martes, 8 de noviembre de 2016

ENTREVISTA a VANESSA MONTFORT (Mujeres que compran flores).

Autora

Vanessa Montfort (Barcelona, 1975) es novelista y dramaturga. Considerada una de las voces destacadas de la reciente literatura española, cuenta con tres novelas premiadas: El ingrediente secreto (Premio Ateneo Joven de Sevilla, 2006), Mitología de Nueva York (Premio Ateneo de Sevilla, 2010) y La leyenda de la isla sin voz (Premio Ciudad de Zaragoza a la mejor novela histórica del año. Plaza & Janés, 2014). Dentro de su obra teatral destacan Flashback, La cortesía de los ciegos y Tierra de tiza, escritas para el Royal Court Theatre de Londres; La Regenta, (Teatros del Canal, 2012) o Sirena negra, llevada al cine por Elio Quiroga (Festival de Sitges, 2015). Desde 2015 dirige la Compañía Teatral Hijos de Mary Shelley, la primera formación en España dedicada al teatro fantástico que se estrena con El hogar del monstruo (Centro Dramático Nacional, 2016) y 2016 funda BEMYBABY Films con la que produce Nuestros amantes de Miguel Ángel Lamata.

Su obra está siendo traducida, estrenada y publicada en estudios críticos de Europa, Estados Unidos, América Latina y Asia y cuenta con reconocimientos como La Orden de los Descubridores (St. John's University de Nueva York). La humanización de los paisajes, el lirismo, la teatralidad de los diálogos diálogos y un gran mosaico de personajes y tramas -espejo de la actualidad con un pie en lo extraordinario- son algunas de las señas de identidad de su obra.

Sinopsis

En un pequeño y céntrico barrio de la ciudad hay cinco mujeres que compran flores. Al principio ninguna lo hace para sí misma: una las compra para su amor secreto, otra para su despacho, la tercera para pintarlas, otra para sus clientas, la última para un muerto. La última soy yo y ésta es mi historia.

Después de la pérdida de su pareja, Marina se da cuenta de que está totalmente perdida: había ocupado el asiento del copiloto durante demasiado tiempo. Buscando empezar de cero acepta un trabajo provisional en una curiosa floristería llamada El Jardín del Ángel. Allí conocerá a otras mujeres muy diferentes entre sí, pero que, como ella, se encuentran en una encrucijada vital con respecto a su trabajo, sus amantes, sus deseos o su familia. De la relación entre ellas y Olivia, la excéntrica y sabia dueña del local, surgirá una estrecha amistad de la que dependerá el nuevo rumbo que tomarán sus vidas. 



Adictiva, divertida, romántica, honesta, Mujeres que compran flores es una emocionante historia de amistad, una aventura cotidiana en busca de la independencia femenina, un épico viaje al centro de los sueños de la mujer contemporánea.

[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]

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Vanessa Montfort es la alegría personificada. Risueña y pizpireta, siempre es un gusto sentarse a hablar con ella, con esas ideas tan claras que posee, con esa perspectiva de mujer de mundo pero a la vez muy cercana, femenina, inteligente y bella. La conocí con su novela anterior La leyenda de la isla sin voz, una lectura totalmente cautivadora y desde entonces no he dejado de seguir sus pasos por los diversos senderos por los que transita.

Recientemente ha publicado Mujeres que compran flores, una novela de colorida cubierta cuya trama se encuadra dentro de uno de los rincones más bonitos de Madrid a donde llegarán brisas marineras. Se trata de un espejo en el que podemos ver el reflejo de seis mujeres dispares, Olivia, Marina, Casandra, Gala, Victoria y Aurora, pero que van a constituir un sólido núcleo. 

Hace unos días, la autora, que está de promoción, visitó Sevilla y me alegré sobremanera de poder sentarme a charlar con ella. Esto es lo que nos contó.



Marisa G.- Vanessa, ¿cuántos años han pasado desde que nos vimos la última vez?

