Editorial: Anantes.
Fecha publicación: marzo, 2017.
Precio: 16,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 224
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN:978-84-946562-9-3
Fecha publicación: marzo, 2017.
Precio: 16,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 224
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN:978-84-946562-9-3
Autor
Ignacio Arrabal (Sanlúcar de Barrameda, 1973) es autor de volúmenes de poesía La palabra tiempo, La superficie del aire, Los sueños intactos y La luz inversa, obteniendo premios como el Ángaro, Santa Teresa de Jesús o Paul Beckett. En 2014 publicó una selección de relatos bajo el título Las vidas invisibles y en 2016 debutó como novelista con El rasgo suplementario.
Ejerce la crítica literaria en revistas especializadas y en Diario de Jerez.
Sinopsis
El reencuentro estival de un grupo de amigos, con sus habituales excesos y el relato de sus andanzas durante todo el invierno, se ve alterado por la llegada de una familia francesa. Sus ideas, de su atractivo deslumbrante y su comportamiento hacen que el grupo se resquebraje, que surjan el amor desmesurado, los celos, la tragedia y los secretos inconfesables, convirtiendo el verano en un último verano de juventud del que ninguno saldrá indemne.
Ignacio Arrabal despliega toda su madurez narrativa para dibujar una historia de pasiones contrapuestas, a menudo frustradas, ciegas, con el fin del verano como único horizonte.
[Información tomada directamente del ejemplar]
[Información tomada directamente del ejemplar]
Sanlúcar de Barrameda, localidad gaditana con vistas a Doñana, ha parido personajes ilustres en diversos ámbitos. En el terreno literario me vienen a la mente nombres como Eduardo Mendicutti, Félix J. Palma y Caballero Bonald que, aunque nació en Jerez, es hijo adoptivo de tierras sanluqueñas. Hoy puedo añadir a esa lista el nombre de Ignacio Arrabal y habría que hacerlo con letras de imprenta porque descubrir la prosa de este autor ha sido un sorprendente hallazgo en estas Navidades.
Quisiera empezar la reseña leyendo las primeras páginas.
[Lectura de las páginas 9 y 10 de la novela;
música 'Sonidos de la naturaleza (descarga libre)]
Nos habla el autor en estas líneas de acontecimientos que dejan profunda huella, de una muerte cuya naturaleza el lector desconoce, del reparto de la culpa, método con el que aligerar la conciencia, y el lector siente que el narrador, una voz que nos habla en primera persona, busca la expiación a través de la confesión.
En Hasta que sea verano, Arrabal narra la historia de cuatro jóvenes veinteañeros que, durante el verano de 1989, vuelven a reencontrarse, después de nueve meses de obligaciones estudiantiles, en el pueblo costero en el que cada año veranean sus respectivas familias. Con el inicio de las vacaciones, se presenta ante ellos un tiempo que se mueve entre rutinas y aventuras, un periodo en el que despertar a la sensualidad, a la voluptuosidad, a las emociones, a la propia vida, acompañado de largas jornadas de playa, puestas de sol, cervezas en los bares de la zona, fiestas en el jardín, madrugadas impregnadas de alcohol y algún escarceo amoroso. Sin embargo, todo cambia cuando conocen a Roberto, oriundo del lugar, posible amenaza al universo creado año tras año por los jóvenes y cuando, inesperadamente, una familia de franceses llega al pueblo. Lo que, a priori podría ser algo meramente anecdótico, termina por derivar en una sucesión de hechos funestos que supondrán un antes y un después en la vida de los jóvenes, sucesos que erosionarán su piel, transformándolos internamente sin que vuelvan a ser los mismos nunca más. Llegará entonces el remordimiento, la pesadumbre, el desasosiego, labrando una especie de nebulosa tras la que parapetarse con la intención de esquivar los dolorosos recuerdos. De nada sirve dejar atrás el verano, ni retornar a nuestras obligaciones, a nuestra ciudad pues aunque la vuelta suponga regresar a nuestra zona de confort, a la seguridad o al bienestar familiar y social, la memoria seguirá horadando la conciencia.
El argumento de Hasta que sea verano transita con calma. No hay necesidad de envolver la historia con un ritmo frenético que nos haga cabalgar hacia los momentos más fulgurantes pues, en realidad, la historia ya nos ha conquistado con un primer capítulo en el que se comprime información de la que aún se desconocen los detalles, que nos intriga, que zarandea nuestra curiosidad, casi un capítulo para releer una vez que hayamos concluido la historia, que sirve de antesala al verdadero relato, a la narración de los hechos en esos meses estivales en los que Javier, Nacho, Luis y Alonso (narrador de esta historia) vivirán situaciones complejas, con decisiones difíciles y que arrojarán a sus protagonistas al abismo de la madurez.
