Nacionalidad: España.
Director: Pedro Almodóvar.
Reparto: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo.
Género: Drama.
Sinopsis: Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. Dolor y Gloria habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.
Siempre he pensado que no soy fan del cine almodovariano, pero haciendo un repaso a su filmografía, algún que otro título no me ha disgustado excesivamente. Creo que mis reticencias tienen que ver con su tendencia al drama intenso (sus comedias la digiero menos) o con la elección del reparto. Hay nombres que se repiten en sus películas, actores y actrices con los que no comulgo mucho, así que la suma de ambos factores, no generan en mí la imperiosa necesidad de acudir al cine cada vez que estrena trabajo. No obstante, creo que con Dolor y Gloria, un título que me suena a tema bélico -la vida es una batalla en sí misma-, voy a reconciliarme un poco con él, con su trabajo y con sus personajes. ¿Quizá se debe a que hay mucho de sí mismo en esta historia? Puede ser que, al tocar lo más personal, haya conectado con él o que he visto a un Antonio Banderas, más Almodóvar que el propio Almodóvar.
Para resumir la trama, la película que aporta Filmaffinity es bastante completa. Como bien dice, Salvador es un director de cine en horas bajas. Tuvo mucho éxito con sus películas anteriores pero ahora parece estancado. No es que haya perdido la chispa, es que está maltrecho, herido por fuera y por dentro. Ha llegado a ese punto en el que todos hacemos balance, o deberíamos hacerlo. Creyendo estar acabado, repasa su vida. Los hechos del presente lo arrastran al pasado, a aquellos días de verano junto al río, mientras su madre lavaba la ropa con las vecinas, a su paso por el seminario, a su traslado a Madrid, a los amores, al cine, a la noche madrileña,... Se le acumulan los recuerdos, al tiempo que se reencuentra en el presente con Alberto, el actor que interpretó el papel protagonista en la película Sabor, un largometraje reeditado y que ahora quieren volver a proyectar al considerarla un clásico. Salvador y Alberto no acabaron bien pero con el reestreno de la película, liman asperezas.
El pasado llamará también a la puerta de Salvador a través de un antiguo amor que surge casi de la nada para recordarle que se puede amar intensamente y que las drogas lo destrozan todo. Pero Salvador no solo está herido en el alma. También su cuerpo se resiente. Tiene mil dolencias, terribles dolores que lo incapacitan para hacer lo que más ama, escribir y rodar. La medicación ya no es suficiente y acudirá a la heroína. ¿No quedamos en que las drogas son malas compañeras? Pero será precisamente ese pasado, y el recuerdo de un día en el pueblo, el que le de la fuerza suficiente para reencontrarse a sí mismo.
Dolor y Gloria tiene un claro componente nostálgico que Antonio Banderas sabe explotar en el papel de Salvador Mallo. El malagueño nunca estuvo entre mis actores predilectos pero su papel de hombre atormentado me ha atrapado. No me extraña su premio en Cannes. A lo largo de toda la cinta muestra esa pesadez del alma, esa desgana por la vida que afecta a los que ya se creen vencidos, a los que piensan que ya nada será igual, que ya vivieron su momento de gloria y que ahora solo queda el dolor. ¿Y el amor, qué? Será Mallo el que soporte el peso total de la cinta, apoyado a ratos por el papel de Jacinta, la que fue su madre (Penélope Cruz -la madre joven- y Julieta Serrano -la madre vieja-), con la que mantuvo aquella relación tan especial, en la que existían silencios que jamás fueron pronunciados.
Si Banderas me ha convencido -como dijo más arriba me ha parecido más Almodóvar que el propio cineasta-, con Cruz no termino de hacer las paces. No digo que su interpretación sea mala pero ha recordado a otros papeles ya vistos, a otras mujeres de pueblo o de barrio humilde a las que dio cuerpo, acento y copla. He sentido como si la estuviera viendo en otra cinta. Los actores y actrices deben ser camaleónicos, tener la capacidad de camuflarse y a mí Cruz me ha parecido la misma de otras veces.
