Mercedes Abad nace en Barcelona en 1961. Tras algunos escarceos con el mundo del cine y el teatro, en 1986 gana el premio de narrativa erótica La sonrisa vertical, con su libro de relatos Ligeros libertinajes sabáticos. Desde entonces ha publicado varios libros de relatos: Felicidades Conyugales (1989), Soplando al viento (1995), Amigos y fantasmas (2004, Premio Mario Vargas Llosa) y Media docena de robos y un par de mentiras (2009). Ha publicado también dos novelas, Sangre (2000) y El vecino de abajo (2007), y un ensayo juguetón y humorístico, Sólo dime dónde lo hacemos (1991). Además es autora de diversas obras de teatro y de varias adaptaciones, entre ellas XXX, versión de La filosofía en el tocador (Marqués de Sade), de la Fura dels Baus, y Las amistades peligrosas, de Chritopher Hampton. Su obra ha sido traducida al italiano, al alemán, al neerlandés, al portugués y al finés y ha sido incluida en numerosas antologías. Actualmente imparte clases de narrativa en la Escola d'Escriptura del Ateneu barcelonés.
Sinopsis
Quitarse un peso de encima. Tal vez sea eso vivir. Desprenderse de envolturas, cáscaras. Aderezarse con aromas, sabores. Ser uno mismo. Un cuerpo. Una memoria. Ser o haber sido una niña gorda. Una niña gorda adelgazada. Llenarse de recuerdos y comidas. Observar la vida de otros desde una ventana. O contemplar el plato ajeno. Y es entonces cuando el curso de las historias se agolpan y se ordenan, creando sentidos y vacíos que debemos completar. Cuando el lector asiste y se alimenta de la literatura voraz y exquisita de Mercedes Abad. De un menú de cuentos y un personaje principal. Sírvanse. Se leen al gusto. Buena lectura.
[Información facilitada por la editorial]
La entrevista que traigo hoy bien merecía un vídeo y no una grabación de audio porque no os podéis imaginar lo divertido que fue este encuentro. No sé si fue Norah quién me dijo que tenía mucha suerte porque siempre me tocaba entrevistar a autores muy simpáticos y empiezo a creer que es verdad, que tengo mucha suerte, porque cada entrevista es un encuentro en el que flotan risas y carcajadas.
Además, se da la circunstancia de que me suelo sentar frente a personas interesantes, que tienen mucho que contar, a las que da gusto oír hablar, como es el caso de Mercedes Abad, una mujer, como diría yo, tremenda, muy natural, espontánea y muy pasional en el diálogo, que refuerza sus palabras con múltiples gestos y expresiones, algo que se pierde a la hora de transcribir la entrevista y por eso digo que hubiera sido más efectivo traeros un vídeo.
Además, se da la circunstancia de que me suelo sentar frente a personas interesantes, que tienen mucho que contar, a las que da gusto oír hablar, como es el caso de Mercedes Abad, una mujer, como diría yo, tremenda, muy natural, espontánea y muy pasional en el diálogo, que refuerza sus palabras con múltiples gestos y expresiones, algo que se pierde a la hora de transcribir la entrevista y por eso digo que hubiera sido más efectivo traeros un vídeo.
Mercedes estuvo en Sevilla el pasado jueves, día 27 de marzo promocionando su libro La niña gorda, un conjunto de relatos con una única protagonista. Quedamos en el café cultural La Mercería para intercambiar pareceres. Esto fue lo que nos contó:
Marisa G.- Buenas tardes Mercedes. Un placer conocerte y poder charlar contigo de tu nuevo libro, La niña gorda, en este caso relatos, un género al que yo acudo con cierta frecuencia pero que parece que los lectores consideran un género menor.
Mercedes A.- Es verdad que muchos lo consideran un género menor pero fíjate lo que pasa. Muchos lectores dicen que cuando leen un cuento se quedan con ganas de más y vale, puede ocurrir eso, pero también es verdad que, a veces, cuando lees algunas novelas que tienen mil páginas, te quedas con ganas de menos.
M.G.- También ocurre sí. A veces se estira mucho la historia...
M.A.- Pero mucho, mucho. Se expanden y se expanden... Y por eso yo creo que es mejor quedarse con ganas de más en vez de con ganas de menos.