Vanessa M.- Dos. Antes era una escritora de cuatro años y ahora soy solo de dos. (Risas)

M.G.- De todos modos como yo te sigo en Facebook es como si te viera todos los días.

V.M.- Sí, yo a ti también, ¿eh? Te tengo controlada. (Risas)

M.G.- ¿Sí? (Risas). Parece mentira pero las redes sociales acercan mucho y en tu caso es como si te tuviera al lado. Me dejas alucinada con todas las cosas que haces. No sé si preguntarte por tus producciones de cine, por las obras de teatro, por las novelas...

V.M.- Bueno, yo tengo un perfil muy claro en esta novela. A ver si adivinas cuál es.

M.G.- (Risas) No hay que pensar mucho, me lo imagino perfectamente. Pero, ¿cómo abarcas tantas cosas? Es que eres una todoterreno.

V.M.-  Mira, yo como buena superwoman tengo depresiones y crisis a la japonesa. Cuando entro en crisis, hago, hago, hago y no pienso en otras cosas. Esto es muy bueno para tu carrera pero muy malo para tu salud (risas). Así que, en un año y medio, como respuesta a esa crisis a la japonesa, saqué una novela, una película y una obra de teatro en el Centro Dramático Nacional, pero todo esto en el mismo año. Luego me dicen, ¡es que no engordas! Claro, ¿cómo voy a engordar?

M.G.- Con esa actividad frenética, difícil. Pero hay una cosa de las miles que haces que me llama especialmente la atención. He indagado por ahí pero me gustaría que me lo contaras tú. ¿Qué es eso de Los hijos de Mary Shelley?

V.M.- Es una compañía teatral que dirijo. Empezó formando parte de una plataforma que montó Fernando Marías y que ha cobrado vida propia como producción teatral. Como soy la dramaturga del grupo, comencé a ponerle luces a aquello y Fernando me propuso dirigir la compañía. Así que empecé a buscar el vestuario, los actores, otros dramaturgos o autores cuyos textos adaptar al teatro y eso desembocó en un espectáculo que se llama El hogar del monstruo. Nuestra compañía, al parecer, es la única que hace teatro fantástico en este país, algo que no sabíamos, y nuestra obra ha entrado como proyecto en el Centro Dramático Nacional. Ahora nos vamos de gira.

M.G.- Pero ¿recorréis muchas ciudades? ¿Llegaréis al sur?

V.M.- Yo creo que es bastante probable que vengamos. De momento hemos cerrado algunas ciudades y seguro que cerraremos más.

M.G.- Me tiene muy enganchada todo lo que publicas en Facebook al respecto. El teatro me encanta y encima con ese nombre que tiene la compañía...





V.M.- Está siendo una experiencia preciosa. Estamos cuidando mucho los textos, la interpretación, me he detenido en que todo estuviera muy cuidado desde el punto de vista de las luces, sonido,... He querido que el producto tuviera mucha consistencia y el público hiciera un viaje muy puro hacia la fantasía, también poniendo de su parte. Está funcionando muy bien. Hemos colgado el cartel de «No hay localidades» todos los días.

M.G.- Bueno, pues hablemos ahora de los libros. Como digo, te conocí con La leyenda de la isla sin voz, un novelón que gustó a todo el mundo. Incluso creo que te dieron un premio con esa novela.

V.M.- Sí, el Premio Ciudad de Zaragoza a la Mejor Novela Histórica del Año, en 2014.

M.G.- Exacto. Te daría muchas alegrías.

V.M.- Tuvo muy buenas críticas sí y está funcionando muy bien fuera de España. Se está traduciendo a varios idiomas. El premio llegó al año siguiente de la publicación, cuando acababa de salir en bolsillo. Para mí fue una sorpresa porque además como encima te presenta la editorial por su cuenta... Fue una cosa muy inesperada pero me dio mucha alegría.

M.G.- Y ahora llegas con estas Mujeres que compran flores, una historia totalmente diferente. Cuéntanos un poco.

