Autora
Yolanda Guerrero (Toulouse, 1962). Periodista de profesión, en 1987 comenzó a trabajar en El País y desarrolló su carrera en ese diario hasta 2013. En 1997 fue finalista del IX Premio Ana María Matute, de Ediciones Torremozas, y, aunque mantiene algún puente activo con el periodismo, ha decidido retomar la ficción.
El huracán y la mariposa es su primera novela.
Sinopsis
Tras un viaje revelador, Sofia Baena, una mujer idealista e independiente, decide emprender la búsqueda de su hija adoptando a una niña de siete años con cara de ángel y ojos negros como crespones. Lo que no sabe es que Marina, como Perséfone, fue raptada por Hades y lleva el infierno tatuado en el corazón. Un pasado oscuro la abrasa en un incendio perpetuo y la niña pronto empieza a desarrollar una aversión enfermiza hacia su madre adoptiva que culmina en ataques cada vez más virulentos.
En su novela debut, El huracán y la mariposa, Yolanda Guerrero da voz a tres mujeres unidas por una tragedia y separadas por el dolor, el rechazo, el desamparo y la ceniza de la culpa. Un relato íntimo que enhebra con maestría la cara más amarga de la adopción.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
Qué ganas tenía de publicar la entrevista a Yolanda Guerrero. Al encuentro asistí con El huracán y la mariposa a medio leer pero totalmente enganchada por una historia que me ha resultado muy original, dura pero también muy bella.
Siempre que pensamos en adopciones nos imaginamos a una pareja, sean del sexo que sean, a una mujer o a un hombre en solitario con un profundo deseo de ser padre o madre, de construir una familia, de culminar un sueño. Sabemos que los trámites son largos, arduos y laboriosos pero al final del camino siempre nos dibujamos la imagen de la felicidad en nuestra mente. No sé vosotros pero en mi cabeza nunca ha tenido cabida ninguna otra representación. Jamás me he planteado que esa adopción pudiera torcerse, que esa felicidad supuestamente prometida en los prolegómenos, terminara por convertirse en una situación insoportable, llena de amargura y tristeza. Así que para mí, la novela con la que debuta la periodista Yolanda Guerrero ha sido todo un descubrimiento pues, avalada por una experiencia personal sin que ella cuente su historia, El huracán y la mariposa nos presenta un caso de adopción fallida y la historia de tres mujeres que nos cautivarán sin remedio.
Aquí os dejo lo que Yolanda Guerrero nos contó.
Marisa G.- Yolanda, no me esperaba que tu libro me gustara tanto como lo ha hecho. Me está gustando mucho.
Yolanda Guerrero (Toulouse, 1962). Periodista de profesión, en 1987 comenzó a trabajar en El País y desarrolló su carrera en ese diario hasta 2013. En 1997 fue finalista del IX Premio Ana María Matute, de Ediciones Torremozas, y, aunque mantiene algún puente activo con el periodismo, ha decidido retomar la ficción.
El huracán y la mariposa es su primera novela.
Sinopsis
Tras un viaje revelador, Sofia Baena, una mujer idealista e independiente, decide emprender la búsqueda de su hija adoptando a una niña de siete años con cara de ángel y ojos negros como crespones. Lo que no sabe es que Marina, como Perséfone, fue raptada por Hades y lleva el infierno tatuado en el corazón. Un pasado oscuro la abrasa en un incendio perpetuo y la niña pronto empieza a desarrollar una aversión enfermiza hacia su madre adoptiva que culmina en ataques cada vez más virulentos.
En su novela debut, El huracán y la mariposa, Yolanda Guerrero da voz a tres mujeres unidas por una tragedia y separadas por el dolor, el rechazo, el desamparo y la ceniza de la culpa. Un relato íntimo que enhebra con maestría la cara más amarga de la adopción.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Qué ganas tenía de publicar la entrevista a Yolanda Guerrero. Al encuentro asistí con El huracán y la mariposa a medio leer pero totalmente enganchada por una historia que me ha resultado muy original, dura pero también muy bella.
Siempre que pensamos en adopciones nos imaginamos a una pareja, sean del sexo que sean, a una mujer o a un hombre en solitario con un profundo deseo de ser padre o madre, de construir una familia, de culminar un sueño. Sabemos que los trámites son largos, arduos y laboriosos pero al final del camino siempre nos dibujamos la imagen de la felicidad en nuestra mente. No sé vosotros pero en mi cabeza nunca ha tenido cabida ninguna otra representación. Jamás me he planteado que esa adopción pudiera torcerse, que esa felicidad supuestamente prometida en los prolegómenos, terminara por convertirse en una situación insoportable, llena de amargura y tristeza. Así que para mí, la novela con la que debuta la periodista Yolanda Guerrero ha sido todo un descubrimiento pues, avalada por una experiencia personal sin que ella cuente su historia, El huracán y la mariposa nos presenta un caso de adopción fallida y la historia de tres mujeres que nos cautivarán sin remedio.
