Año: 2009
Nacionalidad: Española.
Director: Samuel Martín Mateos, Andrés Luque Pérez.
Reparto: Carmelo Gómez, Hugo Silva, Celso Bugallo, Mabel Rivera, Carlos Sante, Xavier Estévez, Isabel Blanco, Yoima Valdés, Rula Blanco y Tomás Lijó.
Género:Thriller.
Sinopsis: Sebastián, un delicuente de poca monta recién salido de prisión, decide buscar empleo en una pequeña empresa de Galicia. Pero no por vocación desde luego, sino porque algo le dice que el dueño de la empresa, Regueira, no se ha pagado el Jaguar con cangrejos. Mediante la astucia, se hace amigo de un encargado, Raúl, y consigue que le contraten. Regueira se lo cree sólo a medias, pero comprueba muy rápidamente que aquel joven de dientes mellados tiene agallas y decide convertirlo en su ayudante. Poco a poco, Sebas cambia de aspecto, se gana ropa nueva, nuevos dientes y sobre todo la confianza de su jefe. Parecerá haber llegado a la cumbre... o casi. Pero, Sebastián, tan listo y despiadado, ignora que forma parte de un juego que le supera.
[Información facilitada por Filmaffinity]
No sé por qué motivo se me vino esta película a la cabeza. Quizá fuera porque me puse a repasar la filmografía de Carmelo Gómez, a raíz de hablaros de La playa de los ahogados hace unas semanas, otra película del actor desarrollada en tierras gallegas como esta. La cuestión es que recordé que Agallas me había gustado mucho, que trataba un tema que roza el topicazo pero que me dejó tan grata sensación que me parecía apropiada para hablaros de ella. Os cuento.
Sebas (Hugo Silva) es un quinqui de poca monta que acaba de salir de la cárcel. Lo primero que hace al poner un pie en libertad es volver a saquear a su familia pero en esta ocasión no se lo van a poner nada fácil. En un visto y no visto Sebas se verá dentro de un autobús camino de Galicia. Allí, empleando malas artes, entrará a trabajar en Isolina, una empresa comercializadora de productos del mar, propiedad de Ramón Regueira (Carmelo Gómez), un potentado gallego con una casa enorme, una mujer espectacular y un Jaguar en la puerta. Pero su negocio no es más que una tapadera. En la empresa, Sebas hará buenas migas con Raúl (Celso Bugallo), el encargado, que tampoco vive mal. Una noche de borrachera y putas, Raúl le confiesa el secreto de su nivel de vida. A Sebas se le pone los ojos como platos queriendo comer del mismo pastel. Su objetivo será adentrarse en el núcleo empresarial, escalar posiciones y hacerse imprescindible. Raúl, viéndole las intenciones, hará todo lo posible por alejar al joven de un mundo en el que él se siente prisionero pero Sebas lo tiene claro y nadie va a pararlo.
Agallas es una película que evidencia la delincuencia de alto nivel en tierras gallegas, esa que tiene el narcotráfico como bandera en la que están implicados empresarios y autoridades. Es un mundo en el que solo se piensa en uno mismo, quieres llevarte el pastel completo porque una porción ya te sabe a poco, manejas los hilos, siembras dudas, inventas y trapicheas. Lo mejor de Agallas sin duda son sus giros. A eso de la mitad, se sucede uno tras otro y lo que en principio es una trama simple se torna más compleja, para llegar a un desenlace ante el que me quito el sombrero con un baile de papeles espectacular. Podrá parecer una película tonta y sosa, con algún toque de humor que deja a Sebas más tirado que una colilla, por usar una expresión de la calle, pero sin duda el desarrollo de los acontecimientos merece que nos sentemos a verla.
Hugo Silva no es santo de mi devoción. Salvo en algunos largometrajes en los que no me ha disgustado, por lo general, es un actor que me dice bien poco. No obstante, reconozco que en esta película hace muy bien su papel de pícaro, de maleante, especialmente en la primera parte, en esa en la que saca su lado más canalla, bien caracterizado, creíble y produciendo rechazo en el espectador cuando amedrenta a la familia. Sacará a pasear su astucia, se las ingeniará, se buscará la vida y conseguirá su objetivo. Durante todo el metraje mantiene su mirada de lobo, una mirada intensa, desafiante, que transmite lo que su boca no está dispuesta a pronunciar porque a los patrones hay que guardales respeto.
En cuanto a Carmelo Gómez, le he visto papeles mejores. A ver, el problema no está en su personaje, un hombre que ha rebasado la cincuentena, empresario, buen nivel económico, dominante y curtido en temas peliagudos. Sabe desenvolverse perfectamente en el mundillo en el que se mueve y cuando tiene que sacar arrestos, "los pone" encima de la mesa. El problema está en que no puede pasar por gallego. No me vale con que en sus diálogos lance algún carallo o algún pobriño. Eso no lo va a convertir en gallego y por tanto es algo que me chirría en los textos. Hubiera quedado mucho mejor si no emplea ningún término, sino tira de tópico pero claro esto no es problema de él sino del guion.
