Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) tiene una dilatada carrera como escritor, reconocida con numerosos premios, entre los que destacan el Ateneo de Sevilla y el Luis Berenguer de novela o el Max Aub de cuentos. Es autor de las novelas El silencio de tu nombre (2012), El violinista de Mauthausen (2009), El síndrome de Mowgli (2008), El factor Einstein (2008) y La Clave Pinner (2004); las novelas cortas Los perros siempre ladran al anochecer (2015), Los mejores años (2002) y Duarte (2002); las colecciones de cuentos El centro de la Tierra (2009) y Estado provisional (2001); y el relato Ojos Tristes (2001). También ha sido colaborador de varios medios de comunicación, como El Correo de Andalucía, Onda Cero y Punto Radio.
Cuando el inspector Nicolás Gallardo regresa a Sevilla después de pasar siete años fuera y le recomiendan hacerse cargo del caso de Leopoldo Barrena, poco puede imaginar que tras el suicidio del político retirado, en apariencia rutinario, se esconde una turbia trama de abusos, chantajes y angustia.
Un accidente inesperado tuerce los planes de un sencillo robo. Desde ese momento, las tinieblas del pasado, como heridas no restañadas, emergen de manera imparable, llevándose por delante a quienes pretenden ocultar la verdad o, peor aún, medrar a su costa. Paso a paso, mientras intenta sobrevivir a su propia biografía personal, el inspector Gallardo tratará de dar sentido a la violencia que le rodea. El resultado de su investigación ofrece un panorama desolador, que algunos creían haber olvidado: un misterioso orfanato, la vida rota de una joven y la tragedia de unos niños infelices...
Los dioses cansados es una novela coral, poblada de personajes profundamente humanos que conocemos a través de su cotidiana intimidad y narrada con una sensibilidad descarnada. En sus páginas escuchamos, entre la indiferencia culpable de los verdugos, el desesperado gritos de sus víctimas que, incapaces de perdonarse a sí mismas por pecados que nunca cometieron, más que venganza claman silencio.
[Biografía y sinopsis tomadas del ejemplar]
************************************
Lo habré dicho más de una vez pero no por ello deja de ser menos verdad. Entrevistar a un autor-amigo tiene grandes ventajas. Por un lado no hay necesidad de adoptar una pose impostada. Yo no necesito aparentar lo que no soy y el contrario no tiene que «adornarse» porque ya hay un conocimiento previo en otras circunstancias. Además, la conversación fluye con total naturalidad, como la que pudiéramos tener sin que obrara una grabadora de por medio. Y luego está la libertad. En ocasiones, sentarse a hablar con un autor, al que no conoces de nada, sobre su trabajo (recalco esto), algo muy serio para mí, te obliga en cierto modo a vestir un corsé, a seguir unas pautas para no sacar los pies del plato. Nunca sabes cómo se puede tomar tal o cual pregunta, y al fin y al cabo, ¿quién soy yo?
Hace unos días publicaba la reseña de Los dioses cansados, la nueva novela de Andrés Pérez Domínguez que ha llegado a manos de los lectores con gran aceptación. En aquella reseña (que puedes leer aquí) expuse los motivos por los que me había gustado esta novela que es como el cubo de Rubik, llena de color y múltiples caras. Creo que quedó bastante claro que para mí es una recomendación irrefutable pero, para terminar de decidiros, quizá os venga bien escuchar, o mejor dicho, leer al propio Andrés hablar de su novela. Esto es lo que nos contó.
Marisa G,- Andrés esta novela y la anterior las abres con las siguientes palabras:
¿Define este párrafo lo que para ti significa un buen libro o literatura?
