Editorial: Almuzara.
Autor
José Manuel García Bautista (Sevilla, 1972). Conocido experto en temas paranormales, tiene publicados más de veinte libros sobre temas asociados al misterio y es o ha sido colaborador habitual en medios de comunicación para estos temas (Cadena SER, Canal Sur, Correo de Andalucía, Sevilla TV, Año Cero, Más Allá, Enigma,...). Desde 2001 está interesado particularmente en el fenómeno de las casas encantadas donde desarrolla una ingente cantidad de investigaciones. Es coautor de la exitosa saga Guía secreta de Sevilla.
Sinopsis
«Esta obra va a profundizar en el lado más enigmático e inquietante de los misterios de Sevilla: vamos a visitar los lugares y casas encantadas de la ciudad, y de su provincia, en un auténtico alarde de investigación, pues hemos querido contar no sólo los casos más conocidos sino también casos nuevos, y así no limitarnos a los que ya popularizamos en su día o que otros compañeros del misterio hicieron. Lógicamente están incluidos todos, casos clásicos y conocidos como guía, como referencia, pues hemos querido destacar su importancia, pero también hemos introducido como novedad muchos casos paranormales en los edificios y casas encantadas del siglo XXI. Es un libro fresco, moderno, actualizado y cuyo interior rezuma el aroma de la investigación paranormal, de horas y horas persiguiendo el misterio, testigos y hechos insólitos; esperando la manifestación paranormal en un inmueble o haciendo una eterna entrevista a un testigo que apenas sí puede contener la emoción. Espero que disfrutes de esta nueva ruta del misterio por Sevilla».
[Información facilitada por la editorial]
Muchos sabéis de mi pasión por las historias de terror. No creo que sea necesario reiterarlo más. Por eso, cuando vi este libro entre las novedades de la editorial Almuzara no me pude resistir. Conocía a su autor, José Manuel García Bautista de otras publicaciones. Hace muchos años leí la saga que se menciona en su biografía, Guía secreta de Sevilla, siendo el primer volumen Casas encantadas y apariciones. Mirad que es difícil que la historia narrada en un libro me aterrorice pero no os miento si os digo que aquel libro no lo pude leer en su totalidad por puro terror. Recuerdo un capítulo en el que se hablaba de una casa en Tomares, un pueblo muy cercano a Sevilla capital, en la que ocurrían fenómenos extraños. En aquella vivienda había fallecido una joven tras jugar a la ouija con sus amigos y a raíz de aquella muerte, la vida de sus padres y hermanos se convirtió en un puro infierno. Los autores no solo se limitaban a narrar los hechos de una manera objetiva y fría, sino que también aportaban testimonios reales de familiares, vecinos y amigos. Incluso los propios agentes de la policía que se personaron en la casa con motivo de los extraños sucesos que allí ocurrían comentaban atónitos lo que habían visto. Pero peor fue la fotografía que mostraba el lugar donde se sucedían esos fenómenos. Casi me da un soponcio cuando observo un largo pasillo al fondo del cual se podía ver la habitación maldita. Era como si estuviera viendo mi propia casa. Me asusté tanto que no pude acabar de leer la historia. No sé qué ocurrió con aquella familia, si los fenómenos acabaron o no. No lo sé ni lo quiero saber. La sugestión pudo conmigo y pasé al capítulo siguiente.
Y es que en el fondo soy muy miedica y he de reconocer que bastante masoquista porque sabiendo lo que me voy a encontrar, vuelvo a caer con un libro similar. Pero es que estamos a punto de celebrar Halloween y me pareció un libro idóneo para reseñar en estas fechas. Bueno, el «Jalogüín» que lo celebran los americanos allá en su tierra. Nosotros ya tenemos el Día de los Difuntos porque mira que somos tontos, tanto importar costumbres que ni nos van ni nos vienen. Entiendo que para los más pequeños es una fiesta simpática pero es que cada año son más los adultos que se unen al disfraz de bruja o monstruo para hacer el canelo por la calle. Mejor lo dejo aquí y sigo a lo mío.
Guía Secreta de Casas Encantadas de Sevilla es un libro que recoge numerosas historias de misterio y terror ocurridas en diferentes puntos de la ciudad y la provincia. Como os dije antes, el autor ya publicó una obra similar y algunas de los relatos que se recogían en aquel libro figuran también en este. La diferencia entre uno y otro es que este libro es mucho más completo y más actualizado, tal y como se dice en la sinopsis, pues no solo se narran esas historias y leyendas que tienen como protagonistas a fantasmas y aparecidos en viejas casonas y edificios antiguos sino que también abarca aquellas que han ocurrido recientemente y en localizaciones de este siglo.
