lunes, 6 de marzo de 2017

TOCAR LOS LIBROS de Jesús Marchamalo.

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Editorial: Fórcola.
Fecha publicación: 2010
Precio: 9,50 €
Género: --.
Nª Páginas: 78
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 9788495632199
 
Autor

Jesús Marchamalo (Madrid, 1960), periodista, ha desarrollado gran parte de su carrera en Radio Nacional y Televisión Española, y ha obtenido los premios Ícaro, Montecarlo y Nacional de periodismo Miguel Delibes, entre otros. Colabora habitualmente en el suplemento literario de ABC, en Muy Interesante, donde tiene una página dedicada al lenguaje, y en el Instituto Cervantes. Entre sus libros destacan La tienda de palabras (1999), 39 escritores y medio (2006), Las bibliotecas perdidas (2008) y 44 escritores de la literatura universal (2009). 

Sinopsis

Todos los libros tienen una peripecia, una historia que contar. Los libros hablan del carácter, los intereses y la personalidad de sus propietarios, y también la forma de ordenarlos en nuestras personales bibliotecas aporta datos significativos. Hay quien dice que las bibliotecas definen a sus dueños, y estoy seguro de que es cierto. Como en los estratos geológicos de un yacimiento arqueológico, los libros permiten ir desenterrando los restos de todos nuestros particulares naufragios.

Pero, sobre todo, hay que reconocer a los libros una sorprendente capacidad colonizadora: se extienden por los sofás, toman las repisas, los cabeceros de las camas, las mesillas... Como un ejército victorioso ganan los altillos, los aparadores, las cestas de mimbre donde duermen los gatos. Hay libros indispensables que nos obligan a poseerlos, a conservarlos para hojearlos de vez en cuando, tocarlos, apretarlos bajo el brazo. Libros de los que es imposible desprenderse porque contienen fragmentos del mapa del tesoro.

[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]

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Antes de nada me gustaría dar las gracias a la blogosfera literaria, así en general, a todos los que la componéis, a los que cada día colgáis las opiniones de vuestras lecturas y a todos los que lanzáis estupendas recomendaciones a diario, porque si no fuera por este mundo yo no hubiera llegado jamás a este autor - Jesús Marchamalo-, del que Meg nos habló en Cazando Estrellas, ni a este libro -Tocar los libros-, del que ya nos habló Marga en Libros, Exposiciones y Excursiones. Me resultaron tan interesantes las publicaciones de este periodista que no tardé mucho en salir disparada a la biblioteca y sacar todo lo que allí pude encontrar de su autoría.




De momento he leído el volumen de menos extensión y del que quiero hablaros hoy, Tocar los libros. Desconozco si me dará lugar a leer los restantes antes de tener que devolverlos, pero lo intentaré porque, tras esta lectura, me he quedado con ganas de más. En caso contrario, por lo menos no me quedaré con el gusto de haberlos podía hojear.
 
Doy paso a la reseña, anunciando que esta será muy distinta a las anteriores, porque leyendo este libro, poco a poco me fueron surgiendo cuestiones interesantes y se me ocurrió que sería original plantear una batería de preguntas que vosotros, los lectores del blog, pudierais responder en los comentarios. Esto nos permitirá conocernos más, cotillear un poco en los hábitos que tenemos y establecer qué tipo de relación guardamos con los libros. ¿Os animáis a dejarme vuestras respuestas en los comentarios?

Allá voy con las preguntas. 

1. ¿Qué número exacto de volúmenes componen tu biblioteca?

2. ¿Qué libros obran en tu poder de difícil justificación? Me refiero a libros cuya temática sean diferentes a la narrativa, al teatro o la poesía, que verse, por ejemplo, sobre la cría del champiñón en las Urdes.

3. ¿Cómo los ordenas?

4. ¿Te deshaces o te has deshecho alguna vez de algún libro? ¿Cómo lo haces?

5. ¿Lees todos los libros hasta el final aunque lo consideres un aburrimiento?

6. ¿Consideras que hay libros necesarios?

7. ¿Tienes alguna manía a la hora de leer? (Lugar, luz, espacio)

8. ¿Sueles prestar libros o por el contrario te cuesta la misma vida?