Asier Etxeandia como Alberto es una buena réplica para Banderas. Su interpretación es creíble en el papel de actor del que ya nadie se acuerda y necesita renacer. Entre ambos se generan los mejores momentos de tensión que le dan un punto álgido a la historia.
Y luego está Sbaraglia que hará el papel de Federico, aquel amor de Salvador durante la movida madrileña. Aquel niño que se hundía, consumido por las drogas, mientras el otro era encumbrado a la gloria. Lástima que la escena conjunta de ambos sea tan breve. La química, la magia que surge en ese cruce de miradas, en esos silencios, en esas palabras que no pronuncio con los labios pero te las digo con los ojos, es tan potente que dejé de respirar. Por un momento me hubiera gustado un giro, una nueva oportunidad para Salvador, que la necesitaba a gritos.
La película cuenta con algunos cameos. Debes ser muy rápido si quieres cazar a Agustín Almodóvar. Me ha encantado volver a ver a Cecilia Roth, a pesar de haber perdido frescura y naturalidad en el rostro tras algún retoque. Raúl Arévalo, está poco explotado.
Narrada con muchos saltos en el tiempo -creo que quiere contar mucho en poco tiempo-, siento que el guion no profundiza demasiado en la vida de Mallo. Pasa de puntillas por los tres pilares de su vida, la relación con su madre, el descubrimiento de su identidad sexual, el amor de adulto que lo dejó marcado,... todo ello acompañado de su carrera cinematográfica de la que apenas se dan tres pinceladas. Por otra parte, me ha gustado la dirección, la estética psicodélica de algún pasaje, los decorados que tan bien encajan con el personaje y la caracterización de Salvador. Muy acertado el trabajo de peluquería y vestuario.
Dolor y Gloria me ha gustado. Sí, debo confesarlo. Como en su día me gustó La mala educación o La ley del deseo. Visto lo cual, parece que sus personajes dramáticos masculinos me resultan más convincentes que los femeninos -Julieta no fue totalmente de mi agrado-. No diré que es la obra maestra del manchego, como algunos afirman, pero, hasta donde yo he visto, sí creo que es la mejor interpretación de Antonio Banderas y eso consigue que la película suba unos cuantos enteros. Así que, si eres fan de Almodóvar, esta película te gustará, y si no, creo que bien merece una oportunidad porque la cinta respira emoción, nostalgia y sinceridad, más allá de lo que sea ficción o no.
[Fuente: Filmaffinity]
Para resumir la trama, la película que aporta Filmaffinity es bastante completa. Como bien dice, Salvador es un director de cine en horas bajas. Tuvo mucho éxito con sus películas anteriores pero ahora parece estancado. No es que haya perdido la chispa, es que está maltrecho, herido por fuera y por dentro. Ha llegado a ese punto en el que todos hacemos balance, o deberíamos hacerlo. Creyendo estar acabado, repasa su vida. Los hechos del presente lo arrastran al pasado, a aquellos días de verano junto al río, mientras su madre lavaba la ropa con las vecinas, a su paso por el seminario, a su traslado a Madrid, a los amores, al cine, a la noche madrileña,... Se le acumulan los recuerdos, al tiempo que se reencuentra en el presente con Alberto, el actor que interpretó el papel protagonista en la película Sabor, un largometraje reeditado y que ahora quieren volver a proyectar al considerarla un clásico. Salvador y Alberto no acabaron bien pero con el reestreno de la película, liman asperezas.
El pasado llamará también a la puerta de Salvador a través de un antiguo amor que surge casi de la nada para recordarle que se puede amar intensamente y que las drogas lo destrozan todo. Pero Salvador no solo está herido en el alma. También su cuerpo se resiente. Tiene mil dolencias, terribles dolores que lo incapacitan para hacer lo que más ama, escribir y rodar. La medicación ya no es suficiente y acudirá a la heroína. ¿No quedamos en que las drogas son malas compañeras? Pero será precisamente ese pasado, y el recuerdo de un día en el pueblo, el que le de la fuerza suficiente para reencontrarse a sí mismo.