Sevilla es una ciudad con mucha historia. Por nuestras calles han pasado numerosas civilizaciones dejando tras de sí todo un rosario de historias, leyendas, mitos... Como dice el autor «Sevilla es una ciudad abierta y hospitalaria, pero también con profundas convicciones y devociones, supersticiosa y temerosa» [pág. 15], así que no es de extrañar que en nuestro imaginario colectivo residan un montón de anécdotas en las que fantasmas y demás espectros son los protagonistas. Es más, a través de esta obra descubro que Primo de Rivera fundó la primera sociedad espiritista de Sevilla en 1861 siendo una puerta de entrada a la costumbre de practicar ciertos rituales en la ciudad. Curioso.
Fruto de una larga labor de investigación que ha obligado a su autor a invertir varios años recogiendo testimonios, visitando lugares, realizando psicofonías, indagando en viejos archivos y periódicos, este libro me ha descubierto lugares que ni siquiera yo conocía y me ha desvelado misterios escondidos en edificios en los que alguna vez estuve o calles por los que he pasado mil veces sin saber nada de lo que en ellas ocurría. Así he averiguado que en el Mercado de Triana, tan cerca de casa, suele aparecerse una niña vestida de blanco, o que en el Palacio de San Telmo las cámaras de seguridad recogen luminiscencias extrañas o que en el Hospital Virgen de la Macarena suele deambular un médico ya fallecido que siempre mostró mucho interés por las experiencias cercanas a la muerte, o ECM, como se suelen denominar.
De otros casos sí tenía referencia previa y me ha resultado muy interesante conocer más detalles de esas historias que alguna vez me contaron. Por ejemplo, recuerdo que hace unos años tuve la ocasión de visitar el Panteón de los Sevillanos Ilustres, una cripta situada en los bajos de la Iglesia de la Anunciación pero a la que se accede a través de un pasadizo de la Facultad de Bellas Artes que linda pared con pared con el templo. Aquella visita fue sobrecogedora pues en la cripta, que se visita prácticamente a oscuras y está presidida por un crucificado iluminado con una luz verdosa con cierto tono espectral, están enterrados los hermanos Bécquer o Fernán Caballero. El frío que hacía allí abajo en pleno mes de agosto es indescriptible y lo peor es la atmósfera que se respira.
Otro caso, el del Instituto Británico, un centro de enseñanza al que acudí durante varios años consecutivos. En aquellas habitaciones en las que se impartían clases la luz era distinta, se respiraba un ambiente agradable y distendido, pero luego había otras salas, más en desuso, en las que imponía entrar.
Pero si hay un lugar que he visitado y que me ha llegado a aterrorizar de verdad es el Monasterio de Santa María de las Cuevas. Allí trabajé durante el año 1992, con motivo de la Exposición Universal. El monasterio está totalmente rehabilitado, especialmente la parte más deteriorada como son las crujías, espacios donde se disponían las celdas de los monjes. El resto, como los claustros o el refectorio se mantenían en buen estado. Pues bien, en el monasterio había dos salas en las que yo lo pasaba realmente mal. Los directivos de la exposición que se exhibía en el monasterio tuvieron la inteligente idea de habilitar la cripta como comedor para el personal.
Se trataba de un pequeño habitáculo en el sótano al que se accedía desde el claustro menor por una escalera estrecha flanqueada a ambos lados por dos esculturas en mármol que representaban a unas monjas en posición de rezo (En la foto, las monjas aparecen en disposición distinta a la original y el pequeño murete que se ve más al fondo es el acceso a la cripta). Y cuando digo cripta, es cripta. No es que a aquella sala se le llamara así por ponerle un nombre. Todos sabemos lo que es una cripta. Pues bien, allí comíamos rodeados de un ambiente gélido y desagradable. Lo bueno es que nos reuníamos una docena o más de trabajadores, éramos muy jóvenes y entre risas y bromas, la cosa se sobrellevaba.
Pero esa sala no era la que más miedo me daba. Había otra donde la temperatura era glacial. Se trataba de una antigua dependencia del monasterio habilitada entonces como Sala Vip. Las personalidades y autoridades que visitaban la exposición tenían la posibilidad de descansar y tomar algo en aquella sala pero allí apenas entraba nadie y no me extraña porque solo con abrir la puerta sentías un mal rollo tremendo. Te recibía una bofetada de aire frío que muy normal no era. Recuerdo que en aquella sala guardábamos el libro de firma en el que los visitantes importantes podían estampar su rúbrica. Cada vez que había que ir a por el libro yo intentaba escaquearme de mil maneras posibles y si no podía librarme siempre me hacía acompañar de un vigilante. No os miento. Me daba un miedo espantoso. Tanto frío, tanto silencio y una sensación extraña nada más cruzar el umbral. Lo pienso y se me ponen los vellos de punta.