9. En caso de haber leído un libro que no fuera tuyo, ¿qué es lo más raro que has encontrado dentro de un libro?


Para romper el hielo, y al mismo tiempo que os comento mis impresiones sobre Tocar los libros, seré yo misma la que abra fuego y conteste en primer lugar. Empiezo. 

En respuesta a la primera pregunta diría que, repartidos entre las distintas habitaciones de mi casa -sin incluir los baños (todavía)- conviven conmigo y mi pareja, a modo de gran familia, un total de 1100 volúmenes, libro arriba libro abajo. Para algunos les parecerá una barbaridad pero estoy convencida de que vosotros también rondáis esa cifra o más. En cualquier caso, a mí no me parecen suficientes y a pesar de que ya no sé dónde colocarlos, no dejo de adquirir más y más libros.

En Tocar los libros, Jesús Marchamalo nos comenta cuántos libros posee, un cálculo que realizó una noche de insomnio pero, en vez de contarlos uno a uno, estableció una regla matemática para aproximarse a la cifra exacta. Indaga el periodista también en las bibliotecas de conocidos escritores, como Azorín del que se decía que tenía doce mil ejemplares. Pero de todos los que menciona, me deja ojiplática la anécdota sobre Gastón Baquero en cuya casa había «libros por todas partes; amontonados en el pasillo, sobre los muebles, en las sillas, apoyados en pilas en las paredes. Había libros hasta en el cuarto de baño;...» y para muestra esta fotografía.





Entiendo que Baquero no pretendió en ningún momento buscar algún libro concreto porque con tal caos sería imposible encontrarlo. Lo que me lleva a la segunda pregunta: ¿Cómo los ordeno? En mi caso, os contaré que llevo una base de datos por orden alfabético usando la inicial del apellido del autor como referencia. Es el sistema más lógico que se me ha ocurrido pero cuando lo adopté nunca me planteé lo que comenta Marchamalo en el libro.  

«... poner a Sabato al lado del marqués de Sade sólo porque comparten la misma inicial es como sentar juntos en una comida a Zapatero y Zaplana por idéntico motivo» [pág. 35]

Visto así, y después de echar una ojeada a mis estantes, me tendría que replantear mi sistema porque, y aquí aprovecho para responder a la segunda pregunta, tengo a Joanne Harris, autora de Chocolate, colindando con un libro bastante hortera. Sí, yo también tengo libros que me harían sonrojar si alguien me preguntara por ellos. Concretamente tengo el honor de poseer el Manual Práctico de la Mujer Liberada de Anthony Hamilton, editado por Edicomunicación, S.A. Un tratado que llegó a mis manos hace muchos años, gracias a un amigo, a un buen amigo -aunque no lo parezca-, como regalo de cumpleaños con el que pretendía gastarme una broma. No me preguntéis de qué va porque no lo he leído jamás. Nada más que el título y la ilustración de la cubierta, como podéis ver, me basta para saber lo que contiene en su interior. Imaginad lo que puede pensar Joanne Harris si sabe que comparte «piel con piel» con esa mujer liberada. Yo creo que se horrorizaría. O no, ¿quién sabe? Pero, ¿entendéis mo el asunto del orden no es una cuestión baladí?




Pero sigamos avanzando con las preguntas. Sobre la cuestión del orden, apunta Marchamalo algunas curiosidades. Por ejemplo, nos recuerda que antiguamente las bibliotecas públicas, con objeto de aprovechar al máximo el espacio, ordenaban los libros por tamaño. Es por eso que, en aquellas fichas amarillentas que consultábamos antaño, antes de que los fondos estuvieran informatizados, figuraban las medidas de los ejemplares. ¿No os acordáis? Yo sí he visto fichas que incluían ese dato, aunque nunca me planteé el porqué. Nunca me acostaré sin aprender algo nuevo.

