Autor
Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) es escritor, periodista y especialista en comunicación. Su primera novela, Chatarra, obtuvo el Premio de Novela Corta de la Universidad Politécnica de Madrid y, años después, inspiró un corto cinematográfico de Rodrigo Rodero, multipremiado internacionalmente y preseleccionado para los Oscar en 2006. Le siguieron cinco novelas, que le han valido reconocimientos como el V Premio de Novel Corta Villa de Oria o el Premio Onuba de Novela, además de ser finalistas en premios como El Ojo Crítico de RNE. Su novela anterior, Todo está bien (Tusquets Editores, 2015), fue recibida con entusiasmo entre los lectores por su fuerza crítica, su frescura y su mordacidad. En La gran ola el jurado, que le ha otorgado el XII Premio Tusquets Editores de Novela 2016, ha valorado «el original tratamiento narrativo, corrosivo y descarnado, del mundo de la empresa en el que se mueven personajes de la más diversa condición, y la visión cáustica de los nuevos mantras new age que rigen el ámbito laboral y que ocultan una batalla, a veces sórdida, por la supervivencia en plena crisis».
Sinopsis
Julián Márquez está al límite. Y no sólo por sus problemas domésticos, que son considerables, sino por los del trabajo. Director de una de las divisiones comerciales de Monsalves, una empresa familiar en expansión, recibe presiones de la compañía porque los números no cuadran. Casi nada cuadra en su vida, confundida siempre con el trabajo. Porque vivir es sobre todo sobrevivir. Algo que sabe bien el recién incorporado Ribera, comercial inmobiliario venido a menos tras la crisis del ladrillo y un buscavidas que ve ahora la gran oportunidad de volver a remontar. En Monsalves se encuentra con que los empleados viven sometidos a las nuevas formas del mundo laboral de la mano de Estabile, un coach que quiere revolucionarlo todo según las técnicas del pensamiento positivo. La gran ola representa una visión ácida y sin paliativos de las nuevas empresas, cautivadas por los rutilantes y no del todo saludables mantras de la motivación, el liderazgo o la capacidad de superación, y retrata, de manera imborrable, los estragos que en algunas corporaciones han dejado los últimos años de crisis económica.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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El mes de noviembre fue tan intenso en cuestiones literarias, con presentaciones y entrevistas, que todavía no he tenido lugar de publicarlo todo, así que poco a poco, cada uno de esos encuentros están viendo la luz.
Hoy os traigo la entrevista a Daniel Ruiz García, el actual Premio Tusquets Editores de Novela, un sevillano que abarca en su última novela, La gran ola, un tema candente y que no deja de asombrar a propios y extraños, el coach y concretamente el coach empresarial. La visión que nos ofrece el autor viene cargada de una ironía punzante y un humor mordaz. Eso es lo que nos contó.
Marisa G.- Daniel, en primer lugar, muchas felicidades por el premio. El Premio Tusquets es un gran reconocimiento pero observo que tú ya tienes otros anteriores y yo me suelo preguntar en estos casos si para un autor recibir galardones es una garantía a la hora de consagrarse en el mercado literario o por el contrario, a largo plazo, tampoco tiene gran repercusión.
Daniel R.- Creo que los premios en sí mismos están bastante devaluados. El premio no solo te da reconocimiento sino también acceso a un dinero que te viene muy bien en un momento determinado. En el caso de los escritores muchas veces se olvida que es un negocio bastante mal pagado. El escritor es una figura esencial en la cadena de producción de un libro pero seguramente sea el más maltratado a lo largo de toda esa cadena. Luego también hay que tener en cuenta que hay premios, como el Tusquets, con el que importa más el reconocimiento que el dinero por la visibilidad, debido al sello que está detrás y al prestigio del jurado que lo soporta. Dicho esto, si te fijas en algún autor que sea un referente para el mundo literario, lo que menos importa son los premios que haya obtenido. Lo que más impone es el recorrido y la aportación que haya hecho a la literatura aunque entiendo que el Premio Nacional o el Premio Cervantes sí se pueden considerar como una muestra de calidad. El resto se olvidan y quedan ocultos por la trayectoria y la calidad de los textos que se hayan producido.
M.G.- Tu anterior novela, Todo está bien, contaba con un importante componente crítico contra la política. Aquí vuelves a criticar otro tema del que hablaremos más tarde. Daniel, ¿consideras que la literatura es el vehículo más efectivo para criticar todo lo que nos rodea?
