Autor
Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) ha sido unánimamente reconocido por la crítica como uno de los escritores más brillantes y originales de la actualidad, siendo uno de sus rasgos más destacados su habilidad para insertar lo fantástico en lo cotidiano. Su dedicación al género del relato le ha reportado más de un centenar de galardones. Además de haber sido recogido en numerosas antologías, también ha publicado cinco libros de relatos: El vigilante de la salamandra (1998), Métodos de supervivencia (1999), Las interioridades (Premio Tiflos, 2001), Los arácnidos (Premio Iberoamericano de relatos cortos de Cádiz, 2003), y El menor espectáculo del mundo (2010). Como novelista cuenta con la novela La Hormiga que quiso ser astronauta (2001) y Las corrientes oceánicas (Premio de novela Luis Berenguer, 2005). Pero lo que verdaderamente le ha supuesto su consagración definitiva como narrador ha sido su Trilogía victoriana, de la que ha publicado las dos primeras novelas: El mapa del tiempo (XL Premio Ateneo de Sevilla, 2008) y El mapa del cielo (2010). Con El mapa del caos, el autor cierra esta exitosa trilogía publicada en más de veinticinco países.
www.felixpalma.com
Sinopsis
Una gran aventura que mezcla amores imposibles, acción a raudales, fantasmas verdaderos y médiums falsas, en un explosivo cóctel que atrapará a los lectores de todo el mundo. O, como diría el misterioso narrador de esta novela, de todos los mundos posibles.
Cuando la persona a quien ama muere trágicamente, el protagonista de esta historia hará todo lo posible para hablar con ella por última vez. En el Londres victoriano, en pleno apogeo del espiritismo, una sesión con el mejor médium de la historia se presenta como la única solución, pero en ella se desencadenarán terribles y desconocidas fuerzas. El mundo entero está en peligro, y su salvación reside en un misterioso libro titulado El mapa del caos. Si nuestro protagonista no lo encuentra, jamás podrá llegar hasta su amada, pues incluso el Más Allá dejaría de existir. Para ello contará con la inestimable ayuda de Arthur Conan Doyle, el padre de Shelock Holmes, de Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas y, por supuesto, de H.G. Wells, cuyo Hombre Invisible tal vez haya escapado de las páginas de su famosa novela para sembrar el caos. Solo ellos pueden descubrir la forma de salvar el mundo; solo ellos pueden encontrar el camino para reunir a los amantes separados por la muerte, el camino a través de los espejos.
Una gran aventura que mezcla amores imposibles, acción a raudales, fantasmas verdaderos y médiums falsos, un explosivo cóctel que atrapará a los lectores de todo el mundo. O, como diría el misterioso narrador de esta novela, de todos los mundos posibles.
[Información facilitada por la editorial]
Dicen que solo usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Escribo esta línea y me río porque hoy tengo el día mordaz y me viene a la mente un chiste fácil sobre las ilustres mentes que dirigen el universo político de este país. Pero cuestiones políticas aparte, es cierto que por el mundo deambulan mentes muy privilegiadas con una capacidad creativa apabullante. Y si no, pasen y vean.
La semana pasada leíamos a Félix J. Palma en casa y hablo en plural porque mientras yo andaba sumergida en el desenlace de la trilogía victoriana, mi pareja disfrutaba de la entrega anterior, El mapa del cielo. En esos días, sentados uno al lado del otro con el libro a cuestas, no era raro hacer una pausa, mirarnos y resoplar asombrados. ¿De qué modo están hechas las conexiones neurológicas de Félix J. Palma para crear una historia así? Admiro muchísimo a estos autores que son capaces de mirar, observar, crear y construir todo aquello que por mi mente jamás se pasaría.
Sentados frente a un té, Félix tuvo la amabilidad de contestar a un montón de preguntas, todas las que su trilogía me ha generado. Esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Félix, esta semana hemos estado a piñón con tus libros en casa. Bueno, a mí me falta leer el segundo. El primero me lo leí en su día y de ahí he saltado directamente al tercero.
Félix J.P.-Yo siempre digo que la trilogía se puede empezar por cualquier libro pero dependiendo de por donde empieces la visión de la historia varía.
M.G.- Bueno, ya pues has puesto punto y final. Imagino que te sentirás muy orgulloso después de culminar un proyecto tan ambicioso, ¿no?
