Hace unas semanas publicaba la reseña de La letra pequeña, una colección de cuentos escritos por Andrés Pérez Domínguez, autor que ya ha pasado por este espacio en calidad de novelista con obras como La clave Pinner, Los perros siempre ladran al anochecer y Los dioses cansados. Sin embargo, nunca me había acercado a él como cuentista, un género con el que precisamente se inició en la profesión.
La letra pequeña es un volumen que contiene diez historias. De aquella lectura dije en su momento que poseía una carga intimista importante donde abundaba el monólogo interior y que estaban narrados de manera muy visual. Ha sido justo después cuando he podido conversar con el autor, cuando hemos podido sentarnos a desgranar estas historias que nacieron hace bastante tiempo, en algunos casos, y por las que el autor ha sido galardonado en algunos certámenes de relato corto.
La letra pequeña es un volumen que contiene diez historias. De aquella lectura dije en su momento que poseía una carga intimista importante donde abundaba el monólogo interior y que estaban narrados de manera muy visual. Ha sido justo después cuando he podido conversar con el autor, cuando hemos podido sentarnos a desgranar estas historias que nacieron hace bastante tiempo, en algunos casos, y por las que el autor ha sido galardonado en algunos certámenes de relato corto.
Marisa G.- Andrés, entre 'La letra pequeña' y el anterior volumen de cuentos han transcurrido diez años. Muchísimo tiempo.
Andrés P.- Sí, pero son diez años en los que no he dejado de escribir, ni de publicar. Después del anterior volumen de cuentos han salido a la luz varias novelas y entre una y otra no me ha dado lugar a publicar otro género. Prefiero espaciar las publicaciones pero claro, tiene el inconveniente de que se me va acumulando mucho material.
Por otro lado, los libros de cuentos tienen una complicación añadida con respecto a las novelas y es que los editores que generalmente me publican novelas no suelen estar tan predispuestos a publicarme los cuentos. Es algo que entiendo perfectamente porque los libros de cuentos tienen menos lectores, es un género minoritario, dentro de que la literatura es algo minoritario de por sí. Sé que hay muchos lectores a los que les cuesta verme en este registro, sin embargo, los que me llevan leyendo desde el principio me consideran un cuentista que a veces escribe novelas. Y aunque publique cuentos con poca frecuencia, es un género que adoro y que no dejo de practicar.
M.G.- Pero, precisamente por ser un género minoritario, se debería fomentar más a través de las editoriales y los autores, ¿no?
A.P.- Sí, pero las editoriales quieren ganar dinero. Lo veo totalmente respetable y entendible. Quitando alguna editorial que se dedica únicamente al cuento y al ensayo, muy pocas se atreven a publicar cuentos. Es normal que los editores quieran novelas porque es la reina del mercado. Es así de sencillo.
El género del cuento sobrevive gracias a la generosidad entre comillas de quienes escribimos cuentos porque nos gusta y gracias también a tantos certámenes convocados por diputaciones, ayuntamientos y diversas entidades a lo largo y ancho de España, a los que siempre estaré muy agradecido porque empecé escribiendo narrativa breve y tuve la suerte de ganar muchos certámenes de este tipo.
M.G.- Los cuentos requieren unas técnicas narrativas distintas a la novela. Quería preguntarte si cambia mucho tu manera de enfrentarte a un texto en función de si es un cuento o no.
A.P.- Sí y no. Siempre digo que un cuento es como correr los cien metros lisos y una novela, una maratón. Aunque en definitiva se trata de correr, en ambos casos se trata de llegar a la meta corriendo pero requiere una forma de correr diferente y una musculatura distinta. A la hora de escribir es necesario saber lo que no sirve en un cuento. En una novela puedes meter casi de todo porque es casi infinita, dentro de los parámetros que te impongas al escribir, pero en un cuento no. Un cuento es un mecanismo de precisión en el que no debe faltar nada pero sobre todo no puede sobrar nada.
Chejov decía que si en un cuento aparece una pared con un clavo, el protagonista tiene que colgarse de ese clavo porque, de otro modo, no tiene sentido que aparezca. Un cuento es mucho más intenso, es como un frasco de perfume concentrado. El reto en el cuento es contar mucho con muy pocas cosas y además contar el momento preciso e interesante de la vida de un personaje, ese momento que es crucial aunque el propio personaje no lo sepa.