Y hablando de espacio, ese otro gran problema que tenemos, el autor de Tocar los libros hace un repaso a esta cuestión comentando las prácticas de algunos autores a la hora de luchar contra «la capacidad colonizadora de los libros». Sobre Herman Hesse señala que el autor se limitaba a conservar un número concreto de ejemplares. Si entraba un libro nuevo en su biblioteca, a la fuerza tenía que salir otro, mientras que otros escritores, ni cortos ni perezosos, se dedicaban a arrancar las páginas más aburridas de los libros, de tal modo que, una novela de cuatrocientas páginas bien podía quedarse, después del expurgo, en ciento cincuenta como mucho, con lo que se reducía considerablemente el espacio que ocupaba. Me resulta una medida un tanto drástica pero no deja de ser curiosa.

Yo soy incapaz de profanar un libro de esta manera. Es más, salvo excepciones muy concretas, soy incapaz de deshacerme de un libro, ni siquiera del Manual de la Mujer Liberada que solo lo conservo por su valor sentimental. Antes muero sepultada por un alud literario que desprenderme de libros a los que les tengo verdadero cariño. No importa si ya los he leído. No importa si sé que no los volveré a leer. Me encanta pasar la vista por las estanterías, tocar los lomos, o rememorar las lecturas. Soy una romántica, no lo puedo evitar. En mi casa los libros tienen vida. Nunca fueron objetos decorativos y esto me lleva a referiros ahora la anécdota que Marchamalo cuenta en Tocar los libros sobre esos libros que solo servían para dar un toque de distinción en algunas casas porque «los libros denotan cierta autoridad cultural». Sin embargo, en Rusia, en la época de Catalina la Grande, los libros no eran lo único que constituía un falso decorado. La cosa llegaba mucho más lejos pero os animo a que lo descubráis vosotros mismos con esta lectura. 


Y claro, los libros son como melones sin calar. Uno puede coger un volumen e iniciar la lectura con fruición para, pasadas veinte páginas, descubrir que el libro es un verdadero tostón. ¿Qué hacer entonces?  Marchamalo comenta la cantidad de libros que se editan y se publican hoy en día. Las cifras que señala producen auténtico vértigo y entre tanto libro, ¿por qué perder el tiempo con uno que no te gusta? Bueno, sobre esto hay opiniones para todos los gustos. De entre todas las que el autor recoge al respecto, me quedo con la de Oscar Wilde, tan peculiar siempre, del que dice que el autor irlandés «afirmaba llevar siempre alguno de sus propios libros por si necesitaba echar mano de alguna lectura inteligente». No pude evitar soltar una carcajada al leer esto.

A mí particularmente me cuesta mucho trabajo dejar una lectura por la mitad. Abandonar un libro me produce un sentimiento de traición que me cuesta superar. Antes que tirar la toalla, prefiero leer en diagonal, a la búsqueda de esos fragmentos en los que mi interés reviva. Pero, ¿y vosotros? ¿Renunciáis o seguís hasta el final? Está claro que hay libros o lecturas de las que se pueden prescindir pero no hay que olvidar que lo que para es una lectura fantástica, para vosotros puede ser un verdadero rollo. Y esto me lleva a la siguiente pregunta. ¿Cuáles son esas lecturas necesarias? Marchamalo recoge al respecto una anécdota de Umberto Eco. El autor italiano, al ser preguntado por un periodista si había leído todos los libros que poseía, respondió que no«que cualquier lector mínimamente preparado sabe que hay libros que hay que leer, y libros que hay que tener». ¿Qué os parece el matiz? Seguro que todos tenemos un porrón de libros que hemos comprado y que jamás leeremos. A mí me pasa con algunas ediciones ilustradas o con los libros anotados. Sé que no los leeré jamás pero me encanta tenerlos. 


Ojalá tuviera vida para leer todo lo que quiero, ojalá tuviera una casa lo suficientemente grande como para meter más y más libros, con una habitación solo para mí, confortable y cálida, con mucha luz, donde poder aislarme del mundo. Por ahora, y esto me lleva a responder a la séptima pregunta, me conformo con un amplio sofá en el salón, donde tengo un brasero para el invierno y una consola de aire acondicionado para el verano, y donde entra luz por un amplio balcón. Pero como mi vista ya no es lo que era, me ayudo con una luz auxiliar muy práctica y me aíslo del mundo gracias a unos tapones para los oídos porque esa es mi manía particular. Necesito mucho, mucho pero mucho silencio para poder concentrarme. ¿Y vosotros?


