Buenos días, ayer os hablaba del libro de John Julius Reel, ¿Qué pinto yo aquí? Un neoyorquino en la ciudad de Nunca Jamás. Tenéis toda la información sobre la biografía del autor y la sinopsis en la entrada de ayer, así como mis impresiones tras la lectura. Pero hoy, y aprovechando que hace unos días me encontré con el autor para intercambiar impresiones, quiero que conozcáis un poco más al autor y que sea él mismo quién os hable de su libro. Esto fue lo que nos contó.
Marisa G.- John, este libro es un recopilatorio de los artículos que publicaste en su día en el Diario de Sevilla, ¿verdad? No sé si hay alguno inédito.
John J.- No. Todos han sido ya publicados pero la forma de organizarlos sí es nueva. Cuando yo empecé a publicarlos en el periódico sabía que estaba escribiendo un libro. Realmente no se puede considerar una recopilación de artículos dispares porque siempre sigo la misma línea, la de descubrir una ciudad a través de mi familia, mis experiencias,... En el libro, los artículos están organizados según los cinco sentidos porque es así como yo entiendo Sevilla. Es una ciudad que tiene mucho ruido, muchos olores,... muchas cosas visuales.
De cualquier modo, también te digo que he introducido muchos añadidos porque soy escritor que escribe muy lento y tengo que andar repasando constantemente, por lo tanto hay muchos cambios.
M.G.- Estos artículos se pueden leer de manera independiente. No hay necesidad de seguir un orden establecido, ¿cierto?
J.J.- Sí, claro. Es una ventaja porque así cada uno puede leerlo de la manera que quiera.
M.G.- Las ilustraciones son de Daniel Rosell, ¿por qué te decantas por ilustrar el libro?
J.J.- Bueno, las ilustraciones ya acompañaban a los textos cuando se publicaron en el periódico. Daniel tiene el gran talento de ver la metáfora en algunas cosas. En el artículo Cariño, quiero el divorcio, Daniel dibujó un pañal sucio en el que se podía ver que las manchas representaban dos personas hablando frente a frente. Él supo captar el humor con aquel dibujo.
M.G.- Parece que él sabe plasmar rápidamente lo que quieres decir en tus artículos.
J.J.- Eso es y si te fijas hay muchos dibujos que añaden mucho a la ironía de los artículos.
M.G.- John, me gusta el subtítulo. Me resulta curioso eso de Un neoyorquino en la ciudad de Nunca Jamás. ¿Por qué Sevilla es la ciudad de Nunca Jamás?
J.J.- Pues por muchos motivos. Primero, nunca jamás hubiera pensado que viviría aquí y que escribiría sobre esta ciudad, analizándola, amándola. Por otro lado, es una ciudad que nunca jamás va a ser lo que ha sido en el pasado. Y también el aire de fantasía que posee Sevilla. Me pasó como a todos los guiris, la primera vez que vi los muros de los Reales Alcázares, la Catedral,... cuesta cree que son reales. Un americano solo conoce el castillo de Disney. Todo esto tiene que ver con ese subtítulo.
M.G.- Entiendo.
Cuando nos conocimos me dijiste que tu libro no iba a gustar a todos los lectores. Efectivamente yo tengo mi opinión que luego te desarrollaré, pero me gustaría que fueras tú quien explicara por qué ¿Qué pinto yo aquí? no va a gustar a todo el mundo o ¿cómo te gustaría que los lectores intepretaran tu libro?
J.J.- Es una buena pregunta. Primero porque yo no escribo para agradar a la gente sino para decir la verdad. Lo que yo veo de la ciudad es lo que cuento. A veces, los sevillanos ven su ciudad con anteojeras, quieren ver lo bonito de su ciudad y yo veo lo bonito y lo feo. Al igual que yo amo a mi mujer por sus defectos y sus virtudes, mi libro es una historia de amor con Sevilla. Cómo una persona va descubriendo la ciudad y acaba amándola con más fuerza aún que a su propia ciudad nativa, pero yo amo Sevilla como un hombre maduro que sabe reconocer su lado feo y su lado más bonito, pero en conjunto merece mi amor hasta la muerte.