M.G.- Tengo que hacer una breve alusión a la cita que abre el volumen, esas palabras de Raymond Carver tan certeras y que cobran más sentido aún, cuando has terminado de leer el volumen.
A.P.- Me gusta mucho ese poema de Carver. Para hablar de Carver, de Cheever o de Cortázar, casi nos tenemos que poner de rodillas. Aprovecho ahora para decirte que se tiende a relacionar la palabra cuento con el mundo infantil y por supuesto, esto no es así. No es lo mismo 'Caperucita Roja' que 'El nadador' de Cheever, una de las obras maestras que inspiró la película del mismo nombre y que interpretó Burt Lancaster. En principio, la historia que narra ese cuento parece una tontería y sin embargo es algo mucho más profundo, mucho más duro, que te deja hecho polvo a final. Y es que lo que Cheever te está contando es mucho más que lo que contiene esas páginas. Esa es la magia de la literatura en general y de la narrativa breve, en particular.
M.G.- Sí, porque los cuentos no cuentan lo que leemos si no lo que está debajo.
A.P.- Efectivamente. En la brevedad de un cuento reside una metáfora, una alegoría. Por ejemplo, en el volumen hay un cuento titulado 'La mesa coja'. Narra la historia de una pareja en crisis que van a cenar al mismo restaurante en el que él le pidió matrimonio a su mujer. El hombre quiere la misma mesa en la que le hizo en su día la propuesta pero la mesa está coja. Le proponen cambiarse a otra y él no quiere. El tipo está empeñado en esa misma mesa e insiste en arreglarla para que deje de cojear porque en el fondo la mesa es una metáfora de su propio matrimonio, de su vida que se va a pique porque sabe que su mujer tiene un amante y pretende abandonarlo. Desconocemos si ella tiene motivos o no para dejarlo, eso no nos importa. Lo único que importa es que el marido quiere arreglar esa mesa por lo que significa.
M.G.- En estos textos se habla mucho de relaciones de pareja, de desamor, de infidelidades... ¿Podemos decir que todos tienen un hilo conductor?
A.P.- La infidelidad es lo que planea sobre todos los cuentos pero hurgando un poquito me di cuenta que el concepto 'letra pequeña' era aún más profundo y más interesante. Dentro de esa letra pequeña está la infidelidad pero también está el desengaño, la rutina, el tedio de la vida, el aburrimiento, la amargura,... y sin embargo, también tiene cabida la esperanza. El concepto 'letra pequeña' aparece en el primer cuento y en el último, y engloba también esa frase que tú mencionaste en la reseña, aquello de que en la vida y en el amor uno debe dejarse engañar si no quiere estar todo el tiempo enfadado.
M.G.- Una frase que a mí me dejó noqueada.
A.P.- Pero es totalmente cierta. Si tú eres muy exigente con tu pareja, con tus amigos, con tu familia porque tú quieres que ellos sean como tú quieres y no como son en realidad, al final te quedas solo. Te tienes que dejar engañar, incluso con gente cercana, pero te engañan para que no te enfades, para no hacerte daño.
M.G.- Pero Andrés, el hecho de que todos tengan un hilo conductor invita a pensar a una escritura de golpe y porrazo, uno detrás de otro, para abordar todos estos temas de los que estamos hablando. ¿Esto es así?
A.P.- No, no. Hay cuentos muy antiguos. Algunos tienen hasta veinte años. Son cuentos que tenía por ahí. Si los agrupé fue porque tenían cierta unidad, aunque en realidad no es más que mi forma de ver el mundo. Contra eso uno no puede luchar. Tú que ya has leído varias novelas mías, podrás apreciar que en hay mucho de estos cuentos en 'Los dioses cansados' o en 'La clave Pinner', con ese protagonista que arrastra tanta amargura.