M.G.- Visto así, no te falta razón.
He estado mirando la biografía que se incorpora en la solapa del libro y fíjate qué curioso que en dos meses eres la tercera persona con la que me entrevisto que ha pasado por narrativa erótica y ha ganado un Premio La sonrisa vertical.
M.A.- ¿Ah sí? ¿Con quién has hablado? ¿Con Almudena?
M.G.- Sí, con Almudena estuve el viernes pasado. Pero también he estado con Mayra Montero.
M.A.- Sí, Mayra,... ¡Qué gracia! Sí que es verdad. Tres ganadoras.
M.G.- Pues, me falta alguien más que ahora no caigo pero fíjate, todas mujeres y a todas os he conocido en un margen de tiempo muy corto.
M.A.- Mayra es maravillosa.
M.G.- Síii, Mayra es encantadora y muy divertida. La verdad es que esta coincidencia me ha parecido muy llamativa.
M.A.- Oye, pues lo mismo son señales que te llegan para que escribas un libro erótico.
M.G.- ¿Yo? (Risas). No sé yo si sería capaz de escribir un libro y menos aún erótico... (Risas). En fin, veo que en tu trayectoria literaria has pasado por relatos, novelas, teatro,... Vuelves a los relatos de nuevo con La niña gorda. No sé si es un género que te gusta especialmente...
M.A.- A mí me gustan mucho porque es puro músculo literario que no tiene momentos muertos, no hay estiramientos. Yo soy una persona nerviosa, rápida, impaciente, que me cuesta mucho escribir escenas de remansamiento, de transición,... Prefiero escribir momentos culminantes y me gusta el cuento porque, además, tienes el resultado enseguida.
M.G.- Pero se suele pensar que es más complicado que la novela porque en muy poco tiempo tienes que empezar y concluir una historia, ¿no?
M.A.- No creo. A ver, son dos cosas distintas pero no es más complicado una cosa que otra. Igual para mí es mucho más complicado escribir una novela de mil páginas con cuarenta personajes. E igual para otro es más difícil escribir cuentos. Yo creo que cada uno se siente a gusto en un género u otro y puede aportar más en lo suyo. Yo empecé como todos los adolescentes, escribiendo poemas y eran todos abominables, objetivamente abominables. Así que cada uno, en función de su carácter, puede aportar más en un género u otro.
M.G.- La sinopsis que figura en el libro no es muy aclaratoria, así que me gustaría que me contaras qué va a encontrar un lector en tu libro.
M.A.- La niña gorda es un libro muy tragicómico con partes muy tristes y muy perturbadoras pero con mucho humor también. Es un libro muy jocoso, con mucha ironía. Un lector va a encontrar una serie de cuentos protagonizados por una niña, un mismo personaje, Susana Mur. Esto es importante decirlo porque claro, por regla general, en los cuentos no te da tiempo a encariñarte con el personaje. Aquí eso no ocurre porque el personaje protagonista siempre será el mismo, la niña que el lector verá crecer desde los once años hasta la madurez. ¿Y qué cuenta La niña gorda? Pues cuenta la construcción de la identidad, cómo se deja atrás la infancia. Pero además, el libro empieza cuando la niña va a dejar de ser gorda porque su madre decide llevarla al endocrino y comienza así otro periodo de su vida que es la adolescencia, y luego la juventud y la edad adulta. El libro recoge toda esa construcción de la identidad que se construye contra un enemigo, en este caso, contra la gordura.
M.G.- Y Susana, en esos primeros relatos, cuando tiene once o doce años, ¿no tiene un pensamiento muy maduro para su edad?
M.A.- Susana es una niña rechazada que no tiene éxito, está marginada como si fuera un pequeño monstruo social y entonces piensa mucho. Ella sufre la soledad del marginado y por eso se encierra en sí misma y en los libros. Todo esto te da la madurez del observador y en el caso de Susana es una madurez precoz. Son los batacazos en la vida los que nos hacen madurar. De Saint-Exupèry decía que el hombre crece contra los obstáculos y es verdad que la adversidad nos hace madurar. A Susana le ha tocado una cuota de adversidad bastante alta porque ve cómo se burlan de ella, cómo la marginan, cómo se siente excluida con ese sentimiento de extranjería.
