martes, 28 de junio de 2016

ENTREVISTA a FERNANDO GARCÍA CALDERÓN (Nadie muere en Zanzíbar).

Autor


Fernando García Calderón nació en Sevilla, aunque reside en Madrid desde los diez años, donde estudió Ingeniería de Caminos. Es autor de ocho novelas y tres volúmenes de relatos. Tras ser galardonado en prestigiosos certámenes de cuentos de nuestra Península, en 1977 obtuvo el premio Félix Urabayen por la novela El vuelo de los halcones en la noche y, dos años después, el Ateneo de Valladolid por El hombre más perseguido.

Desde entonces ha publicado las novelas Lo que sé de ti (2002), La noticia (2006), La judía más hermosa (2006), La resonancia de un disparo (2008) y Yo también fui Jack el Destripador (2015). Durante todo ese tiempo también ha intercalado volúmenes de relatos como El mal de tu ausencia (2000), Sedimentos en un pantano (2004) y Diario de ausencias y acomodos (2016).


Sinopsis

Cuando Fernando García Calderón se tropezó con los diarios africanos de Juan Ángel Santacruz de Colle, ocultos durante años en un arca de filigrana, no sólo halló la autobiografía de un hombre increíble a fuer de excepcional, sino también una prodigiosa aventura para todos sus lectores.

Nacido en Sevilla en 1900, experto en libros antiguos y fundador de la logia de los Calígrafos, Santacruz llegó hasta el sultanato de Zanzíbar perseguido por espías nazis, tras participar en innumerables estafas y encontrarse fugazmente con Walter Benjamin. Allí aprendió un nuevo concepto de civilización, adoptó dos personalidades opuestas - el gibraltareño John Cross y el árabe Jamshid A. bin Said- y se convirtió en un altruista de ideas estrafalarias que causaba admiración por donde pasaba. Su vida se debatió entre dos territorios y dos mujeres; la intrépida Anna Wyatt y la abnegada Aisha. Colaborador en la sombra de Julius Nyerere, fue apreciado tanto por los brujos isleños como por los intelectuales de la nueva Tanganica. Suyo fue el plan que revolucionó la historia de Zanzíbar.

Nadie muere en Zanzíbar es una novela de aventuras personales y colectivas, un relato sobre la epifanía salvadora de un europeo descorazonado y las ansias de libertad de los pueblos de África. Una historia de segundas oportunidades, donde la pasión, la dignidad y la justicia cobran toda la ambigüedad de la que es capaz el ser humano.




[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]

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Sentarse con Fernando García Calderón es un placer al que difícilmente me resisto. Hay algo en su discurso, en la conexión que establece entre las palabras, aparentemente mundanas, que confiere a la conversación un toque mágico. Tras un hombre de aspecto bondadoso, comedido, humilde y respetuoso se oculta una gran balsa de conocimiento y experiencias que él suele transmitir con una oralidad esponjosa y exquisita, consiguiendo que el oyente se traslade a la tierra de los sueños y los cuentos.

En apenas un par de meses he tenido la oportunidad de sentarme a hablar con él en dos ocasiones distintas y sobre dos libros diferentes, sendos de su autoría, bajo un formato y editorial diferente, pero con un nexo en común, la figura del lingüista sevillano Juan Ángel Santacruz de Colle. Si en la primera ocasión, hablamos de relatos, en esta lo vamos a hacer de novela, una novela llena de aventuras y exotismo que a mí me ha encantado. 

Para que entendáis los términos de la entrevista, quiero dejaros una breve sinopsis adicional a la que aporta la editorial, de ese modo, no os perderéis entre las preguntas y las respuestas.

Juan Ángel Santacruz de Colle fue un hombre con una vida de película. Antes de estallar la Guerra Civil se ennovió con Ana, una tía abuela del autor pero diversas vicisitudes lo apartaron de ella, viajó fuera de España y la familia lo dio por muerto. No fue así, tuvo una vida relativamente larga y fructífera en Zanzíbar, llena de episodios singulares. 