V.M.- Bueno son esas historias mías, de personajes, de reconstrucción, de creer en los propios sueños pero esta concretamente se enclava en el mundo contemporáneo. Siempre me dicen que escribo con protagonistas masculinos y que escojo más voces masculinas que femeninas. Mi cuenta pendiente era escribir una historia por boca de mujer y que estuviera muy cercana a mí o a lo que nos está pasando a las mujeres de nuestra generación y de nuestra época. Escogí como escenario el barrio de las Letras, al que me fui a vivir, una zona que me encanta porque es un universo literario en sí mismo, perfecto para que tus personajes vivan y crezcan. Pero esta  historia también tiene que ver con un proceso vital de cambio absoluto que yo estaba viviendo en ese momento. 

Creo que las novelas tienen que escogerte a ti. En este caso, y con esta novela, quería contar la crisis de histeria colectiva en la que vivimos inmersas las mujeres de nuestra generación.

M.G.- Entonces tiene componentes autobiográficos.

V.M.- Absolutamente. Autobiográficos y biográficos porque está basado en historias reales que me han rodeado y generosamente me han hecho escuchar. Cada personaje no está basado en una única persona sino en muchas mujeres, no solo españolas sino occidentales, de más o menos la misma edad, entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años.


M.G.- Cinco mujeres en total, cada una con una vida, con un estilo pero tienen una floristería en ese barrio de las Letras, El Jardín del Ángel, como centro de operaciones.

V.M.- Sí, al principio lo único que tienen en común es que compran flores pero luego descubrirán que tienen más puntos de conexión. En general las mujeres que compran flores no lo hacen inicialmente para sí mismas pero luego, aprenderán a hacer cosas por y para ellas, en esa floristería que regenta Olivia, esa Mary Poppins contemporánea, con más años y sabiduría que las demás, una mujer que va a ayudar a Marina, la protagonista, a realizar su viaje interior tras perder a su pareja y que siente que lo ha perdido todo ya que él era el que decidía el rumbo por los dos y ella se sentía su mochila. Y en este viaje de reconstrucción, de tomar las riendas de su propia vida, la van a ayudar una serie de  mujeres que, como digo, al principio lo único que tienen en común es que se compran flores. Son mujeres que se sacrifican mucho, que trabajan mucho y que por lo general no se dan las suficientes recompensas para ser felices. No obstante, llegará el momento en que empiecen a cuidarse, a quererse sin sentirse culpables por ello, algo muy importante, porque realmente sienten que se lo merecen. Al mismo tiempo que van a ayudar a Marina a realizar su viaje, se va a originar una revolución en cada una de ellas. Esa es la revolución en la que creo que estamos inmersas las mujeres de hoy en día y prácticamente no nos estamos dando cuenta. 

Sostengo que hay una nueva revolución femenina, y no feminista para distanciarla de la anterior, que se avecina en la que la mujer no está buscando tanto ganar unos derechos que ya da por sentado, aunque tenga que seguir luchando por ellos, sino la propia satisfacción y la propia felicidad. Creo que estamos a punto de dar un paso más.

M.G.- Entiendo que estas mujeres, a raíz de la amistad que surge entre ellas, se ayudan las unas a las otras a abrir los ojos. Compartir experiencias, exponerlas, es como si encontraran el apoyo necesario para dar los pasos que necesitan dar.

V.M.- Yo no creo en la amistad cromosómica. No creo que las mujeres seamos amigas por el hecho de ser mujeres, ni tampoco creo que seamos enemigas por el hecho de serlo. Esto me parece una majadería. Creo que las mujeres lo que sí hacemos muy bien es hacer cadena. 

