Editorial: Alianza.
Fecha publicación: 1994.
Precio: 100 pesetas.
Género: Relato.
Nª Páginas:93
Edición: Tapa blanda.
ISBN: 9788420646275
Autor y Sinopsis
Uno de los máximos exponentes del impulso renovador de la prosa que se dio a principios de siglo y que dejó una impronta indeleble en la literatura posterior es JAMES JOYCE (1877-1941), autor de la novela Ulises, uno de los hitos literarios del siglo XX. Incluido en Dublineses -colección de quince relatos centrados en su ciudad natal, Dublín, que tiene como objetivo "denunciar el alma de esa hemiplejia o parálisis que algunos llaman ciudad" -. Los muertos constituye una pequeña obra maestra de la narrativa contemporánea que ha sido llevada a la pantalla recientemente por John Houston.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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En 1993 la editorial Alianza sacó a mercado una colección de pequeñas joyas bajo el nombre Alianza Cien, haciendo referencia a la editorial y al precio de cada ejemplar, cien pesetas. Según un artículo de El País, la idea era «recuperar autores y títulos que la superproducción editorial y la recesión económica están marginando injustamente. La programación abarca cuatro áreas -literatura española, literatura latinoamericana, literatura universal y clásicos y otros temas de carácter práctico-, la tirada inicial de cada título es de 250.000 ejemplares». Pues bien, de todos esos ejemplares que vieron la luz, por casa andan rondando unos cuantos títulos y algunos de ellos están sin leer a día de hoy. Los muertos de James Joyce acaba de abandonar la lista de pendientes.
Joyce es uno de esos autores de culto a los que me aproximo con mucho respeto y no menos temor. El Ulises es su obra más emblemática y tanto se ha escrito sobre ella que a mí me parece a día de hoy, fuera de mi alcance lector. No obstante, he preferido acercarme a Los muertos (The Dead), un breve relato que forma parte del volumen titulado Dublineses y que centra las historias que lo componen en el DubIín natal del autor, un volumen que consta de quince relatos, siendo Los muertos el último de todos ellos, el más extenso y que también ha originado mucha discusión literaria.
En Los muertos prácticamente toda la narración transcurre a lo largo de una velada, un acontecimiento anual, elegante y esplendoroso que congrega a una selecta concurrencia. Estamos en Navidad y las señoritas Morkan, -Julia y Kate-, han organizado una cena y un baile en su casa. Las hermanas son mujeres de edad avanzada, solteronas, que conviven con una sobrina huérfana, Mary Jane, principal sostén de la familia. A priori parece que serán estas dos mujeres el centro del relato pero, como si de una película se tratara, la cámara se desliza suavemente hacia el verdadero protagonista, Gabriel Conroy, otro sobrino de las Morkan, y su esposa Gretta. Entre deliciosas viandas, cantos, bailes y conversaciones sobre nimiedades transcurre la noche que se encamina hacia un hecho culminante, un punto de inflexión que convierte esta historia en algo mucho más complejo que el retrato de una noche de ocio. Todo salta por los aires cuando en las despedidas se oye una tonada, La joven de Aughrim.
Gabriel observa a su esposa Gretta totalmente abstraída de la realidad, ajena a lo que ocurre a su alrededor e inmersa en las ensoñaciones de sus recuerdos. Gretta está recordando algo que saca a su semblante la más profunda de las tristezas y Gabriel se azora inquieto sin saber qué ocurre. La confesión vendrá un poco más tarde, la certeza de un pasado que se echa de menos, que aún hoy duele y del que Gabriel era ajeno, lo que le provoca una incomodidad que no esperaba. Las emociones que nacen en el interior de este hombre, una vez conoce el secreto de su esposa, tendréis que descubrirlas vosotros mismos. Contar más de un relato que no llega ni a las cien páginas es peligroso. Solo os diré que en Los muertos hay secretos, viejos residentes del pasado que Gretta ha intentado mantener encerrados para poder disfrutar de una vida que le ha procurado un amado esposo, unos hijos maravillosos y una vida cómoda. No obstante, la tonada insufla aire a los rescoldos de unos sentimientos que aún arden.
En este enorme y breve relato de Joyce, cuyo título no está elegido al azar, hay que estar atento a la sutileza de las palabras. Gabriel es presentado desde distinto ángulo como si el autor quisiera que el lector tuviera una imagen completa del personaje para poder así evaluar si lo que le ocurre después es justo o no. Por un lado, las señoritas Morkan lo presentan como un hombre indispensable. Inicialmente se asustan porque Gabriel se retrasa un poco y no termina de llegar a la cena. Temen que le haya ocurrido algo porque Gabriel es pilar fundamental, hombre recto y ejemplo de todos. Su presencia otorga seguridad, confianza, serenidad y tranquilidad a todo aquel que se encuentre a su lado. Mientras él esté presente nada malo podrá ocurrir. Sin embargo, también será duramente criticado por la señora Ivors, una de las invitadas, una mujer independiente que parece haber descubierto una faz del joven que no todo el mundo conoce y que muestra un lado menos amable del invitado.
