Uno de los alicientes a la hora de asistir a una presentación, al margen del autor y la obra, es el lugar en el que dicho acto se celebra. El pasado sábado fuimos convocados en una librería preciosa en el centro de Sevilla que tiene por nombre Un gato en bicicleta. Allí, además de deambular entre libros, poder tocarlos, ojearlos, incluso olerlos y por supuesto comprarlos, también podemos acompañar tal liturgia tomando un café o lo que se tercie. En aquel sanctasanctórum nos congregamos para escuchar al autor Ignacio Arrabal que venía a presentar su nueva novela, Hasta que sea verano (Anantes), teniendo como cómplice al también autor Salvador Compán.
Antes de dar inicio al acto, Ismael Rojas Pozo, editor de Anantes, quiso dar las gracias tanto a la librería por su disponibilidad como a los asistentes por su presencia. Comentó que poder contar con la colaboración de Salvador Compán, a quien conoce desde hace mucho años, era todo un privilegio y sobre Ignacio Arrabal mencionó que era un autor que se adentraba con esta segunda novela en un registro muy distinto al que tocó en su primera publicación, El rasgo suplementario. Sin más, cedió la palabra a los autores.
Salvador Compán abrió el acto haciendo una interesante reflexión. Quiso aclarar en qué consistía para él la buena literatura y para ello se apoyó en las reflexiones de importantes autores del pasado. Citó a Harold Bloom, quien venía a decir que el mal lector o la mala obra solo pide que se mire al fondo, al desenlace, con lo que basta con ir pasando una página tras otra sin pararnos a analizar la acción. No obstante, el buen lector y la buena obra exige que miremos a los lados, que nos detengamos en el camino, en cada página, párrafo o reglón que deben estar colmados de emociones y conocimientos. En la misma línea también expuso el pensamiento de Juan Ramón Jiménez quien manifestaba que la buena poesía no te empujaba a ir más lejos sino más hondo. Con estas interesantes apreciaciones, comentó que Hasta que sea verano es una novela que tiene voluntad de serlo. «Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto. Hasta que sea verano no es una novela comercial, de usar y tirar, completamente olvidable». Compán considera que la nueva novela de Ignacio Arrabal es una buena novela porque no solo cuenta con una trama bien urdida sino que también está muy bien contada. «El lenguaje tiene que trabajarse para ahondar en la realidad, tiene que ir creando significado a medida en la que avanza el texto», apuntó. Señaló además que el lenguaje empleado por Arrabal es preciso y elástico, muy asociativo y con una prosa que respira y emociona.
Pero en relación a la trama, manifestó que en una buena novela todo tiene que estar articulado en torno a un tema central. «En este caso concreto el tema universal es la culpa, algo que atañe a todo ser humano», y que deja consecuencias terribles. El argumento congrega a una pandilla de amigos, cuatro o cinco jóvenes de unos veinte años que viven en las cercanías de un pueblo costero. Ellos han conformado su propio micromundo, una burbuja dentro de la cual se mueven, entre las cuatro casas que habitan junto con su familia, cala Diablo y dos o tres bares. Este es el universo de estos jóvenes y en este universo es donde suceden los hechos que marcarán ese verano.
Asegura Compán que el autor sabe manejar bien la intriga, dosifica la información pero a la vez va alertando al lector de que algo va a ocurrir sin desvelar nada esencial. «Toda la historia está resumida en síntesis en el primer párrafo, una semilla que luego se irá ramificando», afirmó.
«A veces dura una vida lo que tarda en suceder una historia y, sin embargo, lo que ocurrió con Roberto y todos los que formamos parte de aquel verano, ha quedado tan grabado en la memoria que parece que todavía está sucediendo. Y eso a pesar de que Roberto ya no vive, que el escenario de esos días tan lejanos no ha vuelto a ser visitado por ninguno de nosotros y, sobre todo, que una nube de desdicha y tristeza parece haber impregnado nuestras vidas desde entonces, como si ya nada pudiera volver a ser igual». [pág. 9]
Se comentó que en estas líneas está todo condensando, toda la novela contenida, suponiendo un buen comienzo y un acicate para el lector. «Yo quería centrar el foco de la narración no en qué sucede porque esto ya lo cuento en esas líneas sino cómo sucede y las consecuencias que acarrea», afirmó Arrabal. Hasta cierto punto, el autor ha querido hacer un homenaje al modo de contar las cosas.