Hay un estudio de Luis Rojas Marcos en el que se dice que las mujeres españolas encabezamos la lista de las mujeres más longevas porque hablamos mucho. No nos juntamos para hacer deporte, ni para hablar de fútbol ni nada de eso, nos juntamos para hablar y eso nos hace inmensamente felices, químicamente felices. Generamos una serie de hormonas y de enzimas que nos hacen prácticamente superwoman. Somos muy empáticas, encontramos la empatía en las circunstancias de los demás, sabemos transmitir al otro y encontrar quién lo recoja. Todo esto nos hace más sanas tanto física como mentalmente. 

Es verdad que en la novela las mujeres se dan herramientas las unas a las otras, recompensas que no se dan a sí mismas y por sí solas. Fíjate que Casandra, la superwoman, no se da recompensa en tiempo, en no exigirse tanto a sí misma. Marina, que tiene el síndrome del copiloto, no se ha dado ninguna recompensa por priorizar los sueños de su pareja apartando los suyos propios. Aurora, que tiene el síndrome de la Bella Sufriente, no se da recompensas en forma de decir que no a determinada circunstancias y comportamientos de su pareja. Victoria, que tiene el síndrome de la omnipresencia y que además es madre, no se permite esa conciliación que no le está dando la sociedad, pretende ser perfecta en todo y al final termina haciéndose tortillas de ansiolíticos. Y Gala, que tiene el síndrome de Galatea, no se permite envejecer, es víctima de la epidemia de anorexia del siglo XX. 

Todas estas mujeres que en principio solo comienzan a darse la recompensa de comprarse flores para sí mismas, algo muy naïve, algo hermosamente perecedero y bello para ti misma, terminan por darse una recompensa en forma de espacio propio, de tiempo propio y luego otro tipo de recompensas que creen que se merecen y que se irán viendo en la lectura. Dejar de apostar por la felicidad pequeña y empezar a apostar por la felicidad grande y completa, eso es lo que hay que hacer. Y además hay que preguntarse qué te hace feliz con independencia de los otros. No se trata de no darse a los demás sino de darse a una misma sin sentirse culpable. Porque, ¿quién tiene un espacio propio en su casa? Homenajeando a Virginia Woolf, ¿quién tiene un cuarto propio? La mayoría no lo tiene. Esos espacios los tienen los maridos, las parejas, o los hijos. Y nosotras a trabajar al salón. Seguimos sacrificándonos y estamos muy entretenidas en conquistar los despachos y lo conseguimos pero la realidad es que seguimos teniendo una cuenta pendiente a la hora de conquistar el espacio personal.

M.G.- Pero todas estas trabas a veces nos las ponemos nosotras mismas. 

V.M.- Claro. Pero porque nos exigimos y nos sacrificamos demasiado. Es fundamental que asimilemos que podemos cometer errores y que tenemos que pensar en nosotras sin que eso suponga no darse a los demás.

M.G.- No somos perfectas ni máquinas.

V.M.- Pues no porque además es imposible serlo. Se han quintuplicado tus tareas fuera de casa y sigues haciendo las mismas dentro. De todos modos, todo esto no es una cuestión de sexos o no debería serlo, es una cuestión social y algo nuestro, de nosotras mismas, de dejar de exigirnos tanto. Nuestra auto-exigencia es enfermiza.

M.G.-  Cinco mujeres, cinco perfiles, a cada una le asignas un síndrome y una flor. Ya sabemos que tú eres una superwoman. ¿El resto de las mujeres han salido de tu imaginación o bien son personas de tu entorno?

V.M.- Yo estoy filtrada en todas, incluso en Marina. El perfil que más abunda hoy en día es la superwoman, un perfil que implica independencia económica, mental y reclama una vida plena a nivel profesional, ascender, alcanzar el éxito y además tener una vida personal. Se da cuenta que, con su estilo de vida, le cuesta mucho encontrar pareja. Tengo amigas y conocidas que ganar lo que ganan, viajar lo que viajan, trabajar la cantidad de horas que trabajan, o pensar cómo piensan asusta a determinados hombres y no se plantean formar una pareja estable con ese tipo de mujer.  Saben que ese tipo de mujer un día le puede decir que se van y punto.