Pero hay sevillanos que ven a un extranjero hablando de su ciudad con seguridad y autoridad y lo interpretan como prepotencia y sé que los americanos tenemos esa fama, la de ser prepotentes, una fama merecida a veces pero yo no creo que sea prepotente en este tema porque realmente critico más a mi gente que a los propios sevillanos y si critico a mi ciudad, todos contentos pero no soportan que critique la suya.
Hay un librero que no quiere tener mi libro en su librería porque piensa que por el hecho de ser extranjero no puedo criticar Sevilla, que eso, en todo caso, solo lo pueden hacer los sevillanos. Algo que no tiene sentido. Eso es como si los profesores de mis hijos, que no los aman más que yo, no pudieran ver sus defectos y virtudes.
M.G.- Entonces, ¿se puede decir que tu amor por Sevilla es más sincero que el de los propios sevillanos?
J.J.- A veces sí, especialmente con los sevillanos que no quieren ver el lado negativo de su ciudad.
M.G.- Tu libro no está escrito para congraciarse con los sevillanos, lo interpreto como un ejercicio sincero de desnudez, y colocar sobre la mesa tus opiniones gusten o no.
J.J.- Sí, pero también la elogio. Por ejemplo, cuando hablo de la Semana Santa.
M.G.- Es cierto. Y también tocas temas en los que te tengo que dar absolutamente la razón aunque me duelan mucho y temas en los que discrepo contigo totalmente.
J.J.- Muy bien, muy bien. Eso quiero.
M.G.- Por ejemplo, me gusta mucho lo que dices sobre la Feria y pienso igual que tú. Aquí somos muy provincianos y pensamos que la Feria es lo más grande del mundo pero no se puede negar que es muy clasista y que muchos sevillanos no la pueden vivir como les gustaría.
J.J.- Pero también digo que es muy llamativa. El elitismo, que va de la mano de lo que ya sabes, junto con la belleza, lo seductiva que es, hace que el elitismo duela aún más porque no todo el mundo puede disfrutar de esa belleza y encima te lo echan en cara.
Y sin embargo, ocurre lo contrario con la Semana Santa. La ciudad es muy generosa en ese aspecto al sacar a la calle unos pasos con tantos años de historia, que son auténticas obras, con el riesgo que eso conlleva. Pues todo eso está al alcance de todo el mundo. Son lo dos lados de Sevilla.
M.G.- Ese capítulo de la Semana Santa se me ha quedado corto John. Me hubiera gustado que lo hubieras desarrollado un poco más porque me llamaba poderosamente la atención ese punto de vista sobre una festividad religiosa.
J.J.- Pues en el siguiente libro.
M.G.- Te lo agradeceré. Y ahora quisiera comentarte los aspectos en los que discrepo. Verás, tú hablas de la suciedad de las calles, yo sé que hay zonas en la que la limpieza no es muy esmerada pero desconozco si tu apreciación se delimita al barrio en el que tú vives, un barrio muy humilde, o es una opinión que afecta a toda el área metropolitana en general.
J.J.- Mira, en Los Remedios, que también es una zona más pija, se ve suciedad en las calles. La gente tira cosas al suelo sin pensar. No se tiene ningún cuidado por la vía pública y eso que la limpieza para los sevillanos es algo sagrado en las casas, pero en la calle, tiran de todo. Una vez vi como una persona en Ciudad Jardín (se refiere a un barrio sevillano) tiraba una bolsa de basura en medio de la calle para que lo recogiera el hombre de Lipasam (servicio municipal de limpieza viaria). Si esto se hiciera en Estados Unidos, podría pensar que hasta la policía vendría a por mí. Pero la gente tiene mucha cara aquí.
Y en cuanto a los parques, tengo que decir que es una vergüenza el estado de los parques y las personas que se encargan de la limpieza no hacen un buen trabajo. Y si llamo a alguien la atención por ensuciar la calle, resulta que soy yo el malo porque me meto en ese asunto. Todo esto me da mucho coraje.