Por otro lado, adoro a Celso Bugallo. Me encanta cuando hace papeles de hombre con penurias, que aunque ríe, lleva un lastre atado al tobillo y al mirar su rostro se llena de arrugas, de años vividos, de sabiduría, de experiencias. Actores y actrices de este país de reciente acuñación tienen en él a un maestro digno de los papeles que le han asignado siempre. Para colmo, él sí que no tiene que fingir un acento que no es el suyo, tan melodioso con un toque ronco casi retronasal.
Y habrá otros secundarios estereotipados que cumplen perfectamente su misión.
Por otro lado, visualmente Agallas agrada mucho. No hay mucho paisaje lleno de tonalidades verdes ni tampoco grandes escenas de mar, pero sí tenemos alguna que otra secuencia bien rodada, como una en la que todo transcurre en una noche muy lluviosa u otra en la que asistimos a una conversación en un acantilado. Eso sí, las primeras escenas no las veía mientras coméis porque se os va a revolver el estómago, especialmente si lo tenéis delicado y os repugnan cierto insectos.
En definitiva, Agallas es una película con un ritmo muy aceptable y una trama que va ganando puntos a pasos agigantados. Nada es lo que parece y en este mundo menos por lo que no te puedes fiar ni de tu sombra. Saca a la luz el tema del narcotráfico gallego aunque no profundiza mucho en los tejemanejes de los barcos pesqueros. A su vez, juega con personaje-muerto de hambre que quiere triunfar aunque sea por el mal camino y por último, nos conduce a un desenlace donde las vueltas se tornan en la dirección menos esperada.
Si me preguntáis si la recomiendo, os diré que sí porque creo que ese final os puede gustar y no me importaría ver más cine español de este tipo aunque una cosa le voy a pedir a los directores. Por favor, alejad a Hugo Silva de los micrófonos porque agallas es lo que hay que tener para escucharlo cantar.
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No sé por qué motivo se me vino esta película a la cabeza. Quizá fuera porque me puse a repasar la filmografía de Carmelo Gómez, a raíz de hablaros de La playa de los ahogados hace unas semanas, otra película del actor desarrollada en tierras gallegas como esta. La cuestión es que recordé que Agallas me había gustado mucho, que trataba un tema que roza el topicazo pero que me dejó tan grata sensación que me parecía apropiada para hablaros de ella. Os cuento.
Sebas (Hugo Silva) es un quinqui de poca monta que acaba de salir de la cárcel. Lo primero que hace al poner un pie en libertad es volver a saquear a su familia pero en esta ocasión no se lo van a poner nada fácil. En un visto y no visto Sebas se verá dentro de un autobús camino de Galicia. Allí, empleando malas artes, entrará a trabajar en Isolina, una empresa comercializadora de productos del mar, propiedad de Ramón Regueira (Carmelo Gómez), un potentado gallego con una casa enorme, una mujer espectacular y un Jaguar en la puerta. Pero su negocio no es más que una tapadera. En la empresa, Sebas hará buenas migas con Raúl (Celso Bugallo), el encargado, que tampoco vive mal. Una noche de borrachera y putas, Raúl le confiesa el secreto de su nivel de vida. A Sebas se le pone los ojos como platos queriendo comer del mismo pastel. Su objetivo será adentrarse en el núcleo empresarial, escalar posiciones y hacerse imprescindible. Raúl, viéndole las intenciones, hará todo lo posible por alejar al joven de un mundo en el que él se siente prisionero pero Sebas lo tiene claro y nadie va a pararlo.
Agallas es una película que evidencia la delincuencia de alto nivel en tierras gallegas, esa que tiene el narcotráfico como bandera en la que están implicados empresarios y autoridades. Es un mundo en el que solo se piensa en uno mismo, quieres llevarte el pastel completo porque una porción ya te sabe a poco, manejas los hilos, siembras dudas, inventas y trapicheas. Lo mejor de Agallas sin duda son sus giros. A eso de la mitad, se sucede uno tras otro y lo que en principio es una trama simple se torna más compleja, para llegar a un desenlace ante el que me quito el sombrero con un baile de papeles espectacular. Podrá parecer una película tonta y sosa, con algún toque de humor que deja a Sebas más tirado que una colilla, por usar una expresión de la calle, pero sin duda el desarrollo de los acontecimientos merece que nos sentemos a verla.