Libros, libros, libros... ¿No somos un poco fetichistas? A algunas personas le costará trabajo entender que cuidamos los libros como si fueran auténticas joyas. Bueno, para nosotros lo son y eso me lleva a plantear el asunto de los préstamos. ¡Ay, qué dolor! Confieso que a mí me cuesta mucho prestar libros. Imagino que nos duele tanto como a esos padres que les cuesta dejar que su hijo pase la noche en casa de un amigo. Lo permiten pero siempre temen que al niño le pase algo. Pues a mí me ocurre igual con los libros. Y no se trata de egoísmo. Simplemente me horroriza pensar que mi pequeño tesoro va a caer en manos de maltratadores. ¿Y si le doblan las esquinas? ¿Y si se dedican a subrayarlos? ¿Y si me lo devuelven con un cerco de la taza del café en una página? No obstante, no me duele nada tomar libros en préstamos o comprarlos de segunda mano. A veces incluso vienen con una sorpresa en su interior o un sorpresón. ¿Qué es lo más raro que te has encontrado dentro de un libro que no era tuyo? Yo una vez me encontré un billete de 50€. Me puse muy nerviosa pensando que un benefactor millonario quería compensar el hábito de la lectura regalando dinero de este modo pero resultó que no. Aquel dinero me llegó de esa forma porque la persona que me lo quería dar no encontró mejor modo de hacerlo sin que yo protestara. ¡Qué chasco! De todos modos, si algún millonario lee esto, ¿no sería fabuloso convertirse en un benefactor de los lectores? 😏. En cualquier caso, me he encontrado cosas curiosas dentro de los libros. Desde los típicos marcapáginas hasta una especie de papeletas para un sorteo. La verdad es que no sé que son esos números. Os dejo una foto.






En fin, no alargo más la reseña. Solo quiero señalar que Tocar los libros no tiene desperdicio alguno. La única pega que le pongo es que es demasiado breve. Me hubiera gustado saber más sobre esas curiosidades de los autores pero hay que apuntar que este libro en realidad nació como una conferencia que el autor dio en Valladolid en 2001 y que, posteriormente, y tras tres ediciones en tres editoriales distintas, ha llegado a manos de los lectores. La edición que he leído viene publicada por Fórcola y cuenta con un prólogo de Luis Mateo Díez, de cuya biblioteca también se habla en el libro. Además incorpora fotografías en blanco y negro de bibliotecas y autores, como Andrés Trapiello o Enrique Vila-Matas, así que el cotilleo está asegurado.

Marchamalo elabora en Tocar los libros un detallado análisis de los escritores y la relación que estos tienen con sus libros. Tiene mucha razón cuando dice que los libros hablan de nosotros mismos, de cómo las bibliotecas nos explican, de cómo nos definimos a través de los libros que poseemos. ¿Acaso, cuando llegas a casa de un amigo o un familiar, no tiendes a pasear la vista por sus estanterías? Dice una amiga mía que ella no solo mira los libros que habitan en una casa, sino que también se fija en el tamaño del televisor. Nunca lo había pensado pero, ¿mientras más grande, peor?

Compartir lecturas hermana, dice el autor, y no puedo estar más de acuerdo. Por eso iniciaba esta reseña dando las gracias a la blogosfera literaria y la termino invindoos nuevamente a leer este libro, a tocar los libros. Me va a pasar con este ejemplar como Marchamalo comenta sobre Luis Mateo Díaz que «le costó devolver El llano en llamas, de Rulfo, que había sacado de la Biblioteca Feijoo, en Oviedo, hasta que no consiguió un ejemplar para él». ¿Cómo hacer para desprenderse de él?



«No somos los que escribimos sino lo que leemos» (Borges)


 
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]


Retos:

-  Autores de la A a la Z

- 25 Españoles
- 100 libros


Puedes adquirirlo aquí:



8 comentarios:

  1. qué buen título! yo he leído el de 44 escritores de la literatura universal. Un saludo!