Y en cuanto a los parques, tengo que decir que es una vergüenza el estado de los parques y las personas que se encargan de la limpieza no hacen un buen trabajo. Y si llamo a alguien la atención por ensuciar la calle, resulta que soy yo el malo porque me meto en ese asunto. Todo esto me da mucho coraje.
De todos modos me gusta que discrepes porque recapacito y a veces me doy cuenta que me he pasado con algunas cosas. Además ocurre que estos artículos se publicaron hace tres o cuatro años y las cosas pueden haber cambiado.
M.G.- John y tú, después de tantos años en Sevilla, ¿te estás "sevillanizando"?
J.J.- Pues claro.
M.G.- ¿Has cambiado tu forma de ser?
J.J.- Siempre he sido una persona al margen, incluso en Nueva York. Me gusta estar en la periferia observando más que estar dentro participando de la multitud. Entonces, sevillano sevillano no soy pero sí he descubierto el vínculo tan fuerte que une a las familias. He pasado mucho tiempo cuidando a mi suegro, ahora cuido y vivo con mi suegra. Me gusta esa involucramiento con la familia incluso si tienes que hacer sacrificios porque merecen la pena. Con mi suegra por ejemplo, que está chocheando como se suele decir aquí, me pasa que la estoy conociendo ahora, viéndola cada día en su vejez,... todo esto es muy bonito aunque también muy duro y de todo esto aprendo. Creo que en Sevilla se está empezando a perder ese vínculo con la familia. Mucha gente se sorprende porque tengo en casa a la abuela con mis hijos pequeños. ¿Y qué más da? Los niños pequeños están viendo cómo sus padres cuidan de sus abuelos y eso es muy bonito. Un americano se podría sorprender, pensar así pero jamás me lo diría. Un sevillano, lo piensa y lo dice.
M.G.- En tu libro, el perfil que haces de la personalidad o el carácter del sevillano es muy acertado. Comentas que somos muy pasotas, que somos chapuceros,... Sinceramente tengo que darte la razón. Luchamos muy poco por lo nuestro y lo que no llego a entender es cómo consentimos esto. ¿Por qué crees que somos así?
J.J.- Mira para cada defecto hay una virtud. Yo creo que los españoles en general saben arreglar una cosa sin comprarla nueva. En Estados Unidos, si el botón no funciona compramos la máquina entera. Los españoles se quiebran la cabeza y arreglan el botón pero no compran la máquina nueva. Esa chapucería tiene su lado bonito también que yo admiro. Lo que ocurre es que a veces esa chapucería se queda a medias. No se termina de rematar y dentro de seis meses hay que volver a arreglarlo.
M.G.- Hacemos lo justo para salir del paso.
J.J.- Sí, eso es.
M.G.- Es que nos gusta estar siempre enredados (Risas).
Bueno, me gustaría ahora preguntarte por tu mujer. Ella es una figura muy importante en tu libro. Es sevillana pura.
J.J.- Importantísima. De hecho esta tarde la entrevisto en la presentación que vamos a hacer en Casa del Libro a las 19.30 horas.
M.G.- No me lo perderé. Parece una mujer con mucho carácter.
J.J.- Es muy tímida.
M.G.- No lo parece.
J.J.- En el libro no. Me dijo que si participaba en la presentación teníamos que organizarlo bien, con mucho ambiente, comiendo jamón y bebiendo vino. Una buena idea..
M.G.- Sin ella, ¿el libro hubiera sido posible?
J.J.- No, no, claro que no. Ella para mí representa Sevilla, España. En los capítulos que englobo bajo el sentido del gusto hablo de mi mujer porque es a través de ella cómo llego a tener un gusto en general.
M.G.- Donde ella aparece se nota. Hay un capítulo en el que mantenéis una conversación, me refiero al de la Paz y tranquilidad en la playa, en el que ella se queja de que las mujeres van muy tapadas en las playas de Maine. No sé si ficcionas mucho el personaje de tu mujer.
J.J.- Bueno, cojo fragmentos de nuestras conversaciones y los voy colocando en los lugares donde me convienen pero sí te digo que todo lo que dice ella es tal cual y todo lo que yo le respondo también.