Sobre los personajes Compán nos desveló que están muy bien definidos y cada uno desempeña un rol particular. Son jóvenes, hijos de la pequeña burguesía que viven despreocupados. Entre ellos se estructura una especie de jerarquía siendo Javier, el líder del grupo, «una especie de macho alfa con una psicología nietzschiana». Luego está el personaje anti-héroe, Nacho, el más contestatario al que se le une otros personajes más serviles. Y por último, Alonso, el narrador de la historia, un personaje schopenhaueriano. «Alonso es el que duda, el que se mueve siempre en la incertidumbre y cree que la felicidad solo está en una zona acotada. Es el más observador, un buceador, que escarba en la realidad de los otros para ver cómo laten y cómo se mueven». Pero no serán los únicos personajes. Encontraremos también a Roberto, un chico del pueblo, el que fallece tal y como se menciona al principio del libro y los franceses que llegan a esa localidad para pasar el verano y que constituyen el elemento extraño. «Concretamente una chica, Sophie, la personificación del sexo y la fascinación hecha mujer, será la que desarticule el grupo con lo que se da pie al clímax y a la tragedia».
Algo que siempre despierta curiosidad es el título de las novelas. Sobre Hasta que sea verano, Arrabal mencionó que, en realidad había pensado llamarla Los franceses, dado que el verano de los jóvenes explota con la llegada al pueblo de una familia francesa que decide pasar el verano en esa localidad. Sin embargo, no fue un título que entusiasmó ni a los editores ni a su familia y por eso se cambió. Confesó que, al principio, Hasta que sea verano no le gustó mucho pero hoy piensa que es un título atractivo, una frase incompleta que invita a poner algo más detrás o averiguar qué es lo que ocurrió en aquel verano.
Y con respecto al lugar donde se desarrolla la trama, Compán afirmó que uno de los aciertos de la novela es precisamente el tratamiento del espacio pero también del tiempo. «Todo está acotado», dijo Salvador, los personajes simplemente se mueven entre Cala Diablo, las cuatro casas y poco más. El círculo está cerrado y al cerrarlo tanto el espacio como el tiempo se convierten en un olla a presión, los personajes entrechocan y todo se potencia al máximo. «Acotar el espacio me sirve para que los personajes vivan con mayor intensidad», manifestó Ignacio.
Sobre si existe algún enfoque autobiográfico, Arrabal aclaró que ha tomado algunos datos de sus vivencias. «Por ejemplo, las cuatro casas en las que residen estos personajes están construidas en un terreno común, y comparten el jardín y la piscina. Eso lo he sacado del entorno de mis amigos». El pueblo es totalmente imaginario y Cala Diablo, playa a la que se accede a través de esas cuatro casas, tampoco existe aunque aseguró que la arena de esa playa se parece muchísimo a la arena de la playa de Sanlúcar de Barrameda. «De todos modos he intentado huir de cualquier identificación autobiográfica con la historia», afirmó.
Además de la culpa, Compán destacó que otra de las cuestiones que se indaga en la novela es la homosexualidad que «se vive con absoluto terror en un entorno muy machista» apuntó el presentador. Ambientada a finales de los años 80, Ignacio asegura que introducir este tema en su novela es un intento de hacer una crítica a la sociedad actual pues, a su juicio, es totalmente falso que la homosexualidad sea algo normalizado hoy en día. «La homosexualidad se sigue mirando mal y sigue siendo un auténtico drama para muchas personas», sentenció.
Y esto fue, más o menos, lo más representativo que se comentó en esta presentación. Me resultó muy atractivo todo lo que se comentó sobre la novela. Esos chicos jóvenes, ese microuniverso en el que se mueven, el fallecimiento de Roberto no se sabe en qué circunstancias y un verano que queda truncado para siempre me resulta un argumento sumamente interesante, así que, en cuanto pueda me planto con Hasta que sea verano para disfrutar de una lectura de invierno.