F.J.P.- Pues mira, me siento de tres maneras distintas. Por un lado, agradecido por todo lo que me ha dado la trilogía. Me ha dado muchísimos lectores y me ha abierto las puertas al mercado extranjero. He publicado en Estados Unidos, algo muy difícil para los autores españoles. También me siento satisfecho por cómo he cerrado la trilogía, respetando siempre al lector que me ha seguido y para el que he querido cerrar de una manera digna, que atara todos los cabos sueltos y se respondieran todas las preguntas que he ido planteando por el camino. Y por último, me siento aliviado porque ahora puedo empezar otras aventuras. Han sido siete años en un mismo proyecto, sometido al yugo de un narrador muy concreto y muy divertido pero que no deja de ser un corsé. Ahora me apetece escribir otra cosa, con otro estilo.
M.G.- Antes de la trilogía habías escrito otros libros, ¿cómo te surge la idea de embarcarte en esta aventura tan compleja?
F.J.P.- En el verano de 2006 decido releer un libro, un lujo que no siempre nos podemos permitir los escritores que siempre tenemos que estar leyendo novedades para estar muy al loro del mercado. Pero en aquel momento, yo decidí releer La máquina del tiempo de H.G. Wells, una novela que yo había ya leído de niño. Al volverla a leer me pregunté qué es lo que habrían sentido los lectores de la época de Wells. Si no me equivoco aquel libro se publicó en 1895, momento en el que la ciencia había alcanzado un progreso espectacular, se había sembrado el mundo de maravillas y estaba haciendo posible lo imposible. En muy corto espacio de tiempo se había inventado el ferrocarril, el alumbrado eléctrico, el gramófono,... Los científicos parecían los nuevos sacerdotes.
Como sabes, en La máquina del tiempo, un inventor construye una máquina que nos permite viajar al futuro. Claro, yo leo eso y me imaginé a los lectores cerrando el libro y soñando con la idea de que realmente un inventor pudiera inventar una máquina así en cuestión de meses. Y es que la idea de viajar en el tiempo siempre ha formado parte del hombre pero fue Wells quien la verbalizó de alguna manera al escribir su novela y fue el primero que aplicó la ciencia al viaje en el tiempo. Hasta entonces solo se habían escrito cuentos pero en ellos los viajes en el tiempo siempre se habían hecho mediante ensoñaciones. Entonces se me ocurrió la idea de una empresa de viajes en el tiempo que invitara al hombre del siglo XIX a viajar al futuro y busqué como cifra redonda el año 2000, que no sería como el que nosotros hemos conocido sino como lo hubieran imaginado los victorianos tal y como se recogen en algunas ilustraciones, con carruajes alados, las damas con corsé alados,... Un futuro pero vistiendo como en la época victoriana. ¿Qué habría hecho Wells de encontrarse a las puertas de esa agencia? Y ahí sentí ese cosquilleo que sentimos los escritores cuando estamos ante el germen de una novela.
Esa fue la idea inicial pero cuando la terminé y vi el éxito que tuvo, se me ocurrió otra cosa y aunque había empezado otra historia, me planteé si no podía hacer lo mismo con las otras novelas de Wells, con La guerra de los mundos que dio pie a El mapa del cielo, y con El hombre invisible, que dio lugar a esta novela. Y así, lo que había empezado como una novela autónoma, se me presentó como una trilogía de manera muy natural. Le vi tanto potencial que decidí adentrarme en este proyecto que me ha llevado siete años.
M.G.- Pero entonces entiendo que cuando tú publicas El mapa del tiempo con la que ganas el Ateneo de Sevilla, ahí no tenías intención de continuar, ¿no?
F.J.P.- No, no,... De hecho empecé a escribir otra cosa pero fue durante la promoción de aquella primera novela cuando todo esto se me ocurrió, haciendo uso de los personajes que ya tenía creados, con los que fui jugando y a los que fui haciendo evolucionar y creando otros nuevos. En fin, que todo encajaba. Incluso podría hacer una cuarta novela con el último libro que queda de Wells, con La isla de doctor Moreau, lo que pasa es que estoy fatigado y de hecho, creo que el lector tiene más que suficiente con tres novelas. Ahora se me apetece sorprenderlo con otra cosa.