Habrá otros personajes más secundarios como Freddy Malins, un tipo que suele acudir a estas reuniones en evidente estado de embriaguez, Bartule D'Arcy, un tenor retirado, la propia Molly Ivors, una mujer incidiosa,... Son personajes que en cierta forma rompen la calma de estas reuniones sociales, como si en plena ventisca, una ventana abierta por descuido dejará entrar el frío invernal y quebrara el calor de hogar que se respira en cada de las Morkan.
Uno de los aspectos que más me convencen en esta narración es la posición que ocupa el lector. Se podría decir que el lector se encuentra integrado en ese acto social como un invitado mudo que simplemente contempla las diversas escenas, casi oculto tras unos cortinajes, y que incluso acompaña a los personajes en sus momentos más íntimos. Ayuda a todo ello la ingente cantidad de descripciones que nos ofrece Joyce, que dibuja detalle a detalle cada escena, cada movimiento, cada emoción de los personajes en un ejercicio de total integración.
Los muertos, un relato del que tantísimo se ha hablado, breve pero que arrastra tal cantidad de interpretaciones que abruma (me pasó lo mismo con La metamorfosis de Kakfa) es un texto a descubrir por cada lector sin pararse demasiado en lo que opinen los críticos. Creo que en estos casos, es mucho más recomendable dejarse llevar por las impresiones que te puede generar el texto, las tuyas propias, sean simples, llanas, complejas, o incluso puede ser que te deje hasta indiferente. Todo vale, así que inténtalo.
A todo esto, adaptaciones al cine hay muchas. Yo tengo pendiente de ver la del director John Huston. Ya os contaré.
En Los muertos prácticamente toda la narración transcurre a lo largo de una velada, un acontecimiento anual, elegante y esplendoroso que congrega a una selecta concurrencia. Estamos en Navidad y las señoritas Morkan, -Julia y Kate-, han organizado una cena y un baile en su casa. Las hermanas son mujeres de edad avanzada, solteronas, que conviven con una sobrina huérfana, Mary Jane, principal sostén de la familia. A priori parece que serán estas dos mujeres el centro del relato pero, como si de una película se tratara, la cámara se desliza suavemente hacia el verdadero protagonista, Gabriel Conroy, otro sobrino de las Morkan, y su esposa Gretta. Entre deliciosas viandas, cantos, bailes y conversaciones sobre nimiedades transcurre la noche que se encamina hacia un hecho culminante, un punto de inflexión que convierte esta historia en algo mucho más complejo que el retrato de una noche de ocio. Todo salta por los aires cuando en las despedidas se oye una tonada, La joven de Aughrim.
Gabriel observa a su esposa Gretta totalmente abstraída de la realidad, ajena a lo que ocurre a su alrededor e inmersa en las ensoñaciones de sus recuerdos. Gretta está recordando algo que saca a su semblante la más profunda de las tristezas y Gabriel se azora inquieto sin saber qué ocurre. La confesión vendrá un poco más tarde, la certeza de un pasado que se echa de menos, que aún hoy duele y del que Gabriel era ajeno, lo que le provoca una incomodidad que no esperaba. Las emociones que nacen en el interior de este hombre, una vez conoce el secreto de su esposa, tendréis que descubrirlas vosotros mismos. Contar más de un relato que no llega ni a las cien páginas es peligroso. Solo os diré que en Los muertos hay secretos, viejos residentes del pasado que Gretta ha intentado mantener encerrados para poder disfrutar de una vida que le ha procurado un amado esposo, unos hijos maravillosos y una vida cómoda. No obstante, la tonada insufla aire a los rescoldos de unos sentimientos que aún arden.
En este enorme y breve relato de Joyce, cuyo título no está elegido al azar, hay que estar atento a la sutileza de las palabras. Gabriel es presentado desde distinto ángulo como si el autor quisiera que el lector tuviera una imagen completa del personaje para poder así evaluar si lo que le ocurre después es justo o no. Por un lado, las señoritas Morkan lo presentan como un hombre indispensable. Inicialmente se asustan porque Gabriel se retrasa un poco y no termina de llegar a la cena. Temen que le haya ocurrido algo porque Gabriel es pilar fundamental, hombre recto y ejemplo de todos. Su presencia otorga seguridad, confianza, serenidad y tranquilidad a todo aquel que se encuentre a su lado. Mientras él esté presente nada malo podrá ocurrir. Sin embargo, también será duramente criticado por la señora Ivors, una de las invitadas, una mujer independiente que parece haber descubierto una faz del joven que no todo el mundo conoce y que muestra un lado menos amable del invitado.