D.R.- No creo. Seguramente será una de las formas menos eficiente de crítica. Hoy, menos que nunca, el escritor tiene una escasa visibilidad y un escaso poder de influencia. El escritor actual ha perdido mucho de la prescripción que tuvo en su tiempo por la propia devaluación de la literatura como fenómeno de expresión. Hoy es mucho más eficaz una película, salir en la tele o ser youtuber. En cualquier caso, la literatura seguirá siendo, al menos esa es mi visión, una manera de contar cosas que verdaderamente importan, al margen de que al final su eco llegue o no a mucha gente. El hecho de basarse en la palabra o en la razón es un argumento para justificar que la literatura siga existiendo y siga cuestionando las cosas. Así que, creo que la literatura será un gran medio cuestionador pero con un alcance más limitado.
En cuanto a la denuncia, esto responde a mi interés personal y a mi vocación como escritor de utilizar la literatura no tanto para denunciar, porque eso se queda un poco grande, sino más bien para describir o hacer dibujos de realidades que podrían ser mejorables en nuestro entorno.
M.G.- La gran ola la consideras una novela laboral en la que pones el foco de atención sobre el mundo del coaching, algo que está tan en auge, y lo haces desde un punto de vista irónico y sarcástico. ¿Por qué centrarse en este tema exactamente?
D.R.- Bueno, por mi actividad profesional, como consultor de comunicación y asesor de empresas, he tenido la oportunidad de detectar que cada vez había una mayor penetración de estos coaches en las estructuras de las empresas. Se ha empezando a recurrir a una suerte de gurús o motivadores profesionales para introducir una mayor motivación en cuestiones de recursos humanos. El acercamiento a ese tipo de figuras me permitió tratarlos de cerca y acceder a la estructura ideológica e intelectual de sus discursos y me di cuenta de que en la mayoría de los casos eran discursos endebles que no se fundamentaban sobre ningún tipo de pensamiento sólido. Aquello me provocó una gran indignación porque ese tipo de personas tenían al final un peso importante dentro de los poderes de decisión de las empresas, y dicha indignación me llevó a pensar que se había producido una descarga del discurso general.
Todo esto me llevó a buscar en ese tipo de perfiles las posibilidades literarias que tenían y comprobé que eran personas con unas dimensiones literarias muy interesantes, por eso decidí abordar este tema, especialmente porque no se había escrito absolutamente nada sobre el coaching desde el punto de vista de la contestación y sí mucho y abundantemente sobre el coaching como disciplina. Uno no tiene más que acercarse a los anaqueles de la sección de auto-ayuda en una librería y verá que esa sección cada vez gana más tramo de librería a otras disciplinas. Todo esto en realidad es una industria que no ha tenido respuesta desde el punto de vista de la crítica y por eso se me ocurrió escribir una novela en la que contar la vida de una empresa de esta época poscapitalista, como yo la considero, en la que hubiera una estructura de coaching legitimando determinadas líneas estratégicas tendentes a una mayor competitividad y a una mayor rapacidad dentro de la gestión.
M.G.- Pero esta industria, como tú la denominas, es un carro al que se han subido mogollón de gente, tanto a nivel usuario como de instructores. Y tú en esta novela hablas del coaching empresarial pero es que hay coaching hasta para ir a comprar el periódico.
D.R.- Absolutamente. Hay coaching de todo tipo. En los últimos tiempos he realizado una labor de investigación que para mí se ha quedado en el sentido de que me ha dejado muchas veces el cuerpo un poco exhausto de tener que leer y ver muchos vídeos y asistir a muchas dinámicas supuestamente pedagógicas que son absolutas paridas. Y efectivamente como tú bien comentas hay un coaching para todo, uno basado en la estimulación que se produce en un individuo gracias a las caricias a un caballo, uno a partir de la dinámica de un payaso, otro para parejas, para los perro,... de todo. Cada uno se puede castigar el cuerpo como quiera, por decirlo de alguna manera, pero en la novela me centro en el coaching empresarial porque me parece mucho más interesante. Es un coaching impuesto por la empresa a los empleados y desde ese punto de vista lo que busca es mayor beneficio, mayor eficacia y favorecer la competitividad en el empleado. En ese sentido sí lo veo más avieso que el que voluntariamente decide ir a una sesión de coaching para acariciar un caballo y mejorar su sensibilidad.