M.G.- Mercedes, ¿y estos relatos los escribes todos seguidos? Es que yo tengo la sensación de que los has ido escribiendo con el paso de los años.
M.A.- Son cuentos escritos a lo largo de unos tres años y medio, más o menos. Los primeros que figuran en el libro son los primeros que escribí. Creo que el primero de todos fue El Castillo. Hubo un momento en el que yo pretendía escribir una novela, pero me di cuenta de que así no funcionaba y que no había que obsesionarse. Las cosas salen como salen y tampoco puedes dirigir tanto. Me salieron cuentos y por lo tanto escribí un libro de cuentos que lo he tenido que someter a una dieta de adelgazamiento bastante severa porque había muchos más.
M.G.- Susana, en los primeros cuentos, está dolida porque se siente en una situación marginal, rechazada por todos, pero fíjate que siempre se ha dicho que los gorditos son más felices.
M.A.- Yo creo que el niño quiere ser como todos y en ese sentido pienso que los niños viven de una manera muy dolorosa lo que los hace diferentes. Los adolescentes ya cultivan actitudes distintas pero el niño quiere ser como todos, quiere ser normal, quiere confundirse con la masa. No quiere tener papás raros, no quiere ser gordo, afeminado, ni el gafotas, ni el torpe en deportes,... Obviamente habrá de todo pero yo creo que lo del gordito feliz no deja de ser más que un mito. Además hay mucho gordito con una mala leche... En Susana Mur, hay mucho de mí y mi madre siempre me dijo que yo era buena hija hasta que me puso a dieta y entonces me salió la mala leche.
[En este punto ver nota inferior]
M.G.- ¡Vaya! (Risas). Susana tiene unos compañeros de clase que se lo hacen pasar mal, son malvados con ella. Esto de la pureza, de la inocencia de los niños,... es un rollo, ¿verdad? Los niños son muy crueles.
M.A.- Claro, claro,... de inocentes nada. Son muy crueles. Y los adultos también solo que los adultos se reprimen. Todos tenemos un Jekyll y un Hyde dentro, el claroscuro moral, por lo que todos somos capaces de lo mejor pero también de lo peor, pero claro un niño no reprime los instintos crueles, algo que los adultos, presuntamente, supuestamente sí hacemos o no. Muchas veces ponemos buena cara por delante y por detrás, con mirada de odio, vamos diciendo: «Mira esa, la muy..., que ha ganado un premio totalmente inmerecido cuando lo tenía que haber ganado yo».
M.G.- (Risas) Es verdad, es verdad, hacemos eso.
Y un detalle que me gustaría que aclararas. Los primeros relatos están escritos en tercera persona, sin embargo, a partir de Las hermanas Bruch hay un cambio a la primera. ¿Por qué ocurre esto?
M.A.- Porque en los primeros Susana es una niña que todavía no está forjada como persona, su carácter aún está por cocerse. El tránsito a la edad adulta es cuando ella empuña el «yo» en ese cuento que mencionas. En Las hermanas Bruch ella se hace adulta y además deja de ser una víctima para convertirse en una culpable.
M.G.- Hay tres relatos que empiezan con la misma frase o muy similar, con el «Así que ahí está Susanita» o «Así que ahí está ella». ¿Por qué?
M.A.- Bueno, me gustaba esta sencillez. Siempre andamos pensando cómo empezar y a mí me gustó hacerlo sencillo. Con este libro he buscado la sencillez y no sé si lo he conseguido. Hay gente que dice que soy muy barroca...
M.G.- ¿Barroca?
M.A.- Sí, pero yo he querido hacerlo todo sencillo y me pareció gracioso empezar esos tres cuentos del mismo modo. Y en cuanto a sencillez, también lo son los títulos, como para acoger al lector en algo no demasiado artificioso.
M.G.- A mí desde luego barroco no me ha parecido en absoluto. A ver, no es un estilo simplista sino que tiene sus florituras pero no roza el barroquismo, el enredarse en sí mismo. No para mí, al menos.