Hugo Silva no es santo de mi devoción. Salvo en algunos largometrajes en los que no me ha disgustado, por lo general, es un actor que me dice bien poco. No obstante, reconozco que en esta película hace muy bien su papel de pícaro, de maleante, especialmente en la primera parte, en esa en la que saca su lado más canalla, bien caracterizado, creíble y produciendo rechazo en el espectador cuando amedrenta a la familia. Sacará a pasear su astucia, se las ingeniará, se buscará la vida y conseguirá su objetivo. Durante todo el metraje mantiene su mirada de lobo, una mirada intensa, desafiante, que transmite lo que su boca no está dispuesta a pronunciar porque a los patrones hay que guardales respeto.
En cuanto a Carmelo Gómez, le he visto papeles mejores. A ver, el problema no está en su personaje, un hombre que ha rebasado la cincuentena, empresario, buen nivel económico, dominante y curtido en temas peliagudos. Sabe desenvolverse perfectamente en el mundillo en el que se mueve y cuando tiene que sacar arrestos, "los pone" encima de la mesa. El problema está en que no puede pasar por gallego. No me vale con que en sus diálogos lance algún carallo o algún pobriño. Eso no lo va a convertir en gallego y por tanto es algo que me chirría en los textos. Hubiera quedado mucho mejor si no emplea ningún término, sino tira de tópico pero claro esto no es problema de él sino del guion.
Por otro lado, adoro a Celso Bugallo. Me encanta cuando hace papeles de hombre con penurias, que aunque ríe, lleva un lastre atado al tobillo y al mirar su rostro se llena de arrugas, de años vividos, de sabiduría, de experiencias. Actores y actrices de este país de reciente acuñación tienen en él a un maestro digno de los papeles que le han asignado siempre. Para colmo, él sí que no tiene que fingir un acento que no es el suyo, tan melodioso con un toque ronco casi retronasal.
Y habrá otros secundarios estereotipados que cumplen perfectamente su misión.
Por otro lado, visualmente Agallas agrada mucho. No hay mucho paisaje lleno de tonalidades verdes ni tampoco grandes escenas de mar, pero sí tenemos alguna que otra secuencia bien rodada, como una en la que todo transcurre en una noche muy lluviosa u otra en la que asistimos a una conversación en un acantilado. Eso sí, las primeras escenas no las veía mientras coméis porque se os va a revolver el estómago, especialmente si lo tenéis delicado y os repugnan cierto insectos.
En definitiva, Agallas es una película con un ritmo muy aceptable y una trama que va ganando puntos a pasos agigantados. Nada es lo que parece y en este mundo menos por lo que no te puedes fiar ni de tu sombra. Saca a la luz el tema del narcotráfico gallego aunque no profundiza mucho en los tejemanejes de los barcos pesqueros. A su vez, juega con personaje-muerto de hambre que quiere triunfar aunque sea por el mal camino y por último, nos conduce a un desenlace donde las vueltas se tornan en la dirección menos esperada.
Si me preguntáis si la recomiendo, os diré que sí porque creo que ese final os puede gustar y no me importaría ver más cine español de este tipo aunque una cosa le voy a pedir a los directores. Por favor, alejad a Hugo Silva de los micrófonos porque agallas es lo que hay que tener para escucharlo cantar.
No me llama nada pero me alegro de que te haya gustado. Un beso y gracias por la crítica.
ResponderEliminarSe ve una peli muy buena, gracias por la recomendación.
ResponderEliminarHola^^
ResponderEliminarNo conocía esta película pero la verdad es que no pinta mal así que queda apuntada y no descarto verla pronto, a ver que tal está.
un besote!
Solo por ver a Hugo Silva me la apunto.
ResponderEliminarUn beso :)
Jajajaja, espero que tomen nota pero me parece que harán lo mismo que con los problemas de dicción de Casas ¡nada!
ResponderEliminarPor lo demás, la peli no me apetece mucho por el tema narco y los bichos asquerosos. Aunque puede ser una buena opción para perder la costumbre de las palomitas, ¿no?
Lo del tema gallego pienso como tú, que por ponerle en la boca un par de palabras típicas no le das la esencia, culpa del director, por supuesto.
Un beso
No te preocupes que de Hugo ya me encargo yo con mucho gusto jajaja
ResponderEliminarBesos.
Jo, pues no la conocía, no la he visto, y la verdad es que es raro, porque suelo ver bastante pelis españolas. La tendré en cuenta!
ResponderEliminarBEsotes
Me gusta Carmelo Gömez y esta película es de mie stilo
ResponderEliminarBesos
No me llama mucho esta vez. No creo que me anime con esta peli.
ResponderEliminarBesotes!!!
No es una película que me llame especialmente, aunque a mí Hugo sí me gusta
ResponderEliminarBesos
No es el tipo de pelicula que me llame.
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