Hago una pausa en mi descanso de Feria de Abril para hablaros de Xavier Aldekoa y su libro Indestructibles. Tuve la oportunidad de conversar con el periodista hace unas semanas, justo cuando aterrizó en Sevilla para acercarnos un poco más el continente africano. Aldekoa lleva de corresponsal en África desde que era muy joven y ha vivido en primera línea las amarguras de ese punto del planeta pero también su belleza. Sentarse con Xavier Aldekoa, oírlo hablar de sus experiencias y leer las historias que se recogen en su libro es avivar ese lado curioso del ser humano, esa faz por descubrir lugares llenos de magia y mezclarnos con hombres y mujeres que no son tan distintos a nosotros, que también tienen sueños e ilusiones por los que luchar.
M. G.- Xavier, este no es el primer libro que publicas sobre África. Anteriormente vieron la luz 'Océano África' (2014) y 'Los hijos del Nilo' (2017). ¿Todos van en la misma línea? ¿En todos cuentas vivencias personales y testimonios?
M. G.- Xavier, este no es el primer libro que publicas sobre África. Anteriormente vieron la luz 'Océano África' (2014) y 'Los hijos del Nilo' (2017). ¿Todos van en la misma línea? ¿En todos cuentas vivencias personales y testimonios?
Xavier A.- Estos libros son hijos de mi trabajo como reportero en el continente. El primero recogía historias de diferentes lugares de África. El segundo es un proyecto que estuve haciendo sobre ríos en el continente africano. Recorrí el Nilo desde las fuentes hasta la desembocadura. Pero todos tienen el denominador común de poner el protagonismo en las personas, en los africanos. En este quería explicar historias que fueran más allá de la herida, que no encajonaran al africano solo en su momento del trauma, solo en su componente de víctima, sino que fueran más allá, que explicaran quiénes son esas personas, que pudiéramos conocerlas, cuál es el pasado que ha producido el presente y sobre todo el futuro.
M.G.- ¿Tú llegas a África por tu profesión o había antes un interés especial en el continente?
X.A.- Yo llego por primera vez como periodista a los veinte años. En todo este tiempo siempre he viajado no con afán de aventura sino con interés por explicar el continente. Creo que fue mi padre el que me pone la semilla de amor por África. Somos cuatro hermanos y cuando nos íbamos a dormir, mi padre no nos contaba cuentos normales sino que nos explicaba libros como 'El viejo y el mar' o 'El lazarillo de Tormes'. Recuerdo que nos contaba la historia de 'El capitán de quince años' de Julio Verne. El protagonista tenía que llegar a América pero se le rompe la brújula y terminaba en África. Mi padre se lo curraba mucho y no solo nos contaba la historia sino que nos metía dentro como protagonistas. Por ejemplo, mi hermano iba abriendo camino con un machete, mi hermana se subía a los árboles y veía leones y a mí me metía dentro de un lago y de repente aparecía un hipopótamo. Nosotros le teníamos que explicar al protagonista del libro que no estaba en América porque esos animales eran africanos. A mí todo aquello me flipaba y con todas esas historias despertó mis ganas de visitar todos esos lugares de los que él me hablaba porque en aquel momento aquello me parecía el lugar más excepcional del mundo, salvaje y exótico. Luego, esa fascinación infantil se fue tornando en un interés por la gente. Siempre me ha gustado mucho la fauna, la naturaleza pero mi interés verdadero radica más en lo social, lo económico, todo lo que implica el continente en general.
M.G.- En la sinopsis de este libro se dice que trata sobre seres humanos que lo intentan. ¿Qué intentan realmente, sobrevivir, cumplir sus sueños?
X.A.- Intentan salir adelante independientemente de que sus vidas sean más o menos complicadas. Hay algunas historias que simplemente narran un cambio que les posibilita nuevas oportunidades. Lo que yo quería era reivindicar el valor del intento. Hay gente que sabiendo que perder es lo normal, sacan fuerzas y lo siguen intentando. A mí eso me parece emocionante porque todos los cambios políticos de la historia no se han generado por arte de magia ni por una voluntad fuerte de una persona. Los cambios más importantes de la historia se producen porque hay mucha gente que, antes de esa lucha definitiva, han luchado para intentar cambiar las cosas aun sabiendo que probablemente no lo iban a conseguir. Las mujeres no votáis porque hubo cien mujeres que pidieron el voto. Si hoy votáis es porque hubo muchísimas mujeres que se partieron la cara y se arriesgaron para decir que tenían derecho al voto y esas primeras sabían que no lo iban a conseguir. Sabían que probablemente ni sus hijas ni sus nietas conseguirían tener derecho al voto pero siguieron en la lucha y las generaciones futuras sí pudieron votar. Esas luchas que no van condicionadas por el fracaso o la victoria son las luchas más importantes para mí. Pues en África pasa lo mismo. La gente lucha, lo intentan, más allá de que puedan conseguir lo que se proponen. Eso ya se verá pero es esa lucha la que los define.