M.A.- Exacto. Para mí es muy importante el placer del lector. Yo, antes que escritora soy lectora. Si me obligaran a elegir, digo que soy lectora. He sido tan feliz y soy tan feliz leyendo... Es un placer ser arrebatado de tus circunstancias, de tu persona, con toda la carga de miseria y esplendor,... y poder meterte en la historia y en la piel de otra persona, viva en tu época o en tu mismo país o no. Esa es la grandeza de la literatura y ahí hay un placer que te permite huir de ti mismo. Yo quiero que los lectores me lean con placer. Esos libros donde el escritor parece que está en un púlpito, en un escalón superior al lector y le dice: «Estúpido lector, ahora voy a edificar tu alma y vas a ver lo que es bueno, y te voy a enseñar dos o tres cositas que tú no sabías,... ». Esta es una actitud que me repatea profundamente, de ahí que use mucho el humor para luchar contra los sermones.
M.G.- (Risas). Es más cercano tu estilo, claro que sí.
Y Mercedes, me gustan mucho los autores que hacen guiños en sus novelas a otros colegas, aunque sean de otra época. En la Talla 36, haces un guiño a Herman Melville, de un libro que a mí me costó lo mío, me lo tuve que leer dos veces y aún así. Me refiero a Bartleby, el escribiente.
M.A.- Ese libro es un poco mi ejemplo cuando la gente va diciendo que si el cuento tal o cual... El cuento es un género maravilloso. Mira cojamos dos libros del mismo autor, Moby Dick y Bartleby, el escribiente. Yo desde luego prefiero el segundo.
M.G.- Yo con Moby Dick no pude.
M.A.- Yo sí pude y te juro que no me salté nada, nada.
M.G.- ¿Ni el capítulo de la cetología, Mercedes?
M.A.- ¡Nada! Ni ese. Esa enciclopedia de todo lo que usted no quería saber sobre la vida de los cetáceos, sobre su vida sexual, en qué época desovan, cuánto tiempo dura el embarazo de la ballena gris, la moteada, la verde, la azul y la coloradaa... ¡Me lo leí todo! Lo que se hacía con las barbas, que si el aceite servía para hacer velas,... En aquella época me convertí en un ser profundamente abominado por sus amigos porque claro me vengaba de estar leyendo esto y estaban de mí... Bueno, me decían que a ver si acababa Moby Dick de una vez porque estaban hartos de mí.
M.G.- (Risas) ¡Qué bueno!
M.A.- Yo me lo leí todo porque mi religión me impide saltarme media línea. Soy así. Prefiero abandonar un libro a saltarme una parte y fíjate que me lo podía haber saltado perfectamente. En cambio, lees Bartleby, el escribiente y es perfecta. No le sobra ni le falta absolutamente nada.
M.G.- Ese libro esconde mucho significado. Ya te digo que yo me lo leí una primera vez y me quedé...
M.A.- Cortocircuitada.
M.G.- Sí, sí y me dije: «Léelo otra vez anda... ».
M.A.- En ese libro hay algo perturbador, ambiguo, misterioso, inquietante. Mientras que con Moby Dick acabas..., uff. Y eso que la historia de Ahab e Ismael es fascinante pero bueno... De todos modos, que en el siglo XIX se escribiera así, es algo que corresponde con la mentalidad de la época.
M.G.- Pues tengo una última pregunta. Me gustaría que me dijeras cuál es o cuáles son tus relatos favoritos, digo de tu libro. Porque yo tengo los míos.
M.A.- ¿Y cuáles son?
M.G.- Pues El regalo por la intriga y el suspense que generas con esa caja que no sabía qué contenía y me tenías en ascuas y el otro, El sacrifico (la protagonista, harta de vivir esclavizada a las básculas, decide lanzarlas todas por un acantilado y grabar en vídeo los lanzamientos) porque me he reído muchísimo con la báscula Withings con conexión wi-fi y adaptador para el Iphone.
M.A.- Pero esa báscula existe de verdad.
M.G.- ¿En serio?
M.A.- Sí, sí, sí... Mira, yo en mi vida habré tenido tres o cuatro básculas como todo el mundo y la mía actual se menciona en el relato. Tengo amigas mucho más obsesionadas que yo con la báscula que han tenido algunas hasta parlantes...
M.G.- Con la voz de Tefal.
