro que sí. Gracias.
E.C.- A ti.
Lectores a los que les gusta leer sobre nuestra guerra civil, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Lectores que se asoman a nuestro pasado, no tan lejano, para mirar cara a cara a todos aquellos verdugos que sesgaron la vida a tanto inocente. Esos lectores seguro que van a disfrutar con Los ojos con mucha noche. Yo seré uno de ellos.
M.G.- Emilio, lo dejamos aquí. Me pondré con la lectura este verano porque, a pesar de la dureza de la que hablas, debemos mirar de frente a ciertos acontecimientos de la historia.
E.C.- Sólo espero que te guste.
M.G.- Seguro que sí. Gracias.
E.C.- A ti.
Lectores a los que les gusta leer sobre nuestra guerra civil, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Lectores que se asoman a nuestro pasado, no tan lejano, para mirar cara a cara a todos aquellos verdugos que sesgaron la vida a tanto inocente. Esos lectores seguro que van a disfrutar con Los ojos con mucha noche. Yo seré uno de ellos.
Ningún crimen de guerra debe ser
ResponderEliminarolvidado, ninguna injusticia ha de ser obviada, y volver la vista atrás nos permite ser menos intolerantes en el presente.
Besitos 💋💋💋