Dolor y Gloria tiene un claro componente nostálgico que Antonio Banderas sabe explotar en el papel de Salvador Mallo. El malagueño nunca estuvo entre mis actores predilectos pero su papel de hombre atormentado me ha atrapado. No me extraña su premio en Cannes. A lo largo de toda la cinta muestra esa pesadez del alma, esa desgana por la vida que afecta a los que ya se creen vencidos, a los que piensan que ya nada será igual, que ya vivieron su momento de gloria y que ahora solo queda el dolor. ¿Y el amor, qué? Será Mallo el que soporte el peso total de la cinta, apoyado a ratos por el papel de Jacinta, la que fue su madre (Penélope Cruz -la madre joven- y Julieta Serrano -la madre vieja-), con la que mantuvo aquella relación tan especial, en la que existían silencios que jamás fueron pronunciados.
Si Banderas me ha convencido -como dijo más arriba me ha parecido más Almodóvar que el propio cineasta-, con Cruz no termino de hacer las paces. No digo que su interpretación sea mala pero ha recordado a otros papeles ya vistos, a otras mujeres de pueblo o de barrio humilde a las que dio cuerpo, acento y copla. He sentido como si la estuviera viendo en otra cinta. Los actores y actrices deben ser camaleónicos, tener la capacidad de camuflarse y a mí Cruz me ha parecido la misma de otras veces.
Asier Etxeandia como Alberto es una buena réplica para Banderas. Su interpretación es creíble en el papel de actor del que ya nadie se acuerda y necesita renacer. Entre ambos se generan los mejores momentos de tensión que le dan un punto álgido a la historia.
Y luego está Sbaraglia que hará el papel de Federico, aquel amor de Salvador durante la movida madrileña. Aquel niño que se hundía, consumido por las drogas, mientras el otro era encumbrado a la gloria. Lástima que la escena conjunta de ambos sea tan breve. La química, la magia que surge en ese cruce de miradas, en esos silencios, en esas palabras que no pronuncio con los labios pero te las digo con los ojos, es tan potente que dejé de respirar. Por un momento me hubiera gustado un giro, una nueva oportunidad para Salvador, que la necesitaba a gritos.
La película cuenta con algunos cameos. Debes ser muy rápido si quieres cazar a Agustín Almodóvar. Me ha encantado volver a ver a Cecilia Roth, a pesar de haber perdido frescura y naturalidad en el rostro tras algún retoque. Raúl Arévalo, está poco explotado.
Narrada con muchos saltos en el tiempo -creo que quiere contar mucho en poco tiempo-, siento que el guion no profundiza demasiado en la vida de Mallo. Pasa de puntillas por los tres pilares de su vida, la relación con su madre, el descubrimiento de su identidad sexual, el amor de adulto que lo dejó marcado,... todo ello acompañado de su carrera cinematográfica de la que apenas se dan tres pinceladas. Por otra parte, me ha gustado la dirección, la estética psicodélica de algún pasaje, los decorados que tan bien encajan con el personaje y la caracterización de Salvador. Muy acertado el trabajo de peluquería y vestuario.
Dolor y Gloria me ha gustado. Sí, debo confesarlo. Como en su día me gustó La mala educación o La ley del deseo. Visto lo cual, parece que sus personajes dramáticos masculinos me resultan más convincentes que los femeninos -Julieta no fue totalmente de mi agrado-. No diré que es la obra maestra del manchego, como algunos afirman, pero, hasta donde yo he visto, sí creo que es la mejor interpretación de Antonio Banderas y eso consigue que la película suba unos cuantos enteros. Así que, si eres fan de Almodóvar, esta película te gustará, y si no, creo que bien merece una oportunidad porque la cinta respira emoción, nostalgia y sinceridad, más allá de lo que sea ficción o no.