M.A.- Esa, esa,... que memorizan tu peso y de repente te dicen con voz de cabreo: «Has engordado cincuenta gramos». O bien, muy feliz: «Has adelgazado ciento veinticinco gramos». Bueno, no sé si pesan con tanta precisión. Para escribir el relato, estuve buscando por internet los tipos de báscula que hay en el mercado y sí las hay de ese tipo. Bueno, y fui un día al Corte Inglés, que es un placer coger a uno de esos dependientes absolutamente desganados, abúlicos, apáticos y asesinables, excepto cuando piensas que cobran poquísimo, entonces te reconcilias con ellos totalmente. Allí me contaron que había básculas monotorizables que acoplas a tu Iphone y te sacan las gráficas con las oscilaciones de tu peso,... Vamos, una cosa... Así que todas esas básculas que figuran en ese relato existen.
M.G.- (Risas) No te imaginas lo que me reí cuando leí todo aquello.
M.A.- La realidad es mucho más bestia de lo que nosotros podemos imaginar. Como siempre.
M.G.- (Risas) Muy fuerte. Y entonces, ¿cuáles son tus relatos preferidos?
M.A.- Las hermanas Bruch y El alféizar.
M.G.- El alféizar también es tremendo. ¿Y esa relación que mantiene Susana con Nush? Nush es un personaje peculiar.
M.A.- Mis dos personajes favoritos son Nush y la tabernera de El sacrificio. Este último es uno de esos personajes que se cuelan por la banda, que surgió sin más. Como Susana quería grabar en vídeo los lanzamientos de báscula, recurrí a ese personaje para que la ayudara en la grabación.
M.G.- Muy bueno sí, pues Mercedes no tengo más preguntas. Me lo he pasado genial charlando contigo. Gracias por compartir tu tiempo con nosotros y mucha suerte con tu libro
M.A.- Oye, pues muchísimas gracias, de verdad. Un placer.
Y así acabó la entrevista. Bueno, antes de despedirnos le pedí que me dedicara su libro y haciendo gala de su simpatía y buen humor, escribió: «Para Marisa, con toda mi hambre y mi amistad». Mercedes Abad, una persona encantadora y un libro al que te tienes que acercar.
[Nota: A la mitad de la entrevista, un chico y una chica entraron en la cafetería y comenzaron a recitar en verso un pequeño fragmento teatral que nos dejó a todos atónitos. En el café cultural La Mercería no es extraño que ocurran cosas así pero en esta ocasión fue algo totalmente improvisado. Después nos entregaron un pequeño papelito que indicaba que aquel día (27 de marzo) se celebraba el Día Mundial del Teatro. ¡Qué bonita forma de celebrarlo!]
M.G.- Y Susana, en esos primeros relatos, cuando tiene once o doce años, ¿no tiene un pensamiento muy maduro para su edad?
M.A.- Susana es una niña rechazada que no tiene éxito, está marginada como si fuera un pequeño monstruo social y entonces piensa mucho. Ella sufre la soledad del marginado y por eso se encierra en sí misma y en los libros. Todo esto te da la madurez del observador y en el caso de Susana es una madurez precoz. Son los batacazos en la vida los que nos hacen madurar. De Saint-Exupèry decía que el hombre crece contra los obstáculos y es verdad que la adversidad nos hace madurar. A Susana le ha tocado una cuota de adversidad bastante alta porque ve cómo se burlan de ella, cómo la marginan, cómo se siente excluida con ese sentimiento de extranjería.
M.G.- Mercedes, ¿y estos relatos los escribes todos seguidos? Es que yo tengo la sensación de que los has ido escribiendo con el paso de los años.
M.A.- Son cuentos escritos a lo largo de unos tres años y medio, más o menos. Los primeros que figuran en el libro son los primeros que escribí. Creo que el primero de todos fue El Castillo. Hubo un momento en el que yo pretendía escribir una novela, pero me di cuenta de que así no funcionaba y que no había que obsesionarse. Las cosas salen como salen y tampoco puedes dirigir tanto. Me salieron cuentos y por lo tanto escribí un libro de cuentos que lo he tenido que someter a una dieta de adelgazamiento bastante severa porque había muchos más.