M.G.- Entre otras muchas cosas, tus historias me han hecho pensar en algo que tengo claro hace mucho tiempo. Una pareja no son siempre dos. Y no lo digo porque puedan surgir terceras personas sino porque cada miembro de la pareja aporta, a su vez, a mucha más gente a la relación, gente que influye y condiciona.
A.P.- Todos traemos una mochila que pesa más a medida que vas cumpliendo años pero en estos cuentos hay muchos triángulos.
Por ejemplo, en 'Ojos tristes', el cuento más antiguo de la colección y que reúne buena parte de los elementos que luego estarían presente en mis novelas, hay un triángulo amoroso, pero también hay diferentes puntos de vista, la historia está narrada desde diferentes ángulos, no es una narración lineal sino que hay saltos en el tiempo,... Todo eso se puede encontrar con facilidad en mis escritos posteriores.
M.G.- Digamos que en ese cuento estabas definiendo tu estilo.
A.P.- Sí, pero hay algo más de lo que no me había percatado. He descubierto que todos mis libros son todos muy introspectivos, muy intimistas. Una amiga escritora me decía que mis novelas son thrillers intimistas y me gustó mucho esa definición. Está muy bien todo lo que le pasa al personaje por fuera pero a mí lo que realmente me importa es lo que le pasa por dentro.
M.G.- Lo que piensa por ejemplo la mujer del primer cuento 'Dibujos animados'. Me gustó muchísimo esa historia en la que vemos a una mujer furibunda y colérica que quiere abandonar el domicilio conyugal. ¿Cómo lo haces para que sea tan visual? Me ha parecido maravillosa esa voz narrativa y la realidad que se narra.
A.P.- Es un cuento tan real y tan triste al mismo tiempo. En ese breve cuento, cabe de todo, la situación de la mujer, la situación de los ancianos que viven con la gente joven, la situación de un niño, el adulterio,... Ella es la heroína del cuento. Me interesa mucho cómo se desarrolla todo cuando me travisto literariamente, cuando me meto en la piel de una mujer.
M.G.- ¿Pero te cuesta más que hablar por voz de un hombre?
A.P.- No, no me cuesta más. Como todos somos personas, en definitiva sentimos más o menos igual. A mí me gusta mucho observar y escuchar. Hablo con muchas personas, con muchas mujeres y me voy nutriendo.
Fíjate que ese cuento que mencionas surge de algo que me contó mi madre una vez. Mi abuelo paterno vivía con nosotros y solía ayudar a mi madre a doblar las sábanas. Hace muchos años mi madre me dijo que mi abuelo le contó una vez una historia tan triste que tuvo que pedirle que parara porque se le saltaban las lágrimas. Ella no pone en pie de qué se trataba pero a mí todo aquello se me quedó grabado y lo usé para este cuento.
Los escritores tenemos la ventaja de convertir en literatura lo que nos pasa y lo que nos cuentan aunque no sea necesariamente tal y como es porque no somos notarios y no tenemos que levantar acta de la realidad.
M.G.- ¿Y algún otro cuento que haya nacido de una historia real?
A.P. - Sí, 'El cumpleaños'. Hace muchos años, una anciana me estuvo llamando durante dos o tres semanas. Era una época en la que todavía no había identificación de llamada. La mujer llamaba a su hijo y me dejaba mensajes en el contestador, recriminándome que no la llamaba nunca. Si alguna vez llamaba y estaba yo en casa, al contestar, la mujer colgaba inmediatamente. No me daba lugar a decirle que no era su hijo. Nunca pude devolverle la llamada y así estuvo un tiempo.
M.G.- Pobrecilla... Y volviendo a 'La mesa coja'. Ese cuento me gusta especialmente no solo por la metáfora que encierra sino también por el juego con las voces narrativa.
A.P.- Sí, es un cuento en el que vamos a poder leer el pensamiento de ella y el de él. Es más divertido jugar con las voces a la hora de escribir.
M.G.- Pero será también más complejo.
A.P.- Sí, pero no difícil desde el momento en el que eres capaz de mirar hacia dentro y sacar lo que tienes en el interior. Cuando escribí 'La mesa coja' tenía que ponerme en la piel de él y de ella. Intentaba imaginar cómo me comportaría yo como hombre en esa situación y cómo me comportaría si fuera mujer. Me divierte mucho meterme en la piel de una mujer. Por ejemplo, cuando escribí 'El factor Einstein', la mala era una mujer. Las partes más divertidas a la hora de escribir eran aquellas que se apoyaban en ese personaje femenino. Me lo pasó muy bien haciéndolo.