M.G.- Y todas estas historias recogidas en el libro, ¿las has ido escribiendo sobre la marcha o has tenido que tirar de memoria?
X.A.- Bueno, yo cojo muchos apuntes en mi trabajo como reportero y las he ido recuperando. Algunas son más recientes y otras más antiguas y no podría haberlas escrito sin esos apuntes. Mis libretas son media vida porque ahí voy anotando muchos detalles de cosas que veo, mis emociones, mis pensamientos. En eso se basa mi trabajo y los libros.
M.G.- Imagino que se habrán quedado muchas historias en la recámara.
X.A.- Sí, y muchas experiencias y aprendizajes. Aquí lo que intento es seleccionar las que, desde lo ordinario me permiten explicar lo extraordinario. Hay historias que ni siquiera son pequeños dramas sino más bien pequeñas victorias y aunque no son cosas trascendentes, me permiten explicar lo que ocurre en el continente africano. Poder explicar África a través de las pequeñas anécdotas me parece la mejor manera de alcanzar la empatía.
M.G.- He leído algunas historias que me han resultado impactantes. En tu caso, ¿destacarías alguna de ellas?
X.A.- Todas esas personas te marcan de alguna manera pero por quedarme con alguna, te podría hablar de Margaret, la chica que aparece en la portada. Es una niña de trece años a la que acaban de casar con el chico que aparece justo detrás, de 26 años. Me acerco a ella desde mi enorme prejuicio de verla como una víctima porque es una niña sometida, que vive en un contexto que la empuja a ser una niña casada y tiene que hacerse mayor de repente. Estuve con ellos seis días. Los acompañaba a recoger agua, al trabajo, a pelar cacahuetes. El primer día Margaret se mostraba muy tímida y evitaba responder mis preguntas. Si le preguntaba si estaba contenta por haberse casado me decía que sí. ¿Qué iba a decir? El marido estaba a metro y medio. Pero los días fueron pasando y esa niña se fue transformando en una chica con mente revolucionaria. No solo era una víctima, era una mujer que quería cambiar las cosas. A su marido le decía que ella no quería que sus hijas se casaran tan jóvenes. Eso, en una zona rural de Uganda, con una niña que acaba de llegar a una familia extraña, que todo el contexto la empuja a permanecer callada, pero que, en cambio, alza la voz y dice que hay cosas que tienen que cambiar es lo que la define. Margaret quiere cambiar las cosas. No importa si lo va a conseguir o no, no sabemos si romperá con esa tradición y logrará que sus hijas no se casen tan jóvenes pero al menos lo intentará y lo anuncia. Eso tiene un valor tremendo y a mí me emociona.
M.G.- Me he fijado en el detalle de la camiseta. Justo en la manga pone 'I love África'. ¿Esto es intencionado?
X.A.- No. Sinceramente cuando elijo esta fotografía de Alfons Rodríguez no veo ese detalle. Yo sabía que ella llevaba esa camiseta pero no me fijé si en la foto se veía ese mensaje o no. Fue cuando me enviaron la portada cuando me di cuenta. Me pareció muy chulo porque parecía que así se reforzaba el mensaje. Por supuesto no quería una portada con un niño pobre, descalzo, un niño-soldado, una mujer desvalida. Me parece que la mirada de dignidad de Margaret en esta foto es increíble. Es humilde sí, pero digna. Esto es lo que yo quiero contar porque a mí me apasiona el continente y me gustaría explicarlo lo mejor que pueda durante todo el tiempo que pueda pero me importa muchísimo que los verdaderos protagonistas sean los africanos y reflejar la dignidad que tienen, en vez de reducirlos.
M.G.- Esa es la verdadera intención a la hora de escribir el libro, ¿no?
X.A.- A la hora de hacer mi trabajo, en general. Quiero tender puentes y ayudar a la gente a cruzarlos. De otro modo los puentes no sirven para nada. Y basta ya de explicar el continente solo desde la parte de la víctima. Los seres humanos somos mucho más complejos porque, por ejemplo, Stephen Hawkings era una de las mentes más brillantes del planeta, uno de los mejores científicos del mundo. Era un hombre en silla de ruedas pero esa herida no es la que lo definía. Lo que realmente lo definió es todo lo que estudió antes de acabar en esa silla de ruedas y todo lo que hizo después, pese a la herida. Y África no solo se define por sus heridas. África es el hambre, la guerra, la epidemia, y todo eso hay que contarlo pero también es su cultura, su deporte, sus tradiciones, su economía, sus movimientos sociales y sus movimientos feministas. ¿Dónde queda todo eso?