M.A.- Yo creo que el niño quiere ser como todos y en ese sentido pienso que los niños viven de una manera muy dolorosa lo que los hace diferentes. Los adolescentes ya cultivan actitudes distintas pero el niño quiere ser como todos, quiere ser normal, quiere confundirse con la masa. No quiere tener papás raros, no quiere ser gordo, afeminado, ni el gafotas, ni el torpe en deportes,... Obviamente habrá de todo pero yo creo que lo del gordito feliz no deja de ser más que un mito. Además hay mucho gordito con una mala leche... En Susana Mur, hay mucho de mí y mi madre siempre me dijo que yo era buena hija hasta que me puso a dieta y entonces me salió la mala leche.
[En este punto ver nota inferior]
M.G.- ¡Vaya! (Risas). Susana tiene unos compañeros de clase que se lo hacen pasar mal, son malvados con ella. Esto de la pureza, de la inocencia de los niños,... es un rollo, ¿verdad? Los niños son muy crueles.
M.A.- Claro, claro,... de inocentes nada. Son muy crueles. Y los adultos también solo que los adultos se reprimen. Todos tenemos un Jekyll y un Hyde dentro, el claroscuro moral, por lo que todos somos capaces de lo mejor pero también de lo peor, pero claro un niño no reprime los instintos crueles, algo que los adultos, presuntamente, supuestamente sí hacemos o no. Muchas veces ponemos buena cara por delante y por detrás, con mirada de odio, vamos diciendo: «Mira esa, la muy..., que ha ganado un premio totalmente inmerecido cuando lo tenía que haber ganado yo».
M.G.- (Risas) Es verdad, es verdad, hacemos eso.
Y un detalle que me gustaría que aclararas. Los primeros relatos están escritos en tercera persona, sin embargo, a partir de Las hermanas Bruch hay un cambio a la primera. ¿Por qué ocurre esto?
M.A.- Porque en los primeros Susana es una niña que todavía no está forjada como persona, su carácter aún está por cocerse. El tránsito a la edad adulta es cuando ella empuña el «yo» en ese cuento que mencionas. En Las hermanas Bruch ella se hace adulta y además deja de ser una víctima para convertirse en una culpable.
M.G.- Hay tres relatos que empiezan con la misma frase o muy similar, con el «Así que ahí está Susanita» o «Así que ahí está ella». ¿Por qué?
M.A.- Bueno, me gustaba esta sencillez. Siempre andamos pensando cómo empezar y a mí me gustó hacerlo sencillo. Con este libro he buscado la sencillez y no sé si lo he conseguido. Hay gente que dice que soy muy barroca...
M.G.- ¿Barroca?
M.A.- Sí, pero yo he querido hacerlo todo sencillo y me pareció gracioso empezar esos tres cuentos del mismo modo. Y en cuanto a sencillez, también lo son los títulos, como para acoger al lector en algo no demasiado artificioso.
M.G.- A mí desde luego barroco no me ha parecido en absoluto. A ver, no es un estilo simplista sino que tiene sus florituras pero no roza el barroquismo, el enredarse en sí mismo. No para mí, al menos.
M.A.- Exacto. Para mí es muy importante el placer del lector. Yo, antes que escritora soy lectora. Si me obligaran a elegir, digo que soy lectora. He sido tan feliz y soy tan feliz leyendo... Es un placer ser arrebatado de tus circunstancias, de tu persona, con toda la carga de miseria y esplendor,... y poder meterte en la historia y en la piel de otra persona, viva en tu época o en tu mismo país o no. Esa es la grandeza de la literatura y ahí hay un placer que te permite huir de ti mismo. Yo quiero que los lectores me lean con placer. Esos libros donde el escritor parece que está en un púlpito, en un escalón superior al lector y le dice: «Estúpido lector, ahora voy a edificar tu alma y vas a ver lo que es bueno, y te voy a enseñar dos o tres cositas que tú no sabías,... ». Esta es una actitud que me repatea profundamente, de ahí que use mucho el humor para luchar contra los sermones.
M.G.- (Risas). Es más cercano tu estilo, claro que sí.
Y Mercedes, me gustan mucho los autores que hacen guiños en sus novelas a otros colegas, aunque sean de otra época. En la Talla 36, haces un guiño a Herman Melville, de un libro que a mí me costó lo mío, me lo tuve que leer dos veces y aún así. Me refiero a Bartleby, el escribiente.
M.A.- Ese libro es un poco mi ejemplo cuando la gente va diciendo que si el cuento tal o cual... El cuento es un género maravilloso. Mira cojamos dos libros del mismo autor, Moby Dick y Bartleby, el escribiente. Yo desde luego prefiero el segundo.