M.G.- ¿Es más experimental?
A.P.- Sí y resulta interesante cambiar el registro, analizar un punto de vista u otro. Me aporta muchas cosas, no ya como escritor sino como persona. Para poder escribir sobre algo tienes que intentar entenderlo. Para ser escritor tienes que tener mucha empatía y a la vez ser escritor te vuelve más empático.
M.G.- Hablemos ahora de 'Duarte', otro de los cuentos. Una historia fabulosa que viene a ratificar la existencia de la justicia poética.
A.P.- En 'Duarte' hay dos personajes, el narrador y el propio Duarte. Es un cuento muy interesante en el que vamos a ver a un narrador que es un auténtico cabrón pero también da pena. El lector va a empatizar con el personaje en un momento de dado aunque no tiene que caerle bien porque el tipo es un cerdo. Sin embargo, ese cuento también encierra una metáfora, una lección. Si no te portas bien con los demás, a la larga, todo se vuelve en tu contra. Volvemos a lo que te decía de la letra pequeña, que termina por pasarte factura.
M.G.- El propio personaje de Duarte es sumamente enigmático. Atrapa al lector y lo llena de curiosidad.
A.P.- Duarte es la encarnación de todos los miedos del narrador. Es un personaje que provoca duda en el lector. ¿Existe realmente o es una paranoia del protagonista?
M.G.- Bueno, yo interpreto que existe realmente.
A.P.- Cada lector lo verá de un modo distinto. Lo que te decía antes de la magia de la literatura.
M.G.- Pues sí. Bueno Andrés, ahora quiero abordar una cuestión de la que ya estuvimos hablando cuando publicaste 'Los perros siempre ladran al anochecer'. Hablemos de nuevo de los finales abiertos que también aparecen en estos cuentos.
A.P.- Retomemos el tema, claro. Mira, el lector debe entender que un final abierto no implica que el autor no sepa cómo terminar una historia. Cuando yo cierro un relato con un final abierto, sé perfectamente cómo acabarlo, lo que pasa es que no quiero que mi opinión prevalezca sobre la de ningún lector porque la suya es tan válida como la mía. Por otra parte, y esa es una de las dificultades del cuento, hay que saber cuándo poner el punto y final. A veces ocurre que, si alargamos una historia, el resultado final no es el mismo. Algo se rompe.
M.G.- Se pierde la magia.
A.P.- Claro. Sé que al adoptar esa decisión gano por un lado pero pierdo por otro. Aun así, lo que quiero es ofrecer al lector un puñetazo en el estómago y me acojo a lo que decía Cortázar, que en un cuento se gana por KO y en las novelas se gana por puntos, como si fuera un combate de boxeo. Y estoy muy de acuerdo. Los cuentos deben dejar ese bienestar amargo, aunque suene contradictorio.
Me siento más escritor cuando escribo cuentos, cuando estoy contando mi visión real del mundo, como yo veo las cosas.
M.G.- Yo te vuelvo a decir que a mí jamás me han importado los finales abiertos. Además es algo, en cierto modo, muy común en el género.
A.P.- Sé que hay muchos lectores a los que no les gustan los cuentos. Por supuesto, todos los gustos son muy respetables pero me atrevería a decir que se trata de un género que requiere a un lector que ya tenga muchas lecturas acumuladas y quiera probar cosas nuevas.
M.G.- En cualquier caso, y para dejar esta cuestión clara, no todos los cuentos del volumen tienen un final abierto. Los hay con un cierre que impacta, que pilla por sorpresa.
A.P.- Sí, 'Flores para Amanda' termina de una manera muy drástica y sorprendente. Es un final que el lector no espera pero en esto de los desenlaces cada historia requiere un tipo de final. Además es decisión del autor y a veces acertará o otras veces, no. Lamentablemente, no se trata de una elección democrática y encima, por cada lector, habrá un posible y diferente final.