M.G.- No están acostumbrados. Oye y en la novela hay mucho lenguaje con las flores. Siempre hemos escuchado que tal flor significa esto, la otra esto otro,... pero ¿esto realmente es así? ¿Las flores transmiten mensajes?

V.M.- Las flores nos dan muchísima información. La floriografía se inventó en el siglo XIX y era un lenguaje mucho más complicado que el del abanico en el que, por ejemplo, la coquetería está simbolizada por el lirio, las orquídeas simbolizan el relax, las rosas dependiendo del color significan una cosa u otra,...




En la novela, hay una pareja que, para no andar con los peligrosos mensajes de whatsapp, se dejan flores para decirse cosas. Hay flores que portan el mensaje de una frase entera, por ejemplo, «Estoy casada», «No estoy preparada para esto», «Mi intención es puramente sexual»,... Es un lenguaje muy bonito. Yo no sabía nada de flores, pero empecé a comprar y de repente me he vuelto una experta.

M.G.- Marina es el hilo conductor de la novela, la que sufre el síndrome del copiloto, una chica que ha perdido a su pareja cuando él era el que guiaba su vida, que se traslada a vivir al barrio de las Letras, un lugar precioso que tú describes muy bien y en el que ubicas bares, restaurantes , locales de música que existen realmente y crean una atmósfera mágica  en la novela, algo que me ha parecido precioso.

V.M.- ¡Qué bien! Es que esos lugares son mágicos también. Hay algo que dice Olivia en la novela y luego lo repetirá mucho Marina, algo así como para reconstruirse cada uno necesita su propio oasis. Mi oasis fue el barrio de la Letras, un lugar fantástico para un escritor pero es que además, es como un pequeño pueblo donde conviven lo antiguo con lo muy moderno de una manera muy especial. Es un barrio que tiene su propia secta destructiva, su propio Cristo milagroso, sus parlamentarios con las Cortes enfrente, las manifestaciones, los turistas... Vas pisando frases de escritores célebres porque todos han vivido por ahí, donde además se han perdido los huesos de cinco celebridades de la literatura, aunque parece ser que  ya se han encontrado los huesos de Cervantes,... Allí también está el antiguo cementerio de los cómicos donde se enterraban a los dramaturgos y los actores y que ahora ocupa El Jardín del Ángel. Es un lugar muy especial que ha sobrevivido a la especulación inmobiliaria porque es terreno de la Iglesia, convertido en un vivero en el siglo XIX, y a partir de ahí ha ido pasando de mano en mano. A mí siempre me gustó ese lugar y cuando aterricé en el barrio de las Letras, aparte de perderme mucho por el Jardín Botánico y el Retiro, un día me colé en El Jardín del Ángel, y me encontré un vivero como muy art decó, con todas los móviles de cristal soplado, gente leyendo un libro,... Me pareció directamente un oasis. Me aliviaba pasar por allí y empecé a comprarme flores. 

Alrededor, hay tabernas, locales de jazz,...  es una zona de llena de música, llena de literatura porque todos los negocios, desde peluquerías hasta bares, tienen libros por todos lados. Es un lugar especial desde el siglo XVI, cuando se retaban por allí Cervantes y Lope de Vega. Es una zona llena de teatros además, está el Teatro Español, el de la comedia, está la Pensión de las Pulgas, hay teatros pequeñitos, otros más grandes. Es un lugar perfecto para reconstruirse.

M.G.- ¿Pero esos paseos que te has dado por el barrio son los que te inspiraron esta historia o el germen nació en otro lado y tú hiciste coincidir la historia con este lugar?

V.M.- Bueno, tú ya me conoces bastante y sabes que yo llego a un lugar y a veces ese lugar me pide que construya una historia. Y así pasó. De repente la historia surgió, empezó a darme vueltas por la cabeza como me pasó con La leyenda... pero la realidad es que conocía El Jardín del Ángel desde hace tiempo y nunca lo había tenido en mi barrio. Era la primera vez que construía una historia donde yo vivía. He estado dos años inmersa en mi propia historia y localizando personajes en ese lugar tan mágico, que existe realmente y tiene ese letrero de «No dejes de soñar» que figura en la cubierta del libro.