En vida escribió unos diarios de cuya custodia se encargó Mei, un africano que se convirtió casi en su ahijado. Tras su muerte, Mei viaja a Sevilla a hacer entrega de tal legado a Ana pero se encontró que esta había muerto siendo muy joven por lo que la entrega quedó hecha a manos de la hermana, Luisa, la tía abuela del autor. En su lecho de muerte, la tía Luisa encarga a su nieto Fernando García Calderón escribir la historia de Juan Ángel Santacruz y para eso le hace entrega de un arca que contenía diversos cuadernos todos escritos de la mano del lingüista. 

Nadie muere en Zanzíbar es la historia de Juan Ángel Santacruz de Colle, pero también la de Fernando García Calderón y la de su familia, en cuyo seno tiene cabida este episodio y la figura de este lingüista cuya vida no se puede catalogar más que de apasionante. 

Sé que mis entrevistas son muy largas y no os puedo pedir que las leáis de cabo a rabo. Todo se debe a que no me considero quién para acortar o interpretar palabras que no son mías. No obstante, en esta ocasión sí os voy a solicitar que, en la medida de lo posible, leáis este encuentro en profundidad. La historia que esconde Nadie muere en Zanzíbar es espectacular, en el antes y en el durante, y merece ser oída. Palabra de lectora. Esto es lo que nos contó.  


Marisa G.- Fernando, volvemos a vernos para hablar de Juan Ángel Santacruz de Colle. Este hombre ya me pareció enigmático cuando hablamos de él en la entrevista anterior y me lo sigue resultando. Tanto él, allá donde esté, como algún pariente por lejano que sea, debe de estarte muy agradecido por sacar a la luz la figura de este hombre. 

Fernando G.- Bueno, de momento no hemos recibido ningún mensaje en ese sentido. De hecho tuve una entrevista con el Diario León, porque el apellido Colle proviene de allí, y estuvimos hablando sobre sus raíces y orígenes pero la verdad es que he manejado muy poca documentación en ese sentido y desconozco donde pueden andar su familia. Sería interesante, qué duda cabe.

M.G.- Con el libro anterior, usaste la figura de este lingüista para ir hilvanando una serie de relatos, sin embargo, en Nadie muere en Zanzíbar te centras exclusivamente en su vida, en formato de novela, pero Fernando, ¿este libro cómo lo podríamos definir? ¿Estaríamos hablando de una novela de aventuras, una biografía novelada, incluso un ensayo sobre Zanzíbar? ¿Cómo lo ves?

F.G.- Yo lo veo como novela. Se concibió como tal porque tuve que decidir qué instrumento era más idóneo para cumplir la voluntad de mi tía y realmente, si queríamos dar a conocer a este hombre, trabajar en el terreno intelectual no tenía mucho sentido, cuando su vida, además, es casi una novela en sí misma. No, yo lo concebí desde el principio como un proyecto novelístico y así he querido desarrollarlo.

M.G.- En el primer capítulo vemos cómo surge esta historia. En esas líneas, tú mencionas que tu tía abuela Luisa te reclama cuando está a punto de fallecer porque tiene un legado que dejarte, una caja que contiene una serie de documentos que un africano de nombre Mei le entregó tiempo atrás. Unos documentos de Juan Ángel Santacruz de Colle que fue novio de otra tía tuya, de Ana. Hablas de esta mujer con mucho misterio. Dices que incluso murió de pena por amor.

F.G.- Sí, las circunstancias de la Guerra Civil fueron evidentemente duras y en muchas familias ocurrieron acontecimientos que luego fueron más o menos silenciados a lo largo del tiempo. La historia de la tía Ana y mi familia es una historia que no se refleja en imágenes. Prácticamente no hay fotos de la tía Ana pero, sin embargo, tanto mi abuela como la tía Luisa hablaban de ella con un cariño muy especial. Puede afirmarse que es una especie de muerte de pena por amor en un momento muy gris de la historia de nuestro país, donde la alternativa que se le presenta es partir de Sevilla hacia La Roda de Andalucía, quitarse de en medio porque la situación en Sevilla es muy complicada. Y cuando le llega la noticia de que Juan Ángel ha muerto, para ella realmente acaba todo. En realidad no muere de pena sino de unas fiebres pero...