Autor
Ignacio Arrabal (Sanlúcar de Barremada, 1973) es autor de los volúmenes de poesía La palabra tiempo, La superficie del aire, Los sueños intactos y La luz inversa, obteniendo premios como el Ángaro, Santa Teresa de Jesús o Paul Beckett. En 2014 publicó una selección de relatos bajo el título Las vidas invisibles y en 2015 debutó como novelista con El rasgo suplementario.
Ejerce la crítica literaria en revistas especializadas y en Diario de Jerez.
Sobre si existe algún enfoque autobiográfico, Arrabal aclaró que ha tomado algunos datos de sus vivencias. «Por ejemplo, las cuatro casas en las que residen estos personajes están construidas en un terreno común, y comparten el jardín y la piscina. Eso lo he sacado del entorno de mis amigos». El pueblo es totalmente imaginario y Cala Diablo, playa a la que se accede a través de esas cuatro casas, tampoco existe aunque aseguró que la arena de esa playa se parece muchísimo a la arena de la playa de Sanlúcar de Barrameda. «De todos modos he intentado huir de cualquier identificación autobiográfica con la historia», afirmó.
Además de la culpa, Compán destacó que otra de las cuestiones que se indaga en la novela es la homosexualidad que «se vive con absoluto terror en un entorno muy machista» apuntó el presentador. Ambientada a finales de los años 80, Ignacio asegura que introducir este tema en su novela es un intento de hacer una crítica a la sociedad actual pues, a su juicio, es totalmente falso que la homosexualidad sea algo normalizado hoy en día. «La homosexualidad se sigue mirando mal y sigue siendo un auténtico drama para muchas personas», sentenció.
Y esto fue, más o menos, lo más representativo que se comentó en esta presentación. Me resultó muy atractivo todo lo que se comentó sobre la novela. Esos chicos jóvenes, ese microuniverso en el que se mueven, el fallecimiento de Roberto no se sabe en qué circunstancias y un verano que queda truncado para siempre me resulta un argumento sumamente interesante, así que, en cuanto pueda me planto con Hasta que sea verano para disfrutar de una lectura de invierno.
Autor
Ignacio Arrabal (Sanlúcar de Barremada, 1973) es autor de los volúmenes de poesía La palabra tiempo, La superficie del aire, Los sueños intactos y La luz inversa, obteniendo premios como el Ángaro, Santa Teresa de Jesús o Paul Beckett. En 2014 publicó una selección de relatos bajo el título Las vidas invisibles y en 2015 debutó como novelista con El rasgo suplementario.
Ejerce la crítica literaria en revistas especializadas y en Diario de Jerez.
El reencuentro estival de un grupo de amigos, con sus habituales excesos y el relato de sus andanzas durante todo el invierno, se ve alterado por la llegada de una familia francesa. Sus ideas, su atractivo deslumbrante y su comportamiento hacen que el grupo se resquebraje, que surjan el amor desmesurado, los celos, la tragedia y los secretos inconfesables, convirtiendo el verano en un último verano de juventud del que ninguno saldrá indemne.
Ignacio Arrabal despliega toda su madurez narrativa para dibujar una historia de pasiones contrapuestas, a menudo frustradas, ciegas, con el fin del verano como único horizonte
Precio: 16,00 €
Nª Páginas:224
ISBN: 978-84-946562-9-3
Gracias por contarnoslo. Estaré pendiente de la reseña a ver que te parece.
ResponderEliminarGracias por la crónica.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias por la crónica,a ver que nos cuentas del libro.
ResponderEliminarBesos
Graciasssss.
ResponderEliminarPues a ver lo que nos cuentas de esta novela, si la lees. La sinopsis me resultó atractiva y, si por encima es no comercial, pues me resulta mucho más. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias por la crónica tan detallada.
ResponderEliminarA ver qué tal está el libro
besos