Andrés P.- Esas palabras son de una entrevista que me hicieron una vez donde conté mi visión de los libros, los libros que a mí me gustan. Me gustó la respuesta y desde entonces lo uso como mantra. Lo que le pido a un libro es que me emocione y me haga sentir cosas, que me enseñe, me haga reflexionar y que cuando lo hayas terminado, lo único que desees sea recomendarlo a las personas que tienes cerca. Esa es la emoción que yo quiero provocar en mis lectores o la que me gustaría provocar.
«Estoy convencido de que la principal razón por la que alguien dedica su tiempo a leer ficción es para disfrutar. A mí me gustan las novelas que cuentan historias, los libros en los que pasan cosas, los que me emocionan y al terminar de leerlos me falta tiempo para recomendarlos. No puedo sino intentar transmitir a mis lectores el mismo entusiasmo».
¿Define este párrafo lo que para ti significa un buen libro o literatura?
Andrés P.- Esas palabras son de una entrevista que me hicieron una vez donde conté mi visión de los libros, los libros que a mí me gustan. Me gustó la respuesta y desde entonces lo uso como mantra. Lo que le pido a un libro es que me emocione y me haga sentir cosas, que me enseñe, me haga reflexionar y que cuando lo hayas terminado, lo único que desees sea recomendarlo a las personas que tienes cerca. Esa es la emoción que yo quiero provocar en mis lectores o la que me gustaría provocar.
M.G.- Tu editora ha definido, y creo que certeramente, esta novela como una «una falsa novela policíaca».
A.P.- ¿Te gusta la definición?
M.G.- La verdad es que sí.
Nico Gallardo es un tipo honrado, es buen policía pero también tiene un par de puntos en su pasado que acaban atormentándolo y a Benito Ferreira le ocurre lo mismo. Es ludópata, extorsionador, chantajista, es el hombre para todo de un tipo sin escrúpulos pero además es un padre de familia, es un buen hombre que quiere sacar a su familia adelante, tiene un hijo con Síndrome de Down y se preocupa por su futuro. Eso es lo que lo hace más atractivo porque los malos no son malos ni los buenos son buenos. En la escala de grises es donde más cómodo me siento.
M.G.- La verdad es que sí.
A.P.- Yo también estoy de acuerdo. Pero en realidad, La Clave Pinner, también era una falsa novela de espías, al igual que El factor Einstein o El silencio de tu nombre. Si te fijas, y te lo digo porque sé que la has leído y reseñado, La Clave Pinner tiene muchos paralelismos con esta novela. Sí que es una novela policíaca porque efectivamente hay una investigación policial y el protagonista es un inspector de homicidios, pero esto es un pretexto. A mí lo que me interesa de verdad es fotografiar el mundo, hacer una radiografía de todo lo que está pasando y me interesan todavía más los sentimientos, la historia personal del protagonista, Nico Gallardo, y del resto de los personajes. Así que lo de falsa novela policíaca me parece muy bien y creo que quien vaya a leer esta novela como una novela policíaca sin más, se va a quedar con la cáscara. Le gustará o espero que la disfrute pero también va a encontrar otras muchas cosas.
M.G.- De hecho se puede considerar incluso como una novela coral porque, aparte del inspector de homicidios y la investigación policial, vamos a conocer a una pareja, a Álvaro y a Belén, que constituyen otro hilo argumental que a ti te permite escarbar en otras cuestiones peculiares.
A.P.- Cada personaje cumple su papel en la trama. Al igual que la crisis y la especulación está reflejada en el personaje de Benito Ferreira, Álvaro y Belén representan todo lo contrario. Son aquellos que, a pesar de la crisis, pueden vivir muy bien y la crisis, más que perjudicarlos, les ha favorecido. Pero al final también se demuestra que todo es una cáscara, que todo acaba derrumbándose.
M.G.- El personaje principal es Nico Gallardo, un policía que vuelve a Sevilla después de haber estado siete años trabajando fuera. Siendo un inspector de policía, ¿lo veremos en próximas novelas?