M.G.- Murió muy joven, ¿no?

F.G.- Sí, siendo muy jovencita.

M.G.- Bueno la tía Luisa vivía en Triana. Te lo tengo que preguntar Fernando porque tengo mucha curiosidad. ¿Dónde vivía exactamente la tía Luisa?




F.G.- (Risas) La tía Luisa vivía en el barrio de El Tardón. Allí viví yo también mis primeros años. Hago referencia a Triana porque para mí toda esa extensión es lo mismo. 

M.G.- Y hasta ese barrio de El Tardón llega Mei, el africano, como un ahijado de Juan Ángel Santacruz de Colle, le entrega a la tía Luisa una caja de madera con motivos hindúes y dentro hay un montón de legajos que recogen la vida del lingüista. ¿Conservas esa caja todavía?

F.G.- Yo no la tengo. La caja se guarda en la familia pero no está en mi poder, solo la he consultado. De hecho ni siquiera dejaron que me la llevara. Como es una novela, yo cuento que se me entrega la caja y he dispuesto de ella todo el tiempo pero solo he podido consultar la documentación que había en su interior. 

La historia de la caja y como llega a nuestra familia es como una leyenda, al menos, así lo entendíamos los más jóvenes pero claro, cuando mi tía me cuenta esta historia con pelos y señales, ya empiezo a tener dudas. Al final de toda la historia se reconoce como veraz una historia que parecía ficción.

M.G.- Y esta caja contenía unos cincuenta cuadernos, algunos recogían información sobre la flora y la fauna de Zanzíbar, otros sobre los idiomas de la zona..., pero veintiséis cuadernos que son sus diarios propiamente. Tú al principio, como dices, no te creías nada de esta historia. Pensabas que todo aquello que estabas leyendo era pura ficción.

F.G.- Sí. Lo primero que hice fue leer a saltos y no de corrido y me topé con varios acontecimientos que a mí no me parecían que fueran reales. Pensé que era una ficción de este señor, pero claro, después vas comprobando datos y van cuadrando las cosas. A partir de ahí, llego a reconocer que todo aquello es verdad. Hasta que no reconocí aquellos documentos como ciertos no tuve la misma percepción de la historia, no me sentí tan dentro. Digamos que si él tuvo una epifanía en la montaña sagrada de los masáis, yo la tuve mucho después y en otras circunstancias que no son tan románticas.

M.G.- Fernando tú cuentas en el libro que tu tía te hace el encargo de sacar a la luz esta figura y tú piensas que aquello supondría meses y meses de investigación sin lucro alguno. La propuesta no te parece muy atractiva inicialmente.

F.G.- Claro. Mira, yo me he tirado años con una novela, pero una novela propia con la que, desde el principio conozco la estructura de lo que quiero hacer. En este caso no era así. Además faltaba una parte en esos diarios, el final de la vida de Juan Ángel. Tampoco sabía si iba a poder conseguirlo. Tuve mis reticencias de inicio pero me considero una persona de compromiso y el compromiso familiar puede con todo. No tuve más remedio que ponerme a ello.

M.G.- A mí esta novela me resulta muy interesante por dos vías diferentes. Por un lado, por toda la vida de Juan Ángel, que me parece alucinante todo lo que hizo. Por otro lado, porque tú, una vez que te embarcas en esta aventura, visitas los lugares y hablas con las personas que tuvieron trato con el lingüista. De hecho viajas a Londres a buscar a Mei. ¿Cómo fue aquel encuentro?

F.G.- Fue muy especial. Mi tía abuela lo describió como un caballero casi con armadura. Un señor con una presencia enorme, con una dicción muy tranquila, muy singular, que habla en español, a pesar de que viene de donde viene,... Todo eso a mí me llega a impresionar cuando lo visito porque además este hombre vive muy bien, tiene una gran casa, con mucho reflejo hindú y africano en su interior, pero lo que más llama la atención de él es el aplomo. Luego cuando rascas no es tan así pero la primera percepción es la de un señor con un enorme aplomo que, de repente, se pone a contar una historia que bien podría ser un cuento de hadas. Cuando habla de Juan Ángel es como si hablara de su maestro, de alguien muy muy especial.