Habrá otros personajes más secundarios como Freddy Malins, un tipo que suele acudir a estas reuniones en evidente estado de embriaguez, Bartule D'Arcy, un tenor retirado, la propia Molly Ivors, una mujer incidiosa,... Son personajes que en cierta forma rompen la calma de estas reuniones sociales, como si en plena ventisca, una ventana abierta por descuido dejará entrar el frío invernal y quebrara el calor de hogar que se respira en cada de las Morkan.
Uno de los aspectos que más me convencen en esta narración es la posición que ocupa el lector. Se podría decir que el lector se encuentra integrado en ese acto social como un invitado mudo que simplemente contempla las diversas escenas, casi oculto tras unos cortinajes, y que incluso acompaña a los personajes en sus momentos más íntimos. Ayuda a todo ello la ingente cantidad de descripciones que nos ofrece Joyce, que dibuja detalle a detalle cada escena, cada movimiento, cada emoción de los personajes en un ejercicio de total integración.
Los muertos, un relato del que tantísimo se ha hablado, breve pero que arrastra tal cantidad de interpretaciones que abruma (me pasó lo mismo con La metamorfosis de Kakfa) es un texto a descubrir por cada lector sin pararse demasiado en lo que opinen los críticos. Creo que en estos casos, es mucho más recomendable dejarse llevar por las impresiones que te puede generar el texto, las tuyas propias, sean simples, llanas, complejas, o incluso puede ser que te deje hasta indiferente. Todo vale, así que inténtalo.
A todo esto, adaptaciones al cine hay muchas. Yo tengo pendiente de ver la del director John Huston. Ya os contaré.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]
Retos:
- Autores de la A a la Z
- 100 libros
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No me veo yo ahora mismo con esta lectura.
ResponderEliminarBesos.
No me importaría nada leerla pero de la autora tengo varios libros antes xD
ResponderEliminarUn beso!
Ni una letra de este hombre he leído. Ya lo sé, es para cerrarme la cantina pero es que no se llega a todo. Ya con lo de enorme y breve saltaron las alarmas. Aquí había algo. Me has convencido aunque me da respeto eso de las múltiples interpretaciones.
ResponderEliminarMe apunto también a buscar films, John Houston es una tentación muy grande.
Besos
Puede parecerte mentira pero este "cuento" de Joyce lo leí por primera vez en mis tiempos de instituto... en francés. Y me fascinó. Lo he releído posteriormente en español y me sigue fascinando. La atmósfera, los personajes, el modo en que la acción se va desarrollando... Una maravilla. Gracias por recordármelo. Un beso.
ResponderEliminarLo tengo en casita en esta misma edición y aún no me he animado. Tu reseña me da un buen empujoncito.
ResponderEliminarBesotes!!!
PUes no he vuelto a acercarme a Joyce desde mi fracaso con Ulises pero por lo que cuentas esta obra puede estar al nivel de mi pobre "inteligencia" lectora, jajaja Me lo apunto :)
ResponderEliminarBs.
Es que dicen que El Ulises es el cuento imposible de leer y traducir. Según Borges, ni él mismo lo terminó de leer. Es de los libros más difíciles del mundo
EliminarMe acuerdo de la colección. Tenía varios títulos. Intenté leer Ulises y no me gustó mucho así que he dejado el autor aparcado.
ResponderEliminarMadre mía, 100 pesetas.... un libro 100 pesetas. PArece impensable.
ResponderEliminarNo he leído nada de Joyce, tengo pendiente Ulises, que claro, me gustaría leer si mi capacidad me lo permite. Lueog ya veremos.
BEsos.
Pues no tengo perdón porque la película de John Huston la tengo en dvd, la he visto un montón de veces porque me apasiona, pero nunca he leído el relato de Joyce en el que se basa por pura dejadez, ni siquiera lo he buscado para comprarlo. Voy a remediarlo ahora mismo. Mil gracias por la reseña :*
ResponderEliminar¡Besote!
No leí nada de James Joyce. No sé si este relato que nos presentas sería el más apropiado para familiarizarme con su narrativa, porque no me termina de convencer. Besos.
ResponderEliminarAhora mismo no es para mi
ResponderEliminarBesos