Aquí os dejo lo que Yolanda Guerrero nos contó.
Marisa G.- Yolanda, no me esperaba que tu libro me gustara tanto como lo ha hecho. Me está gustando mucho.
Yolanda G.- ¡Qué bien! Me alegro mucho. Qué satisfacción... Es mi primera novela y eso me ha provocado muchas inseguridades. A medida que iba escribiendo el libro me iba diciendo que no iba a gustar y que no lo iba a poder publicar nunca pero cuando me encuentro con personas que me dicen lo que tú, me da una alegría tremenda.
M.G.- Pues es una maravilla. He estado hablando con algunos amigos y lo he recomendado porque la verdad es que está siendo una lectura apasionante.
Y.G.- Muchas gracias.
M.G.- Yolanda tú eres periodista y por lo que podemos leer en el prólogo de tu libro, escrito por Jesús Ruíz Mantilla, parece que te has alejado de la profesión ¿quizá porque el periodismo que se hace ahora ya no te interesa?
Y.G.- Bueno, yo he sido periodista durante treinta años, de los cuales veintiséis he estado en El País, de donde salí voluntariamente porque estaba cansada físicamente. No me fui enfadada, tengo muy buena relación pero necesitaba cambiar y hacer otras cosas. Siempre he querido escribir ficción pero no encontraba el tiempo. Me costaba mucho compaginar mi trabajo con la escritura porque además trabajaba por las noches con unos horarios difíciles. De repente mi vida cambió de tal manera que opté por seguir adelante, con menos dinero, pero me apetecía emprender una nueva vida.
No obstante, el periodismo de ahora no es el que se hacía hace treinta años. También es verdad que ahora cualquier persona puede informar de lo que sea. Algunos no lo hacen nada mal pero tampoco hay el rigor que había antes. Ya no se contrasta tanto la información, se publica sin el fundamento de la verdad absoluta, no se es ecuánime. Todo esto hoy en día ha sido sacrificado por la inmediatez y por lo tanto, no deja de ser un poco decepcionante. Ahora he descubierto que entiendo mejor la realidad a través de la ficción que del periodismo, al menos, en este momento de mi vida.
M.G.- En cualquier caso, aunque esta sea tu primera novela, tú ya tienes una experiencia literaria.
Y.G.- Sí, sí... Quedé finalista en un certamen de relatos. Aquello fue muy bonito porque lo hice mientras estaba trabajando en El País y me gustó tanto la experiencia que me planteé que algún día escribiría una novela.
M.G.- Pues ya ha llegado esa novela. En El huracán y la mariposa abordas un tema que para mí es muy novedoso. He leído novelas sobre el deseo de ser madre, sobre la imposibilidad de serlo, sobre la crianza, pero jamás había leído un libro sobre las adopciones fallidas. De esto se ha escrito poco, ¿no?
Y.G.- Mira, los psicólogos con los que me he hablado y que me han asesorado a la hora de escribir este libro, me han comentado que están muy contentos porque por fin se ha escrito una obra de ficción sobre este tema en España que ellos puedan usar en su trabajo. Hay una sola novela que sepamos que se llama El lenguaje de las flores de Vanessa Diffenbaugh que, aunque no trata exactamente las adopciones fallidas, recoge la historia de una niña con trastorno del apego sin quedar explicitado de esa manera, pero que también sufre episodios violentos, agresivos,... Además, la autora sabe muy bien de lo que habla porque es madre adoptiva y madre de acogida. Es el único libro que conozco que aborde estas cuestiones y no está escrito originariamente en castellano.