M.G.- ¿En qué año le entregó la caja a tu tía abuela?

F.G.- Sobre el año 1981. Bueno, en la novela se habla del año 81 aunque en realidad ocurre antes, lo que pasa es que yo hago una transposición a momentos que me interesan más desde el punto de vista novelístico. 

M.G.- Pero imagino que Mei te recibió con alegría al comprobar que había alguien interesado en la vida de Juan Ángel.

F.G.- Sí. Él también tenía una deuda pendiente y al ver que yo aparezco allí es como si él se hubiera quitado un peso de encima. 

M.G.- Fernando tú eres el narrador de la novela y no solamente te limitas a transmitir lo que encuentras en esos diarios sino que también vas intercalando el resultado de tus pesquisas, algo que está muy bien porque parece que el lector hace el viaje contigo.

F.G.- Eso es lo que yo pretendía desde el principio. A medida que se avanza en la novela, esa sensación se difumina a ratos porque yo tampoco pretendo cansar con el tiempo presente. El proyecto original eran dos novelas en una, una en tiempo presente y otra en pasado, con la vida de Juan Ángel pero resultaba un texto muy voluminoso. Mi idea de partida respecto al tiempo presente no era solo que el lector me acompañara en esas pesquisas sino que viera también cómo se viaja hasta Zanzíbar, casi como una guía turística, salvando las distancias.

M.G.- Juan Ángel tuvo como dos vidas, no solo ya por los lugares en los que residió, Europa y África, sino también por su personalidad. Durante su etapa europea digamos que era un poco díscolo o tarambana, con negocios muy oscuros, falsificando obras de importantes escritores al fundar la logia de los Calígrafos. Luego se marcha a Zanzíbar y allí parece que se redime, cambia su moral y comienza a hacer un montón de obras sociales con la gente de allí.

F.G.- Eso es lo más meritorio en este señor. Su primer periplo es conseguir dinero y fama en Europa, además con un sentido el riesgo muy singular porque se mete en embrollos deliberadamente. Creo que el afán de aventuras lo tenía más desarrollado en Europa que cuando llega a África, donde cambia su forma de pensar. ¿Por qué ocurre eso? Bueno, en la novela se describe. La visita a la montaña sagrada de los masáis es como un momento crucial en su vida, allí siente un momento de inspiración, quiere hacer algo por la gente que lo rodea. Pero, ciertamente, una vez que se produce ese fenómeno, prácticamente olvida su pasado. En sus cuadernos solo refleja pequeñísimas notas de su cultura y las referencias a su novia. No vuelve a hablar ni de su familia, ni siquiera. Creo que deliberadamente él trata de establecer un antes y un después. Al final de su vida es cuando verdaderamente vuelve a hacer recuento, pero mientras tanto se olvida de lo anterior.



M.G.- ¿Los diarios los escribe a medida que le van a ocurriendo los diversos acontecimientos?

F.G.- No, mi teoría, y de alguna forma él lo deja caer así, es que va tomando notas y una vez que tiene un montón, en algún momento decide que ya es hora de pasarlas a limpio, por así decirlo, y establece una cronología más o menos lineal de todo lo que le ocurre. Llega un momento en que, en sus diarios, se advierte una especie de precipitación, algo que yo he querido transmitir en la novela. Los últimos años de su vida no transcurren al mismo ritmo que los anteriores y eso lo he querido conservar en la obra. No sé si se percibirá.

M.G.- Yo lo que he notado es que cuando él llega a Zanzíbar, hay mucho ritmo y ajetreo, algo que te obliga a una lectura lenta porque visita muchos lugares y yo me he ido parando para buscar información de todos los sitios que menciona. Es verdad que luego parece que se asienta su vida y por tanto, también se asienta la narración.

F.G.- Es un objetivo que yo perseguía porque realmente él funciona de esa manera. Luego al final, se vuelve a precipitar todo otra vez. Es como si tuviera conciencia de que ya le queda menos y empieza a correr. 

