Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974). Su primera novela, Francis Bacon se hace un río salvaje, recibió el Premio Andalucía Joven de Narrativa. Posteriormente ha publicado el libro de relatos Biografías bastardas y los poemarios Defensa del pirómano, Hombre sin descendencia y Cuarentena. Fue incluido en las antologías de relatos Mutantes. Narrativa española de última generación y Pequeñas resistencias 5. Es periodista y trabaja en la sección cultural del Diario de Sevilla.
Sinopsis
«Ella es España, corrupta y desmemoriada. Un símbolo. De todos los que han robado, de los que han mentido, de los que han conducido al país a la ruina.»
El crepúsculo de una estrella literaria, especie de Gloria Swanson de las letras españolas, sirve al propósito mayor de esta novela: radiografiar el entramado de intereses y vicios individuales que dan lugar a una sociedad moralmente averiada.
Silvia Miralbes tenía la fórmula del éxito, sus novelas generaban enormes beneficios, pero en su último título un «negro» tuvo que echarle una mano para cumplir con el plazo previsto por la editorial. Ahí se inició su derrumbe.
La fórmula Miralbes recurre al falso documental para tratar el caso -no tan improbable- de un plagio literario que un autor fracasado endosa a un escritor eminente.
Testimonios, fotografías y documentos de archivo hábilmente entremezclados por Braulio Ortiz Poole nos muestran las entrañas del mundo cultural español, donde ni editores ni autores ni periodistas pueden permitirse decir todo lo que saben.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Braulio Ortiz Poole es periodista de un medio muy conocido en Sevilla. Se encarga de la sección cultural del rotativo y a mí me arde la sangre cada vez que leo una crónica suya. La envidia es realmente mala. No lo conocía personalmente, así que quise aprovechar la oportunidad que me brindaba la publicación de su último trabajo, La fórmula Miralbes, para sentarme a charlar con él sobre su trabajo, la literatura y su última novela.
En La fórmula Miralbes veremos a una escritora en sus horas bajas, un editor que vende su alma, un negro que no lo es por el color de su piel y a un becario que le llueve el maná del cielo. Personajes todos ellos con un lado del que no se sienten muy orgullosos y, que entre libros y artículos periodísticos, intentarán sobrevivir.
Teniendo como telón de fondo los gritos desaforados de un alemán, que hablaba por el móvil muy cerca de nosotros y que parecía no tener un buen día -para que luego digan que los españoles somos escandalosos-, lancé a Braulio Ortiz preguntas sinceras obteniendo respuestas sinceras. Esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Braulio, te lo tengo que decir, te tengo mucha envidia.
Braulio O.- ¿Por qué?
M.G.- ¿Por qué va a ser? Por ese trabajo tan estupendo que tienes, en la sección cultural de un periódico y tan conocido aquí como es el Diario de Sevilla.
B.O.- Ah (risas). Sí, es un trabajo bonito. Es una suerte trabajar en lo que te gusta, tal y como está el patio. Además conoces a gente interesante, aprendes mucho y creces. Aunque el sector está bastante castigado pero ahí estamos.
M.G.- Imagino que todo lo que se haga en el ámbito cultural en Sevilla pasará por tus manos, ¿no?
B.O.- Bueno, y por la de mis compañeros. La verdad es que a lo largo de todos estos años he aprendido mucho de libros, de arte, de teatro, o de danza que era un mundo que no conocía mucho pero no te cuento más que no te quiero dar más envidia (risas).
M.G.- Me la das, sin duda (risas).
Oye Braulio, antes de esta novela tú ya habías publicado otros libros, otra novela más, relatos, algunos poemarios. Llegas ahora con La fórmula Miralbes cuyo argumento está precisamente muy vinculado con tu trabajo, porque hablas de literatura y hablas de periodismo. ¿Por qué esta historia?
B.O.- Me llamaba muchísimo la atención el personaje sobre el que quería hablar, Silvia Miralbes. Ganó mucho peso en mi cabeza, en mi imaginación y la verdad es que tenía muchas ganas de abordarla porque me despertaba muchas preguntas, siendo una mujer tan contradictoria como es.