Se abordarán temas como el poder, la amistad, la atracción de lo prohibido, la lealtad, la conciencia, el azar o el sexo, un terreno este último en el que el autor consigue recrear fabulosamente las emociones que un adulto puede experimentar a la hora de rememorar cómo fue su despertar sexual, la turbación, la torpeza y la ignorancia de los primeros envites e incluso la sensación que nos invade con el tiempo de haber hecho el ridículo. Por otro lado, la homosexualidad está muy presente en la novela, representada en la lucha interna de uno de los personajes, batalla dolorosa, estigmatizadora que terminará por explotar. Por supuesto, no podemos obviar la cuestión del amor, los que surgen en esos veranos que todos hemos vivido, que enmarcan nuestra personalidad y que resultan difíciles de olvidar.
Todo esto lo consigue Arrabal con un estilo elegante, empleando una adjetivación refinada, casi señorial, donde la narración se impone frente al diálogo, con párrafos que dibujan un círculo perfecto, con un hecho en la cabecera que permite dar una vuelta al pasado de un personaje para conducirnos de nuevo al mismo punto colocado en las líneas de cierre o que crean expectación allá donde se omiten los detalles, alimentando la voraz curiosidad de un lector que necesita saber qué fue de Roberto y por qué, de manera tan directa, se nos anuncia su fallecimiento en ese verano de 1989.
En Hasta que sea verano, Arrabal narra la historia de cuatro jóvenes veinteañeros que, durante el verano de 1989, vuelven a reencontrarse, después de nueve meses de obligaciones estudiantiles, en el pueblo costero en el que cada año veranean sus respectivas familias. Con el inicio de las vacaciones, se presenta ante ellos un tiempo que se mueve entre rutinas y aventuras, un periodo en el que despertar a la sensualidad, a la voluptuosidad, a las emociones, a la propia vida, acompañado de largas jornadas de playa, puestas de sol, cervezas en los bares de la zona, fiestas en el jardín, madrugadas impregnadas de alcohol y algún escarceo amoroso. Sin embargo, todo cambia cuando conocen a Roberto, oriundo del lugar, posible amenaza al universo creado año tras año por los jóvenes y cuando, inesperadamente, una familia de franceses llega al pueblo. Lo que, a priori podría ser algo meramente anecdótico, termina por derivar en una sucesión de hechos funestos que supondrán un antes y un después en la vida de los jóvenes, sucesos que erosionarán su piel, transformándolos internamente sin que vuelvan a ser los mismos nunca más. Llegará entonces el remordimiento, la pesadumbre, el desasosiego, labrando una especie de nebulosa tras la que parapetarse con la intención de esquivar los dolorosos recuerdos. De nada sirve dejar atrás el verano, ni retornar a nuestras obligaciones, a nuestra ciudad pues aunque la vuelta suponga regresar a nuestra zona de confort, a la seguridad o al bienestar familiar y social, la memoria seguirá horadando la conciencia.
El argumento de Hasta que sea verano transita con calma. No hay necesidad de envolver la historia con un ritmo frenético que nos haga cabalgar hacia los momentos más fulgurantes pues, en realidad, la historia ya nos ha conquistado con un primer capítulo en el que se comprime información de la que aún se desconocen los detalles, que nos intriga, que zarandea nuestra curiosidad, casi un capítulo para releer una vez que hayamos concluido la historia, que sirve de antesala al verdadero relato, a la narración de los hechos en esos meses estivales en los que Javier, Nacho, Luis y Alonso (narrador de esta historia) vivirán situaciones complejas, con decisiones difíciles y que arrojarán a sus protagonistas al abismo de la madurez.
Se abordarán temas como el poder, la amistad, la atracción de lo prohibido, la lealtad, la conciencia, el azar o el sexo, un terreno este último en el que el autor consigue recrear fabulosamente las emociones que un adulto puede experimentar a la hora de rememorar cómo fue su despertar sexual, la turbación, la torpeza y la ignorancia de los primeros envites e incluso la sensación que nos invade con el tiempo de haber hecho el ridículo. Por otro lado, la homosexualidad está muy presente en la novela, representada en la lucha interna de uno de los personajes, batalla dolorosa, estigmatizadora que terminará por explotar. Por supuesto, no podemos obviar la cuestión del amor, los que surgen en esos veranos que todos hemos vivido, que enmarcan nuestra personalidad y que resultan difíciles de olvidar.