M.G.- Quizá una de las cosas más importantes que hizo en Zanzíbar fue construir una plantación de clavo a la que llamó Triana en Pemba. Y se dedicó también a proteger y dar mejor calidad de vida a la gente que trabajó allí, creando escuelas para los niños de los trabajadores,  por ejemplo. Fue una infraestructura enorme que le costaría mucho llevarlo a cabo.

F.G.- Claro pero él económicamente era muy potente en Zanzíbar. El objetivo al construir Triana no fue cultivar clavo sino transmitir cultura, generar una sensibilidad cultural determinada. Por eso, él pone como condición que se instalen allí familias con hijos y una serie de parámetros. Si no cumples con la educación y solo te preocupas del rendimiento de la plantación, te echaban. Más o menos viene a ser así. Triana fue una excusa que si le hubiera salido bien lo hubiera montado también en el continente pero no le sale. No era más que un proyecto cultural.

M.G.- Él residió en un poblado, en Pwani Mchangani, allí se casó con la hija del jefe de la tribu. Creo haber leído que cuando tú llegas a este poblado, ¿no se acuerdan de él?

F.G.- Yo creo que lo que hacen es ocultar la figura de Juan Ángel. Los acontecimientos del año 64 fueron muy traumáticos en la isla de Zanzíbar y a partir de ahí, se produce el declive no solo del archipiélago sino también de una serie de personas que vivieron alrededor de su figura. En Pwani lo que hacen es preservar su memoria pero no transmitirla. De todos modos, descubrí una especie de pequeño monumento entre unos arbustos, muy bien conservado y con una cruz. Claro, en un poblado musulmán es raro encontrar eso. Luego también hay gente que sabe algunas palabras en español,... Son pequeños detalles que te hacen pensar que Juan Ángel está en la memoria del poblado pero hasta que no rascas mucho y coges mucha confianza, no te cuentan nada. Son gente muy hospitalaria pero también muy reservada.

M.G.- ¿Y cómo te has encontrado la zona y la plantación Triana?

F.G.- Bueno, la plantación ya no es prácticamente nada. Era un campo sembrado. Pemba es una isla muy rica pero difícil de sostener por sí misma, hay zonas que incluso están por debajo del nivel del mar. Mantener una plantación de clavo es algo muy complicado. Sostener un proyecto como el que él montó allí es inviable pero eso a él no le importó. Es más no le hubiera importado si se hubiera arruinado incluso. Con lanzar su proyecto le bastó.

M.G.- Pero fíjate qué persona más interesante. En su época europea conoció a Luis Cernuda, a Vicente Alexandre,...

F.G.- Sí tuvo tratos en el grupo Mediodía. Él tenía una estrategia. Se arrima a cierta gente porque quería irse a Madrid y luego a Bruselas pero por vivir una cierta aventura. 

M.G.- Pero también tuvo un encuentro con Goebbels y los nazis lo persiguieron hasta África incluso.

F.G.- Sí pero el encuentro con Goebbels en cierto modo era factible porque en ese tiempo, se movían muchos libros que tenían que ver con ese medievo de fantasía y como Juan Ángel iba metiéndose en todos los charcos que podía, pues resulta novelesco pero no me resulta tan chocante. 

M.G.- El libro te ha costado muchos años de trabajo. Empiezas a escribirlo en Zanzíbar en el 2004 y lo terminas en Brasil diez años después.

F.G.- Sí, lo peor es que lo que te contaba antes. Yo estructuro desde el principio. No me pongo a escribir hasta que no tengo estructurada una obra. En este caso no fue así sino que prácticamente yo iba tomando mis notas casi como él iba tomando las suyas en su momento y luego tuve que volver a repasarlo todo para hilvanar el concepto que yo quería de novela. Ese proceso es muy laborioso y no estoy muy acostumbrado a hacerlo. Esta novela tiene hasta seis versiones que fui abreviando en un proceso de aproximación a lo que uno quiere. Cuando hay tanto relato necesitas modular el ritmo con el que se va contando todo eso y claro, si siempre estás en un pico superior, el lector se te va a cansar. Tienes que buscar algunas mesetas, algunos valles, volver a subir. Todo esto me obligó a reescribir textos y a rechazar otros. La primera versión tenía ochocientas cincuenta páginas.