M.G.- Pero Xavier, el libro es fruto de tu labor como periodista y sin embargo, el estilo no es periodístico. Encuentro mucha implicación emocional por tu parte.
M.G.- Pero Xavier, el libro es fruto de tu labor como periodista y sin embargo, el estilo no es periodístico. Encuentro mucha implicación emocional por tu parte.
X.A.- Es algo intencionado. Trabajo con los sentimientos de otras personas, con sus historias y para poder reflejar eso necesito que me impacten, que me den rabia, alegría, que me hagan disfrutar. Solo así puedo transmitir las cosas bien. Al menos así entiendo mi trabajo. Intento que mis palabras sean las más acertadas posibles, incluso que sean hasta bellas porque, aunque estés contando algo duro, la belleza de las palabras aportan dignidad a lo ocurrido. Y sí que hay implicación personal. Ojalá me siga afectando porque es duro pero eso forma parte del trabajo. Sentir cosas es lo que me permite poder contarlas. No sé hacerlo de otra manera.
M.G.- Pero te digo lo de implicación personal porque abres por cualquier página del libro y no es raro que aparezca alguna mención a tu hija.
X.A.- Es verdad. Lena es mi primera hija. Cuando nació le dieron un muñeco en el hospital y decidí que llevaría a África algún juguete suyo con el que hubiera convivido. No se trataba de convertirme en un Papá Noel blanco y comprar juguetes que regalar. Como te digo, mi intención es unir puentes y mi hija es parte de esa idea. Las primeras palabras que ella pronunció fue 'Papá, África no' porque ella sabía que África implicaba una ausencia larga por mi parte. Me dije que eso no podía ser y le hablaba de África, le propuse que me diera algún regalo que pudiera entregar a algún niño allí. No la forzaba y las primeras veces me daba el peor juguete que tenía, el que no le molaba nada pero poco a poco empezó a darme cosas más bonitas, sus juguetes favoritos. Un día que me iba a Níger me entregó un autobús enorme de Playmóbil. Con eso tan grande no podía viajar y le pedí que me diera mejor un peluche pero me contestó que no, que allí donde yo iba había mucha arena y el peluche se iba a manchar. Me di cuenta entonces que había conseguido conectar los dos muchos porque aquellos juguetes se convirtieron en preguntas, ella mostraba mucho interés. Y también me di cuenta que las preguntas que me hacía Lena eran las mismas que me hacían los niños africanos. No somos tan diferentes. Creo que es el mejor mensaje que se puede transmitir. Son nuestros vecinos. No estaría mal que de vez en cuando nos asomáramos a ver cómo están.
M.G.- Efectivamente no somos tan diferentes. Ni los niños ni los adultos. Hay un capítulo en el que tú muestras a unas mujeres africanas un vídeo en el que se ve a tu pareja amamantando a tu hija. Ellas se sienten totalmente identificadas.
X.A.- Sí, claro. Antes te hablaba de la empatía. La empatía no cae del cielo, es un esfuerzo diario. La empatía bebe de estas cosas. Cuando te reconoces en algunos gestos. Ellas se reconocieron en ese vídeo y es cuando se emocionan y me abrazan. Pero pensamos que hay cosas que no nos toca, que están lejos y no nos alcanzan por eso no se habla en la tele de algunas cuestiones, no se cubren ciertas noticias y por eso es tan importante acudir a los sitios y contar lo que allí ocurre. Si no creamos empatía todo se diluye. Si se producen inundaciones en el hemisferio norte, la noticia se cubre. Si ocurre en África son solo cifras. Quinientos muertos y dos mil desaparecidos. Punto. Por eso hay que hacer el esfuerzo de mirar a los ojos de la gente, explicar sus historias, ponernos en la piel de las vidas africanas o de cualquier otro lugar como África. Cada vez nos miramos más el ombligo, cada vez nos encerramos más en nosotros mismos y nos volvemos peores personas. Cuando tú solo quieres proteger tus privilegios, a nivel micro y a nivel macro, te haces peor persona.
M.G.- Efectivamente no somos tan diferentes. Ni los niños ni los adultos. Hay un capítulo en el que tú muestras a unas mujeres africanas un vídeo en el que se ve a tu pareja amamantando a tu hija. Ellas se sienten totalmente identificadas.