Todo esto lo consigue Arrabal con un estilo elegante, empleando una adjetivación refinada, casi señorial, donde la narración se impone frente al diálogo, con párrafos que dibujan un círculo perfecto, con un hecho en la cabecera que permite dar una vuelta al pasado de un personaje para conducirnos de nuevo al mismo punto colocado en las líneas de cierre o que crean expectación allá donde se omiten los detalles, alimentando la voraz curiosidad de un lector que necesita saber qué fue de Roberto y por qué, de manera tan directa, se nos anuncia su fallecimiento en ese verano de 1989.
El autor juega bien sus cartas, es un estratega habilidoso que sabe dónde colocar las piezas, anticipando el golpe maestro, el jaque mate que dejará al lector en estado de levitación, adelantando hechos que instigan a seguir leyendo y con una voz narradora, la de Alonso, que a veces cede su lugar a otro personaje para que, de la subjetividad pasemos a la objetividad. A su vez, dibuja Arrabal un perfil nítido de la personalidad de los jóvenes, casi obedeciendo a ese reparto de roles que no es poco frecuente encontrar en una pandilla. Javier, el líder, el dominador, el que sabe lo que quiere y lucha por conseguirlo, el que influye en los demás en mayor o menor medida, el que no se achica, el que se muestra desafiante y déspota pero que siempre nos hará dudar, pensando si todo no se reducirá a simple fachada porque sí, porque como Javier hay muchos que, equivocados, acostumbran a escudarse en lenguaje obsceno que a él se le antoja sinónimo de fortaleza y poder.
Nacho es el que va a su aire, el que no se deja arrastrar por las imposiciones de Javier, el que cuestiona su autoridad y no teme hacerle frente y observa cómo otros bailan al son que el líder marca porque para eso está Luis, el débil, el timorato, el más inteligente y brillante pero a la vez el más dependiente, convirtiéndose casi en un ser invisible. Y por último Alonso el más romántico de todos, el que sirve de canalizador de los hechos narrados.
Más allá de esta pandilla, Roberto, de personalidad solitaria, culto, leído pero también herido, procedente de familia desestructurada, con un padre borracho y una madre maltratada, factores que han revertido en una madurez impropia para un joven de su edad, lo que incomoda al resto del grupo.
Y luego están los franceses, Luc y Monique, junto a sus hijos Sophie y Fabién. Estos cuatro personajes son los otros, los nuevos, los recién llegados, a los que acoger pero a los que también juzgar. Los franceses suponen la novedad, la noticia que rompe la rutina y aportan esplendor. Resulta interesante el modo en que el autor los describe, como a través de un filtro que camufla y difuminada todo tipo de defecto que pudieran tener, un tamiz que borra imperfecciones y con cuya presencia se crea un ambiente de atardecer, de rayos de sol que indicen oblicuamente sobre las personas y los objetos, suavizando sus líneas y sus formas.
Entre todos estos personajes, entre estos jóvenes amigos, nacerá una hilera de certezas que se intuyen pero que jamás se verbalizan porque eso sería tener que afrontarlas. Y aunque se vean verano tras verano, el lector no es testigo de una relación sana, de camaradería, sino que más bien advierte que ellos se mueven con recelo, tienen dobleces, dicen lo que no piensan y piensan lo que no dicen, guardando demasiados secretos y reproches.
En cuanto a los espacios, estos quedan algo difuminados en la novela. Sabemos que todo transcurre en un pueblo, cualquier pequeño rincón costero del sur, con sus casas de veraneo, sus pequeños restaurantes y bares como El Sureño, El Guapo Loco, El Platillo Volante, sus playas recónditas, de arena fina y blanca como Cala Diablo, testigo de los secretos de los jóvenes donde alguna tarde se instala un silencio pegajoso. Son lugares inventados, que pudieran guardar alguna similitud con localizaciones reales y que conviven con algunos nombres de calles tomados del callejero de la Sanlúcar natal del autor.
El verano es una de esas épocas del año donde la vida se torna más maravillosa. Luce el sol, aunque a veces nos achicharre, los días son más largos, podemos disfrutar de la playa, broncearnos, trasnochar y al llegar las vacaciones se deshacen nuestras ataduras pues solo cabe relajarse y divertirse por eso quizá los hechos que se narran en la novela resultan más paradójicos, y sorprende toparse con un verano inquieto, lleno de adversidades que conducen a trágicas consecuencias y que terminará por obligar a 'vivir con la farsa' el resto de la vida.
Con un final inquietante que provoca un vuelco en el corazón, Hasta que sea verano es una gran novela que no te puedes perder. Realmente me ha parecido muy buena.
Nacho es el que va a su aire, el que no se deja arrastrar por las imposiciones de Javier, el que cuestiona su autoridad y no teme hacerle frente y observa cómo otros bailan al son que el líder marca porque para eso está Luis, el débil, el timorato, el más inteligente y brillante pero a la vez el más dependiente, convirtiéndose casi en un ser invisible. Y por último Alonso el más romántico de todos, el que sirve de canalizador de los hechos narrados.