A.P.- Ahora mismo estoy escribiendo una novela en la que recupero a Gordon Pinner, el protagonista de La Clave Pinner. Como sabes, estuve en San Petersburgo y en Moscú en noviembre para documentarme. Llevo unas doscientas y pico de páginas escritas pero si te digo la verdad, me ha gustado tanto el personaje de Nico que no descarto escribir una nueva aventura. No sé si la escribiré dejando de lado momentáneamente la de Gordon Pinner o si escribiré otra cosa de por medio que no tiene nada que ver. Ahora mismo te diría que sí porque, aunque el caso policíaco de la novela está cerrado, su vida personal sigue.
M.G.- Es un personaje con múltiples matices.
A.P.- Sí, y es un tipo cuya mirada sobre algunas cosas es también mi mirada y me sirve para contar el mundo a mi manera.
M.G.- Yo te he reconocido en el personaje, especialmente en dos situaciones concretas. Una de ellas es en relación a la perspectiva que el personaje tiene sobre la ciudad. A Nico le gusta mucho Sevilla pero hay algo con lo que no comulga. En la novela lo dices de manera muy bonita. Nico no traga con ese «ombliguismo rancio». Esa es tu perspectiva.
A.P.- Sí totalmente, bueno la mía y la de mucha gente. Por lo menos de la mitad de la gente que vive en Sevilla. Eso fuera de Sevilla no se lo creen. Esa perspectiva también se aprecia en La Clave Pinner. Cuando la escribí, salió una reseña en El Cultural de Abc. El crítico decía que le gustaba que la novela no estuviera ambientada ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Sevilla y además en una Sevilla totalmente alejada de los tópicos. Con Los dioses cansados pasa lo mismo, está alejada de localismos como el lenguaje.
M.G.- A mí me gusta la visión crítica de la ciudad. Nico Gallardo ha llegado a Sevilla después de siete años y la nota distinta, la analiza y la critíca, se mantiene en un plano neutral.
A.P.- Sí, porque me parece más lógico y más real. Creo que es la visión que tiene que tener alguien que viene de fuera y que no se deja embaucar, que es inteligente, que tiene su propio criterio y que además no participa de las fiestas autóctonas. Con eso no quiero decir que lo deteste, por supuesto que no, simplemente que no comulga con ello aunque lo respeta.
Nico es muy contradictorio porque, a pesar de pensar como lo hace, ama profundamente la ciudad en la que ha nacido.
M.G.- Y Nico no solo va a investigar un caso que forma parte del grueso de la novela sino que, además va a aportar al argumento de la novela una fuerte carga personal. Regresa a Sevilla porque tiene aquí una hija con la que ha mantenido las distancias durante mucho tiempo y siente que ha perdido esa conexión. Luego por otro lado tiene un problema dentro de su entorno laboral que le provoca más de un quebradero.
A.P.- Una hija que no sabe si es hija suya. Tan importante es la peripecia detectivesca como la peripecia interior de los personajes. Pero no solo ocurre esto con Nico Gallardo, sino con los demás también, con Benito Ferreira, con Belén, con la madre de la comisaria, la propia comisaria. Todos tienen ahí una historia subterránea que va conformando su vida y de la que solo se ve la punta del iceberg, solo se ve un reflejo. Me gusta mucho trabajar los personajes, su introspección.
M.G.- En el plano masculino hay un personaje que a mí me tocó la fibra, un personaje que sé que ha gustado a muchos lectores, me refiero a Benito Ferreira. Me ha conmovido mucho este personaje porque tiene un hijo con Síndrome de Down. Mi hermana pequeña tiene SD también y me he visto muy reflejada en las preocupaciones del personaje.
A.P.- Benito Ferreira es uno de los personajes más carismáticos de la novela y al que los lectores le van a tomar más cariño. Me suele pasar con los secundarios. Los personajes mientras más poliédricos sean más atractivos son para los lectores.