M.G.- Siempre hay tiempo para volver a una cuarta más adelante.
F.J.P.- No digo que no. Dejo la puerta abierta, pero de momento he acabado exhausto de la época victoriana.
M.G.- La época victoriana que tantos buenos escritores dio y de que, aún hoy, se escribe tanto. ¿Por qué es tan fascinante ese periodo para la literatura?
F.J.P.- Mira, a mí me gusta mucho el aire de credulidad que tenía el ciudadano. Creía en todo, como que había vida en el centro de la tierra, que la luna estaba habitada, tal y como cuento en la segunda novela,... El hombre era ingenuamente crédulo y luego la ciencia estaba intentando acabar de perfilar el mundo, diciendo lo que era posible y lo que no pero el ciudadano se negaba a eso. Ellos seguían haciendo espiritismo, creía en el Más Allá,... Los científicos llegaron incluso a estudiar a los médiums para intentar buscar una explicación científica y de hecho algunos los dieron por auténticos aunque en el fondo no eran más que embaucadores. Por ejemplo, en esta novela yo cito el caso de William Crookes pero había infinidad de casos similares.
Doyle fue también un gran defensor del espiritismo en su última etapa, especialmente después de la muerte de su hijo en la I Guerra Mundial. Así que los médiums no solo engañaban al ciudadano iletrado sino también a los grandes eruditos y a los científicos. Era como si en el fondo todo el mundo necesitara la magia.
M.G.- Tenían que creer en algo.
Y me has comentado antes que leíste de pequeño La máquina del tiempo y en el 2006 la volviste a releer pero para escribir libros así tú te has tenido que leer la obra de Wells muchas más veces, ¿no?
F.J.P.- Claro, muchísimo y no solo leer, sino releer, tomar notas, ver las películas,... Pero aparte de las tres novelas con las que juego, también he tenido que leer sobre Wells, por qué escribió lo que escribió, qué estaba haciendo cuando escribió sus novelas,... He leído muchísimo. Siempre digo que ha pasado de ser mi autor de cabecera a conocerlo casi como si fuera mi hermano. Y seguramente mi Wells no tenga nada que ver con el real, mucho más comprometido. En realidad yo solo hago un retrato falso de él porque es un Wells que seguramente tiene más parte mía que suya y a través de él yo he expresado muchas de mis dudas sobre el mundo y sobre la creatividad, sobre el trabajo de escritura. En estas novelas hay mucho de eso, muchas reflexiones, porque mi visión de la literatura se amolda mucho a la visión de Wells en su primera época.
M.G.- Tus libros se engloban dentro de la ciencia ficción, y más concretamente se habla de steampunk. No sé si estás de acuerdo con esta etiqueta.
F.J.P.- Yo escuché oír hablar del steampunk cuando leía ciencia ficción a finales de los 80. Por entonces me leí varias de las obras que crearon la etiqueta pero no era una palabra que estuviera en la calle, porque solo era un movimiento literario. Posteriormente me fui alejando, tanto como autor y como lector, de la ciencia ficción pero volví a oír hablar del steampunk de nuevo y esta vez a través del cine, de la estética de ciertas películas como La liga de los hombres extraordinarios, Val Helsing,... Creo que el steampunk empezó a ponerse de moda realmente gracias a estas películas y también porque surgieron, alrededor del año 2000, una serie de novelas a las que se volvía a catalogar de steampunk.
Cuando escribí El mapa del tiempo no tenía en mente hacer una novela steampunk pero se etiquetó así y a mí me sorprendió. De hecho si la buscas El mapa del tiempo en Wikipedia sale como la precursora del steampunk español y yo estoy encantado de que se etiquete así. Es más, en la segunda novela comencé a meter más elementos propios de este movimiento aunque entiendo que no se puede catalogar así si nos ajustamos a la definición ortodoxa. Pero hoy en día Wells y Verne son iconos de este movientimo y resulta que Wells es el protagonista de mis novelas. Así que entiendo que las hayan incluido dentro del steampunk y en agradecimiento a todos los lectores de esa corriente que me han seguido, en El mapa del caos he escrito un prólogo totalmente steampunk. Es una especie de regalo que he querido hacerle a todos esos fans.