M.G.- En tu novela, los empelados de una empresa están sometidos a unas dinámicas y el factor humano se pierde por completo. Esos empleados están sometidos y se intentan adaptar al entorno que la empresa les plantea con lo cual la invidualidad y no digamos ya la conciliación laboral, el bienestar empresarial, se pierden.
D.R.- Claro, hay una serie de cuestiones que se muestran en la novela como por ejemplo la premeditada confusión entre la vida y el trabajo, una de las estratagemas más aviesas del coaching, que el individuo llegue a poner el trabajo en un lugar donde no debería estar, robándole tiempo, espacio e incluso preocupación a la propia vida personal.
Hay dinámicas, muchas muy antiguas, como el Family Day que yo describo en la novela. No es más que una actividad en la que se invita no solo al empleado sino a toda su familia para que compartan las vivencias del trabajo del individuo, con lo que el trabajo llega a la propia familia. O el tema de la dictadura de lo emocional porque con lo emocional parece que somos más capaces de digerir las cosas. Y por supuesto, todo este fabuloso movimiento que estamos viendo del story-telling, que no es más que contar cosas con emoción, un movimiento al que se están abonando las marcas. Al final lo que se pretende es silenciar el espíritu crítico hasta el punto de que cualquier voz crítica se convierta en algo peligroso. O bien la cuestión de la sublimación de la positividad. Al final estamos orientando la potenciación de lo positivo y a la destrucción de lo negativo cuando lo negativo es necesario también. El dolor es un elemento constitutivo de la experiencia y necesario para forjar a la persona.
Toda esta experiencia del coaching tiene un fundamento muy religioso. De hecho hay mucho coach de los que se han sabido que antes eran antiguos predicadores evangelistas americanos reconvertidos. El pecado ha sido sustituido por la negatividad, de manera que el coach es una especie de sacerdote o predicador que lo que hace es curar o erradicar el mal, en este caso la negatividad. Todo estos mantras configuran una ideología que se impone a los empleados de manera que ellos perciban que es algo que les viene de manera natural.
M.G.- De entre todos los personajes, Rivera es el que más me ha calado y me llama especialmente la atención que tú a veces lo llamas por el diminutivo, por Riverita. ¿Por qué lo haces? Me resulta muy significativo.
D.R.- Me gustaba porque tenía un componente de sonoridad arrabalera que me parecía muy conveniente para el personaje y de hecho es una forma de menosprecio.
M.G.- Y todos estos personajes son muy dispares. Entre ellos encontramos al pelota, al incompetente, al putero, al trepa... Imagino que son perfiles que tú te has ido encontrando en tus asesoramientos a empresas.
D.R.- Te diría que no tengo una forma de dibujar a los personajes de manera asociada a una única personalidad. Normalmente funciono con aditamentos de personas con las que me encuentro. En este sentido cada uno de los personajes tiene cosas de distintas personas. Es cierto que soy un escritor que se inspira en la realidad, en lo que vivo y en lo que me cuentan, en ese sentido soy una persona muy vampírica. No soy el prototipo de escritor más literario o que se nutre de la literatura, soy un escritor de mirar de cerca la realidad y que toma de esa realidad todas las cosas, con lo cual efectivamente todo lo que hay en los personajes son atributos que en un momento determinado o en otro he podido detectar en alguien.
M.G.- La atmósfera de la novela es ciertamente incómoda para el lector, al menos así lo he sentido yo. Estamos ante una novela que no va a tener un final feliz, ¿verdad?
D.R.- Me gusta que el cierre de mis novelas tengan un componente de redoble, que sus finales sean llamativos. En ese sentido sería un final de Happy End pero enrevesado en la impostura y en el cinismo. Es un Happy End para algunos personajes que ven la oportunidad de seguir en el éxito pero también es un final desgraciado para el lector porque le estas ofreciendo una moraleja que resulta un poco desoladora. El malo siempre gana. El perro más agresivo es el que se hace con toda la manada.
M.G.- Daniel no te robo más tiempo. La novela resulta verdadera interesante. Espero que funcione bien.
D.R.- Gracias.
Y hasta aquí la entrevista a Daniel Garcia. Muy pronto os traeré las impresiones de esta novela, La gran ola, que no va a dejar indiferente, ni por la temática ni por sus personajes.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]