Resultado de imagen de el jardin del ángel

M.G.-   La historia la construyes en dos tiempos. Entre uno y otro hay tres meses de diferencia. El presente de la novela presenta a Marina haciendo una travesía en barco porque tiene que cumplir una promesa a su pareja que ya no está. Y luego hay otro tiempo en el que cuentas cómo Marina conoció a las restantes mujeres. Imagino que estructurar así la novela era algo que ya tenías premeditado.

V.M.- Sí porque a mí me gustaba la idea de ver a Marina realizando su travesía y que la viéramos en el durante pero también, sin estar muy lejana en el tiempo, quería que se viera de dónde había sacado esas herramientas. Es verdad que las historias de estas mujeres iban a ser más testimoniales al principio, lo que pasa es que empezaron a crecer y a mí , como escritora, no me gusta sujetarme. Por supuesto que trabajo mucho la estructura pero no me gusta retener mucho a los personajes. Creo que los personajes tienen que dictarte la historia y por eso se hizo necesario conocerlas y que tuvieran su propio viaje. 

M.G.- Pero incluso, en algunos pasajes esas mujeres se superponen a Marina, es decir, Marina queda más en un segundo plano.

V.M.- Sí, porque además contar la historia que yo quería contar, es decir, donde está y con qué sueña la mujer contemporánea, no se podía hacer desde un solo estilo de mujer porque la liberación de la mujer ha traído precisamente un crisol muy diverso. Hay mujeres que quieren ejercer como amas de casa en el propio ejercicio de su libertad, hay mujeres que quieren ser ejecutivas, profesionales de diversos sectores, que no quieren tener hijos o pareja estable, que no quieren complicaciones,... Todo eso quería reflejarlo en la novela.


M.G.- Yo llevo la mitad de la novela leída y observo que la historia de Marina es muy triste. En esa travesía que ella hace en barco, con ese monólogo interior recordando a Óscar, la vamos a ver muy decaída a veces, pero yo quiero creer que cuando llegue al final de esta historia, y creo que será así, habrá mucha esperanza, mucha alegría y mucha felicidad.

V.M.- Esta es una historia tremendamente luminosa pero para escribir una historia así tienes que partir de la oscuridad más absoluta. Marina ha estado acostumbrada a sacrificar mucho de sí misma sin que nadie se lo pidiera y ahora tiene que reconstruirse a sí misma, hacer su propia crisálida y renacer. Marina no se ha preguntado nunca qué es lo que le hace feliz y esto será algo que tiene que descubrir en la novela. Hay que disfrutarse uno mismo, la conciliación no solo tiene que ser de lo laboral a lo familiar, sino también de lo laboral a lo personal. Nunca tenemos eso en cuenta.

M.G.-  También es verdad que nos queremos poco y nos cuidamos menos.

V.M.- Eso es, mira yo a veces lanzo preguntas por la red del tipo ¿cuántas de vosotras no ha roto una relación de amante no por amor al otro sino por falta de amor a una misma? Es que muchas veces estamos con personas que sabemos que no tienen ninguna intención de comprometerse y sin embargo seguimos ahí. Esto es falta de amor a uno mismo y solo obsesión porque el otro te quiera, pero quién se tiene que querer antes que nadie eres tú a ti misma.

M.G.- Y en esa travesía también desarrollas todos tus conocimientos náuticos. Estás hecha una experta en navegación.

V.M.- Lo parezco, ¿verdad?

M.G.- Sí, claro.

V.M.- Pues no es así (risas). He hecho esa travesía que hace Marina, he cruzado el estrecho pero nunca sola, con dos personas más. Fue una experiencia que a mí se me quedó grabada y aproveché mi vivencia para que Marina tuviera ese monólogo interior a lo Cinco horas con Mario en el que también se habla mucho de la pareja, de la crisis de la pareja y de cómo nos auto-engañamos. 