M.G.- Por cierto, la editorial ha hecho un trabajo bárbaro con la edición. La cubierta es una preciosidad.
A.P.- Verónica Navarro es la diseñadora de la cubierta, la misma que ha hecho la de 'Falcó' para Reverte.
M.G.- Es una imagen que resume perfectamente el contenido de esta colección.
A.P.- Es preciosa. Me hicieron varias propuestas y esta es la que más me gustó. Me parece que el libro está muy bien editado. La editorial lo ha mimado mucho.
M.G.- Pues no me queda mucho más que preguntarte sobre el libro pero sí quería retomar algo que me comentaste una vez. Recuerdo que hace tiempo me hablaste de una propuesta de cine para una de tus novelas.
A.P.- Sí, hace un par de años se puso en contacto conmigo un guionista diciendo que le gustaba mucho 'El silencio de tu nombre' para hacer una serie. Nos llegó una propuesta a través de mi agente. Escribieron un episodio piloto maravilloso y ahí estamos. Sé que el guionista se está moviendo con varias productoras. La idea original era hacer una serie de ocho episodios pero me dijeron que cada uno saldría por un millón de euros, tirando por lo bajo, así que no sé qué pasará al final.
No es la primera vez que me sucede. 'La clave Pinner' estuvo muy cerca de llevarse al cine y 'El violinista de Mauthausen' tuvo un par de intentos que no cuajaron.
En cualquier caso, lo más sangrante es lo del plagio.
M.G.- ¿Qué plagio?
A.P.- Te cuento. En 2017 se puso en contacto conmigo uno de los guionistas de 'El fotógrafo de Mauthausen', la película que ha protagonizado recientemente Mario Casas. Me dijeron que les gustaba mucho mi novela y me pedían permiso para usar un pasaje para la película. Se trataba de una escena en la que se narra la fiesta de cumpleaños de un niño en la que los camareros eran presos judíos y tal. Total que en un momento dado, el niño dispara a un camarero. Me pasaron las páginas del guion donde se narraba esa escena concreta, yo lo remití a mi agente y le pedí que respondiera denegando mi autorización para usar ese pasaje de la novela. Pues nada, ni caso. Lo han metido en la película. Así que ahora mismo el asunto está en manos del abogado que lleva los temas audiovisuales de mi agente. Hemos pedido una indemnización y no sé lo que pasará.
M.G.- ¿Y para qué se meten en ese lío?
A.P.- No lo sé. Además de una manera tan tonta porque si no me lo dicen, lo mismo ni me entero o pienso que es pura casualidad pero me lo piden, pasan las páginas, les digo que no y encima lo ponen.
M.G.- Pues qué listos. A ver en qué queda todo. Bueno Andrés, no te robo más tiempo. Como siempre un placer conversar contigo.
A.P.- Lo mismo digo. Muchas gracias a ti.
Hasta aquí el encuentro con Andrés Pérez Domínguez. Aprovecho la coyuntura para volver a recomendaros la lectura de La letra pequeña, cuentos llenos de simbolismo, con un toque de suspense, bien narrados y con algún personaje inquietante.
Hasta aquí el encuentro con Andrés Pérez Domínguez. Aprovecho la coyuntura para volver a recomendaros la lectura de La letra pequeña, cuentos llenos de simbolismo, con un toque de suspense, bien narrados y con algún personaje inquietante.
Muy buena entrevista.
ResponderEliminarBesos
Yo también me siento mejor escritora escribiendo cuentos...y leyéndolos 😁
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Una entrevista muy buena, Marisa. Ya tengo conmigo el ejemplar de La letra pequeña. Y es una pena que los cuentos o telatos tengan una aceptación minoritaria, porque se encuentran verdaderas joyas literarias de este género, tanto en autores clásicos como contemporáneos. Besos.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrevista, felicidades.
ResponderEliminarBesitos
Uys, pues desconocía que escribía cuentos. Me apunto tanto este último libro como el anterior volumen!
ResponderEliminarBesotes!!!
Del autor solo he leído Los perros siempre ladran al anochecer y me encantó. Gracias por la entrevista.
ResponderEliminarBesos.