La adopción fallida es un tema desconocido y no porque no exista sino porque no se habla de esto. Los medios no hablan de ello ni las familias tampoco porque tienen miedo a la incomprensión social, al rechazo, a la censura,... y con razón porque la sociedad que tenemos ahora mismo es poco comprensiva y muy crítica. Y además es que nos quedamos en el titular. Si leemos un artículo de prensa que cuente que tantos niños adoptados son devueltos a los servicios sociales nos quedamos con esa información sin leer nada más. Nadie se pregunta el por qué, qué ha llevado a la familia adoptiva a devolver al niño o qué problema tenía el niño. La reacción más inmediata es pensar mal sobre los padres adoptivos y recriminarles que lo hayan hecho para ahora tener que devolver al pequeño. Enseguida los condenamos al infierno, los crucificamos y los repudiamos. Yo no digo que no haya frivolidad pero hay que conocer las tragedias que se esconden detrás para poder opinar, historias tristes y tremendas en las que la peor parte se la lleva el niño. Al niño hay que protegerlo y en ocasiones, aunque suene raro, para protegerlo es necesario entregarlo a los servicios sociales.
M.G.- Pues no me gustaría ahondar mucho pero sé que en esta novela de ficción hay algo de experiencia personal.
Y.G.- Sí, no lo niego ni lo oculto pero no me gustaría convertirme en la protagonista de mi novela. Yo pasé por una adopción fallida. Salió mal, y desde entonces no hago más que preguntarme qué pasó. He estado mucho tiempo investigando y a partir de ahí mi historia ha quedado relegada a un segundo plano porque he descubierto otras muchas historias, otras muchas familias que lo han pasado mal y lo están pasando mal. He conocido a niños que fueron adoptados y que hoy son adultos. Entre todo lo que he oído he compuesto un collage y he creado una historia, una historia en la que, si ha servido de algo mi experiencia es para poner el corazón, para entender a los personajes, para meterme en su piel y hablar desde dentro y no escribir un reportaje.
De todos modos, también he aplicado criterios periodísticos, es decir, he contrastado información, he desechado alguna información que no me ha parecido rigurosa. Lo más importante en estas cuestiones es ayudar a la gente y no lo consigo si, en aras de la literatura bonita no soy rigurosa científicamente. Así que he hablado con mucha gente para escribir esta novela pero al haber pasado por una experiencia similar, eso me ha ayudado a escribir con sentimiento.
De todos modos, también he aplicado criterios periodísticos, es decir, he contrastado información, he desechado alguna información que no me ha parecido rigurosa. Lo más importante en estas cuestiones es ayudar a la gente y no lo consigo si, en aras de la literatura bonita no soy rigurosa científicamente. Así que he hablado con mucha gente para escribir esta novela pero al haber pasado por una experiencia similar, eso me ha ayudado a escribir con sentimiento.
M.G.- Y es algo que se nota mucho.
Decía Jesús Ruíz Mantilla en el prólogo que esta novela ha necesitado toda una vida para escribirse. Entiendo que has tenido que curar muchas heridas para poder ponerte a escribir y enfrentarte a esto.
Y.G.- Claro porque para ponerte a escribir tienes que estar serena y tener la cabeza fría. Es una novela muy visceral, escrita con las tripas donde los personajes vuelcan su dolor, sufren, sangran a lo largo de toda la novela pero, a pesar de eso, he querido. o al menos lo he intentado, que haya un punto de frialdad o de distanciamiento. Para ello me he servido de Ángela, la abuela adoptiva de la novela, un personaje que no participa directamente en la decisión de adoptar. El error, si es que hay error, no es suyo. De hecho ella advirtió en un momento dado de que esto podría salir mal. Creo que Ángela me ha servido para poner el punto de distanciamiento.
M.G.- Comentas que has hablado con mucha gente. Supongo que habrás tenido que echar mano de testimonios reales.
Y.G.- Sí, y me siguen llegando testimonios todos los días. Es todo muy emocionante. A diario recibo mensajes de personas que me comentan que llevan sufriendo mucho tiempo a solas, sin atreverse a hablar porque piensan que son los únicos que tienen problemas con sus hijos adoptivos, que algo han debido de hacer mal, y por lo tanto se callan porque la sociedad no los entiende. De repente, con la novela se dan cuenta de que no están solos. Y también me llegan historias que son todavía más duras que la que yo cuento en la novela.
M.G.- Es una novela que se narra a tres voces, tres mujeres. Por un lado está Ángela, la abuela adoptiva que ya has mencionado, Sofía es la madre adoptiva, y Camila, la niña adoptada que durante una parte de la novela se llamará Marina. Es una adopción fallida no por cuestiones burocráticas sino porque hay una desconexión total entre madre e hija. Esto es lo que se llama el síndrome del apego.