Tocar la literatura o el periodismo es una circunstancia colateral. Realmente, no quería hacer un libro sobre periodismo pero me parecía inevitable meter a un periodista porque, al fin y al cabo, muchas veces los periodistas damos voz a lo que pasa. Pero por otro lado, también se hacía necesario hablar de literatura porque quería hablar de ciertas corrupciones o deslealtades y la literatura es un mundo que conozco bien. La novela también podía tratarse de una atleta que se dopa o de cualquier persona que engaña a su público pero el sector que mejor conozco es el literario y de ahí la elección.
M.G.- Independientemente de que el argumento se pueda extrapolar a cualquier ámbito, literatura y periodismo son dos temas que encajan perfectamente en esta trama.
B.O.- Sí, el personaje es una escritora que me ha servido para abordar determinados vicios en la cultura en general y en la literatura en particular, como por ejemplo, esa frivolización o banalidad en los contenidos que también afecta al periodismo. Creo que maniobramos muy a la ligera sin conceder tiempo a la reflexión y eso nos conduce a cometer graves errores.
M.G.- Te hago una pregunta que suelo hacer siempre. Me producen mucha curiosidad las citas que elegís los novelistas para vuestros libros. En tu caso, optas por una de Italo Svevo ¿por qué?
«La jovencita se encontró, pues, ante la ardua tarea de aceptar dos veces el dinero, y fingir dos veces que lo quería. Una vez es fácil y puede hacerlo todo el mundo. ¿Y la segunda?». (La historia del buen viejo y la bella muchacha).
B.O.- Porque trata sobre una chica a la que le ofrecen dinero y ella lo rechaza la primera vez pero, ¿y la segunda? En el fondo quería reflejar que muchos tenemos unos principios morales pero que muchas veces sucumbimos a la presión de los demás. En este caso, Silvia es una escritora que ha tenido el aprecio del público durante años y años y se ha habituado a él. Desde la editorial la van a presionar para que termine el libro, le van a sugerir que hago uso de un negro,... al final acaba cediendo. Y es que todos tenemos nuestras convicciones morales pero en el ambiente en el que vivimos a veces es muy difícil mantenerlas con firmeza. Con esta novela, quería hablar de ese clima de permisividad que hay ahora y de esas tensiones por las que a veces es difícil ser fiel a uno mismo.
M.G.- Silvia Miralbes es una afamada autora de larga trayectoria, tiene 72 años de edad y quiere cerrar su carrera con una buena novela, dejar un buen sabor de boca entre sus lectores pero no puede porque tiene ciertos problemas que no quiero desvelar. Al final sufre un tremendo contratiempo con los medios de comunicación, porque como dice la sinopsis, la acusan de plagio. El plagio es un asunto muy delicado que siempre me ha producido mucha curiosidad. En tu opinión, y por tu posición laboral, ¿crees que existe más plagio del que realmente se desvela?
B.O.- Por supuesto, en el mundo editorial se hacen muchas maniobras en la sombra. Creo que sí, que habrá más plagio del que pensamos. En cualquier caso, lo que sí está muy extendida es la figura del negro, al que también hago referencia en la novela. Es un mercado que tiene sus normas y eso es innegable. En relación con esto, en la novela hablo de la culpa y del miedo a ser descubierto. Mientras no seas descubierto pues no pasa nada pero hay actitudes que son bastante discutibles.
M.G.- El editor de Silvia es uno de los personajes que más me ha impactado y luego te diré por qué. Pero la protagonista, esta Silvia Miralbes, es una mujer muy arrogante, egoísta, por encima del bien y el mal, altiva, engreída. Digo yo, ¿tú has pensando en alguien cuando has construido el personaje?
B.O.- No, no,... No pensé en nadie en particular pero luego sí me di cuenta de que había muchas resonancias de un personaje de Woody Allen precisamente. No sé si has visto una película que se llama Otra mujer.
M.G.- La verdad es que no.
B.O.- Es una película protagonizada por Gena Rowlands, que hace un papel espléndido, el de una mujer ya mayor que alquila un estudio para escribir y por casualidad oye las conversaciones que una psicóloga tiene con sus pacientes en el piso de al lado. A raíz de esa circunstancia empieza a oír cosas de ella misma y descubre que los demás no la ven como ella pensaba.