Más allá de esta pandilla, Roberto, de personalidad solitaria, culto, leído pero también herido, procedente de familia desestructurada, con un padre borracho y una madre maltratada, factores que han revertido en una madurez impropia para un joven de su edad, lo que incomoda al resto del grupo.
Y luego están los franceses, Luc y Monique, junto a sus hijos Sophie y Fabién. Estos cuatro personajes son los otros, los nuevos, los recién llegados, a los que acoger pero a los que también juzgar. Los franceses suponen la novedad, la noticia que rompe la rutina y aportan esplendor. Resulta interesante el modo en que el autor los describe, como a través de un filtro que camufla y difuminada todo tipo de defecto que pudieran tener, un tamiz que borra imperfecciones y con cuya presencia se crea un ambiente de atardecer, de rayos de sol que indicen oblicuamente sobre las personas y los objetos, suavizando sus líneas y sus formas.
Entre todos estos personajes, entre estos jóvenes amigos, nacerá una hilera de certezas que se intuyen pero que jamás se verbalizan porque eso sería tener que afrontarlas. Y aunque se vean verano tras verano, el lector no es testigo de una relación sana, de camaradería, sino que más bien advierte que ellos se mueven con recelo, tienen dobleces, dicen lo que no piensan y piensan lo que no dicen, guardando demasiados secretos y reproches.
En cuanto a los espacios, estos quedan algo difuminados en la novela. Sabemos que todo transcurre en un pueblo, cualquier pequeño rincón costero del sur, con sus casas de veraneo, sus pequeños restaurantes y bares como El Sureño, El Guapo Loco, El Platillo Volante, sus playas recónditas, de arena fina y blanca como Cala Diablo, testigo de los secretos de los jóvenes donde alguna tarde se instala un silencio pegajoso. Son lugares inventados, que pudieran guardar alguna similitud con localizaciones reales y que conviven con algunos nombres de calles tomados del callejero de la Sanlúcar natal del autor.
El verano es una de esas épocas del año donde la vida se torna más maravillosa. Luce el sol, aunque a veces nos achicharre, los días son más largos, podemos disfrutar de la playa, broncearnos, trasnochar y al llegar las vacaciones se deshacen nuestras ataduras pues solo cabe relajarse y divertirse por eso quizá los hechos que se narran en la novela resultan más paradójicos, y sorprende toparse con un verano inquieto, lleno de adversidades que conducen a trágicas consecuencias y que terminará por obligar a 'vivir con la farsa' el resto de la vida.
Con un final inquietante que provoca un vuelco en el corazón, Hasta que sea verano es una gran novela que no te puedes perder. Realmente me ha parecido muy buena.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí:
Pues nada, otro más a la lista...
ResponderEliminarBesos
Este es uno de esos libros que después de leerte sé que disfrutaría mucho.
ResponderEliminarUn beso
Así no se puede bajar la torre de pendientes jejejeje. Me atrae mucho lo que nos cuentas, así que a buscarlo tocan ;)
ResponderEliminarUn beso.
Pues habrá que apuntarla entonces, no la conocía
ResponderEliminarBesos
Pues no me importaría leerlo si se cruza..
ResponderEliminarUn beso ;)
La verdad es que me dejas con la curiosidad. Pinta muy bien.
ResponderEliminarBesos
Apuntado queda. Soy muy fan de estas historias donde no había móvil ni internet. Y esos veranos cuando parecía que vivías otra vida y eras otro yo. Casi lo de menos para mí es esa cosa que pasó y que ya me imagino.
ResponderEliminarBesos
Pues apuntadísimo queda :-)
ResponderEliminarCómo eres, ahora me han dado unas ganas terribles de leerlo. Me gustan los libros que "cuentan cosas" (a veces es complicado definir lo que es eso para mí) y que te meten por entero en sus páginas. Besazo!!
ResponderEliminarPues lo tendré en cuenta... la verdad es que de entrada no me llamaba nada, hasta leerte.
ResponderEliminarBesotes
Aylavella, merece mucho la pena. Hazme caso.
ResponderEliminarInés, la historia es para disfrutarla. Te gustará.
Sara, jejej te entiendo pero con este aciertas seguro.
Tatty, es una de esas historias que tienen mucho más de lo que aparenta.
Natàlia, ve a por él.
Mª Ángeles, a mí me ha sorprendido una barbaridad.
Norah, ocurren muchas más cosas que esa que te imaginas jeje.
Rocío, me alegro que lo apuntes
Yolanda, tú disfrutarías mucho este libro.
Shorby, si lo lees ya me dirás.
Besos y gracias por vuestros comentarios.