M.G.- Yo con Moby Dick no pude.
M.A.- Yo sí pude y te juro que no me salté nada, nada.
M.G.- ¿Ni el capítulo de la cetología, Mercedes?
M.A.- ¡Nada! Ni ese. Esa enciclopedia de todo lo que usted no quería saber sobre la vida de los cetáceos, sobre su vida sexual, en qué época desovan, cuánto tiempo dura el embarazo de la ballena gris, la moteada, la verde, la azul y la coloradaa... ¡Me lo leí todo! Lo que se hacía con las barbas, que si el aceite servía para hacer velas,... En aquella época me convertí en un ser profundamente abominado por sus amigos porque claro me vengaba de estar leyendo esto y estaban de mí... Bueno, me decían que a ver si acababa Moby Dick de una vez porque estaban hartos de mí.
M.G.- (Risas) ¡Qué bueno!
M.A.- Yo me lo leí todo porque mi religión me impide saltarme media línea. Soy así. Prefiero abandonar un libro a saltarme una parte y fíjate que me lo podía haber saltado perfectamente. En cambio, lees Bartleby, el escribiente y es perfecta. No le sobra ni le falta absolutamente nada.
M.G.- Ese libro esconde mucho significado. Ya te digo que yo me lo leí una primera vez y me quedé...
M.A.- Cortocircuitada.
M.G.- Sí, sí y me dije: «Léelo otra vez anda... ».
M.A.- En ese libro hay algo perturbador, ambiguo, misterioso, inquietante. Mientras que con Moby Dick acabas..., uff. Y eso que la historia de Ahab e Ismael es fascinante pero bueno... De todos modos, que en el siglo XIX se escribiera así, es algo que corresponde con la mentalidad de la época.
M.G.- Pues tengo una última pregunta. Me gustaría que me dijeras cuál es o cuáles son tus relatos favoritos, digo de tu libro. Porque yo tengo los míos.
M.A.- ¿Y cuáles son?
M.G.- Pues El regalo por la intriga y el suspense que generas con esa caja que no sabía qué contenía y me tenías en ascuas y el otro, El sacrifico (la protagonista, harta de vivir esclavizada a las básculas, decide lanzarlas todas por un acantilado y grabar en vídeo los lanzamientos) porque me he reído muchísimo con la báscula Withings con conexión wi-fi y adaptador para el Iphone.
M.A.- Pero esa báscula existe de verdad.
M.G.- ¿En serio?
M.A.- Sí, sí, sí... Mira, yo en mi vida habré tenido tres o cuatro básculas como todo el mundo y la mía actual se menciona en el relato. Tengo amigas mucho más obsesionadas que yo con la báscula que han tenido algunas hasta parlantes...
M.G.- Con la voz de Tefal.
M.A.- Esa, esa,... que memorizan tu peso y de repente te dicen con voz de cabreo: «Has engordado cincuenta gramos». O bien, muy feliz: «Has adelgazado ciento veinticinco gramos». Bueno, no sé si pesan con tanta precisión. Para escribir el relato, estuve buscando por internet los tipos de báscula que hay en el mercado y sí las hay de ese tipo. Bueno, y fui un día al Corte Inglés, que es un placer coger a uno de esos dependientes absolutamente desganados, abúlicos, apáticos y asesinables, excepto cuando piensas que cobran poquísimo, entonces te reconcilias con ellos totalmente. Allí me contaron que había básculas monotorizables que acoplas a tu Iphone y te sacan las gráficas con las oscilaciones de tu peso,... Vamos, una cosa... Así que todas esas básculas que figuran en ese relato existen.
M.G.- (Risas) No te imaginas lo que me reí cuando leí todo aquello.
M.A.- La realidad es mucho más bestia de lo que nosotros podemos imaginar. Como siempre.
M.G.- (Risas) Muy fuerte. Y entonces, ¿cuáles son tus relatos preferidos?
M.A.- Las hermanas Bruch y El alféizar.
M.G.- El alféizar también es tremendo. ¿Y esa relación que mantiene Susana con Nush? Nush es un personaje peculiar.