Nico Gallardo es un tipo honrado, es buen policía pero también tiene un par de puntos en su pasado que acaban atormentándolo y a Benito Ferreira le ocurre lo mismo. Es ludópata, extorsionador, chantajista, es el hombre para todo de un tipo sin escrúpulos pero además es un padre de familia, es un buen hombre que quiere sacar a su familia adelante, tiene un hijo con Síndrome de Down y se preocupa por su futuro. Eso es lo que lo hace más atractivo porque los malos no son malos ni los buenos son buenos. En la escala de grises es donde más cómodo me siento.
M.G.- Las luces y sombras de toda persona.
A.P.- Totalmente. Los personajes deben ser un reflejo de la vida porque de otro modo acaban siendo caricaturas y a mí eso no me convence.
Hay dos cosas que trabajo mucho cuando escribo una novela. Por un lado la estructura, que de saltos en el tiempo y no sea lineal, que sorprenda al lector de alguna manera y me divierta a mí también. Por otro lado, trabajo mucho la caracterización de los personajes. Dedico mucho tiempo a pensar de dónde vienen esos personajes, cosas que ni siquiera salen en la novela pero necesito empatizar con ellos, tengo que entender por qué se comporta como se comporta Moreno Robles, la madre de la comisaria, Benito Ferrerira. Tengo que entenderlos a todos y tengo que ser todos en un momento dado. Eso es muy enriquecedor. Y es lo que has dicho antes, es una novela coral y eso también creo que lo hace más atractivo. Lo lógico hubiera sido contar la historia en primera persona pero de esta forma, más complicada, es mucho más atractivo para mí y para el lector también, o así lo creo, porque tiene una visión más completa de la historia.
M.G.- Las mujeres también tienen lo suyo. A mí me ha impactado mucho la madre de la comisaria, muy fuerte, que maneja muy bien los hilos.
A.P.- Yo tengo mucha admiración por las mujeres de la generación de mi madre. Ahí hay que inventarse poco. Basta con ver cómo se han movido siempre y cómo han hecho frente a las cosas y como lo siguen haciendo al cabo de los años a pesar de hacerse mayores. A mí ese tipo de personajes me gusta mucho porque creo que son muy reales.
En El silencio de tu nombre había un personaje que le gustaba mucho a los lectores, Mercedes Corrientes, y también corresponde a este tipo de mujer.
Fíjate que tanto la comisaria, como la madre de la comisaria, como Belén, o la mujer de Estaban Torres o la de Benito Ferreira son muy potentes.
M.G.- Tienen una personalidad muy fuerte.
A.P.- Y son muy dignas también.
M.G.- Sí que lo son.
Y en esta novela escarbas también en los secretos familiares, algo que da mucho juego en la literatura. Todas las familias suelen tener algún episodio espinoso.
A.P.- Pues sí. El pasado de una familia siempre está ahí y tiene sus misterios. Antes me preguntaste si voy a seguir escribiendo sobre Gallardo, pues fíjate lo poco que se sabe de su familia, no sabemos si tiene padre, madre, hermanos,... Cuánto jugo puedo sacar de su pasado. Para un escritor es muy interesante jugar a poner a los personajes sobre un tablero, escarbar en su pasado o ponerlos en situaciones complicadas. Te sientes como el director de una orquesta.
A.P.- En la novela se conjuga el pasado y el presente. Dentro de ese pasado más inmediato está la crisis. Nico cuando llega a Sevilla y ve la Torre Pelli o las Setas de la Encarnación, sin ser un sevillano rancio ni estar apegado a las tradiciones, a él le produce mucha perplejidad todo eso.
M.G.- Perplejidad que hace patente cuando describe la zona en la que reside. Nico vive a las afueras de Sevilla, en una de esas urbanizaciones que se construyeron como núcleos residenciales, con mucha vida, cuando realmente son zonas fantasmas. Las casas están vacías.