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  2. Muy buena la entrada de hoy y tiene su miga. Yo en cuanto a números de ejemplares imposible contarlos. Tengo repartidos por cuestión de espacio en casa de mis padres muchísimos. Peor me gusta verlos tocarlos y abrirlos de vez en cuando. Sobre todo los que me han gustado. Yo si que dejo libros sin terminar. Si no me gusta no me obligó porque me parece perder el tiempo.

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  3. Qué buen post, Marisa. Yo tengo bastantes libros, pero en casa no tantos. Tengo otra vivienda que prácticamente se ha convertido en una biblioteca, jajaja. Abandono libros, aunque no tantos porque trato de seleccionar, lo que no quita que pinche a veces. No tengo un orden preestablecido pero los que más me gustan los uno y las ediciones de histórica también las tengo juntas.
    Besos

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  4. Un post genial Marisa. Libros....muchos, muchísimos, pero por cuestiones de espacio soy asidua donante de la biblioteca de la pequeña ciudad donde vivo, aunque desde luego, tengo libros de los que jamás me desprenderé.
    Un beso

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  5. El número exacto no lo sé pero no llega a 200. Falta de sitio.
    No hay orden lógico, pero sí junto los que son del mismo autor y en la vitrina que hay en mi habitación están mis favoritos.
    No me importa prestar libros, me gusta que la gente lea. Pero jamás le dejaré a nadie mi ejemplar de Brooklyn follies firmado por Paul Auster.
    El libro más raro es la Técnica de la guitarra country, me encanta el género y hay guitarra en casa pero jamás aprendí.
    Nunca he encontrado nada raro en libros prestados, en uno de segunda mano, encontré una postal dibujada por una niña y dedicada a una amiguita, me dio ternura y pena también.
    No suelo deshacerme de ellos, si no me gustan nada y les cojo manía, los doy o los pongo donde no los vea.
    Puedo leer en cualquier lugar y situación. Siempre voy con libro en bolso por si acaso surge alguna espera. Una cosa que me gusta hacer alguna vez es leer en la bañera. Sí, es necesario leer 22/11/63 de Stephen King.

    Me ha gustado mucho tu post y lo que cuentas de tus peculiaridades lectoras. También me apunto el de Marchamalo.
    Besos

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  6. Pues no se hable más, me lo llevo. Ahora bien, yo no pienso contar libros ni nada similar, lo único es que de vez en cuando, es decir, en cuanto tengo visita familiar o bajo yo a verles, cargo y hago que emigren unos cuantos.
    Besos.

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  7. Es un libro que tengo apuntado desde hace un par de añitos, por lo curioso que me parecía, pero que por más librerías que he visitado, en todos sitios me dijeron en su día que estaba ya fuera de circulación, que no había modo de conseguirlo. Al ver que lo reseñabas me ha sorprendido.

    Es un tema que adoro este, tan metaliterario (una palabreja que hasta hace un año ni tenía en mi vocabulario pero con la que desde siempre, sin saberlo, tenía tanto que ver conmigo). Comparto casi todo de lo que has dicho, de hecho cuando creé mi blog fue por esa misma razón, por dar con gente que compartiera mi misma pasión por los libros.
    Me pasa igual, mi biblioteca (no sé de cuantos libros se compondrá, pues nunca los he contado) es mi mayor tesoro.

    Manías lectoras?
    -Nunca dejo un libro a medias, aunque lo merezca. Por muy aburrido que sea siempre pienso que no podré opinar hasta tener una visión completa del mismo (algo que, es curioso, casi nadie hace).
    -Nunca leo más de una lectura a la vez. Es como si sintiera que le soy infiel con otra historia, no me gusta mezclar tramas.
    -Necesito silencio para leer (ahora últimamente he conseguido leer en el bus, aunque todavía me cuesta). No comprendo como la gente puede leer, qué sé yo, en la playa o donde sea, rodeado de molestas conversaciones ajenas.
    -En rara ocasión he prestado libros, solo a alguien que sé que será igual de cuidadoso que yo. Y aparte también porque en mi entorno más cercano no conozco a nadie que le apasione leer, jajaja, básicamente.

    Un beso ;)

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  8. Fantástica reseña y aunque este libro lo tenia anotado me dejas con ganas de tenerlo en la estanteria y leerlo por supuesto. Un beso

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