Autor
Sinopsis
Alguien llega a su casa. Un hombre, una mujer. Pone la televisión, o música. Lee. Quizá llame a otro o sea otro quien haga la llamada, quizá conteste a un mensaje o a un correo. Y, entonces, el mundo -la vida-, comienza a desmoronarse, o al contrario, empieza a vislumbrarse la lógica - a veces injusta- de su funcionamiento.
Una fotógrafa o un cuadro, un padre que juega con su hijo y que -irremediablemente- se convierte en otro, las familias, los compañeros, los amantes. Dos amigos, por ejemplo, debaten sobre el orden y el desorden de una cocina y como en estos cuentos, de una honestidad bestial, todo se convierte en una lúcida visión de lo que es la vida -el mundo-, de lo que somos, felices o no, cada uno de nosotros.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Felipe R. Navarro (Málaga, 1969) es autor del libro de cuentos Las esperas (2000), Ha sido incluido en las antologías Cuento al Sur (2001), Paso Doble. Junge spanische Literatur (2008) y Pequeñas Resistencias. Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002).
Sinopsis
Alguien llega a su casa. Un hombre, una mujer. Pone la televisión, o música. Lee. Quizá llame a otro o sea otro quien haga la llamada, quizá conteste a un mensaje o a un correo. Y, entonces, el mundo -la vida-, comienza a desmoronarse, o al contrario, empieza a vislumbrarse la lógica - a veces injusta- de su funcionamiento.
Una fotógrafa o un cuadro, un padre que juega con su hijo y que -irremediablemente- se convierte en otro, las familias, los compañeros, los amantes. Dos amigos, por ejemplo, debaten sobre el orden y el desorden de una cocina y como en estos cuentos, de una honestidad bestial, todo se convierte en una lúcida visión de lo que es la vida -el mundo-, de lo que somos, felices o no, cada uno de nosotros.
Fiel a una voz inigualable, personalísima y capaz de zarandear al lector entre la alegría y la desolación, Felipe R. Navarro ha logrado -con sinceridad, con rigor, pero también con no poca ironía y humor- que los cuentos de esos Hombres felices sean ya no solo el reflejo de una búsqueda y un aprendizaje constantes, sino la confirmación de un escritor apasionado y apasionante como pocos.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Esta mañana dejé esta entrada a medio redactar. Me faltaba algo de material gráfico para completarla pues el día que conocí a Felipe R. Navarro y hablamos de su nuevo libro, Hombres felices, el tiempo apremiaba y no hubo un segundo para una instantánea.
Llevo toda la mañana y lo que va de tarde rumiando esta entrevista, pensando en las palabras dichas, en las preguntas y respuestas, en el poso que quedó tras aquella conversación cuando la vida me sorprende con un detalle, de esos que este autor valora tanto.
Desconozco si creéis en las casualidades o en lo que otros llaman piruetas del destino. Yo quiero creer que todo ocurre por un motivo y un por qué y el día de hoy no ha hecho más que empujarme hacia Felipe R. Navarro. Por un lado, porque tenía que publicar esta entrevista de manera inmediata. Con la Semana Santa se me ha ido acumulando el trabajo y posponerla por más tiempo me parecía una desconsideración hacia el autor y la editorial. Por otro, por el intercambio de unos mensajes online solicitando el mencionado material gráfico. Y cuando creí que ahí quedaría la cosa, abro al azar la revista Mercurio y ahí me encuentro a este malagueño de nuevo. El aire olía a terral.
Felipe R. Navarro acaba de publicar un volumen de cuentos, y recalquemos lo de cuento, que lleva por título Hombres felices, así en general, algo que caracteriza mucho el estilo del autor. Hace unas semanas pudimos hablar con él y esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Felipe, buenas tardes. Mi primera pregunta te la habrán hecho infinidad de veces pero es que no deja de ser curiosa y tengo que preguntártelo. Yo no te conocía pero he estado leyendo tu biografía y me he puesto a echar cuentas.
Felipe N.- Y te salen muchos años, ¿verdad?
M.G.- (Risas) Pues sí. A ver, es que publicas tu primer libro, Las esperas, en el año 2000 y el segundo ve la luz quince años después. ¿Qué explicación hay?
F.N.- Decidí dejar la escritura en un momento determinado.
M.G.- ¿Te enfadaste con la literatura?
F.N.- No, no me enfadé. Lo que pasa es que pensé que podía de alguna manera doblarle las manos al destino. Quizá tiene algo que ver con el concepto de pensamiento mágico. Pensé que si dejaba la escritura, determinados efectos se podrían producir. Aquello fue como el que fuma y deja de fumar de un día para otro. Así lo hice yo. Dejé de escribir de un día para otro.
M.G.- Pero has vuelto a fumar de nuevo
F.N.- Sí pero fue algo casi imperceptible. Como el que va a una fiesta y se fuma un cigarro y luego otro, y otro, sin darse cuenta. y de repente advierte que se fuma un paquete diario.
M.G.- De todos modos, y al margen de las colaboraciones en las antologías de cuentos que se mencionan en tu biografía, he visto que sí has estado escribiendo este tiempo atrás. Tienes un blog desde el año 2012. En cierto sentido, no has dejado de escribir.
F.N.- Ya pero sí que dejé de escribir. Totalmente. Absolutamente. Bloqueé totalmente mis ideas. Hice que no se me ocurriera nada aunque los psicoanalistas dicen que eso no se puede hacer. El blog lo abrí porque mi hermano me animó. Me dijo que las mismas tonterías que ponía en Facebook las podía poner en un blog. Fue así como aquello surgió y como soy muy curioso, me interesé por saber cómo era eso de un blog, cómo se hacía. Pero fue algo por estar entretenido y hacer el ganso. Yo no sabía ni que en los blogs había que tener cierta regularidad y cuando me di cuenta que tenía que publicar con frecuencia, me puse a escribir capulleces. Lo que pasa es que fue sobre enero de 2013 cuando me di cuenta de que tenía una serie de textos más interesantes. Fue como el que tiene un catarro pero que al final no resulta ser un resfriado sino una neumonía. La cosa era mucho más grave. Fui al médico y efectivamente, me diagnosticó que había vuelto a escribir.