Se dice varias veces en la novela que lo único que nos aleja de la felicidad es el miedo al cambio. Creo que hay que arrojarse a la vida y a los cambios si son para bien. Siempre pierdes algo pero también puedes ganar mucho.

Otra frase estupenda es «Concéntrate en lo que tienes y no en lo que pierdes». Si uno no se auto-engaña y se da cuenta de que el punto en el que está no le hace feliz, hay que apostar por el cambio.


M.G.- Vanessa ¿y qué papel van a jugar los lectores masculinos en tu novela? Lo digo porque con tanta mujer...

V.M.- Pues me quedé sorprendida porque por ejemplo, en Bilbao me entrevistaron muchos más hombres que mujeres y varios de ellos, aparte de reconocer que estaban enganchados a la novela, les llamó mucho la atención esta historia y sus mujeres porque reconocían en ellas a sus hermanas, amigas, novias, madres, parejas,... Incluso los que se están separando me confiesan que les llega mucho porque dicen que entienden muchas cosas... Es que es una novela de mujeres pero no para mujeres. A mí esto me parece un síntoma de madurez muy interesante.

M.G.- Y por último, ¡vaya presentación chula la de Madrid!




V.M.- (Risas) Sí. Ya sabes que soy muy teatrera y si no la lio en la presentación no me quedo tranquila. Las presentaciones a veces son muy aburridas.

M.G.- Bueno, es mucho mejor que haya  un componente dinámico.

V.M.- Claro. Fue todo muy bonito con esas mujeres que intervinieron entre el público y fuimos entregando flores. Pero lo más divertido fue cuando Alberto Marcos, mi editor, se reconoció como la Bella sufriente (risas).

M.G.- (Risas) Sí, lo vi. Fue un momento importante. Bueno, Vanessa, un placer y un gusto volver a verte. Espero que esta novela funcione tan bien como la anterior y espero volver a verte pronto. A ver si venís a Sevilla con El hogar del monstruo.

V.M.- Seguro que sí. Muchas gracias por todo.

M.G.- A ti.

Y hasta aquí la entrevista a Vanessa Montfort, un encuentro fabuloso en el que nos reímos muchísimo. En breve os daré mis impresiones sobre la novela.






[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]


10 comentarios:

  1. Pues no conocía a la autora así que gracias por esta estupenda entrevista!
    Besotes!!!

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  2. Hol, Marisa. De entrada te diré que me había empezado a fijar en el libro porque, por su título, lo había prejuzgado mal.
    La entrevista es fantástica, es un placer leer esta sección tuya, la verdad
    Besos

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  3. Gracias por la entrevista. La novela me gusto mucho y ha sido interesantw. De el punto de vista de la autora.

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  4. Yo tampoco conocía a la autora y no recoredaba la novela. Le echaré un vistazo
    Un beso!

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  5. ¡Hola!

    Menuda entrevista más completa e interesante, no conocía a la autora y me ha gustado saber cosas sobre su punto de vista *-*
    Acabo de encontrar tu blog y me quedo como seguidora, yo también tengo un blog por si te apetece pasarte :3

    Besineees ♥

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    Respuestas
    1. Hola Ana... ¿cuál es el tuyo? Deja por aquí el enlace. Gracias por seguirme y espero que te guste lo que ves por aquí. Besos

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  6. Pues tu entrevista me ha descubierto que esta novela no es lo que yo pensaba y ahora me parece mucho más atractiva.
    Un beso

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  7. Me encantan tus entrevistas, Marisa. Aunque sean libros que en principio no me llaman mucho casi siempre consigues despertar mi interés.
    Besos.

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  8. Entretenida e interesante entrevista. A ver lo que nos cuentas de la novela. Besos.

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  9. Como siempre, una entrevista muy completa. EL libro me llama mucho la atención

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