X.A.- Sí, claro. Antes te hablaba de la empatía. La empatía no cae del cielo, es un esfuerzo diario. La empatía bebe de estas cosas. Cuando te reconoces en algunos gestos. Ellas se reconocieron en ese vídeo y es cuando se emocionan y me abrazan. Pero pensamos que hay cosas que no nos toca, que están lejos y no nos alcanzan por eso no se habla en la tele de algunas cuestiones, no se cubren ciertas noticias y por eso es tan importante acudir a los sitios y contar lo que allí ocurre. Si no creamos empatía todo se diluye. Si se producen inundaciones en el hemisferio norte, la noticia se cubre. Si ocurre en África son solo cifras. Quinientos muertos y dos mil desaparecidos. Punto. Por eso hay que hacer el esfuerzo de mirar a los ojos de la gente, explicar sus historias, ponernos en la piel de las vidas africanas o de cualquier otro lugar como África. Cada vez nos miramos más el ombligo, cada vez nos encerramos más en nosotros mismos y nos volvemos peores personas. Cuando tú solo quieres proteger tus privilegios, a nivel micro y a nivel macro, te haces peor persona.
M.G.- Después de todos los años que llevas trabajando en África, de lo que has vivido en el continente, ¿qué te ha aportado a nivel personal? ¿Qué diferencias hay entre el Xavier de antes y el de ahora?
X.A.- Espero que casi todo. He aprendido muchas cosas. He sentido un montón de emociones y he aprendido a conocerme a mí mismo. He llegado al límite en algunas ocasiones, algo que siempre está bien. Me he desesperado, he llorado, he gritado, he bailado. He sido muy feliz y soy muy feliz. África me despierta la curiosidad cada dos por tres. Solo por el hecho de ser consciente de que vivo es tremendo. África me ha enseñado a vivir con mucha intensidad.
M.G.- De todos modos tiene que ser complicado adaptarse a un medio, en cierto sentido, un tanto hostil y tan diferente a nuestro estilo de vida aquí.
X.A.- Lo más difícil es que requiere humildad y eso es difícil porque no venimos con la humildad incorporada de serie. En un sitio con códigos tan diferentes, lenguas tan distintas, con culturas tan diversas, limitarse solo a describir lo que ves es una derrota. El único antídoto que conozco es dedicarte tiempo, darte una pausa y tienes que contar con la generosidad de alguien, que te dedique tiempo para explicarte lo que ocurre. Si tienes la humildad de confesar que no te estás enterando de lo que ocurre y alguien te lo explica y lo escuchas, entonces tienes una oportunidad. Somos periodistas porque nos dejan escuchar y no porque demos voz. Es la otra persona la que nos permite ser periodistas y eso te lleva directamente a saberte que no eres tan importante ni tan decisivo en esta ecuación.
M.G.- Cierto que no debemos hablar siempre de las heridas de África pero también es verdad que hay temas que tú tratas en el libro. Hablemos por ejemplo del ébola. Hay un capítulo en el que te obsesionas con estar contagiado y transmitirle a tu hija la enfermedad.
X.A.- Quería reflejar el caos absoluto que existía. Condenamos a Sierra Leona, Liberia y Guinea. Sabíamos que se estaban muriendo un montón de africanos pero hasta que no nos rozó a nosotros, no nos movimos como occidente. Llegué allí y vi el percal, con muertos en las calles, gente muriendo en chabolas apelotonados cuando se suponía que no podían tocarse, aguas fecales por la calle... La posibilidad de contagio para esa gente era tremenda. Claro yo no podía dejar de pensar en el tema, en que podía estar contagiado y llego a España y me pongo a cambiarle los pañales a mi hija. Pero ese era yo, tú imagínate a toda esa gente, ahí metidos, cambiando los pañales a su hijos si llevaban pañales, metidos en esas chabolas... Creo que el ébola nos desenmascaró porque no estuvimos a la altura. Occidente reaccionó de una forma egoísta y lo hizo cuando temió que la enfermedad hubiera cruzado fronteras. Si hubieran reaccionado antes la explosión de ébola no hubiera sido tan bestia. Y no solo están los muertos sino también los supervivientes con un estigma brutal, que les ha cambiado la vida,... No debería volver a pasar.
M.G.- No estamos libre de que pueda volver a ocurrir, ¿verdad?