M.A.- Mis dos personajes favoritos son Nush y la tabernera de El sacrificio. Este último es uno de esos personajes que se cuelan por la banda, que surgió sin más. Como Susana quería grabar en vídeo los lanzamientos de báscula, recurrí a ese personaje para que la ayudara en la grabación.
M.G.- Muy bueno sí, pues Mercedes no tengo más preguntas. Me lo he pasado genial charlando contigo. Gracias por compartir tu tiempo con nosotros y mucha suerte con tu libro
M.A.- Oye, pues muchísimas gracias, de verdad. Un placer.
Y así acabó la entrevista. Bueno, antes de despedirnos le pedí que me dedicara su libro y haciendo gala de su simpatía y buen humor, escribió: «Para Marisa, con toda mi hambre y mi amistad». Mercedes Abad, una persona encantadora y un libro al que te tienes que acercar.
[Nota: A la mitad de la entrevista, un chico y una chica entraron en la cafetería y comenzaron a recitar en verso un pequeño fragmento teatral que nos dejó a todos atónitos. En el café cultural La Mercería no es extraño que ocurran cosas así pero en esta ocasión fue algo totalmente improvisado. Después nos entregaron un pequeño papelito que indicaba que aquel día (27 de marzo) se celebraba el Día Mundial del Teatro. ¡Qué bonita forma de celebrarlo!]
Olé y olé.
ResponderEliminarComo siempre, estupenda entrevista!
Qué simpática y qué normal, ¿verdad? A mí los relatos sí me gustan pero cuando están bien trabajados y tienen un sentido como en este caso parece, no cuando tienes la sensación de que estás leyendo ideas de novelas descartadas.
ResponderEliminarBesos
Oh!!! Tengo que ir, en cuanto vaya a Sevilla voy seguro que te veo allí sentada con algún autor jajajja y fíjate que este libro, no sé, el tema principal no me llamapero eso de la cetología, a mí me dio también una época por ballenas, ballenatos, cachalotes y rorcuares comunes, me ha parecido muy curioso aunque bueno, en el libro aparece por otros motivos y me encanta que hable de Bartleby comola gran novela y Moby Dick como... bueno, lo que es ;) Un beso.
ResponderEliminarPues mucha suerte para Mercedes. ¿Seguro que nació en 1931?
ResponderEliminarBesos.
Jeje ay pobre que le había puesto 30 años más jeje. Ya está corregido. Besos
EliminarQue entrevista tan divertida, os lo tuvisteis que pasar muy bien, besotes;))
ResponderEliminarUna entrevista estupenda y un libro que creo tiene mucho bueno para entresacar. Lo buscaré
ResponderEliminarBesos
Me alegro que pasarais tan buen rato, parece muuuy agradable. Lo tendré en cuenta aunque los relatos es algo que me cuesta más.
ResponderEliminarUn beso!
Gracias por la entrevista, muy agradable Mercedes por lo que veo. Un beso!
ResponderEliminarUna entrevista la mar de entretenida! Me ha encantado conocer a Mercedes y desde luego su libro me lo llevo muy bien apuntado, que los relatos me gustan mucho y me parece que voy a disfrutar mucho con sus historias. Pero también me llevo apuntada Bartleby, el escribiente, que me ha picado y mucho la curiosidad con este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues sí, una entrevista divertida y curiosa. Me gusta la idea de la autora de transformar su novela en cuentos de esa forma tan peculiar. Y... como ella, yo tampoco puedo saltarme páginas en un libro, y antes lo abandono jaja
ResponderEliminarBesos!
Simplemente genial. Me encantan tus entrevistas. Parece que conoces a los entrevistados de toda la vida. Resulta todo muy natural. Me ha parecido muy interesante todo lo que cuenta la autora, y también lo que parecen reflejar sus relatos. Tomo nota. Abrazos.
ResponderEliminarNo podía imaginar que pasara un rato tan entretenido con la autora jejeje. Tus preguntas muy interesantes, las mías me han salido distintas una suerte jejeje
ResponderEliminarSe nota que estuvisteis muy a gusto y lo pasasteis genial
ResponderEliminarNo conocía a esta autora pero estaré al tanto
Besos
Genial como siempre, es que me imagino hasta la situación. Me ha parecido una mujer cercana y estoy convencida. El libro lo tengo que leer, es de los míos :)
ResponderEliminarBesos