M.G.- Pero entonces, ¿las historias que encontramos en el libro están ya reflejados en el blog? Eso no lo he mirado.
F.N.- No. Hay alguna que acabó en el blog pero la eliminé. Entre otras cosas porque las he trasteado mucho.
M.G.- Felipe, me gusta preguntar a los escritores que andáis sobre las aguas de un género concreto, si os sentís encasillados en el mismo o si bien tenéis la tentación de probar con otro. ¿Cuál es tu caso?
F.N.- Yo no me siento encasillado en ningún lado.
M.G.- Pero hasta donde yo sé, siempre has escrito relato.
F.N.- Sí pero porque me gustan mucho los cuentos como lector y como autor también. Tienen cierta exigencia y me interesan mucho pero leo de todo, obviamente, desde la letra pequeña del champú hasta la Iniciación filosófica de Wittgenstein, mi libro de cabecera. Pero no me siento encasillado, no. Ahora escribo cuento y es lo que más me gusta pero si un día el médico me padezco otra enfermedad pues estupendo.
He escrito algunos artículos porque doy clases de Filosofía del Derecho en Málaga y algunas cosas que hago de investigación pertenecen a otro género, claro está, pero incluso, esos ensayos tienen que ver con lo que yo intento reflejar en mi escritura. Es algo que va mucho más allá del género.
M.G.- Una curiosidad. Usas constantemente el término «cuento» frente a mi «relato». ¿Hay alguna diferencia entre un término y otro? He advertido que algunos autores matizáis mucho.
F.N.- Si tengo que matizar te diré que lo de relato me parece una capullada porque siempre se han contado cuentos. La gente se reunía en una plaza alrededor de una persona que venía a contarles una historia y no se decía «Aquí viene el que trae los relatos». Venía un tío que contaba algo porque tenía una intención moral o informativa y la información se transmitía a través de un cuento. Me gusta mucho más el término «cuento». Lo de relato me parece intentar darle cierta pátina científica o una categoría a algo que ya tiene un nombre.
M.G.- El término «cuento» tiene como más empaque.
F.N.- Para mí tiene el peso de una larguísima tradición que es anterior, por ejemplo, a la novela. Así que sí, te compro el término «cuento» siempre. El término «relato» no te lo compro ni de saldo.
M.G.- Pues hablemos de cuentos entonces. Hombres felices se compone de dieciocho cuentos. Me gustaría saber cuál es el motor o la fuerza que hace que la maquinaria de estos cuentos se ponga en marcha.
F.N.- Me gusta mucho pararme a mirar los detalles. Mi hija me dice que me quedo pasmado y es verdad. A veces me paro a mirar sin más. Me interesa saber primero por qué me he quedado pasmado en alguna cosa y en segundo lugar, si me he quedado pasmado con algo quiero pensar que es porque hay una historia sin contar. Contar lo que no se ha contado, contar la intrahistoria de determinadas situaciones nos permite acercarnos a ellas de diferente manera. Aprendemos a mirar de una manera distinta. Siempre me ha interesado ver ese tipo de asociaciones que no se ven, concentrarse en ese tipo de detalles que no percibimos habitualmente.
Mira te voy a contar una cosa. Hay una calle en Málaga, la calle Cister, por la que pasaba antes con mucha frecuencia. Pues bien, en esa calle hay unas cornisas fantásticas y me he llevado años y años y años pasando por esa calle y jamás había levantado la cabeza.
M.G.- Eso nos pasa mucho.
F.N.- Lo sé pero hay que levantar la cabeza. Esa calle está justo enfrente del Patio de los Naranjos de la Catedral de Málaga. La Catedral es monumental y llena de detalles pero luego, si te fijas en las cornisas de la calle Cister no tienes más remedio que decir que le vayan dando mucho por saco a la catedral. Es una maravilla la manera en la que la luz se para sobre esas cornisas. Hay que pararse a mirar, levantar la cabeza y fijarnos en los detalles. Ahí hay algo muy potente que contar. La historia de esas cornisas hay que contarlas.
M.G.- Entonces estos cuentos se pueden entender como el resultado de un ejercicio de observación, ¿no?
F.N.- Sí, de mirar de nuevo.
M.G.- Simplemente pararnos, mirar a nuestro alrededor y ver lo que nos rodea.
F.N.- Sí fijarnos en los detalles porque nos están contando muchas cosas de nosotros mismos que desconocemos. Lo decía Walter Benjamín en El narrador, se escribe para comprender y eso es lo que yo hago, escribir para comprender. Escribir me permite comprenderme, comprender el mundo en el que estoy, un mundo que me devuelve la mirada.
M.G.- Y no solamente fijarnos en los objetos. Por ejemplo en uno de tus cuentos, Let's about the weather captas una supuesta conversación de ascensor, la típica que todos mantenemos o no, en la que hablamos del tiempo, una conversación que pueda dar lugar a otras historias mucho más profundas.
F.N.- Claro. Nos resulta mucho más fácil contarle nuestra vida a un desconocido porque hay un elemento ausente, el juicio. Cuando uno cuenta una historia está buscando comprender la historia y está buscando que, de alguna manera, alguien lo comprenda. En ningún momento busca que lo juzguen. Eso es así y en las conversaciones triviales también hay que pararse porque dicen mucho pero nadie se fija en ellas.