A.P.- Claro, como también le ocurre a Moreno Robles con su constructora. Hay muchas zonas muertas que, si no llega a ser por la crisis, serían hervideros.
M.G.- ¿Y qué me dices del peso de la culpa? Belén tiene un cargo de conciencia espantoso que no sabe cómo va a gestionar.
A.P.- Sí, la culpa es un elemento que suele asomar en mis novelas y en este caso no solo afecta a Belén sino también a Nico Gallardo que se siente culpable por no querer a su hija lo que debería porque no sabe si es su hija o no, o la culpa de la madre de la comisaria que también tiene su parte. Todos tienen su cuota de culpa y siempre tiene que ver con el pasado.
M.G.- Con Belén y Álvaro me ha pasado algo muy curioso. Al principio lo vemos como una pareja ideal, a la que todo le va fenomenal hasta que ocurre algo, un rayo que cae y quiebra la relación sin marcha atrás. Me acordé en esos momentos de la teoría del caos.
A.P.- En una novela, el azar está bien como motor de arranque pero lo que no debe ser nunca es la pieza que cierre la novela. Cerrar una novela gracias a un hecho azaroso es demasiado fácil.
Mira te voy a contar algo que no he dicho en ninguna entrevista. A mí lo que me ha inspirado la historia de Belén y Álvaro es la película Muerte de un ciclista.
M.G.- No la he visto.
A.P.- Pues es una película maravillosa, del año 50 más o menos, dirigida por Juan Antonio Bardem, con Alberto Closas y Lucía Bosé. Es una pareja que tiene una relación clandestina y viniendo de cenar se cruzan con un ciclista, lo atropellan y lo matan. Eso va resquebrajando la relación entre ellos y además te va contando cómo es la sociedad de la época.
M.G.- Pues la veré, la veré. Oye y algo que me provoca mucha curiosidad. Para esta novela te has tenido que documentar mucho sobre la actividad policíaca y cómo funciona una jefatura. Esto, ¿cómo se hace? ¿Llega uno a la comisaría y dice que es escritor y le abren las puertas?
A.P.- No, no es tan sencillo. Mira esta vez me he ahorrado el viaje para documentarme pero no por ello ha sido más fácil. Cuando tú escribes una novela así, en la que el protagonista es un inspector de policía, hay una investigación policial, y bastantes escenas transcurren dentro de las dependencias policiales, corres el riesgo de dejarte llevar por las películas americanas, por los efectivos de género que a mí no me gustan. Yo no quería eso. Yo quería ver cómo trabajan los policías, saber cómo es su día a día, saber qué hay que hacer cuando se descubre un cadáver, si un inspector que ha venido de fuera puede tener su propio despacho o si se le puede dar un caso para que se aclimate o si puede actuar por su propia cuenta,... Cosas así y para todo ello hablé con un amigo mío, al que está dedicada la novela, Miguel Sánchez Sobrino, inspector de policía ya retirado, además de periodista. Un día fui con él a la Jefatura Superior de Andalucía Occidental, aquí en Sevilla, en Blas Infante, que es donde trabajan los de homicidios, algo que yo no sabía. Antes de empezar a escribir la novela, pensaba que la investigación de un asesinato o un suicidio se podía llevar desde una comisaría cualquiera, una de barrio y no es así. Pues allí conocí a otros policías que aparecen en las páginas de agradecimiento.
M.G.- ¿Pero son receptivos a la hora de hablar de su trabajo?
A.P.- No, no, es muy complicado porque ni siquiera suelen ser receptivos entre ellos mismos porque la investigación policial requiere eso. Recuerdo haber estado en las dependencias del Grupo de Homicidios, viendo cómo trabajan y ellos andar con muchas reservas, algo lógico y normal. Es su trabajo, es algo muy serio pero yo le agradezco muchísimo toda la ayuda que me han prestado que ha sido mucha.