X.A.- No. Europa ha dado bastantes muestras de que olvida pronto. Hace dos días éramos nosotros los refugiados que no tenían nada que comer y nos íbamos al norte de Europa a intentar buscar trabajo y ahora los inmigrantes que llegan a nuestras costas son los que vienen a quitarnos el trabajo, la cultura,... De repente, ellos son los malos.
M.G.- De eso también hablas en el libro, de ese viaje hacia Europa que tiene que ser horrible y que muchos se quedan en el camino.
X.A.- Sí, sí. He recorrido durante varios meses las rutas emigratorias africanas y la situación es desesperada en muchos sitios. Se enfrentan a un desierto en el que pueden morir, a secuestros, mueren atravesando el mar. Si hoy alguien nos habla de esos refugiados que te comento, los de la guerra civil que se fueron a Francia y allí fueron encerrados y torturados, de esos que luego se fueron a Suiza donde había mafias que los esclavizaban en minas, nos echaríamos las manos a la cabeza y nos preguntaríamos qué estaba pensando Europa, qué hacía Europa para evitar eso. Pues ahora es lo mismo. Está pasando igual solo que en vez de ocurrir en Europa está ocurriendo más al sur. No sé si eso es suficiente para que la conciencia esté tranquila.
M.G.- Para ser un libro que cuenta la vida de personas no incluye fotos y eso me ha llamado la atención.
X.A.- Podríamos haber incluido fotos, sí. También pensamos en hacer un librito aparte pero ahora tenemos un proyecto. Después de dar alguna charla en un colegio y haber contado algunas historias hemos pensado que, más allá de hacer los reportajes en formato normal, en prensa con sus fotografías, queremos preparar una exposición itinerante por las escuelas. Hemos seleccionado diez historias con fotografías, acompañadas por una pequeña explicación para generar empatías, para tender esos puentes de los que te hablo con los chavales de aquí.
M.G.- Me parece una idea fabulosa. Y Xavier, ¿sigues de corresponsal en África?
X.A.- Sí.
M.G.- ¿Vuelves pronto?
X.A.- Vuelvo cada mes a un sitio diferente. Ahora me voy a Congo, después a Etiopia y Eritrea y luego a Mali. Me quedan unos cuantos viajes.
M.G.- Pues te deseo mucha suerte y confío en que puedas seguir acercándonos a África por mucho tiempo.
X.A.- Gracias a ti.
El mundo va mucho más allá de lo que alcanza nuestra vista o de lo que tenemos delante de nuestras narices. Y hay personas que bien merece la pena conocer, todas las que figuran en Indestructibles.
Editorial: Península.
Encuadernación: Rústica con solapas.
Nº Páginas: 224
Publicación: Marzo, 2019
Precio: 17,90€
ISBN: 978-84-9942-792-8
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.
M.G.- Pues te deseo mucha suerte y confío en que puedas seguir acercándonos a África por mucho tiempo.
X.A.- Gracias a ti.
El mundo va mucho más allá de lo que alcanza nuestra vista o de lo que tenemos delante de nuestras narices. Y hay personas que bien merece la pena conocer, todas las que figuran en Indestructibles.
Ficha libro
Editorial: Península.
Encuadernación: Rústica con solapas.
Nº Páginas: 224
Publicación: Marzo, 2019
Precio: 17,90€
ISBN: 978-84-9942-792-8
Disponible en e-Book
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Ficha completa aquí.
Qué entrevista más interesante, Marisa. Cuánto hay que saber aún de África y siempre nos quedamos en los estereotipos. Un beso.
ResponderEliminarGran entrevista! Gracias por acercarme y presentarme a este autor. Y muy interesante su libro, sin duda.
ResponderEliminarBesotes!!!
Buenaas!
ResponderEliminarWoo desde que vi que se iba a publicar el libro, me llamó la atención.
Estuve en una conferencia sobre la herencia africana en el extranjero que me chocó mucho, así que ahora cualquier cosa sobre este tema me llama la atención.
Muy buena entrevista.
Muy interesante, sin duda. Y una muy buena entrevista. Estos temas tocan la fibra. Es posible que me anime, pero más adelante. Un beso.
ResponderEliminarNunca he pasado del norte de África pero muero por conocerla...un día lo haré 🤗
ResponderEliminarBesitos cielo 💋💋💋
Hola!como apetece cuando interesa algo mucho! Gracias.saludosbuhos
ResponderEliminarMe ha encantado la entrevista! Me ha despertado mucha curiosidad todo lo que cuenta, la historia de Margaret, esa visión también optimista de las cosas...Anotadísimo, creo que sería una lectura muy enriquecedora.
ResponderEliminarbesitos
Una entrevista d elo más interesante.
ResponderEliminarUn beso ;)