Y.G.- Se llama trastorno reactivo del apego. Yo no soy psicóloga pero por lo que he leído sería algo así. Todos, cuando nacemos, tenemos apego a alguien, a diferencia de algunos animales que, en cuanto nacen, ya son independientes. Nosotros no. Nosotros necesitamos unos años durante los cuales dependemos absolutamente de un adulto, para alimentarnos, vestirnos, desarrollarnos como seres humanos. Si ese vínculo entre el niño y el adulto que le ha tocado en suerte para guiarle se rompe por causas de abuso, de malos tratos, de abandono,... el niño probablemente desarrolle una desconfianza hacia todos los adultos. No ocurre siempre. Hay niños a los que esto no le sucede.
En el caso de mi personaje, de Camila, es una niña que ha vivido siete años en el infierno. Ha sido maltratada, violada y prostituida y cuando es adoptada cree que su madre adoptiva le seguirá haciendo lo mismo. Camila cree que todos los adultos son iguales a aquel que tenía que haberla protegido y no lo hizo, sino que la traicionó. En algún momento del libro llega a decir que no quiere recibir amor para no verse obligada a devolverlo. Los niños que tienen esta disfunción en el apego son unos niños recelosos y conciben el mundo como un lugar muy peligroso en el que cualquiera le puede hacer daño. Esto es lo que hay que corregir porque tiene corrección pero claro, por profesionales.
Por su parte, los padres que se encuentran en estos casos, con niños enrabietados, con ataques de ira que no son comunes, se suelen callar. No suelen pedir ayuda y eso termina por enquistarse. El niño crece y luego los problemas son más difíciles de solucionar.
M.G.- Pero Yolanda entiendo que este tipo de problemas nos lo podemos encontrar cuando adoptas a un niño con algunos años pero por lo que he leído, incluso si adoptas a un bebé, también puede ocurrirte algo así. El bebé ya viene con unas vivencias dentro del útero materno y puede nacer con algún síndrome, como por ejemplo el síndrome alcohólico fetal.
Y.G.- Exacto, exacto... Y los primeros meses de vida son tremendamente importantes. Cuando oímos noticias de abusos, malos tratos e incluso de violaciones a bebés tendemos a pensar que por ser un bebé no se va a acordar y no es verdad, claro que se acuerda. No lo recordará como tal pero algo dentro de esa criatura se ha roto. Tenemos que ser muy conscientes de lo que estamos haciendo con la infancia porque de ella depende nuestra sociedad. Incluso si eres un adulto que no quiere tener hijos, que no se lo plantea nunca, da lo mismo. Esos adultos terminan por convivir con adultos que lo mismo un día fueron niños maltratados. La infancia es lo que hay que cuidar para cambiar el mundo.
En el caso de mi personaje, de Camila, es una niña que ha vivido siete años en el infierno. Ha sido maltratada, violada y prostituida y cuando es adoptada cree que su madre adoptiva le seguirá haciendo lo mismo. Camila cree que todos los adultos son iguales a aquel que tenía que haberla protegido y no lo hizo, sino que la traicionó. En algún momento del libro llega a decir que no quiere recibir amor para no verse obligada a devolverlo. Los niños que tienen esta disfunción en el apego son unos niños recelosos y conciben el mundo como un lugar muy peligroso en el que cualquiera le puede hacer daño. Esto es lo que hay que corregir porque tiene corrección pero claro, por profesionales.
Por su parte, los padres que se encuentran en estos casos, con niños enrabietados, con ataques de ira que no son comunes, se suelen callar. No suelen pedir ayuda y eso termina por enquistarse. El niño crece y luego los problemas son más difíciles de solucionar.
M.G.- Pero Yolanda entiendo que este tipo de problemas nos lo podemos encontrar cuando adoptas a un niño con algunos años pero por lo que he leído, incluso si adoptas a un bebé, también puede ocurrirte algo así. El bebé ya viene con unas vivencias dentro del útero materno y puede nacer con algún síndrome, como por ejemplo el síndrome alcohólico fetal.
Y.G.- Exacto, exacto... Y los primeros meses de vida son tremendamente importantes. Cuando oímos noticias de abusos, malos tratos e incluso de violaciones a bebés tendemos a pensar que por ser un bebé no se va a acordar y no es verdad, claro que se acuerda. No lo recordará como tal pero algo dentro de esa criatura se ha roto. Tenemos que ser muy conscientes de lo que estamos haciendo con la infancia porque de ella depende nuestra sociedad. Incluso si eres un adulto que no quiere tener hijos, que no se lo plantea nunca, da lo mismo. Esos adultos terminan por convivir con adultos que lo mismo un día fueron niños maltratados. La infancia es lo que hay que cuidar para cambiar el mundo.