En cualquier caso me dieron total libertad para escribir lo que quisiera. Con esto te quiero decir que me comentaron que había unos sesenta o setenta mil policías en España y que es lógico que no todos sean buenos pero lo que sí me pidieron fue que fuera justos con ellos.
Tengo que decir que es verdad que el trabajo de un policía es mucho más complicado y delicado de lo que la gente cree. A pesar de ello, pienso que es un cuerpo que está muy valorado por los ciudadanos. En contra de lo que la gente pueda pensar, la mayoría de los policías que yo conozco ni ha participado en una persecución en su vida ni ha sacado la pistola y usarla ni te digo.
M.G.- A mí me da la sensación que en la novela tratas la profesión con mucho cariño. Me parece una especie de homenaje y reflejas muy bien el ambiente de la jefatura porque incluso te fijas en detalles tan curiosos como que los policías que están pidiendo el DNI en la entrada son los que están próximos a jubilarse.
A.P.- Claro porque todo eso lo he visto. Es que he pasado muchas horas en la jefatura. Y luego el manuscrito de la novela lo ha leído algún que otro amigo policía porque necesitaba de alguna manera el beneplácito de ellos, primero porque es un tema muy delicado y luego porque siento un gran respeto por ellos y sobre todo agradecimiento.
Se hace necesario atar todos los cabos porque el lector está tan informado como tú, es muy avezado y te puede rebatir lo que cuentas. Además sabía que la iban a leer policías y quería que todo fuera coherente.
M.G.- Antes has mencionado las líneas temporales, los saltos en el tiempo. En esta novela también hay saltos pero lo haces de una manera muy difuminada. El lector tiene que estar atento.
A.P.- Me gusta hacerlo así porque no soy el tipo de escritor que cuando cambia el tiempo en su novela de un capítulo a otro lo anuncia. A mí todos esos recursos me parecen muy facilones. Mira, hoy me escribió una lectora y me ha dicho una cosa muy bonita, que esta novela es muy parecida a todas las demás mías pero al mismo tiempo es muy diferente. Y eso es lo que yo pretendo que todas sean diferentes. Obviamente en tus novelas siempre hay cosas de ti y con todos tus protagonistas compartes rasgos comunes. Mis protagonistas están todos adecuadamente atormentados pero yo no soy Nico Gallardo aunque su manera de ver el mundo es la mía y no solo sobre la actualidad o sobre Sevilla sino sobre la vida también.
M.G.- Sí, porque a Gallardo no le gusta estar pendiente del móvil y a ti tampoco.
A.P.- Exacto, a mí tampoco como bien sabes pero Gallardo es un buen tío, un tío honesto que al final acaba rebelándose contra lo que no es justo y a mí me pasa igual. Me considero buena persona aunque esté mal decirlo.
M.G.- Y en cuanto a la voz narrativa Andrés, la novela está prácticamente escrita en tercera persona pero también juegas con la voz hacia al final. Aparece como un voz de la conciencia o un monólogo interior.
A.P.- Con esa voz he intentado romper la pauta. Te digo lo de antes, tienes que intentar sorprender, hacer cosas diferentes y arriesgarte porque la literatura tiene mucho de riesgo. Lo más fácil para mí hubiera sido escribir la segunda parte de La Clave Pinner hace doce años o hace seis años escribir la segunda parte de El violinista... Pero yo me empeño en hacer cosas diferentes porque me resulta más estimulante. Si me metí en este oficio hace tantos años es porque realmente me gusta escribir y lo único que me motiva es hacerlo bien. Si vuelvo a escribir una novela es porque quiero hacerlo mejor y siempre diferente. Con esto no te digo que Los dioses cansados no se pueda escribir mejor, lo mismo sí, pero yo no soy capaz de escribir esta novela mejor lo que lo he hecho. Estoy muy satisfecho con esta novela y muy orgulloso también. Sé que no le va a gustar a todo el mundo pero eso lo tengo ya asumido.