Me interesaba mucho la transformación del personaje y lo frágil que es la identidad. Uno tiene una idea de sí mismo y puede descubrir que los demás tienen otra muy distinta. Yo no pensé en esta película hasta hace poco, una cinta que me influyó mucho cuando era adolescente, y me di cuenta de que había mucho de la protagonista de la peli en la construcción de Silvia, tan altivas las dos. Pero, en realidad no tuve referentes reales, tan solo pequeñas pinceladas o sutiles referencias literarias. No se puede decir que Silvia sea el reflejo de alguna escritora española. Me parece que es un personaje insólito dentro de nuestra literatura en la que existen buenísimas escritoras.
M.G.- Silvia tiene mala relación con la prensa. Por supuesto hace uso de ella porque le beneficia pero por otro lado, siempre la teme. Imagino que dependerá de cada situación pero, ¿para los autores la prensa es un aliado o un enemigo? ¿Ellos la consideran un peaje que tienen que pagar?
B.O.- Yo como periodista cultural evidentemente defiendo el trabajo de la profesión. Si es un oficio que se hace con amor y con interés por los libros es tremendamente útil, estamos divulgando la literatura, pero entiendo que para un personaje como Silvia que es tan esquivo y tan huraño, una mujer a la que le cuesta expresar sus emociones y mantener el afecto, le suponga mucha tensión exponerse al público. Creo que ella sí ve la prensa como un peaje a pagar pero sabe que tiene que vender los libros para que lleguen al público, aunque, al mismo tiempo, es muy susceptible y vulnerable durante las promociones. Me interesaba mucho la paradoja de ese personaje tan frágil y al mismo tiempo tan expuesto.
M.G.- Porque quizá la actitud tan arrogante y soberbia que adopta Silvia se puede interpretar como un escudo que ella se coloca, ¿verdad?
B.O.- Eso es lo que he querido sugerir pero en el fondo se le coge cariño, al menos yo se lo he cogido, porque me parece una mujer muy limitada y muy humana por ello. Todavía mantengo cierta esperanza en el ser humano y si escribo es para intentar comprender lo que nos ocurre.
M.G.- Además de Silvia hay otros personajes en tu novela. Está el becario que destapa todo el pastel del plagio, hay un profesor universitario que es el que le hace el trabajo a Silvia, el editor que antes hemos comentado,... Todos ellos se han traicionado a sí mismos. Todos ellos han hecho lo que no querían hacer.
B.O.- Sí, yo quería reflejar eso. Todos acusan a Silvia pero ninguno está legitimado para hacerlo, para señalarla porque todos tienen su bagaje de traiciones a sí mismos. Quería hablar de cómo la sociedad teje una red engaño y nos conduce al punto que no queríamos. Todos, quién más y quién menos, hemos dado un paso en falso alguna vez. Silvia es un símbolo de esta sociedad, en la que ha primado la ambición, los valores económicos antes que los morales. Todos tenemos una parte de culpa.
M.G.- Los valores económicos por encima de los morales se refleja perfectamente en la figura del editor. Ese personaje me ha tocado mucho. Lógicamente una editorial no deja de ser un negocio pero maneja un producto que repercute muchísimo en la sociedad y por tanto debe tener un mínimo de calidad, algo que no suele ocurrir hoy en día. Todas las reflexiones de ese personaje te hacen pensar mucho en el mundillo editorial actual.
B.O.- Pero no es solo un problema del mundo editorial. Lo que le ocurre al editor también le ocurre a otros profesionales del mundo musical, por ejemplo. Hay muchos creadores que siguen haciendo un trabajo maravilloso en los márgenes de la industria. Yo defiendo el entretenimiento digno pero lo que pasa es que muchas veces en este engranaje en el que estamos metidos hemos olvidado la calidad y lo único que nos preocupa es sacar el producto lo antes posible. Se nota mucho en los discos que hacen estrellas adolescentes o esos libros que escriben presentadores de televisión. Todo se ha rebajado un poco, ha perdido calidad y quería hablar del tema a través del personaje del editor. Él, como Silvia, está muy preparado para hacer otras cosas pero al final han elegido el camino que les permitía mantenerse.