Fruto de una larga labor de investigación que ha obligado a su autor a invertir varios años recogiendo testimonios, visitando lugares, realizando psicofonías, indagando en viejos archivos y periódicos, este libro me ha descubierto lugares que ni siquiera yo conocía y me ha desvelado misterios escondidos en edificios en los que alguna vez estuve o calles por los que he pasado mil veces sin saber nada de lo que en ellas ocurría. Así he averiguado que en el Mercado de Triana, tan cerca de casa, suele aparecerse una niña vestida de blanco, o que en el Palacio de San Telmo las cámaras de seguridad recogen luminiscencias extrañas o que en el Hospital Virgen de la Macarena suele deambular un médico ya fallecido que siempre mostró mucho interés por las experiencias cercanas a la muerte, o ECM, como se suelen denominar.
De otros casos sí tenía referencia previa y me ha resultado muy interesante conocer más detalles de esas historias que alguna vez me contaron. Por ejemplo, recuerdo que hace unos años tuve la ocasión de visitar el Panteón de los Sevillanos Ilustres, una cripta situada en los bajos de la Iglesia de la Anunciación pero a la que se accede a través de un pasadizo de la Facultad de Bellas Artes que linda pared con pared con el templo. Aquella visita fue sobrecogedora pues en la cripta, que se visita prácticamente a oscuras y está presidida por un crucificado iluminado con una luz verdosa con cierto tono espectral, están enterrados los hermanos Bécquer o Fernán Caballero. El frío que hacía allí abajo en pleno mes de agosto es indescriptible y lo peor es la atmósfera que se respira.
Otro caso, el del Instituto Británico, un centro de enseñanza al que acudí durante varios años consecutivos. En aquellas habitaciones en las que se impartían clases la luz era distinta, se respiraba un ambiente agradable y distendido, pero luego había otras salas, más en desuso, en las que imponía entrar.
Pero si hay un lugar que he visitado y que me ha llegado a aterrorizar de verdad es el Monasterio de Santa María de las Cuevas. Allí trabajé durante el año 1992, con motivo de la Exposición Universal. El monasterio está totalmente rehabilitado, especialmente la parte más deteriorada como son las crujías, espacios donde se disponían las celdas de los monjes. El resto, como los claustros o el refectorio se mantenían en buen estado. Pues bien, en el monasterio había dos salas en las que yo lo pasaba realmente mal. Los directivos de la exposición que se exhibía en el monasterio tuvieron la inteligente idea de habilitar la cripta como comedor para el personal.
Se trataba de un pequeño habitáculo en el sótano al que se accedía desde el claustro menor por una escalera estrecha flanqueada a ambos lados por dos esculturas en mármol que representaban a unas monjas en posición de rezo (En la foto, las monjas aparecen en disposición distinta a la original y el pequeño murete que se ve más al fondo es el acceso a la cripta). Y cuando digo cripta, es cripta. No es que a aquella sala se le llamara así por ponerle un nombre. Todos sabemos lo que es una cripta. Pues bien, allí comíamos rodeados de un ambiente gélido y desagradable. Lo bueno es que nos reuníamos una docena o más de trabajadores, éramos muy jóvenes y entre risas y bromas, la cosa se sobrellevaba.
Pero esa sala no era la que más miedo me daba. Había otra donde la temperatura era glacial. Se trataba de una antigua dependencia del monasterio habilitada entonces como Sala Vip. Las personalidades y autoridades que visitaban la exposición tenían la posibilidad de descansar y tomar algo en aquella sala pero allí apenas entraba nadie y no me extraña porque solo con abrir la puerta sentías un mal rollo tremendo. Te recibía una bofetada de aire frío que muy normal no era. Recuerdo que en aquella sala guardábamos el libro de firma en el que los visitantes importantes podían estampar su rúbrica. Cada vez que había que ir a por el libro yo intentaba escaquearme de mil maneras posibles y si no podía librarme siempre me hacía acompañar de un vigilante. No os miento. Me daba un miedo espantoso. Tanto frío, tanto silencio y una sensación extraña nada más cruzar el umbral. Lo pienso y se me ponen los vellos de punta.