M.G.- Para escribir la novela, no solo te tuviste que leer los diarios de Juan Ángel Santacruz de Colle sino que también te documentaste sobre la labor de los enfermeros y médicos en la época republicana, labor que él desempeñó en su huida de España, o sobre cómo era Zanzíbar en la época que se describe.

F.G.- Sí, es verdad. Hay un proceso de documentación tanto en la época europea como zanzibarí. En la parte europea era acertar con la documentación y eso no fue difícil. No obstante, la parte africana fue mucho más complicada. La historia de Zanzíbar es muy bipolar. En Zanzíbar hay dos grandes fuerzas, por así decirlo, si nos olvidamos de los ingleses, que son los árabes y los continentales. Si el historiador que habla de ese periodo es árabe te lo va a contar de una manera, y si es continental, te lo contará de otra. Es difícil  que los acontecimientos cobren la lógica que tienen que cobrar y mi esfuerzo era que yo tenía que entender primero lo que había sucedido para poderlo plasmar. Tuve que leer de las dos partes y era difícil porque hay poca literatura. Tanzania no es un país con un poderío editorial y todos los libros que se publican están financiados por la Unesco, por alguna organización externa, ... algo así, por lo tanto, conseguir documentación no es fácil. Compré libros allí pero nuevamente me ocurría lo que te he dicho, que tenía que reinterpretar la historia partiendo de unos y de otros. 

M.G.- Como novela, y teniendo como base los diarios de Juan Ángel, habrás tenido que ficcionar también, imagino. Los diálogos que él mantiene con diversas personas no creo que estuvieran recogidos en sus diarios.

F.G.- No, no,... Reinterpreto sus escritos. Mi trabajo consiste precisamente en eso, en eliminar lo que puede ser sobrante, por así decirlo, en su historia para que no alcance un volumen muy grande, y centrarme con carácter novelesco en aquellos momentos que considero que son cruciales. Y también le meto un poquito de sal y pimienta, no demasiada, pero sí un poquito. Esa es la labor del novelista aunque los hechos son los hechos.

M.G.- Me ha gustado mucho la manera que tienes de contar esta historia, con tanto ingenio. Creo que usas un estilo narrativo que cuadra mucho con la personalidad de Juan Ángel.

F.G.- Bueno, pretendía dar ese tono. Me alegra saber que te ha gustado.

M.G.- Y una cosa Fernando, ¿no hubiera sido quizá interesante incorporar alguna fotografía? No sé, la de la orla del colegio de Juan Ángel, que sé que la viste, o la de la tumba.  

F.G.- Podía haber sido interesante pero no queríamos que pareciera otra cosa distinta a una novela. Lo que yo quería era escribir una novela y si me ponía a incluir fotografías y demás, lo mismo los lectores hubieran pensado que estaban ante, no sé, un ensayo u otra cosa similar. No, Nadie muere en Zanzíbar es una novela. 

M.G.- El título viene reflejado en la novela, es una frase que figura en su interior, que tiene que ver con un episodio que me tiene en ascuas, el de los askaris, esos jóvenes de Zanzíbar que luchan en la guerra junto a los ingleses, a los que se les da por muerto en combate y misteriosamente aparecen tiempo después vivitos y coleando.

F.G.- No te quiero desvelar nada porque aún no la has terminado de leer y es parte esencial en el final de la novela pero la historia de los askaris es muy curiosa. Yo no terminaba de creérmela tampoco pero enseguida encontré una documentación en la que se mencionaba que los ingleses movieron entre tres mil y cuatro mil personas, hacia la II Guerra Mundial y hacia Somalia. Lo que pasó luego con ellos es que vivían mejor en el ejército que en su poblado y muchos, deliberadamente quisieron quedarse durante más años de los que realmente tenían que estar. Pero no te quiero contar más, ya irás descubriendo que pasará.

M.G.-  Fernando, ¿y qué crees que pensaría tu tía abuela Luisa si pudiera tener el libro en las manos?

F.G.- Yo creo que estaría encantada pero no porque le guste mucho o no el libro sino porque era una persona con un enorme sentido del deber. Nosotros la veíamos como alguien distante. Mi abuela, en cambio, era muy tierna y todos pensábamos que éramos sus favoritos. Con la tía abuela Luisa era todo lo contrario. Todos pensábamos que éramos sus enemigos pero es que no supimos ver realmente lo que era ella porque éramos jóvenes. Mi tía abuela Luisa era especial y descubrirás que era doblemente especial cuando termines de leer la novela.

M.G.- Me dejas con tanta curiosidad... Lo estoy disfrutando mucho. Es cierto, como te comenté antes, que hay una parte más densa pero a la vez  muy instructiva porque vas mencionando tantos lugares que es inevitable buscar en Internet.

F.G.- Era un riesgo meter tanta información porque, efectivamente no es algo tan cotidiano para nosotros. Hay una manera de enganchar que tiene que ver con el interés que suscita lo desconocido, lo exótico, la aventura pero también puedes desenganchar si das demasiada información. Pero yo me sentía obligado a ser, como mínimo, respetuoso con lo que tenía entre manos. Yo no quería hacer una novelita de aventuras, o sí pero sin el diminutivo, permíteme que te lo exprese así. Yo quería hacer una novela y esa novela tenía riesgos pero para eso estoy, para asumir riesgos como escritor. Si no, al final siempre hago lo mismo y eso es justo lo que he tratado de evitar a lo largo de mi trayectoria.

M.G.- Yo necesito novelas que me cuenten historias pero que también me instruyan, que amplíen mis conocimientos, como me ocurre con esta.

F.G.- Te lo agradezco. Ese mismo comentario lo hizo el otro día el presidente de la Asociación de Escritores y Artistas durante una presentación, y no sobre mi libro sino sobre el de una amiga.  Yo también valoro el concepto de fondo y trasfondo en una novela, en cualquier libro en general, y procuro aplicar todo eso a lo que hago. Lo que pasa es que hoy en día la literatura ligera vende más.

M.G.- La literatura de evasión, sí.

F.G.- Yo lo respeto todo pero no tengo por qué sentirme identificado. De todos modos, si no tengo una fuerte crítica negativa casi que me doy por satisfecho.

M.G.- Está claro que es una novela que requiere una lectura sosegada y en calma. Esto no se puede negar.

F.G.-No, pero el ritmo de la obra se puede acondicionar bien al ritmo de la lectura y si te amoldas a eso fluye bien. 

M.G.- Pues Fernando ha sido un placer hablar contigo de nuevo. Espero que la novela guste tanto al resto de los lectores como me está gustando a mí. 

F.G.- Cuando te la termines, si quieres, nos volvemos a sentar a hablar.

M.G.- ¡Claro que sí! Muchas gracias.

F.G.- Gracias a ti.


Sin duda, la vida de Juan Ángel Santacruz de Colle, recogida en esta nueva novela de Fernando García Calderón, dan para un libro y para una película. Es increíble todo lo que vivió este sevillano del que, hasta ahora, no sabíamos nada. 

Espero que la entrevista y más aún la novela, os haya resultado de interés. 






[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]

8 comentarios:

  1. Gracias por la entrevista. Como siempre muy profunda.

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  2. Me ha encantado la entrevista y qué ganas me han dado de leer el libro :D

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  3. Muy buena entrevista. Y también me gusta mucho aprender con los libros, así que éste me lo llevo bien apuntado.
    Besotes!!!

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  4. Me llama muchísimo la atención esta novela, me encantaría leerla, la entrevista fantástica
    Besos

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  5. Muchas gracias por la entrevista, el libro no me importaría nada leerlo.
    Un beso!

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  6. Una entrevista de lo más completa. La novela tiene una pinta estupenda.
    Besos

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  7. Pues la novela pinta bien por lo que comentáis, la verdad es que no me importaría leerla :)
    Besos

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    1. Un libro con una historia que merece ser llevado al cine, un autor que ha sido todo un descubrimiento para mi este año y con quien sentarte a charlas da paz.

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